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sábado, 19 de junio de 2021
14 al 20 de JUNIO
Otra semana de escasa lectura, porque estoy muy cebado leyendo otra cosa (vinculada a la historieta) y no le dediqué muchas horas a los comics que pueblan mi estante de material pendiente de lectura.
Me devoré una novela gráfica de 96 páginas de Cybersix, de fines de 1995, la época de pleno auge de la creación de Carlos Trillo y Carlos Meglia. Y me pareció flojísima. El planteo no es malo: aparecen en Meridiana tres robots creados por los nazis en los años ´40, que se alimentan de Odio, Miedo y Dolor (por eo el librito se titula “Odio, Paura, Dolore”). Estas criaturas provocan un in crescendo de muertes, que va a desembocar en el choque con Cybersix, en medio de una especie de gran convención anual de sadomasoquistas, donde habrá grandes dosis de odio, miedo y dolor. Pero el desarrollo es poco interesante, a tal punto que nada de lo que sucede logra empañar al principal sub-plot que tiene en este momento la serie: Cybersix tuvo un bebé, que fue raptado por los villanos, y esto la desestabiliza emocionalmente como nunca antes. Ese conflicto eclipsa por completo al de los robots y es el que le da a la historieta buena parte de su interés dramático. Por otro lado, Trillo se da cuenta de que el argumento que se le ocurrió no soporta un relato de 96 páginas, entonces TRES VECES a lo largo de la novela, interrumpe la narración para llevarnos –con cualquier excusa- al terreno de la “ficción dentro de la ficción”. Allí encaja con forceps tres historias cortas (también vinculadas al terror), que no tienen nada que ver con la saga de Cybersix, dibujadas en un estilo totalmente distinto al de Meglia por Ricardo Vispo, uno de los integrantes de la Legión de Asistentes de Meglia. ¿Cuándo y para qué proyecto habrán realizado Trillo y Vispo esas páginas que acá aparecen a modo de relleno? Ni idea, pero se nota mucho que no se pensaron originalmente para integrarse a la trama de este librito de Cybersix.
Las 70 páginas que sí están dibujadas en el estilo habitual de la serie tienen muy poco de la magia de Meglia. No me atrevo a afirmar que TODO haya sido dibujado por asistentes que imitaban la línea del prócer quilmeño, pero no lo descarto. La mano maestra de Meglia se nota en los fondos (que son los mismos en todas las aventuras de Cybersix) y no mucho más. La verdad, me lo voy a guardar sólo por el amor incondicional a Trillo y Meglia y porque al estar en italiano es difícil que alguien me la quiera comprar, o me la acepte como regalo. Tengo sin leer varias novelitas más de Cybersix en italiano, así que en los próximos meses las vamos a recorrer en este espacio.
Me fue mucho mejor con el Vol.3 de The Goon, la serie de Eric Powell, hoy casi “de moda” gracias a la edición en castellano que pulula por las comiquerías a un precio bastante amistoso. Esta vez no hay autores invitados, está todo escrito y dibujado por el ídolo. Incluso en el episodio en el que aparece Hellboy a compartir una aventura con The Goon, Mike Mignola apenas aporta un par de páginas y algunos diálogos, como para no eclipsar en absoluto a un Powell que está en un nivel increíble.
Además, en este tomo, no sólo hay historias que impactan por la violencia y la guarrada. También hay historias emotivas, que te llegan al alma y demuestran que Powell es mucho más que un especialista en “chabones grandotes y monstruos que se cagan a trompadas”. La historia de la dama vampiro, y la del zombie que resucita pero quiere volver a morir, son dos joyas que le suman a la serie una capa de profundidad y hasta de lirismo. Y después, la de Hellboy y la del Hombre Lagarto, son aventuras clásicas de machaca, descontrol y delirio, con guiños irónicos, groserías y todas esas cosas que ya vimos y disfrutamos en los TPBs anteriores de The Goon.
Por supuesto, el dibujo sigue tan potente y tan glorioso como siempre, repleto de esa magia heredada de los grandes cracks de la E.C. Comics y de Will Eisner, y siempre puesto al servicio de una narrativa cristalina, cautivante y efectiva como pocas. No sé cómo seguirá la evolución de la serie, porque no me quedan más TPBs sin leer. Pero lo que leí hasta ahora es realmente grosso. No es la mera suma de elementos fantásticos y bizarros + violencia al palo + chistes groseros. Hay más. Hay un espíritu, un corazón… no sé cómo definirlo, pero hay algo que está ahí, que le suma una onda alucinante y una identidad reconocible al instante a esta creación de Eric Powell cuyo aporte al mainstream yanki de este siglo sería absurdo soslayar.
Y nada más, por hoy. Nos reencontramos el finde que viene, con nuevas reseñas acá en el blog. Y si quieren leer más (y mejores) textos sobre comics, siempre tienen la posibilidad de descargarse el apoteótico nº2 de Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/. Gracias y hasta pronto.
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sábado, 8 de mayo de 2021
3 al 9 de MAYO
Esta semana le dediqué bastante tiempo a luchar contra un comic que a priori me interesaba, pero con el que me aburrí mucho. No lo voy a reseñar, pero igual tengo otras cosas leídas que quiero comentar acá.
Empiezo en EEUU, en los inicios de este milenio, cuando Eric Powell desactiva el sello Albatross y las historietas de The Goon pasan a editarse a través Dark Horse. Este Vol.2 (vimos el 0 y el 1 en las reseñas del 25/06/10 y 29/01/20, respectivamente) coincide con la mudanza de The Goon de un sello chiquito, autogestivo, y una editorial ya recontra-afianzada en el mercado.
En estos primeros números en Dark Horse, Powell ofrece un recuento de la historia previa del personaje para quienes no conocían lo anterior, y enseguida se lanza a contar nuevas historias ambientadas en este mundo ominoso, crepuscular… pero 100% proclive a las aventuras en joda. The Goon es, básicamente, una comedia de humor negro. Y el recurso que utiliza Powell para hacernos reir es la naturalización de la violencia desmedida, la mala leche, la grosería y la sordidez extrema. Acá todos los personajes son seres deleznables, cuyo aspecto monstruoso es apenas la cáscara de verdaderos cúmulos de maldad. Todos mienten, todos estafan, todos roban, todos se tratan de llevar lo que no les corresponde y de voltearse a quien no les corresponde, es una jungla despiadada y voraz donde sólo los más fuertes y los más garcas sobreviven. ¿Eso es gracioso? Sí, Powell logra que sea MUY gracioso. Y además lo usa como disparador para las aventuras, que tienen (casi siempre) muchísima acción.
Lo único que me dejó un sabor agridulce en este tomo es que el mejor guion que escribe Powell (las 11 páginas de “The Abomnibale Boggy”) no las dibuja él, sino Kyle Hotz… que no es malo, pero es un clon muy alevoso del mejor Kelley Jones, que a su vez asaltaba a mano armada a Berni Wrightson. Por suerte, de las historias que dibuja el propio Powell (a un nivel apabullante) no hay ninguna chota: todas van de lo simpático a lo recontra-power. Tengo otro tomo de The Goon sin leer, así que pronto volveremos al extraño mundo de Eric a machacarnos con zombies, fascinerosos y zombies, fascinerosos.
Sigo con monstruos y criaturas bizarras que se cagan a palos, y salto a Argentina, año 2020, cuando se publica Bestias Alteradas, una revista de apenas 36 páginas en blanco y negro, con dos historietas completas del capo marplatense Julián Mono. La segunda está escrita por Watkins, y si bien no es mala, tampoco es gloriosa. Pero la primera historieta, esas 15 páginas que Mono escribe y dibuja, es una bomba atómica. El dibujo es alucinante, la puesta en página está muy cuidada, y por si esto fuera poco, el guion es buenísimo, y los diálogos son geniales. Me reí mucho, me encariñé fuerte con el personaje de Loberto (ojalá vuelva en otras aventuras), me copó ese mundo bizarro y extremo en el que transcurre la historia y sin dudas, me dejó muy cebado, pidiendo más. La revista tiene unas publicidades en joda que no desentonan para nada con la onda bizarra y revulsiva de las historietas y que sirven para redondear un paquete muy, muy atractivo para aquellos que disfrutamos de las deformidades que salen de la mente de Mono.
Y para compensar la breve extensión de estos textos, le hago copy-paste a una reseña que escribí hace más de 15 años, perdida en las brumas del tiempo, con la que extrañamente sigo estando bastante de acuerdo.
Me guardé para el final una joyita argentina, poco conocida, pero sencillamente magistral. Cuando a uno le dicen “Robin Wood y Mandrafina”, enseguida se babea y responde “Savarese! El mejor policial de bla, bla, bla...” y el resto no se entiende, por la baba. Sin embargo, esta ilustre dupla tiene en su haber otra creación, una serie bastante más breve, iniciada a fines de los ‘80 y titulada Morgan.
Morgan cuenta la historia de un detective duro en el año 2050, un
tipo anclado en una gigantesca e inhóspita mega-urbe, casi deshabitada, ya que todos los terrestres que pudieron se mudaron a las colonias en otros planetas. En la Tierra queda la lacra, los criminales, los mutantes y los vivos que hacen negocio con la desgracia ajena. De todos modos, Wood aprovecha las posibilidades de esta peculiar ambientación sólo en algunos casos, y pareciera sentirse más cómodo con las convenciones del típico hard boiled, o policial oscuro. En ese rubro, los hallazgos son muchísimos: los casos son complejos, los clientes están perfectamente definidos con un par de pinceladas maestras, y Morgan tiene la actitud perfecta (y unos diálogos geniales) para este tipo de relato.
Lo más impactante de Morgan (por lo menos para mi gusto) es su clima sórdido y su “filo” que lo acerca muchísimo a la historieta más adulta, esa que uno no suele identificar con Columba, sino más bien con Fierro, o Skorpio. De hecho, todas las historietas que integran el primer (y lamentablemente único) tomo recopilatorio de Morgan se podrían haber publicado tranquilamente en Fierro o en Skorpio, siempre y cuando les agregáramos la obligatoria escena de tetas al aire. Morgan tiene esa ironía, esa amargura y ese nihilismo típico del comic para adultos de los ‘80 y eso la convierte en una rara gema en la corona de Robin Wood.
El dibujo de Mandrafina es excelente, como siempre, pero aquí adolesce de un cierto abuso de los primeros planos. Seguramente, Cacho producía muchísimas páginas por semana y eso exige, entre otras cosas, más cabezas enormes y menos paisajes llenos de detallitos. Pero el fuerte es (como en Savarese, como siempre) la narrativa, la forma en que Mandrafina interpreta a Wood, cómo enfoca, cómo complementa a la perfección los textos del guionista, cómo nos mete en ese futuro espantosamente cercano. Del color y las letras, ya está todo dicho (y es todo horrendo). El resto, un lujo, sin duda.
Y ahora sí, no hay más. Pueden pasar por el sitio web de Comiqueando a leer más notas, bajar revistas viejas sin poner un sope en el sector de descargas gratuitas de comiqueandoshop.blogspot.com, comprar la descarga de la Comiqueando Digital nº1 ($ 290, una bicoca), o esperar unos días a que yo lea más material y lo reseñe, acá en el blog.
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miércoles, 29 de enero de 2020
NOCHE DE MIERCOLES
Bueno, pintó el ratito
para reseñar los libros que me devoré en estos últimos días.
Hace casi 10 años, el
25/06/10, empecé a leer The Goon, de Eric Powell. Y me gustó bastante, lo cual
no se condice con el tiempo que pasó hasta que leí un segundo tomo de dicah
serie, en este caso el Vol.1 (porque la numeración de los TPBs empezó en el 0).
Ya tengo encanutados un par de tomos más, así que seguro que este año (o a lo
sumo el próximo) voy a volver a esta ciudad crepuscular imaginada por Powell,
en la que pululan los zombies, hombres-lobo, fantasmas y criaturas bizarras de
todo tipo, vivas, muertas y no-muertas.
Este tomo incluye dos
historias cortas (básicamente en joda, donde no hay mucho más que una situación
disparatada resuelta a través de un estallido de violencia) y cinco historias
largas, de las cuales sólo dos se meten a full con lo que parece ser la trama
principal de The Goon: la lucha entre este portentoso muchachón y el Zombie
Priest, villano central, cerebro (“cereeeebroooos…”) detrás de verdaderos
ejércitos de no-muertos que le disputan al protagonista el control de la
ciudad. Esas dos historias están buenísimas y la verdad es que Powell se anima
a hacer avanzar esta trama principal sin ningún reparo. De las otras tres
historias extensas, una (la de Navidad) me pareció bastante pavota, otra (la
del ilusionista) me pareció que estaba bien pero no aportó demasiado, y una
tercera (la del botín escondido en la casa embrujada) me pareció una
genialidad. Esas son las 23 páginas que yo le daría al que jamás leyó The Goon
para cebarlo definitivamente con esta serie, su elenco, su atmósfera, su ritmo.
El resto, muy similar al
Vol.1: un combo muy eficaz entre un hard boiled a lo Sin City, con elementos de
terror y con una violencia exacerbada al punto de la joda, al estilo Cazador.
Sangre, tripas, tiros, hachazos, chistes, referencias a comics y películas
Clase Z de los ´50 y ´60… Todo muy entretenido y dibujado como los dioses por
este heredero de los grandes maestros de la E.C., con momentos re-Berni
Wrightson y búsquedas narrativas en la tradición del mejor Will Eisner. The
Goon no es la mega-maravilla universal que te cambia la vida, pero para pasar
un buen rato con aventuras en son de joda y monstruos pulentosos que se cagan a
palos, está perfecto.
Salto a Argentina, año
2019, cuando finalmente se hace realidad Pumbapá, el ambicioso proyecto de
antología de historieta infantil impulsado hace unos cuantos años por Diego
Cortés y Mariana Salina que quedara trunco tras la muerte del irremplazable
guionista/ editor/ poeta/ comerciante/ genio/ etc.. Gracias a un crowdfunding y
a la labor de Loco Rabia, Pumbapá se bajó de la lista de los proyectos
imposibles y se subió a las bibliotecas de un montón de niños y niñas. Veamos
cómo forma esta verdadera selección nacional de historietas para chicos.
Falta Messi, o sea,
Chanti. El astro mendocino es un exponente fundamental de la historieta
infantil, cuya ausencia me llamó la atención. Fuera de eso, la magia está
garantizada, porque realmente se armó una antología poderosísima. Lo que más me
gsutó fueron los dibujos de Coty Taboada, la muralista cordobesa que acá la
rompe como historietista. Pero también encontré otros trabajos muy sólidos,
disfrutables tanto a nivel gráfico como a nivel del guión: la historieta de Fer
Calvi es excelente, la de El Perro de la Esquina de Leo Arias también, la de
Sole Otero también. También me encontré con muy buenos dibujos de Aleta Vidal
(autora también de la portada), Nicolás Brondo, J.J. Rovella, César Da Col
(referente hace mil años de la historieta infantil, pero con poca obra editada
en el país), y con un trabajo visualmente increíble de Fabián Mezquita. También
me reí con la de Brian Jánchez, me pareció interesante la de Lubrio (aunque la
letra tan chiquita me hizo doler la cabeza como si estuviera dando a luz a una
ballena por la oreja) y descubrí cositas para rescatar en varias historietas
más.
Pumbapá funciona como
testimonio del muy buen momento por el que atraviesa la historieta infantil en
nuestro país. Hay calidad, hay diversidad, no hay un molde al que todos clonan
para colgarse de las tetas de los tres o cuatro productos más exitosos… la
verdad que es un ámbito donde hay dificultades (como en todos) pero donde se
está generando muchísimo material de gran nivel. ¿Qué hacemos los adultos con
Pumbapá? Lo compramos, le dedicamos 25-30 minutos de lectura y quedamos como
reyes regalándoselo a hij@s, sobrin@s, ahijad@s o mascotas bípedas, que leerán
este material con ojos de niñ@ y seguramente sentirán esos primeros chispazos
de pasión comiquera que –en una de esas- los llevarán a embarcarse en este
camino hacia la perdición que nosotros transitamos hace tantos años con tanta
alegría.
Nada más, por hoy. Cumplida
la meta de los 10 posts por mes, creo que nos reencontramos en Febrero. Gracias
y hasta pronto.
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viernes, 25 de junio de 2010
25/ 06: THE GOON Vol.0
Llevaba años queriendo leer The Goon y nunca había pasado de una historia corta en una antología de Dark Horse. Puesto a empezar, me jugué a empezar de cero, en el tomito que recopila los tres números de la primera serie de The Goon, publicados en 1999 por una editorial de Primera C que obviamente ya no existe. Para la nueva edición en Dark Horse se agregaron textos, bocetos e ilustraciones, así que se armó un pack atractivo incluso para el que seguía a Eric Powell desde que comía banco de suplentes en las divisiones inferiores.
El personaje está muy bueno: es una mezcla entre Hellboy y Cazador. O sea que hay violencia, destripamientos, puteadas, mala leche y demás atrocidades cazadoriles, pero además hay un cuidado por los climas, por respetar (en la medida de lo posible) ciertos códigos que tienen que ver con el género del terror, más algunos elementos del policial negro, como si de a ratos ese amalgam Cazador/ Hellboy sumara también a Marv, el grandote heavy de Sin City. Frankie, el amigo del Goon también es un personaje muy rico, con matices muy interesantes. Y los villanos, apenitas. Salvo el Zombie Priest, el resto son apenas obstáculos a los que el Goon caga a trompadas o mutila.
Los guiones de estas tres historias son bastante limitados, aunque los que leyeron los tomos posteriores afirman que después Powell levanta muchísimo el listón. Acá casi todo pasa por la machaca, el gore y algunos chistes de humor negro. Ni siquiera los zombies están planteados como la típica amenaza que vemos en las pelis de zombies, sino que actúan más como bandas mafiosas. Son zombies como podrían ser barrabravas o chimpancés. En ese sentido, no son pocas las similitudes con Johnny Caronte, la historieta de Tony Sandoval que vimos hace un tiempo.
El primer giro interesante llega en el tercer episodio, cuando Powell nos retrotrae a los años mozos del protagonista, y narra en un magnífico flashback el origen de la relación entre el Goon y Labrazio, el único capo-mafia que le hace el aguante al Zombie Priest. Acá se nos presenta a varios personajes muy bien definidos, y además a un Goon distinto, no sólo más pendejo, sino también con motivaciones y sentimientos mucho más humanos. Ahí está la primera pista de que Powell tiene con qué ir más allá de la clásica fórmula del “muchachón pulenta que reparte piñas, hachazos o balazos entre todos los pelotudos que se le pongan adelante”. Pero esa compleja relación entre el protagonista y el jefe mafioso no se llega a esclarecer, ni mucho menos a resolver, en este tomo. Habrá que esperar al siguiente, a ver qué onda, pero con mucha fe, porque las últimas secuencias de este libro son, sin duda, las mejores.
Por el lado del dibujo, la evolución de Powell también es notable. Empieza como un clon muy correcto de los próceres de la E.C. (básicamente, Jack Davis, Wally Wood y Bill Elder), pero con el correr de las páginas suma mignolismos, yeites narrativos típicos de las historietas en joda de Keith Giffen, y ya en el último episodio, en aquella secuencia de flashback, pela animaladas dignas de Will Eisner o Berni Wrightson. Ese tramo, coloreado directamente sobre los lápices de Powell, dejan clarisimo que estamos frente a un dibujante con un talento inusual. Un monstruo que todavía estaba lejos de su nivel actual, pero que ya daba cátedra de historieta. Un dato no menor es que el colorista que interpreta a la perfección a Powell no es otro que Dave Stewart, ese Rey Midas del photoshop que le da su toque de magia y calidad a todos los hits de la editorial del caballito. Así cualquiera, no?
The Goon arrancó bien, con unos dibujos alucinantes que mejoran número a número y unos guiones al principio un poquito obvios, pero que para el final de este tomo ya empezaban a levantar temperatura. Y esto es sólo el principio, el embrión, el boceto de lo que la serie va a ser más adelante. O por lo menos eso prometen el prólogo de Powell, y los críticos a los que sigo en la web, y mis amigos que ya leyeron varios tomos. ¿Y quién soy yo para no creerles?
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