el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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lunes, 3 de septiembre de 2018

LUNES FINOLI

Bueno, no sólo tuve un rato para leer un par de libros y reseñarlos, sino que además me tocaron dos obras muy logradas. Vamos a repasarlas.
Pixu es una novela gráfica de terror, realizada a ocho manos por los gemelos fantásticos Gabriel Bá y Fábio Moon, junto al griego Vasilis Lolos y a la italiana Becky Cloonan. Con el correr de las páginas, logré deducir qué secuencias dibujó cada uno, pero hay un guión, y sospecho que fue escrito entre los cuatro. Tampoco es lo más importante. La historia está totalmente basada en el clima ominoso, en la forma en que la tensión sube viñeta a viñeta. No son tan relevantes los diálogos, los personajes están definidos con pocas pinceladas y nadie se calienta por darle una explicación detallada a los fenómenos paranormales que presenciamos. Lo realmente relevante es el suspenso, es ese in crescendo cada vez más retorcido, más descontrolado, que sabés que va a terminar muy mal pero igual te cautiva.
Hay una casa con varios departamentos, una especie de entidad sobrenatural oscura que crece, y los cuatro autores se dedican a entrelazar sutilmente las historias de los distintos vecinos, a la sombra de esta amenaza que crece y corrompe todo. Pixu avanza hacia un festival de imágenes truculentas, en las que las sombras y el fuego se devoran a los personajes que llegan vivos hasta el final. Te imaginarás que eso le da a los autores mucho margen para lucirse con el dibujo, siempre jugados a un blanco y negro muy potente, muy expresivo. En general, los mejores dibujos aparecen en las secuencias a cargo de los gemelos brazucas, pero Cloonan también ofrece momentos de alto impacto, con un gran trabajo en los grises y con una notable evolución respecto de aquella Cloonan de American Virgin.
Si te gustan las historias de terror inquietantes, jodidas, donde la atmósfera se enrarece hasta asfixiarte, sin dudas Pixu se va a convertir en una de tus favoritas. Y si seguís a muerte a Bá y Moon, acá los vas a ver tirar magia con la elegancia y la calidad de siempre.
Desde aquel lejano 27/02/13 tenía abandonada a Los Centinelas, la magnífica serie de Xavier Dorison y Enrique Breccia. Hoy me toca abordar el Vol.4, publicado en Francia en 2014 y en España en 2016. Al igual que en el tomo anterior, acá Dorison hace los deberes en materia de rigor histórico: a pesar de los elementos fantásticos, la Primera Guerra Mundial de Los Centinelas no se despega demasiado de la real. Otro punto que destacamos en la reseña del Vol.3 y hay que volver a destacar es el desarrollo de los villanos por parte del guionista. De hecho, el personaje menos desarrollado es el héroe, Cortahierro, porque los otros “buenos” (Djibouti y Pegaso) también tienen sus momentos para brillar y para ganar carnadura y profundidad.
La aventura en sí también es atípica, porque en esta misión los Centinelas fracasan, y si bien venden cara la derrota, se van con una patada en el orto y con un tendal de muertos en ambos bandos. Dorison no escatima en crueldades y atrocidades para con los personajes ni para con los soldados y civiles que los rodean: en Los Dardanelos hay hambre, sed, dengue, sangre y muerte para todos. Y también hay en ambos bandos coraje y dignidad. Los alemanes de la Primera Guerra Mundial todavía no eran nazis, y Dorison aprovecha para mostrarlos como seres humanos con luces y sombras, no 100% irredimibles. Y los turcos, que juegan de locales, aparecen como personajes más turbios (con el genocidio armenio como trasfondo) pero tampoco definitivamente malos.
El dibujo de Enrique es (obviamente) extraordinario, aunque con un manejo del color un poco fluctuante, con momentos gloriosos y otros que parecen más… acelerados. Pero la base está: composición, lápiz, tinta, los fondos, los uniformes, el armamento, hasta el clima asesino del estrecho de los Dardanelos cobra vida de la mano de Enrique. Al igual que en el Vol.3, me sorprende muy gratamente ver a Breccia dar cátedra en esa materia a la que siempre le escapó, que es la de los cuerpos en acción. Acá abunda la violencia física, y el hijo de Dios pone todo para que nunca falten el dinamismo, el impacto e incluso el gore de las grandes batallas. Belleza y brutalidad van de la mano, en otro trabajo memorable de Enrique Breccia.
Y ahora sí, no más reseñas hasta la semana que viene. Si estás en Santiago de Chile, no dejes de darte una vuelta por el FIC entre el viernes 7 y el domingo 9, que la vas a pasar genial. Gracias por el aguante y hasta pronto.

miércoles, 27 de febrero de 2013

27/ 02: LES SENTINELLES Vol.3

Tercer tomo de esta serie con guionista francés y dibujante argentino, y la verdad es que hay muchos cambios respecto del tomo anterior.
Cuando reseñé el Vol.2 (03/09/12) me llamaba la atención que al guionista Xavier Dorison le permitieran muchísima flexibilidad en cuanto al rigor histórico. Estaba claro que la serie está ambientada en la Primera Guerra Mundial, pero dentro de ese contexto, Dorison fruteaba tranquilo. Esta vez no: hay muchas más menciones a acontecimientos históricos reales y más cuidado en representar de modo muy realista esas oscuras jornadas que sacudieron a Europa allá por 1915.
También señalábamos que los villanos, alemanes pero todavía no nazis, funcionaban como mero obstáculo, no tenían desarrollo, no había por parte de Dorison una intención de convertir ni siquiera a uno de ellos en un personaje posta. De nuevo, esta vez eso se da vuelta y dos de los mejores personajes de este tomo vienen del bando enemigo: son el Übermensch (la respuesta germana al Cortahierro de los franceses) y el Oberleutnant, un comandante de las tropas alemanas que demuestra (como en más de una historieta de Oesterheld) que se puede pelear en el bando contrario al de los protagonistas y aún así tener códigos, preservar el honor y –también en una situación en la que manda la muerte- honrar la vida.
En cuanto al guión, no hay muchas más innovaciones respecto del tomo anterior. De nuevo tenemos a los Centinelas encargados de una misión jodida, en un arco argumental que va para adelante, que no esquiva el grim ´n gritty onda Suicide Squad ni los dilemas morales, perfectamente planteados por Dorison en escenas muy tensas, de gran carga emotiva. Además del Cortahierro y Djibouti, el equipo de “los buenos” suma ahora a Pegaso, un oficial propulsado por un jet-pack que le permite volar, pero que viene de la aristocracia y con un agrande que al principio lo hará chocar con sus camaradas. Con el correr de las páginas, Pegaso se integrará mejor al equipo y los lectores (y los otros Centinelas) aprenderemos a quererlo y a valorar su coraje y su dignidad.
Y en cuanto al dibujo, también hay novedades: en los primeros tomos llamaba la atención que Enrique Breccia dibujara tan pocos cuadros por página, a tal punto que en cada álbum de Los Centinelas pasaba bastante menos que en el álbum francés promedio. Ahora eso se revirtió: hay un par de splash-pages majestuosas y un par de páginas de menos de 5 viñetas. El resto, siempre ofrece 6 o más viñetas, hasta llegar al extremo de las 11 viñetas, algo que –me parece- no habíamos visto nunca, en ninguna otra historieta en los 45 años de profesión que lleva el Churrique. Por supuesto, el monstruo se la re-banca y su dibujo brilla con fulgor incandescente en absolutamente todas las páginas del libro, las de mil viñetas y las de una sóla.
En parte esto tiene que ver con que lo dejan colorearse a sí mismo: ahí Breccia saca una diferencia escalofriante y sorprende incluso a los que lo seguimos desde siempre con esa combinación perfecta entre climas en los que manda la sutileza cuasi-poética y exabruptos viscerales, de altísimo impacto visual, puestos en los momentos justos. Destaquemos también su magnífico trabajo a la hora de dibujar pueblos, ciudades, aviones y armas de la Europa de hace 100 años y ese otro plus, eso que Breccia dibuja (como los dioses) en Los Centinelas y –andá a saber por qué- se resistió a dibujar en todas sus otras historietas: los cuerpos en acción, las peleas físicas, los combates cuerpo a cuerpo, ya no resueltos con el primer plano de un puño, sino desplegados con generosidad y contundencia por este genio de nuestro Noveno Arte, hoy radicado en Italia.
Hasta ahora Dorison y Breccia vienen entregando un tomo de Los Centinelas (de 62 páginas, que para Francia no es poco) cada dos años. Este tomo se editó en 2011 (creo que en castellano todavía no salió), así que con un poco de orto, este año tenemos el Vol.4 de esta extraña mezcla entre historieta bélica, aventura histórica y machaca superheroica en la que guionista francés y dibujante argentino nos llevan a vivir una Primera Guerra Mundial distinta. No tan distinta como la que vimos el otro día en Arrowsmith, pero no menos cautivante.

lunes, 3 de septiembre de 2012

03/ 09: LOS CENTINELAS Vol.2

Hoy tenemos una obra de un autor argentino, pero que no se puede considerar historieta argentina, porque está hecha para Francia con guionista francés. Se trata de un libro de 2009 realizado por el maestro Enrique Breccia junto al enorme Xavier Dorison, guionista de El Tercer Testamento, entre muchos otros hitazos del comic francófono.
El primer tomo lo leí poco antes de empezar con este blog y lo único que me acordaba era que había un soldado con una armadura pulenta, onda Iron Man, pero de la Primera Guerra Mundial. Menos mal que este tomo arranca con una breve síntesis de lo sucedido en el Vol.1, si no, tenía que releerlo sí o sí. La referencia a Iron Man tampoco es aleatoria: cuenta la leyenda que el origen de este proyecto estuvo en Marvel, donde se iba a publicar como una versión alternativa del Vengador Dorado, hasta que algún coordinador (o alguien de más arriba, no sé) mandó todo al freezer. Ahí fue que Dorison reformuló la historia para desvincularla del Universo Marvel y –de paso- convertir a su héroe en una especie de símbolo patrio francés, más al estilo del Captain America.
El resultado es un comic que no se lee como el típico álbum francés. De hecho, pasan muchas menos cosas que en el típico álbum francés de 64 páginas. Los Centinelas tiene pocas viñetas por página, Breccia mete primeros planos y planos detalle a lo pavote, y las escenas de acción tienen la estridencia y el impacto de los buenos comics de superhéroes. Pero guarda, que tampoco se podría enrolar fácilmente en este género. Primero, porque hay todo un trasfondo bélico, bastante enchastrado de runflas espúreas, al estilo del Suicide Squad. La estructura del relato tiene mucho más que ver con el comic bélico que con el superheroico. Y además, la aparición de ese tipo con habilidades sobrehumanas genera un upgrade en los niveles de violencia, que Breccia no se abstiene de representar de un modo muy gráfico. O sea que para los standards del típico comic de superhéroes, a Los Centinelas le sobra un poco de gore.
El guión de Dorison va para adelante, no da vueltas. Los protagonistas son los buenos y tienen que cumplir una misión. Punto. Los malos (alemanes, pero todavía no nazis) no tienen ningún desarrollo: son un mero obstáculo. Y los buenos sí, tienen un trabajo muy logrado de caracterización, especialmente para Gabriel Féraud (el Cortahierro) y el grandote Djibouti, un wild card sumamente humano, tal vez el personaje más tridimensional, con el que más fácilmente se puede llegar a identificar el lector.
Quizás lo más interesante sea cómo Dorison saca provecho de una situación real, la Primera Guerra Mundial, pero no deja que eso lo encorsete ni lo condicione. El guionista se caga en el rigor documental (generalmente incuestionable entre los guionistas galos) y usa al momento histórico como un marco para un relato fantástico; nunca quiere brindarnos una crónica, siempre prioriza la aventura, lo fantástico y esa sensación de epopeya a pesar de todo, de epopeya medio mugrienta, medio zaparrastrosa, del triunfo logrado con un gol con la mano en el minuto 97 y festejado como si hubiese sido una goleada monumental.
El dibujo de Enrique está espectacular. Acá alguien le habrá puesto un chumbo en la cabeza (o mucha plata) para que dibuje lo que menos le gusta dibujar, que es la figura humana en movimiento. Este tomo está lleno de gente que corre, que lucha, que vuela a la mierda producto de una bomba que explota. Por supuesto, el Churrique está más a gusto cuando puede dibujar primeros planos, repletos de expresividad y gestos copados, o esas escenas tranqui de la campiña francesa, en las que todo se ve (se contempla) bien de lejos. Y aún así, en las muchas escenas de acción despliega todo el poderío de su dibujo. Como si eso fuera poco, acá Breccia se colorea a sí mismo, lo cual es como jugar con cuatro anchos de espada en el mazo. No esperes las genialidades del insuperable De Mar a Mar, pero sí preparate para un color que, si bien es “muy francés”, muy finoli, muy cuidado, tiene unos exabruptos electrizantes. Cuando la cosa se pone heavy, Breccia pasa de unos tonos sutiles, casi cautelosos, a un estallido cromático de gran intensidad y obviamente de gran belleza plástica. Pero siempre con la línea como protagonista, excepto cuando los hombres se convierten en manchones de sangre bajo las balas de uno u otro bando.
No sé si se hizo un tercer tomo de Los Centinelas. Creo que no. Los dos que hay, son un híbrido raro entre comic francés, argentino y yanki muy entretenido de leer, con tramas lineales, subtramas interesantes, buenos personajes, un conflicto simple y bien definido y unos dibujos del mega-carajo, a cargo de uno de los historietistas definitivos, uno de esos monstruos sagrados que tienen tinta en vez de sangre. Lo recomiendo a full.