Ah, The Kindly Ones… qué cosa más linda. Anoche un amigo me decía “The Kindly Ones es el Tetris, donde empiezan a caer todas las fichas y se termina de armar una cosa bien maciza, que cierra por todos lados”. Tengo algo para criticarle a Neil Gaiman (como siempre) y es el ritmo tremendamente lento al que avanza la saga. De hecho, en los primeros ocho episodios pasan poquísimas cosas: la inmensa mayoría es… contemplación, charlas, escenas tranqui, desarrollo de personajes secundarios… Era obvio que acá no había ningún apuro, por eso The Kindly Ones dura 13 capítulos, que encima se publicaron en el momento en que DC (o Vertigo) ya había blanqueado que era imposible que Sandman mantuviera la periodicidad mensual. O sea que los que la leímos originalmente en revistitas tardamos cerca de dos años en enterarnos cómo catzo terminaba este ambicioso arco argumental. Un suplicio.
Lo que más me gustó de la saga es una de las sub-tramas: la de Rose Walker en la mansión donde estuvo cautivo Dream, donde Gaiman retoma puntas argumentales de la primera saga (con el regreso de Alex Burguess y su “amigo” Paul) y de The Doll´s House. Lo que menos me gustó es que buena parte del bolonki se arma porque Lyta Hall cree que Morpheus le robó a su hijo, pero en realidad se lo robaron dos villanos (no los voy a nombrar) que dicen trabajar para alguien más. Y nunca nos enteramos para quién. Y después hay cosas que están medio al pedo. Todas esas escenas de Delirium y Destiny, las escenas de Lucifer… están muy bien escritas, los diálogos son formidables, pero no suman casi nada.
La resolución también me gustó mucho. Es triste, es anticlimática, tiene un giro totalmente inesperado (lo que pasa con Daniel) y está todo el tiempo impregnado de ese fatalismo, de esa cosa trágica y a la vez inevitable. Además hay por lo menos una secuencia en la que Morpheus, príncipe de los pechos fríos, demuestra tener algo de sangre en las venas y protagoniza un par de momentos tensos, vibrantes, donde (por primera vez desde aquel combate con el Dr. Destiny) sentís que se puede llegar a desencadenar la hiper-machaca. Por supuesto la machaca no llegará nunca. Pero sí la sangre, las muertes y el fin.
Esta saga se trata (me parece) de aceptar que los cambios son inevitables. Que uno, aunque sea a nivel inconsciente, siempre hace cosas para que el status quo tiemble. Y que cuando te mandás el moco, no tiene sentido tratar de escaparle al castigo. Cuando Dream se decide a pelear, ya sabe que no tiene chances. Lo hace “pour la gallerie”, con el resultado adverso ya clavado, ya inamovible. Por momentos pensé que iba a hinchar incondicionalmente por él y después me sorprendí disfrutando con un cierto morbo de su estrepitosa derrota de local. No tengo muy claro por qué. Ah, y acá nos enteramos también quién era la minita por la que Morpheus sufría como una quinceañera enamorada al principio de Brief Lives. Gran pase de magia de Gaiman, certero e impredecible.
A lo largo de casi todas sus páginas, The Kindly Ones se engalana con los maravillosos dibujos del maestro Marc Hempel. Muy a gusto en las grillas de 6 y 9 cuadros por página, Hempel tiene un control molecular de la narrativa. Pero además maneja el claroscuro de taquito y te sorprende con un montón de recursos gráficos que le permiten lograr mucho con la línea, la mancha y poco más. Conozco gente a la que no le cierra Hempel (por lo menos en un título serio, al borde de lo solemne, como era Sandman) porque les parece que su estilo es muy caricaturesco, casi humorístico. Yo lo re-banco, en esta y en todas. Acá Hempel coquetea con el grotesco, con lo caricaturesco, pero también mete épica, mete poesía, retrata con precisión las escenas de la vida cotidiana, acierta siempre con el lenguaje corporal de los personajes y sabe darle plasticidad y frescura a las extensas secuencias en las que sólo vemos gente que habla. Un laburazo de esta bestia, hoy bastante alejada del medio.
Los episodios que no llega a dibujar Hempel los cubren Glyn Dillon (muy correcto), Dean Ormston (siempre muy arriba) y el glorioso Teddy Kristiansen, que deja la vida . También hay algunas paginitas de Charles Vess (demasiado virtuosismo para mi gusto) y el tomo abre con un breve unitario pensado para presentarte a Dream y sus personajes secundarios, dibujado como la hiper-concha de Dios por un inspiradísimo Kevin Nowlan. No tengo dudas de que este es el TPB de Sandman mejor dibujado de los 10, por lo menos para mi gusto.
Y se acaba. Después de este mega-masacote de 320 páginas queda un sólo tomo más, un epílogo a lo que vimos hasta ahora, y será el punto final para este clásico de Neil Gaiman que se la re-banca leído 20 ó 25 años después. Mañana, la última parada en este viaje por The Dreaming.
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martes, 15 de diciembre de 2015
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