el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 8 de septiembre de 2013

08/ 09: LA BANALIDAD DEL MALL

Qué lindo es descubrir a un dibujante PERFECTO del que nunca había oído hablar. Leo Ríos es un humorista gráfico chileno, dedicado sobre todo al humor socio-político, que sólo puede catalogarse como un GENIO del dibujo.
En la línea de Ríos conviven los renovadores de los ´70 (Kalondi, Fontanarrosa, Crist), Robert Crumb, Gary Larson, Manel Fontdevilla, el Gordo Cognini, Alfonso López, Claire Brétecher, Ralph Steadman... y cuando mete aguadas le sale todo tan lindo, tan sofisticado, que parece uno de esos clásicos humoristas gráficos yankis de los años ´50. Los chistes que recopila este libro presentan una variedad estilística tan rica como impactante y te deja con la sensación de que no hay un sólo registro gráfico que este monstruo no domine de taquito.
En realidad, la primera sensación que me dejó el libro fue “¿A quién hay que torturar para que este pibe haga una historieta?”. Acá hay potencial de sobra para que Ríos abandone los chistes de una sóla viñeta y se tire de cabeza a la narrativa, en la que seguro la va a romper, simplemente por la cantidad de recursos que maneja. Me repito, pero estoy convencido de esto: estamos ante un dibujante PERFECTO.
Las ideas de los chistes están bien, son las clásicas, las que vimos 80.000 veces en el humor gráfico argentino de los ´90, cuando hasta el último pelandrún se daba el lujo de correr por izquierda a un gobierno que rifaba el país. Ríos se planta ahí, bastante a la izquierda de Sebastián Piñera y demás neoliberales pinochetistas y pega sin piedad, como la policía chilena (los carabineros), que son el blanco favorito del autor. También se mete sin reparos en temas que tienen que ver con la religión y el sexo, y por supuesto muchos chistes están anclados a coyunturas que si no sos chileno no conocés y si sos chileno quizás ni recuerdes porque pasaron por los diarios hace tres o cuatro años.
Sobre el final, el combo de casi 100 chistes en esta línea te deja un sabor amargo y menos esperanzas que las de Racing en este torneo. Ríos te hace sentir que Chile no tiene remedio, que va a seguir forever en manos de una elite facha y corrupta que jamás va a perder sus obscenos privilegios, mientras la mayoría asume el rol del salame engañado, explotado y encima resignado. La risa que te causa algún chiste te la caga a tiros el mensaje profundamente desesperanzado del autor, felizmente deslizado con mucho ingenio y a veces hasta con un cierto lirismo, bastante retorcido, pero lirismo al fin.
¿Estamos realmente frente una causa perdida? No sé, ojalá que no. Por suerte aparecen voces como la de Ríos para pinchar donde duele, a ver si alguien se espabila. Y más allá del debate ideológico (porque también habrá gente que comulga con el capitalismo salvaje y los sistemas pseudo-democráticos de exclusión de las mayorías) está el inmenso placer de disfrutar de un dibujante de inmenso talento, con méritos más que suficientes para triunfar a nivel mundial. Quiero más libros de Leo Ríos, y si creyera en algún dios, ya estaría rezando para encontrar historietas suyas.