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martes, 27 de agosto de 2024
MARTES DEMENCIAL
Hoy tengo para reseñar dos obras que tienen que ver con la demencia, con personajes mentalmente inestables. Apenas un punto en común entre dos historias muy distintas.
Durante mis primeros 18 años de vida, creció dentro mío el embrión fecundado no desarrollado de quien debió haber sido mi hermano mellizo. Finalmente se manifestó como algo que los médicos denominaron "quiste dermoideo", una bola de carne, con pedacitos de uñitas, huesitos y pelitos, que me hacía bulto entre el huesito dulce y la raya del orto y generaba un dolor infernal, que me impedía sentarme, dormir boca arriba, etc.. Ese caso, que según el cirujano que me atendió era "uno en un millón", reaparece con ribetes fantásticos, exagerados, para explicar un poco el final de esta novela gráfica de los maestros británicos Ian Edginton y D´Israeli.
Kingdom of the Wicked no es un drama médico, sino que echa mano a ese elemento cuando no le queda más remedio. Básicamente es un thriller psicológico que tiene que ver con los sueños y fantasías de la infancia, qué pasa con ellos cuando crecemos. Es una obra al límite, en la que los autores hacen todos los esfuerzos imaginables por poner nervioso al lector, por alterarlo y desequilibrarlo, por hacerle sentir el mismo caos, el mismo desborde que afecta a Chris, el protagonista de la historia. Recién en el último tercio, Kingdom of the Wicked adopta el formato de "aventura de buenos contra malos". Hasta ese punto, es todo un espiral de locura que se enrosca cada vez más, con dos planos de realidad mezclados de manera magistral por Edginton y D´Israeli. Hay persecuciones, tiros, bombas, torturas, masacres y esas cosas tan lindas, pero hasta un punto, da la sensación de que están ahí para generar tensión, no para que avance la trama. En el último tercio, cuando todo tiene mucho más sentido, las peripecias y las hazañas bélicas también se resignifican.
El dibujo de D´Israeli es maravilloso, como siempre. Es esa mezcla fascinante y ultra-expresiva entre Marc Hempel, Kyle Baker y Richard Case, que funciona perfecto tanto en los tramos más tradicionales (o aventureros) de la obra, como en los más introspectivos y los más delirantes. En general, cualquier cosa dibujada por D´Israeli merece ser comprada y atesorada, pero cuando forma equipo con Edginton la sintonía es más potente y se nota que ambos se comprometen más y generan una química realmente explosiva.
No termino de entender cómo esto no se publicó en su momento (1997) en el sello Vertigo, pero hay que valorar el acierto de Caliber (una editorial siempre tercerona) al haber apostado por este material. Se nota mucho que la versión de Caliber requirió una "traducción" a blanco, negro y grises de una historieta que originalmente fue realizada a color, pero dentro de todo es un traspaso decente. Años más tarde hubo una reedición de Kingdom of the Wicked en Dark Horse, que sí incluye el color, y ahora que sé que la historia está buena, es más probable que el día que la vea me decida a comprarla, y deshacerme de la que acabo de leer. A color o no, si alguna vez te cruzás con esta historieta, no dudes en capturarla. No te vas a arrepentir.
Me voy a Perú, año 2019. Ahí descubro a Gino Palomino, un notable historietista al que nunca había oída nombrar, pero que nos sigue en el canal de YouTube de Comiqueando y se ofreció a mandarme sus novelas gráficas. Por supuesto le dije que sí, y así es como me tocó disfrutar mucho de Quemier?, un libro de 80 páginas a todo color editado de manera impecable por el sello Casa de Cartón. Para que lo ubiquen rápidamente, el estilo de Palomino es una versión un poquito más cartoony del de Fernando Baldó. Como si a Baldó le inyectáramos un... 10 o 15% de Fernando León González, ponele. Me encontré con autor muy sólido, que entiende perfectamente la gramática del lenguaje al que llamamos comic, con un manejo notable de la puesta en página, el color, las expresiones faciales, los cuerpos en movimiento, el diseño de los personajes... Sin dudas Palomino está muy por encima de la media de lo que tiene para ofrecernos un mercado chiquito y con no tanta tradición historietística como es el peruano.
Cuando arranca la historia, me comí el amague de que iba a leer otra vez la historia de un muchacho con serios desequilibrios mentales que flashea ser un justiciero enmascarado y termina en el manicomio. Esta vez, no. Esta vez, la historia EMPIEZA en el manicomio, con el flaco ya internado, como consecuencia de lo que pasó en una breve historia de cuatro páginas en la que había hecho su primera aparición, unos años antes de que a Palomino se le concretara el proyecto de esta novela gráfica. Y transcurre casi hasta la última viñeta en ese entorno. Sí, acá sí hay un thriller ambientado en el submundo de los psiquiatras y sus pacientes, narrado a un ritmo muy dinámico, con muy buenos diálogos y situaciones que van y vienen de la comedia costumbrista al whodunnit más clásico.
Quemier? se apoya en esa trama de misterio, en la que la tensión crece página a página, y en el carisma de los personajes. No solo el protagonista, sino incluso los secundarios y los villanos, son personajes muy bien trabajados, que se sienten muy reales, muy tridimensionales. Y además Palomino encuentra el espacio (y los argumentos) para hablar de esas transgresiones al reglamento que se hacen en las instituciones psiquiátricas para convertir a una actividad a priori tan poco rentable como el cuidado de las personas con problemas mentales en un buen negocio, obviamente para pocos. Ambición y altruismo, lealtad y traición, cordura y demencia, obediencia y rebeldía son algunos de los móviles para este gran elenco que Palomino introduce y desarrolla de manera muy prolija y ordenada.
El resultado es una obra divertida, intensa, por momentos conmovedora, que resulta muy placentera de leer y de mirar, y que pone claramente a Gino Palomino en la lista de los autores peruanos a los que conviene seguir de cerca. Prometo para más adelante la lectura y reseña de otro trabajo de este autor.
Y nada más, por hoy. Nos encontramos mañana a las 22:30 en el canal de YouTube, para una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta, y en algún momento tendremos nuevas reseñas para compartir acá en el blog.
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D´Israeli,
Gino Palomino,
Ian Edginton
lunes, 24 de diciembre de 2018
UN LUNES COMUN Y CORRIENTE
Para los que no festejamos
Navidad, este lunes es un lunes casi como cualquier otro, con el detalle de que
es feriado y además víspera de feriado, con lo cual muy probablemente surjan
salidas de trasnoche. Yo tengo un par de libritos leídos, así que aprovecho la
tarde para reseñarlos.
Arrancamos con el Vol.1 de
Scarlet Traces, de los maestros británicos Ian Edginton y D´Israeli (ya vimos
otra obra de la dupla un lejano 14/05/11), un tomo que incluye el primer álbum
de la serie en cuestión (en su versión de 2003, tal como la publicó Dark Horse)
y su precuela, que no es otra cosa que la adaptación al comic de War of the
Worlds, la famosa novela de H. G. Wells. Básicamente, lo que Edginton se
plantea contarnos en Scarlet Traces es cómo cambia la historia del Reino Unido
a partir del ataque de los marcianos que narró Wells en su novela. De pronto,
el país invadido y devastado por la flota alienígena tiene a su disposición una
inmensa cantidad de artefactos de tecnología avanzadísima para la época
(primeros años del Siglo XX) y una vez que aprenda a manejarlos, se va a
posicionar una vez más como una potencia privilegiada a nivel global.
Scarlet Traces arranca 10
años después del final de la guerra, cuando Inglaterra ya fue transformada gracias
a la tecnología que le carroñó al invasor derrotado. Es una época de esplendor
en materia de infraestructura, edificios, medios de transporte, fábricas,
dispositivos de seguridad… pero claro, el rápido avance tecnológico y
científico tiene su costo: cientos de miles de trabajadores perdieron sus
puestos a manos de la robótica y las otras inovaciones en materia industrial y
ahora se mueren de hambre. El foco principal de la saga está puesto en eso, en
el gran salto cualitativo que deja afuera del sistema a un montón de gente,
condenada a la más abyecta de las miserias.
Está claro que con ese
tono de denuncia social (porque es obvio que Edginton sitúa la acción en el
Siglo XX pero habla el XXI) no alcanza para venderle al gran público un comic
que supuestamente tiene que tener aventuras, y ahí es donde entra la otra
faceta muy atractiva de Scarlet Traces: la conspiración. Tras bambalinas, hay
gente muy poderosa planeando una chanchada muy heavy, y un puñado de hombres
decididos a descubrir qué corno está pasando. Eso está muy bien armado, y
prometo darle un poco más de bola el día que lea el Vol.2 y lo reseñe. Porque
por suerte a esta novela le fue muy bien y además de la precuela, generó varias
secuelas, que intentaré conseguir a la brevedad.
El dibujo de D´Israeli es
excelente, podría estar horas enumerando sus virtudes. Además (como en las
buenas series del mercado europeo) lo dejan colorearse a sí mismo, y en ese
rubro también saca mucha diferencia. Recomiendo a full Scarlet Traces por la
gran vuelta de tuerca que le dan los autores a War of the Worlds y por ese
combo magnífico entre aventura conspirativa y conciencia social.
Me vengo a Argentina,
donde en 2018 apareció La Mejor de mis Ex-Novias, una breve historieta escrita
y dibujada por Brian Janchez. Esta vez, me quedé con gusto a poco. La historia
me sonó más a un rejunte de dos o tres anécdotas que a un relato con una
estructura dramática fuerte y los personajes no me terminaron de enganchar. Me
engancharon, como siempre, los diálogos y los silencios, que son recursos que
Janchez maneja con una solvencia apabullante. Pero la trama en sí, además de
muy breve se me hizo bastante livianita, me generó un impacto mínimo.
Y hablando de mínimo, me
encanta cómo Brian busca la síntesis, como va todo el tiempo hacia el
minimalismo, pero también me doy cuenta que esa estética se aprecia más en un
tamaño más chico, como el de los libritos de Janchez anteriores a El Permiso.
En este formato más grande, queda todo muy pelado, los globos de texto se ven
inmensos y hacen más ruido esas composiciones de página (contra las cuales
nunca dejaré de militar) en las que hay dos viñetas de igual tamaño, una arriba
y una abajo.
Por suerte Janchez no para
nunca de producir, con lo cual seguramente falta poco para que haya revancha. Hoy,
lamentablemente, tengo en la mano un comic que no me animo a recomendar,
firmado por un autor fundamental para entender la década que se termina en un
par de años.
Y eventualmente volveremos
con nuevas reseñas, como siempre, acá en el blog.
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sábado, 7 de octubre de 2017
DE VUELTA AL RUEDO
Y sí, todo tiene un final y se acabaron mis vacaciones. No queda otra que retomar el laburo y las tareas que uno hace para hinchar las pelotas, sin esperar ninguna remuneración, como esta de escribir reseñas en el blog. La próxima entrada va a ser un repaso por la MegaCon de Tampa y algunas comiquerías destacadas de esa ciudad (y alrededores), pero hoy tengo un par de brolis leídos que quiero comentar en este espacio.
Después de un largo tiempo alejado del comic británico, me clavé Stone Island, una saga aparecida originalmente en 2006-2007 en las páginas de la 2000 A.D., a cargo de un equipo que prometía muchísimo: el guionista Ian Edginton y el dibujante Simon Davis. Ya desde el prólogo, Edginton nos aclara “guarda que esto no es Guerra y Paz, ni Watchmen”. El guionista blanquea desde el vamos su intención de ofrecernos un comic pochoclero para pasar el rato, con machaca, gore, impacto y acción al palo. Y la verdad es que cumple, aunque sin dejarnos mucho más.
La trama es interesante, hay un giro muy logrado que hace que el personaje que pintaba para protagonista al final fuera… otra cosa, mientras un personaje que parecía secundario recibe un tratamiento profundo y muy copado en su accidentado camino hacia la improbable redención, y los diálogos hacen gala de un humor negro irónico, con deliciosa mala leche. O sea que como entretenimiento, Stone Island es un comic dignísimo, por momentos perturbador por los niveles de sangre y tripas, por momentos atrapante por los conceptos que mete Edginton y por el tratamiento que reciben Harry Rivers, David Sorrell y el resto del elenco.
La pulenta, sin embargo, es el dibujo de Davis. Este animalito pasado de rosca parece una cruza entre Simon Bisley, Sergio Toppi y el Sean Phillips de los ´90. Con un tratamiento muy realista de los personajes humanos y una técnica pictórica de alto vuelo, Davis garantiza el impacto a la hora del gore y la violencia. Se nota que la narrativa es lo que más lo complica, pero aún así no se ven pifias groseras. Quizás lo más cuestionable sea que los personajes tienen caras de actores del mundo real (Stephen Rea, Harry Dean Stanton, Ralph Fiennes y otros a los que mi escasa cultura cinematográfica no me permite identificar). Pero la verdad es que visualmente esto es espectacular y te deja pidiendo más Simon Davis (tendré que volver a hojear los tomos de Sinister Dexter). Si estás buscando dibujantes de la escuela pictórica que te puedan sorprender o sagas de terror físico bien truculento, no dudes en entrar(le) a Stone Island.
Ya no me queda casi nada para terminar de reseñar el material aparecido en Argentina en 2016. Esta vez tengo para comentar Putrefacción, la opera prima de Damián Fraticelli y Ezequiel Couselo, aparecida primero en Fierro y luego en un librito de Historieteca… que dedica nada menos que 29 de sus 96 páginas a carátulas, prólogos, bocetos, páginas en blanco (en negro, en realidad)… Casi un tercio de un libro de historietas NO tiene historietas y eso me parece un desacierto demasiado notorio como para dejarlo pasar.
Por suerte las 67 páginas que sí tienen historietas están buenísimas. Fraticelli recurre a las convenciones del clásico policial negro para contar un thriller político intenso, que te logra poner nervioso, con varios giros imprevistos. Y claro, con ese ancho de espadas de que todo transcurre en el extraño mundo de una heladera desenchufada donde el frío empieza a escasear y de a poco “se pudre todo”. En una de esas, esta misma historia protagonizada por seres humanos también estaba buena, pero el hecho de que los protagonistas sean huevos, lácteos, gaseosas y hortalizas le da a Putrefacción esa arista, ese filo que la hacen única y sumamente memorable.
Como también resulta memorable el trabajo de Couselo al frente del dibujo. Es muy loco descubrir a un dibujante que aparece de la nada (jamás lo había visto ni siquiera en fanzines) y muestra desde la primera página un dominio tan avasallante de la técnica, tanto de ilustración como de narración gráfca. Más allá de la insoslayable influencia de Charles Burns, Couselo tiene un estilo propio, basado en un manejo impactante del claroscuro a todo o nada, logrado (creo) con un plumín cuasi-mágico. Pero además le gusta experimentar con la puesta en página, con la forma de las viñetas… Acá, más que un canchero que ostenta virtuosismo, hay un narrador inquieto que se desvive por probar cosas nuevas. Recomiendo mucho Putrefacción, claro ejemplo de la renovación constante de la historieta argentina, y de la vigencia de algunos géneros que a veces se nos antojan agotados, pero sólo porque se agotan los autores que se dedican a ellos. Y hablando de agotarse, si esta edición se agota, por favor para la próxima menos páginas de relleno.
Gracias por el aguante durante estos días de ausencia y trataremos de bancar los trapos este mes con otros 7 u 8 posteos, a ver si de milagro llegamos a los 100 antes del 31 de Diciembre.
Después de un largo tiempo alejado del comic británico, me clavé Stone Island, una saga aparecida originalmente en 2006-2007 en las páginas de la 2000 A.D., a cargo de un equipo que prometía muchísimo: el guionista Ian Edginton y el dibujante Simon Davis. Ya desde el prólogo, Edginton nos aclara “guarda que esto no es Guerra y Paz, ni Watchmen”. El guionista blanquea desde el vamos su intención de ofrecernos un comic pochoclero para pasar el rato, con machaca, gore, impacto y acción al palo. Y la verdad es que cumple, aunque sin dejarnos mucho más.
La trama es interesante, hay un giro muy logrado que hace que el personaje que pintaba para protagonista al final fuera… otra cosa, mientras un personaje que parecía secundario recibe un tratamiento profundo y muy copado en su accidentado camino hacia la improbable redención, y los diálogos hacen gala de un humor negro irónico, con deliciosa mala leche. O sea que como entretenimiento, Stone Island es un comic dignísimo, por momentos perturbador por los niveles de sangre y tripas, por momentos atrapante por los conceptos que mete Edginton y por el tratamiento que reciben Harry Rivers, David Sorrell y el resto del elenco.
La pulenta, sin embargo, es el dibujo de Davis. Este animalito pasado de rosca parece una cruza entre Simon Bisley, Sergio Toppi y el Sean Phillips de los ´90. Con un tratamiento muy realista de los personajes humanos y una técnica pictórica de alto vuelo, Davis garantiza el impacto a la hora del gore y la violencia. Se nota que la narrativa es lo que más lo complica, pero aún así no se ven pifias groseras. Quizás lo más cuestionable sea que los personajes tienen caras de actores del mundo real (Stephen Rea, Harry Dean Stanton, Ralph Fiennes y otros a los que mi escasa cultura cinematográfica no me permite identificar). Pero la verdad es que visualmente esto es espectacular y te deja pidiendo más Simon Davis (tendré que volver a hojear los tomos de Sinister Dexter). Si estás buscando dibujantes de la escuela pictórica que te puedan sorprender o sagas de terror físico bien truculento, no dudes en entrar(le) a Stone Island.
Ya no me queda casi nada para terminar de reseñar el material aparecido en Argentina en 2016. Esta vez tengo para comentar Putrefacción, la opera prima de Damián Fraticelli y Ezequiel Couselo, aparecida primero en Fierro y luego en un librito de Historieteca… que dedica nada menos que 29 de sus 96 páginas a carátulas, prólogos, bocetos, páginas en blanco (en negro, en realidad)… Casi un tercio de un libro de historietas NO tiene historietas y eso me parece un desacierto demasiado notorio como para dejarlo pasar.
Por suerte las 67 páginas que sí tienen historietas están buenísimas. Fraticelli recurre a las convenciones del clásico policial negro para contar un thriller político intenso, que te logra poner nervioso, con varios giros imprevistos. Y claro, con ese ancho de espadas de que todo transcurre en el extraño mundo de una heladera desenchufada donde el frío empieza a escasear y de a poco “se pudre todo”. En una de esas, esta misma historia protagonizada por seres humanos también estaba buena, pero el hecho de que los protagonistas sean huevos, lácteos, gaseosas y hortalizas le da a Putrefacción esa arista, ese filo que la hacen única y sumamente memorable.
Como también resulta memorable el trabajo de Couselo al frente del dibujo. Es muy loco descubrir a un dibujante que aparece de la nada (jamás lo había visto ni siquiera en fanzines) y muestra desde la primera página un dominio tan avasallante de la técnica, tanto de ilustración como de narración gráfca. Más allá de la insoslayable influencia de Charles Burns, Couselo tiene un estilo propio, basado en un manejo impactante del claroscuro a todo o nada, logrado (creo) con un plumín cuasi-mágico. Pero además le gusta experimentar con la puesta en página, con la forma de las viñetas… Acá, más que un canchero que ostenta virtuosismo, hay un narrador inquieto que se desvive por probar cosas nuevas. Recomiendo mucho Putrefacción, claro ejemplo de la renovación constante de la historieta argentina, y de la vigencia de algunos géneros que a veces se nos antojan agotados, pero sólo porque se agotan los autores que se dedican a ellos. Y hablando de agotarse, si esta edición se agota, por favor para la próxima menos páginas de relleno.
Gracias por el aguante durante estos días de ausencia y trataremos de bancar los trapos este mes con otros 7 u 8 posteos, a ver si de milagro llegamos a los 100 antes del 31 de Diciembre.
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Ezequiel Couselo,
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Simon Davis
sábado, 14 de mayo de 2011
14/ 05: LEVIATHAN
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Hoy me toca visitar una gran novela gráfica europea, más precisamente británica. A veces Inglaterra no parece parte de Europa, no? Los comics británicos suelen tener rasgos muy propios, y encima sus mejores autores trabajan tanto para EEUU que de a pocos se “contaminan” con esa otra forma de contar historias que es la que se impone de este lado del Atlántico. Esta vez encontré un gran comic británico, que en ningún momento parece pensado para gustarle al lector yanki y que gráficamente tampoco se parece mucho a nada.
El dibujante es el increíble D´Israeli (Matthew Brooker, en el documento), un tipo sumamente versátil, poco conocido en EEUU (autor junto a Warren Ellis de la demencial Lazarus Churchyard) que acá pela un estilo donde se mezclan Marc Hempel, Jacques Tardi, Kyle Baker y Marc-Antoine Mathieu; un cóctel exquisito, que por momentos me hizo acordar a los mejores trabajos de Dante Ginevra. Con blancos, negros y grises, D´Israeli pone en escena un festival visual inolvidable, repleto de detalles minuciosos, con personajes mucho más simples que los fondos, unos climas absolutamente irresistibles, miles de recursos para que la lectura sea amena (a pesar de que se habla muchísimo) y con unas pocas pero inolvidables escenas de acción. Un trabajo absolutamente consagratorio para este dibujante fundamental de la escena británica.
A cargo del guión lo tenemos a Ian Edginton, un tipo que se empezó a hacer conocido en EEUU antes de pegarla en Inglaterra. Eventualmente, la pegó también en su país, pero repercutió primero de este lado del mundo. Edginton nunca tuvo un hitazo, un best-seller, o un comic de esos que, si no los leés, te condenás al oprobio y el escarnio. Pero casi todos los comiqueros tenemos aunque sea un laburito suyo en la biblioteca, porque tuvo la viveza de trabajar con un montón de dibujantes grossos, entre ellos Phil Hester, Alex Maleev, Rick Leonardi, Dave Lapham, Steve Pugh y algunos argentos notables, como Quique Alcatena, Leandro Fernández, Adrián Sibar o Pancho Paronzini.
De todos los dibujantes con los que trabajó, Edginton pegó una onda muy especial con D´Israeli. De hecho, ya llevan juntos cuatro obras importantes. Esta la venían meloneando desde mediados de los ´90 y finalmente se empezó a publicar en la 2000 A.D. en 2003. Pero aclaremos rápido que Leviathan no se parece en nada a las típicas historietas del popular semanario. Esta es la historia de un barco de la década del ´20, el más grande y fastuoso de la historia de los transatlánticos. El Leviathan es, en la práctica, una ciudad flotante, llena de edificios, bares, casinos, plazas y hasta un zoológico. Pero al poco tiempo de zarpar, se pierde en un limbo donde el tiempo no pasa, el viaje se hace infinito, la gente se empieza a morir, o a suicidar, la esperanza se esfuma y sin embargo el combustible no escasea y el mega-buque sigue andando como si nada.
Evidentemente hay un misterio grosso y así es como el protagonismo recae en el detective Aurelius Lament, un jovato venido a menos, quien se internará en los sectores restringidos del coloso para descubrir la verdad acerca del extraño viaje del Leviathan. El misterio está muy bien llevado y Edginton tiene la gran viveza de resolverlo cuando faltan 25 páginas para el final. Ahí, cuando Lament queda cara a cara con… alguien, casi empieza otra historia, más terrible, más violenta, más despiadada, y el guionista tiene espacio para desarrollarla y llevarla hacia un final más que satisfactorio. A pedido del público, Edginton y D´Israeli crean, a modo de secuela, algunas historias cortas ambientadas en el Leviathan, que también aportan bastante al background de algunos personajes. Pero lo grosso son esas casi 60 páginas de la saga central, que te atrapa no sólo con la magnitud del misterio, sino también con las extrañas situaciones que se viven en el barco, con la runflas entre los poderosos (porque incluso en esta twilight zone hay avechuchos dispuestos a sacar tajada), y con la excelente construcción de varios personajes, no sólo el protagonista.
Retorcida y cautivante, en un péndulo hipnótico entre la tensión y la violencia, Leviathan es una muy, muy buena novela gráfica que te hace salir corriendo a buscar las otras obras de la dupla autoral (Scarlet Traces, Kingdom of the Wicked y Stickleback) a la espera de que estén igual de buenas. Y guarda, porque los críticos dicen que Scarlet Traces está bastante mejor.
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