el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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lunes, 7 de octubre de 2019

LUNES PRIMAVERAL

Por fin tengo un ratito para redactar unas reseñas y empezamos con el final de la trilogía de StarCraft: Ghost Academy.
Básicamente, para el tercer y último tomo el guionista David Gerrold cambia totalmente el tono de la obra: Acá llega a su fin la onda de centrarse en los conflictos internos dentro de la academia, los grupitos de estudiantes enfrentados y cómo cada uno de ellos va ganando cancha en el uso de sus poderes y en su rol como armas vivientes al servicio del Emperador. En reemplazo de esto (y de la sutil exploración del rol de la academia en el complejo andamiaje político del Dominion), tenemos una guerra a todo o nada, en un planeta lejano, contra la furibunda y monstruosa raza alienígena a la que ya habíamos visto masacrar a montones de humanos en el tomo anterior. Y nada más. No más internas entre los Ghosts, no más ajedrez entre los capos de la academia y el Emperador y sus ministros, no más ejercicios, no más simulacros.
Para liquidar la saga, Gerrold decide que el Dominion mande al muere a los chicos que se entrenan para ser Ghosts y que, los que puedan, sobrevivan. Y de eso se trata este último episodio: de los chicos y chicas enfrentando a esta raza de hiper-fieras antropófagas en un planeta en el que vuelan las bombas atómicas. Páginas y páginas de acción, tiros, explosiones y violencia al recontra-palo, mínimamente decoradas por el “dilema moral” de estos milicos que no tienen mayores reparos en mandar al frente a los jóvenes protagonistas de la saga. ¿Es poco? Probablemente. Pero es lo que hay.
Por suerte está todo muy bien dibujado por Fernando Heinz Furukawa y sus asistentes (entre los que se destacan Rocío Zucchi y Gonzalo Duarte, encargado de la aplicación de las tramas mecánicas). Esto mismo mal dibujado, sería poco menos que cancerígeno, pero el laburo a destajo de FHF hace que la historia sea dinámica, que los personajes tengan cierta onda y que la espectacularidad y la grandilocuencia tengan un poco más de sustento. Si hay algo que redima a StarCraft: Ghost Academy es sin dudas la faz gráfica. O en una de esas todo lo que pasa acá es re-importante y re-canónico para la continuidad del videojuego, la verdad que no tengo idea. A mí me sirvió para descubrir el excelente nivel que alcanzó Fernando Heinz Furukawa en su búsqueda de una estética cercana al manga, pero fácil de ensamblar con una narrativa 100% occidental, apoyada sobre todo en la machaca. Ojalá encuentre otros trabajos suyos con guiones más atractivos.
Hacía… no menos de 15 años que no tocaba un comic de Valiant, pero las críticas zarpadas que recibió Britannia me hicieron darle una oportunidad a esta saga creada por el maestro Peter Milligan, junto a un dibujante español que siempre me resultó interesante, Juan José Ryp. Sumémosle el dato de que esto está totalmente desenganchado del Universo Valiant, y que lo conseguí a muy buen precio. Imposible resistirse.
Una vez que lo leí, me bajó un poco el entusiasmo. Es una buena historieta de aventura histórica, no lo dudo en absoluto, pero en algunos aspectos se queda a mitad de camino. Me interesó mucho el planteo, el hecho de tener en pleno Imperio Romano a un protagonista que intenta resolver crímenes por medio el análisis racional, intelectual… en una época en la que todo se explicaba por los caprichos de los dioses, y el emperador era un loco de mierda como Nerón. En ese contexto de gran irracionalidad, el personaje de Antonius Axia propone algo distinto y muy atractivo. Milligan trabaja muy bien el tema del rol de las mujeres en esta sociedad, al introducir por un lado a las vestales y por el otro a Bodmall, la aldeana bretona de apariencia perdularia pero profundamente conectada a los saberes místicos de su pueblo. Sin estas mujeres de su lado, Antonius no podría haber sobrevivido a esta experiencia ni mucho menos resuelto el misterio que lo mandó a investigar Nerón.
Y quizás lo más choto sea que Antonius llegue vivo al final de la historia. La amenaza a la que se enfrenta es tan grossa, lo supera tanto a tantos niveles, que incluso con la ayuda de Bodmall y las vestales resulta medio inverosímil que salga entero y/o victorioso de esta ordalía. El resto, pongámosle que está bien. Hay una bajada de línea anti-imperialista, está esta reivindicación de las mujeres (absolutamente ninguneadas en la antigua Roma), hay un misterio sobrenatural bien llevado… Lo que no me cerró mucho fue la faceta más aventurera, la resolución de los conflictos por la vía de la violencia. Terminar así la saga quizás requería de otro tipo de héroe, más cerca de Conan que de Sherlock Holmes. Milligan tuerce un poco la figura de Antonius para que se banque cosas que Conan se bancaría y Holmes no, y eso –para mi gusto- desvirtúa un poco el desenlace.
El dibujo de Juan José Ryp (cuyo verdadero apellido es Rodríguez y Prieto) está muy bien. El español trabaja con su clásico trazo finito, sin masas negras, como para que se luzca muchísimo el coloreado a cargo de la gran Jordie Bellaire. Los fondos y paisajes están laburadísimos, la reconstrucción histórica está tan cuidada como en cualquier comic francés, la narrativa no tiene fisuras, el gore pega donde y cuando tiene que pegar, el garche no llega a ser porno, las expresiones faciales están muy logradas… Gran trabajo de este obrero del lápiz. Hay más arcos de Britannia, pero andá a saber si algún día los veo tan baratos como para querer comprarlos.

Esto es todo por hoy. Seguramente habrá una entrada más durante la semana y durante el finde nos encontramos en Rosario, en la décima edición de Crack Bang Boom. ¡Arrivederci!

martes, 24 de septiembre de 2019

NUEVAS LECTURAS

Hora de avanzar con las lecturas y en este caso vuelvo a meterme con dos series que ya tenía empezadas.
¿Por qué me animé a leer el Vol.2 de StarCraft: Ghost Academy si el 1 me había parecido poco menos que lamentable? Porque el dibujo de Fernando Heinz Furukawa me pareció muy sólido y muy ganchero, pero sobre todo porque cambiaron de guionista. Este tomo está a cargo de David Gerrold, veterano escritor de cuentos y novelas de ciencia-ficción, y autor de varios episodios de series de TV como Star Trek, Babylon 5 y The Twilight Zone. La verdad es que se nota bastante y desde temprano que acá hay un tipo que tiene alguna idea de qué corno quiere hacer con los personajes.
Lo único que no me cerró es la cantidad de páginas que dedica Gerrold a mostrarnos lo jodida que es la amenaza con la que se van a enfrentar los protagonistas en el Vol.3. El resto, sin ser la mega-maravilla, está bien. Hay un buen ritmo, hay momentos fuertes, momentos impredecibles,un par de secuencias oníricas bien aprovechadas, avanza coherentemente la relación entre los personajes, incluso se enfatiza un poco más la arista socio-política de esta academia donde se entrena a chicos y chicas con poderes psiónicos para después usarlos como armas vivientes en una guerra entre imperios recontra-power. Incluso sin manejar la más mínima noción del universo del videojuego de StarCraft (como es mi caso), esta aventura resulta competente, con el atractivo suficiente como para querer leer el Vol.3 sin sentirse un mártir de la causa.
Y como ya señalamos, el dibujo de Heinz Furukawa es muy notable. Logra combinar la fuerte de varios mangakas populares con una narrativa 100% occidental, pero además muy clara, muy dinámica, sin fisuras. El dibujante y su equipo de asistentes (en el que aparecen nombres conocidos como Rocío Zucchi, Wally Gómez, Tomás Aira, Roberto Viacava, Perla Pilucki, Mauro Vargas, Leandro Rizzo, Pablo Churin y el hoy guionista Gonzalo Duarte) no se guardan nada y explotan sobre todo en las escenas mudas, que tienen una fuerza bárbara. Una vez más, la aplicación de los grises es el punto más alto dentro de una faz gráfica que no me canso de destacar. Veremos qué me depara el Vol.3 (y último) de esta serie que arrancó tan mal escrita y mejoró mucho entre el primer tomo y este.
Se impone también cerrar alguna de las series que venía siguiendo, y así es como llegamos al Vol.4 de 36-39 Malos Tiempos, la trágica recreación que hizo el maestro Carlos Giménez de la vida en Madrid durante la Guerra Civil Española. En este último tramo, Giménez aborda el final de la guerra e indaga a fondo en el cambio de status quo que significa la entrada en la capital española de las tropas vencedoras, que son las del bando fascista liderado por Francisco Franco. Como si fuera poco con el hambre y las enfermedades, ahora los sobrevivientes deben enfrentar también la venganza, las represalias del bando al que combatieron hasta donde se pudo y que finalmente se quedó con la manija. Una vez más, Giménez no ahorra crueldades ni sinsabores para los madrileños que lucharon por la República y cayeron derrotados.
Si algo había para criticarle a los tomos anteriores de 36-39 es que las historias que Giménez nos contaba con Marcelino, Lucía y sus hijos se podían contar con cualquier otro grupo de personajes. No había muchos rasgos que distinguieran a Marcelino y Lucía de otros hombres y mujeres de la época, no se profundizaba demasiado en sus personalidades ni se cuestionaban mucho los motivos que los llevaban a tomar esas decisiones y no otras. Pero mirá vos lo que son las cosas: este cuarto y último tomo le da MUCHA más bola a los personajes, los desarrola mucho más. No los pone por arriba de la historia, porque la historia tiene una fuerza dramática devastadora, pero los redondea y los define muchísimo mejor.
Del dibujo de Carlos Giménez ya casi no tiene sentido hablar. El prócer está en un nivel extraordinario, sublime. Incluso con viñetas en las que los bloques de texto tienen mucho protagonismo, incluso sin romper muy a menudo la grilla de seis viñetas de igual tamaño, el creador de Paracuellos te atrapa con su trazo vigoroso, potente, sintético y en menos de dos páginas ya te convence de que eso que estás viendo es LA REALIDAD. Además, pone en juego todos los recursos habidos y por haber para hacerte sentir con una fuerza bestial los climas, los silencios, la expresividad de rostros y cuerpos, y lo más importante: las emociones que viven los involuntarios protagonistas de una de las sagas más desgarradoras que nos dio el Noveno Arte.
Una vez terminada 36-39, Carlos Giménez se tomaría un descanso y se sentaría a acumular premios y reconocimientos, hasta 2012, cuando regresará con otra obra extensa, también basada en hechos reales, pero menos heavy: Pepe, la biografía del gran Pepe González, que nunca leí porque no la tengo (acepto donaciones). Y tampoco tengo sin leer otras obras de Giménez, así que me despido (al menos por un tiempo) de este genio español que con los cuatro álbumes de la magnífica 36-39 me hizo sufrir más que Racing.
Gracias a todos los que se acercaron a saludarme en el evento en La Plata y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.


lunes, 16 de septiembre de 2019

LUNES ESPLENDIDO

Por fin tengo un rato para sentarme a escribir las reseñas de los últimos libritos que leí…
Me quedaba por comentar Slay per View, el tercer (y creo que último) tomo recopilatorio de Sinister Dexter editado por DC y 2000 A.D. allá por 2005. Esta entrega ofrece casi 240 páginas de material, casi todo publicado originalmente en el semanario 2000 A.D. durante 1997, en lo que –sospecho yo- habrá sido el pico de popularidad de esta serie creada por el prolífico Dan Abnett.
De nuevo se hacen inevitables las referencias a Pulp Fiction y a Hitman, pero la verdad es que a nivel guiones este tomo no nos brinda ni por casualidad la magia del anterior. Hay pocas historias realmente chotas: la mayoría son un “meh, no está mal”. La mejor es la que da título al libro: en apenas 25 páginas, Abnett conjura una trama espesa, logra crear verdadera tensión, sorprende con la resolución y hasta se anima a hacer avanzar a los personajes por el lado de los vínculos. La historia más extensa, “Mother Lode and the Red Admiral”, tampoco está mal, de hecho tiene varios de los mejores diálogos del tomo, pero el dibujo de Calum Alexander Watt la deja al borde de lo ilegible de tan ramplón y torpe que es. Y la otra aventura atractiva es “Drop Dead Gorgeous”, donde también, en 20 páginas el guionista juega un par de cartas bravas, arriesga y sale bien parado.
Después hay muchas historias cortas, de 8 ó 9 páginas, en las que Abnett ni se propone armar algo asi como una estructura narrativa coherente. Son chistes largos, intentos de satirizar algo, anécdotas intrascendentes, secuencias medio oníricas… todo vale para llenar ocho paginitas en las que seguramente Sinister y Dexter van a boletear a alguien a sangre fría. De estas aventuritas menores y/o en joda, destaco a “Lyrical Bollards”, una farsa demencial con certeros palos al mundo de la poesía y la literatura “de vanguardia”. Además esas 16 páginas son las únicas del libro dibujadas por el descomunal Simon Davis, que en el tomo anterior había aportado muchísimo material de alto nivel visual.
En este tomo por suerte hay poquito Steve Yeowell, ocho paginitas muy locas de Sean Phillips, bastante de un Andy Clarke al que todavía le faltaba un montón, bastante Greg Staples clonando a Simon Bisley a lo pavote y apenas un par de historias cortitas (y con guiones tirando a impresentables) a cargo de Paul Johnson, lejos el pico más alto dentro de una faz gráfica algo despareja. Y no tengo más material de la 2000 A.D. sin leer. Eventualmente volveremos a explorar esa rama del comic británico, pero no sé cuándo.
¿Qué onda los dibujantes argentinos que trabajan para editoriales de EEUU en historietas con estilo similar al manga? Hasta ahora hemos visto poco o nada de esto en el blog, pero cayeron en mis manos los tres tomos de StarCraft: Ghost Academy, un comic de la editorial TokyoPop publicado en 2010 y vinculado (lógicamente) al universo del famoso videojuego StarCraft. Esto está escrito por Keith Decandido y el guión es tan malo que no sé si voy a poder llegar hasta el final del tercer tomo, y mucho menos juntar aguante para reseñar los dos tomos que todavía no leí.
El atractivo que tiene Ghost Academy es, sin dudas, el dibujo de Fernando Heinz Furukawa (FHF), un argentino con padre alemán y madre japonesa. FHF tiene un estilo muy alineado con el manga más comercial, una especie de Masashi Kishimoto un poco más oscuro, o más cargado, con menos tendencia a la síntesis. Esto no es exactamente un manga, porque está contado en sentido occidental y porque el manejo del tiempo narrativo no se parece al de ningún manga, sino más bien al de un comic mainstream occidental. FHF es un dibujante de gran solidez, de gran despliegue. Repite mucho algunos planos, pero sus páginas no se ven estáticas ni aburridas. Y el trazo está claramente potenciado por la aplicación de los grises, que lo levantan muchísimo. FHF trabaja en esta obra con un equipo de asistentes, entre los que están su mujer, la talentosa Rocío Zucchi, Leandro Rizzo, Gabriel Luque y Gonzalo Duarte, que para mí era guionista, pero ahora me entero que también es colorista, letrista y en Ghost Academy trabajó aplicando las tonalidades de gris. Muy notable todo el aspecto visual de este comic, desde el diseño de personajes (que no sé si es 100% original o está tomado de los videojuegos) hasta el laburo a destajo en los fondos.
Lástima el guión, que es realmente paupérrimo, de escasísima originalidad, estirado y reiterativo al recontra-pedo… Posta, cuesta un huevo llegar al final de un tomo de tantas páginas cuando está todo tan mal escrito, tan prendido con alfileres, con personajes definidos con brocha tan gruesa… En una de esas está apuntado sólo a los muy fans del StarCraft, que ya conocen y aman con pasión al universo del videojuego. Lo cierto es que a mí me pareció prácticamente irredimible.

Esta semana seguramente habrá nuevos posteos, acá en el blog. Gracias por el aguante y hasta pronto.