el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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miércoles, 9 de octubre de 2019

DOS DE MIERCOLES

Mientras el clima se debate entre un sol tremendo y unos chaparrones cataclísmicos, yo sigo avanzando con las lecturas y las reseñas.
Arranco en 2014 con una miniserie de Hulk, convertida en compra obligatoria por estar escrita y dibujada por el maestro Alan Davis. Al prócer británico se le ocurre una idea muy atractiva: Charles Xavier se decide a ayudar a Bruce Banner. Tiene que haber una forma de controlar la furia que atormenta al científico, y el Profe la va a descubrir. En su esencia, The Man Within es una historia muy nerd, de dos mentes brillantes, dos capos del intelecto, la ciencia y la tecnología unidos para que uno de ellos deje de convertirse en el Gigante Gamma. Entre la tecnología de avanzada que maneja Banner y lo que sabe el Profe de genética, más sus nada despreciables poderes mentales, esto debería encaminarse. Pero a Davis se le ocurre que eso así, solito, puede resultarle aburrido al lector que se acerca a los superhéroes de Marvel para vibrar al ritmo de la machaca, entonces la complica con la irrupción de más y más personajes, que están básicamente al pedo. Al Profe lo secunda la formación clásica de los X-Men, reforzada con Havok y Polaris. Obviamente están de adorno. Con Marvel Girl y Beast (que suelen ser los más idóneos para soldadear a Xavier), recontra-sobraba. El resto no aporta nada. Y lo mismo pasa con Abomination y el Leader, los clásicos enemigos de Hulk. Están ahí para que haya una excusa que le permita a Davis dibujar esas peleas alucinantes que suele dibujar. El Leader, mal que mal, tiene algún peso en la trama (y algún buen diálogo), pero tampoco es fundamental.
Con la machaca estridente que le proveen héroes y villanos, Davis estira a 80 páginas una idea chiquita (y linda), y la verdad que está todo tan bien dibujado, que uno se queja de rompebolas, nomás. Matt Hollingsworth la rompe con el color, siempre muy atento a los climas por los que transita el guión de Davis, y el británico (junto a su clásico entintador, Mark Farmer) deja la vida en cada página, ostentando sublime majestad en cuerpos en acción, expresiones faciales y fondos. Uno ya sabe que esta historia no va a cambiar nada, porque está ambientada en un pasado ya lejano (es secuela de la X-Men nº66, de 1970), pero aún así, el talento y la fuerza de Alan Davis la convierten en una lectura no imprescindible, pero seguro muy, muy disfrutable.
Menos de un año después de haber leído el Vol.3, retomo la lectura de Dora, la cautivante serie de Ignacio Minaverry a la que felizmente le está yendo muy, muy bien. Aquella vez yo decía “este es el tomo de Dora en el que pasan menos cosas. No hay tramas románticas, casi no hay momentos de comedia y no avanza en absoluto la cacería de nazis que Dora había iniciado en los tomos anteriores”. Y bueno, en el Vol.4 (Amsel, Vogel, Hans) el autor retoma la senda de los dos primeros libros: Dora viaja por distintos lugares de Europa en busca de las pistas que le permitan meter en cana a tres criminales nazis, mientras entre bambalinas avanzan tramas que tienen que ver con la comedia, el romance o el costumbrismo onda Love & Rockets.
Minaverry narra todo esto a un ritmo lento, descomprimido, con espacio para la reflexión y la contemplación de los paisajes, y de nuevo uno siente que para la cantidad de páginas que leyó, pasaron pocas cosas. Por supuesto es una preocupación menor, porque se nota una decisión intencional del autor en este sentido, y sobre todo porque el dibujo es tan bueno, que uno quiere 30 ó 40 páginas más, aunque no las tramas no avancen en lo más mínimo. Sobre el final del tomo, cuando Dora se arremanga y en vez de entrevistar a viejitos que sobrevivieron a la guerra se manda a investigar (como si fuera una espía posta, onda Modesty Blaise) al temible Kurt Hahn, la tensión crece y la resolución del “episodio” sorprende a propios y ajenos. Seguramente ese final tendrá consecuencias que veremos en los tomos futuros.
El dibujo de Minaverry, como ya dije, sigue en ese nivel descomunal que vimos en el Vol.3. A la fuerte impronta de Jacques Tardi, sumo ahora la de Jason Lutes, tanto en algunos aspectos gráficos como en la onda de “narrar lento”. Y de nuevo, no hay Tardi ni Lutes que dibujen tan hermosas a las chicas lindas como las dibuja Minaverry. Como siempre llama la atención el realismo meticuloso en los detalles que se ven en calles, edificios, vehículos, ropa, peinados… Esto es como teletransportarse al verdadero 1964 y verlo, sentirlo, respirarlo. Y además hay muchos (pero en serio, muchos) hallazgos en el armado de las secuencias, que le permiten a Minaverry probar una amplia gama de recursos narrativos, apoyados sobre todo en los silencios que el autor utiliza para generar estos climas a veces tensos, a veces relajados, a veces melancólicos. Gran trabajo, de una madurez y una profundidad notables.

Y no hay más. Veremos si llego a postear el viernes antes de viajar a la Crack Bang Boom, y si no, nos reencontraremos a la vuelta, el lunes a la noche… o el martes… o eventualmente.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

RESEÑAS DE MIERCOLES

Aprovecho un rato libre para reseñar un par de libros más que tengo leídos.
Entre 2010 y 2011 el maestro Oscar Grillo (argentino radicado hace muchísimos años en Inglaterra) adaptó al comic El Poeta Asesinado, de Guillaume Apollinaire y lo convirtió en una novela gráfica de unas 140 páginas que se editó en Francia, en el Reino Unido y este año en nuestro país.
Esto es un delirio absoluto. Apollinaire era un genio, o estaba loco, o las dos cosas. En esta obra (que data de 1916) se propuso –digo yo, no me consta- ridiculizar al ámbito artístico e intelectual parisino. Por su páginas desfilan dramaturgos, poetas, pintores y críticos de arte y –con la excepción de Pablo Picasso- ninguno sale bien parado. El tono de la obra es claramente farsesco, por momentos desopilante, como si fuera un sketch de Cha-Cha-Cha. Pero el nivel de la sátira y el hecho de que el dibujo de Grillo ofrezca resemblanzas entre los personajes de la historieta y personajes de la realidad, le agrega un filo más cercano al de las parodias de MAD.
Grillo conserva pasajes del texto en los que Apollinaire en vez de narrar baja línea, o ironiza acerca de cómo se escriben las obras de teatro exitosas, o cómo las mujeres de esa época se vinculaban con el fenómeno naciente de la moda. Acá, ya más que MAD parece Tía Vicenta. Esas interrupciones en el relato hacen mucho ruido, al igual que algunos volantazos muy extremos de la trama y algunas viñetas en las que los personajes se mandan extensos soliloquios, contenidos en globos o bloques de texto enormes, que le disputan el protagonismo a los dibujos de Grillo.
Y ahí está la pulenta. Visualmente esto es una exquisitez, un lujo por donde se lo mire. Grillo trabajó muchos años en el campo de la animación y se le nota el trazo suelto, hiper-plástico, hiper-expresivo, una especie de Carlos Nine más contenido, más concentrado en que (como en la animación) los personajes se vean idénticos de una viñeta a otra. ¿Te gusta Juan Sáenz Valiente? Bueno, mirá a Grillo y vas a ver de dónde aprende Juan. Como Grillo también es un genio, está loco, o las dos cosas, prueba variantes en la línea, no dibuja siempre igual. A veces es más sutil, a veces más grotesco. Así como en un momento me recordó a Nine, en otros me recordó a Kyle Baker, en otros a Landrú, en otros a los dibujos animados de Mr. Magoo… Un kilombo alucinante, digno de un elemental del lápiz, de esos dibujantes absolutos como Oscar Grillo.
Hora de entrarle al Vol.2 de Indestructible Hulk y recomiendo repasar la reseña del Vol.1, aparecida un ya lejano 26/06/15. Es un tomo medio ladri, porque te recopila cinco episodios de la serie y 22 páginas de bocetos. Dejame de joder, no necesito 22 páginas de bocetos. Poneme un episodio más, o publicá el libro con menos páginas y cobrámelo más barato.
Okey, los bocetos son de Walt Simonson y Mateo Scalera, a quienes vimos dejar la vida en las historietas del tomo. Scalera más sintético, más pendiente de la magia que le ponen encima los coloristas, sólido pero lejos de las maravillas que le vimos en Black Science. Y Simonson, al revés. Comprometidísimo, decidido a no dejar ni el menor detalle librado al azar, con un montón de viñetas y unas cuantas páginas perfectas, al nivel de sus mejores trabajos. Digo “al revés” no porque Simonson sea bueno y Scalera malo, sino porque en las páginas de Simonson, los coloristas se tienen que esforzar para aportar algo que el dibujo no haya aportado… y se les complica, porque Simonson pone todo. Los climas, la épica, los truquitos narrativos, los estallidos de líneas cinéticas… Una aplanadora.
¿Y qué onda los guiones? Los tres numeritos con Thor en Jotunheim están estiradísimos y son una mera excusa para que Simonson vuelva a dibujar al personaje con el que se consagró. Pero un habilidoso del guión como Mark Waid nunca retacea momentos interesantes, ya sea en algún diálogo ingenioso o en algún giro imprevisto para algún personaje secundario. Y los dos episodios con Daredevil le sirven a Waid para explorar la relación entre los dos personajes que tenía en ese momento a su cargo, unidos en una aventura argumentalmente muy menor, donde el conflicto es –de nuevo- una excusa chiquita y casi boluda para ver a Hulk y Daredevil luchando juntos. Evidentemente, el atractivo no pasa por la pelea con los villanos, sino por la interacción entre los buenos. Creo que tengo un tomo más de Indestructible Hulk, pero no me acuerdo si es el Vol.3 o el Vol.4. La verdad que si me falta el 3, en una de esas sigo adelante y eventualemente la completaré. Tampoco me quita el sueño. De hecho, lo que vendría a ser el Vol.5 ya lo leí (ver reseña del 26/05/16).
Y hasta acá llegamos. Tengo más libros leídos, así que vuelvo pronto con más reseñas. ¡Nos vemos!

jueves, 26 de mayo de 2016

OTRAS TRES LECTURAS RECIENTES

Como siempre, no me pude aguantar y me leí el nuevo tomo de Bakuman (el Vol.12) ni bien lo compré. También como siempre, me reí, me emocioné, me divertí, aprendí, me sentí identificado y me maravillé con la calidad de los dibujos. La obra magna de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata no afloja en ningún momento, siempre tiene nuevos giros, nuevos personajes que cobran protagonismo (en este tomo la rompe Shun Shiratori, el chico de familia cheta al que la mamá no lo deja ser mangaka porque “queda mal”), nuevos conflictos y mucha data acerca del backstage de los mangas más exitosos de Japón. La explicación de cómo y por qué las editoriales intevienen en las negociaciones con los estudios que quieren llevar los mangas al animé, por ejemplo, es algo que yo desconocía por completo y me resultó fascinante. Lo dicho: Bakuman no decae ni por casualidad. La magia está intacta y ahora que los Muto Ashirogi ya son profesionales asentados en la industria del manga, Ohba y Obata les encuentran nuevas aristas para explorar y para mantenernos totalmente enganchados con esta historia de sueños, pasión, talento y amistad.
Ya estamos casi a mitad de año y una de las… tres mejores historietas que leí en lo que va del 2016 es The Wrenchies, una novela gráfica de 2014, escrita y dibujada por el asombroso Farel Dalrymple. Acá está todo lo que me gusta de los comics, de verdad. Todo junto en un poco más de 300 páginas. La primera mitad, medio que te confunde. Aparecen conceptos atractivos, hay una intriga grossa, pero Dalrymple no te convence de que todo eso se va a articular (con perdón de la palabra) en una trama potente y sólida.
Pero en la segunda mitad, el autor hace un pase de magia y todo cobra muchísimo sentido, todo encaja como en un rompecabezas perfecto. Desde esas escenas sórdidas y violentas que me hicieron acordar a El Aneurisma del Chico Punk de Rezno Podestá, a esas secuencias más intimistas al borde de la burla, que me recordaron a trabajos de Chris Ware (en el tono, no en la faz gráfica). De pronto, Dalrymple logra alinear los planetas y The Wrenchies levanta un vuelo único, irrepetible, entre épico y poético, atrapante y conmovedor.
En el dibujo conviven influencias de autores “extraños” como Dave Cooper y Ben Katchor, con las de dibujantes más “accesibles” como Paul Pope, Mike Mignola y Moebius. El resultado es absolutamente original y lo pone a Dalrymple allá arriba, en el Olimpo de los autores a los que hay que comprarles todo lo que publiquen. The Wrenchies es una auténtica joya del Noveno Arte y no me alcanzan las palabras para recomendarla.
Cambio de tema y me voy con el Hulk de Mark Waid que –como buen pelotudo- estoy leyendo en desorden. Leí el Vol.1 allá por el 26/06/15 y este vendría a ser el Vol.5. Lo peor es que en la pila de los pendientes tengo seguro el Vol.2. En fin… La historia no está mal, es el típico “guarda que acá cambia para siempre el status quo del personaje”. Obviamente sabés que el “para siempre” es chamuyo y acá en apenas cuatro episodios todo vuelve a la normalidad. En el medio hay dosis estremecedoras de machaca, bastante desarrollo de personajes (especialmente del Dr. Aaron Carpenter, creado por Waid para esta saga y retro-injertado en la continuidad como viejo amigo y colega de Bruce Banner) y un montón de diálogos graciosos, con el inconfundible ingenio de este notable demiurgo del mainstream. El dibujo corre por cuenta de Mark Bagley, muy bien, con mucha fuerza, con una narrativa a prueba de balas y algún achaco menor a Bryan Hitch. Como suele suceder, se podría haber contado prácticamente la misma historia sin las peleas entre monstruos musculosos, pero así es como funciona este género. Waid y Bagley lo entienden a la perfección, por eso si sos fan de Hulk esta saguita te va a resultar entretenida, impactante y bastante satisfactoria.
Vuelvo pronto con más reseñas y les reitero a los amigos uruguayos la invitación para encontrarnos este sábado 28 y domingo 29 en Montevideo Comics, junto a próceres como Maitena, Horacio Lalia, Ron Marz y Rubén Pellejero, entre otros.

viernes, 26 de junio de 2015

26/ 06: INDESTRUCTIBLE HULK Vol.1

La rosca es así: Hulk no es más una bomba, ahora es un cañón. Cuando Bruce Banner se descontrola, en vez de dejar que rompa cosas al azar en algún desierto de mierda, SHIELD lo “apunta” contra algún criminal, o algún sospechoso, como si fuera un arma de destrucción masiva. Hulk machaca villanos, les rompe las armas y las bases secretas y todos felices. A cambio, SHIELD le da a Banner laboratorios, presupuesto y asistentes para que el científico se concentre en desarrollar inventos tecnológicos que puedan ayudar a la Humanidad. No sé para cuántos episodios da este planteo, pero me queda claro que sirve para lograr dos equilibrios importantes: uno, entre Hulk y Banner, para que los dos tengan mucho peso en las historias; y el otro entre las escenas de pelea y destrucción y las escenas más tranquilas, más introspectivas. Todo esto apoyado en el enorme oficio del maestro Mark Waid, un especialista en esto de imaginar historias en las que se aprecia ese sutil balance entre la epopeya y las situaciones que se resuelven hablando, siempre con diálogos de una precisión y un ingenio asombrosos.
Como suele suceder, los primeros dos o tres episodios, en los que el guionista se dedica a explicar y explorar el nuevo status quo, son esos en los que uno siente que la machaca está al pedo, que no aporta nada. Uno quiere ver más de lo otro: la negociación de Banner con Maria Hill, la presentación de los personajes que lo van a secundar, etc. El segundo episodio, por ejemplo, tiene como gancho central un interesantísimo contrapunto entre Banner y Tony Stark… interrumpido por la infaltable (e intrascedente) pelea entre Hulk y Iron Man. Realmente, no hacía falta.
Lo más interesante llega en los dos últimos episodios, paradójicamente cuando Waid se juega a romper el equilibrio: Banner y su equipo científico aparecen en las ocho primeras páginas y después se viene una verdadera guerra a todo o nada contra Attuma, con poco margen para la sutileza. Ojo, Banner se luce en muchas de estas secuencias subacuáticas, pero la trama agarra para otro lado, se desmarca un poco de las misiones encomendadas por SHIELD en los primeros números. El plan de Attuma es tremendamente maligno, a tal punto que quizás daba para dejarlo avanzar un poco más y generar una crisis a escala global, que se pudiera explorar en varios títulos de Marvel. Igual banco la decisión de no dejarse llevar por la grandilocuencia y resolverlo en dos numeritos de esta serie. Acá hay machaca electrizante, personajes secundarios muy atractivos y la posibilidad de ver al Hulk cabeza frente a frente con amenazas realmente cercanas a su nivel de poder.
El dibujo está a cargo de Leinil Francis Yu, complementado con las tintas de Gerry Alanguilan y los colores de Sunny Gho. Me gustó mucho. Al igual que Waid, el filipino logra equilibrar muy bien las escenas tranqui con los estallidos de piñas, tiros y kilombo. Se luce indistintamente en los dos tipos de escenas, escatima pocos fondos, le pone mucha fuerza (y cierta sofisticación europea) a las expresiones faciales, deja la vida cuando tiene que dibujar androides, armaduras, naves y esas cosas llenas de detallecitos tecnológicos… quizás lo que menos me cierra es que dibuja a todas las minas MUY tetonas. El resto está muy bien, a veces un poco sobrecargado de información, pero no tanto como para entorpecer el fluir del relato. Obviamente estos cinco episodios son todos los que dibujó Yu en esta colección, y si me compro el Vol.2 no lo voy a ver ni en figuritas. Pero bueno, así funciona este vicio de relanzar permanentemente las series cada vez que se juntan (aunque sea 20 minutos) dos artistas taquilleros.
Ah, otro tema polémico: a este TPB el precio se lo puso el enemigo. 20 dólares por cinco episodios es un delirio. Y si me decís que trae 30 páginas de extras (básicamente variant covers y bocetos de Yu) te digo “metételas en el orto, yo quiero leer historietas”. Editen sólo las 100 páginas de historieta y cóbrenme el TPB –mínimo- cinco dólares menos. El Vol.2 trae los episodios con Thor que dibuja Walt Simonson y los que son team-up con Daredevil (dibujados por Mateo Scalera), así que ni bien lo vea a un precio razonable se viene para acá. Lo posterior me huele medio a verdura en mal estado, infectada de tie-ins con sagas chotas…

lunes, 12 de enero de 2015

12/ 01: HULK VISIONARIES: JOHN BYRNE

Vamos con un cuasi-clásico ochentoso, que muchos tienen (incompleto) en revistitas porque en su momento lo editó Columba, Pavón, o algún otro miembro de esa asociación ilícita. Acá están los seis numeritos con los que John Byrne le pega a Hulk el segundo sacudón grosso de su historia (el primero se lo pegó Bill Mantlo, en aquella saga en la que Banner lograba que su mente controlara a Hulk), más algunos bonus tracks.
Ya que nombro a Mantlo, está buena la anécdota que cuenta que este y Mike Mignola estaban al frente de Hulk, mientras que Byrne estaba a cargo de Alpha Flight. Pero ambos equipos creativos estaban cansados de sus series y propusieron intercambiarlas. Las dos tenían como coordinador al maestro Denny O´Neil, que dijo que sí y supervisó el cambiazo. Y no, Alpha Flight nunca volvió a ser lo mismo sin Byrne, pero Hulk se sacó la lotería, el PRODE y el Quini 6, en el que sería –por un tiempo- el último trabajo de Byrne (y de Denny O´Neil) para Marvel.
¿Vamos primero con los bonus tracks? Entre los dos primeros números de Byrne sale un Annual (que transcurre “adentro” del n° 314) escrito por el barbeta y dibujado por Sal Buscema. Esto es sencillamente bochornoso, una idiotez sin pies ni cabeza, un argumento que nunca tiene el menor sentido: quiénes son los villanos, cómo capturan a Hulk, qué le quieren hacer, cómo zafa… NADA cierra por ningún lado. Y el dibujo… qué sé yo… podría ser peor, pero a mí Sal Buscema nunca me terminó de convencer. Lo mejor que tiene son las secuencias mudas, donde se nota que tanto el guionista como el dibujante tienen conceptos muy claros de cómo se cuenta una historia con la imagen como único recurso.
El otro bonus track es una historieta de 22 páginas, escrita y dibujada por Byrne, que iba a ser un número de Hulk, pero O´Neil se lo rebotó. ¿Por qué –me dirás- si está dibujado como la hiper-concha de Dios y el guión no es malo, ni mucho menos? Porque son 22 páginas de una sóla viñeta, y el coordinador dijo “ni en pedo”. Con la confirmación de que se iba a DC, Byrne le ofreció la historieta a Al Milgrom, coordinador de la revista Marvel Fanfare (con un perfil más experimental) y ahí sí, se la aceptaron y se publicó. Es un unitario con una conexión tenue con todo lo demás que sucede en el tomo, pero está bueno que lo hayan incluído.
Y ahora sí, los seis números fundamentales, en los que Byrne hace que pase de todo, sin descuidar lo que más le atraía a los lectores de Hulk, que era la machaca brutal y grandilocuente. Acá, un experimento del Doc Samson logra separar a Bruce Banner de Hulk. El monstruo, sin ningún filtro ni atadura psíquica con un ser humano, se convierte en una fuerza de la naturaleza que sólo sabe destruir. Tras cagarse a trompadas contra varios Avengers y el propio Samson, se convierte en el blanco de los Hulkbusters, un grupo de expertos apoyados en tecnología de punta y liderados… por el propio Banner, cuyo objetivo pasa a ser la eliminación definitiva de su ex-alter ego. Y además, reaparecen Betty Ross (que se casa con Bruce), su intempestivo padre y el carismático Rick Jones, que se cagan a tiros entre ellos.
Esto es una montaña rusa alucinante, llena de momentos impactantes, impredecibles, y con un gran trabajo de Byrne en la caracterización de todos los personajes. Hasta el más ignoto de los Hulkbusters, hasta la periodista que se hace amiga de Doc Samson, todos están perfectamente trabajados, con buenos diálogos, motivaciones coherentes y secuencias en las que se logran lucir. Obviamente el que menos se luce es Hulk, convertido en menos que un villano. El gigante acá es una cosa a la que hay que tratar de parar, como si fuera un tornado, o un lobo que les morfa las ovejas a los granjeros. Tranqui, que esto es sólo el principio: el que ovacionó los huevos de Byrne tendrá –poco después- la oportunidad de seguir sorprendiéndose con los sacudones que le pegarán a la serie Al Milgrom y –sobre todo- Peter David.
Pero claro, ni Milgrom ni David tendrán en el mazo el ancho de espadas que significaba el John Byrne de esa época (1985-86) dibujando con todas las ganas. Respaldado por Keith Williams como entintador de fondos, Byrne detona un arsenal nuclear en cada página, en el que tal vez sea su mejor trabajo como dibujante para un comic de Marvel (digo, sin contar la magia que tiró en The Last Galactus Story, serializada en la revista Epic más o menos en simultáneo con estos números de Hulk). Naves, máquinas, expresiones faciales, peleas, secuencias mudas, todo está dibujado a un nivel increíble, y además puesto al servicio de un relato hipnótico, apoyado en elipsis zarpadas, montajes paralelos, flashbacks, escenas que sólo suceden en la mente de los protagonistas y demás recursos que Byrne maneja de taquito.
Si te gusta el comic de superhéroes, seguro que esto lo tenés y lo amás.

jueves, 18 de octubre de 2012

18/ 10: WOLVERINE/ HULK

Si lo encaramos con mala leche, este libro tiene todos los números para convertirse en un papelón memorable. Estamos frente a un guión que jamás promete alterar en lo más mínimo a ninguno de los protagonistas, con lo cual puede parecer intrascendente o simplemente ladri. Además, el guión requiere todo el tiempo la aparición de Bruce Banner, mientras el autor se esfuerza por mostrarnos lo más posible a su verdoso alter ego, primero porque se divierte más dibujándolo y segundo porque es lo que la hinchada que compra estos comics quiere ver. Y por si faltara algo, el guión transita por la cornisa del delirio, un senderito muy finito en el que no está demasiado claro qué pasa en realidad, qué pasa en la mente de los personajes y cuánto de todo lo que pasa responde a meros caprichos del autor.
Y con todo eso que podría jugarle en contra, a mí esta saguita me gustó. ¿Por qué? Porque no me sale encarar con mala leche una obra de Sam Kieth. Soy fan de este enfermo de mierda y no lo puedo evitar. Y le reconozco lo más importante: la coherencia, la fidelidad a un estilo. Este es un comic de Hulk y Wolverine, es cierto. Pero sobre todo es un comic de Kieth, con todos los yeites clásicos de las otras obras de este autor. Las virtudes y, obviamente, los defectos.
Es verdad, pasa poco y casi nada de lo que pasa hace avanzar esta trama extraña, caprichosa y cuya resolución empezás a olfatear unas 25 páginas antes de que llegue. La machaca ocupa unas cuantas páginas y no aporta absolutamente nada al desarrollo argumental. Por el otro lado, hay diálogos exquisitos, mucha onda puesta en e personaje que durante muchas páginas funciona como hilo conductor de la trama (no me quiero extender en eso para no spoilear) y a la hora de definir a Hulk, Kieth opta por el Hulk bien cabeza, bien pavote, casi un tierno, en logrado contrapunto con un Logan siempre al filo de la salvajada.
Y por supuesto, mucho más inexplicable que cualquier fumanchereada del guión, es el dibujo de este monstruo fuera de control. Kieth encuentra los pretextos para dibujar pocos o ningún fondo y descontrola virulentamente en todo lo demás: anatomía pasada de rosca, expresiones faciales impresionantes, un color directo que lo muestra solvente y sorprendente en el manejo de innumerables técnicas y una narrativa coherente, a pesar de los múltiples estallidos que la machaca entre Wolverine y Hulk causa en la puesta en página. Realmente hay más páginas perfectas de las que me atrevo a revisitar. Visualmente, esto es una orgía, una especie de Frank Frazetta pasado de alucinógenos y con varios episodios de Ren & Stimpy clavados en las retinas.
Si no te resulta insostenible un comic en el que Hulk y Wolverine intercambian trompadas y rasguñones, tenés que leer esto para vibrar al ritmo de las bizarras maravillas que las plumas y los pinceles de Sam Kieth pelaron en esta historieta.

martes, 18 de mayo de 2010

18/ 05: HULK: GRAY


Otro bicho raro en el panorama del comic yanki actual es Jeph Loeb. ¿Cuántos Jeph Loeb habrá? ¿Será el mismo Jeph Loeb el que hace esas berretadas pochocleras que el que cada vez que se junta con Tim Sale pela una obra maestra? ¿Puede ser que un mismo tipo escriba porquerías tan hediondas como el Captain America de Liefeld y cosas tan maravillosas como Daredevil: Yellow? Posta, es muy raro. Con Tim Sale, tiene una sóla obra chota: una de Wolverine y Gambit que ni me acuerdo el título. Y después, cositas menores pero muy legibles, como Batman: Dark Victory. El resto, todo de grosso para arriba. Y de lo que hizo sin Sale, creo que lo único que disfruté fue Captain America: Fallen Son. ¿Qué le pasará por la cabeza a este señor? Vaya uno a saber…
Lo cierto es que la dupla-hit Loeb-Sale fue la responsable de una de las mejores historias de Hulk de todos los tiempos: Hulk: Grey. Acá, Bruce Banner se dedica a llorar a Betty en los escasos tramos que transcurren en el presente, pero la memoria nos lleva todo el tiempo al pasado, al origen de Hulk y a los primeros encuentros entre la bella y la bestia (uno de ellos, versionado tal cual en la peli de 2008). Todo en esta saga está perfectamente planteado, y los autores aprovechan al mango la posibilidad de armar una retro-continuidad que refleje y a la vez anticipe mucho de lo que va a pasar “después” entre Hulk y Betty, y el General Ross, y Iron Man, y Rick Jones, y... así todo. Claro, Loeb corre con la ventaja de haber leído todo “lo que va a pasar después” y así es fácil tirar esos guiños al que conoce la historia, un truquito muy ganchero que ya vimos en Batgirl: Year One.
Hulk: Grey es una historia profunda, trágica, vibrante y aguda como pocas veces hemos visto en el Universo Marvel. Las escenas en el presente, en las que Bruce interactúa con Leonard Samson, abren y cierran el libro, y sirven para establecer el clima melancólico y nostálgico de la saga. Como casi todas las buenas historias de Hulk, esta tiene una fuerte carga de psicología, de aventurarnos en los vericuetos de la mente de Banner a ver qué pasa. Y en general lo que pasa es grandote, verde y violento. Acá las emociones de Banner están a flor de piel, porque –como decíamos- lo atormentan los recuerdos de Betty Ross, el amor de su vida, por entonces fallecida (aclaremos que en Marvel y DC los muertos no están exactamente muertos; es extraño, pero bueno, funciona así la cosa). Y Loeb y Sale se agarran de esa historia de amor cuesta arriba, plagada de obstáculos y desencuentros, para reinterpretar en esa clave (la romántica, si se quiere) los nunca demasiado explorados inicios de Hulk. Y agregan tanto a la mitología del personaje que ni siquiera llegan al Hulk verde, o sea que todo lo que pasa acá se sitúa entre las dos primeras apariciones del mostro.
Por supuesto lo de “clave romántica” no significa que no hay machaca. Acá hay machaca y de la buena, de la que justifica que Tim Sale nos calce una cuantas de sus clásicas doble-splash pages que tanto molestan cuando las mete en otros trabajos, en los que no hacen falta. Además la acción está mucho mejor integrada a la trama que en Spider-Man: Blue, donde directamente los villanos y las peleas molestan e interrumpen la trama telenovelesca de Peter Parker y sus amigos.
Y el lucimiento de Sale no se circunscribe a las secuencias de acción. También la rompe en las escenas tranqui, en las expresiones faciales y en los fondos, las pocas veces que los dibuja. Lo complementa el siempre lujoso colorista Matt Hollingsworth, que trabaja con volúmenes el cuerpo de Hulk y con colores planos todo lo demás, y hace un enorme aporte a reforzar desde lo visual la ampia gama de climas que propone el guión.
Hulk: Gray es un gran comic. Tanto, que aunque no seas fan de Hulk te va a partir la cabeza. Otra gema de la época de Bill Jemas, el editor que –junto a Joe Quesada- llevó a Marvel a su nivel más alto en décadas, justo cuando empezaba este milenio.