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viernes, 23 de agosto de 2024
VIERNES CON SOLCITO
Que lindo que hoy tenga para comentar dos ediciones argentinas de comics clásicos, uno francobelga y uno japonés. Esto hace no tantos años, era impensable. Pero vamos con las reseñas.
Tarde pero seguro me enteré que existía La Ciudad Fantasma, un álbum de la etapa clásica de Lucky Luke (la de Morris junto a René Goscinny) que se lanzó en Francia en 1965, pero que por algún motivo yo nunca había visto, hasta que se me ocurrió chequear la lista de títulos que aparece en la contratapa de las ediciones locales, a cargo de Del Zorzal, a ver si me faltaba alguno. Me faltaba este, y la gente de la editorial me lo hizo llegar con mucha generosidad.
Bajo esa portada poco imaginativa, poco promisoria, poco esmerada, me encontré con una historieta muy entretenida, con acción, buenos chistes, villanos carismáticos de esos que uno quiere que vuelvan a aparecer, y sobre todo con una bajada de línea fuerte. No es muy frecuente que en una aventura de Lucky Luke el maestro Goscinny ponga la ideología arriba de la mesa, pero acá tenemos una notable excepción: buena parte del argumento está atravesado por una concepción ideológica, que tiene que ver con el rechazo al modelo económico extractivista, la típica "fiebre del oro" que ilusiona a muchos, hace ricos a unos pocos, y en el corto plazo se esfuma sin dejarle nada a los habitantes de la tierra donde apareció el codiciado mineral. Goscinny dice abiertamente "déjense de pelotudear con el oro y pónganse a cultivar la tierra, que con eso morfamos todos sin dañar al ecosistema".
Todo esto, en el marco de una aventura atrapante, con diálogos muy cómicos (bien traducidos por Leopoldo Kulesz), tiros, piñas y garcas que se quieren hacer ricos a costa de los demás pero no cuentan con la astucia de Lucky Luke. La Ciudad Fantasma tiene muy buen ritmo, no parece ni a palos un comic de hace 60 años, ni siquiera en esas páginas de 10 u 11 viñetas. Y por supuesto, el dibujo de Morris acompaña a la perfección lo que quiere contar Goscinny. Es increíble como Morris combina un trazo tan sobrio, tan accesible, con ese nivel de expresividad en los personajes. La forma en que fluye el relato entre sus viñetas es magnífica, al igual que su talento para captar y reproducir detalles que tienen que ver con la ambientación histórica y geográfica: por más humorístico que sea el planteo, vos no dudás nunca de que estamos en un pueblito de la Loma del Orto en el Lejano Oeste de los EEUU, en algún momento entre 1865 y 1885.
La Ciudad Fantasma no te cambia la vida, no se sube a los empujones al podio de las mejores historias de Lucky Luke, pero es una muy buena historieta, un gran punto de entrada a la serie para quien no la conoce y, como si fuera poco, habla de un tema actual y relevante como es el de los pro y los contra de la minería a cielo abierto. Muy, pero muy disfrutable, de punta a punta.
Prometí terminar Monster en Agosto y cumplí. El Vol.9, sin ser perfecto, es el único que me pareció igual de bueno que el Vol.1. No coincido con la mayoría de las decisiones que tomó Naoki Urasawa a la hora de determinar quiénes llegan vivos hasta la última página y quiénes mueren, pero no puedo hablar de decepciones, ni de un final que no es final, como me pasó con 20th Century Boys. Este es un tomo de una intensidad agobiante, de hecho lo tuve que cerrar cuando iba por la mitad porque ya era todo tan extremo que me estaba poniendo muy nervioso. La cantidad de gente que muere es una animalada... y encima está bien, tiene sentido en el contexto del plan del villano. Predeciblemente, algunos elementos que tenían relevancia en los tomos anteriores acá prácticamente desaparecen para dejarle espacio a la acción, que es trepidante.
En la primera mitad de este tomo, el zarpado de Urasawa, al que le pedíamos por favor que achicara el elenco en vez de agrandarlo, presenta no a un nuevo personaje ni a dos, sino a todo un pueblo. Con el foco puesto en unos 10 ó 12 personajes, algunos de los cuales resultan ser mucho más de lo que parecen a priori. En esas secuencias en las que presenta a toda esta gente, el autor tira ideas con las que se podrían contar muy buenas historias cortas, por supuesto fuera del contexto de Monster. Probablemente el personaje cuyo rol más me impactó en este tomo final sea el del Inspector Runge. Después de tantos fracasos, Runge ya era (con perdón de la analogía futbolera) una especie de Huracán, el típico equipo que cuando aparece como líder de un torneo en vez de respeto o miedo genera risas, porque sabés que nunca le alcanza la nafta, nunca tiene los jugadores, la actitud, o el ojete que hace falta para salir campeón y tarde o temprano se cae de la punta. Durante muchísimas páginas lo vemos a Runge liderar el torneo, y si bien no da la vuelta olímpica, levanta en pala toda la chapa que no juntó en los tomos anteriores y se gana una ovación sostenida y emocionante, sobre todo en comparación con personajes como Eva o Nina, que parecía que iban a tener roles mucho más decisivos en el bolonki final.
Repito: se me ocurren otras formas de terminar Monster que me cierran más que las que implementa Urasawa, y obviamente sostengo que el camino hacia este final fue un auténtico laberinto, arduo, cuesta arriba, enroscado y casi inexpugnable por una sucesión de caprichos del autor. Se podría haber contado lo mismo en muchos menos tomos, de modo más directo, menos puntilloso, con otra dinámica, sin irse tanto por las ramas y sin sacrificar la emoción y la potencia que tiene este tomo final. Maravilloso el dibujo, brillante la narrativa, muy bien los diálogos (grossa también la traducción de Agustín Gómez Sanz), preciosa la edición de Ivrea y alucinante el subtexto de Verdad, Memoria y Justicia que emerge con todo en los últimos tomos. Pero tanto relleno, tantas secuencias y tantos subplots al pedo, tantos personajes que se desarrollan muchísimo para después no tener un carajo que ver con nada, son cosas que me impiden rendirme a los pies de Urasawa y sumarme a los que consideran a Monster un pico del seinen, o del comic para adultos, en general.
Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog y el miércoles a las 22:30 en el canal de YouTube de Comiqueando para compartir una nueva Agenda Abierta, en vivo, gratis y para toda el habla hispana.
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sábado, 7 de agosto de 2021
2 AL 8 DE AGOSTO
Una semana bastante productiva, por lo menos en materia de lecturas para comentar en este espacio.
Por motivos insondables, nunca había leído Western Circus, un álbum de Lucky Luke de 1970, o sea, del período clásico en el que René Goscinny escribía y Morris dibujaba las aventuras del icónico cowboy franco-belga. Lo único que puedo decir en contra de Western Circus es que no es un álbum definitivo. No es parte de esa pequeña elite, de esos álbumes que si no los tenés en tu Top Tres es porque no entendiste de qué se trata Lucky Luke. Fuera de eso, estamos ante una aventura exquisita, con un argumento atrevido, pensado para disparar situaciones atípicas para esta serie, y explotarles la veta cómica hasta los límites más insospechados.
Western Circus te descoloca con su trama, mantiene la intriga hasta el final (repleto de situaciones disparatadas, pero resuelto con una lógica inapelable) y nos presenta a unos cuantos personajes secundarios de impecable factura, a los que estaría bueno retomar en algún punto, aunque sea más de 50 años después. Goscinny acierta una y otra vez en la construcción de estos excéntricos personajes, al punto de que Lucky Luke casi se convierte en una figura de segundo orden dentro de la trama. Pero sin dudas lo mejor llega al final. Esas últimas cinco páginas en las que los autores te embocan una sorpresa atrás de otra, y llevan el delirio a un nivel tan genial como consecuente con lo que venían narrando a lo largo de toda la aventura.
El dibujo de Morris (escueto, sobrio, atento a los detalles, siempre funcional sobre todo al timing que necesita el relato para ser aún más cómico) potencia desde el contraste el disparate. Ese recurso de algunos actores cómicos que te hacen reir porque dicen unas animaladas atroces con su mejor cara de piedra, Morris lo lleva al plano de la historieta, con un resultado magnífico. Un comic realmente brillante, para leer y releer de grande o de chico, da lo mismo.
Me leí otra novelita de 96 páginas de Cybersix, en este caso “Un pezzo di notte”, de 1996. El guion de Trillo cuenta con la colaboración de un muy joven Fernando Calvi, que se asomaba a la historieta como asistente del mítico autor. Y en el dibujo, quien se encarga de llevar adelante la estética creada por Carlos Meglia es Alejandro Santana, uno de los asistentes que mejor entendía al maestro quilmeño. Visualmente esto está muy logrado, y si no sabés que Meglia para esta altura era más supervisor del laburo de sus colegas que quien realmente dibujaba las historietas, acá no vas a encontrar demasiadas pistas. Como ya vimos en otras entregas de esta colección, esta vez hay un segmento de ocho páginas en las que en vez de ver la historia de Cybersix vemos un manga que estaba leyendo un alumno de Adrián Seidelman, y acá sí, el trazo es 0% Meglia y (supongo) 100% Santana. ¿Engancha bien con la trama? Y, la verdad que no, que parece más relleno que otra cosa.
El guion en general me pareció flojito, menor, bastante predecible. Está la sana intención de sumar al elenco una nueva villana importante, pero la verdad es que la liquidan 26 páginas antes del final, y de ahí en más es todo un epílogo largo, innecesario y aburrido. Sigo sin encontrar en las novelas de 96 páginas la magia que me cautivó en las primeras historias cortas de Cybersix. Pero no me doy por vencido.
Y termino en Japón, en 2012, cuando Jiro Taniguchi se decide a adaptar una segunda novela de Itsura Inami protagonizada por Taku Ryumon, el taciturno “detective” especializado en encontrar perros de caza perdidos. Otra vez la trama lo va a obligar a buscar otro tipo de cuadrúpedos (en este caso un caballo de carreras) y a eso se dedicará junto a su inseparable Joe. Así como la vez pasada se ahondaba en el vínculo entre un perro lazarillo y una chica ciega, esta vez todo pasa por la relación entre este caballo de carreras y su cuidador (me enteré que la palabra exacta es “palafrenero”). Pero además, en este tomo de El Sabueso el misterio y la investigación estarán condimentados con una aventura más jugada, más intensa, que por momentos nos llevará a la confrontación violenta y a todo o nada entre buenos y malos. Las sesudas deducciones y los dilemas morales (que están, y funcionan muy bien) le cederán el protagonismo un ratito a la acción, y eso le permitirá a Taniguchi impactarnos con unas escenas vertiginosas y alucinantes, con cuerpos humanos y animales en un despliegue formidable de violencia.
Esta también es una historia totalmente autoconclusiva, que retoma en roles muy secundarios a personajes que ya habían aparecido en la anterior, y me atrapó aún más que la primera, así que la recomiendo a pleno. No sé si poner a El Sabueso entre las obras fundamentales del glorioso Jiro Taniguchi. Me parece que no califica para el podio. Pero sin dudas es un manga de una belleza gráfica aplastante, y con una trama muy interesante, un desarrollo atípico y un final muy satisfactorio. No es poco.
Nada más, por esta semana. Veremos cuánto puedo leer la próxima. Gracias y hasta pronto.
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