Segundo feriado de Carnaval y vengo pisteando como un campeón. Mucha joda, pocas horas de sueño y ganas de liquidar las reseñas rapidito para apolillar un rato más.
Arranco en Francia en 2001, con el Vol.12 de las aventuras de Jack Palmer, el patético investigador privado creado por René Petillon. Petillon es un icono de la historieta francesa… que por algún motivo no trasciende las fronteras de ese país. Yo sospecho que tiene que ver con su dibujo, que tiene chispa, tiene ángel, pero se ve como una especie de mezcla entre Langer y Lauzier, sin la magia de ninguno de los dos. No son pocas las viñetas en las que Petillon parece no bocetar, no plantar el dibujo a lápiz, sino resolver de una con la tinta. Eso es lo que hace que el dibujo se sienta fresco, pero a la vez se notan más algunas limitaciones, sobre todo en la figura humana. Por suerte Petillon no se plantea dibujar a los personajes con ningún grado de realismo, con lo cual esa cierta torpeza es perceptible sólo para puntillosos y rompepelotas como yo.
El guión de L´Enquete Corse (que así se titula el álbum) es brillante. Es una sátira socio-política descarnada que le hubiese encantado firmar al otro René, al Más Grande. La trama policial es apenas una excusa para meterse a bardear, a mostrar con un humor picante y sin piedad el clima de violencia constante, la incoherencia política, la volatilidad ideológica de los distintos movimientos independentistas de Córcega. Si alguna vez te preguntaste por qué la islita donde nació Napoleón nunca se separó de Francia, Petillon te tira una respuesta muy convincente y de modo muy gracioso.
Tengo entendido que L´Enquete Corse es el más vendido y el más ovacionado por la crítica de los álbumes de Jack Palmer, así que si algún día decidís explorar qué onda este personaje, o qué onda René Petillon, no está mal arrancar por acá, como para ir derecho a la papa más fina.
Salto a Argentina, a 2017, cuando se publica Sudoku, una obra con dos guionistas y un dibujante. Los guionistas son Otto Zaiser (quizás el secreto mejor guardado de la historieta argentina actual) y Alejandro Farías, el prolífico y polifacético autor del que ya hemos reseñado pilas de libros. Y el dibujo es obra de Pablo Colaso, gran dibujante rosarino a quien ya nos habíamos cruzado en algunas antologías.
Sudoku arranca como una especie de 4 Segundos 2.0, y parece que va a girar en torno a tres amigos de veintipocos que están muy alzados y muy al pedo. Chistes, jodas, borracheras, persecuciones infructuosas de mujeres esquivas, nada que no hayamos visto 50.000 veces (incluso en la vida real), contado con mucha onda, muy buenos diálogos y el truquito de la grilla de nueve cuadros, que remite al juego del sudoku. Pero ya en el tercer capítulo, el foco de la historia se posa sobre Andrés, uno de estos tres adorables losers, y los otros dos pasan a ser personajes secundarios.
Y ahí la historia se anima a volar, a trascender la colección de anécdotas humorístico-patéticas vinculadas al levante. Farías y Zaiser deciden explorar a fondo la relación entre Andrés y Daniela, con sus avances y retrocesos, con los amigos y el abuelo haciendo el aguante… y con un explosivo regreso de Ema, la ex de Andrés, que cae con una bomba atómica: un hijo que viene en camino. En los últimos capítulos, el drama eclipsa a la comedia y al protagonista no le queda más opción que madurar, que hacerse cargo de un montón de cosas… y los guionistas se van a compadecer de Andrés, a cobrarle barato algunas cagadas, como para que el final tenga más sabor a empate que a derrota estrepitosa, de esas que fuerzan la renuncia del D.T..
En ese cambio de marcha reside el gran encanto, el poder hipnótico de Sudoku. Clones de 4 Segundos, se pueden escribir muchos. Obras como esta, muchas menos. Y por supuesto buena parte del mérito le corresponde a Colaso, acá en un estilo tipo Max Aguirre de hace unos años, cuando Max miraba mucho a Dupuy y Berberian. Colaso sorprende con un gran cuidado por los detalles, muchos hallazgos en las expresiones faciales, la capacidad de meter mucha información en viñetas chiquitas sin saturar, y un gran criterio para engamar las páginas con tonalidades de un sólo color, aplicadas con notable belleza plástica.
Recomiendo mucho Sudoku, espero ansioso una nueva obra de este trío tremendo y me despido hasta pronto. Ya volveremos, con nuevas reseñas.
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martes, 13 de febrero de 2018
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