el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 19 de septiembre de 2023

NOCHE DE MARTES

Bueno, salen con fritas dos reseñas más, de libros bastante breves. Sigo a la caza de la colección de álbumes editados en Francia en los años ´70 por la editorial Dargaud, con reediciones de material originalmente aparecido en la mítica revista Pilote. Y así llegué a un tomito que no sabía que existía: Les aventures d´Al Crane, una serie de historias cortas en las que el maestro Gerard Lauzier oficia sólo como guionista y le deja los dibujos a Alexis, un dibujante cuyo trazo resulta muy idóneo para lo que se propone hacer Lauzier en esta serie: deconstruir, parodiar y ridiculizar al género western. Alexis resulta un gran socio en esta tarea, porque es un dibujante muy correcto de estilo realista, probablemente influenciado por Jijé (como Jean Giraud), con un muy buen manejo de la documentación para recrear armas, carruajes, locaciones, caballos, indios y demás elementos clásicos del western. No le sobra mucho, y cuanto más trata de acercarse a la estética de Giraud, más se nota la abismal diferencia entre un dibujante y otro. Lauzier lo bombardea al pobre Alexis con algunas viñetas recontra sobrecargadas de texto, donde el dibujante no se luce en lo más mínimo, pero para compensar, las aventuras de Al Crane (que en francés suena igual que "alacrán") suelen tener secuencias mudas en las que sí lo vemos a Alexis más cómodo, más a gusto, con más herramientas para demostrar que es un dibujante por lo menos muy solvente. Los relatos de Lauzier nos muestran al típico cowboy recio como un estereotipo violento, machista, racista y sin el menor altruismo. La primera historia es básicamente un chiste largo, muy jugado a un remate con el que los autores sorprenden al lector que cree estar leyendo un western más. Y después, Lauzier empieza a darle una forma más consistente a la serie, con personajes secundarios y situaciones que se van a desarrollar a lo largo de los distintos episodios autoconclusivos, a veces como motores de la trama central y a veces como decorado, como cosas que nos muestran de fondo mientras Al Crane resuelve otras cuestiones. Las historias que no se van de mambo con la violencia (encarada para el lado de un humor negro macabro y por momentos escalofriante) juegan con el tema del sexo, sin irse tan a la mierda, porque Pilote era una revista apuntada a un lector adolescente. De este álbum (que, descubro después, es sólo el primero de varios) creo que las dos historietas que más me gustaron son la primera, porque nunca me vi venir el desenlace, y la quinta, que es donde el humor negro pega un salto cuántico y supera ampliamente mis expectativas. Leí muchas historietas de Lauzier, lo sigo con vehemencia desde que tengo 14 años, pero nunca me imaginé que el ídolo iba a pelar esos giros argumentales tan atroces, y menos en una historia corta, planteada básicamente en joda. Si sos fan de Lauzier y no conocías a Al Crane, ojalá esta reseña te haya servido para completa el mapa de las obras de este monstruo sagrado del comic francés, del que no encontré nunca una historieta que me decepcionara.
Me vengo a Argentina, año 2023, cuando se recopila en un lindo librito a todo color Mirame, una historieta que Diego Agrimbau y Tomás Aira habían serializado de modo muuuuy lento, a lo largo de muchos años en una plataforma de comic digital. El libro tiene un sólo problema: el texto de la contratapa te plantea una premisa que está genial... pero no tiene mucho que ver con lo que sucede en la historieta. Fuera de eso (y sin meterme en la trama, porque cualquier detalle puede funcionar como spoiler), me encontré con una historia extraña, con varios giros impredecibles, que te atrapa desde la primera viñeta y te enrosca a gusto y piaccere. Agrimbau, gran conocedor del oficio del dramaturgo, juega con algunas nociones básicas de la puesta teatral, incluso por momentos sin que el lector lo note. Pero -como en las obras de teatro de escaso presupuesto- toda la historia transcurre en una única locación y todo está apoyado en los diálogos y la interacción entre cuatro (¿o cinco?) personajes en cuya construcción está el principal mérito del guionista. La tridimensionalidad de su elenco, la dinámica entre ellos y esos giros impredecibles que ya mencioné alcanzan para que Mirame te tenga hipnotizado a lo largo de sus 58 páginas, sin recurrir a nada ni remotamente parecido a una estructura de aventura, o de romance, o de sexo, o de rosca política. Acá prácticamente no hay acción, no hay cheap thrills. La cosa va por otro lado y va muy bien. El trabajo de Tomás Aira me pareció realmente brillante. No sólo el dibujo, sino también el color, que es excelente. Me encantó cómo elige las tonalidades para los distintos momentos, y lo mucho que le suma esa paleta a un dibujo muy logrado. Aira trabaja en una estética realista, con mucha atención por detalles como la ropa, los peinados, y sobre todo el lenguaje corporal y las expresiones faciales de su elenco. Por ahí repite un poco algunos planos (esos que se centran en las cabezas de los personajes) y hay páginas en las que vendrían bien un par de viñetas más en las que aparezcan los fondos. Pero la narrativa es ágil, es clara, es ganchera y todo esto sin salir de grillas clásicas, sin experimentar para nada por el lado de la puesta en página. Realidad y ficción, contención y psicopateadas, seducción e indiferencia, un toquecito de misterio, una pizca de violencia y unas cuantas sorpresas grossas te esperan en Mirame, una historieta tan atípica como difícil de olvidar. Perdón que no ahonde más en la trama, pero -repito- no quiero revelar ninguno de los secretos que Diego y Tomás guardan bajo la manga. Suficiente, por hoy. Sigo adelante con las lecturas y queda la invitación para encontrarnos el miércoles 27 a las 22:30 en una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta (en el canal de YouTube de Comiqueando), o sino en unos días, acá en el blog.