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sábado, 4 de junio de 2011
04/ 06: ISLAS
No, no es la biografía del recordado arquero de Independiente y la Selección Nacional. Es una novela gráfica de Rodrigo La Hoz, uno de los grandes exponentes de la historieta latinoamericana actual, que es peruano pero –si leés su obra- parece marciano. La Hoz tiene menos de 30 años y cuenta casi orgulloso que leyó muy poca historieta y que no se siente influenciado por ninguno de los maestros del medio, porque no los conoce.
En Islas TODO es muy raro: el protagonista es Cornelio, que está en pareja con Guillermo, pero hace un tiempo se acostó con Hilda y tienen un bebé en camino. Cornelio tiene serios desbalances psicológicos y recibe atención psiquiátrica. Pero además de los medicamentos, consume hongos psicotrópicos que él mismo cultiva en su huerta. Vive en un suburbio de Lima, cerca de un aeropuerto, donde el ruido de los aviones es parte de un ecosistema bizarro en el que conviven apicultores, mentalistas con conexión a internet y chicos que viven drogados. La historia se desarrolla mitad en ese páramo extraño, ensimismado, con sus propias reglas casi dignas del mundo en el que vive Krazy Kat, y mitad en la alterada mente de Cornelio, cuya percepción de las cosas muchas veces no coincide con la realidad y da pie a los más diversos cuelgues.
Cornelio se está por mudar y a la vez está por nacer ese hijo que va a tener con una mina que no le importa en lo más mínimo. Con esos conflictos, ya se podía nutrir dignamente a las 65 páginas de la novela. Pero La Hoz va más allá y hace que Cornelio se involucre con los chicos que consumen miel de avispa mezclada con drogas alucinógenas y ahí logra hilvanar algo así como una aventura, muy loca, porque Cornelio –además de estar con la mente en la mudanza y en el nacimiento del bebé- está chapa-chapa. Los otros personajes están bien planteados (aunque menos desarrollados) y completan un combo atractivo, que ayuda mucho a que la trama avance con bastante coherencia hacia un final imprevisto, pero satisfactorio, que te descoloca y te perturba tanto como el resto de la novela.
La Hoz maneja tres estilos narrativos: uno normal, con cuadros y secuencias convencionales, uno sobrecargado, con muchísimas viñetas por página y dibujos muy chiquitos, tipo Chris Ware, y un tercero que consiste en ilustraciones, dibujos que rompen la lógica de la trama y nos invitan a meternos en la mente deforme de Cornelio a contemplar figuras distorsionadas, a veces pesadillescas y a veces hermosas, con un dibujo mezcla de Charles Burns y Jorge Pérez Ruibal, el otro gran autor sugido del under peruano en los últimos años. En el resto de las secuencias hay algo de Ware, pero hay mucho más de Paul Hornscheimer, o de Pedro Vera, o de Álex Fito. La Hoz es un virtuoso de la composición de las viñetas: logra cuadros realmente difíciles con un excelente manejo de los espacios y un equilibrio infalible entre las áreas blancas y la línea (y la mancha) negra. Pela recursos novedosos todo el tiempo y eso también contribuye a la sensación de estar leyendo algo muy, muy extraño.
Si me pongo ortiva, tengo que decir que el guión es más ganchero que bueno. Pero el pibe dibuja tan bien y arriesga tanto tantas veces, que simplemente por su osadía, sus ganas de innovar, su compulsión a saltar sin red, recomiendo ampliamente la lectura de Islas y espero ansioso el próximo trabajo de Rodrigo La Hoz, un monstruito a medio domesticar que de principante tiene sólo la biografía.
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