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sábado, 9 de enero de 2021
1 al 8 de ENERO
En estos días me bajé dos libritos completos y la mitad de un masacote de casi 500 páginas, que reseñaré el finde que viene. Vamos con las reseñas de lo que leí en forma completa.
Manta Vol.4 continúa la saga escrita por Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo, y como siempre el misterio de lo que sucedió en Iceberg (y la venganza de quienes sobrevivieron) cobra nuevas capas de complejidad. Si bien los diálogos son realmente muy buenos, Mazzeo y Crenovich juegan a ponerlos sólo cuando no queda otra. Y además son diálogos muy naturales, que no explican todo el tiempo quién es cada personaje, qué hizo en los episodios previos, qué hace ahora y por qué. O sea que para entender plenamente lo que pasa, hay que prestar bastante atención. Manta es un comic que especula con la inteligencia del lector, al que le tira flashbacks, pistas medio ambiguas, puntas de una conspiración, secuencias oníricas… Si buscás una lectura fácil, obvia y pre-masticada, acá no la vas a encontrar.
El problema es que para que todos estos recursos (largas secuencias mudas, narración en varios tiempos distintos, irrupción de secuencias oníricas, etc.) sean fáciles de comprender, hay que esforzarse mucho en el dibujo, para que el lector no se confunda a los personajes (y a sus distintas versiones, porque un mismo personaje en una secuencia tiene 30 años y en la siguiente, 50). Y este es el punto flojo de este tomo de Manta. Acá se hace cargo del dibujo nada menos que Nicolás Brondo, que es un dibujante ampliamente superior a los que habían pasado por los primeros tomos de la serie. Ya desde lo más básico, desde la puesta en página y la composición de las viñetas, Brondo saca mucha diferencia. Y después la amplía con el manejo de la acción, con el color… sin dudas un gigantesco paso adelante. Donde flaquea el cordobés es con el aspecto de los personajes, que muta mucho de una viñeta a la otra: los vemos adelgazar y engordar en una misma secuencia, la barba de Manuka cambia de forma de un cuadro a otro, por momentos es casi imposible descifrar que este personaje de mediana edad es el mismo al que ya conocemos 20 años más viejo… Ahí hay que ajustar las tuercas, porque si no cada episodio (encima leído con varios meses de distancia del anterior) se va a hacer más críptico y menos accesibles para los lectores que se quieran sumar con la saga ya empezada. El resto, todo muy prolijo, muy atractivo, un lujo.
María Llovet es una autora catalana que la está pegando bastante en el mercado de EEUU. Por eso, cuando vi en oferta una de sus obras, dije “¡adentro!”. Porcelain es la versión de Llovet de la clásica historia de rito iniciático, presentada como una versión Vertigo de Alice in Wonderland o The Wizard of Oz. Una chica de pueblo, con mucho dolor acumulado y reprimido, en una encrucijada fantástica, por momentos épica, siempre muy oscura, en la que va a poder salir (no sin esfuerzo, no sin dar el salto a la madurez) de los laberintos que su propia psiquis le plantea.
La novela tiene profundidad, sostiene los misterios hasta el final y tiene mucho ritmo. Se nota que Llovet leyó mucho comic y vio mucho cine y supo plasmar técnicas y recursos en sus páginas. A mí no me sucedió, pero no descarto que el guion tenga la fuerza y la magia como para detonarle la cabeza a las chicas de 14-15 años que se acerquen a Porcelain porque –incluso sin salirse de los confines de una dark fantasy convencional, apta para adolescentes que vienen de Harry Potter- está bastante jugado.
El dibujo está muy bien, siempre en función de la narrativa, volcado a un claroscuro bien power, bien categórico, con unos decorados alucinantes, un gran trabajo en la ropa de los personajes, y algunas imperfecciones menores en los primeros planos de las caras. Llovet incluso copia a la perfección el clásico recurso de Enrique Breccia de cambiar la técnica de entintado para los flashbacks, con excelentes resultados. Pero a grandes rasgos, la estética que nos propone Porcelain es bastante original, y va más para el lado de mangakas elegantes como Suehiro Maruo, Minetaro Mochizuki o Taiyo Matsumoto que hacia horizontes más “comerciales” y más transitados. Y sí, claro, una vez terminada la historieta, Norma nos encaja 30 páginas de bocetos, ilustraciones sin entintar, y hasta páginas terminadas que la autora finalmente descartó. No está mal, pero no hacía falta. Siempre es más sano editar un libro 30 páginas más finito y cobrarlo un poco menos.
Atenti, entonces, a María Llovet, una autora que viene haciendo las cosas muy bien hace ya 10 años y en cualquier momento explota, porque sin dudas tiene con qué.
La semana que viene, más lecturas de verano acá en el blog.
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martes, 19 de noviembre de 2019
MARTES TRANQUI
Pasó Dibujados y ahora
arranca la cuenta regresiva rumbo a ColossusCom, en Catamarca, próximo evento
en mi infinito cronograma. Previo a eso, tengo un par de días bastante movidos,
pero siempre hay un ratito para reseñar un par de brolis.
Empiezo con El Coyote, un
álbum de 2016 en el que vuelven a colaborar la dupla integrada por el guionista
Yves H. y su papá, el legendario maestro Hermann. Obviamente lo primero que
llama la atención es lo espantosa que resulta esa portada, que encima se parece
poquísimo a la de la edición francesa. Algún día entenderé por qué ECC se
dedicó con tanto ahínco a publicar las grandes obras de Hermann… y a hacerle
mierda las portadas.
El Coyote es un relato de
sueños aplastados por una realidad cruel, injusta, sórdida, en la que no se
cuelan ni cinco centavos de esperanza. Un mundo post-apocalíptico plagado de
gente que quiere sobrevivir, emigrar a un lugar mejor, volver a empezar… y de
gente que se aprovecha de la desesperación del prójimo para hacer su negocio, por
supuesto manchado de corrupción y sangre de inocentes. Creo que el principal
logro de Yves H. es la construcción de este mundo, esta atmósfera, esta
sensación agobiante de que en un entorno que se ve bastante real y cercano, de
pronto pasan todas estas cosas extrañas, angustiantes, truculentas. El
personaje central (Sam) no me resultó particularmente carismático y los
villanos son tan hijos de puta que por bien que los escriba Yves H., no se los
puede redimir. Así que me quedo con eso: con el clima entre enrarecido y
asfixiante y el ritmo de la historia, que es totalmente hipnótico.
Si venís siguiendo este
blog hace un tiempo, habrás notado que sigo en forma incondicional a esta dupla
y que en cada álbum encuentro cosas distintas que me atrapan y me dejan muy
cebado. Eso habla de la gran versatilidad, sobre todo del guionista. Su
papá, dentro de todo, no cambia
tanto de un álbum a otro. En todo caso acomoda la paleta de colores para
plasmar mejor los distintos climas, pero al nivel del dibujo y la puesta en
página, siempre tenemos al Hermann maduro, consagradísimo, ese capo que sabe
darle a los relatos de aventura y violencia esa pátina de sofisticación tan
linda, y que –cuando su hijo se lo permite- se pone la historieta al hombro con
unas secuencias mudas que te hielan la sangre. Recomiendo a full El Coyote y ni
bien vea más libros a buen precio, voy por más Yves H. y Hermann.
Hace relativamente poco
(el 01/08/19) me tocó leer el Vol.2 de Manta y ya tengo leído también el Vol.3
de esta notable serie escrita por Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo. Comparado
con el Vol.2, este es un tomito en el que pasan menos cosas: la trama va más
para el lado de la investigación que para el de la acción, como para mostrarnos
en detalle cómo se va complicando el entramado de negocios turbios y muertes
que le cagó la vida 20 años atrás a Santiago, el taciturno protagonista de la
saga. El ritmo más pausado le da a los guionistas el espacio necesario para
desarrollar como corresponde a los personajes centrales (Santiago y su amigo
Manuka) y para cocinar a fuego lento un subplot que de a poco se va poniendo
espeso. Una vez más, el punto más atractivo de toda esta entrega son los
diálogos, afiladísimos y sumamente disfrutables, al punto de que puteás cada
vez que aparece una secuencia muda.
Esta vez, Mazzeo y
Crenovich tuvieron menos suerte con el dibujante. En lugar del correcto Ignacio
Lázaro (al que vimos bancar los trapos muy decorosamente en el Vol.2), acá
tenemos a su hermano, Matías Lázaro, que me gustó bastante menos. Matías tiene
inconsistencias muy marcadas, como si en una viñeta quisiera dibujar como Jok y
en la de al lado como un dibujante del under yanki y en la siguiente como Bryan
Hitch. No se ve un criterio estético uniforme, más allá del color, que está muy
bueno y también es obra del dibujante. Tiene momentos en los que repite mucho
los planos y otros (pasado el primer tercio del librito) donde se juega más y
sorprende más con la elección de los enfoques y el armado de las secuencias. Así
como está, es un trabajo aceptable, pero me temo que esto mismo en blanco y
negro mostraría de modo más elocuente unos cuantos problemas que ojalá Lázaro logre
solucionar a futuro. Por suerte, el Vol.4 de Manta lo está dibujando Nicolás
Brondo, una garantía absoluta en materia de solvencia gráfica y narrativa.
Y bueno, eso. Sigo
enganchado con esta conjura cada vez más bizarra, ambiciosa y valiente, que andá
a saber para dónde puede llegar a derivar. En este tomo Crenovich y Mazzeo nos
revelan tantas cosas que eran totalmente inimaginables leyendo los dos primeros,
que no me animo a presagiar ninguna resolución sin arriesgarme a quedar como un
nabo. Si todavía no te subiste a la saga de Manta, metele pata, no te quedes
afuera que está muy buena, posta.
Nada más por hoy. Gracias
a todos los que se acercaron a saludar en Dibujados y seguro habrá un post más antes
del viaje a Catamarca. Keep tuned.
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Yves H.
jueves, 1 de agosto de 2019
OTRA VEZ DE A TRES
Sin más prolegómenos,
inauguramos Agosto con un terceto de reseñas.
¿Alguien se puede resistir
a un TPB de Thor con tres historias autoconclusivas y las firmas de Mike Carey,
Alan Davis y Peter Milligan? Yo vi este Wolves of the North en oferta y le entré como María Eugenia
Vidal a la cocaína, pero me dejó sabor a poco.
La primera historia, la
que escribe Mike Carey, es muy flojita. Casi la nada misma. Y el dibujante
(Mike Perkins) tampoco ayuda. La de Peter Milligan no la puede reivindicar ni
el fan más incondicional del maestro (ni el más Milliganso): el guión es el Más
de lo Mismo más obvio y predecible de la historia, también sepultado por un
dibujante con escasísima onda (Miko Suayan) y uno con escasísimo talento (Tom
Grindberg).
Menos mal que en el medio
están esas 34 páginas escritas y dibujadas por el glorioso Alan Davis a un
nivel demoledor. El guión es brillante, la bajada de línea es clara y punzante,
el ritmo es trepidante, los diálogos están perfectos y el dibujo… No me hagas
hablar del dibujo, que me babeo todo. Un combo inmejorable entre el raw power
onda Kirby y la elegancia que asociamos con Neal Adams o José Luis García
López. Los fondos son un lujo, las expresiones faciales, los cuerpos en
movimiento, la planificación de las páginas, todo maravilloso. Y el color de
Rob Schwager ayuda un montón a que todo se luzca aún más. Si no te querés
comprar todo el TPB sólo por lo de Davis (que es lo que realmente vale la
pena), el one-shot del prócer se llama Thor: Truth of History, y salió en 2008.
Por ahí te conviene capturar esa revistita y gambetear el resto, que es entre
mediocre y desolador.
Allá por el 26/11/18 me
tocó leer el primer tomito de Manta y ahora voy por el segundo. Si me preguntás
de qué se trata la serie, te tengo que contestar que veintipico de años después
de una matanza atroz, el único sobreviviente reaparece para encontrar a los
responsables y hacerlos mierda, uno por uno. Y ahí seguramente me dirás “pero
eso ya lo leí chotocientas veces…”. Es verdad. Vista así, desnuda, despojada hasta
que quede sólo el esqueleto, la historia que nos cuentan Jonathan Crenovich y
Martín Mazzeo no se diferencia mucho de otras tantas que tratan de exactamente
lo mismo.
Lo que hizo que yo me
enganchara con Manta es cómo está contada la historia, la forma en la que los
guionistas nos presentan la información, la forma en que entran y salen de
escena los personajes, el ritmo, las decisiones (siempre acertadas) de dónde
clavar cada flashback, el clima de misterio y tensión que se va a armando, y la
infrecuente calidad de los diálogos. En esta segunda entrega, la data que
manejamos es más, la misión de Santiago está más clara, el dilema moral se hace
más espeso y lo único que falta (tengo entendido que aparece en el Vol.3) es un
personaje femenino interesante, con un rol destacado en la trama.
El dibujo de Nacho Lázaro
es muy correcto, con muchos puntos de contacto con el estilo de su maestro, el
inmenso Marcelo Frusín. El color también está a cargo de Lázaro y acompaña muy
bien al dibujo. Manta es una serie que va muy bien encaminada y a la que
recomiendo darle una posibilidad.
Otra serie de álbumes de
autores argentinos jóvenes de reciente aparición es Albión. Tuve la suerte de
leerla hace unos meses en pdf, porque me la mandó el guionista y editor de la
misma, mi amigo Fede Sartori. Ahora tengo en mis manos la edición impresa y la
quiero recomendar, porque realmente me pareció una historieta preciosa.
El dibujo de Facundo
Moyano no es para descorchar champagne, pero no le falta atractivo ni
encanto. Es un clásico dibujante cuasi-realista, con una estética muy de
mainstream yanki y un toque especial para dibujar escenas más introspectivas o
más emotivas, donde la machaca brilla por su ausencia. Moyano casi no escatima
fondos, varía mucho y bien los planos y sabe ponerles onda y expresión a
cuerpos y rostros.
Del guión de Sartori no
quiero contar nada, porque este primer tomito salió hace poco y prefiero que
los interesados lo consigan y lo lean. Se trata del primer tramo de una
aventura muy intensa, con muchos momentos fuertes, que podría funcionar muy
bien en un mercado como el francés. Tienen mucho peso en la trama la ambientación
histórica, un elemento sobrenatural (no lo quiero explicitar) y el hecho de que
ambas protagonistas son de sexo femenino. Y también la acción, la ternura, la
bajada de línea y la identificación (casi inevitable) de los lectores con Albión.
Quiero ver crecer a esta
historia, quiero que se publique en muchos países y que se haga conocida o
(mejor aún) popular entre el pueblo comiquero porque -de verdad- me resultó original,
potente y cautivante desde las primeras viñetas. No la pongo en la lista de las
Joyas Inenarrables de la Historia del Noveno Arte, pero sin dudas es una serie
a seguir MUY de cerca, porque tiene todo para convertirse en un hito. Ojalá
salga pronto el Vol.2.
Y nada más, por hoy. Merci
beaucoup y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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lunes, 26 de noviembre de 2018
LUNES DE SUPERHEROES EXTRAÑOS
Tengo sueño, pero antes de irme a dormir quiero reseñar un par de libritos que me leí en estos días.
Enigma es un comic para el que Grant Morrison escribió el prólogo, pero estoy seguro de que le hubiese gustado escribir el guión. El autor real es Peter Milligan, y sí, es un guión re-morrisonesco. Hoy poca gente registra a Enigma, porque es algo que hace mucho que no se hace: un comic de superhéroes 100% para adultos, generado en el sello Vertigo. Ya hace varias décadas que nadie relaciona a Vertigo con los superhéroes, pero hace 25 años, cuando el sello era joven, habia espacio para proyectos como este, que aún hoy rankea entre las obras más interesantes del gran Peter Milligan.
Enigma tiene todo: gran argumento, grandes diálogos, escenas de tremenda fuerza dramática, una intriga que no para de crecer, personajes construidos de manera magistral, giros impredecibles, juegos metacomiqueros y muchísima emoción. Ah, y como es un comic para adultos, tiene mucha violencia, puteadas y sexo, en este caso entre varones. Milligan conduce este freakshow con mano maestra, y rápidamente te mete adentro, te hace partícipe y logra que te olvides de algunos saltos medio brutales en la lógica de la historia. De a poco se impone (en un marco a priori realista) una lógica de comic de superhéroes raro, quizás con más puntos en común con un experimento limado de Steve Ditko que el Shade the Changing Man del propio Milligan. Y lo mejor es que funciona perfecto, incluso leído aún hoy.
No nombré todavía al dibujante, que es otro monstruo sagrado: Duncan Fegredo, que acá se zarpa como nunca. Olvidate de ese Fegredo más prolijo, más careta, de series como Millennium Fever, o de ese Fegredo más mignolesco que vimos durante su paso por Hellboy. Este es un animal salvaje, una bestia desbocada que te impacta con su dinamismo y su visceralidad, con esas manchas negrastremendas, con esos coqueteos con el grotesco, con esas rayitas excesivas tipo Nicolás Brondo… Un trabajo tan demoledor que es como descubrir a un nuevo Duncan Fegredo, con todo lo que eso significa. Lamentablemente, esto fue coloreado por Sherilyn Van Valkenburgh de un modo definitivamente criminal. Necesito urgente una edición de Enigma recoloreada, o en majestuoso blanco y negro.
Hace muy poquito leí Iceberg, y ahora me encuentro con que los guionistas Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo retoman algunos elementos de esa historia (que parecía autoconclusiva) para darle inicio a una saga que pinta muy, pero muy atractiva. Este librito de Manta está muy bien escrito, quizás mejor escrito que Iceberg, y si no lo pongo por encima de esa obra es porque acá nos están mostrando apenas la puntita de una historia que andá a saber para dónde puede llegar a disparar.
Este primer tramo es atrapante, en parte por la decisión (arriesgada y sabia por igual) de contar la historia de atrás para adelante. O sea, recién en el último tercio de Manta te enterás cómo catzo encaja esta historia con lo que habíamos visto en Iceberg. Y por supuesto, si leiste Iceberg la respuesta te sorprende muy gratamente. Además los diálogos (punto altísimo de Iceberg) mantienen el excelente nivel de la “precuela”.
Donde Manta no llega ni cerca del nivel de Iceberg es en la faz gráfica. En vez de un dibujante hay tres, y ninguno arrima a la calidad de Alessio Rossino. El más flojito es el primero (Cristian Cassani) y los otros dos son dibujantes a los que ya vimos en el blog: Daniel Mendoza y Nacho Lázaro, artistas correctos, sin tropiezos en la narrativa, a los que quizás les falta un poco más de identidad visual, de diferenciarse un poco más de la estética hegemónica del mainstream yanki. De todos modos, ninguno de los tres es un croto, ni mucho menos.
Realmente no me imaginé que Manta me iba a gustar tanto, pero por suerte así fue. Espero ansioso el Vol.2.
Y ya fue, me voy a dormir, que mañana tengo un día bravísimo. Gracias a todos los que se acercaron a saludar en La Costa Comics y vuelvo pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
Enigma es un comic para el que Grant Morrison escribió el prólogo, pero estoy seguro de que le hubiese gustado escribir el guión. El autor real es Peter Milligan, y sí, es un guión re-morrisonesco. Hoy poca gente registra a Enigma, porque es algo que hace mucho que no se hace: un comic de superhéroes 100% para adultos, generado en el sello Vertigo. Ya hace varias décadas que nadie relaciona a Vertigo con los superhéroes, pero hace 25 años, cuando el sello era joven, habia espacio para proyectos como este, que aún hoy rankea entre las obras más interesantes del gran Peter Milligan.
Enigma tiene todo: gran argumento, grandes diálogos, escenas de tremenda fuerza dramática, una intriga que no para de crecer, personajes construidos de manera magistral, giros impredecibles, juegos metacomiqueros y muchísima emoción. Ah, y como es un comic para adultos, tiene mucha violencia, puteadas y sexo, en este caso entre varones. Milligan conduce este freakshow con mano maestra, y rápidamente te mete adentro, te hace partícipe y logra que te olvides de algunos saltos medio brutales en la lógica de la historia. De a poco se impone (en un marco a priori realista) una lógica de comic de superhéroes raro, quizás con más puntos en común con un experimento limado de Steve Ditko que el Shade the Changing Man del propio Milligan. Y lo mejor es que funciona perfecto, incluso leído aún hoy.
No nombré todavía al dibujante, que es otro monstruo sagrado: Duncan Fegredo, que acá se zarpa como nunca. Olvidate de ese Fegredo más prolijo, más careta, de series como Millennium Fever, o de ese Fegredo más mignolesco que vimos durante su paso por Hellboy. Este es un animal salvaje, una bestia desbocada que te impacta con su dinamismo y su visceralidad, con esas manchas negrastremendas, con esos coqueteos con el grotesco, con esas rayitas excesivas tipo Nicolás Brondo… Un trabajo tan demoledor que es como descubrir a un nuevo Duncan Fegredo, con todo lo que eso significa. Lamentablemente, esto fue coloreado por Sherilyn Van Valkenburgh de un modo definitivamente criminal. Necesito urgente una edición de Enigma recoloreada, o en majestuoso blanco y negro.
Hace muy poquito leí Iceberg, y ahora me encuentro con que los guionistas Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo retoman algunos elementos de esa historia (que parecía autoconclusiva) para darle inicio a una saga que pinta muy, pero muy atractiva. Este librito de Manta está muy bien escrito, quizás mejor escrito que Iceberg, y si no lo pongo por encima de esa obra es porque acá nos están mostrando apenas la puntita de una historia que andá a saber para dónde puede llegar a disparar.
Este primer tramo es atrapante, en parte por la decisión (arriesgada y sabia por igual) de contar la historia de atrás para adelante. O sea, recién en el último tercio de Manta te enterás cómo catzo encaja esta historia con lo que habíamos visto en Iceberg. Y por supuesto, si leiste Iceberg la respuesta te sorprende muy gratamente. Además los diálogos (punto altísimo de Iceberg) mantienen el excelente nivel de la “precuela”.
Donde Manta no llega ni cerca del nivel de Iceberg es en la faz gráfica. En vez de un dibujante hay tres, y ninguno arrima a la calidad de Alessio Rossino. El más flojito es el primero (Cristian Cassani) y los otros dos son dibujantes a los que ya vimos en el blog: Daniel Mendoza y Nacho Lázaro, artistas correctos, sin tropiezos en la narrativa, a los que quizás les falta un poco más de identidad visual, de diferenciarse un poco más de la estética hegemónica del mainstream yanki. De todos modos, ninguno de los tres es un croto, ni mucho menos.
Realmente no me imaginé que Manta me iba a gustar tanto, pero por suerte así fue. Espero ansioso el Vol.2.
Y ya fue, me voy a dormir, que mañana tengo un día bravísimo. Gracias a todos los que se acercaron a saludar en La Costa Comics y vuelvo pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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lunes, 19 de noviembre de 2018
LUNES DE MAGIA Y CALOR
Tras una magnífica edición de Dibujados, me siento bajo el ventilador de techo a escribir unas reseñitas.
Arranco en España a mediados de los ´80, cuando el maestro Josep María Beá realiza la extraña historieta conocida como La Muralla. A priori, parecía una obra muy atractiva, y como la vi barata no dudé un segundo en comprarla. Pero a medida que la iba leyendo, se me deshizo en las manos, se me escurrió como un puñado de arena, hasta que cuando llegué a la última página me quedaba sólo la nada misma. Hasta el dibujo es inconsistente: hay páginas donde Beá te masacra con unos dibujos al nivel de sus mejores trabajos, y otras donde aparecen choreos hiper-obvios a Hugo Pratt, viñetas dibujadas así nomás porque están cubiertas en un 70% por texto… y cuando aparece de la nada esa mujer (una buscona cuya única función en la trama es abrirse de gambas) Beá cambia de estilo y ensaya una mezcla entre realismo y línea clara, algo que le salía muy bien a Milo Manara, pero no al autor español. Todo esto sin llegar a lo peor que tiene la faz gráfica, que es el color. En este rubro, Beá acierta las pocas veces que trata de reproducir esas tonalidades sutiles que usaba Moebius, pero después te tira esas páginas todas engamadas en violetas, verdes o rosas, que son un horror cuasi-columbístico.
El guión también es flojo, errático, caprichoso, a años luz de esos hermosos mecanismos de relojería que construyera Beá en Historias de Taberna Galáctica. Lo único divertido es cuando los diálogos se tornan repentinamente groseros. Ahí el autor me sorprendió y me sacó varias sonrisas. El resto es una aventura con estructura clásica, interrumpida con flashbacks al pasado del protagonista que no revisten ningún interés, escenas oníricas que no responden a ninguna necesidad del argumento, y un par de volantazos demasiado bizarros. Me quedo con las historias cortitas que vienen al final, a modo de complemento, donde los guiones no tienen ni la más mínima pretensión, pero el dibujo de Beá explota con una fuerza expresiva y una destreza técnica que no se ve ni a palos en las páginas de La Muralla.
Con mucha menos ambición, obtiene mejores resultados Iceberg, un breve relato gráfico (41 páginas no alcanzan para el rótulos de “novela gráfica”) co-escrito por Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo y dibujado por Alessio Rossino. Iceberg tiene un sólo problema, y es que se lee muy rápido. Los guionistas toman la decisión (bastante arriesgada, por cierto) de contar casi toda la historia sin diálogos, y además el tramo principal de la obra transcurre en… menos de cinco minutos y bajo el agua, o sea que se complicaba posta poner muchos más diálogos. Los diálogos que efectivamente aparecen están muy bien, ayudan a sugerir el perfil del protagonista que (por la brevedad del relato) no llegará a desarrollarse, pero por lo menos alguna data tenemos sobre él, como para que nos importe un poco más lo que le pasa. No me quiero extender contando el argumento, porque esto se publicó en Argentina hace relativamente poco y está al alcance de cualquiera que quiera conseguirlo y leerlo. Lo importante es que lo que quieren contar Crenovich y Mazzeo está, y pega fuerte.
Lógicamente hay un muy buen manejo de la narrativa, para que todas esas secuencias mudas impacten y emocionen al lector, y para eso es fundamental el trabajo del dibujante. Con una línea sencilla, limpita, y un manejo del color alucinante, Alessio se pone al hombro casi todas las secuencias de Iceberg y despliega planificaciones muy logradas, con mucho énfasis en el timing, en ese tiempo que corre y que pone nervioso al lector a medida que se complica más la situación de Bruno, este “Mister Miracle subacuático” al que le toca pasarla bastante mal.
Y si bien Iceberg llega a un final contundente (y muy satisfactorio), algo pasa como para que otra historieta de Mazzeo y Crenovich retome a Manta, el enmascarado acuático que protagoniza esta historia. Prometo leer y reseñar muy pronto el primer librito de Manta, donde tengo entendido que los autores ensayan un relato episódico, bastante más extenso que este promisorio debut que vimos en Iceberg.
Nada más, por ahora. Muchas gracias a todos los que se acercaron a saludar en Dibujados (a felicitar por el blog, el canal de YouTube o los podcasts) y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas.
Arranco en España a mediados de los ´80, cuando el maestro Josep María Beá realiza la extraña historieta conocida como La Muralla. A priori, parecía una obra muy atractiva, y como la vi barata no dudé un segundo en comprarla. Pero a medida que la iba leyendo, se me deshizo en las manos, se me escurrió como un puñado de arena, hasta que cuando llegué a la última página me quedaba sólo la nada misma. Hasta el dibujo es inconsistente: hay páginas donde Beá te masacra con unos dibujos al nivel de sus mejores trabajos, y otras donde aparecen choreos hiper-obvios a Hugo Pratt, viñetas dibujadas así nomás porque están cubiertas en un 70% por texto… y cuando aparece de la nada esa mujer (una buscona cuya única función en la trama es abrirse de gambas) Beá cambia de estilo y ensaya una mezcla entre realismo y línea clara, algo que le salía muy bien a Milo Manara, pero no al autor español. Todo esto sin llegar a lo peor que tiene la faz gráfica, que es el color. En este rubro, Beá acierta las pocas veces que trata de reproducir esas tonalidades sutiles que usaba Moebius, pero después te tira esas páginas todas engamadas en violetas, verdes o rosas, que son un horror cuasi-columbístico.
El guión también es flojo, errático, caprichoso, a años luz de esos hermosos mecanismos de relojería que construyera Beá en Historias de Taberna Galáctica. Lo único divertido es cuando los diálogos se tornan repentinamente groseros. Ahí el autor me sorprendió y me sacó varias sonrisas. El resto es una aventura con estructura clásica, interrumpida con flashbacks al pasado del protagonista que no revisten ningún interés, escenas oníricas que no responden a ninguna necesidad del argumento, y un par de volantazos demasiado bizarros. Me quedo con las historias cortitas que vienen al final, a modo de complemento, donde los guiones no tienen ni la más mínima pretensión, pero el dibujo de Beá explota con una fuerza expresiva y una destreza técnica que no se ve ni a palos en las páginas de La Muralla.
Con mucha menos ambición, obtiene mejores resultados Iceberg, un breve relato gráfico (41 páginas no alcanzan para el rótulos de “novela gráfica”) co-escrito por Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo y dibujado por Alessio Rossino. Iceberg tiene un sólo problema, y es que se lee muy rápido. Los guionistas toman la decisión (bastante arriesgada, por cierto) de contar casi toda la historia sin diálogos, y además el tramo principal de la obra transcurre en… menos de cinco minutos y bajo el agua, o sea que se complicaba posta poner muchos más diálogos. Los diálogos que efectivamente aparecen están muy bien, ayudan a sugerir el perfil del protagonista que (por la brevedad del relato) no llegará a desarrollarse, pero por lo menos alguna data tenemos sobre él, como para que nos importe un poco más lo que le pasa. No me quiero extender contando el argumento, porque esto se publicó en Argentina hace relativamente poco y está al alcance de cualquiera que quiera conseguirlo y leerlo. Lo importante es que lo que quieren contar Crenovich y Mazzeo está, y pega fuerte.
Lógicamente hay un muy buen manejo de la narrativa, para que todas esas secuencias mudas impacten y emocionen al lector, y para eso es fundamental el trabajo del dibujante. Con una línea sencilla, limpita, y un manejo del color alucinante, Alessio se pone al hombro casi todas las secuencias de Iceberg y despliega planificaciones muy logradas, con mucho énfasis en el timing, en ese tiempo que corre y que pone nervioso al lector a medida que se complica más la situación de Bruno, este “Mister Miracle subacuático” al que le toca pasarla bastante mal.
Y si bien Iceberg llega a un final contundente (y muy satisfactorio), algo pasa como para que otra historieta de Mazzeo y Crenovich retome a Manta, el enmascarado acuático que protagoniza esta historia. Prometo leer y reseñar muy pronto el primer librito de Manta, donde tengo entendido que los autores ensayan un relato episódico, bastante más extenso que este promisorio debut que vimos en Iceberg.
Nada más, por ahora. Muchas gracias a todos los que se acercaron a saludar en Dibujados (a felicitar por el blog, el canal de YouTube o los podcasts) y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas.
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