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lunes, 27 de febrero de 2023
NOCHE DE LUNES
Por distintos motivos, vengo con poco tiempo para leer comics e incluso para reseñarlos. Pero luego de un paréntesis, hoy retomamos.
Terminé (ya era hora) Fables. Tardísimo, como siempre, me devoré esa rareza editorial que es al mismo tiempo el nº150 (recontra extra-large) de la serie mensual y el Vol.22 de la serie de trade paperbacks,. Estamos hablando de un alto masacote de 160 páginas publicado en 2015 que trae historietas, relatos en prosa y textos en lo que los autores se despiden entre sí y de los lectores que los acompañaron a lo largo de los 13 años en los que Vertigo publicó la serie mensual.
La historieta principal, a cargo de (como no podía ser de otra manera) Bill Willingham y Mark Buckingham es una novela gráfica de 77 páginas, en la que los creadores de Fables cierran todos los plots importantes que tenían abiertos y resuelven de una vez el conflicto entre Red Rose y Snow White, las hermanas que protagonizan esta última etapa de la serie. Acá tenemos una combinación entre momentos épicos y momentos intimistas muy lograda, en la que además mojan el pancito, a veces en roles muy sorpresivos, varios personajes más. Es un lindo cierre, y además el dibujo de Buckingham está a un nivel glorioso, coloreado mejor que nunca por Lee Loughridge.
Pero hay más: como ya vimos en el TPB anterior, Willingham complementa la historia principal con un montón de historias cortitas, que nos narran el final de distintos personajes secundarios. Acá hay gemas, boludeces tolerables y algún que otro bofe. Los finales de Pinocchio y Gepetto son magníficos. El de los cachorros de Bigby Wolf y Snow White también. Y la historia en la que finalmente vemos cómo las autoridades terrenales (ejército y policía) toman cartas en el asunto de Fabletown tiene un guion demasiado bueno para ser real (y para que lo dibuje a media máquina Lam Medina). Y cuando ya creías que era todo rejunte de historias cortitas y personajes del Ascenso, en las últimas páginas reaparecen Willingham y Buckingham para una breve historia ambientada muchos años en el futuro que es pura magia y emoción. En el medio hay breves colaboraciones de monstruos como Neal Adams, Mike Allred, Teddy Kristiansen, Gene Ha, Bryan Talbot o Joëlle Jones, algunos con muy poquitas viñetas, otros con secuencias un poco más largas.
Sin dudas es un cierre a la altura de la chapa de una serie que durante 13 años cosechó premios y popularidad a lo pavote, que tenía muchos más lectores que ejemplares vendidos (mucha gente le prestaba sus revistas o libros de Fables a otra para que se cebara y la empezara a leer/ coleccionar), que generó una brutal cantidad de spin-offs y que convirtió a la dupla de Willingham/ Buckingham en una de las más aceitadas y más eficaces de la historia del comic yanki reciente. Años más tarde, Fables volvió, e incluso retomó la numeración con el nº151, pero esa ya es otra historia. La historia posta termina acá, con toda la fanfarria que ameritaba semejante epopeya creativa y editorial. Gracias a todo el equipo que metió mano en Fables por tanta magia y tantos buenos momentos.
Me vengo a Argentina, año 2022, cuando un grupo de escultores y modeladores 3-D se juntan para imaginar un universo de personajes al estilo Masters of the Universe, para desarrollar una línea de action figures (muñecos, para los amigos) de alto impacto. Como complemento, se les ocurre escribir una historieta protagonizada por estos personajes, que se llama Sentencia Astral y que le da un contexto al conflicto entre estos poderosos guerreros del Bien y el Mal. Con el guion consensuado entre todos, consiguieron que lo dibujara el querido maestro Marcelo Sosa (fallecido hace pocas semanas) y lo coloreara el talentoso Guillermo Villarreal. Así, el Vol.1 de Sentencia Astral se convirtió en una realidad tan tangible como los muñecos.
No es muy difícil sospechar que el énfasis de los escultores estuvo puesto en imaginar el look y la contextura de cada personaje. Ahí, realmente la rompieron, porque todos se ven increíbles. El trabajo de Sosa para darles vida también es encomiable. Pero después hay varios problemas: el color quedó muy opaco, muy deslucido. Y hay textos en letra negra aplicados arriba de fondos de colores muy oscuros, lo que hace casi imposible descifrar qué dicen. El guion es confuso, las secuencias están hilvanadas de una manera que más de una vez te deja pagando y decís "¿qué pasó entre el cuadro anterior y este?!?". ¿Por qué pasa esto? Porque la historieta tiene apenas 33 páginas y lo que tratan de contarnos los autores es muchísimo más complejo y ambicioso que lo que se puede desarrollar en un espacio tan acotado. Además, se nota la intención de darle protagonismo a la machaca, con lo cual toda la explicación de quiénes son los malos, quiénes son los buenos, cómo reciben sus superpoderes estos muchachones argentinos, quién les explica cuál será su misión, etc., muchas veces no se ve en las viñetas, sino que aparece resumido en extensos bloques de texto que complican la fluidez de la lectura. Es como si al comic le faltaran (además de personajes femeninos, que no hay ninguno) algunas páginas en las que se cuentan gráficamente momentos y diálogos que en este nº1 de Sentencia Astral no aparecen, reemplazados por bloques de texto, o directamente por saltos narrativos que descolocan al lector. Esto además le exige a Sosa armar páginas con ocho o nueve viñetas, algo que le resta lucimiento al dibujo del ídolo.
En el medio del bolonki, hay unos cuantos diálogos graciosos, peleas épicas muy bien dibujadas y un vértigo creativo, un frenesí, que salta hacia afuera de la página y te atrapa, aunque a veces la historia no se entienda o se empantane en decisiones narrativas equivocadas. Complementan el librito varios pin-ups de dibujantes invitados, y la infaltable publicidad para que compres los coñemus de tus héroes o villanos favoritos y la machaca entre el Bien y el Mal siga en tu casa, y en tus manos. La triste e inesperada muerte de Marcelo Sosa no frena al proyecto, y los creadores de Sentencia Astral ya están trabajando en un segundo comic, que ojalá tenga más páginas para que todas esas ideas y esos personajes se puedan desarrollar de manera más armónica.
Nada más, por hoy. Ya arranqué a leer otro librito y ni bien tenga un par terminados, vuelven las reseñas. Será hasta el mes que viene.
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martes, 17 de enero de 2023
MARTES A TODO CALOR
Estos días con pocas obligaciones, en los que hay mucha gente de vacaciones y poca rompiendo las pelotas a los que nos quedamos acá en Buenos Aires, aprovecho para bajar un poco los pilones de lecturas pendientes.
Es hora de volver a Fables, que la tengo abandonada desde el 18/08/19. Ya no falta nada: este tomo (Vol.21) es el anteúltimo y la ambiciosa serie de Bill Willingham y Mark Buckingham termina en el 22, que está ahi en el pilón, agazapado. Este es, lógicamente, otro clásico tomo de pretemporada, con nueve episodios en los que todo lo que pasa tiene que ver con preparar el terreno para los sucesos con los que Willingham va a cerrar la serie. El conflicto entre Snow White y Rose Red, el plot que involucra a Bigby y el que gira en torno al Príncipe Brandish son las puntas argumentales que impulsan esta extensa saga. Saga en la que además, como ya no los necesita, Willingham hace boleta a varios personajes, algunos de los cuales venían desde el inicio de la serie, con bastante protagonismo. El tono predominante es el de la rosca palaciega, con muchas escenas basadas en el diálogo entre los personajes, incluso con espacio para revelaciones importantes que tienen que ver con el pasado de algunos de los protagonistas que aún están en pie. Pero también hay espacio para la machaca fuera de control, a todo o nada, e incluso en el tercer episodio de los que reúne el TPB pasa algo que nunca pensé que iba a ver: la gente común de New York descubre a Fabletown. El hechizo que hacía que los "mundis" no pudieran ver la morada de las fábulas no existe más y ahora cualquiera que se acerque al Upper West Side tiene frente a sus ojos el edificio donde viven casi todos los protagonistas de la serie.
O sea que en un marco de franela, especulación y conjeturas acerca de lo que hará o no cada uno de los involucrados en el gran final, hay muchas sorpresas, muchas emociones y muchas escenas impresionantes. Obviamente si nunca leíste Fables, este no es el punto donde te recomiendo sumarte. Hay que ir bastante más atrás para entender todo, y sobre todo para familiarizarse con el amplísimo elenco de la serie. El dibujo de Mark Buckingham se mantiene en el grandioso nivel de siempre, y entre los dibujantes invitados (que aportan tres o cuatro paginitas en cada número), quienes más se lucen son Nimit Malavia, Shawn McManus y Eric Shanower. El mes que viene, sin falta, la reseña del último tomo de Fables.
Ahora me vengo a Argentina, donde en 2021 se publica Puerto Kraken, obra del guionista Cristian Blasco y el dibujante Jorge Copó. Perdón: GRAN obra del guionista Cristian Blasco. Acá el autor cordobés demuestra que también en el género de los superhéroes se mueve con mucha categoría. Puerto Kraken es una saga estructurada como si fuera una miniserie de cinco comic books, dividida en capítulos de 22 páginas (salvo el último, que es un poquito más largo) que inevitablemente terminan en cliffhangers jodidos como enema de chimichurri.
A Blasco le alcanzan menos de 120 páginas para presentar un universo con héroes, villanos, conflictos grossos, explicaciones verosímiles para la existencia de estos tipos y minas con superpoderes, desarrollo de tres personajes muy fuertes, con muchísima carnadura humana, y por si fuera poco, te cierra el libro con todas las puntas argumentales cerradas de manera satisfactoria, sin frutear ni escaparse por ninguna tangente. En el contexto del mainstream yanki, probablemente Puerto Kraken desentonaría un toque porque es un poco salvaje, hay un nivel de violencia que pocas editoriales habilitan para sus combates entre héroes y villanos. Y además hay dilemas éticos muy espesos, gracias a los cuales llega un punto en que la línea entre buenos y malos se hace finita, casi imperceptible. Claramente el guionista está pensando en un público adulto, que se banca y celebra el grim ´n´gritty, la ambigüedad moral y la violencia extrema. Y le sale muy bien: Puerto Kraken es una muy buena historia para los amantes de un comic de superhéroes más jugado y menos condescendiente.
El dibujo de Copó no me copó (perdón, no pude evitarlo). Tiene páginas muy lindas, pero en general sus cuerpos en acción se ven un poco estáticos, les falta plasticidad en los movimientos. Las expresiones faciales fluctúan entre grandes aciertos y pifias notorias, y los fondos aparecen muy de vez en cuando. Hay algunas composiciones gestadas para destacar dibujos de gran detalle y gran despliegue en edificios y puentes, pero la verdad son muy pocas las veces que Copó impacta a la hora de dibujar fondos. El armado de las secuencias en general es correcto, la aplicación de los grises (tributaria de Juan Ferreyra y Salvador Sanz) también es correcta, pero la gran falla está en los cuerpos en acción, y eso es algo que en un comic de superhéroes se nota demasiado. Por ahí en el lápiz se veía otra dinámica, otra fluidez, y en la tinta se perdió... La verdad que no lo sé. Pero, sin ser un desastre ni mucho menos, me parece que Copó no era el dibujante ideal para esta historia. Me la imagino dibujada por otros profesionales con más cancha en el manejo de la anatomía y de ciertos yeites del dibujo superheroico y lo que veo en mi mente me gusta bastante más que lo que veo en el papel. Repito: sin ser un desastre. De hecho hay muchos dibujos que, sacados del contexto de la historieta, se verían buenísimos como pin-ups, posters o figuritas. Si como yo venís siguiendo la constante evolución de Cristian Blasco, no dejes de visitar Puerto Kraken.
Y nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.
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domingo, 18 de agosto de 2019
DOMINGO CON GUSTO A SABADO
Mientras se me reconstruye
lentamente el culo después de la goleada que se comió ayer la Academia, avanzo
con las reseñas de un par de libritos que leí en estos días.
Tenía colgada la serie
central de Fables desde un lejano 06/11/16, cuando me tocó reseñar el Vol.19.
Ahora, por fin, le entré al Vol.20, que me deja ahí, a un TPB y monedas del
final de esta complejísima epopeya diseñada por Bill Willingham. El Vol.20 es
un tomo voluminoso, con 10 episodios de la serie regular. No precisamente los
mejores, pero bueno, tampoco es que acá Fables se va a la B o rifa la tremenda
chapa acumulada en los años previos.
El TPB arranca con un
episodio autoconclusivo muy menor, centrado en la familia de humanoides creados
por Geppetto con la madera mágica, que ahora viven una vida absolutamente normal
en una Fabletown que se reconstruye de a poco. Esto está dibujado con sobriedad
por el siempre efectivo Barry Kitson. En el tramo final del libro, otro
unitario (esta vez centrado en el mismísimo Geppetto, con algunas pistas de
para dónde puede llegar a agarrar uno de los personajes más impredecibles de la
serie) y un arquito de dos episodios, protagonizado por el Gato con Botas y los
chicos de la banda de Boy Blue. Acá dibuja como puede Steve Leialoha (después
de tanto entintar a Mark Buckingham ya casi le clona el estilo) y es una
aventura sumamente estirada, pero que plantea algo que –supongo- Willingham va
a utilizar para darle un final muy lógico a Fables.
Y el núcleo del libro, o
sea, los seis episodios restantes, son un gigantesco epílogo a lo que sucedió
en el tomo anterior. La reconstrucción de Fables, la resurrección de un
personaje al que vimos morir, los intentos de los magos por revivir a otro al
que vimos… convertirse en algo inerte (perdón por no especificar), y en el
medio, un nuevo plan disparatado de Rose Red, que puede terminar en una nueva
era de gloria o en otra catástrofe. Willingham aprovecha este “tomo de
pretemporada” para hacer hablar mucho a los personajes, para que se replanteen
un montón de cosas, para que aprendan y crezcan. Para esta altura, el autor ya
tiene clarísimo cómo sacarle el mejor provecho al tema de la serie periódica
sin límite de episodios y se da lujos muy notables en el timing del relato y en
la cantidad de escenas que le dedica a la introspección o las charlas entre los
personajes.
Por supuesto el mejor
episodio es un interludio en el arco de Rose Red, que consiste en el encuentro
entre tres personajes muertos, que se juntan en una especie de limbo,
simplemente a conversar. Acá están los mejores diálogos del tomo, las
secuencias más emotivas y las páginas mejor dibujadas por un Mark Buckingham
notable. Y como siempre, por atrás y por los costados de historias largas y
unitarios cortitos, avanzan unas cuantas runflas espesas, premoniciones
ominosas, facturas impagas que se acumulan y personajes menores que esperan
agazapados su momento para copar la parada y brillar. No tengo los dos tomos
que me faltan para completar Fables (acepto donaciones), así que no sé cuándo
podré leer y reseñar el final de esta increíble serie del sello Vertigo, al que
todos los dioses tendrán en la gloria ahora que no existe más.
No me quiero ir sin
recomendar Tirapia, un librito publicado este año por Ediciones de la Flor que
reúne más de 180 tiras cómicas realizadas por J.J. Rovella y aparecidas
originalmente en las redes sociales del autor.
Acá Rovella trabaja con
total libertad para abordar los temas más diversos, sin tener que centrarse en
personajes puntuales (aunque en varias tiras aparecen el Oficial Yuta,
Brunella, Zebita, Don Pictórico y hasta Dante Elefante), con la posibilidad de
jugar con el absurdo, con el humor negro, de tirar referencias a la cultura
pop, de buscarle vueltas ingeniosas al lenguaje icónico de la historieta y hasta
de clavar comentarios políticos que no tienen nada que envidiarle a los que
leemos todos los días en Alegría. El resultado es muy satisfactorio, con unas
cuantas tiras que me hicieron reir en voz alta, otras que me dejaron pensando,
otras donde el dibujo brilla más que la idea que motoriza al “chiste”… Creo que
las tiras más flojas son esas en las que Rovella juega al humor verbal, a tomar
una frase y darla vuelta para tratar de generar un efecto cómico. Me divierte
mucho más cuando el efecto cómico llega de la mano del dibujo, o del armado de
la secuencia, o de una ingeniosa subversión de las normas que normalmente se
aplican a la lectura de historietas o chistes gráficos. Obviamente quiero más
libritos con tiras cómicas de este animalito que no deja recurso sin utilizar a
la hora de arrancarnos una sonrisa, o de bajar una línea clara, potente y hasta
urgente.
Nada más, por hoy. Ni bien
tenga más material leído, se viene un nuevo post, acá en el blog.
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martes, 6 de noviembre de 2018
MARTES DE CHICAS
Hace bastante que no leo nada vinculado al universo de Fables, pero acá estoy, con In All the Land, la novela gráfica de Fairest, publicada en 2013. Se trata de una historia de 150 páginas escrita por el gran Bill Willingham, en la que participan un montón de dibujantes. La protagonista es Cinderella, la estructura es la de un misterio policial clásico (un whodunnit) y la resolución es excelente. Esos son los puntos a favor.
Pero también tiene varios puntos en contra, a saber: a) está bastante estirada. Esa misma historia se podría haber contado en 90 ó 96 páginas. b) la novela empieza y termina con dos segmentos que no son historieta sino prosa, complementada con ilustraciones de Chrissie Zullo. Nada, no está mal escrita, pero cuando uno compra novelas gráficas es porque prefiere leer historietas, no literatura. c) Para que la novela gráfica conectara mejor con la consigna de Fairest (historias centradas en los personajes femeninos de Fables), Willingham fuerza bastante la trama para que aparezcan muchísimas de estas chicas del universo de Fables, algunas en roles muy poco relevantes.
Entre los dibujantes no hay ninguno demasiado desastroso. Tony Akins lidera, como de costumbre, el ranking de los más crotos. Y entre los que realmente se lucen, entre los que engalanan con su talento las pocas páginas que dibuja cada uno, están bestias sagradas como Gene Ha, Kevin Maguire, Adam Hughes, Chris Sprouse (al que le tocó un segmento magnífico, casi una historieta unitaria independiente metida de prepo en la novela), Phil Noto, Shawn McManus, Dean Ormston, Renae de Liz y por supuesto el glorioso Mark Buckingham, el dibujante titular de Fables. También están Al Davison, Iñaki Miranda y Tula Lotay (por debajo de su nivel habitual), Russ Braun, Ming Doyle (con solo dos paginitas, a mi pesar) y algunos chicos y chicas más a los que no conocía.
En síntesis, In All the Land es una historia entretenida, pensada para darle mucha chapa a Cinderella, que hubiese sido mucho mejor si fueran 96 páginas, todas en forma de comic y todas dibujadas por un mismo artista.
Me vengo a Argentina, a 2018, cuando Camila Torre Notari presenta El Ángel Negro, una especie de novela integrada por capítulos que bien podrían ser una serie de historias autoconclusivas. La autora logra algo bastante difícil de hacer: sin moverse un milímetro del slice of life, sin apelar a ningún elemento onírico ni fantástico, incluso poniéndose a ella misma como protagonista, Camila presenta en cada una de estas nueve historias un auténtico conflicto. Obviamente son conflictos chiquitos, de entrecasa, pero conflictos al fin. Y para cada uno hay un desarrollo y una resolución. Eso es tan infrecuente en la historieta autobiográfica que lo tengo que subrayar y aplaudir de pie.
El Ángel Negro es una historieta acerca del amor por las mascotas, pero no hace falta ser fan de los gatos y los perros para disfrutarla. Torre Notari tiene varios anchos de espadas: por un lado, el truco de ambientar las historias en su casa, con su propia familia y su amigos como personajes principales y secundarios. Para bancar esta decisión hay que ponerle a los relatos una dosis de honestidad muy importante y eso también se agradece. Otro punto que me cautivó por completo es el de los diálogos: acá están –lejos- los díalogos más realistas, mejor sintonizados con el habla argenta del 2018, que leí en mucho tiempo. Increíble el oído de Camila para pescar y reproducir los giros idiomáticos que usamos todos los días. Hay algo más, muy interesante, y es que no se nota un esfuerzo por parte de la autora por resaltar que todo lo que cuenta es verdad. Creo que para la cuarta o quinta página ya no me quedaba ninguna duda de que El Ángel Negro tiene cero ficción, mucha menos que cualquier diario de los que se publican en Argentina. Pero no es un comic documental ni enfantiza todo el tiempo el hecho de no tener ficción.
De la faz gráfica me gustaron mucho la narrativa, el armado de las páginas y el uso de las distintas tonalidades de amarillo. Y el dibujo en sí, un poquito menos. Es funcional al relato, es expresivo, contribuye también a establecer este verosímil tan sólido, pero no es lo que más me llamó la atención. De todos modos, cuando las historias son interesantes y el flujo narrativo está cuidado, el virtuosismo gráfico no es lo más importante.
Recomiendo mucho El Ángel Negro a los amantes del buen slice of life, de los animalitos y de las historietas que no requieren de elementos ficticios para atraparnos.
En una de esas tenemos nuevo post el día jueves… y si no será el martes 13, cuando esté de regreso en Buenos Aires tras un fin de semana en San Luis que promete ser demoledor. Gracias y hasta pronto.
Pero también tiene varios puntos en contra, a saber: a) está bastante estirada. Esa misma historia se podría haber contado en 90 ó 96 páginas. b) la novela empieza y termina con dos segmentos que no son historieta sino prosa, complementada con ilustraciones de Chrissie Zullo. Nada, no está mal escrita, pero cuando uno compra novelas gráficas es porque prefiere leer historietas, no literatura. c) Para que la novela gráfica conectara mejor con la consigna de Fairest (historias centradas en los personajes femeninos de Fables), Willingham fuerza bastante la trama para que aparezcan muchísimas de estas chicas del universo de Fables, algunas en roles muy poco relevantes.
Entre los dibujantes no hay ninguno demasiado desastroso. Tony Akins lidera, como de costumbre, el ranking de los más crotos. Y entre los que realmente se lucen, entre los que engalanan con su talento las pocas páginas que dibuja cada uno, están bestias sagradas como Gene Ha, Kevin Maguire, Adam Hughes, Chris Sprouse (al que le tocó un segmento magnífico, casi una historieta unitaria independiente metida de prepo en la novela), Phil Noto, Shawn McManus, Dean Ormston, Renae de Liz y por supuesto el glorioso Mark Buckingham, el dibujante titular de Fables. También están Al Davison, Iñaki Miranda y Tula Lotay (por debajo de su nivel habitual), Russ Braun, Ming Doyle (con solo dos paginitas, a mi pesar) y algunos chicos y chicas más a los que no conocía.
En síntesis, In All the Land es una historia entretenida, pensada para darle mucha chapa a Cinderella, que hubiese sido mucho mejor si fueran 96 páginas, todas en forma de comic y todas dibujadas por un mismo artista.
Me vengo a Argentina, a 2018, cuando Camila Torre Notari presenta El Ángel Negro, una especie de novela integrada por capítulos que bien podrían ser una serie de historias autoconclusivas. La autora logra algo bastante difícil de hacer: sin moverse un milímetro del slice of life, sin apelar a ningún elemento onírico ni fantástico, incluso poniéndose a ella misma como protagonista, Camila presenta en cada una de estas nueve historias un auténtico conflicto. Obviamente son conflictos chiquitos, de entrecasa, pero conflictos al fin. Y para cada uno hay un desarrollo y una resolución. Eso es tan infrecuente en la historieta autobiográfica que lo tengo que subrayar y aplaudir de pie.
El Ángel Negro es una historieta acerca del amor por las mascotas, pero no hace falta ser fan de los gatos y los perros para disfrutarla. Torre Notari tiene varios anchos de espadas: por un lado, el truco de ambientar las historias en su casa, con su propia familia y su amigos como personajes principales y secundarios. Para bancar esta decisión hay que ponerle a los relatos una dosis de honestidad muy importante y eso también se agradece. Otro punto que me cautivó por completo es el de los diálogos: acá están –lejos- los díalogos más realistas, mejor sintonizados con el habla argenta del 2018, que leí en mucho tiempo. Increíble el oído de Camila para pescar y reproducir los giros idiomáticos que usamos todos los días. Hay algo más, muy interesante, y es que no se nota un esfuerzo por parte de la autora por resaltar que todo lo que cuenta es verdad. Creo que para la cuarta o quinta página ya no me quedaba ninguna duda de que El Ángel Negro tiene cero ficción, mucha menos que cualquier diario de los que se publican en Argentina. Pero no es un comic documental ni enfantiza todo el tiempo el hecho de no tener ficción.
De la faz gráfica me gustaron mucho la narrativa, el armado de las páginas y el uso de las distintas tonalidades de amarillo. Y el dibujo en sí, un poquito menos. Es funcional al relato, es expresivo, contribuye también a establecer este verosímil tan sólido, pero no es lo que más me llamó la atención. De todos modos, cuando las historias son interesantes y el flujo narrativo está cuidado, el virtuosismo gráfico no es lo más importante.
Recomiendo mucho El Ángel Negro a los amantes del buen slice of life, de los animalitos y de las historietas que no requieren de elementos ficticios para atraparnos.
En una de esas tenemos nuevo post el día jueves… y si no será el martes 13, cuando esté de regreso en Buenos Aires tras un fin de semana en San Luis que promete ser demoledor. Gracias y hasta pronto.
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domingo, 6 de noviembre de 2016
CERRANDO EL DOMINGO
Desde el 04/01/15 que no me clavaba un TPB de Fables, aunque sí leí otras historias ambientadas en el maravilloso universo de esta serie de Vertigo creada por Bill Willingham y Mark Buckingham. Este Vol.19 tiene tres ejes fundamentales: 1) el cierre de la saga de Bufkin y la revolución en Oz, 2) el epílogo a Cubs in Toyland, más algún coletazo muy tardío del combate contra Mister Dark, y 3) la aparición de un nuevo personaje que rápidamente gana el centro de la escena y le impone un cambio grosero al status quo de Bigby Wolf, La infinita chapa de Snow White impedirá que este personaje crezca aún más y se convierta en el nuevo villano grosso de la serie, pero no quiero ahondar en detalles por si alguno todavía no la leyó.
Como siempre, Willingham sorprende con su gran manejo del protagonismo coral, sus diálogos repletos de sutileza y fina ironía, y con esa sensación de “plan a larguísimo plazo” que hace años se volvió tristemenet infrecuente en el mainstream yanki. El arco argumental de Bufkin (engalanado con los magníficos dibujos de Shawn McManus) se nutre además de una sana dosis de comedia, de una especie de caricatura de la clásica epopeya, mientras que el arco protagonizado por Snow White (donde la rompe -como es habitual- Mark Buckingham) ofrece una tonalidad dramática mucho más oscura, por momentos desoladora. Entre los dos, arman un paquete de unas 160 páginas sumamente disfrutables. Obviamente, si sos fan de Fables sabés que hay que bancar la serie hasta el final y si nunca la leíste, sabés que tenés que empezar por el Vol.1, no por este Vol.19.
El Loro de Frida Kahlo es el último libro de Jason que me compré, hace como un año, ya. Son 11 historias cortas, algunas mudas y otras con textos, coloreadas por el maestro Hubert y con un nivel promedio muy alto.
Jason se divierte jugando a las referencias. Hay muchísimos guiños al cine de clase B, a la música, a la plástica (algo bastante obvio cuando el título incluye a Frida Kahlo) e incluso a la política. Imaginate historias mitad pulp/mitad reflexivas, por las que pululan luchadores mexicanos, ladrones de bancos, monstruos, Marilyn Monroe, Chet Baker, Magritte, John F. Kennedy, Nostradamus, el Capitán América, druidas de Stonehenge, ancianas con Alzheimer y un disco de Van Morrison recreado en clave de portadas de comic de terror americanos de la época pre-Comics Code Authority. Te estarás imaginando (digo yo) un terreno fértil para el delirio más fumanchero, pero no: acá hay ideas y secuencias limadísimas, pero abundan los guiones redondos, perfectamente hilvanados, con algunos chispazos de poesía y otros de violencia, de una mala leche y una sordidez que se contraponen hábilmente al dibujo elegante y amistoso de Jason. Nada, No Preguntes, La Noche del Cazador de Vampiros, Lorena Velázquez y Karma Chamaleon son historietas brillantes y las otras seis tienen un montón de momentos memorables, silencios estridentes, ideas inquietantes… La verdad que Jason no defrauda casi nunca y los que venimos siguiendo su producción hace varios años no nos queremos alejar nunca del peculiar universo de este genio nacido en Noruega y afincado hace tiempo en Francia. El Loro de Frida Kahlo confirma el gran momento que está atravesando este autor y tiene todo para jerarquizar la biblioteca de sus fans.
Y hasta acá llegamos. Mañana tengo función de prensa de Dr. Strange, así que ni bien se pueda, comparto mis impresiones acerca de este esperado estreno de Marvel Studios. ¡Gracias por el aguante!
Como siempre, Willingham sorprende con su gran manejo del protagonismo coral, sus diálogos repletos de sutileza y fina ironía, y con esa sensación de “plan a larguísimo plazo” que hace años se volvió tristemenet infrecuente en el mainstream yanki. El arco argumental de Bufkin (engalanado con los magníficos dibujos de Shawn McManus) se nutre además de una sana dosis de comedia, de una especie de caricatura de la clásica epopeya, mientras que el arco protagonizado por Snow White (donde la rompe -como es habitual- Mark Buckingham) ofrece una tonalidad dramática mucho más oscura, por momentos desoladora. Entre los dos, arman un paquete de unas 160 páginas sumamente disfrutables. Obviamente, si sos fan de Fables sabés que hay que bancar la serie hasta el final y si nunca la leíste, sabés que tenés que empezar por el Vol.1, no por este Vol.19.
El Loro de Frida Kahlo es el último libro de Jason que me compré, hace como un año, ya. Son 11 historias cortas, algunas mudas y otras con textos, coloreadas por el maestro Hubert y con un nivel promedio muy alto.
Jason se divierte jugando a las referencias. Hay muchísimos guiños al cine de clase B, a la música, a la plástica (algo bastante obvio cuando el título incluye a Frida Kahlo) e incluso a la política. Imaginate historias mitad pulp/mitad reflexivas, por las que pululan luchadores mexicanos, ladrones de bancos, monstruos, Marilyn Monroe, Chet Baker, Magritte, John F. Kennedy, Nostradamus, el Capitán América, druidas de Stonehenge, ancianas con Alzheimer y un disco de Van Morrison recreado en clave de portadas de comic de terror americanos de la época pre-Comics Code Authority. Te estarás imaginando (digo yo) un terreno fértil para el delirio más fumanchero, pero no: acá hay ideas y secuencias limadísimas, pero abundan los guiones redondos, perfectamente hilvanados, con algunos chispazos de poesía y otros de violencia, de una mala leche y una sordidez que se contraponen hábilmente al dibujo elegante y amistoso de Jason. Nada, No Preguntes, La Noche del Cazador de Vampiros, Lorena Velázquez y Karma Chamaleon son historietas brillantes y las otras seis tienen un montón de momentos memorables, silencios estridentes, ideas inquietantes… La verdad que Jason no defrauda casi nunca y los que venimos siguiendo su producción hace varios años no nos queremos alejar nunca del peculiar universo de este genio nacido en Noruega y afincado hace tiempo en Francia. El Loro de Frida Kahlo confirma el gran momento que está atravesando este autor y tiene todo para jerarquizar la biblioteca de sus fans.
Y hasta acá llegamos. Mañana tengo función de prensa de Dr. Strange, así que ni bien se pueda, comparto mis impresiones acerca de este esperado estreno de Marvel Studios. ¡Gracias por el aguante!
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jueves, 8 de enero de 2015
08/ 01: FAIREST Vol.2
Bueno, acá está el tomo de Fairest que me quedaba pendiente, así no rompo más las bolas por un tiempo con el universo de Fables.
Acá sucede algo que es inevitable cuando una revista exitosa genera un spin-off: Bill Willigham no puede escribir todo y empieza a abrirle el juego a otros guionistas, por afuera de su habitual esbirro Matthew Sturges. De los siete episodios que recopila este tomo, Willingham escribe uno solo, y los seis de la saga central (The Hidden Kingdom) están a cargo de Lauren Beukes (una escritora que creo que nunca había metido mano en un comic), con el co-creador de Fables como “consultor”.
Y está bueno que se oigan otras voces. Willingham es un confeso votante republicano, un tipo de ideas socio-políticas tirando a conservadoras, y tiendo a suponer que Lauren Beukes no las comparte, porque nos regala (entre otros hallazgos) algo que Fables no tenía y que toda serie grossa de Vertigo debe tener: una historia de amor fuerte, intensa, entre dos mujeres. La fórmula de Beuken es parecida a la que aplicó Willingham en el tomo anterior: tomar a una protagonista de cuentos de hadas poco o nada explotada en Fables, contar su origen y entreverarlo con una aventura potente, que le pegue un giro grosso al personaje. Beukes le pone todas las fichas a Rapunzel y no sólo logra darle relieve a un personaje que en Fables no pinchaba ni cortaba, sino que además introduce con éxito todo otro mundo de fábulas hasta ahora inexplorado: el de los mitos y leyendas japoneses, obviamente con los yokai a la cabeza.
Como si esto fuera poco, Beukes crea de la nada a varios personajes de los cuales uno tiene enorme potencial (Tomoko), le agrega carnadura a la siempre enigmática Frau Totenkinder y le da mucha chapa a Joel, uno de los 12 cuervos hermanos que habitaban en Fabletown. Acá hay un gran trabajo en la construcción de los personajes, de modo que en 120 páginas pasamos de preguntarnos quién carajo son Rapunzel, Joel y Tomoko, a preguntarnos cuánto falta para que vuelvan a aparecer. La aventura es zarpada, vibrante, llena de momentos tremendos. Hay amor, intriga palaciega, terror, comedia, combates típicos de películas de yakuzas, masacres y genocidios, todo muy bien combinado a un ritmo frenético, donde no sobra nada (bueno, por ahí Jack Horner está un toque al pedo).
Lo único mínimamente bajonero es que la historia recorre varios siglos, pero empieza y termina en 2002, es decir, antes del Vol.1 de Fables. O sea que, en términos del “big picture”, deja todo como estaba. No hay chances de que los personajes japoneses se sumen a Fabletown, ni de que le pase nada definitivo a ninguno de los protagonistas habituales de Fables que participan en The Hidden Kingdom. El resto, la verdad que se disfruta a pleno.
El unitario que escribe Willingham, por su parte, es muy menor y consiste en darle un toquecito más de chapa a Reynard y en reactivar el tema de los hombres-árboles creados por Geppetto. Tiene algún momento gracioso y ya está, es eso. A Willingham lo acompaña el siempre solvente Barry Kitson, muy realzado por un gran trabajo del colorista Andrew Dalhouse.
En la faz gráfica de The Hidden Kingdom lo tenemos a Iñaki Miranda, mil veces mejor que en aquel unitario que calzó en el Vol.15 de Fables. Este es un trabajo mucho más suelto, más plástico, que en sus mejores páginas me recordó a mis historietas favoritas de Paul Gulacy. Ojo, tiene algunos problemas. Por ejemplo, las caras de los varones. Sólo las de Joel Crow están buenas. Las de Bigby Wolf, en cambio, suelen ser chatas, inexpresivas, y además lo dibuja muy pendejito. Y además hay momentos en los que se nota demasiado que a Miranda le gustan las ilustraciones de las revistas de moda y las chicas aparecen muy en pose, muy en actitud de “mirá qué bien me queda la ropa”, por supuesto en dibujos repletos de detalles increíbles en la vestimenta y los peinados. El resto me gustó mucho. La referencia fotográfica está muy bien integrada, hay rigor en la documentación, imaginación a la hora de mostar bichos limados y por momentos está esa sensación de cosa barroca, sobrecargada, que genera ese clima de extrañeza al límite, de terror tan ido al carajo que casi causa gracia, tan típico de grandes mangakas como Suehiro Maruo o Junji Ito.
Si tu cuento de hadas favorito es Rapunzel, a) pedile al psiquiatra que te cambie la medicación y b) no dejes de entrarle a esta excelente aventura, más allá de que estés siguiendo o no la –a mi juicio imprescindible- saga de Fables.
Acá sucede algo que es inevitable cuando una revista exitosa genera un spin-off: Bill Willigham no puede escribir todo y empieza a abrirle el juego a otros guionistas, por afuera de su habitual esbirro Matthew Sturges. De los siete episodios que recopila este tomo, Willingham escribe uno solo, y los seis de la saga central (The Hidden Kingdom) están a cargo de Lauren Beukes (una escritora que creo que nunca había metido mano en un comic), con el co-creador de Fables como “consultor”.
Y está bueno que se oigan otras voces. Willingham es un confeso votante republicano, un tipo de ideas socio-políticas tirando a conservadoras, y tiendo a suponer que Lauren Beukes no las comparte, porque nos regala (entre otros hallazgos) algo que Fables no tenía y que toda serie grossa de Vertigo debe tener: una historia de amor fuerte, intensa, entre dos mujeres. La fórmula de Beuken es parecida a la que aplicó Willingham en el tomo anterior: tomar a una protagonista de cuentos de hadas poco o nada explotada en Fables, contar su origen y entreverarlo con una aventura potente, que le pegue un giro grosso al personaje. Beukes le pone todas las fichas a Rapunzel y no sólo logra darle relieve a un personaje que en Fables no pinchaba ni cortaba, sino que además introduce con éxito todo otro mundo de fábulas hasta ahora inexplorado: el de los mitos y leyendas japoneses, obviamente con los yokai a la cabeza.
Como si esto fuera poco, Beukes crea de la nada a varios personajes de los cuales uno tiene enorme potencial (Tomoko), le agrega carnadura a la siempre enigmática Frau Totenkinder y le da mucha chapa a Joel, uno de los 12 cuervos hermanos que habitaban en Fabletown. Acá hay un gran trabajo en la construcción de los personajes, de modo que en 120 páginas pasamos de preguntarnos quién carajo son Rapunzel, Joel y Tomoko, a preguntarnos cuánto falta para que vuelvan a aparecer. La aventura es zarpada, vibrante, llena de momentos tremendos. Hay amor, intriga palaciega, terror, comedia, combates típicos de películas de yakuzas, masacres y genocidios, todo muy bien combinado a un ritmo frenético, donde no sobra nada (bueno, por ahí Jack Horner está un toque al pedo).
Lo único mínimamente bajonero es que la historia recorre varios siglos, pero empieza y termina en 2002, es decir, antes del Vol.1 de Fables. O sea que, en términos del “big picture”, deja todo como estaba. No hay chances de que los personajes japoneses se sumen a Fabletown, ni de que le pase nada definitivo a ninguno de los protagonistas habituales de Fables que participan en The Hidden Kingdom. El resto, la verdad que se disfruta a pleno.
El unitario que escribe Willingham, por su parte, es muy menor y consiste en darle un toquecito más de chapa a Reynard y en reactivar el tema de los hombres-árboles creados por Geppetto. Tiene algún momento gracioso y ya está, es eso. A Willingham lo acompaña el siempre solvente Barry Kitson, muy realzado por un gran trabajo del colorista Andrew Dalhouse.
En la faz gráfica de The Hidden Kingdom lo tenemos a Iñaki Miranda, mil veces mejor que en aquel unitario que calzó en el Vol.15 de Fables. Este es un trabajo mucho más suelto, más plástico, que en sus mejores páginas me recordó a mis historietas favoritas de Paul Gulacy. Ojo, tiene algunos problemas. Por ejemplo, las caras de los varones. Sólo las de Joel Crow están buenas. Las de Bigby Wolf, en cambio, suelen ser chatas, inexpresivas, y además lo dibuja muy pendejito. Y además hay momentos en los que se nota demasiado que a Miranda le gustan las ilustraciones de las revistas de moda y las chicas aparecen muy en pose, muy en actitud de “mirá qué bien me queda la ropa”, por supuesto en dibujos repletos de detalles increíbles en la vestimenta y los peinados. El resto me gustó mucho. La referencia fotográfica está muy bien integrada, hay rigor en la documentación, imaginación a la hora de mostar bichos limados y por momentos está esa sensación de cosa barroca, sobrecargada, que genera ese clima de extrañeza al límite, de terror tan ido al carajo que casi causa gracia, tan típico de grandes mangakas como Suehiro Maruo o Junji Ito.
Si tu cuento de hadas favorito es Rapunzel, a) pedile al psiquiatra que te cambie la medicación y b) no dejes de entrarle a esta excelente aventura, más allá de que estés siguiendo o no la –a mi juicio imprescindible- saga de Fables.
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domingo, 4 de enero de 2015
04/ 01: FABLES Vol.18
El 09/12/14 cerraba la reseña del Vol.17 de Fables con la promesa de aguantar hasta 2015 para leer el siguiente tomo y la verdad que me costó cumplirla, porque quedé re-manija, atrapado en un momento increíble de la serie que escribe Bill Willingham, dibuja Mark Buckingham y se está por terminar de editar en EEUU.
Por segundo tomo consecutivo, Willingham concentra la trama en los hijos de Blancanieves y Bigby Wolf, y esta vez deja poco margen para todos los demás. De los otros dos hilos argumentales que veníamos viendo, uno desaparece por completo (el de Bufkin como líder de la revolución en Oz) y el otro (el del regreso a Fabletown tras la derrota de Mister Dark) apenas avanza, en las poquísimas páginas que le dedica el guionista. En realidad, cuando esto se publicó en revistitas, la historia de Bufkin apareció a modo de back-ups, de a tres o cuatro páginas por episodio, y supongo que eso se habrá recopilado en el Vol.19. Pero acá es TODO de los cachorros.
La saga larga, Cubs in Toyland, es una cátedra de imaginación y además de riesgo. Las cosas que le hace hacer Willingham a los protagonistas (Therese y Darien) y a los villanos son absolutamente extremas, muy zarpadas si pensamos que son chicos que todavía no tienen nueve años. Quizás lo mejor que tiene Cubs in Toyland sea que es casi una novela gráfica autoconclusiva, que –salvo por pequeños detalles que no son decisivos en la trama- se podría leer sin tener la más puta idea de que estos chicos son hijos de Bigby y Snow White y sin haber leído jamás un comic de Fables. Y además pasan cosas muy grossas, de las que no hay vuelta atrás. Seguramente el próximo tomo (que todavía no compré) explorará a fondo las consecuencias de lo que sucede en esta saga. O quizás no, viste cómo es Willingham… Por ahí cuelga a estos personajes un par de tomos para dedicarse a abrir o cerrar puntas por otro lado. Pero ya dio sobradas muestras de que acá se indaga SIEMPRE en las consecuencias de lo que se nos muestra, tarde o temprano, caiga quien caiga.
No quiero contar nada del argumento, porque es realmente muy fuerte, muy impactante, y no quiero que un spoiler le reste sorpresas cuando te sientes a leerlo. De hecho, para mi gusto la portada de este tomo cuenta DEMASIADO del argumento, mirá lo que te digo… Como postre, cuando se termina Cubs in Toyland, Willingham nos ofrece The Destiny Game, una maravillosa historia repleta de ideas alucinantes, que abre puntas a rolete (y quizás le aporta data al origen de Bigby Wolf), protagonizada por Ambrose (otro de los hijos de la extraña pareja) y –esto es una novedad- ambientada muchos años en el futuro, cuando este nene gordito y nerd es un cuarentón gordito, nerd y con una chapa infinita. Nunca leí que le preguntaran a Willingham con qué personaje de Fables se identifica, pero ya está, ya sé que si no responde “Ambrose” está chamuyando. Además de potenciar enormemente a este personaje, The Destiny Game incorpora también a los mitos artúricos, creaciones a las que DC le sacó mucho el jugo a lo largo de las décadas, pero que en Fables todavía no habían aparecido.
Por si no alcanzara con los magníficos diálogos, los brillantes bloques de texto, la acción, la rosca y los volantazos impredecibles, The Destiny Game tiene como atractivo extra los dibujos del maestro Gene Ha. Muy preocupado por el realismo, con un gran manejo de la referencia fotográfica, Ha deja la vida en cada viñeta, pone fuerte a la hora de graficar las escenas de acción y conjura unos climas memorables. Son apenas 34 páginas, pero las pongo entre lo mejor de la (no tan abultada) producción del co-creador de Top Ten. Y en todos los episodios de Cubs in Toyland lo tenemos al imbatible Mark Buckingham en otro trabajo increíble, que nos lo muestra afiladísimo en las expresiones faciales y zarpadísimo a la hora de imaginar un mundo que se parece poco al de los típicos cuentos de hadas. Es un placer, posta, ver cómo un tipo tan talentoso se queda tantos años al frente de una serie a la que le aporta todo lo bueno que había hecho hasta ese momento y mucho, muchísimo más.
Y no tengo más tomos de Fables sin leer. ¡Miento! Tengo el Vol.2 de Fairest, al que le voy a entrar este mes. Veremos, entonces, cuando retomamos la lectura de esta serie hipnótica y fascinante. Ojalá sea un paréntesis breve, pero tengo tantas series con las que tengo que avanzar, que no puedo prometer(me) nada.
Por segundo tomo consecutivo, Willingham concentra la trama en los hijos de Blancanieves y Bigby Wolf, y esta vez deja poco margen para todos los demás. De los otros dos hilos argumentales que veníamos viendo, uno desaparece por completo (el de Bufkin como líder de la revolución en Oz) y el otro (el del regreso a Fabletown tras la derrota de Mister Dark) apenas avanza, en las poquísimas páginas que le dedica el guionista. En realidad, cuando esto se publicó en revistitas, la historia de Bufkin apareció a modo de back-ups, de a tres o cuatro páginas por episodio, y supongo que eso se habrá recopilado en el Vol.19. Pero acá es TODO de los cachorros.
La saga larga, Cubs in Toyland, es una cátedra de imaginación y además de riesgo. Las cosas que le hace hacer Willingham a los protagonistas (Therese y Darien) y a los villanos son absolutamente extremas, muy zarpadas si pensamos que son chicos que todavía no tienen nueve años. Quizás lo mejor que tiene Cubs in Toyland sea que es casi una novela gráfica autoconclusiva, que –salvo por pequeños detalles que no son decisivos en la trama- se podría leer sin tener la más puta idea de que estos chicos son hijos de Bigby y Snow White y sin haber leído jamás un comic de Fables. Y además pasan cosas muy grossas, de las que no hay vuelta atrás. Seguramente el próximo tomo (que todavía no compré) explorará a fondo las consecuencias de lo que sucede en esta saga. O quizás no, viste cómo es Willingham… Por ahí cuelga a estos personajes un par de tomos para dedicarse a abrir o cerrar puntas por otro lado. Pero ya dio sobradas muestras de que acá se indaga SIEMPRE en las consecuencias de lo que se nos muestra, tarde o temprano, caiga quien caiga.
No quiero contar nada del argumento, porque es realmente muy fuerte, muy impactante, y no quiero que un spoiler le reste sorpresas cuando te sientes a leerlo. De hecho, para mi gusto la portada de este tomo cuenta DEMASIADO del argumento, mirá lo que te digo… Como postre, cuando se termina Cubs in Toyland, Willingham nos ofrece The Destiny Game, una maravillosa historia repleta de ideas alucinantes, que abre puntas a rolete (y quizás le aporta data al origen de Bigby Wolf), protagonizada por Ambrose (otro de los hijos de la extraña pareja) y –esto es una novedad- ambientada muchos años en el futuro, cuando este nene gordito y nerd es un cuarentón gordito, nerd y con una chapa infinita. Nunca leí que le preguntaran a Willingham con qué personaje de Fables se identifica, pero ya está, ya sé que si no responde “Ambrose” está chamuyando. Además de potenciar enormemente a este personaje, The Destiny Game incorpora también a los mitos artúricos, creaciones a las que DC le sacó mucho el jugo a lo largo de las décadas, pero que en Fables todavía no habían aparecido.
Por si no alcanzara con los magníficos diálogos, los brillantes bloques de texto, la acción, la rosca y los volantazos impredecibles, The Destiny Game tiene como atractivo extra los dibujos del maestro Gene Ha. Muy preocupado por el realismo, con un gran manejo de la referencia fotográfica, Ha deja la vida en cada viñeta, pone fuerte a la hora de graficar las escenas de acción y conjura unos climas memorables. Son apenas 34 páginas, pero las pongo entre lo mejor de la (no tan abultada) producción del co-creador de Top Ten. Y en todos los episodios de Cubs in Toyland lo tenemos al imbatible Mark Buckingham en otro trabajo increíble, que nos lo muestra afiladísimo en las expresiones faciales y zarpadísimo a la hora de imaginar un mundo que se parece poco al de los típicos cuentos de hadas. Es un placer, posta, ver cómo un tipo tan talentoso se queda tantos años al frente de una serie a la que le aporta todo lo bueno que había hecho hasta ese momento y mucho, muchísimo más.
Y no tengo más tomos de Fables sin leer. ¡Miento! Tengo el Vol.2 de Fairest, al que le voy a entrar este mes. Veremos, entonces, cuando retomamos la lectura de esta serie hipnótica y fascinante. Ojalá sea un paréntesis breve, pero tengo tantas series con las que tengo que avanzar, que no puedo prometer(me) nada.
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martes, 9 de diciembre de 2014
09/12: FABLES Vol.17
Y al final me clavé otro tomito de Fables. Que además me viene bárbaro, porque tengo poco tiempo para escribir y en este caso me ahorro todo el párrafo que habitualmente le dedico a los dibujantes.
Este libro trae un arco de cuatro episodios y dos unitarios. El arco central y el unitario de Navidad están dibujados por Mark Buckingham, ídolo absoluto, con una producción enorme que no va para nada en detrimento de la calidad. Y el unitario restante se compone de varias historias muy cortitas, algunas al filo del chiste largo, que quizás algún día tengan alguna conexión importante con alguna de las tramas centrales. Acá hay un mix de dibujantes, todos buenos: P. Craig Russell, Adam Hughes, Ramón Bachs y un combo muy interesante entre Zander Cannon y Jim Fern. Ninguno logra eclipsar a Buckingham, ni por asomo.
El unitario de Navidad arranca como un epílogo al arco principal (ahora vamos, bancá un toque) y termina por darle mucha chapa a Rose Red, que pareciera ser el personaje al que más carnadura, más complejidad y más peso en la trama le quiere dar el guionista Bill Willigham.
Y a su vez, el arco central es un epílogo a lo que sucedió en el Vol.16, es decir, al fin de Mister Dark a manos del personaje que se sacrificó para terminar con el villano, que –ahora sí la spoileo, si no no se puede seguir- no es otro que North Wind, el padre de Bigby Wolf y abuelo de los cachorritos que el lobo tuvo con Blancanieves. Bigby y su padre siempre se llevaron para el orto y el lobo fue un descastado, sin contacto con la casa real de su padre, y por lo tanto sin ninguna posibilidad (ni el más mínimo interés) de ocupar el trono vacante. Así que será uno de sus hijitos, encantadores humanoides con poderes y personalidades copadísimas, quien suceda al difunto abuelo como nuevo Viento Norte.
Por supuesto esto le permitirá a Willingham jugar a las intrigas palaciegas, con los sirvientes del anciano Viento Norte y la presencia de los otros tres Vientos Cardinales, que quieren digitar de algún modo los sucesos que tienen lugar en el Reino de las Planicies Heladas. Bigby va a tener que pelar cintura para sobrellevar todos los embates protocolares y cuasi-políticos que se tejen sobre su familia y, sorprendentemente, el rol de Snow White será menor.
En paralelo, para que haya un poco de acción en medio de este arco muy hablado, Willingham avanza con la historia de Bufkin, de regreso en tierras cercanas al reino de Oz, y ahora al frente de un intento de revolución contra el capanga que agarró la manija cuando este mundo fue liberado del yugo del Adversario. Hasta ahora ese plot da más para la peripecia y la joda que para algo relevante, pero uno ya sabe con qué bueyes ara y Willingham puede clavar el volantazo en cualquier momento y vincular esa trama con cualquiera de las otras del modo menos predecible que nos podeamos imaginar.
Así que lo de Bufkin es lo único que queda colgado para el próximo tomo (al que prometo entraele el mes que viene, así avanzo un poco con otras lecturas) porque lo de la sucesión del Viento Norte se resuelve (muy bien, con sorpresas pero también con coherencia) en este tomo. La verdad que la estoy pasando genial con Fables. Esto es mainstream de enorme nivel, un poco adictivo y sumamente disfrutable por adolescentes y adultos de ambos sexos, sin necesidad de estar muy curtidos en la lectura de comics ni de literatura fantástica. El año que viene, más Fables acá en el blog.
Este libro trae un arco de cuatro episodios y dos unitarios. El arco central y el unitario de Navidad están dibujados por Mark Buckingham, ídolo absoluto, con una producción enorme que no va para nada en detrimento de la calidad. Y el unitario restante se compone de varias historias muy cortitas, algunas al filo del chiste largo, que quizás algún día tengan alguna conexión importante con alguna de las tramas centrales. Acá hay un mix de dibujantes, todos buenos: P. Craig Russell, Adam Hughes, Ramón Bachs y un combo muy interesante entre Zander Cannon y Jim Fern. Ninguno logra eclipsar a Buckingham, ni por asomo.
El unitario de Navidad arranca como un epílogo al arco principal (ahora vamos, bancá un toque) y termina por darle mucha chapa a Rose Red, que pareciera ser el personaje al que más carnadura, más complejidad y más peso en la trama le quiere dar el guionista Bill Willigham.
Y a su vez, el arco central es un epílogo a lo que sucedió en el Vol.16, es decir, al fin de Mister Dark a manos del personaje que se sacrificó para terminar con el villano, que –ahora sí la spoileo, si no no se puede seguir- no es otro que North Wind, el padre de Bigby Wolf y abuelo de los cachorritos que el lobo tuvo con Blancanieves. Bigby y su padre siempre se llevaron para el orto y el lobo fue un descastado, sin contacto con la casa real de su padre, y por lo tanto sin ninguna posibilidad (ni el más mínimo interés) de ocupar el trono vacante. Así que será uno de sus hijitos, encantadores humanoides con poderes y personalidades copadísimas, quien suceda al difunto abuelo como nuevo Viento Norte.
Por supuesto esto le permitirá a Willingham jugar a las intrigas palaciegas, con los sirvientes del anciano Viento Norte y la presencia de los otros tres Vientos Cardinales, que quieren digitar de algún modo los sucesos que tienen lugar en el Reino de las Planicies Heladas. Bigby va a tener que pelar cintura para sobrellevar todos los embates protocolares y cuasi-políticos que se tejen sobre su familia y, sorprendentemente, el rol de Snow White será menor.
En paralelo, para que haya un poco de acción en medio de este arco muy hablado, Willingham avanza con la historia de Bufkin, de regreso en tierras cercanas al reino de Oz, y ahora al frente de un intento de revolución contra el capanga que agarró la manija cuando este mundo fue liberado del yugo del Adversario. Hasta ahora ese plot da más para la peripecia y la joda que para algo relevante, pero uno ya sabe con qué bueyes ara y Willingham puede clavar el volantazo en cualquier momento y vincular esa trama con cualquiera de las otras del modo menos predecible que nos podeamos imaginar.
Así que lo de Bufkin es lo único que queda colgado para el próximo tomo (al que prometo entraele el mes que viene, así avanzo un poco con otras lecturas) porque lo de la sucesión del Viento Norte se resuelve (muy bien, con sorpresas pero también con coherencia) en este tomo. La verdad que la estoy pasando genial con Fables. Esto es mainstream de enorme nivel, un poco adictivo y sumamente disfrutable por adolescentes y adultos de ambos sexos, sin necesidad de estar muy curtidos en la lectura de comics ni de literatura fantástica. El año que viene, más Fables acá en el blog.
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viernes, 5 de diciembre de 2014
05/12: FABLES Vol.16
Ah, bueno, ahora sí. De un modo totalmente impredecible, el maestro Bill Willingham le pone fin a la saga de Mister Dark que amagaba con terminar en el n° 100 y se terminó por extender algunos episodios más. De pronto, lo que no se resolvió en cuatro TPBs se resuelve en… ocho páginas y uno se queda atónito, estupefacto, más idiota que de costumbre. Es una resolución lógica, válida, verosímil. Lo que no se entiende es cuál era la necesidad de demorarla tanto.
Pero vamos a lo primero: el TPB arranca con un unitario en el que Willingham retoma a Bufkin, uno de los pocos miembros del elenco que permanecía en las ruinas de Fabletown, y lo lanza hacia una nueva aventura, que supongo retomará en unitarios posteriores. Y sigamos con lo último: el TPB cierra con otro unitario, esta vez pensado para retomar una punta que había quedado abierta hace muchos, muchos tomos, que es la que tiene que ver con la Bella Durmiente y aquella vez en la que durmió a cerca de un millón de personas en la ciudad que alguna vez fuera capital del Imperio. La historia que Willingham quería contar con este personaje ya la vimos (en el primer TPB de Fairest, reseñado el 12/09/14) pero para hacerla viable había que retomar a la Bella Durmiente desde donde la había dejado la última vez. Los dos unitarios son, entonces, prólogos a otra cosa, mecanismos para reactivar tramas semi-desactivadas. Lujos, en una palabra, que te podés dar cuando tenés una serie ilimitada, con un elenco numerosísimo y una hinchada fiel, que no te putea si cada tanto te desvías de la trama central para explorar historias marginales.
En el medio entre los dos unitarios, tenemos los cuatro episodios de Super Team, el arco argumental en el que veremos la caída final de Mister Dark y el sacrificio de… alguien a quien no voy a nombrar para no spoilear. Eso –ya quedó claro- se resuelve en ocho páginas. El resto, el guionista las dedica a avanzar con las sub-tramas que giran en torno al elenco protagónico (ahora acovachado en Haven) y hay una que podría haber sido un chiste, una boludez anecdótica pero -al mejor estilo South Park- se va de control y termina por comerse el grueso de estas 80 páginas: Pinocchio, hardcore fan de los comics de superhéroes, decide armar un grupito tipo X-Men para combatir a Mister Dark. Convoca a los personajes más poderosos, les pone nombres de superhéroes, les consigue trajes estridentes, y cuando la cosa prende y nadie se quiere quedar afuera del grupo, termina por armar un casting tipo PopStars, a ver quiénes quedan como integrantes de estos F-Men.
Por supuesto, el combate entre los super-Fables y el villano no se produce nunca y todo queda en una gran farsa, una fantochada que Willingham aprovecha para reirse un poco de las convenciones, de los clichés que definen (y a veces lastran) al género superheroico. Se podría haber liquidado en 10, 12 páginas, y terminó por ser el principal artificio para rellenar todas las páginas que no se centran en el duelo final entre Mister Dark y… el personaje que muere para derrotarlo.
Como ya vimos en estos más de 100 episodios, Willingham no suele dejar cabos sueltos, con lo cual seguramente los próximos tomos indagarán minuciosamente en las consecuencias de estas muertes y retomarán a los personajes que quedaron en situaciones medio volátiles, como la enfermera Spratt. El truco de desactivar tramas y personajes sólo por un tiempito le sale muy bien al guionista y, cuando no escasean las ideas, cada cabo aparentemente suelto puede convertirse más adelante en un gran arco argumental.
No me quiero reiterar en los elogios para con el dibujo de Mark Buckingham, que una vez más demuestra lo clara que la tiene. En la rosca y en la machaca, en la sátira y en la tragedia, el inglés pela siempre y sube el listón saga a saga. Para la historia de Bufkin, contamos con la ilustre visita de Eric Shanower (el autor yanki que más y mejor exploró el mundo de Oz) y en el de la Bella Durmiente (que, pobrecita, es la protagonista, pero no dice una palabra) lo tenemos a Terry Moore, el autor de Strangers in Paradise, con un trabajo muy sobrio, muy correcto. Uno lo asocia de inmediato con el blanco y negro, pero acá se complementa muy bien con la paleta de Lee Loughridge.
¿Y ahora que ya sé cómo termina lo de Mister Dark, qué hago? ¿Sigo avanzando con los dos TPBs de Fables que me quedan sin leer, o cuelgo y sigo con otra cosa? Acepto sugerencias.
Pero vamos a lo primero: el TPB arranca con un unitario en el que Willingham retoma a Bufkin, uno de los pocos miembros del elenco que permanecía en las ruinas de Fabletown, y lo lanza hacia una nueva aventura, que supongo retomará en unitarios posteriores. Y sigamos con lo último: el TPB cierra con otro unitario, esta vez pensado para retomar una punta que había quedado abierta hace muchos, muchos tomos, que es la que tiene que ver con la Bella Durmiente y aquella vez en la que durmió a cerca de un millón de personas en la ciudad que alguna vez fuera capital del Imperio. La historia que Willingham quería contar con este personaje ya la vimos (en el primer TPB de Fairest, reseñado el 12/09/14) pero para hacerla viable había que retomar a la Bella Durmiente desde donde la había dejado la última vez. Los dos unitarios son, entonces, prólogos a otra cosa, mecanismos para reactivar tramas semi-desactivadas. Lujos, en una palabra, que te podés dar cuando tenés una serie ilimitada, con un elenco numerosísimo y una hinchada fiel, que no te putea si cada tanto te desvías de la trama central para explorar historias marginales.
En el medio entre los dos unitarios, tenemos los cuatro episodios de Super Team, el arco argumental en el que veremos la caída final de Mister Dark y el sacrificio de… alguien a quien no voy a nombrar para no spoilear. Eso –ya quedó claro- se resuelve en ocho páginas. El resto, el guionista las dedica a avanzar con las sub-tramas que giran en torno al elenco protagónico (ahora acovachado en Haven) y hay una que podría haber sido un chiste, una boludez anecdótica pero -al mejor estilo South Park- se va de control y termina por comerse el grueso de estas 80 páginas: Pinocchio, hardcore fan de los comics de superhéroes, decide armar un grupito tipo X-Men para combatir a Mister Dark. Convoca a los personajes más poderosos, les pone nombres de superhéroes, les consigue trajes estridentes, y cuando la cosa prende y nadie se quiere quedar afuera del grupo, termina por armar un casting tipo PopStars, a ver quiénes quedan como integrantes de estos F-Men.
Por supuesto, el combate entre los super-Fables y el villano no se produce nunca y todo queda en una gran farsa, una fantochada que Willingham aprovecha para reirse un poco de las convenciones, de los clichés que definen (y a veces lastran) al género superheroico. Se podría haber liquidado en 10, 12 páginas, y terminó por ser el principal artificio para rellenar todas las páginas que no se centran en el duelo final entre Mister Dark y… el personaje que muere para derrotarlo.
Como ya vimos en estos más de 100 episodios, Willingham no suele dejar cabos sueltos, con lo cual seguramente los próximos tomos indagarán minuciosamente en las consecuencias de estas muertes y retomarán a los personajes que quedaron en situaciones medio volátiles, como la enfermera Spratt. El truco de desactivar tramas y personajes sólo por un tiempito le sale muy bien al guionista y, cuando no escasean las ideas, cada cabo aparentemente suelto puede convertirse más adelante en un gran arco argumental.
No me quiero reiterar en los elogios para con el dibujo de Mark Buckingham, que una vez más demuestra lo clara que la tiene. En la rosca y en la machaca, en la sátira y en la tragedia, el inglés pela siempre y sube el listón saga a saga. Para la historia de Bufkin, contamos con la ilustre visita de Eric Shanower (el autor yanki que más y mejor exploró el mundo de Oz) y en el de la Bella Durmiente (que, pobrecita, es la protagonista, pero no dice una palabra) lo tenemos a Terry Moore, el autor de Strangers in Paradise, con un trabajo muy sobrio, muy correcto. Uno lo asocia de inmediato con el blanco y negro, pero acá se complementa muy bien con la paleta de Lee Loughridge.
¿Y ahora que ya sé cómo termina lo de Mister Dark, qué hago? ¿Sigo avanzando con los dos TPBs de Fables que me quedan sin leer, o cuelgo y sigo con otra cosa? Acepto sugerencias.
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miércoles, 3 de diciembre de 2014
03/12: FABLES Vol.15
Allá por el 20/10/13, cuando me tocó reseñar el tomo anterior de Fables, yo decía “La guerra entre los habitantes de Fabletown y Mister Dark va a ser larga y la vamos a ver desarrollarse casi en cámara lenta”. Y de alguna manera la emboqué. Este tomo, con más de 240 páginas, que incluye el hiper-giant-size n° 100, amagaba con mostrar la resolución definitiva de este conflicto que se viene cocinando a fuego lento desde el Vol.12. Pero acá nada es lo que parece y el amague se quedó en eso, en el amague. Bill Willingham se toma todo el tiempo del mundo en plantear el combate final, a todo o nada contra Mister Dark, y en las últimas páginas, cuando todo parece resuelto, te tira un “Nah, mirá si le van a haber ganado tan fácil”. Y –como en aquella gran novela de Juan Sasturain- la lucha continúa. Habrá que seguir leyendo Fables para ver cómo logran los habitantes de Fabletown (luego exiliados a la Granja y ahora a Haven) ganarle a esta poderosa encarnación del Mal.
Para que te des una idea de la lentitud exasperante con la que avanza todo, Willingham se toma un episodio entero, 22 páginas, para que Mister Dark nos cuente lo grosso que es y la cantidad de poder que está dispuesto a amasar para lograr su objetivo, en un extenso diálogo con un personaje secundario. No hay acción, no pasa nada. Son 22 páginas del villano y North Wind recorriendo la ciudad de Nueva York, poseída y corrompida por el influjo de Mister Dark. Y después sí, ese episodio extra-large, casi una novela gráfica dentro de una serie regular, en la que pasan un montón de cosas zarpadas.
Entre ese unitario en el que no pasa nada y el mega-especial n° 100 (que incluye además un cuento, varias historias cortitas en joda, juegos bocetos y giladas varias), nos comimos casi 130 páginas del TPB. ¿Y las 120 restantes? Ahí Willingham nos cuenta, también a un ritmo recontra-pachorro, toda la previa a la batalla contra Mister Dark, con especial atención puesta en el personaje de Rose Red. Son cinco episodios con la hermana de Blancanieves como eje, en los que su liderazgo en la Granja se pone en crisis, fruto de las incesantes runflas entre facciones que buscan sacarle provecho a la anómala situación de que Fabletown ya no existe y todos sus habitantes deben convivir en esta campiña alejada (y resguardada) de la influencia de Mister Dark.
En el medio, Willingham cuenta historias del pasado, de cuando Snow White y Rose Red eran nenas, sus primeras aventuras, sus primeros romances, el origen de la brecha que separó a las dos hermanas durante siglos, y en esos tramos hay momentos realmente grandiosos. La reinterpretación que hace el autor de la leyenda de Blancanieves, el rol que le da a los siete enanos, la explicación de por qué Blancanieves vive con una madrastra y no con su mamá… todo eso es brillante. Y como además está mechado con muchas secuencias del presente, con varias sub-tramas que evolucionan en paralelo (como la del bebé que esperan la Bella y la Bestia), se hace todo muy entretenido a pesar de que la trama central no avance casi nada.
En el unitario ambientado en Nueva York tenemos a un dibujante suplente llamado Iñaki Miranda, correcto, aunque muy pendiente de la referencia fotográfica. No hace falta ser un hijo de puta inmisericorde para arrojarlo a la fosa común de los infinitos Juan Carlos Flicker. De los dibujantes que aportan historias cortas al n° 100 creo que el que más me gustó fue Joao Ruas. Y después tenemos muchas, muchísimas páginas del maestro Mark Buckingham a un nivel inverosímil. “Bucky” se mata en los fondos, en los vestuarios, dibuja todo tipo de personajes sin repetirse, le da a cada uno rasgos propios, hasta un lenguaje corporal propio, se fuma a tres o cuatro entintadores distintos sin resignar identidad… nada parece detenerlo. Ya para el n° 100, hasta encuentra una nueva forma de sacar provecho de la paleta de Lee Loughridge, al agregarle a sus páginas a tinta sutiles toques de aguada, que realzan muchísimo el color. Como decíamos, es un tomo muy hablado, con poca acción, y Buckingham logra por un lado no aburrirnos nunca en las extensas escenas de diálogo y por el otro, ponernos los pelos de punta sobre el final, cuando estalla la machaca a todo o nada. Diría que este es un trabajo consagratorio para el dibujante británico, pero sería mentira, porque ya estaba consagradísimo hace mucho tiempo. Este es, simplemente, un trabajo magistral, muy por encima de lo que se espera de un obrero del lápiz que entrega 20 o 22 páginas todos los meses.
Y ahora me calenté. Y quiero saber cómo carajo sigue esto. Así que mañana no, porque ya empecé otro libro, pero para el viernes, se viene otra reseña de Fables, a ver si –ya que no llego nunca a ponerme al día- por lo menos me entero cómo carajo le ganan a Mister Dark.
Para que te des una idea de la lentitud exasperante con la que avanza todo, Willingham se toma un episodio entero, 22 páginas, para que Mister Dark nos cuente lo grosso que es y la cantidad de poder que está dispuesto a amasar para lograr su objetivo, en un extenso diálogo con un personaje secundario. No hay acción, no pasa nada. Son 22 páginas del villano y North Wind recorriendo la ciudad de Nueva York, poseída y corrompida por el influjo de Mister Dark. Y después sí, ese episodio extra-large, casi una novela gráfica dentro de una serie regular, en la que pasan un montón de cosas zarpadas.
Entre ese unitario en el que no pasa nada y el mega-especial n° 100 (que incluye además un cuento, varias historias cortitas en joda, juegos bocetos y giladas varias), nos comimos casi 130 páginas del TPB. ¿Y las 120 restantes? Ahí Willingham nos cuenta, también a un ritmo recontra-pachorro, toda la previa a la batalla contra Mister Dark, con especial atención puesta en el personaje de Rose Red. Son cinco episodios con la hermana de Blancanieves como eje, en los que su liderazgo en la Granja se pone en crisis, fruto de las incesantes runflas entre facciones que buscan sacarle provecho a la anómala situación de que Fabletown ya no existe y todos sus habitantes deben convivir en esta campiña alejada (y resguardada) de la influencia de Mister Dark.
En el medio, Willingham cuenta historias del pasado, de cuando Snow White y Rose Red eran nenas, sus primeras aventuras, sus primeros romances, el origen de la brecha que separó a las dos hermanas durante siglos, y en esos tramos hay momentos realmente grandiosos. La reinterpretación que hace el autor de la leyenda de Blancanieves, el rol que le da a los siete enanos, la explicación de por qué Blancanieves vive con una madrastra y no con su mamá… todo eso es brillante. Y como además está mechado con muchas secuencias del presente, con varias sub-tramas que evolucionan en paralelo (como la del bebé que esperan la Bella y la Bestia), se hace todo muy entretenido a pesar de que la trama central no avance casi nada.
En el unitario ambientado en Nueva York tenemos a un dibujante suplente llamado Iñaki Miranda, correcto, aunque muy pendiente de la referencia fotográfica. No hace falta ser un hijo de puta inmisericorde para arrojarlo a la fosa común de los infinitos Juan Carlos Flicker. De los dibujantes que aportan historias cortas al n° 100 creo que el que más me gustó fue Joao Ruas. Y después tenemos muchas, muchísimas páginas del maestro Mark Buckingham a un nivel inverosímil. “Bucky” se mata en los fondos, en los vestuarios, dibuja todo tipo de personajes sin repetirse, le da a cada uno rasgos propios, hasta un lenguaje corporal propio, se fuma a tres o cuatro entintadores distintos sin resignar identidad… nada parece detenerlo. Ya para el n° 100, hasta encuentra una nueva forma de sacar provecho de la paleta de Lee Loughridge, al agregarle a sus páginas a tinta sutiles toques de aguada, que realzan muchísimo el color. Como decíamos, es un tomo muy hablado, con poca acción, y Buckingham logra por un lado no aburrirnos nunca en las extensas escenas de diálogo y por el otro, ponernos los pelos de punta sobre el final, cuando estalla la machaca a todo o nada. Diría que este es un trabajo consagratorio para el dibujante británico, pero sería mentira, porque ya estaba consagradísimo hace mucho tiempo. Este es, simplemente, un trabajo magistral, muy por encima de lo que se espera de un obrero del lápiz que entrega 20 o 22 páginas todos los meses.
Y ahora me calenté. Y quiero saber cómo carajo sigue esto. Así que mañana no, porque ya empecé otro libro, pero para el viernes, se viene otra reseña de Fables, a ver si –ya que no llego nunca a ponerme al día- por lo menos me entero cómo carajo le ganan a Mister Dark.
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viernes, 12 de septiembre de 2014
12/09: FAIREST Vol.1
Ya me voy a poner al día con Fables… eventualmente. Mientras tanto, el primer recopilatorio de esta serie complementaria me resultó muy atractivo y entre como un caballo. ¿Con qué me encontré?
En primer lugar, con una extensa saga de seis episodios protagonizada por la Bella Durmiente, Alí Babá y la implacable Snow Queen, otrora lugarteniente del Adversario, a la que hacía muchos años que no veíamos. El siempre astuto Bill Willingham se las ingenia para que tanto Briar Rose (que así se llama la Bella Durmiente) como la gélida villana tengan un regreso creíble, o por lo menos acorde con el verosímil de este tipo de historias. Estos tres personajes van a conformar un triángulo romántico muy bien pensado, sin obviedades ni lugares comunes, que felizmente dejará bastante espacio para la aventura.
Visto desde una óptica copada. Si lo ves con mala leche, toda la aventura está al pedo y sólo sirve para estirar a 120 páginas una idea que estaba piola pero daba para mucho menos. Como sea, Willingham le dedica muchas páginas a un conflicto heavy, a todo o nada, entre Snow Queen y el hada maligna que condenó a Briar Rose a morir pinchada con una rueca de coser, algo que finalmente no sucedió. Esta villana (que no es Maleficient, o Maléfica, como en la peli de Disney) será la encargada de que la historia crezca en tensión y en dramatismo, sobre todo en la segunda mitad. Otro elemento que pone en juego Willingham para darle sustancia (y más páginas) a la saga es un interesantísimo recuento de toda la historia de Briar Rose, desde su nacimiento hasta su rol en la guerra contra el Adversario (a quien me sigo resistiendo a nombrar para no cagarle la vida a los que todavía no hayan leído los recomendadísimos primeros 75 episodios de Fables).
Y el otro recurso que emplea el guionista para darle relieve a la historia es la caracterización, el juego constante entre cuatro personalidades muy fuertes. Alí Babá, Briar y Snow Queen tienen muchísimo desarrollo, muchas escenas interesantes, y además hay un cuarto personaje, que quizás no tenga tanto peso en la trama pero es el que más rápidamente logra la empatía del lector: Jonah, un duende menor, un genio de la botella de las ligas menores, con ínfimos poderes, ínfimos códigos y una compulsión a hablar sin parar y a ametrallarnos con los mejores diálogos que Willingham escribió en mucho tiempo. Jonah además le suma a la trama un cierto tono de comedia, que obviamente disminuye cuando las dos hechiceras se enfrentan a muerte, pero que durante gran parte de la saga se disfruta a full.
Y también disfruté mucho del dibujo de Phil Jimenez, en su regreso a Vertigo después de aquella amarga frustración que resultó Otherworld. Sobre el final se nota el desgaste, los esfuerzos que hace Jimenez para no dibujar fondos… pero a lo largo de muchas, muchas páginas, nos obsequia un despliegue de talento y una entrega realmente formidables. Fondos increíbles, muy buenas planificaciones, buen trabajo en las expresiones faciales, caras, gestos y lenguaje corporal muy distinto para cada personajes… y por supuesto una simbiosis exquisita con Andy Lanning, uno de los entintadores que mejor lo entienden, y con la fastuosa paleta de Andrew Dalhouse, a quien no conocía.
Complementa un unitario muy ingenioso, con guión de Matthew Sturges (habitual adláter de Willingham) y dibujos del gran Shawn McManus, que nos narra una historia del pasado de Bella y Bestia, ambientado en el Hollywood del cine mudo, coloreado en tonos que imitan el blanco y negro de las viejas películas y con el tono del típico policial noir. Gran dibujo y buenos diálogos para una historia menor, pero que hace un aporte válido al tomo al presentar otra estética, otra temática y otros personajes.
Buen arranque para Fairest, sin dudas, pero antes de entrarle al Vol.2 voy a avanzar un cacho con Fables, que la tengo medio abandonada.
En primer lugar, con una extensa saga de seis episodios protagonizada por la Bella Durmiente, Alí Babá y la implacable Snow Queen, otrora lugarteniente del Adversario, a la que hacía muchos años que no veíamos. El siempre astuto Bill Willingham se las ingenia para que tanto Briar Rose (que así se llama la Bella Durmiente) como la gélida villana tengan un regreso creíble, o por lo menos acorde con el verosímil de este tipo de historias. Estos tres personajes van a conformar un triángulo romántico muy bien pensado, sin obviedades ni lugares comunes, que felizmente dejará bastante espacio para la aventura.
Visto desde una óptica copada. Si lo ves con mala leche, toda la aventura está al pedo y sólo sirve para estirar a 120 páginas una idea que estaba piola pero daba para mucho menos. Como sea, Willingham le dedica muchas páginas a un conflicto heavy, a todo o nada, entre Snow Queen y el hada maligna que condenó a Briar Rose a morir pinchada con una rueca de coser, algo que finalmente no sucedió. Esta villana (que no es Maleficient, o Maléfica, como en la peli de Disney) será la encargada de que la historia crezca en tensión y en dramatismo, sobre todo en la segunda mitad. Otro elemento que pone en juego Willingham para darle sustancia (y más páginas) a la saga es un interesantísimo recuento de toda la historia de Briar Rose, desde su nacimiento hasta su rol en la guerra contra el Adversario (a quien me sigo resistiendo a nombrar para no cagarle la vida a los que todavía no hayan leído los recomendadísimos primeros 75 episodios de Fables).
Y el otro recurso que emplea el guionista para darle relieve a la historia es la caracterización, el juego constante entre cuatro personalidades muy fuertes. Alí Babá, Briar y Snow Queen tienen muchísimo desarrollo, muchas escenas interesantes, y además hay un cuarto personaje, que quizás no tenga tanto peso en la trama pero es el que más rápidamente logra la empatía del lector: Jonah, un duende menor, un genio de la botella de las ligas menores, con ínfimos poderes, ínfimos códigos y una compulsión a hablar sin parar y a ametrallarnos con los mejores diálogos que Willingham escribió en mucho tiempo. Jonah además le suma a la trama un cierto tono de comedia, que obviamente disminuye cuando las dos hechiceras se enfrentan a muerte, pero que durante gran parte de la saga se disfruta a full.
Y también disfruté mucho del dibujo de Phil Jimenez, en su regreso a Vertigo después de aquella amarga frustración que resultó Otherworld. Sobre el final se nota el desgaste, los esfuerzos que hace Jimenez para no dibujar fondos… pero a lo largo de muchas, muchas páginas, nos obsequia un despliegue de talento y una entrega realmente formidables. Fondos increíbles, muy buenas planificaciones, buen trabajo en las expresiones faciales, caras, gestos y lenguaje corporal muy distinto para cada personajes… y por supuesto una simbiosis exquisita con Andy Lanning, uno de los entintadores que mejor lo entienden, y con la fastuosa paleta de Andrew Dalhouse, a quien no conocía.
Complementa un unitario muy ingenioso, con guión de Matthew Sturges (habitual adláter de Willingham) y dibujos del gran Shawn McManus, que nos narra una historia del pasado de Bella y Bestia, ambientado en el Hollywood del cine mudo, coloreado en tonos que imitan el blanco y negro de las viejas películas y con el tono del típico policial noir. Gran dibujo y buenos diálogos para una historia menor, pero que hace un aporte válido al tomo al presentar otra estética, otra temática y otros personajes.
Buen arranque para Fairest, sin dudas, pero antes de entrarle al Vol.2 voy a avanzar un cacho con Fables, que la tengo medio abandonada.
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domingo, 20 de octubre de 2013
20/ 10: FABLES Vol.14
Esta es la única serie de Vertigo con la que no estoy al día en lo que respecta a la compra de los TPBs, pero no porque me parezca chota ni mucho menos. Es cierto, no me genera la misma calentura que otras, pero cuando finalmente me compro los libros y los leo, la paso realmente bien.
Este tomo menciona muy al pasar lo sucedido en el Vol.13 y retoma con mucha más fuerza lo sucedido en el Vol.12 (ambos fueron reseñados acá en el blog), lo cual refuerza la idea de que -para el desarrollo global de la serie- el crossover con Jack of Fables fue una anécdota menor, de poca relevancia. El Vol.12 era un tomo de pre-temporada, en el que Bill Willingham se dedicaba a responder cuál iba a ser la amenaza grossa para los habitantes de Fabletown tras la derrota del Adversario. En este tomo está claro que las consecuencias de lo que sucedió en el Vol.12 eran muy complejas y que Willingham se va a tomar MUCHOS episodios para empezar a cerrar todo lo que abrió en aquella ocasión.
De nuevo, esta vez casi no hay acción para los personajes principales, que son en su mayoría testigos de charlas y runflas entre los magos, brujos y hechiceros, ya que estos son los que más chances tienen de reestablecer el orden tras los sucesos del Vol.12. Las brujas Frau Totenkinder y Ozma toman la delantera y le dejan roles muy, muy chiquitos a los que habitualmente son protagonistas. Una tercera bruja, la infinitamente maligna Baba Yaga (enemiga también de Hellboy) protagonizará el segmento más épico del tomo, en un combate sin cuartel contra... Bufkin, el monito alado que andaba siempre boludeando por la oficina principal del edificio de Fabletown. Y lo más loco es que ganará Bufkin, que además juntará muchísima chapa!
Fuera del arco central hay un unitario que nos explica de qué juegan los boxers (“cajoneros”, sería la traducción) y un arquito de dos episodios protagonizado por Ambrose, el entrañable príncipe/ sapo, en el que Willingham nos habla del respeto por la diversidad cultural, la justicia y la naturaleza intrínseca de las distintas razas que conviven en el reino de Haven. Como le sobran algunas páginas, las dedica a hacer avanzar un poquito la telenovela entre Ambrose y Caperucita Roja, que venía estancada hacía mil tomos.
Por el lado de los dibujantes, el unitario de los boxers está a cargo del siempre solvente Jim Fern, casi irreconocible (y a la vez espectacular) gracias al magnífico entintado de Craig Hamilton. La saga de las brujas, la más extensa del tomo, está íntegramente a cargo del glorioso Mark Buckingham, siempre en un nivel altísimo, siempre listo para crear climas alucinantes y para bancar desafíos jodidos en materia de narrativa, por supuesto sin descuidar todo lo demás. Y en el arquito de Ambrose lo tenemos al ídolo David Lapham, que lamentablemente se luce poco. Ojo: no se tira a chanta, ni intenta copiar a Buckingham, pero se lo ve... muy contenido, como si se esforzara por no sobresalir. Por ahí Lapham estaba esperado un guión más truculento, o más sórdido, o que le pidiera muchos cuadros por página (para armar esa grilla tipo Hugo Pratt de ocho viñetas en cuatro filas de dos, que maneja de taquito), no sé... Lo cierto es que en estas páginas no parece el monstruo que es, sino un dibujante común y corriente, correcto, que no hace mucho más que cumplir con lo que le pide Willingham.
La guerra entre los habitantes de Fabletown y el Dark Man va a ser larga y la vamos a ver desarrollarse casi en cámara lenta. Está claro que Willingham se va a tomar todo el tiempo del mundo para explorar a fulll todas las posibilidades que se activaron en el Vol.12 y que se siente cómodo al tener al elenco principal sumido en una crisis tan complicada que muchas veces lo mejor que pueden hacer es replegarse a las márgenes de la saga y dejarle el protagonismo a otros. El guionista tiene un montón de frentes abiertos, es cierto, pero también le sobra cintura para repartirse entre todos ellos y para llevar cada línea argumental hacia una resolución copada, o a entrelazarse de modos poco predecibles con otras líneas argumentales. Los beneficios de la planificación a larguísimo plazo de una historia con un elenco coral y sin límite de extensión es, sin duda, lo más lindo que tiene el formato de “serie regular para una editorial grande de EEUU cuya periodicidad se respeta a rajatabla”. Y en Fables, Bill Willingham aprovecha esos beneficios y los convierte en una magia irresisitible e insumergible, que ya pasó holgadamente la marca de los 10 años.
Este tomo menciona muy al pasar lo sucedido en el Vol.13 y retoma con mucha más fuerza lo sucedido en el Vol.12 (ambos fueron reseñados acá en el blog), lo cual refuerza la idea de que -para el desarrollo global de la serie- el crossover con Jack of Fables fue una anécdota menor, de poca relevancia. El Vol.12 era un tomo de pre-temporada, en el que Bill Willingham se dedicaba a responder cuál iba a ser la amenaza grossa para los habitantes de Fabletown tras la derrota del Adversario. En este tomo está claro que las consecuencias de lo que sucedió en el Vol.12 eran muy complejas y que Willingham se va a tomar MUCHOS episodios para empezar a cerrar todo lo que abrió en aquella ocasión.
De nuevo, esta vez casi no hay acción para los personajes principales, que son en su mayoría testigos de charlas y runflas entre los magos, brujos y hechiceros, ya que estos son los que más chances tienen de reestablecer el orden tras los sucesos del Vol.12. Las brujas Frau Totenkinder y Ozma toman la delantera y le dejan roles muy, muy chiquitos a los que habitualmente son protagonistas. Una tercera bruja, la infinitamente maligna Baba Yaga (enemiga también de Hellboy) protagonizará el segmento más épico del tomo, en un combate sin cuartel contra... Bufkin, el monito alado que andaba siempre boludeando por la oficina principal del edificio de Fabletown. Y lo más loco es que ganará Bufkin, que además juntará muchísima chapa!
Fuera del arco central hay un unitario que nos explica de qué juegan los boxers (“cajoneros”, sería la traducción) y un arquito de dos episodios protagonizado por Ambrose, el entrañable príncipe/ sapo, en el que Willingham nos habla del respeto por la diversidad cultural, la justicia y la naturaleza intrínseca de las distintas razas que conviven en el reino de Haven. Como le sobran algunas páginas, las dedica a hacer avanzar un poquito la telenovela entre Ambrose y Caperucita Roja, que venía estancada hacía mil tomos.
Por el lado de los dibujantes, el unitario de los boxers está a cargo del siempre solvente Jim Fern, casi irreconocible (y a la vez espectacular) gracias al magnífico entintado de Craig Hamilton. La saga de las brujas, la más extensa del tomo, está íntegramente a cargo del glorioso Mark Buckingham, siempre en un nivel altísimo, siempre listo para crear climas alucinantes y para bancar desafíos jodidos en materia de narrativa, por supuesto sin descuidar todo lo demás. Y en el arquito de Ambrose lo tenemos al ídolo David Lapham, que lamentablemente se luce poco. Ojo: no se tira a chanta, ni intenta copiar a Buckingham, pero se lo ve... muy contenido, como si se esforzara por no sobresalir. Por ahí Lapham estaba esperado un guión más truculento, o más sórdido, o que le pidiera muchos cuadros por página (para armar esa grilla tipo Hugo Pratt de ocho viñetas en cuatro filas de dos, que maneja de taquito), no sé... Lo cierto es que en estas páginas no parece el monstruo que es, sino un dibujante común y corriente, correcto, que no hace mucho más que cumplir con lo que le pide Willingham.
La guerra entre los habitantes de Fabletown y el Dark Man va a ser larga y la vamos a ver desarrollarse casi en cámara lenta. Está claro que Willingham se va a tomar todo el tiempo del mundo para explorar a fulll todas las posibilidades que se activaron en el Vol.12 y que se siente cómodo al tener al elenco principal sumido en una crisis tan complicada que muchas veces lo mejor que pueden hacer es replegarse a las márgenes de la saga y dejarle el protagonismo a otros. El guionista tiene un montón de frentes abiertos, es cierto, pero también le sobra cintura para repartirse entre todos ellos y para llevar cada línea argumental hacia una resolución copada, o a entrelazarse de modos poco predecibles con otras líneas argumentales. Los beneficios de la planificación a larguísimo plazo de una historia con un elenco coral y sin límite de extensión es, sin duda, lo más lindo que tiene el formato de “serie regular para una editorial grande de EEUU cuya periodicidad se respeta a rajatabla”. Y en Fables, Bill Willingham aprovecha esos beneficios y los convierte en una magia irresisitible e insumergible, que ya pasó holgadamente la marca de los 10 años.
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sábado, 25 de febrero de 2012
25/ 02: FABLES Vol.13
Vuelvo a encontrarme con otra serie de Vertigo que tenía muuuy abandonada. Acá queda clarísimo por qué a Fables la apodamos “el X-Men de Vertigo”: este tomo presenta un crossover de nueve episodios repartidos entre tres títulos distintos: la ya clásica Fables, el spin-off que tenía como protagonista a Jack of Fables (que no estaba demasiado bueno y duró relativamente poco) y una miniserie de tres partes, the Literals, creada por Bill Willingham y Matthew Sturges especialmente para este ambicioso crossover.
La historia, básicamente, enfrenta a las fábulas con un tipo, Kevin Thorne, que tiene el poder de re-escribir el universo. Thorne puede, de un plumazo literal, moldear a su capricho el mundo en el que transcurre esta historia, desde lo más conspicuo hasta detalles mínimos e intrascendentes. De pronto, Thorne decide tirar a la mierda este universo que ya imaginó y arrancar con la escritura de uno nuevo, y por supuesto, los muchachos de Fabletown tendrán que impedir que eso suceda.
La historia está un poquito estirada, pero bien. Willingham y Sturges la complementan con peripecias y situaciones menores, que por ahí no tienen mucho que ver con el bolonki este de Thorne, pero que están bien pensadas y sirven para definir mejor a los personajes e incluso para sembrar plots que se desarrollarán mejor en los episodios futuros de las dos series regulares que salían en ese entonces. Los propios guionistas –acá más concientes que nunca del proceso por el cual se escriben las historias- se hacen cargo de que el final es un poco Deus Ex Machina, lo cual no lo hace menos ingenioso ni menos satisfactorio. La saga termina, ni más ni menos, como debía terminar.
Por supuesto, más interesante resulta el desarrollo de las tramas, para lo cual hay un pequeño obstáculo: los Literals, es decir, Kevin Thorne, su hijo y su nieto, y las hermanas Page vienen de la revista de Jack of Fables y los guionistas suponen –en mi caso, erróneamente- que todo el mundo seguía las dos colecciones. Por ende, dan por sentado que uno conoce a todos estos personajes (y la dinámica entre ellos y con Jack) y no se esfuerzan por explicar cosas que uno –que en su puta vida leyó Jack of Fables- tendrá que deducir medio a los ponchazos. Para no ser menos, también dan por obvias un montón de cosas que tienen que ver con la serie central de Fables, pero como esa sí la sigo desde el principio, entendí todo. Tampoco hay taaantas referencias: las suficientes para que, si decidís saltearte esta saga y retomar Fables en el Vol.14, te queden unas cuantas incógnitas por despejar. Por ahí me resultó rara la proliferación de escenas en clave más cómica, más distendida, pero bueno, evidentemente la saga de los Literals se venía gestando en la revista de Jack of Fables donde el tono era –deduzco- más festivo y menos dramático.
Por el lado de los dibujantes, tenemos tres, cada uno a cargo de tres episodios: Medalla de Oro, obviamente para Mark Buckingham, el pulenta, el que la rompe desde el número uno de esta longeva serie. Su fascinante mezcla entre Steve Ditko, Jack Kirby y Steve Rude funciona a la perfección y sus páginas son, lejos, las más atractivas del tomo. Medalla de Plata para Russ Braun, un dibujante correcto, sobrio, que dibuja unas minitas hermosas y maneja un muy buen repertorio de expresiones faciales. Y Patada en el Orto para Tony Akins, dibujante mediocre, tosco, con menos gracia que un desalojo. Sus páginas no llegan a ser un suplicio, pero al lado de Buckingham y Braun pasa más vergüenza que Deux cuando pone stand en la Feria del Libro.
The Great Fables Crossover no es ni por casualidad la mejor saga de la serie más exitosa de Vertigo. Aún así, es una lectura entretenida, con muchísimas ideas muy originales (esos personajes que encarnan a los géneros literarios son una genialidad) y situaciones muy gancheras y muy bien resueltas. Ojalá en el Vol.14 Bill Willingham retome todas las puntas argumentales que abrió en el Vol.12 y que me dejaron muy cebado.
La historia, básicamente, enfrenta a las fábulas con un tipo, Kevin Thorne, que tiene el poder de re-escribir el universo. Thorne puede, de un plumazo literal, moldear a su capricho el mundo en el que transcurre esta historia, desde lo más conspicuo hasta detalles mínimos e intrascendentes. De pronto, Thorne decide tirar a la mierda este universo que ya imaginó y arrancar con la escritura de uno nuevo, y por supuesto, los muchachos de Fabletown tendrán que impedir que eso suceda.
La historia está un poquito estirada, pero bien. Willingham y Sturges la complementan con peripecias y situaciones menores, que por ahí no tienen mucho que ver con el bolonki este de Thorne, pero que están bien pensadas y sirven para definir mejor a los personajes e incluso para sembrar plots que se desarrollarán mejor en los episodios futuros de las dos series regulares que salían en ese entonces. Los propios guionistas –acá más concientes que nunca del proceso por el cual se escriben las historias- se hacen cargo de que el final es un poco Deus Ex Machina, lo cual no lo hace menos ingenioso ni menos satisfactorio. La saga termina, ni más ni menos, como debía terminar.
Por supuesto, más interesante resulta el desarrollo de las tramas, para lo cual hay un pequeño obstáculo: los Literals, es decir, Kevin Thorne, su hijo y su nieto, y las hermanas Page vienen de la revista de Jack of Fables y los guionistas suponen –en mi caso, erróneamente- que todo el mundo seguía las dos colecciones. Por ende, dan por sentado que uno conoce a todos estos personajes (y la dinámica entre ellos y con Jack) y no se esfuerzan por explicar cosas que uno –que en su puta vida leyó Jack of Fables- tendrá que deducir medio a los ponchazos. Para no ser menos, también dan por obvias un montón de cosas que tienen que ver con la serie central de Fables, pero como esa sí la sigo desde el principio, entendí todo. Tampoco hay taaantas referencias: las suficientes para que, si decidís saltearte esta saga y retomar Fables en el Vol.14, te queden unas cuantas incógnitas por despejar. Por ahí me resultó rara la proliferación de escenas en clave más cómica, más distendida, pero bueno, evidentemente la saga de los Literals se venía gestando en la revista de Jack of Fables donde el tono era –deduzco- más festivo y menos dramático.
Por el lado de los dibujantes, tenemos tres, cada uno a cargo de tres episodios: Medalla de Oro, obviamente para Mark Buckingham, el pulenta, el que la rompe desde el número uno de esta longeva serie. Su fascinante mezcla entre Steve Ditko, Jack Kirby y Steve Rude funciona a la perfección y sus páginas son, lejos, las más atractivas del tomo. Medalla de Plata para Russ Braun, un dibujante correcto, sobrio, que dibuja unas minitas hermosas y maneja un muy buen repertorio de expresiones faciales. Y Patada en el Orto para Tony Akins, dibujante mediocre, tosco, con menos gracia que un desalojo. Sus páginas no llegan a ser un suplicio, pero al lado de Buckingham y Braun pasa más vergüenza que Deux cuando pone stand en la Feria del Libro.
The Great Fables Crossover no es ni por casualidad la mejor saga de la serie más exitosa de Vertigo. Aún así, es una lectura entretenida, con muchísimas ideas muy originales (esos personajes que encarnan a los géneros literarios son una genialidad) y situaciones muy gancheras y muy bien resueltas. Ojalá en el Vol.14 Bill Willingham retome todas las puntas argumentales que abrió en el Vol.12 y que me dejaron muy cebado.
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viernes, 21 de enero de 2011
21/ 01: FABLES: 1001 NIGHTS OF SNOWFALL
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En 2006 y para festejar el éxito de la serie regular, Fables tuvo su novela gráfica, una ingeniosa compilación de historias cortas que revelan detalles interesantes del pasado de varios de los protagonistas del greatest hit de Vertigo.
El guionista y creador de la serie, Bill Willingham, recurrió al viejo truco de Las Mil y Una Noches, con un giro interesante para que sea Blancanieves (lejos, la mina con más chapa de todo Fables) la que le narre a un sultán medio jodido una historia cada noche, durante 1001 noches. Obviamente el libro no incluye las 1001 historias, pero sí unas cuantas.
La más larga es la primera, protagonizada por la propia Blancanieves y el Príncipe Encantado. Está muy buena, pero el final que debería shockearnos en la página 32 se adivina sin dificultades en la página 12. Por suerte el desarrollo es atractivo. El dibujo está a cargo del maestro John Bolton, en su estilo que a mí menos me gusta: el que se basa demasiado en referencias fotográficas. Lo salvan las criaturas fantásticas (que no se pueden chorear de fotos) y un trabajo increíble en bosques, palacios y vestimentas.
La segunda historia está ilustrada como los dioses por otro inglés grossísimo, Mark Buckingham, el dibujante titular de Fables. Se trata de una historia menor, pensada para darle chapa a Reynard, uno de los notables pobladores de la Granja. La tercera tiene a otro ilustrador impresionante que en Fables juega de local: James Jean, autor de todas las portadas de la serie regular, que se banca con elegancia y solvencia el rol de dibujar una historieta él solito. El guión, que revela detalles escabrosos del pasado del Príncipe Ambrose, es sórdido y contundente.
En la siguiente historia, Willingham nos revela el nacimiento, la niñez y la juventud de Bigby, el lobo feroz, en un relato que mezcla ternura y crueldad, humor y tragedia, con gran habilidad. Lo ilustra Mark Wheatley, un autor que –a pesar de su larga trayectoria- nunca me convenció. Igual no es espantoso, ni mucho menos. Dos cortitas muy bien dibujadas, pero que apenas tienen desarrollo por su exigua cantidad de páginas son la del Coronel Thunderfoot (dibujada por el abonado a las antologías Derek Kirk Kim) y la de la sirena, dibujada por el incomparable Brian Bolland.
Tara McPherson sorprende con su espectacular interpretación del guión que nos cuenta cómo Blancanieves y su hermana Rose Red conocieron a la bruja top de Fabletown, la enigmática Frau Totenkinder. Y dentro de esa misma historia, la propia bruja narra su secret origin, en una secuencia ilustrada por el ignoto Esao Andrews. El dibujante cumple más que decorosamente, pero la pulenta es el guión, seguramente el mejor del libro. Y antes de enterarnos cómo zafa Blancanieves de los planes del perverso sultán, tenemos una historia de 18 páginas ilustrada por la gloriosa Jill Thompson, una historietista completa, original y talentosa, nunca valorada en toda su dimensión. La trama gira en torno a King Cole y nos explica por qué tiene tanta chapa este gordo veterano, al que en Fables vemos como un político consumado, con cara de senador de la UCR y todo. Es un relato conmovedor, de heroismo y sacrificio, dibujado con las recontra-pilas por la pelirroja esposa de nuestro amigo Brian Azzarello.
Me falta decir que las secuencias de Blancanieves y el sultán son las únicas en las que el dibujo no narra en forma de comic, sino que ilustra la prosa de Willingham. Y que estas ilustraciones están a cargo de los maestros Mike Kaluta y Charles Vess, nada menos. Así se redondea una propuesta que desde lo visual te parte la cabeza y desde lo argumental, si sos fan de Fables te va a parecer un agregado interesantísimo a la saga, por la cantidad de data que tira sobre el pasado de los personajes. Si no sos fan de Fables, cuidado! Corrés el riesgo de que este libro te convierta en fan de Fables y de eso te juro que no se vuelve.
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lunes, 25 de enero de 2010
25/ 01: FABLES Vol.12
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Volvemos a Vertigo, cómo no… Y otra vez –como con B.P.R.D.- nos espera un tomo de transición entre sagas grossas. La guerra contra el Adversario se terminó, ganaron los buenos, pero ahora hay que adaptarse a un nuevo status quo.
Para el Adversario, la vida entre las fábulas no va a ser fácil. No son pocos los que tienen facturas para pasarle al ex-déspota y aunque se lo haya amnistiado, los escraches y las represalias van a seguir… “a donde vayan los iremos a buscar”, dice el cantito… Pero el verdadero kilombo se cocina en los mundos que controlaba el Imperio. Parte del trabajo del Adversario y sus huestes consistía en tener bien encanutados varios cofres en los que habían aprisionado a seres arcanos de inmenso poder. Uno de ellos, Mister Dark, es accidentalmente liberado por Fafhrd y el Ratonero Gris (okey, no aparecen con esos nombres, pero queda claro que son los personajes de Fritz Lang) y así arrancan las Dark Ages.
Pero lo mejor que tiene este arco es que, mientras los personajes tratan de lidiar con el status quo post-guerra, los sacudones no dan respiro. Y además de la muerte (triste, pero con la dignidad y la chapa de los grandes) de uno de los personajes que más protagonismo tuvo en las sagas anteriores, también vemos cómo se destruye Fabletown (la cuadra dentro de Manhattan donde vivían las fábulas) y cómo de un minuto a otro, se arma el masivo éxodo a la Granja, donde se resolverán varios plots y se abrirán otros.
Está bueno recordar que este tomo recopila los números 76 al 82 de Fables. O sea que, a diferencia de otros libros de Vertigo que hemos reseñado, acá estamos frente a una serie completamente asentada, donde el guionista Bill Willingham lleva muchos años al frente de una historia compleja, coral, cada vez más ambiciosa, pero a la que controla con muchísima solvencia. Uno ya conoce a los personajes, ya sabe cómo funciona la química entre los protagonistas, ya recorrió muchos de estos mundos a los que van y vienen, y sin embargo Willingham siempre se las rebusca para sorprendernos, para pegar esa vueltita de tuerca totalmente imprevista, pero a la vez totalmente lógica.
Pasan los años, y el dibujante titular de Fables sigue siendo el siempre efectivo Mark Buckingham, dueño de una narrativa sólida, sin fisuras y un dibujo que nos recuerda, según los momentos, a Steve Rude, a Chris Bachalo y cuando aparecen calaveras y esqueletos, a Mike Mignola. Buckingham salta de la Manhattan del Siglo XXI a las tierras fantásticas con admirable naturalidad y se mata en los fondos, los trajes, los animales, no hay un detalle descuidado. En los números que no dibuja Buckingham, tenemos a un dibujante correcto como Peter Gross, a un verdulero como David Hahn y a un genio indiscutible como Mike Allred. Y por supuesto, esas portadas de James Jean que hacen que nos tengamos que cambiar la ropa interior varias veces por TPB.
El éxito de Fables generó una segunda serie mensual, una novela gráfica y dos miniseries, con lo cual no somos pocos los que tememos que este maravilloso concepto termine por convertirse en el X-Men de Vertigo, la vaca de la prosperidad infinita a la que le van a ordeñar hasta la última gota de leche, y cuando no quede más leche, nos van a dar la sangre, la saliva, el pis y hasta la bosta… pero licuadita y con azúcar, para que sea menos inmunda. Con este arco, Willingham demostró que todavía hay leche (y de la buena) y justificó ampliamente la decisión de no terminar la serie con la derrota del Adversario (sigo sin llamarlo por su nombre, para que no me odien los que todavía no empezaron a leer Fables). En poquísimas páginas, The Dark Ages define una nueva amenaza grossa y abre un montón de puntas que parecen encaminarse hacia el lado correcto, sin traicionar en lo más mínimo todo lo grosso que vimos hasta ahora. Sigan así, y acá tienen comprador para los próximos 11 TPBs.
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