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jueves, 14 de diciembre de 2023
JUEVES A LA MAÑANA
Dormí tan mal y me levanté tan temprano, que capaz que antes del mediodía me vuelvo a meter en la cama. Pero primero, las reseñas de los libros que tengo leídos.
Me pareció muy interesante Aquelarres, de Patricio Oliver. Se trata del clásico comic de superhéroes en el que una minoría tiene poderes zarpados y a la vez sufre la persecución de una mayoría facha e intolerante, pero acá hay que cambiar la palabra "mutantes" por la palabra "brujas". Al mejor estilo Chris Claremont, Oliver arma un elenco amplio y diverso, en el que las mujeres tienen los roles protagónicos. La aventura está situada en Buenos Aires, el contexto está bien explicado, hay mucha acción, buenos diálogos, el vínculo entre los personajes es casi tan importante como la machaca mística y -lo que a mí más me impactó- me encontré con un excelente nivel en los bloques de texto, que Oliver (como Claremont) utiliza para que un narrador omnisciente nos cuente en tercera persona cosas que el dibujo no puede mostrar. La prosa vibrante, por momentos profunda, de Oliver se pone al servicio del relato para que, en no muchas páginas, el lector sienta que conoce bien a estos personajes de los que al inicio de Aquelarres no sabemos absolutamente nada. Sin aburrir, sin dárselas de poeta (Oliver sabe que no es Alan Moore, ni Robin Wood, ni Eduardo Mazzitelli) y lo más importante: sin eclipsar ni restarle poder expresivo al dibujo.
Y acá es donde Aquelarres rompe el molde de los clásicos comics de mutantes de los ´80: el trazo de Oliver es mucho más jugado y extremo que los de aquellos dibujantes tan correctos. La viñeta más tranqui, más careta, te hace acordar a las más salvajes de John Romita Jr., cuando metía esos planos en los que Rachel Summers aparecía toda deformada por su propio poder. Y el resto, se va al carajo, como si los breakdowns de Romita después los dibujara Fer Calvi en crack. Hay páginas en las que a Oliver le gustaría dibujar como Bill Sienkiewicz en la saga de Demon Bear, pero no se pone la capucha y sale a chorear: echa mano a algún que otro recurso gráfico de los que pelaba Sienkiewicz en los ´80, pero sin adoptar estilos ajenos. El resultado es potente, dinámico, fresco, y seguramente tiene lo que hace falta para captar al lector o lectora de hoy, que difícilmente se enganche con la estética y la narrativa de los comics de mutantes de hace 40 años.
Creo que la única contra seria que tiene Aquelarres es que esta aventura sienta las bases de un universo pensado para crecer y alcanzar su potencial en entregas posteriores, que no sabemos cuándo vamos a poder leer. Pero es un gran comienzo.
Hacía bastante que no le entraba a un comic autobiográfico, pero me dejé atrapar por Guía Básica para Sobrevivir a Explosiones, por varios motivos: 1) soy amigo de Cristian Blasco, el guionista; 2) soy amigo de Ian Debiase, el dibujante; y 3) sabía -por conocerlo a Cristian- que la historia que tiene para contar es realmente única, tremenda, mucho más emparentable con la ficción que con una anécdota de las que suelen contar los amigos, encabezadas por la frase "no sabés lo que me pasó el otro día". Lo que le pasó a Cristian no le pasa a nadie más, ni el otro día, ni en las próximas seis o siete vidas. Era obvio que ameritaba contar esa historia en un comic, y encima el dibujo y el color de Debiase garantizaban el disfrute desde lo visual.
A la fabulosa aventura de la explosión de gas seguida de incendio en la que Blasco se quemó las manos (y pudo haberse convertido en una brasa), el autor le agrega todo el contexto que no conocíamos: la historia de su familia, de su vínculo con su padre, su pasado en la escena del rock... Sin ventilar "trapitos al sol" pero con mucha honestidad y mucha valentía, Blasco expone sus memorias sus vivencias y sus sentimientos, en secuencias muy bien narradas, con la mezcla ideal entre comedia costumbrista y drama familiar. Después está esa otra faceta, la de su "encuentro" con Dios, el milagro, la fe, la oración, que -con todo respeto- me chupa un huevo y la mitad del otro. No sé si resta que de pronto el guionista le agregue una capa de misticismo a su mirada de la vida, pero en caso de sumar, lo hace de un modo... medio bizarro, digamos. Fuera de eso, la narración de Blasco tiene muchos aciertos: el ritmo, el orden en el que revela los sucesos, dónde decide cortar cada escena, cómo y dónde nos permite escuchar las voces de otros personajes/ personas que tienen algo para aportar a la trama... Se nota que es un trabajo, muy sentido, muy genuino, pero a la vez que está muy bien pensado, orquestado como un gran relato de ficción.
Y como ya dije, el dibujo de Debiase es exquisito, suelto, sintético, amistoso, clarísimo, con una narrativa clásica también clarísima, donde todo está perfectamente ordenado para garantizar la atención (y la emoción) del lector. Excelente trabajo por parte de Ian, que hizo suya una historia que -a todas luces- le pertenecía al fuero íntimo de Blasco. Otro libro que va a la pila de los recomendables.
Y finalmente, y en pos de la diversidad, me clavé el Vol.3 (último que conseguí, pero quiero más) de The Unbeatable Squirrel Girl, la serie en la que dejaron el alma el guionista Ryan North y la dibujante Erica Henderson, allá por mediados de la década pasada. Este Vol.3 coincide con el relanzamiento de la serie post-Secret Wars, con un nuevo nº1, y trae los seis primeros, más el nº6 de Howard the Duck para recuperar ese crossover entre ambos personajes que nosotros ya vimos en el libro reseñado hace justo cuatro años, el 14/12/19. Por ahí se acuerdan, es esa saguita donde la villana es una piba cosplayer pasada de rosca, como... sí, esa. Pero no vamos a volver sobre lo que ya comentamos, sobre todo porque el TPB trae los nºs 2 al 5 (de la segunda serie), que componen la mejor aventura de Squirrel Girl que leí hasta ahora: la tetralogía del viaje en el tiempo, con el Dr. Doom como invitado.
El nº1 es flojito, sirve para presentarle el elenco de la serie a gente que capaz se enganchaba tarde, precisamente porque salía un nuevo nº1. Pero a partir del nº2, North y Henderson no tienen piedad para nadie y te masacran con una saga espectacular, en la que no parás de cagarte de risa, con un plot alucinante, diálogos geniales, peleas absurdas, personajes copados, giros impredecibles... Todo lo bueno que puede tener un comic de superhéroes que no se toma a sí mismo en serio, está acá, en estos cuatro números. ¿"Justice League de Giffen y DeMatteis", dijo alguien? Sí, hay bastante de eso, pero orientado a un público más adolescente. Posta, no me imaginé que me iba a divertir tanto.
No me quiero ir sin destacar la labor de Erica Henderson, que no sólo dibuja bárbaro (y claro, sin sobrecargar a las viñetas con elementos ni texturas innecesarios) sino que además cumple con las entregas en todos los putos números. Ya van tres TPBs de Squirrel Girl sin dibujantes suplentes, y eso es un lujo casi inverosímil. Me encanta cuando los autores se comprometen así con una serie y le ponen todo en cada episodio. Sin dudas acá North y Henderson transpiraron a full la camiseta y besaron el escudito cada vez que metieron un gol. Y metieron muchos.
Nada más por hoy. Vuelvo al inframundo de la Comiqueando Digital, a ver si se da la magia de que la podemos tener lista antes de fin de año. Gracias por todo y hasta pronto.
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jueves, 5 de octubre de 2023
JUEVES AL MEDIODIA
A ver si en el poquísimo tiempo que tengo llego a reseñar los dos libros que tengo leídos. ¿Dos libros, nada más, en... 258 días sin postear? Y, sí. Es lo que hay. Estoy con muy poco tiempo libre y además voy avanzando de a poco con un libro de muchísimas páginas que no se puede devorar todo de un saque bajo ningún concepto.
Arranco en 1997, casi en los albores de la carrera del increíble Joann Sfar y me zambullo en las 100 fabulosas páginas de París-Londres, una novela gráfica demasiado buena para ser real. Esto es un delirio genial, una aventura con toques cómicos en la que puede pasar (y de hecho pasa) cualquier cosa. Por momentos parece un tributo a las novelas decimonónicas de Jules Verne, por momentos parece una sátira a los clásicos relatos de espías de autores ingleses, y por momentos parece un sketch de Cha-Cha-Cha con presupuesto ilimitado. No sé cuánto de esto estaba planificado y cuánto improvisó Sfar sobre la marcha, pero el resultado es tan asombroso como satisfactorio. Me reí fuerte muchas veces, me copé con los personajes, el conflicto es delirante pero -en el contexto de la aventura rocambolesca que plantea el autor- tiene todo el sentido, los diálogos son brillantes (exquisita traducción de Ana Millán para la edición española) y una genialidad más, solo para entendidos: esta historia hace referencia a otras del mismo autor, y en un punto funciona como espina dorsal del Sfar-verso. Ya desde el vamos, uno de los protagonistas es Ossour Hyrsidoux, el personaje creado por Sfar para sus primeros dos álbumes. Después mencionan al pasar a Petrus Barbygère, protagonista de otros dos álbumes, que Sfar escribió (pero no dibujó) justo antes de este. Y en un momento, un personaje le cuenta a los otros la historia de "el Malka de los leones", la misma que Sfar va a desarrollar en un álbum de Le Chat du Rabin, pero en 2002. O sea que si sos fan del ídolo de Niza, acá vas a flashear fuerte de verdad.
El dibujo no se puede creer. Además de su característica (y sobrehumana) destreza con el plumín, acá Sfar usa pinceles más gruesos, fibrones, mete manchas onda Alberto Breccia, pasa de las texuras imposibles al claroscuro visceral incluso en la misma viñeta y rompe records en materia de expresividad y dinamismo en sus personajes, un elenco vasto y variopinto al que le saca un provecho inmenso. La puesta en página es clásica en casi todo el álbum: predomina la grilla de cuatro viñetas rectangulares del mismo tamaño, en dos filas de dos. Pero en las primeras 22 páginas (y en unas poquitas más a partir de ahí), Sfar prueba cosas distintas y le salen todas muy bien. A pesar de la plétora de detalles que mete este animalito en cada cuadro, y a pesar de que el texto no escasea para nada, la lectura se hace absolutamente dinámica y es casi imposible soltar el libro antes de llegar al final. Sin dudas, uno de los trabajos de Joann Sfar que más me pegó, que más disfruté y que más recomiendo en la voluminosa producción de este capo absoluto del Noveno Arte.
Un ya lejano 05/03/20 hablamos en este espacio del Vol.1 de Squirrel Girl. Desde entonces, el guionista Ryan North medio que "se puso de moda" y hoy debe tener muchos más fans que hace tres años y medio. Lo cierto es que recién anoche le entré al Vol.2 de esta serie que Marvel lanzó en 2015 y que llegó a acumular 58 revistitas, o 12 TPBs, como prefieras. La verdad, no creo que la compre hasta el final, pero este segundo librito me gustó mucho y por suerte tengo un par más en la pila del material ya comprado, a la espera de su turno para ser leído.
Este segundo TPB recopila apenas cuatro episodios de la serie regular, y se completa con apariciones de Squirrel Girl en historias cortas publicadas en otras revistas, todas escritas por el maestro Dan Slott. Y si bien ninguna está al nivel de las que escribe North, son anécotas divertidas, pequeñas boludeces que contribuyen a ilustrar cuál es el rol de esta joven heroína en el Universo Marvel. Y no, ninguna de esas historias cortas están tan bien dibujadas como las que salían en la serie mensual, donde el trazo de Erica Henderson realmente hace la diferencia y le otorga a estas aventuras esa dimensión única, casi emparentada con el comic indie.
En tres de los números que recopila el librito, North y Henderson se dedican a expandir el elenco de la serie, con nuevos personajes secundarios, nuevos villanos y la interacción de Doreen (nuestra joven protagonista) con más héroes y heroínas del Universo Marvel. Son aventuras que en un punto se vuelven desopilantes por la sobrecarga de elementos ridículos y extremos que incorporan, y esto está claro desde el principio. No es que te engañan prometiéndote la epopeya solemne y dramática y después te cagan, porque te dan una aventurita light y en joda. La consigna de la serie es, ante todo, cagarse de risa un rato y ver cómo esta piba se inserta de a poco en un panteón superheroico en el que -a priori- desentona grosso.
Y el primer número que ofrece el TPB (el 5 de la primera serie) es la gema: 22 páginas en las que varias personas cuentan historias sobre Squirrel Girl, todas improbables, o por lo menos inexactas. Esto le sirve a los autores para enfocar al personaje desde distintas ópticas que parecerían grotescas o distorsionadas... si no fueran versiones mínimamente alteradas de historias y dibujos que ya vimos en décadas anteriores en otros comics de Marvel. Acá vemos a Henderson acomodar su trazo para subrayar que lo que se narra es en realidad una paráfrasis de algo que ya narraron Frank Miller, Todd Mike Zeck, Jack Kirby... hasta en un momento hay un homenaje a Peanuts, como para ampliar aún más el universo de posibilidades. Esta historia es muy graciosa, le da mucha chapa a Nancy (la mejor amiga de Doreen) y además te deja claro que Henderson puede dibujar en el estilo que se le dé la gana. Prometo entrarle este mes al Vol.3, a ver con qué me encuentro.
Y hablando de encuentros, espero encontrarme a lectores y lectoras del blog (o de la Comiqueando) este finde en Paysandú, Uruguay, donde voy a estar participando una vez más de Heroica, el evento comiquero de dicha ciudad. Nada más. La semana que viene espero recuperar cierta regularidad en los posteos, y el 19 será momento de poner una pausa extensa en el blog, para dedicarme primero a un viaje de un mes por España, Francia y Bélgica, y después a la Comiqueando Digital que tiene que estar lista antes de fin de año. Gracias por tanto y perdón por tan poco.
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jueves, 5 de marzo de 2020
JUEVES DE CHICAS
Hoy tengo para reseñar dos
comics protagonizados por chicas, lo cual no está mal si pensamos que el
domingo es el Día Internacional de la Mujer. A todo esto, ¿sabían que la
palabra “protagonismo” viene de Protágoras, un filósofo griego? Este sofista
afirmaba que “el hombre es la medida de todas las cosas” y desarrolló una
mirada absolutamente antropocéntrica. Bueno, eso. Todos los días se aprende
algo nuevo.
Vamos con el Vol.1 de The
Unbeatable Squirrel Girl, un título lanzado por Marvel en 2015, a cargo de Ryan
North y Erika Henderson, probablemente pensado para captar lectoras
adolescentes, de las que se habían acercado tímidamente al mundo de los
superhéroes a través del boom de las películas. Además de los cuatro primeros
números de esta serie, el TPB ofrece la primera aparición del personaje,
publicada en 1991, en el nº8 de la antología trimestral Marvel Super-Heroes.
Este título un engendro repulsivo, una fosa séptica a donde iban a parar las
historietas más impublicables de Marvel, sobras de la Marvel Fanfare, sobras de
la Marvel Comics Presents, guiones que los coordinadores les daban a pibes y
pibas sin experiencia para que probaran a ver si podían dibujar 22 páginas de
superhéroes en un tiempo razonable… y además en casi todos los números estaba
Steve Ditko, ya veterano, con pocas chances de que lo llamaran para los títulos
importantes. El maestro lo dejaban jugar cada tres meses en las páginas de
Marvel Super-Heroes y ahí fue donde (en medio de una aventura supuestamente
“seria” de Iron Man) aparece Squirrel Girl, se roba el protagonismo durante 22
páginas y queda ahí, en las márgenes del Universo Marvel, como una creación
bizarra más de un especialista en poblar las márgenes de los universos
superheroicos con creaciones bizarras. Con el coloreado moderno, debo reconocer
que el dibujo tosco de Ditko mejora bastante.
Pero vamos a la serie de
North y Henderson, que me pareció excelente. Los guiones tienen una combinación
loquísima entre aventura clásica y descontrol. El ritmo es frenético, no baja
ni un minuto. Las situaciones desopilantes van in crescendo, al punto que en el
cuarto episodio Squirrel Girl y su ardillita se enfrentan a… ¡Galactus!. Hay
humor físico, comedia de enredos, chistes meta-comiqueros, diálogos afilados
típicos de sitcom yanki… Falta que alguno largue un “bwa-ha-ha”, nomás.
Se nota muchísimo que Ryan
y Erika AMAN a este personaje y es realmente un gran placer verlo
desarrollarse. El dibujo es sintético, expresivo, una mezcla rara y muy eficaz
entre la clásica estética superheroica y algo más tipo Archie, con una
narrativa cristalina, muy dinámica. El TPB acierta en incluir las páginas de
“correo de lectores”, llenas de chistes, al igual que las frases en joda que
aparecen al pie de cada página. Quiero más Squirrel Girl, sin ninguna duda.
Salto a Argentina, año
2019, cuando se recopila en libro Al Rey de Constantinopla, una historia que
Fer Calvi había serializado en las páginas de Fierro, en la época en que yo ya
no la leía. Creo que la única decisión de Calvi que no comparto es la de no
revelarnos el nombre de la protagonista. El resto, me gustó mucho, me atrapó,
me resultó sumamente interesante.
La trama propone un
thriller de ciencia-ficción clásico, con una invasión alienígena encubierta,
obviamente con blindaje político y mediático. Una chica que escribe guiones
para series de TV va a tratar de llegar al fondo de la runfla y se va a ver
envuelta en una aventura en la que hay muchísimo en juego. Todo esto con muy
buenos diálogos, bastante introspección, una dosis acertada de acción y los
típicos homenajes a comics, películas, series y obras literarias que mete Calvi
en todas sus historietas.
Calvi me cerró bien el
orto con su otra decisión arriesgada, la de mantener a lo largo de toda la obra
la grilla de seis viñetas iguales (la Gran Kirby). Pensé que me iba a saturar
leer toda una novela con una única puesta en página, pero el tempo del relato
está tan bien manejado y la elección de los planos y enfoques es tan diversa,
tan cambiante y asume tantos riesgos, que a las pocas páginas me olvidé que
estaba viendo una infinita sucesión de viñetas todas del mismo tamaño. El
dibujo está muy logrado, con recursos que el autor incorporó para esta obra,
con un manejo notable de las técnicas tanto analógicas como digitales, y con un
amplio registro en materia de diseño de personajes, que van desde
representaciones bastante realistas a cartoons bien clásicos, bien al estilo de
los años ´50.
No te pongo Al Rey de
Constantinopla al nivel de ¡Mexico Lindo!, pero me pareció un muy buen regreso
de Fer Calvi al blanco y negro y al relato más clásico, más “de género”. Tengo
otro librito del mismo autor ahí, en el aguante, así que pronto tendremos más Calvi,
acá en el blog.
Nada más, por hoy. Mil
gracias y hasta pronto.
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