el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 26 de mayo de 2024

TARDE DE DOMINGO

El domingo pasado me hice el banana y mandé tres reseñas juntas, como si sobraran. ¿Qué pasó después? A lo largo de la semana prácticamente no tuve tiempo de leer comics. Y recién hoy, una semana después, puedo volver a redactar las reseñas de los dos libritos que logré terminar. Me devoré el Vol.3 de DDDDD, y mis expectativas subieron mucho, porque este tomo es bastante mejor que los dos primeros. De a poco, Inio Asano empieza a introducir dos elementos con los que se lleva muy, pero muy bien: un cierto tinte más reflexivo, más existencialista, y un cierto vuelo poético. Sin dejar de lado para nada lo más interesante que tenía hasta ahora DDDDD, que era el contraste entre el slice of life de las chicas de escuela secundaria y el extraño contexto de un Japón sobrevolado por naves espaciales contra las que las fuerzas militares de la islita no pueden hacer casi nada. El plot de los invasores gana protagonismo en esta entrega y ya no es algo de lo que Asano se acuerda de vez en cuando: ahora está muy presente, de punta a punta del tomo. Ya de entrada los combates entre militares japoneses y naves alienígenas se cobran la vida de uno de los personajes secundarios con más peso en los dos primeros tomos, y para el final el autor sube la apuesta en materia de sorpresas impactantes cuando -por primera vez- nos muestra cómo son los seres que tripulan estas naves. Entre todo esto, las escenas de las chicas tienen (de nuevo) algunos diálogos muy logrados, momentos cómicos, momentos delirantes y momentos realmente pavotes, que no aportan nada. Alrededor de las chicas anda Hiroshi el hermano de una de ellas, que me parece que va a ser el personaje secundario más interesante de la serie, por cómo lo viene desarrollando Asano. Y lo último para destacar es cómo el manga desenfatiza las escenas de acción bélica, los bombardeos y demás escaramuzas entre las fuerzas militares japonesas y las naves invasoras... mientras enfatiza todo lo contrario: la forma en que, con el correr de unos pocos años, la gente de las ciudades invadidas se acostumbraron a vivir bajo la sombra de las naves y hasta incorporaron a la cultura cotidiana elementos que reflejan la constante presencia de estos extraños artefactos por sobre sus cabezas. Ahí hay algo, probablemente una invitación a la reflexión desde la ironía, que me resulta interesante. Y por supuesto, una vez más me encuentro con unos dibujos deslumbrantes, con los que Asano y su equipo de asistentes te regalan viñeta a viñeta un festín para los ojos. Para esta altura yo ya noto tres niveles de realismo en los dibujos: los fondos hiperrealistas basados en fotos, las chicas (y algunos varones) dibujadas en un estilo semi-funny, que al toque remiten a comedias adolescentes estilo Archie, y un tercer nivel, de personajes incidentales, que no tienen desarrollo, que son gente que simplemente pasa por ahí, y que está representada con un trazo definitivamente humorístico, cercano al estilo que utiliza Asano en las breves historietas de Isobeyan con las que abre y cierra cada tomo. En fin, bizarreadas que se suman a una serie que ya de por sí es rarísima. Ah, un dato bizarro más: este Vol.3 salió en Mayo de 2023, y al día de hoy (un año después) solo aparecieron TRES tomos más. O sea que, a este ritmo, faltan otros dos años para que Ivrea llegue al Vol.12. Un disparate.
Por fin pude leer completo Dragontamer, el arco final de Slaine, escrito por el maestro Pat Mills y dibujado por nuestro compatriota Leonardo Manco. Esto se serializó entre 2019 y 2020 en la revista 2000 AD, y para la reedición en libro (de lujosas tapas duras, donde la saga central viene complementada por dos historias cortas en blanco y negro) Manco retocó varias páginas, para que en vez de ser magníficas sean perfectas. No hay manera de explicar lo que hace Manco a nivel visual en esta obra. Pocas veces me tocó ver a un artista pegar un salto cualitativo como el que dio Leo entre sus trabajos anteriores (pienso, por ejemplo, en la miniserie de Wacky Races en DC) y este. Yo creo que lo cautivó la temática, la ambientación, la posibilidad de crear una aventura 100% fantástica, en la que no hay límites para la cantidad de sangre, tripas y miembros amputados que vuelan por el aire. Manco sintoniza al toque la onda cabeza de "machaca, monstruos, hachazos y sangre" y le agrega un toque de elegancia, un preciosismo exquisito que hace que Slaine parezca más una obra de arte que un entretenimiento hiper-violento para varones adolescentes pasados de testosterona. Por ahí en algunas secuencias se nota un poco la escasez de fondos, pero está perfectamente compensado con el laburo descomunal en la figura humana, en las expresiones faciales, en el diseño de los dragones, de las armas y armaduras... Esto es una fiesta en la que bailan (y chapan) el descontrol típico de Simon Bisley y la sobriedad y la belleza de un Frank Frazetta. No recuerdo otras obras de Manco realizadas a color directo (en general entrega páginas en blanco y negro, para que alguien más las coloree), y tampoco recuerdo historietas de la 2000 AD en las que el color se vea mejor que en Dragontamer. Visualmente esto es una gloria, un trabajo más que consagratorio para un Leo Manco que no está ahí, expuesto todo el tiempo, pero que cuando aparece detona todo su talento y -en laburos como este- se da el lujo de pintarle la cara a colegas que quizás tienen más renombre y más fans. Muy atrás de la maravillosa propuesta pictórica de Manco queda el guion de Mills. ¿Esto es el final de la saga de Slaine? ¿Por qué me mienten, si queda más abierto que un 24 horas? Ni siquiera vemos la derrota final del principal villano, ¿a quién quieren engañar? Y la trama en sí es de una pobreza desoladora: excusas chotas para que Slaine derrote en un combate atrás del otro a las fuerzas del villano, y no mucho más. Lo único mínimamente distinto, o potencialmente interesante, es la dicotomía entre un déspota que odia a los mutantes/ híbridos/ mestizos y tiene un hijo que es mitad ser humano/ mitad dragón. Pero eso ocupa el centro de la acción a lo largo de... tres páginas, a lo sumo. Después hay que seguir con el festival de los cuerpos atravesados o seccionados por hachas, lanzas, espadas o flechas. Y otra cosa: en el mundo de Slaine hay muchísimos elementos fantásticos, que tienen su peso en la trama de Dragontamer pero que nadie explica, como si Mills diera por sentado que todos sus lectores conocen a la perfección todo el lore acumulado por la serie en las sagas previas. No me quiero ensañar con el maestro Mills, a quien admiro muchísimo, pero la verdad que acá lo salva el dibujo de Manco. Que es imponente, fastuoso, majestuoso. Y que alcanza y sobra para que cualquier fan de la historieta de aventura o del dibujo realista quiera tener este libro. Nada más, por hoy. Espero poder postear durante la semana. Nos vemos el miércoles a las 22:30 en una nueva emisión de Agenda Abierta, en el canal de YouTube de Comiqueando.

lunes, 22 de febrero de 2010

22/ 02: WAR MACHINE Vol.1


Si sos de los que se divierten hinchando por los malos y se preguntan cómo sería el mundo si estos finalmente ganaran, no busques más. Todo lo que publicó Marvel entre el final de Civil War y el final de Siege es exactamente eso: un mundo en el que ganaron los malos. Primero los fachos, que son malos pero dentro de la ley, y ya cuando arranca el Dark Reign, directamente gobierna Norman Osborn, el Green Goblin, un psicópata hijo de puta culpable de innumerables crímenes de lesa humanidad. El Capitán América -símbolo de todo lo bueno que EEUU podría ser en las manos correctas- está muerto, y el pulenta es el capo de una megacorporación, que en sus ratos libres es supervillano. O sea que la mano viene tan dark que hasta Iron Man, sucio traidor que rifara las libertades y derechos de sus colegas por bancar una ley fascista del nefasto George W. Bush, tiene que pasar a la clandestinidad cuando sube Osborn.
En ese contexto en el que los héroes se desdibujan y los villanos tienen la manija, aparece esta serie regular de War Machine, protagonizada por Jim Rhodes, el Iron Man del Nacional B, siempre más violento y extremo que Tony Stark. Rhodey está convertido prácticamente en un cyborg, pero ni uno sólo de sus engranajes puede identificarse como creado por Stark, para que pueda operar en escenarios de alto conflicto con total impunidad.
Al frente de los guiones está Greg Pak, el pibe que ascendió al Olimpo con la espectacular Planet Hulk. Pero acá está a media máquina (cuac!), o menos. De hecho, los guiones de War Machine son tan chotos que me recuerdan a los de los comics de Image en sus primeros años: páginas y páginas de machaca descontrolada e innecesaria, con una onda excesivamente militarista, infinitos chiches tecno, clones, nano-virus, mega-robots genocidas, diálogos sin onda balbuceados por personajes chatos, cínicos, armados hasta el ojete y que no paran de hacerse los heavies… una bosta, bah. La aparición de Ares (que se queda durante varios números sin sentido ni explicación) es tan patética y aporta tan poco, que me enorgullezco de no haber leído ni uno sólo de los cientos de comics de los últimos años que lo tienen repartiendo hachazos y violencia al pedo. La única escena grossa es la del final, cuando Rhodey se le planta a Osborn y le explica en qué términos está dispuesto a negociar y en cuáles no. El resto, de verdad, da mucha pena. Pareciera que Marvel no aprendió nada de todo lo que le pasó desde la última vez que War Machine tuvo serie propia…
Para tratar de hacer la cosa más llevadera, tenemos a cargo de los dibujos a Leo Manco, que venía de romperla en Hellblazer. Pero olvidate de todo eso, este no es el Manco vanguardista de los ´90 (al que tanto le afanaron Alex Maleev, Jae Lee y un par de estrellitas más), ni el Manco maduro de Hellblazer y los westerns de Ostrander. Acá labura mucho sobre fotos, retocadas en la etapa del entintado, lo cual le resta plasticidad, expresividad y personalidad al dibujo. Otro fuerte de Manco, que son los climas, tampoco están: no los propone el guión, no los realza el color y apenas los insinúa el dibujo. La única secuencia con un clima interesante es un flashback a la infancia de Rhodey y Glenda que, por ser amigo de Leo, me consta que fue la más complicada e incómoda a la hora del dibujo. Manco la rema con una de las armas que jamás le fallan: la narrativa. Por más pedorro que sea el guión, el marplatense siempre encuentra el enfoque más piola y la puesta en página más atractiva, para que todo se entienda, fluya y parezca mínimamente legible. Juega a su favor el hecho de que el guión está MUY al servicio del dibujo, y le da a Leo la chance de meter muchas splash-pages de gran espectacularidad, que obviamente aprovecha para mandarse unos dibujos devastadores. Pero todo el planteo es tan hueco, tan frío y tan cabeza, que no zafa ni aunque te lo vendan como un artbook de Manco con algunos globitos arriba. La serie arrancó con muy buenas ventas, pero en el rubro calidad, War Machine perdió como en la guerra.