Y se dio vuelta la tortilla, nomás. Esta serie que venía más interesante que buena, con mucho potencial bastante desaprovechado por Brian Azzarello, pega el volantazo y en su segunda mitad se vuelve una aplanadora, con muchísimos más logros que dudas o peros.
La clave está en que Azzarello decide dejar a un lado las sutilezas, sacar los secretos a la luz y que pase lo que tenga que pasar. Y la primera revelación grossa es que nos comimos un amague magistral: todos creíamos que el protagonista era Wes Cutter, pero la verdadera estrella de Loveless termina por ser Ruth, su esposa. Sin dudas, Loveless es la historia de Blackwater, el pueblito donde transcurre toda la acción. Pero dentro del numeroso elenco creado por Azzarello, claramente el rol más importante se lo lleva Ruth Cutter, a pesar de que su historia no se termine de resolver, porque la serie se cancela prematuramente.
El tomo arranca con tres unitarios maravillosamente dibujados por Danijel Zezelj, en los que Azzarello narra las consecuencias del tremendo final del Vol.2. Para cancherear, cuenta los sucesos de atrás para adelante. Es decir, recién el tercer unitario engancha temporalmente con lo que vimos en el Vol.2 y los dos anteriores relatan sucesos que transcurren días después. Más allá del artificio narrativo, estos unitarios sirven para dejarnos en claro que acá hay algo así como un héroe: el Coronel Silas Redd, a quien –con su característica mala leche- Azzarello hace sufrir a lo pavote. También en estos unitarios crece muchísimo la figura de un personaje hasta ahora menor, el Sargento Foley. Y se empieza a vislumbrar qué pudo haber pasado con Wes y Punch, mientras se revelan secretos vinculados al pasado (y a la doble identidad) de Ruth.
Todo esto desemboca en un último arco de seis episodios, en el que se va a resolver casi todo. Quedarán pendientes dos puntas argumentales: la de Boyd Johnson y la de Jonny Cutter, dos personajes bastante relevantes en la primera mitad, que en la segunda brillan por su ausencia. Pero veremos qué sucede con Wes, con Punch, con Atticus Mann, habrá un desenlace para los planes retorcidos del Capitán Lord y otro para la venganza despiadada de Ruth. Todo regado de muertes y atrocidades indecibles, de escenas pensadas para revolver las vísceras de los lectores por su crueldad, su violencia y su desesperanza. Salvo los dos personajes ya mencionados (a los que nombran bastante pero no vemos nunca) todo el elenco de Loveless confluye en este arco argumental y Azzarello les habilita buenas secuencias a todos, como si fuera fácil.
Y después vienen tres epílogos, ya ambientados muchos años después, en el Siglo XX. Pará: ¿quedaron puntas sin cerrar y los últimos tres episodios son unitarios ambientados varias décadas después del final del arco anterior? Sí, es un delirio. Pero las historias son interesantes. La primera recupera uno de los temas centrales de Loveless, el del odio racial, y reserva un rol importante al cadáver de Wes Cutter. La segunda retoma a un personaje secundario de la primera mitad, que no aparecía en esta: el joven Jasper. Y la tercera es una de las historias más sórdidas y jodidas escritas por Azzarello en toda su carrera, con Foley como protagonista.
La verdad es que, entre los unitarios y el arco más extenso, estos 12 episodios conforman el mejor tramo de Loveless y es un bajón que haya terminado así. Lo único que no me cierra es que la motivación de casi todos los personajes es la misma: el odio o la venganza, que es un odio hacia el que te cagó en el pasado. Mucho, muchísimo de lo que pasa, no tiene más explicación que el odio, sobre todo en la segunda mitad, en la que se desactiva bastante la historia de amor entre Wes y Ruth.
En materia de dibujo, Marcelo Frusín ya es un grato recuerdo que sólo ilustra las portadas (¡y qué portadas!). Después tenemos los seis unitarios desbordantes de la magia claroscura, extrema y radical del glorioso Danijel Zezelj, con épocas y ambientaciones cambiantes y el talento a prueba de balas como constante. Y los seis unitarios del arco principal a cargo de Werther Dell´Edera, a quien veo más flojo que en el tomo anterior, más apurado, con menos atención por un montón de cosas, entre ellas la anatomía, que tiene varios errores notorios, sobre todo en las articulaciones de brazos y manos. Me imagino esos seis episodios dibujados por Frusín y se me derrite la… computadora.
En fin, puede ser que Loveless no sea la obra más importante en la notable trayectoria de Brian Azzarello, pero es un gran western con muchas ideas y subtextos para trascender el género, muchos momentos shockeantes y varios personajes de los que –por lo menos yo- me quedé con ganas de leer mucho más. Y de última, se puede tener para babearse con los dibujos de Zezelj y Frusín. Como no le fue bien, Loveless está toda reeditada en sólo tres TPBs, lo cual mejora mucho las chances de completarla sin mayor esfuerzo y sin pagar fortunas. Animate.
Mostrando entradas con la etiqueta Loveless. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Loveless. Mostrar todas las entradas
lunes, 16 de marzo de 2015
domingo, 8 de marzo de 2015
08/ 03: LOVELESS Vol.2
Segundo tomo de esta serie y ahora sí, empieza a estar más claro por qué, a pesar de la jerarquía de sus autores, no logró pasar la marca de los 24 episodios. Lo mejor de este tomo (creo que de los dos tomos que leí hasta ahora) son los tres unitarios con los que arranca el Vol.2. El primero es brillante y está protagonizado por Atticus Mann, el ex-esclavo negro convertido en cazador de recompensas. Si sospechabas (como yo) que el rol de este personaje podía crecer hasta convertirse en fundamental para el desarrollo de Loveless, acá Brian Azzarello te da la razón y le inyecta al personaje toda la onda y la complejidad necesaria para que ese crecimiento sea sustentable a lo largo de los episodios.
El segundo unitario se centra en Ruth, la mujer de Wes Cutter. Es otro desafío para Azzarello, porque en todo el episodio no hay tiros ni piñas. Son, básicamente, mujeres hablando. De la Guerra, de sus maridos, de sus anhelos… y también hay unas pinceladas más para Jonny, el hermano de Wes, que al principio pintaba para villano y pareciera cumplir un rol más ambiguo. El tercer unitario también, es una charla tranqui entre Wes y Trotter, el hombre que lo nombró sheriff de Blackwater. Pero acá sí, Azzarello mete varios flashbacks bien shockeantes, con tiros, persecuciones y explosiones, ambientados en la época de la Guerra. No está al nivel de los otros dos, pero se la banca muy bien.
Y nos queda un arco argumental de cuatro episodios bastante piantavotos: hay demasiados personajes, todos hablan mucho y los conflictos se definen de forma bastante etérea. El primer tramo enfatiza el rol de villanos de Boyd y su banda (responsables de matar y colgar de los árboles a familias enteras de negros) pero después aparece un nuevo asesino, Punch, que juega más de keruza y es potencialmente más peligroso. En el medio hay muchas persecuciones, emboscadas, intentos de boletear a Boyd, charlas, roscas y conjuras entre los pobladores de Blackwater para sacarse de encima a Wes, más flashbacks jodidos a la época en la que Ruth se quedó sola… y nada termina de impactar. Es como un rompecabezas en el que las piezas están buenas, pero no terminan de encajar. El accionar del propio Wes es tan liviano, tiene tan poco peso en lo que sucede, que no se termina de entender.
Por suerte, cuando lo que pasa no te interesa, Azzarello te ensarta con el cómo sucede. Narra secuencias en paralelo, combina los diálogos con imágenes que no corresponden a esa escena pero que terminan por vincularse en ese juego entre texto y dibujo que Alan Moore le enseñó a todos, calza los flashbacks donde más duelen y te acribilla con los diálogos. O sea que incluso este arco medio endeble se hace sumamente llevadero. Y los unitarios, más focalizados, con más fuerza argumental, son exquisitos.
Un detalle no menor es que esos tres unitarios están dibujados por el prócer croata Danijel Zezelj, quien ya había colaborado con Azzarello en el electrizante western El Diablo (ver reseña del 06/07/10). Una vez más, el croata detona su devastador arsenal de recursos para elevar el claroscuro a una potencia brecciana y, si bien se zarpa un toque en la política de “no te dibujo un fondo”, pela unas páginas impresionantes, desbordantes de expresionismo y de emoción, con un gran manejo de la acción y unos caballos majestuosos, todo muy bien complementado por la paleta de Patricia Mulvihill.
Después tenemos unas cuantas páginas de Marcelo Frusín (que pintaba para titular pero apenas llegó a dibujar siete episodios), también a un gran nivel, con momentos de una oscuridad casi mignolesca y un gran trabajo en las expresiones faciales. Pero el rosarino cuelga los guantes a la mitad del arquito y se va para no volver. Este es (por ahora) su último aporte al sello Vertigo. Entra del banco de suplentes el italiano Werther Dell´Edera, un dibujante más tranqui, con mucha menos personalidad que Frusín, una especie de Giuseppe Camuncoli con poca onda. Dell´Edera conserva esa impronta gráfica basada en el claroscuro, pero tiene un trazo más finito, menos plasticidad en los cuerpos y se zarpa mucho menos a la hora de graficar la violencia y las atrocidades que imagina Azzarello para los personajes.
O sea que sobre siete episodios, tenemos cinco dibujados como la San Puta y los dos últimos, bastante por debajo. Lo peor es que este dibujante “menor” será el titular en la segunda mitad de la serie, que está toda recopilada en el Vol.3. Prometo entrarle pronto. Mientras tanto, si sos fan a muerte de Zezelj y rastreás por cielo y tierra sus trabajos, acá tenés más de 60 páginas del ídolo realmente gloriosas. Y si seguís a todas partes a Frusín, acá están sus últimas 44 páginas publicadas en Vertigo. ¡Buena cacería!
El segundo unitario se centra en Ruth, la mujer de Wes Cutter. Es otro desafío para Azzarello, porque en todo el episodio no hay tiros ni piñas. Son, básicamente, mujeres hablando. De la Guerra, de sus maridos, de sus anhelos… y también hay unas pinceladas más para Jonny, el hermano de Wes, que al principio pintaba para villano y pareciera cumplir un rol más ambiguo. El tercer unitario también, es una charla tranqui entre Wes y Trotter, el hombre que lo nombró sheriff de Blackwater. Pero acá sí, Azzarello mete varios flashbacks bien shockeantes, con tiros, persecuciones y explosiones, ambientados en la época de la Guerra. No está al nivel de los otros dos, pero se la banca muy bien.
Y nos queda un arco argumental de cuatro episodios bastante piantavotos: hay demasiados personajes, todos hablan mucho y los conflictos se definen de forma bastante etérea. El primer tramo enfatiza el rol de villanos de Boyd y su banda (responsables de matar y colgar de los árboles a familias enteras de negros) pero después aparece un nuevo asesino, Punch, que juega más de keruza y es potencialmente más peligroso. En el medio hay muchas persecuciones, emboscadas, intentos de boletear a Boyd, charlas, roscas y conjuras entre los pobladores de Blackwater para sacarse de encima a Wes, más flashbacks jodidos a la época en la que Ruth se quedó sola… y nada termina de impactar. Es como un rompecabezas en el que las piezas están buenas, pero no terminan de encajar. El accionar del propio Wes es tan liviano, tiene tan poco peso en lo que sucede, que no se termina de entender.
Por suerte, cuando lo que pasa no te interesa, Azzarello te ensarta con el cómo sucede. Narra secuencias en paralelo, combina los diálogos con imágenes que no corresponden a esa escena pero que terminan por vincularse en ese juego entre texto y dibujo que Alan Moore le enseñó a todos, calza los flashbacks donde más duelen y te acribilla con los diálogos. O sea que incluso este arco medio endeble se hace sumamente llevadero. Y los unitarios, más focalizados, con más fuerza argumental, son exquisitos.
Un detalle no menor es que esos tres unitarios están dibujados por el prócer croata Danijel Zezelj, quien ya había colaborado con Azzarello en el electrizante western El Diablo (ver reseña del 06/07/10). Una vez más, el croata detona su devastador arsenal de recursos para elevar el claroscuro a una potencia brecciana y, si bien se zarpa un toque en la política de “no te dibujo un fondo”, pela unas páginas impresionantes, desbordantes de expresionismo y de emoción, con un gran manejo de la acción y unos caballos majestuosos, todo muy bien complementado por la paleta de Patricia Mulvihill.
Después tenemos unas cuantas páginas de Marcelo Frusín (que pintaba para titular pero apenas llegó a dibujar siete episodios), también a un gran nivel, con momentos de una oscuridad casi mignolesca y un gran trabajo en las expresiones faciales. Pero el rosarino cuelga los guantes a la mitad del arquito y se va para no volver. Este es (por ahora) su último aporte al sello Vertigo. Entra del banco de suplentes el italiano Werther Dell´Edera, un dibujante más tranqui, con mucha menos personalidad que Frusín, una especie de Giuseppe Camuncoli con poca onda. Dell´Edera conserva esa impronta gráfica basada en el claroscuro, pero tiene un trazo más finito, menos plasticidad en los cuerpos y se zarpa mucho menos a la hora de graficar la violencia y las atrocidades que imagina Azzarello para los personajes.
O sea que sobre siete episodios, tenemos cinco dibujados como la San Puta y los dos últimos, bastante por debajo. Lo peor es que este dibujante “menor” será el titular en la segunda mitad de la serie, que está toda recopilada en el Vol.3. Prometo entrarle pronto. Mientras tanto, si sos fan a muerte de Zezelj y rastreás por cielo y tierra sus trabajos, acá tenés más de 60 páginas del ídolo realmente gloriosas. Y si seguís a todas partes a Frusín, acá están sus últimas 44 páginas publicadas en Vertigo. ¡Buena cacería!
Etiquetas:
Brian Azzarello,
Danijel Zezelj,
Loveless,
Marcelo Frusín,
Vertigo
domingo, 1 de marzo de 2015
01/ 03: LOVELESS Vol.1
Las ventas de la Distri durante Febrero fueron bastante insignificantes, con lo cual no da para armar un ranking más o menos serio. Haremos un Febrero + Marzo más adelante, y aprovechamos la entrada de hoy para avanzar con las reseñas.
Esta es una serie de Vertigo a la que le fue bastante mal y terminó cancelada luego de apenas 24 episodios. Una pena, porque en todo momento se nota que Brian Azzarello estaba colocando los cimientos de algo grande, algo ambicioso, probablemente pensada (como American Vampire) para abarcar muchas décadas en la historia de los EEUU. Por ahora, este primer TPB (el único tramo de Loveless que había leído en su momento en revistitas) se queda todo el tiempo en el mismo momento, un par de años después del fin de la Guerra de Secesión. Felizmente, esa etapa histórica nutre a Azzarello de una buena variedad de conflictos, como para tejer una primera parte de la historia rica en tensiones, aunque por ahí con poca acción.
Este tramo se centra en Wes Cutter, un tipo duro y honesto que peleó en la guerra para el Sur, y tras la derrota, se decide a regresar al pueblito de Blackwater, donde se va a encontrar con las cosas muy cambiadas. Cutter va a tener que lidiar no sólo con haber perdido la guerra, sino con haber perdido a su mujer, haberse distanciado de su hermano (que pinta para ser un villano importante) y tener su tierra ocupada por el ejército vencedor, que no ve con buenos ojos su regreso a Blackwater. Igual, algo va a inventar para quedarse en el pueblo y empezar a saldar cuentas que le quedaron pendientes.
O sea que está todo dado para que se genere un lindo clima de rosca política, sumado a un drama familiar, una historia de amor, las secuelas de las atrocidades cometidas por uno y otro bando durante la guerra, y un tema con mucho peso en el EEUU de aquellos años: la reciente libertad de los esclavos negros, que ahora buscan insertarse en una sociedad que (sobre todo en el Sur) no está muy conforme con el nuevo status quo. Uno de estos ex-esclavos, Atticus, está muy bien desarrollado por Azzarello y también amenaza con convertirse en un personaje relevante en el contexto global de la saga.
¿Por qué no me sorprende que Loveless no haya sido un hitazo a la par de 100 Bullets, por ejemplo? Porque me parece que arranca a un ritmo demasiado pachorro, le falta impacto. Azzarello muestra un par de escenas jodidas en las primeras páginas, pero no se explica sino hasta mucho después en qué afectan a los personajes principales. Y además hay muchísimos personajes, demasiados. Enseguida cobra preponderancia Wes Cutter, pero a su alrededor se aglutina un elenco de secundarios muy nutrido, y son pocos aquellos en los que Azzarello llega a profundizar. El resto se convierte en un cúmulo de Juan Carlos Nadie con los que el lector nunca logra empatizar y apenas si alcanza a diferenciarlos entre sí. Obviamente eso se puede corregir sin necesidad de hacer milagros a lo largo de los futuros episodios, pero me imagino que, en el momento del mes-a-mes, debe haber ahuyentado a más de un lector.
Lo que, por el contrario, funciona como un gancho irresistible, es el dibujo del maestro rosarino Marcelo Frusín, que ya había formado dupla con Azzarello en unos cuantos episodios de Hellblazer. Como todo comic ambientado en las agrestes planicies cuasi-rurales del EEUU del Siglo XIX, Loveless le brinda a Frusín la posibilidad de dibujar muchos espacios abiertos y pocos fondos. Por eso, en las exiguas escenas en las que la acción se traslada a las callecitas de Blackwater o al interior de algún edificio, el dibujante deja la vida en cada fondo. Siempre subrayo la cuota extra de virtuosismo que pela Frusín cada vez que tiene que dibujar animales, y acá me encontré con caballos y perros gloriosos. Quiero más bichos en los próximos tomos. Pero lo más notable es lo que hace Marcelo a la hora de crear climas (apoyado por el color de Patricia Mulvihill) y sobre todo a la hora de plantear juegos narrativos que tienen que ver con cosas que suceden fuera de cuadro, con la elección de ángulos para sorprender al lector, con la integración de los flashbacks a las viñetas del presente, o con el armado de montajes paralelos como el de las primeras dos páginas del quinto episodio. Frusín no se va a quedar hasta el final de Loveless, pero en este primer tramo no falta nunca y deja todo.
Por temática, por ambientación, incluso por el tono, entiendo que Loveless pueda no ser una lectura prioritaria para el típico fan de Vertigo. Pero si sos fan de Azzarello o de Frusín, te la recomiendo igual, porque acá los dos animalitos salieron a dar lo mejor, a innovar y a meterse con temas que la historieta (especialmente ell mainstream yanki) rara vez aborda.
Esta es una serie de Vertigo a la que le fue bastante mal y terminó cancelada luego de apenas 24 episodios. Una pena, porque en todo momento se nota que Brian Azzarello estaba colocando los cimientos de algo grande, algo ambicioso, probablemente pensada (como American Vampire) para abarcar muchas décadas en la historia de los EEUU. Por ahora, este primer TPB (el único tramo de Loveless que había leído en su momento en revistitas) se queda todo el tiempo en el mismo momento, un par de años después del fin de la Guerra de Secesión. Felizmente, esa etapa histórica nutre a Azzarello de una buena variedad de conflictos, como para tejer una primera parte de la historia rica en tensiones, aunque por ahí con poca acción.
Este tramo se centra en Wes Cutter, un tipo duro y honesto que peleó en la guerra para el Sur, y tras la derrota, se decide a regresar al pueblito de Blackwater, donde se va a encontrar con las cosas muy cambiadas. Cutter va a tener que lidiar no sólo con haber perdido la guerra, sino con haber perdido a su mujer, haberse distanciado de su hermano (que pinta para ser un villano importante) y tener su tierra ocupada por el ejército vencedor, que no ve con buenos ojos su regreso a Blackwater. Igual, algo va a inventar para quedarse en el pueblo y empezar a saldar cuentas que le quedaron pendientes.
O sea que está todo dado para que se genere un lindo clima de rosca política, sumado a un drama familiar, una historia de amor, las secuelas de las atrocidades cometidas por uno y otro bando durante la guerra, y un tema con mucho peso en el EEUU de aquellos años: la reciente libertad de los esclavos negros, que ahora buscan insertarse en una sociedad que (sobre todo en el Sur) no está muy conforme con el nuevo status quo. Uno de estos ex-esclavos, Atticus, está muy bien desarrollado por Azzarello y también amenaza con convertirse en un personaje relevante en el contexto global de la saga.
¿Por qué no me sorprende que Loveless no haya sido un hitazo a la par de 100 Bullets, por ejemplo? Porque me parece que arranca a un ritmo demasiado pachorro, le falta impacto. Azzarello muestra un par de escenas jodidas en las primeras páginas, pero no se explica sino hasta mucho después en qué afectan a los personajes principales. Y además hay muchísimos personajes, demasiados. Enseguida cobra preponderancia Wes Cutter, pero a su alrededor se aglutina un elenco de secundarios muy nutrido, y son pocos aquellos en los que Azzarello llega a profundizar. El resto se convierte en un cúmulo de Juan Carlos Nadie con los que el lector nunca logra empatizar y apenas si alcanza a diferenciarlos entre sí. Obviamente eso se puede corregir sin necesidad de hacer milagros a lo largo de los futuros episodios, pero me imagino que, en el momento del mes-a-mes, debe haber ahuyentado a más de un lector.
Lo que, por el contrario, funciona como un gancho irresistible, es el dibujo del maestro rosarino Marcelo Frusín, que ya había formado dupla con Azzarello en unos cuantos episodios de Hellblazer. Como todo comic ambientado en las agrestes planicies cuasi-rurales del EEUU del Siglo XIX, Loveless le brinda a Frusín la posibilidad de dibujar muchos espacios abiertos y pocos fondos. Por eso, en las exiguas escenas en las que la acción se traslada a las callecitas de Blackwater o al interior de algún edificio, el dibujante deja la vida en cada fondo. Siempre subrayo la cuota extra de virtuosismo que pela Frusín cada vez que tiene que dibujar animales, y acá me encontré con caballos y perros gloriosos. Quiero más bichos en los próximos tomos. Pero lo más notable es lo que hace Marcelo a la hora de crear climas (apoyado por el color de Patricia Mulvihill) y sobre todo a la hora de plantear juegos narrativos que tienen que ver con cosas que suceden fuera de cuadro, con la elección de ángulos para sorprender al lector, con la integración de los flashbacks a las viñetas del presente, o con el armado de montajes paralelos como el de las primeras dos páginas del quinto episodio. Frusín no se va a quedar hasta el final de Loveless, pero en este primer tramo no falta nunca y deja todo.
Por temática, por ambientación, incluso por el tono, entiendo que Loveless pueda no ser una lectura prioritaria para el típico fan de Vertigo. Pero si sos fan de Azzarello o de Frusín, te la recomiendo igual, porque acá los dos animalitos salieron a dar lo mejor, a innovar y a meterse con temas que la historieta (especialmente ell mainstream yanki) rara vez aborda.
Etiquetas:
Brian Azzarello,
Loveless,
Marcelo Frusín,
Vertigo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)