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lunes, 22 de agosto de 2011

22/ 08: VALIZAS


Retomo mis habituales paseos por la historieta latinoamericana actual y la primera parada me lleva a Uruguay, más precisamente a un pueblito sobre la maravillosa costa de Rocha, llamado Valizas. Ahí me esperan (bien abrigados para zafar del viento y el frío) el ya consagradísimo guionista Rodolfo Santullo y uno de sus más prolíficos socios argentos, el maestro Marcos Vergara. Juntos intentarán superar su trabajo anterior, Cena con Amigos, una joya a la que visitamos en el blog en Abril de 2010, y que dejó el listón muy, muy arriba.
Y mi veredicto personal (muy discutible, por cierto) es que me gustó un poquito más Cena con Amigos. Valizas es una excelente historieta, de eso no me quedaron dudas, pero le faltó esa increíble instancia de identificación que proponía Cena…, esa sensación de cercanía, de familiaridad casi, de estar a milímetros de ser un miembro más del elenco que Santullo y Vergara crearon para llevar adelante aquella memorable trama policial.
Valizas se nos planta más lejos: primero, porque está ambientada a fines de los ´70 y no hoy. Segundo, porque transcurre en aquel agreste poblado costero, dominado por el mar, la arena, el faro y las cabañas de los pescadores. Tercero, porque los protagonistas son un pescador viudo, su hijito y una pareja de militantes de izquierda, perseguidos por la dictadura uruguaya. Y cuarto, porque cuando nos quiere “distraer” de la trama central, Santullo recurre a historias clásicas, redondas, perfectas, pero ambientadas en Alejandría, o en la antigua Hélade. O sea que las instancias de identificación del lector promedio son mínimas.
También es mínima la acción, y este es uno de los gigantescos méritos de Valizas: la novela mantiene todo el tiempo un clima tenso, ominoso, asfixiante, en el que todo está siempre al borde de derrapar hacia el drama, hacia la tragedia extrema. Y en realidad no pasa nada. Los milicos nunca encuentran a los prófugos, nadie mata a nadie, no vuela ni una trompada. Pero Santullo y Vergara se las ingenian para que vos igual sufras y te preocupes por estos personajes, y temas lo mismo que temen ellos. El clima tenso le sirve al guionista para que sus creaciones saquen a relucir su peor parte. Al final, van a ganar la comprensión, la fraternidad y la solidaridad. Pero antes vas a ver paranoia, desconfianza, suspicacias fuera de lugar y hasta pases de factura bastante heavies entre hermanos.
Los personajes (y ese es el otro gran mérito de Valizas) están perfectamente construídos, con los suficientes dobleces como para que no podamos establecer categorías tipo “buenos y malos”. Son gente castigada por la vida, que hace lo que puede. Incluso los personajes secundarios (el viejo del faro, la maestra y Lopetegui) están cuidados y todos entran y salen de escena prolijamente, en los momentos justos y sin dejar nunca de hacer su aporte a la trama.
Para este trabajo, Marcos Vergara pela un estilo nuevo, distinto a los que le conocíamos hasta ahora, mucho más proclive al expresionismo, a la captura de los climas, que tanto peso tienen en Valizas. Es un salto conceptual grosso, comparable al que pegó el Viejo Breccia entre Mort Cinder y su versión de El Eternauta. Ahora Vergara nos muestra su lápiz, los hilos de su marioneta, y le agrega textura, complejidad y valores a través de unas tramas que parecen como raspadas, y que quedan perfecto sobre el color arenoso que predomina en los fondos de toda la obra y hasta en el libro impreso. Y por supuesto, acierta en las expresiones faciales, que también tienen un enorme peso en la historia. En las secuencias dedicadas a los relatos de la antigüedad clásica, Vergara –con gran criterio- simplifica un poquito la línea y cambia el clima, que obviamente es mucho menos dark (y más épico) que en las secuencias de los ´70. Un laburo muy, muy notable del prócer de San Nicolás.
Valizas es una novela gráfica de enorme fuerza emotiva y expresiva, una historia humana y profunda de gente viviendo al límite (incluso geográfico, porque el mundo de Ulises y Felipe se termina en esa playa infinita), la enésima historia de milicos malos vs. militantes de izquierda buenos, es cierto, pero con tantos matices, tantos diálogos y tantas situaciones tan únicas y tan bien logradas, que es lo que menos importa. Cambiá a los milicos por… un terminator que viene del futuro a matar a los padres de John Connor, por decir algo, y la historia también te va a atrapar. Un lujo y una nueva demostración (a esta altura, innecesaria) del inmenso talento de Santullo y Vergara, una dupla rioplatense de nivel recontra-internacional.