Ah, bueno... Yo me imaginaba que este era un gran comic, pero no suponía que era TAN bueno! Todas mis expectativas fueron ampliamente superadas por Jorge González quien, una vez más, demostró por qué es uno de los más grandes autores que tiene hoy la historieta mundial.
Fueye es, básicamente, una historia de amor y desamor, un relato iniciático que nos invita a acompañar a Horacio, el protagonista, desde su niñez hasta su madurez. Todo esto imbuído de un clima melancólico en el que predominan los acordes del tango, los padeceres de los inmigrantes que llegaron a nuestro país en las primeras décadas del siglo pasado y el trasfondo político espeso de los años ´30, cuando se jugaba todos los días el Super Clásico entre Fachos y Anarquistas (obviamente con los radicales sentados en la tribuna sin saber qué carajo hacer).
La historia de Horacio está narrada a lo largo de 134 páginas que podrían ser algunas menos, pero que le dan a González el margen necesario para zarparse a full con su dibujo, con su línea vertiginosa, de increíble soltura y conmovedor vuelo poético. Cuando tiene que narrar en espacios chicos y ajustarse a grillas tradicionales, el argentino radicado en España también la descose, pero es en esas páginas más libres, más idas al carajo, donde su arte estalla, nos hace vibrar, nos pasa por encima. Visualmente esto es impresionante, es como un Nicolas De Crécy desaforado, fuera de control, y a la vez más afianzado en la narrativa, en la danza de imágenes, palabras y sensaciones.
Por suerte, el virtuosismo de González se hace sentir también en el guión. Yo no había leído ninguna obra escrita por él mismo, y acá me sorprendió muy gratamente. Además de tener perfectamente definido al personaje central, González se luce con los secundarios: Vicente, Luis y Antonino son personajes perfectos, logradísimos, a los que les sobra chapa para protagonizar sus propias novelas. Nélida, María y el Senador Torres también están muy bien delineados, pero sin esa cuotita de genialidad que le pone el autor a los otros tres. Y por supuesto, Buenos Aires se convierte en un personaje importantísimo en la novela. González no maquilla el origen barriobajero y prostibulario del tango y (como Trillo y Túnica en La Française) nos lleva de los palacetes de clase alta a los tugurios, conventillos y barsuchos más lumpen de nuestra maravillosa ciudad.
Cuando la historia de Horacio llega a su fin, sigue la historia de Fueye. González dedica 48 páginas extra a mostrarnos algo así como el backstage de la novela, pero en forma de historieta (o casi). Acá el autor se expone por completo y nos cuenta en qué se inspiró, cómo consiguió la documentación, con qué amigos conversó para darle forma a las ideas que volcó en la historieta y sobre todo qué rol juega en la concepción de Fueye el hecho de que González es un argentino que hace muchos años vive en Europa, lejos de su familia, de su barrio, de sus afectos y de la idiosincracia porteña a la que tan bien retrata en la novela.
La faz gráfica de este tramo final es un poquito extrema. González mezcla bocetos, garabatos, mamarrachos, páginas que sólo tienen texto y secuencias o ilustraciones recontra-elaboradas. A veces incorpora también una sugestiva paleta de colores (que lo acerca más a los autores italianos como Lorenzo Mattotti, Gipi o Igort), a diferencia de la historia principal en la que el uso del color está intencional y muy efectivamente acotado a unas pocas tonalidades de marrón, sepia y gris. El resultado son 48 páginas visualmente muy extrañas, casi desconcertantes. Pero bueno, es un bonus track. La novela en sí es lo otro y eso está demasiado bueno para ser real.
Realmente un lujo y un orgullo que esto se haya publicado en Argentina. Ahora, a asaltar un banco para comprar la edición española de Dear Patagonia, la última novela de Jorge González, que pinta aún más devastadora que Fueye.
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viernes, 6 de julio de 2012
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