Poco conocido por estas latitudes, en España el Capitán Trueno es un ícono comiquero de primera línea, como para nosotros podría ser El Eternauta. Cuando debutó, allá por 1956, se convirtió de inmediato en el personaje de aventuras más popular y su revista llegó a vender 350.000 ejemplares por semana, una animalada importante. Aún hoy, con la historieta española enfocada claramente hacia otro lado, aquellas clásicas aventuras escritas por Víctor Mora y dibujadas por Ambrós se siguen reeditando y cada tanto salen nuevos episodios, directamente en formato álbum, a color, etc.
La Reina Bruja de Anubis es uno de esos episodios “modernos”, realizados en formato álbum, en este caso en 1991. Primero se serializó en dos diarios y una revista y después se editó como libro en tapa dura, en varios países. La apuesta de esta historieta iba más allá de la nostalgia: por un lado, estaba Víctor Mora, el guionista original de la serie, el creador de los personajes. Y al frente de la faz gráfica, un gancho irresisitible, nada menos que el británico John M. Burns, un consumado dibujante de aventuras que en los ´80 había incursionado con bastante éxito en el campo de una historieta más adulta, más arriesgada. Por lo menos en España, a este álbum le fue muy bien y dio origen a un segundo, a cargo de la misma dupla autoral.
Pero, ¿está bueno? A grandes rasgos, sí. Tiene un problema fundamental, que es el propio Capitán Trueno. En estas 44 páginas, el héroe no hace NADA. Hay un breve tramo en el que no está prisionero de ninguno de los villanos, que es la batalla a bordo del barco, quizás el momento más intenso del álbum. Pero en el resto de la aventura, Trueno es un tipo que va donde lo llevan. Noble, compasivo, valiente, racional, contenido a la hora de ceder a las pasiones más bajas… y muy aburrido, pobre flaco. Menos mal que están los villanos, porque si no, nos comíamos un embole monumental.
Y el otro problema, bastante menor, es uno que se suele dar cuando la amenaza más grossa va para el lado del misticismo. Empiezan a pasar cosas heavies, más cosas heavies, más cosas heavies… y en un punto la amenaza se desactiva y todo vuelve a la normalidad en un toque, como por arte de magia, sin mayores consecuencias para nadie. Eso es un bajón, no sólo en esta historia, sino en miles. Esta, además, no podría aunque quisiera explorar las consecuencias de lo que pasa al final, porque este es bastante abrupto y llega apenas seis viñetas antes del último cuadrito del álbum, cuando no queda espacio para casi nada.
Por suerte la trama avanza a buen ritmo, los tejes y manejes de los malos están buenos, hay bastante desarrollo para Turján Pachá, para Krogg, para Nefer, los personajes secundarios (especialmente Sigrid) no están al pedo… las peleas están buenas, las locaciones exóticas ayudan bastante… Y sobre todo no es una aventura livianita, pueril o simplista. Tiene su complejidad, sus grises, sus dilemas morales. Leída hoy, la cantidad de texto es un poco zarpada. A veces, Mora tiene que meter en los bloques de texto información que sería mucho más atractiva si se presentara de forma visual, desde el dibujo. Pero bueno, pasaron casi 25 años y no me olvido que para 1991 los hardcore fans del Capitán Trueno ya eran viejos y por ende, apegados a la fórmula tradicional, en la que el texto se hacía demasiado cargo del relato.
Lo que más me gustó, por afano, fue el dibujo de Burns. Afiladísimo en la anatomía, certero en las expresiones faciales, conservador en la puesta en página y zarpado en el uso del color directo, el maestro británico desafía a los masacotes de texto de Mora con unas imágenes muy potentes, de alto vuelo. Sin ser un Fernando Fernández, el Sr. Burns sabe muy bien cómo combinar un dibujo académico correctísimo con técnicas de coloreado más atrevidas, más jugadas a los climas y a las sensaciones que a la representación exacta de cuerpos, objetos y paisajes. El resultado es muy, muy atractivo.
En fin, me imagino que si eras fan del Capitán Trueno en 1991, esto te debe haber parecido revolucionario y vanguardista. Leído hoy por alguien que nunca fue fan del personaje (y que no te lee una historia de Trueno de los ´50 ni con un chumbo en la cabeza), al guión le quedan varias cuentas pendientes y el que salva las papas, cumple y dignifica es el dibujo de John M. Burns, que se la hiper-banca ayer, hoy y siempre.
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miércoles, 24 de junio de 2015
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