el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 1 de diciembre de 2015

01/12: ANGEL AND THE APE

En 2001 y por enésima vez, los coordinadores de Vertigo se pusieron a revolver entre los cajones herrumbrosos donde DC dejaba languidecer a personajes de los ´60 y ´70 que nunca habían pegado demasiado entre los fans del mainstream superheroico. Esta vez lo que encontraron fue Angel and the Ape, un concepto de los ´60 que DC había intentado reflotar allá por 1991 en una miniserie que estaba bien, pero que no compraron ni los autores. Diez años después, Angel O´Dare y Sam Simeon regresaron, esta vez de la mano de Howard Chaykin, David Tischman y Philip Bond, en una nueva miniserie que jamás se reeditó en TPB.
Incluso leída en revistitas del orto llenas de avisos, esta saga me pareció brillante. Chaykin y Tischman (otrora culo y calzón, hoy distanciados) aprovechan al máximo las posibilidades que les da el hecho de poder apuntar la obra al público adulto y re-orientan a Angel and the Ape hacia la comedia subida de tono, muy al límite de lo publicable. Hay chistes de culos, de tetas, de porongas, de pajas y de garches de todo tipo, sumados a chistes políticamente incorrectos, de judíos, de negros, de enanos, de lesbianas, de curas y rabinos, y hasta chistes meta-comiqueros, que tienen sentido porque Sam (el gorila) además de detective es dibujante de historietas y labura para DC.
La inmensa mayoría de esos chistes están puestos en los diálogos, por lo cual hay MUCHO diálogo, mucho más que en un típico comic de Vertigo. Se tarda bastante en leer cada uno de estos cuatro episodios, pero la verdad es que se justifica totalmente el tiempo invertido, porque los chistes (además de ser zarpadísimos) son casi siempre muy eficaces. Lo mejor, me parece, es que a pesar de esta catarata de diálogos desopilantes y afiladísimos, Chaykin y Tischman no se tiran a chantas a la hora de que la trama (una investigación para descubrir al asesino de una modelo) tenga sentido y coherencia. Por supuesto se podría resolver en un tercio de las páginas que utilizan, pero la gracia pasa por sumar personajes, que a su vez permiten sumar conflictos, confusión (para que la resolución del misterio no sea tan obvia) y chistes.
El dibujo de Philip Bond es excelente, al nivel de los mejores trabajos de su carrera. El inglés hace magia con su línea clara y fuerte, y por momentos parece una especia de Ty Templeton que dibuja minitas más lindas. Bond no mezquina nada en los fondos y nos transporta a una New York muy creíble; además cuida muchísimo detalles en la ropa y los peinados de las mujeres, detalles no menores cuando el crimen lleva a Angel y Sam a meterse en el mundo de las modelos, las bailarinas “exóticas” y demás chicas coquetas que trabajan de estar buenas. El armado de las secuencias es impecable, con un relato que fluye a la perfección y con el detalle entre bizarro y simpático de las viñetas redonditas para los primeros planos.
Lamentablemente, esta versión de Angel and the Ape no fue más allá de estos cuatro episodios. Hubiese sido genial tener todos los meses una comedia a este nivel de humor, delirio, desarrollo de personajes y mala leche. Hay esto, que está muy bien y que –tarde pero seguro- tuve la suerte de descubrir. Ah, el guiño de poner como portadista a Arthur Adams (que en los ´90 había intentado algo parecido a Angel and the Ape con Monkeyman & O´Brien) es genial. Y las cuatro portadas son majestuosas, a pesar de que la cuarta fue estropeada por el subnormal que hizo pasar el logo por encima de la cabeza de Angel.

martes, 28 de junio de 2011

28/ 06: HELLBLAZER: BAD BLOOD


Otro acierto en la colección de TPBs para pobres de DC es la reedición de esta miniserie originalmente publicada en 2000. Yo en su momento la compré, después no me acuerdo por qué la hice guita, y ahora me la volví a comprar, y a leer, porque obviamente no me acordaba un carajo más allá de los lineamientos muy básicos de la trama.
El subtítulo de Bad Blood es “a restoration comedy”, y no te miente en lo más mínimo: esto es una comedia, una historieta mucho más humorística que cualquier otra protagonizada por John Constantine, con situaciones 100% en joda, pensadas para que te rías en voz alta. Está ambientada varios años en el futuro, cuando John es un veterano septuagenario y eso también le da al guionista Jamie Delano material para meter chistes, algunos sutiles y algunos tirando a grotescos. Pero más allá de las groserías, el slapstick y las finas ironías típicas de Hellblazer, el tema central para abastecer a la trama de risas, intrigas y emociones es la política, o en realidad una arista de la política británica que a nosotros nos resulta medio extraña, o lejana, como es la tensión entre los que quieren una república de iguales y los que siguen bancando el ancestral concepto de la monarquía.
Delano (creo que ni hace falta aclararlo) es de los que repudian el sistema monárquico, y claramente Constantine también. O sea que te imaginarás el grossor de los palos que le pega Bad Blood a la decadente familia real británica, coñemu por coñemu. Los palos más graciosos son los que salpican, además, a los nobles advenedizos y –la fácil- a los medios de comunicación que, embobados con la familia real, hablan del retrógrado sistema monárquico como si fuera un cuento de hadas hecho real. Y ya que está, Delano mete el dedo en la llaga con varios temas espinosos más (seguramente más impactantes hace 10 años que hoy) como el racismo, la homosexualidad y el aborto.
Con todos estos condimentos, la sátira socio-política tiene todo para eclipsar definitivamente al argumento y por momentos lo logra. Sin embargo, este último tiene su atractivo, no se queda en la pavada, ni en la bizarreada, ni en la anécdota light. La resolución, por ejemplo, es compleja y arriesgada y hay que prestar mucha atención para descubrir cómo hace Constantine para envolver con moñito y todo a las distintas partes involucradas en el conflicto y además salir ganando él, claro. El hechicero de clase trabajadora acá no pela ningún conjuro sobrenatural, pero juega siempre muy al filo del chamuyo, con su astucia y su instinto como armas fundamentales. Y aún así, lo vemos cobrar de lo lindo!
Al frente de la faz gráfica tenemos a un inspirado Philip Bond, cuyo estilo (mezcla de Jamie Hewlett y Ty Templeton) es ideal para una comedia. A Bond se lo ve muy comprometido con la historia, cebado, dispuesto a no mezquinar nada. Y Delano le responde con el esfuerzo de no meter nunca más de seis viñetas por página, para que Bond se pueda lucir. Para la segunda mitad de la obra, Bond venía atrasado y le ponen a Warren Pleece (dibujante de tercera línea, bastante resistido por los fans) a plantar las viñetas para que Bond las termine en su particular estilo. Y la verdad que, si bien se extraña un poquito de la frescura de los primeros episodios, el resultado no se desluce para nada, primero porque el estilo de Bond es muy fuerte, y segundo porque la narrativa de Pleece es muy sólida.
Y bueno, por ahí en Argentina no tiene mucha gracia joder con el tema de los reyes y los príncipes, porque hace 200 años que no nos gobierna nadie con sangre real. Pero las runflas políticas, las mentiras flagrantes de los medios de comunicación y las bajezas que están dispuestos a cometer los privilegiados con tal de no perder sus privilegios, son temas que sí nos tocan muy de cerca. Bad Blood se parece poco al típico comic de Hellblazer, con lo cual más de un completista podrá decir “paso”, y seguir de largo. Pero también tiene unos cuantos ganchos para seducir al que habitualmente no sigue las siniestras andanzas de este carismático personaje, y eso es muy grosso.