Hoy no pisé la calle en
todo el día, me quiero matar. Pero bueno, es lo que nos toca. Vamos con las
reseñas, que para eso estamos.
Hoy me toca ser sumamente
injusto con un libro glorioso, nacido para reparar abyectas injusticias.
Injusto porque lo voy a reseñar así nomás, sintéticamente, como si fuera uno
más de tantos, cuando en realidad es una gema única. En 1998, Glénat armó un
Frankenstein maravilloso llamado Héroes Modernos. ¿Qué tiene adentro? Tres
obras distintas, compuestas por historias cortas, de la dupla integrada por el
escritor y periodista Ignacio Vidal-Folch y el asombroso historietista Miguel
Gallardo. Bajo este título genérico se agrupan casi 150 páginas realizadas por
este tándem entre principios de los ´80 y mediados de los ´90.
La primera parte está
dedicada a las historias de Pepito Magefesa y otros pastiches posmodernos,
breves historietas en las que Vidal-Folch y Gallardo juegan a satirizar
géneros, desde las artes plásticas a las telenovelas, y por supuesto se ceban mal
en su mirada ácida y desangelada hacia la historieta clásica, sobre todo la de
los diarios de EEUU. Originalmente estas historias aparecieron en los primeros
números de la gloriosa revista Cairo, y se reeditaron alguna vez en un tomo
llamado “Pepito Magefesa y otras historias”, que está descatalogado hace
décadas y nunca pude conseguir. Imaginate mi alegría cuando me cayó este libro.
La segunda parte compila
todas las historias cortas de Perico Carambola, una versión noventosa, más
adulta y más sacada, de un personaje clásico del comic humorístico español que
fue El Reporter Tribulete. Esto ya lo había sacado Glénat unos años antes, en
formato revista. Obviamente en libro me gusta más. Las historias son
alucinantes, el dibujo de Gallardo es excelso, los diálogos, las situaciones,
todo es una combinación brillante entre delirio y mala leche. Y el tramo final,
el más breve, abarca las historias cortas de Roberto España y Manolín (que
también habían aparecido en formato revista), una serie en la que Vidal-Folch y
Gallardo (a esta altura ya un camaleón, un Metamorpho del dibujo) se mimetizan con los autores de Roberto Alcázar y Pedrín, una serie
emblemática del comic español de la época post-Guerra Civil, famoso por bajar
una línea muy derechosa, muy alineada (o alienada) con la época más sanguinaria
de la dictadura de Francisco Franco. Vidal-Folch y Gallardo invierten la carga ideológica y ponen a estos clones de Roberto Alcázar y Pedrín a predicar la
democracia y la corrección política con resultados hilarantes. Una verdadera
genialidad que –me da la sensación- en su momento pasó un poco desapercibida.
Soy muy fan de Miguel
Gallardo, lo sigo a muerte desde mediados de los ´80 y ya había leído en
revistas TODO el material de Héroes Modernos. Pero me hizo muy feliz
reencontarme con estos personajes y volver a cagarme de risa como la primera
vez.
Me vengo a Argentina, con
una grata sorpresa editada en nuestro país a fines de 2019: Rancat Año Uno. En
la superficie, parece la enésima historieta de superhéroes, en este caso a
cargo de autores argentinos que tratan de imitar la estética yanki. Y algo de
eso hay, pero a) está muy bien logrado, escrito por Matts (que si no me
equivoco es Matías Timarchi), dibujado por Germán Erramouspe y coloreado por
Ramón Bunge a un nivel que no tiene nada que envidiarle al de cualquier producto
del mainstream de EEUU, y b) también hay algo más, un filo, una mala leche, una
habilidad para llevar al límite la temática del justiciero urbano, que no es
tan frecuente en el comic yanki de chabones enmascarados que se cagan a
trompadas.
Hasta ahora las
historietas de superhéroes argentinos que publicaba Capitán Ediciones eran
ambientadas en nuestro país y aptas para todo público. Rancat, por el
contrario, está claramente ambientada en EEUU (los personajes incluso se tratan
de tú) y tiene montones de elementos no aptos para todo público, desde un nivel
de violencia desolador, hasta sexo, corrupción policial zarpada, una red de
prostitución infantil o un protagonista (no me animo a ponerle el rótulo de
“héroe”) que le da a la falopa. La onda sórdida y grim´n gritty funciona muy
bien, el dibujo de Erramouspe es excelente y si no se luce más es porque hay páginas donde
Matts se va un poco de mambo con la cantidad de texto.
Al final de la historia
más larga hay una más breve, también escrita por Matts y dibujada como los
dioses por Facundo Percio, capo absoluto. Y lo mejor es el postre: ocho
paginitas, una historia menor, apenas una anécdota, con muy buenos dibujos de
Rafael Ortiz y un guionazo de Mauro Mantella, con unos diálogos brillantes.
Esto que hace Mantella con Rancat no sólo levanta la temperatura del libro y
del personaje, sino que echa por tierra el intento de presentarlo como un héroe
yanki. Sólo un argentino puede escribir una historia así, plantearla y
resolverla de esa manera, con ese timing, esa mirada, esa impronta. Al final no
sé si me hice muy fan de Rancat (me cuesta empatizar con un justiciero urbano
sacado, violento y bastante amoral), pero esa última historieta me pareció excelente
de verdad.
Nada más, por hoy. Diviértanse
como puedan, que nos quedan muchos días de encierro por delante.