el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 2 de marzo de 2014

02/ 03: MIEDO

Al igual que el 29/08/12, me interno en una novela gráfica co-escrita por David Muñoz y Antonio Trashorras, estos dos críticos y guionistas de cine, TV y comics oriundos de la Madre Patria. Esta quizás sea la más española de sus obras, ya que se apoya fuertemente en un contexto sociopolítico muy puntual, importante en la historia reciente de España pero probablemente desconocido, o poco fresco en la memoria, en el resto del mundo.
La historieta nos sitúa en Febrero de 1981 y tiene muchísimas referencias a lo que hoy se conoce como el 23-F. El 23-F fue un intento de golpe de estado, ocurrido el 23 de Febrero de 1981, en el que una sublevación militar encabezada por el General Tejero, intentó derrocar al gobierno de Adolfo Suárez, el presidente encargado de conducir la transición democrática, un proceso que culminaría al año siguiente con las primeras elecciones libres en casi 50 años. El golpe fracasó en parte porque el rey de España respaldó al presidente Suárez y el episodio no pasó de un susto. Pero fueron días extraños en los que el miedo se hizo sentir en la gente común, porque parecía que la violencia (la herramienta política favorita de los fachos) volvía a instalarse en una sociedad que intentaba dejarla definitivamente en el pasado.
Por suerte, la intención de los guionistas de Miedo no es narrarnos estos sucesos, sino utilzarlos como marco, como contexto, para contarnos otra historia, salpicada por el clima político, pero mucho más chiquita, más humana. Los protagonistas son Adrián y Raúl, dos chicos de 11 o 12 años bastante outsiders, marginados y maltratados por el resto de sus compañeros, uno por ser gordo y el otro por tener una malformación en una pierna que le impide correr y hacer deportes. Trashorras y Muñoz juegan a reproducir dentro de la escuela la tensión, la opresión que significaba la amenaza de los fachos a nivel nacional. Y por ahí hacen una de más a la hora de caracterizar al profesor malo, facho, sádico, un personaje demasiado repulsivo, tanto que su accionar se vuelve muy predecible, sobre todo en el contrapunto con el profesor joven, copado y progre.
El resto de los personajes están muy bien logrados, sobre todo los dos protagonistas, que se nos presentan de modo muy profundo y muy real, como chicos muy sufridos y a la vez muy íntegros, muy comprometidos con los valores correctos. Con gran sutileza y ponderable ingenio, los guionistas nos invitan a pensar si los chicos aprendieron esa integridad y esos valores en sus casas o leyendo historietas y viendo las pelis de Star Wars. Los padres de Adrián y Raúl no tienen roles demasiado destacados, pero le sirven a los autores para mostrarnos (sin indagar muy a fondo) dónde se paraba la clase media laburante y dónde la clase media intelectual frente a la encrucijada política que significó el 23-F.
Tanto cuando la historieta coquetea con la crónica política como cuando se hace mucho más intimista y se concentra en las pequeñas vidas de los protagonistas, el dibujo de Javier Rodríguez (a quien ya nos cruzamos varias veces, ya sea como dibujante o como colorista) le suma solidez a la historia y verosimilitud a la ambientación. El dibujante cuida todos los detalles como para que nada haga ruido y todo se vea y se sienta como en 1981. Las pocas escenas en las que Rodríguez no se mata dibujando fondos son las que realmente quedaban mejor sin fondos, donde lo ideal era que los personajes nos transmitieran (a través de un lenguaje corporal y facial perfectamente plasmado) las sensaciones que querían expresar los autores. Los fondos, la expresividad de los personajes y la claridad de la narrativa (casi siempre apoyada en la infalible grilla de nueve viñetas) son los puntos más fuertes de un excelente trabajo de Javier Rodríguez. El color (puesto por él mismo) no se parece casi nada al que despliega cuando trabaja para Marvel, porque el tipo de historia y la ambientación histórica elegida le piden –claramente- otra cosa. Igual está muy bien trabajado.
Miedo (de 2003) no es una historieta fundamental, pero está muy bien para tener algo más de estos notables (aunque no tan difundidos) autores españoles y para estudiar cómo se puede combinar una historia dramática, con mucho costumbrismo, centrada en personajes muy humanos y muy creíbles, con un contexto histórico bien investigado y bien reproducido, al que los españoles aún tienen muy presente porque fue clave para la recuperación de su democracia.

miércoles, 29 de agosto de 2012

29/ 08: RESIDUOS

Mirá qué linda sorpresa... Esto lo compré porque lo vi barato y porque uno es fan de la historieta española. A los guionistas los conocía, pero como críticos de historieta: David Muñoz y Antonio Trashorras suelen escribir sobre temas viñetiles y los tenía bastante leídos. Ahora, leyendo este libro, me entero de que también son responsables del guión de El Espinazo del Diablo, magnífico largometraje del maestro Guillermo Del Toro. Y al dibujante, Luis Bustos, lo conocía como dibujante (valga la obviedad) y lo tenía conceptuado como uno medio del montón, uno que no descollaba demasiado en aquel efervescente panorama del comic español de los ´90, que tantas gratas sorpresas nos diera.
Acá me encuentro con un Bustos mucho mejor que aquel que yo recordaba, una cruza extraña y muy efectiva entre David Rubín, Manel Fontdevila y Germán García, a quien reemplazó en algunos episodios (no precisamente los mejores) de Tess Tinieblas, una serie que a mí me encantaba. El trabajo de Bustos en este álbum es deslumbrante, tanto cuando tiene espacio para lucirse con viñetas grandes como cuando tiene que meter 10 ó 12 viñetas microscópicas en cada página. Además de muy funcional al relato, el dibujo es plástico, desbordante de agilidad, de dinamismo y de una gran expresividad, potenciada por el hecho de que el propio Bustos colorea la historieta. Aunque no te interese la historia, re-da para tener esto sólo por los dibujos.
Y la historia es MUY ganchera: el protagonista es Mirko, un agente secreto de la Tierra que está infiltrado en otro planeta, bajo la apariencia de un nativo logipukiano y con la identidad falsa de “Pum”. Pum parece ser un simple recolector de residuos y chatarra espacial, pero en realidad es parte de una siniestra conjura de los terrícolas para invadir y sojuzgar a los habitantes de Logipuk. Para cuando este plan se pone en marcha, Mirko (o sea, Pum) ya se encariñó con el planeta, ya tiene novia, amigos... no va a ser tan fácil clavarle la puñalada trapera a esta civilización (irónicamente muy similar a la nuestra) a la que ya está perfectamente integrado.
Muñoz y Trashorras no pierden demasiado tiempo para explicar este planteo, sino que rápidamente ponen en marcha la aventura, que para antes de la mitad del tomo cobra un ritmo vertiginoso, que no decaerá hasta el final. Esto es palo y palo, a pura acción, y mucha diversión. Por momentos me hizo acordar a Planet, la bizarra epopeya de ciencia-ficción del novelista argento Sergio Bizzio (genio y figura), por la naturalidad con que los autores nos presentan la vida cotidiana en este nuevo planeta. La “alienidad” de los logipukianos está des-enfatizada y se manifiesta casi exclusivamente en su aspecto (piel verde y escamosa, boca grande al estilo de los sapos).
La aventura combinada con un dilema moral jodido siempre garpa. La ciencia-ficción enfocada desde una mirada medio irónica, también. Y si encima le metemos unos cuantos diálogos excelentes, el resultado va a dar muy, muy positivo. Residuos no te cambia la vida ni mucho menos, pero garantiza un muy buen momento, un rato en el que te vas a ver envuelto en una trama muy atrapante, con buenos personajes, mucha intensidad, un cierto subtexto que te va a dejar pensando y unos dibujos que combinan potencia, sutileza y hasta una cierta comicidad. No es poco, para nada.