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jueves, 3 de junio de 2010

03/ 06: THE SECRET AGENT


Otra rareza de otro autor de culto, cuasi desconocido para el público masivo. Los primeros trabajos de John K. Snyder III, allá por 1986, no eran para arrancarse los pelos ni mucho menos. Pero un grosso de verdad, Matt Wagner, le vio pasta de crack y lo sumó a su granja de talentos, esa que no se cansa de lanzar a nuevos astros del firmamento comiquero. Del encuentro entre Snyder y Wagner no sólo surgió una de las mejores sagas de Grendel (God and the Devil), sino que Snyder salió de esa experiencia totalmente transformado, radicalizado, afianzado en un estilo absolutamente único y personal. Convertido en un autor hecho y derecho. Tras su paso por el Suicide Squad, Snyder recaló en la editorial First, que en 1990 relanzó la mítica colección Classics Illustrated, historietas en formato prestige que adaptaban obras clásicas de la literatura universal. Allí, el autor impactó con un Dr. Jeckyll y Mr. Hyde absolutamente consagratorio y un año más tarde, reincidió con The Secret Agent, de Joseph Conrad.
The Secret Agent (1907) es la última novela de Conrad (más conocido por El Corazón de las Tinieblas), quien naciera en Polonia en 1857 y muriera en Inglaterra en 1925. Este es un texto de enorme cinismo, que desacredita y hasta ridiculiza a los movimientos revolucionarios de principios del siglo pasado, casi tanto como a los defensores de aquel status quo repleto de privilegios para unos pocos. Estamos ante un thriller político bastante sórdido, cruel y jodido, al que muchos señalan como precursor del género de espionaje que tanta popularidad cobró en la segunda mitad del Siglo XX.
Para adaptarlo al comic, Snyder tuvo que enfrentar dos problemas: primero, la dificultad de compactar en 44 páginas una novela espesa y voluminosa. Y segundo, el desafío de plasmar en imágenes, sin aburrir, sin repetir y sin soplar, una trama que avanza a un ritmo muy lento, a fuerza de extensas escenas basadas en los diálogos y casi sin acción. Este segundo problema está bastante bien resuelto: la adaptación no se hace aburrida, aunque sí, incluye infinitos masacotes de texto, mayoritariamente dedicados a reproducir diálogos entre los personajes. El resto de los bloques de texto corresponden al “narrador omnisciente” y también tienen su protagonismo, aunque sin eclipsar del todo al majestuoso trabajo gráfico de Snyder. Lo peor es que, si bien uno sueña con ver esas páginas peladas, sin esos choclos de texto, está claro que los que están, no podrían faltar. Con menos texto, no se entendería la trama. Habría que reversionar la novela en… no menos de 80 páginas para repartir ese mismo texto de otra manera, que pise menos al dibujo, pero había 44 nomás, y no se podía hacer mucho más de lo que hizo Snyder.
Además de hacer malabares con la narrativa para que toda la novela le entre en 44 páginas que resulten entretenidas de leer, John K. Snyder III sale a matar a la hora del dibujo. Acá vemos collages, acuarelas, lápices de colores, fibrones, páginas enteras dibujadas sobre papel de colores, efectos y texturas que hoy se logran con el Photoshop, pero mucho antes de que existiera el Photoshop… un despelote, una verdadera pesadilla para cualquier profesor de Expresión Plástica de colegio secundario. El despliegue de recursos visuales (íconos, gráficos, recortes) no se detiene ni siquiera en las páginas en las que Snyder recurre a la grilla de 16 viñetas para narrar momentos especialmente ajustados y claustrofóbicos, o para resaltar la pequeñez y la mediocridad de la gente y los entornos que aparecen en la novela.
Tanto este trabajo como su Dr. Jeckyll y Mr. Hyde nos muestran a un artista totalmente adelantado a su época, a tal punto que las imprentas de aquel entonces no lograban reproducir con fidelidad ciertos detalles, ciertos yeites que Snyder ponía en sus páginas. Los especialistas muuuy pasados de rosca dicen que la experiencia de ver los originales de Snyder es muy superior a la de leer los comics editados en los ´80 y principios de los´90. Y hay gente que les da bola: de hecho, Snyder se convirtió en un dibujante fetiche de los coleccionistas y la cotización de esos originales en el mercado no parece encontrar un techo. Por suerte varias de sus obras se siguen consiguiendo en ediciones bastante accesibles, como para poder disfrutar del arte de este monstruo sin subastar los órganos en E-Bay para comprar los originales.