el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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lunes, 11 de noviembre de 2024

LECTURAS DE LUNES

Otra vez por acá, con un par de libros leídos como para que no falten las reseñas. En 2023, los asistentes a Montevideo Comics se pudieron llevar de regalo un libro titulado Las Novelas de Peloduro (1934-1938), una recopilación de tiras originalmente realizadas en 1933 por Julio Suárez, quien fuera el autor más importante de aquellos "años mozos" de la historieta uruguaya. Tanto en 1934 como en 1938, unas cuantas de estas tiras se reeditaron en unos álbumes de poquitas páginas (alrededor de 32), en una publicación llamada La Novela de Peloduro. Llama la atención el uso de la palabra "novela" para referirse a una historieta ya desde la década del ´30, pero más llama la atención el MAL uso de la palabra. La primera "novela" se compone de 93 tiras, publicadas en 31 páginas... y no termina, sino que te deja con un continuará que se resolverá recién cuatro años después. Eso no es una novela, bajo ningún punto de vista. La segunda "novela" se compone de otras 31 páginas, también con tres tiras cada una y termina, pero en cualquier lado. Sumemos el dato de que Suárez remata cada una de las tiras con un chiste, y que son muy pocas las que ofrecen una especie de cliffhanger, como para avisarle al lector que la historia continúa y debe leer la siguiente. Si leés todas las tiras seguidas vas a encontrar una historia que se desarrolla, pero a un ritmo muy extraño, porque cada cuatro o cinco viñetas hay un remate humorístico. O sea que en ambos casos estamos frente a narraciones que se parecen muy poco a una novela. Pienso en las primeras revistas de Patoruzú, publicadas en esta misma época, que recopilaban las tiras del cacique que Dante Quinterno realizaba para los diarios... y tenían muchas más páginas, y las aventuras estaban completas. Lástima que a nadie se le ocurrió venderlas como "la novela de Patoruzú". La trama que se desenvuelve en estas 186 tiras tiene que ver básicamente con la entrada de Peloduro al mundo del futbol y se sostiene en un humor costumbrista, con situaciones de la vida real exageradas un poco por Suárez para dotarlas de mayor comicidad. Buena parte de la gracia reside en los diálogos, que el autor escribe en un estilo fonético, para reproducir el habla de estos personajes que provienen de las clases bajas de Montevideo. De hecho, esta particularidad de los diálogos resiste el paso del tiempo mucho mejor que el relato en sí. El dibujo de Suárez es bastante precario. Se nota el fuerte parentesco con el trazo de Fola, la influencia de historietistas argentinos de los años anteriores, sobre todo Manuel Redondo, y hay personajes secundarios que parecen levantados literalmente de Mutt & Jeff, la famosa tira de Bud Fisher iniciada en 1907. Pero todo más sucio y desprolijo (diría Pappo), más atolondrado y desparramado por viñetas en las que escasean los fondos y abundan los diálogos muy extensos. Otros tres elementos entran en juego para que el dibujo se luzca aún menos: en primer lugar, nadie se ocupó de "limpiar" estas páginas. Están escaneadas de publicaciones de los años ´30, y se ven lastradas de todo tipo de manchas y de masas grises que Suárez no puso ahí, sino que vienen de una mala conservación de los materiales. En segundo lugar, el papel elegido para el libro es tan finito, que el dibujo se traspasa de una página a la otra, para dificultar aún más la lectura. Y en tercer lugar, las novelas de Peloduro... ¡tenían publicidades entre tira y tira! Las tres tiras que aparecen en cada pagina estaban separadas por textos publicitarios, que la edición de 2023 conservó vaya a saber con qué objetivo. Son elementos gráficos con mucho peso en la página y que desentonan con el dibujo y obstaculizan la narración. Que alguien incluyera eso en una publicación de 1934 es -mínimamente- entendible. Pero creo para recuperar las historietas en una edición que les hiciera justicia, había que eliminar las publicidades. En fin, ni Peloduro resultó estar a la altura del status de clásico fundamental del que goza en Uruguay, ni la "edición homenaje" está a la altura del valor histórico que pudo tener el material original.
Me voy a España, año 1998, cuando se publica Lope de Aguirre: La Expiación, tercer álbum de la trilogía escrita por el maestro Felipe Hernández Cava, esta vez con dibujos de Ricard Castells. Una elección rarísima, porque el estilo de Castells (que a mí me resulta fascinante) no tiene mucho que ver con la narración que venía llevando adelante Hernández Cava, ni con lo que tiene para contarnos en este tercer y último álbum. Castells era un dibujante increíblemente dotado para los climas y sí, en La Expiación son importantes los climas... pero después, todos esos coqueteos del dibujante con la ilustración medio abstracta, emparentada en cierto modo con el trabajo de Ralph Steadman o Luis Scafati, no cuadra mucho con la epopeya histórica de Lope de Aguirre. A veces Castells se pasa de rosca en la síntesis, y a veces sobrecarga cada imagen de manera magistral, descomunal, brutal, con unos colores y unas texturas imposibles... pero ninguna de las dos variantes se ensambla bien con el texto de Hernández Cava, que parece estar contando otra cosa, que no tiene mucha conexión con las imágenes que nos ofrece el dibujante. Una pena, porque hay viñetas alucinantes, mucho talento y mucha genialidad por parte de Castells, y además el tramo final de la vida de Lope de Aguirre está llena de emociones fuertes, que el guion refleja en unos textos magníficos. En general, los críticos españoles valoraron a La Expiación muy por encima de los álbumes anteriores (uno dibujado por Enrique Breccia y otro por Federico Del Barrio) y se deshicieron en elogios para ambos autores. A mí me encantaron tanto los textos como las imágenes, pero me doy cuenta de que no se ensamblan como deberían. Me quedo mil veces con las historias cortas que Castells dibuja sobre sus propios guiones, o con las historias que Hernández Cava escribió para dibujantes que pusieron la faz gráfica al servicio del relato. Los textos críticos que complementan a la historieta dentro del propio álbum hablan de "lo insólito de su propuesta plástica", y es lógico, porque acá Castells hace cosas impensadas para un relato de este tipo. Juega incluso con la estética típica de los pintores japoneses del Siglo XIX, con técnicas pictóricas de vanguardia... todo muy bello, un ejercicio de libertad autoral conmovedor, pero muy lejos de lo que requería el texto del guionista. Algún día se recopilarán en un tomo integral los tres álbumes que componen la trilogía de Lope de Aguirre y se hará justicia con esta obra maestra de Felipe Hernández Cava, que contó con tres dibujantes de lujo, muy distintos entre sí. Si yo fuera el editor, le daría el guion de La Expiación a un dibujante más clásico, y publicaría por fuera del integral la versión de Castells, como una rareza, como una gema extraña, experimental, que tiene más que ver con las artes plásticas que con la narrativa en imágenes. Y nada más, por hoy. Sigo a full con la Comiqueando Digital, pero cuando puedo me "escapo" un ratito para leer historietas. Cuando tenga un par más listas para reseñar, reaparezco en este espacio.

viernes, 9 de febrero de 2024

PREVIA DEL FINDE EXTRA-LARGE

Bueno, ahora sí, me pongo con las reseñas que me quedaron en el tintero ayer. Me voy a España, año 1983, cuando la editorial Ikusager le encarga un álbum sobre La Batalla de Vitoria al por entonces joven y promisorio Felipe Hernández Cava, guionista de apenas 30 años, pero ya consagrado en el mercado peninsular. Hernández Cava se saca la lotería cuando quien acepta dibujar el álbum es nada menos que el maestro argentino José Luis Salinas, el mitíco, el excelso, el sublime, decidido a dibujar la obra más grossa de su vasta carrera. Pero lamentablemente, una enfermedad retrasa la labor de Salinas, quien muere en Buenos Aires a principios de 1985, tras entregar apenas la portada y cinco páginas. Unas páginas magníficas, pintadas a color directo, con un despliegue visual al nivel de sus mejores trabajos. Entonces toma la posta Adolfo Usero, dibujante español competente pero mucho más modesto, y completa el libro en pocos meses para que se publique en 1985. El cambio de dibujante se nota mucho, y el esfuerzo que hace Usero para parecerse mínimamente a Salinas es cada vez menor con el correr de las páginas, con lo cual ya sobre el final del álbum los dibujos son... no del montón, pero tampoco demasiado notables. El álbum reproduce hasta el mínimo detalle todos los movimientos de las tropas de los dos bandos que se van a enfrentar el 21 de Junio de 1813 en Vitoria (al sur del País Vasco), con el agregado de que los dibujos toman los rasgos de los personajes históricos que lideraron la contienda entre las tropas francesas (con José Napoléon a la cabeza) y el rejunte de españoles, portugueses e ingleses que querían que España dejara de ser parte de los dominios del emperador francés Napoleón Bonaparte, por supuesto cada uno con distintos intereses para nada altruistas. Si te gusta esa época de la historia española, o la historia militar del Siglo XIX en general, esto está genial porque tanto Hernández Cava como los dibujantes apuestan fuerte al rigor documental. Y claro, fiel a su estilo, el guionista se propone contarnos también la historia de la gente común. Y así aparece el plot de Vicente y Ricardo, dos hermanos que van a pelear en bandos enfrentados y el impacto que genera esto en su familia. Y también esos diálogos agudos y amargos acerca de las guerras, sus motivos, sus consecuencias y su rol deshumanizador y creador de miseria y dolor para muchos y gloria para pocos. Obviamente esta es la parte que a mí más me gustó, cuando Hernández Cava hace reflexionar a los personajes acerca de lo que está sucediendo y de cómo esto altera la vida no solo de los militares, sino de la gente común que muchas veces no entiende ni por qué carajo se están peleando pero igual paga los platos rotos. Esto no es la gloria, primero porque Salinas dibuja muy poquitas páginas y segundo porque Hernández Cava tiene guiones muy superiores a este. Pero es una buena historieta histórica, hoy medio olvidada, que merece por lo menos una lectura.
En 2023 se publicó en Chile y Uruguay la novela gráfica Bajo el Ala del Cóndor, primera colaboración entre un guionista uruguayo de primera línea (Rodolfo Santullo) y un dibujante chileno también de primer nivel (Gonzalo Martínez). A quienes siguen este blog hace un tiempo, no hace falta explicarles quiénes son estos señores y por qué soy fan de ambos. Creo que lo más difícil de explicar es por qué si en Chile y Uruguay esta obra salió a través de Planeta Cómic, en Argentina fue ninguneada por Planeta y saldrá a través de Historieteca. El resto, se entiende fácil. Bajo el Ala del Cóndor es una aventura en la que una periodista uruguaya, joven e intrépida llamada Georgina Remi (sí, claro, es un homenaje a Georges Remi, mucho más conocido como Hergé) se involucra en un caso que la lleva de Montevideo a Buenos Aires y de ahí a Santiago de Chile, en un intento por develar un misterio que viene de la época en la que los tres países padecían sendas dictaduras militares y que tiene que ver con la desaparición de valiosas obras de arte. Pero como Santullo es mucho mejor guionista que Hergé, no se parece a un álbum de Tintin, sino más bien a uno de Gil Jourdan, de Maurice Tillieux, el maestro del género detectivesco del comic franco-belga clásico que además (como Santullo) sabía meterle a sus tramas sutiles pinceladas de humor y una bajada de línea siempre acertada. Así tenemos una trama ágil, concisa, que no pierde el tiempo en boludeces y que se resuelve de manera lógica y consistente, sin recurrir a ningún deus ex machina bizarro. Estamos hablando de autores que comprenden perfectamente la dinámica de la aventura, de la narración de género, en general, y que encontraron una excelente excusa para ambientar su primera obra en conjunto en locaciones que les son familiares a ambos. Rodolfo y Gonzalo pegaron mucha onda, la pasaron bomba y ese disfrute queda impregnado en cada página del álbum. Y se transmite al lector, que es lo más importante. Bajo el Ala del Cóndor es un relato atrapante, cercano, posible, con acción, suspenso, buenos diálogos, buenos dibujos (por momentos Martínez se va al recontra carajo con la arquitectura, su otra pasión, y dibuja lugares y edificios típicos de las tres ciudades con un nivel de detalle que te hiela la sangre) y una mirada actual acerca de los años más oscuros de la historia de Sudamérica. No sé exactamente cuándo llegará la edición de Historieteca a las bateas argentinas, pero desde ya recomiendo tirarse de cabeza el día que se anuncie la preventa, porque se van a encontrar con un muy buen comic. Y porque además hace falta que los creadores de los distintos países de Sudamérica se encuentren más y colaboren más a menudo. No recuerdo una obra anterior a esta con un autor uruguayo y otro chileno... y son países que están al toque y donde se habla el mismo idioma, no son Rumania, ni Bostwana, ni Myanmar. Ojalá pronto haya luz verde para nuevas aventuras de Georgina Remi. Nada más, por hoy. Disfruten del finde extra-large y nos reencontramos pronto.

martes, 9 de enero de 2018

NOCHE DE MARTES

Otra noche calentita, de esas que invitan a echarse como una morsa abajo del ventilador de techo y no hacer un carajo… Pero bueno, quiero avanzar con las reseñas, así que acá vamos.
Allá por 1993 se editó en España el álbum Firmado: Mister Foo, segunda entrega de la serie Las Memorias de Amorós. En las hsitorias que componen Las Memorias de Amorós, el maestro Felipe Hernández Cava (quizás el mejor guionista de comics que nos dio España en el Siglo XX) combina el clásico thriller detectivesco con una faceta testimonial, en la que se anima a contar historias reales y dolorosas vinculadas a distintas tragedias socio-políticas que vivió la Madre Patria en el siglo pasado. El protagonista es Angel Amorós, un periodista ya anciano, que narra sus memorias y revive algunos de los casos más impactantes que le tocó cubrir o investigar. Y en este tomo en particular, una pesquisa periodística vinculada a un crimen ocurrido en Madrid en los años ´20 termina por enredar a Amorós en una trama política que tiene que ver con Filipinas y más precisamente con el proceso de descolonización de esta isla, que durante siglos perteneciera a la corona española.
Es una clásica trama de misterio, con pistas que van llevando al protagonista a meterse con gente cada vez más pesada, con una femme fatale argentina que agrega ambigüedad al asunto, y con una decisión bastante extrema por parte de Hernández Cava, que consiste en no revelar nunca la identidad de Mister Foo. Por distintos motivos, Amorós se convence de que hay que dejar la investigación en un punto y no indagar mucho más. Y de ahí, la historia pega un salto a la Guerra Civil Española, a un epílogo en el que el guionista le da una vuelta de tuerca brillante al personaje secundario más atractivo que tenía el libro.
No nombré todavía al dibujante, que es un genio poco difundido de este lado del Atlántico: Federico del Barrio, un autor que arrancó su carrera con una impronta sumamente experimental y en este trabajo, ya más maduro, parece una versión más moderna, más “edgy” de Alfonso Font o Leopoldo Sánchez. Del Barrio maneja a la perfección la documentación histórica, la composición de las viñetas y una inagotable variedad de recursos para transmitir todo tipo de sensaciones y crear todo tipo climas con blanco, negro y grises. Excelente trabajo de este talentosísimo historietista madrileño, que tiene varias obras en dupla con Hernández Cava, una más maravillosa que la otra.
Saltamos a Argentina, 2017, para leer La Fuente de las Cagadas, una nueva novela gráfica de El Waibe que, al igual que Defecaciones Humanas (ver reseña del 19/08/16), está protagonizada por un tipo con cabeza de culo, capaz de producir ingentes cantidades de mierda. Esta vez tenemos un relato más clásico, menos bizarro que Defecaciones…, obviamente con un elemento totalmente distorsivo, que es este “cabeza de culo”, nada menos. El Waibe convierte a este personaje en un escultor que vive en una ciudad europea del Siglo XIV, en pleno auge de la peste negra, una pandemia que mató aproximadamente a un tercio de los europeos que vivieron entre 1346 y 1361.
La trama avanza a un ritmo raro: por momentos acelera, por momentos se ralentiza intencionalmente, en algún pasaje amaga con colgarse en una historia romántica, o con irse para el lado del apocalipsis zombie, o con enredarse en una diatriba acerca del arte, la fuerza creativa y la sensibilidad del artista. Pero avanza, llega a buen puerto, aprovecha a pleno el contexto histórico y si tiene un punto flojo, quizás sea la decisión del autor (por lo menos polémica, no sé si desacertada) de hacer hablar a estos hombres y mujeres de la Europa medieval con términos que usamos los porteños del Siglo XXI.
La narrativa es increíble, y sí, El Waibe se pone las pilas para dibujar una ciudad del medioevo. En ese estilo que oscila entre la sobrecarga enfermiza de rayitas y ese trazo hiper-suelto al filo del mamarracho, el autor encuentra un registro gráfico sumamente efectivo para lo que nos quiere narrar, en el que se ven algunas cositas del Joann Sfar más zarpado, o más apurado.
La Fuente de las Cagadas no es un comic pensado para gustarle a todo el mundo, obviamente, pero no le faltan méritos para seducir a buena parte de los lectores abiertos a descubrir nuevos autores, nuevas estéticas y nuevas formas de contar buenas historias.
Volvemos pronto con más reseñas. Gracias y hasta entonces.

viernes, 8 de julio de 2016

FERIADO CON RESEÑAS

Se me atrasó unos días el viaje a España, así que aprovecho para meter otro posteo, con reseñas de tres libros que me bajé esta semana.
Uno de los artistas que iba a viajar a Gijón y finalmente tuvo que cancelar (gracias a la ineptitud y la desidia de la cancillería argentina, para peor) es Iñaki Echeverría, quien está presentando su nuevo libro, La Vida de un Padre Abrumado. Se trata de tiras de humor costumbrista (unas cuantas se publicaron en el sitio web de Comiqueando hace un par de años), centradas en un dibujante de treinta y muchos que tiene que lidiar con dos hijas chiquitas. Por momentos se parece bastante a Siento y Miento, de Alfredo Rodríguez, con la diferencia de que el personaje de Iñaki está solo. No aparece ni se menciona nunca a la mamá de las nenas, un personaje cuya importancia crece a medida que su existencia se silencia. Al final, ya hace MUCHO ruido el tema de que nunca se mencione a la madre de Cata y Francisca. Por suerte el humor de Padre Abrumado es fresco, ingenioso, filoso en los momentos justos, con una dosis de mala leche que le impide derrapar hacia la ternura blandengue… y el dibujo de Iñaki es buenísimo, simple, efectivo y original. Un libro zarpado en tamaño y en calidad de edición que –si hay justicia en el mundo- será comprado, disfrutado y atesorado por bocha de gente de la que habitualmente no consume historietas.
Las Oscuras Manos del Olvido, de los maestros españoles Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí, es la típica historieta que hace 20-25 años yo habría puteado sin piedad. Por amarga, por pretenciosa, por diluir una trama de acción (una vendetta entre gansters de Marsella y terroristas del País Vasco) entre miles de escenas introspectivas, por bombardearnos con data acerca de tragedias históricas del Siglo XX (la “guerra sucia” entre la ETA y el gobierno español, la cruenta independencia de Argelia), por inundar los diálogos de referencias a los cuadros de Michel Serre, las canciones de Charles Aznavour, las novelas de Albert Camus y las películas de Pier Paolo Pasolini. Todas esas cosas, hace unos años me molestaban, me parecía que iban contra la esencia misma de la experiencia de leer comics. Después, por suerte, uno madura y se da cuenta de que con esos elementos también se puede enriquecer notablemente una trama… y venderle el proyecto a un editor francés. Como siempre, Hernández Cava descolla a la hora de darle profundidad a los personajes y los conflictos y humilla con la calidad literaria de sus bloques de texto. A la larga, lo único que no me fascinó del guión es el ritmo. Y el dibujo de Seguí es magnífico, muy distinto de lo que hacía en El Víbora en los ´80, pero de un nivel inobjetable. Si no te ennerva que una novela gráfica se tome a sí misma demasiado en serio, Las Oscuras Manos del Olvido te va a atrapar.
Cierro con un nuevo tomo de Bakuman, el manga sobre mangakas que conmueve y apasiona de punta a punta, sin bajar jamás la calidad, sin quedarse sin ideas, sin perder la magia y la capacidad de sorprendernos. Este Vol.13 es casi un autoconclusivo insertado en medio de la saga. El guión de Tsugumi Ohba se las ingenia para que todo, incluso los mangas que producen los Muto Ashirogi (y sus colegas/amigos/rivales), pase por el tema del amor y las relaciones sentimentales. No se desactiva ninguna de las subtramas que se venían desarrollando, pero todas pegan un viraje para el lado del romance, resuelto con maestría por el guionista. Hay situaciones muy cómicas, que me hicieron reir bastante, y como siempre, mucha data acerca del backstage de las antologías shonenosas más populares del mercado japonés. El dibujo de Takeshi Obata, brillante como siempre. La verdad que mientras leía Death Note jamás se me ocurrió que este tipo podría ser un crack dibujando comedia costumbrista. Pero bueno, los genios son así. En Argentina faltan salir siete tomos para completar la serie y uno ya empieza a desear que no salgan nunca, porque la idea de una vida sin Bakuman es aterradora.
Me llevo varios libros para leer en el viaje y la tablet, así que no prometo nada, pero es probable que postee alguna reseña desde Gijón. ¡Hasta pronto!