el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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jueves, 29 de septiembre de 2016

HOY SOLO DOS

Me acabo de bajar el sexto integral de Valerian editado por Norma, que es el que trae los álbumes Rehenes de Ultralum (1996), El Huérfano de los Astros (1998) y En Tiempos Inciertos (2001), que vendrían a ser los tomos 16 al 18 de la colección creada a fines de los ´60 por los maestros Pierre Christin y Jean-Claude Mézieres. En las tres aventuras se los ve absolutamente cómodos, cancheros, en un equilibrio fascinante entre acción y comedia, y siempre afilados a la hora de meterse con temas que tienen que ver con la realidad socio-política de nuestro presente.
El primer tomo, el más aventurero, nos familiariza con un planeta que funciona como analogía de una nación petrolera de Medio Oriente. Los conflictos de geo-política son más o menos los mismos, el califa actúa como los clásicos jeques árabes y Christin agrega una arista jodida y atractiva: las pésimas condiciones laborales de los trabajadores que extraen el carburante ultralumínico (petróleo, para nosotros). El álbum tiene 59 páginas, cifra bizarrísima para el mercado francés, y en las primeras cinco Mézieres se zarpa con una puesta en página loquísima, alienígena para los lectores de Bande Dessinée clásica, con una splash-page y todo.
El segundo tomo (de 50 páginas) está muy ligado al primero, es su secuela directa, pero el tono vira un poco para darle más cabida a la comedia. Acá Mézieres no innova tanto en la puesta en página, pero es donde más se luce con el color.
Y finalmente, en el tercer tomo también tenemos una cantidad rara de páginas (55), delirios dignos de Moebius y Druillet en el armado de las páginas y viñetas en las que Mézieres cambia totalmente de técnica para incluir pequeñas obras pictóricas, algunas más cercanas a su estilo habitual y otras con técnicas de ilustración digital bien de fines de los ´90. La historia es sumamente ambiciosa: Christin se juega a explicar qué pasó con la Tierra después de la desaparición de Galaxity, mezcla a dos “metáforas” de Dios y el Diablo con una mega-empresa abanderada del capitalismo salvaje y propone un juego bizarro en el que todo el tiempo reaparecen personajes a los que ya habíamos visto en álbumes anteriores, algunos en roles tan chiquitos que no pasan del guiño cómplice al lector más avezado. Es un tomo de hiper-fan service, pensado de punta a punta para que el fiel lector que acompaña desde siempre a Valerian y Laureline experimente un nerdgasmo atrás de otro. Y abre puntas interesantísimas a futuro.
Me está costando conseguir el séptimo integral de Norma, pero lo deseo con toda el alma.
Y me quedo en los ´90, pero retrocedo hasta 1992, cuando salió (y pasó completamente desapercibido) este prestige de Moon Knight, al que rescaté de una mesa de saldos por tener guión de Bruce Jones y dibujos de Denys Cowan. La verdad que no es una joya ni una bosta, es un comic entretenido, competente, para pasar un rato. Lo más notable es cómo Jones (que nunca había escrito a Moon Knight) entiende perfectamente la dinámica entre Marc, Marlene y Frenchie y cómo logra que los vínculos entre ellos se mantengan en el centro de la trama, más allá de que a nivel de “lucha grossa contra el villano” pasan un montón de cosas. Divided We Fall parece un thriller de intriga política, pero en realidad es una historia de relaciones entre seres humanos que se quieren desde siempre, algo que los tiros, las persecuciones y las patadas no logran esconder prácticamente nunca a lo largo de 46 páginas.
Lo más flojo es que al guión de Jones le sobra material para esta cantidad de páginas, con lo cual todo está muy comprimido. Entre la gran cantidad de viñetas que tiene cada página y las tintas de Tom Palmer y Mike Manley, el dibujo de Cowan queda un poco opacado, se le achica bastante el margen para lucirse en toda su dimensión. Hay pocos cuadros que se ven tan maravillosos como las mejores páginas de Cowan en The Question (por ejemplo), pero igual esto está a años luz del nivel estrepitoso de dibujo que se veía en la mayoría de los comics de Marvel en esta época. Si sos muy fan de Moon Knight, de Jones o de Cowan, buscá esta oscura mini-novela gráfica y atesorala. Si no, no te calientes, porque no te va a cambiar la vida.
Sigo avanzando con las lecturas y prometo una nueva tanda de reseñas para muy pronto.

jueves, 15 de septiembre de 2016

VAMOS CON DOS MAS

Nunca había comentado comics de The Question en el blog, porque cuando le empecé ya había leído los primeros cuatro de los seis TPBs que recopilan (casi) toda la maravillosa serie de los ´80, en la que brillaron como nunca Denny O´Neil y Denys Cowan. Ahora le entré al quinto tomo y me queda pendiente conseguir barato el sexto y regalarle las revistitas a un amigo que las tenía en castellano, en la edición de Zinco.
Este es un tomo de transición, es lo que va entre un suceso fundamental para la serie (Myra Fermin gana las elecciones pero su marido le encaja un tiro y la deja al borde de la muerte) y el arco final, que obviamente no te voy a contar, en parte porque lo leí hace mil años y me acuerdo poco y nada. En estos seis episodios, Hub City no tiene autoridades y está más caótica y peligrosa que nunca. Un comisario honesto, Izzy O´Toole, se trata de poner al frente de la lucha contra los violentos y The Question lo va a tratar de ayudar. En el medio va a reaparecer Lady Shiva a tirarle nafta al fuego y cuando Myra revele su plan para retomar el control sobre la ciudad, buenos y malos se mirarán con cara de ¿WTF?!?. Por supuesto de lo que habla O´Neil es de la violencia, y nos invita a preguntarnos si salir a repartir piñas y patadas por la calle sirve o no para acabar con ella.
Además tenemos un unitario 100% fan service (Question vs. Riddler), en el que toda la chapa se la lleva un personaje creado y finiquitado en ese episodio. Y un segundo unitario que gira en torno a “la magia de la historieta”. Los dos están muy bien, aunque el del Riddler lo dibuja Bill Wray, en un estilo que no le sienta para nada bien. Poner a Wray a imitar a Cowan en un estilo cuasi-realista es desaprovecharlo por completo, como tener Direct TV y mirar Canal 7. En los cinco episodios restantes, Cowan se luce en la narrativa, en las escenas de pelea, e incluso sale bien parado de las secuencias superpobladas de diálogos. La tinta de Malcolm Jones III lo tapa un poco, no lo potencia tan bien como lo hacían las de Rick Magyar, pero igual el estilo de Cowan se impone por su propio peso gráfico. No hace falta que te recomiende que leas The Question, no? A esta altura, ya es una obviedad tan irrefutable como la ineptitud de Patricia Bullrich.
Y un día volvío Sento. Uno de los autores clave del comic español de los ´80, un referente de la línea clara valenciana y del estilo atómico, reapareció en 2014 con Un Médico Novato, una novela gráfica basada en hechos reales, que iba a publicar Sins Entido y terminó publicando Salamandra.
Lo único que le puedo criticar a Un Médico Novato es que está demasiado pensada para ganar premios y gustarle a los jurados de concursos y festivales. Es la típica historia de un pibe optimista, copado y laburador, al que de la nada le cae una dictadura que lo mete preso, mientras sus amigos, colegas, parientes, novias, etc., hacen lo que pueden para no ser los próximos en una larga lista de torturados, fusilados o desaparecidos. Sento toma una historia real sucedida en los albores de la Guerra Civil Española y la narra con maestría, virtuosismo y emoción, sin olvidarse nunca de bajar la línea política que garpa en este caso. No se le puede decir ni mu.
Por supuesto, si bien la historia de Pablo es real, el autor le puso su impronta a la (re)construcción de villanos y personajes secundarios y obviamente a la forma en que el relato se construye viñeta a viñeta, con secuencias realmente muy logradas y un laburo titánico en la recreación de la época.
Al dibujo de Sento le pasó algo muy raro: ¡se convirtió en un clon de Marcos Vergara! Si me mostrás este libro sin decirme quién lo dibujó, yo te digo “Es obvio que Marcos Vergara”. Y bueno, si leés este blog hace un tiempo, sabés que me encanta cómo dibuja Vergara. Extraño el trazo del Sento de los ´80, más estilizado, más anguloso, con más masas negras, pero esto me transmitió una calidez que no tenía (por ejemplo) Velvet Nights.
Un Médico Novato es una novela gráfica recontra-solvente, pensada para impactar también en el público que habitualmente no lee historietas pero se copa con las novelas históricas, o con la (aún hoy candente) temática de la Guerra Civil Española. Ojalá esta sea apenas la primera de una larga lista de obras en esta “segunda etapa” de Vicent Llobell (que así se llama Sento) como autor de comics.
La seguimos pronto.

jueves, 23 de junio de 2016

23/06: POWER MAN AND IRON FIST ESSENTIAL Vol.2

Hoy, una reseña como las de antaño. Me tomé varios días para bajarme este masacote de 624 páginas que retoma la historia de los Héroes de Alquiler justo donde deja el tomo reseñado aquel lejano 12/10/10. Acá tenemos todos los números entre el 76 y el 100 de esta serie decididamente menor dentro de lo que es la producción de Marvel de la primera mitad de los ´80. Aún así, sin chances ni pretensiones de jugar en Primera, hay varias cosas para rescatar, más allá de mi cariño por Luke Cage y Daniel Rand, quienes seguramente cosecharán millones de nuevos fans ahora que son parte del Universo Marvel de Netflix.
En la reseña del Vol.1 yo postulaba que si esta serie tiene algo así como una “etapa clásica”, tendría que ser la que cuenta con Mary Jo Duffy en los guiones, Kerry Gammil en los lápices y Ricardo Villamonte en las tintas. De esa papa bastante fina, este libro nos ofrece cinco episodios, los últimos cinco, porque Gammil se despide en el n°79. Villamonte se va en el n°81 y Duffy en el 84. Las historias en sí no son gran cosa, son aventuras menores de justicieros urbanos que operan al “nivel de la calle”. Hay un crossover con Daredevil (que estaba en las gloriosas manos de Frank Miller y Klaus Janson) que busca traerle nuevos lectores a la serie y después, peleas menores contra matones y villanos de la B que no suman ni restan. Lo atractivo pasa por el desarrollo de personajes, que es algo en lo que Duffy no defrauda en lo más mínimo. La guionista le abre el juego a varios secundarios interesantes, entre los que se destacan Misty Knight, Colleen Wing, Bob Diamond, D.W., y un personaje que yo creía que había sido creado para las series de Netflix y sin embargo ahora me entero que aparece en los comics de Power Man desde los ´70: la doctora Claire Temple, interpretada en la pantalla chica por Rosario Dawson.
Seguimos adelante y cuando no le queda más remedio, el coordinador de la serie, el maestro Denny O´Neil, se hace cargo de los guiones. Poquitos números, apenas cinco, entre los cuales hay un excelente unitario en el que Luke y Danny se cruzan con Moon Knight, otro paladín de tercera línea que en esa época operaba en New York. Está bueno también eso, que los guionistas hagan tanto énfasis en la ciudad. Este es un comic bien urbano, donde los héroes rara vez salen de New York, y tantos los textos como los dibujos reflejan (y a veces satirizan) muchos detalles de lo que era la vida en la Gran Manzana de los ´80.
Pero estamos en el n°90 y de nuevo nos quedamos sin guionista. Es la hora de que haga su debut un pibe de las inferiores, un tal Kurt Busiek. Estos primeros números de Busiek no están mal, pero son comics del montón, no hay grandes ideas, no le pega sacudones grossos a ningún personaje y dedica cuatro números a avanzar a ritmo muy tranqui hasta el n°100, que es un poco más grandilocuente que lo que veníamos viendo.
En materia de dibujantes, una vez que se va el exquisito Kerry Gammil entra otro pibe con poca experiencia: Denys Cowan, al que vemos mejorar de a poco, y al que le tocan entintadores muy disímiles, desde un interesantísimo Carl Potts hasta verduleros impresentables que merecen prisión perpetua. Los últimos siete episodios del tomo los dibuja el veterano Ernie Chan, en un estilo que ya para 1982-83 se veía anticuado. A veces lo dejan entintarse a sí mismo, pero en varios episodios lo entinta otro pibe que hacía su debut en Primera: Mike Mignola. Al principio, el combo Chan-Mignola hace agua por todos lados, porque los estilos chocan groseramente. Para los… dos últimos números, ya hay una mejor comunión gráfica entre el filipino que la descosía en Conan y el futuro creador de Hellboy.
Y no hay más. La revista de Power Man & Iron Fist llegó hasta el n°125 y esos 25 episodios finales no están recopilados en libro. La verdad que los Essentials no me dejaron tan cebado como para ponerme a juntar las revistitas. Pero después de Busiek toma los guiones Christopher Priest (cuando todavía se llamaba Jim Owsley) y eso es un gran punto a favor, así que quién te dice…

jueves, 10 de mayo de 2012

10/ 05: FIGHT FOR TOMORROW

Puede fallar... Escribía Brian Wood, dibujaba Denys Cowan, entintaba Kent Williams. Tres autores interesantísimos, con muchas obras grossas a sus espaldas. Daba para confiar, sin dudarlo. Y sin embargo, Fight for Tomorrow deja gusto a poco.
Si nunca leiste nada de Wood, por ahí te ceba: es una historia fuerte, intensa, dura, sobre un pibe que fue secuestrado en la infancia y obligado a cagarse a trompadas contra otros pibes en peleas clandestinas. A fuerza de piñas, patadas y padeceres varios, Cedric se convirtió en un tipo implacable, una máquina de luchar infalible e imparable. Logró escapar de sus captores, pero no encontró ni la paz ni la felicidad, porque perdió a Christie, el amor de su vida, la nena (después mujer) con la que compartió años de cautiverio y sin la cual no puede vivir. Ahora Cedric tiene la oportunidad de desarticular la red de peleas clandestinas que maneja el hijo de su captor, el que durante años lo humilló a él y abusó de su chica. Y no va a parar hasta verlo destruído.
Wood plantea la historia como una peli de Steven Seagle, garrotazo más, polvo menos. Una peli que va para adelante, que se basa demasiado en la machaca y que termina con el duelo final entre El Bueno y El Malo. Como en aquellas películas, gana El Bueno, pero a medias. Algo tiene que perder (no te cuento qué). Y ya está, no le pidas mucho más. Hay una tenue punta de denuncia social, porque se toca el tema de los chicos secuestrados para convertirlos en luchadores, pero no es lo central. Lo central es cómo Cedric revienta gente a patadas para escupirle el asado a Sivan, el villano. Por suerte, como en la historia hay un cierto clima oriental, típico de las películas de artes marciales, queda espacio para una cierta introspección, para un par de escenas más tranquis en las que Cedric reflexiona acerca de sus sentimientos, su pasado, su lugar en este mundo que lo trató tan mal.
Y hay dos personajes secundarios bastante bien trabajados: Hermana Mayor y Hermano Menor, dos chicos orientales que van a ayudar a Cedric en su búsqueda de justicia. Sivan, Christie, Amy y los otros secundarios son meros artefactos, cumplen roles muy predecibles, se limitan apenas a hacer que el guión siga avanzando para donde lo quiere llevar Wood, o a disimular un toque que la trama está estirada, que no daba ni a palos para más de 120 páginas de historieta. Para los que leímos bastante a Brian Wood, esto es –definitivamente- un punto bajo en la notable carrera de este autor.
Vos dirás “Ey, pero dibujan Cowan y Williams! Seguro que el dibujo la rema un montón”. No, amigo viñetófilo. El dibujo es lo que menos me cierra de todo el paquete. Yo siempre lo banqué a Denys Cowan, en las buenas y en las malas. El tipo, además de un gran dibujante, es cinturón negro en no sé cuántas artes marciales y –lo vimos en la gloriosa The Question de los ´80- es insuperable a la hora de dibujar peleas de kung-fu, full contact y demás disciplinas de gente que salta y pega patadas y golpes de karate. Acá eso no falla: sin dudas, las viñetas más impactantes del tomo son esas en las que Cedric rompe cosas (o gente) a patadas. Pero el laburo se ve feo, apurado, con muchas páginas a las que les faltan los fondos y con poca coordinación con el colorista, Lee Loughridge.
Lo de Williams es incluso peor. Me acuerdo cómo me hizo gozar con aquel Wolverine: Killing, miro esto y me pongo a llorar. Cowan ya había demostrado que quedaba muy bien cuando lo entintaba alguien de estilo pictórico, en alguna historieta (no me acuerdo cuál) en la que lo entintaba Bill Sienkiewicz (¿o era en las tapas de Question?). Acá, esa apuesta no garpó. Williams aporta sus manchas salvajes, su plumín desenfrenado, sus potentes efectos de salpicados y esfumados, sus texturas logradas con esponjas, un montón de yeites lindos. Y aún así, la historieta se ve fea, desprolija, como si el dibujante y el entintador trataran de sabotearse el uno al otro. La tinta de Williams desluce al lápiz de Cowan y el color los desluce a los dos. Queda para rescatar la narrativa, nomás, que está muy bien y que logra distraernos bastante del hecho de que la trama está estirada.
A nivel guión, Fight for Tomorrow es una historia normalita, sin graves errores y sin demasiada trascendencia, que seguramente agradará a los fans de la machaca grim ´n gritty sin más pretensiones. A nivel dibujo, parece más bien un experimento fallido, donde los artistas o bien se pasaron de rosca, o bien dijeron “ma´sí, me chupa todo un huevo, lo sacamos con fritas en 20 minutos y a comerla”. Essss una lucha...

lunes, 27 de diciembre de 2010

27/ 12: CAPTAIN AMERICA/ BLACK PANTHER: FLAGS OF OUR FATHERS


Esta es otra de las miniseries con autores interesantes y poquísima difusión que nos ofreció Marvel durante el 2010. En general, cuando en el mainstream yanki les dejan a los autores negros encarar proyectos con total libertad, suelen aparecer comics bravos, con mucha carga política. Flags of our Fathers, escrita por Reginald Hudlin y dibujada por Denys Cowan, tiene su bajada de línea (obviamente centrada en el tema racial) pero la oculta bastante bien bajo una trama que por momentos amaga con ser bélica, pero que a la hora de los bifes termina por ser muy superheroica.
El planteo está muy bueno: en la Segunda Guerra Mundial, Hitler se entera de la existencia del vibranium y manda a sus tropas a invadir Wakanda para apoderarse del preciado mineral. Para hacerle el aguante a un despliegue impresionante de villanos nazis, viajan a la nación africana un joven Capitán América (en una de sus primeras misiones, con el traje y el escudo originales) y los Howling Commandos liderados por el Sargento Nick Fury. Por supuesto, una vez en Wakanda se topan con el rey/ guerrero, Black Panther (el abuelo de T´Challa), y una vez limadas las asperezas y soslayadas las desconfianzas propias de tratar con emascarados de otra raza, otra cultura y otro continente, entre todos le dan masa a los esbirros del Führer.
Reginald Hudlin, guionista de la revista de Black Panther durante varios años, hizo los deberes. El tipo hace gala de un vasto conocimiento de la sociedad, la política y la cultura de Wakanda y hasta nos muestra las peleas de dos niños, T´Chaka y su hermano S´yan (padre y tío respectivamente de nuestra pantera favorita), que años más tarde serán fruto de muchas desgracias para la próspera nación. Cuando juega con la continuidad del Capi, me parece que la pifia. Estoy casi seguro de que otros guionistas ya nos habían contado cómo y dónde perdió Steve Rogers el escudo original. Lo que creo que no se sabía es de dónde carajo salió el vibranium que se usó para el segundo (y definitivo) escudo. Acá Hudlin nos lo da a entender con astucia y sutileza.
Por el lado de los Howling Commandos, Hudlin se concentra en Gabe Jones, el soldado de raza negra que peleó junto a Fury en la época en que la integración racial estaba muy lejos. De pronto, los yankis se ven jugando de visitante en un país donde los “negros salvajes e inferiores” pelan avances tecnológicos y sociales impensados para Occidente, y eso obviamente le hace un click en el bocho a Gabe. Los nazis están ahí para proferir los términos más ofensivos para con los negros, y el Capi para demostrar que en el EEUU ideal la diferencia entre blancos y negros no existe ni como tema de conversación. Pero en la sociedad yanki de los ´40 el tema existía y era espinoso, y Hudlin se hace cargo de eso con buen tino y mucha inteligencia.
Por el lado del dibujo, acá lo tenemos al gran Denys Cowan, un poco afectado por el hecho de tener tres entintadores (con el que mejor se entiende es con Klaus Janson) y un poco sobre-excitado, muy cebado por darle espectacularidad pochoclera (kirbyana, incluso) a todas las secuencias, hasta a aquellas que no lo requieren. Pero el dibujo es muy correcto, con gran dinamismo y –al igual que el guión- sin titubeos a la hora de la violencia, la sangre y el gore. Cowan, venerado por siempre a partir de su labor en The Question, tiene fama de galán irresistible (de hecho, trabajó también como modelo), de Guacho Winner que se llevó a la cama a cuanta mina le pareció atractiva, y las malas lenguas dicen que los coordinadores le dan trabajo y le pagan bien para asegurarse de que no ventile nombres ni detalles. Si esto fuera así, y el tipo tuviera el laburo garantizado más allá de la calidad de las páginas que entrega, no se explica el esfuerzo y la pasión que se nota en las mejores páginas de esta saga. La viñeta-página del primer episodio en la que el Capi irrumpe para ayudar a los Howling, o la secuencia en la que el White Gorilla masacra a un puñado de wakandanos con sus propias manos, son sencillamente memorables.
Blancos, negros, arios y hasta un hijo de puta con el cráneo rojo se dieron de lo lindo en esta mini, una vez más con el vibranium en juego. Si querés leer una aventura distinta, intensa, sangrienta y con guiños para los eruditos en materia de historia marveliana, entrale con confianza.