el blog de reseñas de Andrés Accorsi
Mostrando entradas con la etiqueta La Oruga. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta La Oruga. Mostrar todas las entradas

lunes, 21 de mayo de 2012

21/ 05: LA ORUGA

Una vez más, el maestro Suehiro Maruo, el genio maldito del manga, se sienta a adaptar al comic una novela de Ranpo Edogawa. Pero esta vez, todo es distinto. Cuando salió La Extraña Historia de la Isla Panorama, fue una sorpresa. No sólo por su impresionante calidad, que la llevó a estar entre los mejores mangas de la década pasada. También porque la novela de Edogawa no transitaba lo tópicos habituales en la obra de Maruo, con lo cual el mangaka tuvo que pelar una increíble gama de recursos para que su estética tan personal se ajustara a un relato que encaraba claramente para otro lado. El resultado fue una obra de colosal belleza, compleja, tensa y fascinante,
Con La Oruga, Maruo pareciera decir “bueno, ahora me toca a mí jugar de local”. No leí la novela de Edogawa, pero la adaptación al comic se lee como una novela gráfica original de Maruo. Acá sí, están todos los tópicos clásicos de los mangas del ídolo: mutilaciones escabrosas, escenas de sexo recontra-hardcore, sangre, caca, violencia, pesadillas pasadas de rosca y hectolitros de mala leche. Básicamente, la novela se mete en la relación entre Tokiko Sunaga y su marido, el Teniente Primero Sunaga, quien vuelve de la guerra sin sus brazos, sin sus piernas, sin nariz, sin orejas, sordo y mudo. El señor Sunaga queda reducido a una verdadera oruga humana, a la que sólo le quedan fuerzas para comer y para coger con su esposa, ya que el miembro viril le funciona a la perfección. Y ahí Maruo se tira de cabeza, y se regodea en la repulsiva imagen de Tokiko intercambiando placeres carnales con el tipo sin brazos, ni piernas, ni nariz, ni orejas, ni voz, una y otra vez a lo largo de las casi 140 páginas del tomo. Por supuesto, también hay una sutil bajada de línea anti-militar, pero lo que más le interesa a Maruo (no sé si a Edogawa) es la bizarra y perversa relación entre Tokiko y su marido, una relación tan jodida y enfermiza que sólo puede terminar en tragedia.
Pasaditas las 110 páginas, viene el volantazo definitivo, el que uno no espera en ningún momento y el que precipita la obra hacia el abismo de la depravación más absoluta. Recién ahí empieza a pesar un poquito más la acción, se empieza a crear una tensión más clásica, algo así como un suspenso, porque cambia el status quo y uno quiere saber cómo corno va a terminar esta historia tan retorcida y alucinante. Y el final es brillante, casi poético, realmente conmovedor. Ahí te das cuenta de que esto es una novela, no un comic 100% imaginado por Maruo, que seguramente hubiese puesto el punto final en el peor momento de la trama, cuando todo se precipitaba hacia el abismo.
El dibujo es, como siempre fastuoso. Las primeras cuatro páginas son ilustraciones a color, sin mayor intención narrativa, y ahí Maruo te dice “preparate, porque se pudre todo”. Lo único que no dibuja en La Oruga son sus clásicos insectos que salen de una vagina. Todo lo demás, toda su imaginería demencial, elegante y perturbadora al extremo, se despliega en estas páginas con la inmensa calidad de siempre. Hay un montón de secuencias mudas (no sólo los garches) resueltas de modo magistral, una reconstrucción histórica perfecta y ese clima pesadillesco que sólo Maruo puede convertir en un deleite visual incomparable.
Esto es para estómagos entrenados. Si nunca leíste otras obras de este autor, ni se te ocurra empezar por La Oruga. Empezá por La Isla Panorama, si querés. Pero esto es demasiado extremo, demasiado heavy, es la quintaescencia del ero-guro, que es el género en el que los japoneses enrolan a Maruo. Ero de erótico y Guro de grotesco, claro. Hay que estar muy curtido para bancarse La Oruga. Y muy loco para escribirla y muy hecho mierda para convertirla en una historieta. Ahora, si ya venís entregado, si contabas los días que faltaban para tener entre tus manos la última obra de Maruo editada hasta el momento en nuestro idioma, tirate de cabeza, que esto no defrauda en lo más mínimo. A lo sumo te termina de pudrir la mente, pero a quién le importa cuando te la pudren con algo tan maravillosamente corrupto como La Oruga.