el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 30 de abril de 2019

CLASICOS PARA CERRAR EL MES

Despedimos a Abril con las reseñas de dos clásicos.
Primero, The Birth of Kitaro, un tomito en el que Drawn & Quarterly reunió siete historietas de GeGeGe no Kitaro originalmente realizadas por el mítico Shigeru Mizuki entre 1966 y 1968. Ya vimos en el blog un libro bien power, con mucho material de Kitaro de esta misma época, allá por el 10/04/14. La verdad es que no hay mucho más para agregar a aquellos comentarios.
Los guiones… ninguno me volvió muy loco, todos se resuelven de maneras excesivamente simples. Creo que lo que más me gustó es cómo Mizuki se da cuenta de que Nezumi Otoko da para mucho más que para ser el villano de una aventura de 16 páginas y rápidamente lo reformula como un personaje secundario que se integra de modo estable al elenco de la serie, y que le provee un montón de situaciones atractivas en el contrapunto con el protagonista y su padre.
El dibujo mejora notablemente entre la primera historia (la única de 1966) y la segunda. Entre ambas pasa un año y medio, en el que Mizuki incorpora nuevos recursos, abandona las páginas con 10 ó 12 viñetas microscópicas y renuncia a ciertos rasgos “realistas” en los personajes humanos para hacerse más caricaturesco y más expresivo. Y seguramente acá está lo más atractivo de Kitaro: la magia que tira Mizuki para mantener fresco, sencillo y hasta bonito el trazo que usa para los personajes, mientras se va al carajo y más allá cuando dibuja paisajes, fondos y unos monstruos que por momentos parecen de Quique Alcatena… en 1967, cuando Quique Alcatena estaba en la escuela primaria. Drawn & Quarterly llegó a publicar varios tomitos más como este, con historias cortas de Kitaro, pero a menos que los vea a precios ridículos, me bajo acá. El personaje me gusta, la química con los secundarios también, la temática de los yokai también, el dibujo de Shigeru Mizuki obviamente también, pero para mi gusto le falta un poco más de trabajo a los guiones.
Y ya que mencionaba a Alcatena, me voy con otro cuasi-clásico al que le faltan cinco p´al peso, sobre todo en materia de guiones. El año pasado se editó en Chile un lujoso broli que recopila las dos primeras series que realizaron Ricardo Barreiro y Quique Alcatena para la revista Skorpio, allá por 1987-88: La Fortaleza Móvil y el Mundo Subterráneo. Y está bien que se las edite juntas porque son sagas cortas (entre las dos apenas superan las 120 páginas), que además de autores comparten protagonista. En las dos aventuras ese rol lo ocupa Bass de Avregaut, un personaje que lamentablemente no tiene historia, ni profundidad, ni personalidad. Es apenas “el bueno”, el tipo valiente que zafa de todos los peligros y al final le gana al “malo”. El enésimo Juan Carlos Nadie, bah.
Hace muchos años, cuando yo trabajaba para Ediciones Record y peinaba una abultada cabellera, me tocó traducir al inglés los textos de Barreiro de ambas aventuras, para la edición de EEUU (textos que después fueron retocados por el maestro Chuck Dixon). O sea que me sumergí a nivel cuasi-molecular en la prosa del guionista… y en aquel entonces me pareció bastante mejor que ahora. A ver, no es que las tramas sean chotas. Las tramas zafan dignamente, sobre todo la de El Mundo Subterráneo. El tema es que son aventuras muy básicas, donde lo más importante parece ser la creación de mundos extraños, cuyos secretos terminan revelados al final, con extensas parrafadas de texto, un vicio bastante frecuente en la bibliografía del recordado Loco Barreiro.
Esta vez, además, Barreiro se choca con un obstáculo extra: el dibujo de Alcatena. Para este entonces, el virtuoso artista oriundo de Caballito todavía no dominaba esa magia que despliega hoy en día cuando logra meter esas imágenes barrocas, deslumbrantes, recontra-cargadas de detalles fabulosos, en medio de una página de historieta y sin entorpecer el flujo del relato. El Alcatena de fines de los ´80 todavía te clavaba un dibujo digno de cualquier artbook de ilustración fantástica en cualquier parte, y te pateaba al carajo la narrativa, porque de inmediato esas ilustraciones eclipsaban al guión hasta hacerlo desaparecer. Por momentos, La Fortaleza Móvil y el Mundo Subterráneo parecen dos libros fusionados medio a las patadas: en un sector de la página (a veces en las márgenes), tratan de avanzar como pueden las aventuras de Bass de Avregaut; y en el resto de la página vemos un festival de la ilustración fantástica, y nos babeamos con un Alcatena desbocado, cuyas imágenes impactan y fascinan, pero muchas veces no conectan ni remotamente con lo que nos está tratando de contar Barreiro. Como contrapartida, las viñetas en las que avanza la trama nos ofrecen dibujos de Quique chiquitos, muy contenidos, apretados para dejar espacio para los inmensos bloques de texto a los que recurría Barreiro para contar lo que el dibujo no contaba. Ahí también Alcatena muestra algunas virtudes, pero muchas menos que en las ilustraciones más grandes con las que adorna estas páginas.
Después de estas dos historias, vendrá Ulrick el Negro (nunca reeditada en libro, por lo menos en nuestro idioma) y más tarde El Mago, donde la dupla Barreiro-Alcatena ya mucho más afianzada, alcanza su pico. Pero no nos adelantemos, porque parece que este año se va a reeditar en libro TODO El Mago (o sea, las dos sagas). Lo espero ansioso, porque recuerdo haberme cebado mucho con esa historieta cuando salió en la Skorpio.

Nada más, por hoy. Aprovechen para salir de joda esta noche, que mañana es feriado. Y nos vemos el sábado en la fiesta de los 25 años de Comiqueando.

jueves, 10 de abril de 2014

10/ 04: KITARO

Alla por Agosto del año pasado terminé una reseña de una obra de Shigeru Mizuki con la promesa de volver a visitar al maestro acá en el blog y -tarde pero seguro- hoy cumplo con esa promesa.
Este libro maravillosamente editado por Drawn & Quarterly ofrece 13 episodios de distinta extensión de la serie GeGeGe no Kitaro, todos de la época de 1967-69, considerada la mejor dentro de la larga historia de este personaje, que a su vez es la creación más famosa de Mizuki, por lo menos en Japón. Kitaro es un chico de unos 11 años con inmensos poderes místicos (por momentos me hizo acordar al Spectre de DC) que se dedica a resolver de modo 100% altruista los más diversos problemas causados por seres sobrenaturales, conocidos como “yokai”. Los yokai son seres del folklore y la tradición oral japonesa, mezcla de fantasmas, duendes traviesos y dioses oscuros. Mizuki dedicó muchas décadas de su vida a investigar acerca de estos personajes míticos y hoy es considerado la máxima autoridad en la materia en su país. Apasionado por el mundo de los yokai, Mizuki los hizo participar en muchos de sus mangas y quizás sea en GeGeGe no Kitaro donde mejor los aprovecha.
En cada una de las historias, Kitaro aceptará una misión, un encargo o un pedido de ayuda de una persona o un pueblo agobiado por la presencia maligna de un yokai. Sin pedir nada a cambio, el pibe tuerto y su padre (que tiene forma de ojo y vive en el agujero que le quedó a su hijo cuando perdió su ojo izquierdo) irán –al mejor estilo Hellboy- a investigar y a confrontar con las mitológicas criaturas. Kitaro, a pesar de sus alucinantes poderes, es un poquito torpe e impulsivo, así que el rol de su padre muchas veces es decisivo. Mizuki hace que Kitaro le gane a enemigos tan poderosos de modos tan rebuscados que por momentos parecen guiones de Gardner Fox o John Broome. Para el final, ya estás demasiado convencido de que, sea cual sea la amenaza, Kitaro la va a poder vencer, aunque lo más loco suele ser cómo.
Una de las mejores historias es la extensa (53 páginas) The Great Yokai War, en la que Kitaro recluta a varios yokai japoneses para luchar contra Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo y otras criaturas míticas del terror occidental. Y la que más me gustó es la más larga, The Creature From The Deep, cuyas 103 páginas están estructuradas como una excelente novela gráfica. Además tiene el atractivo de que acá Kitaro no combate con un yokai, sino que el antagonista es un pibe humano de unos 16 ó 17 años, al que Mizuki desarrolla muchísimo a lo largo de la historia y logra dotar de una tridimensionalidad asombrosa. De las que narran los típicos casos en los que Kitaro se enfrenta a un yokai y lo vence, las que más me cerraron fueron la violenta The Cat Master y la perturbadora Man in the Mirror.
De todos modos urge aclarar que -a pesar de cierto grado de truculencia y de girar todo el tiempo en torno a monstruos, fantasmas y cementerios- GeGeGe no Kitaro es una serie apuntada mayoritariamente a los chicos. La pongo en el escalón intermedio entre Escuela de Monstruos y los mangas de Hideshi Hino, Junji Ito o Kazuo Umezu. Por eso no da para escandalizarse si Mizuki mete algún chiste medio ganso en el medio de una situación dramática, o si las tramas se resuelven con un cierto simplismo, o con deux ex machinas medio fumancheros. Hecha esa salvedad, estamos ante una obra indudablemente atractiva del longevo sensei.
El dibujo es muy parecido a lo que vimos el 05/08/13 en la reseña de 3, Calle de los Misterios: una belleza freak pasada de rosca, personajes muy expresivos dibujados en un estilo caricaturesco muy suelto, muchísimo laburo en los fondos, efectos locos con texturas, esfumados, cepillados, cross-hatchings, puntitos puestos a mano y demás yeites que luego retomará Hideshi Hino... todo eso y, en The Creature From The Deep, un par de escenas increíblemente zarpadas, que parecen dibujadas por Beto Hernández en crack. Realmente impactante.
Desde este blog seguimos levantando las banderas del maestro Shigeru Mizuki, genio indiscutido en su país, virtualmente desconocido en el nuestro. Por suerte cada vez hay más editoriales occidentales que se animan a mostrarnos las gemas de este veterano mangaka, al que siempre garpa leer. Algún día, quién te dice, quizás se avive un editor local...

lunes, 5 de agosto de 2013

05/ 08: 3, CALLE DE LOS MISTERIOS

Me reencuentro con el maestro Shigeru Mizuki para recorrer una serie de relatos breves, todos con la participación de algún elemento fantástico: mundos paralelos, seres sobrenaturales, fantasmas, esa onda que tanto le gusta al veterano mangaka. Arrancamos con la que le da nombre al libro, una de realidades alternativas bastante atrapante, a cuyo final por ahí le falta una última vueltita, un cierre un poquito más impactante. La segunda historieta (Al Otro Lado del Aro) es una joya absoluta de sólo 14 páginas, una cátedra de sutileza por parte de Mizuki realmente bellísima.
El Licor de la Inmortalidad tiene un planteo alucinante, un desarrollo fuerte, con escenas zarpadísimas y perturbadoras, y se cae un poquito al final, como si Mizuki no se hubiese calentado demasiado en darle un cierre grosso a una historia que venía levantando en truculencia, bizarreada y crueldad hasta alcanzar niveles dignos de Hideshi Hino. De todos modos la pongo entre las historietas muy, muy atractivas que ofrece el libro. Los Remolinos del Mar se me hizo eterna. Tiene 45 páginas dibujadas como la hiper-concha de Dios, repletas de imágenes fastuosas, casi inverosímiles de tan perfectas y tan elaboradas. El guión, sin embargo, va lento, se repite bastante y no está a la altura del tratamiento gráfico que propone el sensei. No es horrible ni mucho menos, de hecho tiene momentos muy grossos. Pero le falta algo, no sé qué, para terminar de cerrar con más onda.
Las Tres Calaveras parece una de esas típicas historias que aparecían en las antologías de misterio setentosas de DC: un avechucho se zarpa y después, algo sobrenatural aparece en escena para pasarle factura. Está bien, es una historia con muy buen ritmo y que te logra poner bastante nervioso. La única contra es que son más de 20 páginas, casi todas con muchas viñetas, para contar algo que se podría haber contado tranquilamente en seis u ocho páginas. El tomo cierra con la brevísima Los Monstruos Massmedia, una comedia desopilante, pasada de rosca, a la que Mizuki elige terminar en cualquier parte, justo cuando al protagonista le cae la ficha de que está en el horno y mucho antes de que se le ocurra cómo zafar del kilombo en el que se metió.
Y me queda la historia más extensa, La Chica del Ultimo Tren, una novela gráfica en sí misma, con más de 70 páginas y una notable complejidad en la construcción del argumento y de los protagonistas. Esta es una historia de suspenso inquietante, que avanza a un ritmo pausado por un sendero que nunca podés prever. Tiene escenas dramáticas, escenas cómicas, escenas de descontrol místico con poderes sobrenaturales zarpados y hasta una explicación perfectamente coherente para absolutamente todo lo que sucede. Por si faltara algo, el protagonista es un mangaka de la B Metropolitana, así que Mizuki aprovecha para retratar con aguda mala leche al circuito de las editoriales crotas, siempre al borde de la quiebra, por el que se mueven los autores con escasas chances de pegar un hitazo en la siempre competitiva industria del manga.
A nivel dibujo, Mizuki está prendido fuego. Los personajes están dibujados en su estilo funny, sumamente caricaturescos y hasta grotescos. Los fondos, en cambio, son mucho más reales y están laburadísimos. En la novela gráfica de Hitler (ver reseña del 10/08/10), Mizuki copiaba fotos a lo loco para recrear los escenarios reales de la vida del genocida. Esta vez hay poquísimos dibujos basados en fotos y mucha más imaginación por parte del artista, inclusive en las historietas que transcurren en la actualidad, en las grandes ciudades. Y por supuesto, estas historias le permiten a Mizuki dibujar lo que más le gusta: los yokais, es decir, las criaturas fantásticas del folklore japonés. Fantasmas, seres espectrales, monstruos míticos... Nadie supera a Mizuki en ese rubro y acá el maestro está a sus anchas, aunque sin descontrolar. Lo que más sorprende es el uso (en los fondos, nunca en los personajes) de una amplísima gama de texturas, logradas con esfumados, cepillados, puntitos puestos a mano, tramas mecánicas, cross-hatchings imposibles... muchísimas técnicas para lograr efectos asombrosos, de esos que aparecen todo el tiempo en los mangas de Hideshi Hino. Visualmente, esto es mil veces mejor que la novela de Hitler.
Y sí, lo recontra-recomiendo a los fans de Mizuki, del manga de misterio, o de las historias cortas con climas ominosos y elementos sobrenaturales. Habrá más Shigeru Mizuki en el blog, dentro de unos meses.

viernes, 10 de diciembre de 2010

10/ 12: OPERACION MUERTE


Me reencuentro con el glorioso Shigeru Mizuki para una nueva incursión por el manga histórico, ambientado en la Segunda Guerra Mundial. Para Mizuki, lamentablemente, además de histórico es autobiográfico, ya que tuvo la desgracia de pelear en esa guerra, en la que perdió nada menos que un brazo. Por suerte para él, Mizuki sobrevivió la experiencia (por eso esto no es 100% autobiografía: en el manga no sobrevive ni un mísero soldado); y por suerte para nosotros, Operación Muerte no cuenta la historia del soldado Mizuki, sino que opta inteligentemente por un protagonismo colectivo, grupal, que le permite al autor desplazar el foco del relato según las necesidades dramáticas del mismo. Por momentos, el soldado Maruyama parece ser el protagonista, pero hay capítulos enteros en los que ni se lo nombra, porque Mizuki está ocupado con el Teniente Médico, los soldados de otro pelotón, o los oficiales de mayor rango.
El autor nos lleva varias veces de una punta a la otra de esa islita en el Pacífico ocupada por las tropas japonesas, como si nos tocara patrullarla, para centrarse siempre en lo más jodido de todo lo que les pasa a esos 500 soldados apostados en ella. Al principio, la intención de Mizuki es más bien descriptiva: a través de varias secuencias (algunas incluso cómicas) nos cuenta cómo vivían las tropas en la isla. Pero siempre hace foco en lo más desolador: los malos tratos por parte de los oficiales, la falta de sexo, la falta de comida, el riesgo de contraer enfermedades como el dengue, la disteria y la malaria. No hace falta que ataque el enemigo para que nos quede claro que estos pobres pibes están condenados.
Pero eventualmente, el enemigo ataca y los padeceres de los soldados japoneses se multiplican exponencialmente. Los oficiales superiores, además de crueles, resultan malos estrategas, y al final la única forma de salvar el honor resulta ser ir literalmente al muere: un ataque suicida, frontal, al borde las fuerzas de un centenar de sobrevivientes que tienen hambre, frío y fiebre. Una verdadera masacre. Si alguna vez tenés que discutir con algún facho acerca de los horrores de la guerra, acerca de lo ilógico que es darles armas, uniformes y órdenes ridículas a los chicos para que vayan a cagarse a tiros con los chicos del país de enfrente, este libro te garantiza que ganás cualquier discusión. Es como ir a un debate contra algún tarado chupacirios llevando un video en el que aparece el Padre Grassi garchándose pendejitos. No hay forma de perder.
Como en la novela gráfica de Hitler, Mizuki trabaja sobre una grilla básica de ocho viñetas idénticas, que rara vez altera. Acá, por suerte, hay mucho menos texto. Casi todo lo que sucede está contado por las imágenes. Y así como en Hitler el autor llevaba al extremo el recurso de mechar bloques de texto entre las viñetas, acá se zarpa al infinito y más allá con algo muy, muy típico del comic japonés: el efecto máscara, el doble registro, eso que también hacía Hergé, y que consiste en dibujar de modo MUY caricaturesco a los personajes y MUY realista a todo lo demás. En este sentido, lo de Mizuki es impresionante: los protagonistas son poco más que garabatos, personajes sumamente caricaturescos, con mínimos rasgos y un trazo muy suelto. Por otro lado, cuando dibuja todo aquello con lo que no quiere que nos identifiquemos (paisajes, armas, vegetación, tropas enemigas e incluso los cadáveres de los personajes que van muriendo), Mizuki salta en el famoso trampolín al carajo y nos regala imágenes estremecedoras, de enorme rigor documental, trabajadas como fotos, con un grado de detalle incomprensible y un manejo de texturas que lo revela como un dibujante absolutamente prodigioso, a años luz de la engañosa sencillez con la que da vida a los personajes.
Honor, sacrificio, lealtad a la patria… ¿de qué carajo sirve todo eso cuando la vida humana vale menos que una cucaracha muerta flotando en el agua de la alcantarilla? Shigeru Mizuki se animó a preguntarse eso y el resultado es un manga que te desgarra el alma, que te caga a patadas en el corazón y cuyas imágenes se te impregnan en la mente y se quedan con vos durante largas horas. Una genialidad indiscutible de uno de los auténticos mitos vivientes que tiene el manga.

martes, 10 de agosto de 2010

10/ 08: HITLER: LA NOVELA GRAFICA


Pasamos de un genocida con onda como Grendel a uno un poco más hijo de puta como el viejo Adolf Hitler, villano entre los villanos.
La novela gráfica que nos ocupa es gekiga clásico; de hecho, en Japón se conoce como Gekiga Hitler. Estamos ante un tomo autoconclusivo, con bastante contenido didáctico, sin elementos fantásticos y sin chistes. Y ante un autor, Shigeru Mizuki, que hoy tiene 88 años y que lleva más de 50 años trabajando como mangaka profesional, además de haber escrito varios libros. Mizuki es una institución en Japón, y una inspiración para las generaciones que lo siguieron, sobre todo por sus mangas de yokais (fantasmas, duendes y demás criaturas fantásticas vinculadas al folklore popular de la islita). Pero, al haber vivido la Segunda Guerra Mundial, en la que peleó y perdió un brazo, también tiene varias obras de carácter histórico ambientadas en ese período. Gekiga Hitler es de 1971 y salió a la luz en la Shukan Manga Sunday, donde Mizuki tenía tanta chapa entre los lectores que le compraban cualquier cosa que hiciera.
La historia arranca cuando Adolf Hitler tiene 19 años y vive en Viena, tratando sin éxito de insertarse en la comunidad de las bellas artes, que son su pasión. Mizuki nos guiará con mano maestra a lo largo de los 37 años siguientes, en los que veremos a este joven obstinado y medio trastornado convertirse en uno de los líderes más influyentes y más sanguinarios de la historia de la Humanidad. La primera mitad de la novela nos muestra su llegada al ejército, sus andanzas en la Primera Guerra Mundial, sus primeros pasos en la política, todo muy detallado y documentado, con diálogos filosos y profundos, que revelan a Hitler como un tipo intrépido, decidido a todo, con un enorme carisma y muchas más dotes para la oratoria que para las artes plásticas.
La segunda mitad nos narra el ascenso de Hitler a las más altas esferas del gobierno de Alemania y cómo, bajo su mandato, este país vuelve a soñar con el Imperio Germánico y se lanza a apoderarse de buena parte de Europa. Acá lo vemos a Hitler, de nuevo osado e inescrupuloso, bajar línea a cuatro manos, negociar, mentir, envolver con moñito a aliados y adversarios y, ya cuando el final es inevitable, Mizuki nos lo muestra como un tipo abatido, superado por los acontecimientos, firme en el error y en la decisión de no morir rendido ante nadie. Acá vemos también que, a pesar de algunos errores, el führer tenía también un talento poco frecuente para la estrategia militar, e incluso Mizuki deja en claro cómo, incluso en el momento de mayor poder, rayano en la megalomanía, el tipo mantenía intacta su pasión por las artes.
Lo único que no explica Mizuki es de dónde viene el odio por los judíos que ciega a Hitler. De hecho, si te revuelve las tripas ver imágenes del holocausto, campos de concentración, torturas, etc., quedate tranqui, porque eso no aparece en el libro, salvo por mínimas pinceladas. La primera secuencia la protagoniza un grupo de judíos franceses que le escapan a una razzia de la Gestapo en la París ocupada, pero después el tema del exterminio de millones de judíos prácticamente no se toca. En ese sentido, el autor le cobra barato al genocida.
El dibujo combina momentos de gran realismo documental, sobre todo en las batallas, movilizaciones y demás actos históricos, con momentos en los que los personajes aparecen un poco más caricaturizados, aunque sin llegar al grado de exageración con el que Mizuki dibuja a los protagonistas de sus otras obras. De todos modos, el principal esfuerzo del mangaka no está puesto en dibujar mejor o peor, o más real o más cartoony, sino en que no te aburras nunca, a pesar de que hay muchísimas páginas de ocho viñetas en las que sólo vemos a gente que habla o –a lo sumo- discute. Muchas veces una de esas viñetas es reemplazada por un bloque de texto en el cual Mizuki nos brinda información sobre el contexto en el que transcurre la escena, o sea que hay muuuucho para leer y se complica bajarse las 270 páginas de un saque, no sólo por lo heavy de lo que se nos narra, sino también por cómo elige narrarlo Mizuki.
Pero el esfuerzo remunera y mucho. No todos los días tenemos a una figura histórica seminal, desmenuzada y estudiada en detalle por uno de los artistas más importantes de la historia del manga. Esta novela gráfica te va a dar muchísima información, te va a dejar pensando y seguramente pidiendo a gritos más mangas de Shigeru Mizuki. Grosso de verdad.