Esta antología editada por el Hotel de la Ideas tiene un problema básico, fundamental, insoslayable: 92 páginas de las cuales sólo 64 son de historieta. ¿Con qué criterio suponen que un lector de historietas quiere comprar y guardar un libro que tiene 28 páginas SIN historietas? Y si cada historieta tiene 8 páginas, ¿no sería lógico que en 92 páginas hubiera por lo menos DIEZ historietas de 8 páginas? La sensación de ver todas esas páginas en blanco es horrorosa: sentís que te están metiendo la mano en el boslillo. No porque el libro sea demasiado oneroso, sino porque te están dando (además de un magnífico prólogo de Leonardo Oyola)… un montón de páginas en blanco! ¿De qué sirven? ¿Qué me aportan? Y la pregunta más chota… ¿no estarán ahí para cubrir a una o dos historietas que tendrían que haberse incluído y se quedaron afuera?
En cuanto a las historietas en sí, la primera tiene un guión bastante logrado de Santiago Sánchez Kutika, con buenos dibujos del siempre versátil y solvente Hurón. Lo que no tiene es ningún motivo para incluirse en una antología sobre trenes y estaciones del Sarmiento. Hay una escena en un tren que podría transcurrir en cualquier otro lado… y eso es algo que vamos a ver bastante en estas páginas.
La segunda historieta, íntegramente a cargo de Diego Rey, tampoco tiene un choto que ver con trenes y estaciones. Me gustó el dibujo, me gustó el tono y me pareció horrenda la tipografía de los diálogos. La verdad que arrancó tan buena y el clima me atrapó tanto, que me hizo esperar mucho de un final que me resultó anticlimático y flojo.
La tercera, escrita y dibujada por Daniel Perrotta, arranca interesante, con una freakeada grossa que pasa arriba de un tren, pero para la mitad se convierte en una historieta autobiográfica (creo) en la que el autor reflexiona acerca de sus relaciones románticas pasadas y -mediante una introspección que nos deja bastante afuera- decide con cuál de sus ex-novios volver a intentar ser feliz. El dibujo… bastante precario.
La cuarta historia, en cambio, banca hasta el final la bizarreada. Es una historieta claramente en joda, un grotesco, apoyado en los muy buenos diálogos de Guillo Lauriente y en la gracia y la chispa de los dibujos de una afiladísima Majox. ¿Justifica la extensión? No, se podría haber contado lo mismo de modo más efectivo en cinco o seis páginas. Pero como es graciosa, se la banca.
Arrancamos la segunda mitad con Emiliano Maitía, que escribe y dibuja una historia autobiográfica que encaja perfecto con la consigna de la antología y tiene momentos muy graciosos. Me hizo acordar a historietas de El Víbora, onda Los Primos del Parque, o aquellas más kilomberas, con Makoki y la Baska. Al dibujo de Maitía le falta bastante para arrimar a un Miguel Gallardo o a un Jaime Martín, pero para este tipo de historia, donde lo importante es la espontaneidad, zafa.
La de Erica Villar y Marina Muñoz tiene excelentes dibujos y una muy buena idea… que no daba ni en pedo para ocho páginas. En cuatro páginas, sería un golazo. Por suerte el dibujo está tan bueno (me mataron esos homenajes a Mike Allred) que ayudan a que el trámite se haga llevadero.
Para la séptima historia, Javi Hildebrandt propone un guión muy notable, con documentación histórica, conflictos fuertes, giros sorpresivos… un lujo. El dibujo no acompaña, lamentablemente. Lauri Fernández opta por un estilo basado en la escala de grises, en personajes muy caricaturescos, casi como si estuviera ilustrando un cuento infantil, y desaprovecha los enormes recursos expresivos de su otro estilo, el que me fascinó en trabajos como Ani o Vientre.
Y si tengo que elegir la historia más redonda, la que más me convenció, voy con la última, escrita por Juan Damían Correa y dibujada con muchísimas pilas por Emmanuel Enríquez, acá mucho mejor, más afianzado que en Lo Subterráneo (ver reseña del 21/01/14). El guión nos mete en una historia de amor a contramano, sin grandes pretensiones pero con muchos logros.
Me parece que, en general, esta antología repite errores que ya habíamos visto en la anterior (06/10/13) y supongo que tienen que ver con el hecho de que se gestiona y se financia desde un colectivo de autores que –además de socios en la aventura de editar- son amigos. Por eso me da la sensación de que no se juegan a decirle al de al lado “No me importa que vos también estés poniendo guita para la edición; esto no tiene calidad para publicarse en un libro”. Así es como entre algunos autores que están en un nivel altísimo, tenemos otros que o no dejaron la vida en su historieta, o lo intentaron pero no tienen con qué. Una pena.
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miércoles, 8 de abril de 2015
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