el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 6 de agosto de 2013

06/ 08: LUUNA Vol.3

Hora de retomar esta serie que tenía colgada desde 2010 (vimos la reseña del tomito yanki que traía los Vol.1 y 2 el 22 de Marzo del primer año del blog) y que me había resultado muy ganchera.
Este tomo es sanata pura. Un tomo bien de pretemporada, en el que se exploran las consecuencias de lo que sucedió en el anterior y recién al final pasa algo más o menos importante, con alguna chance de cambiar el rumbo de la saga. Pero básicamente, son 46 páginas bastante prescindibles.
Por supuesto, un guionista con la solvencia de Didier Crissé no va a dejar que te emboles o que digas “chau, último tomo que me compro”. Dentro de esa onda de “acá pasa poco”, el francés mete varias secuencias atractivas y rellena con un truquito del que no conviene abusar, pero que acá le sale bien: sumar personajes al elenco. Como Luuna y sus amigos están en medio de una travesía, cada tanto encuentran a nuevas criaturas con las que pegan onda, que se suman a su viaje o los ayudan en algún momento medio bravo, y que –una vez presentados al lector- incluso protagonizarán sus propias secuencias, casi siempre en son de joda, como para equilibrar el tono de la serie, que a veces, cuando todo se centra en el lado oscuro de Luuna, puede volverse medio siniestro. En este tomo hay muchas, casi demasiadas escenas menores protagonizadas por los personajes secundarios, puestas por Crissé para entretenernos con algo mientras a Luuna no le pasa nada. Se ve que para este momento (2003-2004) ya estaba claro que la serie era un éxito y el guionista no tenía mayor apuro por mostrarnos el final, que llegará (dice la amiga Wikipedia) en el Vol.5, inédito en nuestro idioma.
No es mucho más lo que me inspira el guión, lamentablemente, así que me zambullo ya en el dibujo, que es muy zarpado. Nicolás Kéramidas es un monstruo criado (como Juanjo Guarnido) en los estudios Disney de París, que por supuesto levantó vuelo y trascendió el “sistema Disney” para afianzarse en un estilo muy atractivo y muy personal. Acá todavía está un poquito pegado al estilo amistoso, redondito, bonito de los dibujos animados, pero ya algo se ve de lo que explotará más tarde en sus obras posteriores (de las que es probable que reseñemos otra este mismo mes).
De todo lo que Kéramidas hace bien en este tomo de Luuna creo que lo más notable es la perfecta interacción de sus dibujos con la paleta y los efectos del colorista Bruno García y la clase con la que se banca esas páginas en las que tiene que dibujar muchísimas viñetas muy chiquitas. Hay un par de páginas cerca de la mitad del tomo en las que Kéramidas logra meter ilustraciones enormes, más alguna splash page más cerca del final. Pero en la mayoría de las páginas su dibujo se luce y brilla a pesar de una puesta que lo obliga a meter casi siempre ocho o nueve cuadritos tirando a pequeños, incluso en esta edición, que es del mismo tamaño que la francesa. No es fácil romperla en espacios tan chicos, pero la magia de Kéramidas y García lo logran con creces.
Y nada más. Espero conseguir pronto los Vol.4 y 5, a ver cómo termina la saga, que –a pesar de este tomo entre pachorro e intrascendente- mantiene alto su atractivo para los fans de la aventura clásica, las protagonistas femeninas bien escritas y los chispazos de humor bien insertados en un contexto dramático. Si tuviera 30 años menos, estaría absolutamente cebado con esta serie y la pondría sin dudas entre los títulos fundamentales de la década pasada.

martes, 3 de mayo de 2011

03/ 05: KOOKABURRA K


Venimos bien, con mezclas muy copadas. El otro día tuvimos a un guionista yanki con un dibujante brasileño, después un guionista argento con dibujante español y hoy TRES guionistas (creo que los tres franceses) con dibujante mexicano.
Lástima la historieta, que no funciona del todo bien. La idea está buena: este es un spin-off de una serie MUY popular en Francia, que se llama simplemente Kookaburra y fue creada en 1997 por el siempre taquillero Didier Crissé y el dibujante (después devenido guionista) Nicolás Mitric. La saga kirchnerista (Kookaburra K) es una trilogía que mezcla al Kookaburra (una especie de ave fénix, infinitamente poderosa) con conceptos de otros dos hitazos inmortales: X-Men y Star Trek. Con todo eso, era difícil que fallara, pero aún así, falló. O por lo menos no alcanzó a llevarse más aplausos que “peros”.
A ver: una historieta que en menos de 150 páginas cambia tres veces de guionista ya es medio una rotura de huevos. Arranca Crissé, sigue James Hicks y termina Mitric. Los cambios no son abruptos, ni se sienten tanto. El primer tramo es el más flojo, el que –a la luz de lo que pasa en el segundo- podría no estar y casi se entendería todo igual. El tercero (de 2010) llega a cerrar todo lo que se abrió en los dos primeros (de 2006 y 2007) o sea que era el más complicado de encarar. El principal problema de la saga es que le sobran elementos. La onda es que pasen y se expliquen demasiadas cosas. Ya desde el vamos, los protagonistas son como 20. Un poco mucho para menos de 150 páginas, no? A menos que en esas 150 páginas pase lo que en cualquier comic americano pasa en 280. Y es el caso de Kookaburra K. Aca pasan millones de cosas, algunas tan grossas que repercuten en los casi 20 protagonistas y en un montón de planetas y hasta de universos. ¿No hubiese estado mejor contar eso mismo en más páginas? No tengo dudas de que sí.
Sobre todo si aporto un dato que me vengo guardando: el dibujante de los tres tomos (uno solito en la edición yanki de Marvel) no es otro que Humberto Ramos. El trabajo que hace acá el mexicano sólo se puede comparar con el que –a mi juicio- es el mejor de su carrera: Revelations. En Kookaburra K, el ídolo pone absolutamente todo y mucho más. Pero claro, él está acostumbrado a otra forma de narrar y tooooodas esas páginas con 10 cuadritos le complican muchísimo el lucimiento. El primero que hubiese querido contar esta historia en 280 páginas debe ser el propio Ramos. Porque, posta, Crissé y sus secuaces lo desaprovechan demasiado. Loco, tienen a Humberto Ramos! Y prendido fuego! Dejen que se luzca un cacho más! Déjenlo meter un splash-page! Déjenlo dibujar menos de cinco personajes por viñeta! No le tapen esos dibujazos con choclos de texto!
Igual, Ramos se la re-banca. Dibuja unas escenas de acción para el infarto, buenas escenas tranqui, fastuosas secuencias oníricas… Y si tiene algún tropiezo en la narrativa (que, repito, no es la que él se sabe de memoria) lo rema con oficio, con solvencia, o con más secuencias más impactantes que las anteriores. Obviamente estamos frente a un virtuoso que se arriesgó a probar algo nuevo: el álbum para Francia, eso que –en la misma época, en la misma editorial y con el mismo guionista- hacía de taquito su gran amigo e inolvidable maestro Carlos Meglia, al que Crissé y Ramos le tiran un homenaje en las páginas de Kookaburra. Meglia está presente en un montón de detalles del dibujo de Humberto, pero el diseño de los personajes, las naves, los monstruos y el ritmo general de la obra son 100% Ramos. Y 100% atrapantes.
Esto mismo, con menos ambición, podría haber sido mucho más power. Menos personajes, menos elementos en la trama, algo un cachito más sencillo de explicar, habría dejado más margen para que brillara el dibujo de un Humberto Ramos devastador (especialmente en el segundo tomo, cuando él mismo entinta sus lápices) y para que el impacto dramático de la historia se viera mejor reflejado en las páginas, en vez de contar tantas cosas de forma tan comprimida, tan “con lo justo”. Un comic donde las buenas ideas vienen más apretadas que si viajaran en el Sarmiento un miércoles a las seis de la tarde me deja casi tan frío como el que te mezquina las ideas y te llena 150 páginas con una trama que se podía contar en 32. Kookaburra K, lamentablemente, no va a pasar a la historia. Pero si sos fan de Ramos, te la tenés que comprar religiosamente, ponerla en un altar y dedicarle unas plegarias todos los putos días de tu vida.

lunes, 22 de marzo de 2010

22/ 03: LUUNA Vol.1


Como decía el inolvidable Carlos Meglia, Didier Crissé es más mainstream que el Clarín. Un día va a firmar una obra suya como Juan Carlos Mainstream y nadie va a dudar acerca de quién la escribió. Crissé no se zarpa, no experimenta, no se devana los sesos para pelar cosas que no se hayan visto jamás en ningún otro comic/ película/ videogame/ novela/ etc. El tipo conoce perfectamente el paño de la historieta de aventuras para adolescentes y dentro de eso se maneja con la cancha y la efectividad de un Número Uno. En Francia, claro. Acá, como no hace shonen berreta ni sagas de Green Lantern, no lo conoce nadie.
Luuna es aventura clásica en estado puro. Ojo, con “aventura clásica” no quiero decir “aventura arcaica”. Esto no se podría haber publicado ni en El Tony ni en Skorpio. Es aventura clásica del Siglo XXI, pensada para sintonizar con el lector joven de hoy, que ya pasó por Mulan, Pocahontas y Aladdin pero todavía no llegó a La Búsqueda del Pájaro del Tiempo, o a Las Siete Vidas del Gavilán. Pongámosle que está apuntado al público de Valérian, así entendemos todos rápido. Ahí se inscribe esta saga de fantasía épica ambientada en el Noreste de los EEUU, en la época en que los aborígenes dominaban la región. Luuna, la joven y escultural protagonista, va a recorrer bosques y montañas en una gesta que la va a enfrentar con innumerables peligros y con el más jodido de todos, que es su propio lado oscuro, controlado por un despiadado Dios de las Tinieblas.
Al atractivo habitual de las historias de viajes iniciáticos, de adolescentes con un poder extraño, o simplemente de largas travesías en busca de… algo, Luuna suma un gancho más que es el de meterse a fondo con las costumbres, la religión, la fauna y los paisajes que imperaban en la época de los pieles rojas. La investigación histórica es acertada y la lectura del comic aporta data muy valiosa y de modo sutil, no enciclopedista. El tono a primera vista parece casi funny (como Pocahontas y Aladdin), porque hay espíritus del bosque que parecen ardillitas, o bichitos simpáticos tipo Disney, que proveen una buena dosis de un humor bastante ingenuo. Pero cuando la mano se pone heavy, pasan cosas jodidas de verdad y Crissé no les esquiva el bulto ni las “sugiere”. Están ahí, las ves, y pegan fuerte.
Y así como en Cañarí el guionista tenía ese ancho de espadas que era Meglia, acá tiene un ancho de bastos, que es Nicolás Keramidas, un pibe que en los últimos diez años pasó de ser un esclavo más de la factoría Disney a ganarse la idolatría masiva en el mundo de la bande dessinée. El primer tomo de Luuna es de 2001 y está un poquito por debajo del resto de la serie. De hecho, el colorista Bruno García pone mucho de sí para que el dibujo se vea power. Pero a partir del segundo tomo ya vemos a un Keramidas mucho más canchero, con todo listo para iniciar ese ascenso meteórico del que hablamos y que llega a su punto más alto en 2008, cuando se manda ese tomo de La Mazmorra: Monstruos que te produce orgasmos con sólo ver una viñeta.
En Luuna se ve clarísimo que el entrenamiento de Keramidas viene de sus nueve años como animador en los estudios del Tío Walt. Maneja esa estética tan bien que uno tiene miedo de que en cualquier momento los animalitos se pongan a cantar. Como todos los dibujantes que la rompen en la animación, se manda unos fondos alucinantes, se zarpa en las expresiones faciales, domina de taquito el lenguaje corporal de los distintos personajes (no hay dos que parezcan “moverse” igual) y no se mete en bretes narrativos, ni siquiera cuando se tiene que fumar esas páginas con 10 ó 12 viñetas, tan frecuentes en el comic franco-belga. O sea, recontra-garpa.
Si te gusta la aventura fantástica sin mayores pretensiones filosóficas pero con mucha onda y excelentes dibujos, a la larga te vas a dejar seducir por Luuna. Y si conocés a chicos y chicas de entre 13 y 17, ni se te ocurra prestarles un libro de Luuna, porque se van a volver locos y no te lo van a devolver jamás. Por último, yo insisto con la berretada de leer el comic francés en ediciones yankis, pero bueno, los amigos de TokyoPop me dan DOS álbumes franceses por u$ 13 ($ 50 de los nuestros). ¿Alguien iguala esa oferta?