el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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jueves, 26 de noviembre de 2020

JUAN SAENZ VALIENTE, EL CÓMICS

No me siento bien, pero este es el único rato que tengo para escribir, así que mala leche. De última, será una reseña un poco más corta que las habituales. Por motivos que no logro entender, vendí muy poquitos ejemplares de este libro. No me voy a poner ahora a sopesar los factores por los que (creo yo) mis clientes no me lo encargaron, pero sí quiero señalar que si en el resto de las distribuidoras Juan Sáenz Valiente, El Cómics tuvo tan poca repercusión como la que muestran mis planillas, estamos ante una injusticia mayúscula, sólo comparable al hecho de que el Diego esté muerto y Carlos Menem no. Juan Sáenz Valiente, El Cómics combina breves historietas humorísticas con chistes de una sóla viñeta, por supuesto todo escrito y dibujado por el autor de La Sudestada y Norton Gutiérrez. El registro elegido por Juan es la autobiografía y así es como lo vemos de principio a fin del libro convertido en personaje. Juan combina anécdotas graciosas de su infancia, adolescencia y actualidad, con secuencias en las que lo vemos flashear, dar rienda suelta a su imaginación, y dibujar no lo que realmente sucede, sino por lo que pasa por la cabeza (bastante sexópata, por cierto) del autor. Este es un efecto cómico muy eficaz, que me hizo acordar a los mejores momentos de El Otro Yo del Dr. Merengue, pero por supuesto “tuneado” para este milenio. Entre guarangadas sexuales, chistes escatológicos y momentos más tranqui, el libro me arrancó varias carcajadas. Lo único que no me cerró es un detalle de los diálogos: Juan usa palabras porteñas como “bondi”, “laburo”, o “garchar”, y las incorpora a diálogos con frases que parecen escritas en ese engendro lingüístico espantoso llamado “castellano neutro”. El resto, todo muy divertido, muy genuino, muy gracioso. El dibujo es excelente. Acá se luce el poder de observación de Sáenz Valiente, su ojo clínico para pescar detalles en el lenguaje corporal, la ropa y los gestos de la gente (y los perros). Además cobra protagonismo esa plasticidad, esa facilidad para deformar los cuerpos, los rostros y los ángulos, que Juan usa para acentuar momentos cómicos y patéticos en igual medida. Acá Juan tira una magia digna de Oscar Grillo o Kyle Baker, a un nivel realmente altísimo. Y por supuesto, algo que en las historietas no se ve tanto, que es la increíble habilidad de Juan para la caricatura, para incorporar rostros de personas reales a su registro gráfico. Desde él mismo y su mamá hasta Mercedes Sosa, el Puma Rodríguez y China Zorrilla, cuando Sáenz Valiente se propone retratar a alguien real, da siempre en el clavo. Recomiendo mucho este libro, de verdad. Para cagarse bien de risa, para disfrutar del dibujo y las ideas de Sáenz Valiente en una dimensión más libre, más salvaje, y para pensar si la autobiografía está realmente liquidada como género, o si con un par de buenos libros (como este) está como para levantarse de la tumba y salir de joda varias noches más.

viernes, 3 de enero de 2020

PRIMER VIERNES DEL AÑO

Y sí, está buenísimo para salir a atorrantear por ahí. Pero antes, unas reseñas.
Arranco en EEUU, en 2003, cuando en pleno auge de la historieta autobiográfica, Dark Horse produce una antología con 16 historias cortas en las que distintos autores reviven anécdotas de sus vidas reales que los marcaron, o reflexionan “en voz alta” acerca de temas que les resultan importantes. Autobiographix es un libro que hay que tener sí o sí, simplemente como reconocimiento a la coordinadora Diana Schutz por el esfuerzo que le debed haber exigido reunir a semejante elenco de autores. Después, si de las 16 historietas hay 5 ó 6 buenas, está todo pago. Y es probable que las haya, eh? Vamos a repasarlas.
La de Frank Miller es apenas graciosa y está dibujada a los santos pedos, pero ponele que zafa. La de Sergio Aragonés es gloriosa, de punta a punta. La de Will Eisner (uno de los precursores del género autobiográfico) es muy cortita, pero muy emotiva y está dibujada con todas las pilas. La de Jason Lutes es un no-relato, es él bajando línea, con unos dibujos fastuosos. Después vienen tres excelentes al hilo: la de Paul Chadwick, la de William Stout y la de Bill Morrison, que se cae apenitas al final. La de Linda Medley está recontra bien dibujada pero se me hizo un toque larga. La de Schutz y Arnold Pander es más clima que relato, y el dibujo es demasiado bueno para ser real.
Matt Wagner sorprende porque en vez de una historia nos trae… una receta de cocina, para hacer pechugas de pollo a la parmesana. Con narrativa 100% de comic y con excelentes dibujos, eh? La de Eddie Campbell no me enganchó para nada, no llegué al final de la segunda página. La de los gemelos Fábio Moon y Gabriel Bá está buenísima, me puso muy nervioso. La de Stan Sakai es linda, aunque me resultó un poquito mezquino que entregara los lápices sin entintar. La de Metaphrog no es genial, pero está bien. Una de las más lindas del tomo es la que escribe un tal Richard Doutt y dibuja el alucinante Farel Darlymple. Y cierra Paul Hornschemeier, con un intento de meta-comic pretencioso y aburridísimo.
Obviamente recomiendo Autobiographix a los fans de las historietas autobiográficas y a los que quieran ver cómo se desempeñan en espacios cortos autores a los que generalmente asociamos con novelas gráficas, sagas infinitas o historietas más extensas, en general.
Me vengo a Argentina, año 2019, cuando el sello Comic.ar recopila Asteroides, la serie de historias muy cortas que Emilio Balcarce y Marcelo Pérez realizaban para la Fierro clásica allá por 1985-87. Una edición preciosa, cuidadísima, en la que las historietas se ven muchísimo mejor que en las viejas y ya amarillentas revistas de los ´80. Y no porque mágicamente el dibujo de Pérez haya mejorado. Las falencias que se ven son las mismas que tenía el rosarino en los ´80, pero con la tecnología actual hay cosas que Pérez hacía y que no quedaban bien plasmadas en la página y ahora sí, se disfrutan mucho más, porque la calidad de la impresión está a la altura de lo que imaginó el dibujante.
Balcarce tiene acá la difícil tarea de plantear, desarrollar y resolver ideas en tres o cuatro páginas, y la verdad que le sale bastante bien. Hay varias bastante ingeniosas, con buenos giros sobre el final, con acción, buenos diálogos y una bajada de línea interesante. De las cortitas, la que más me gustó fue Escarbadientes. Y el tomo cierra con dos historias más extensas (ocho páginas) que no recordaba haber visto a todo color y probablemente hayan sido coloreadas para esta edición, o cuando se publicaron en Italia. Esas dos historias (Una Nueva Vida y QEPD) no tienen la magia del color directo que desplegaba Pérez en las historias más breves (con esos efectos y esos engamados heredados del genial Juan Giménez) pero tienen los mejores guiones de la serie.
Al contar con más páginas para desarrollar las tramas, Balcarce logra dotar de mayor profundidad a los personajes, sumarle espesor a los conflictos y no jugarle tantas fichas a la resolución en la última viñeta. De hecho Una Nueva Vida está totalmente jugada al impacto de la última viñeta, pero para cuando llega, ya tuvimos casi 8 páginas muy intensas, con desarrollo de personajes, machaca futurista, dilemas éticos y hasta un toque de romance. Así es como la historieta se disfruta más allá de que ese giro final de cause mucha, poca o ninguna gracia.
Si sos fan de la ciencia-ficción ochentosa (y no tenés este material ni en Fierro ni en Zona 84), sospecho que este librito te va a hacer bastante feliz. Yo le hubiese metido cuatro páginas más de historieta en vez de esos textos en los que los autores hablan de bueyes perdidos, pero en una de esas no había más material. Por suerte lo que hay es interesante y por momentos impactante, a pesar de las décadas transcurridas y de que el dibujante nunca estuvo entre mis favoritos.

Por hoy, nada más. Disfruten el finde y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

viernes, 9 de septiembre de 2016

OTRAS DOS LECTURAS

Arranco con un one-shot de 2006 titulado simplemente “She-Dragon”, con guión del maestro Erik Larsen y dibujos de un muchacho al que no conocía, llamado Franchesco!, así, sin apellido y con signo de exclamación. Esto es rarísimo. 46 páginas donde abundan la machaca y las minas con cuerpo de vedettes y escasísima vestimenta y que de alguna manera tratan de hacerse pasar por una historia autoconclusiva.
El principal obstáculo es que esto está pensado para ser leído en simultáneo con la saga que en ese momento se estaba publicando en la revista Savage Dragon (alrededor del n°117, o por ahí) y si lo leés 10 años después, o si nunca leíste esa saga de Dragon, no se entiende un carajo. Incluso el final no es un final, porque te aclaran que la historia continúa en otro número de Savage Dragon. El one-shot consiste en mostrarte un pedazo de una saga grossa desde la óptica de un personaje secundario, en este caso She-Dragon, y de paso hacer mucho más obvias las similitudes (bastante notables) entre esta heroína y She-Hulk. Pero te juro que –incluso conociendo bastante a la protagonista- no se entiende nada. Recién al final, hay un epílogo de Larsen en el que, a lo largo de dos páginas de texto, explica más o menos qué fue lo que leímos, subraya algunas referencias crípticas (convencido de que nadie las pescó) a otros hechos y personajes del Universo Dragon, sitúa la historia en una época y una continuidad específicas (sí, Dragon tiene varias continuidades) y nos cuenta más o menos de dónde salió cada uno de los personajes con un rol importante en la trama.
A lo largo de las 46 páginas de historieta, el guión tiene mucho ritmo pero derrapa hacia la machaca y se llena de excusas pelotudas para que esta chica pierda la ropa y exhiba la mayor cantidad de nerca que se puede exhibir en un comic apto para todo público. Y ahí es donde la rompe Franchesco!. No en la narrativa, no en los fondos, no en las expresiones faciales. En las escenas en las que She-Dragon y una villana aparecen dibujadas de cuerpo entero, en poses tipo pin-up girls. De hecho, los pin-ups que aparecen después de la historieta son todos gloriosos. Pero en la historieta se combinan los bocetos de Larsen (que resuelve la puesta en página rapidísimo y sin pifiarla jamás) y las pretensiones de impacto y sofisticación anatómica de este dibujante al que los fans más cabeza habrán elevado al status de semi-dios por la cantidad de planos que encontró para mostrar a She-Dragon muy en bolas sin que se vean pezones ni genitales. El diseño de los trajes no es muy original (nótese el afano al traje asgardiano de Storm creado por Arthur Adams), pero cuando la ropa desaparece y la bomba verde queda en paños menos que menores, los pajeros aplauden de pie, aunque con una sola mano.
Hablando de pajeros, este año se recopiló en un muy lindo librito Yo&Yo, la historieta autobiográfica de Aníbal Ocanto Romero, también conocido como Anibaleitor, que se publicó durante varios años en la web. Como tantos “autobiografistas”, Anibaleitor elige mostrarse como un nabo absoluto, un perdedor especialista en dar lástima, un fracasado eternamente condenado a la soledad, la angustia y la paja. Algunas anécdotas son más graciosas, otras menos, pero siempre las redime el alto grado de patetismo involucrado. Lo más interesante llega cuando Anibaleitor vuela un poco más y les cede el protagonismo a tres personajitos que representan a su cerebro, su corazón y su poronga. Los diálogos entre estos tres “avatares” y su correlato con lo que le sucede al protagonista en el otro plano de realidad son lo más redondito que tiene Yo&Yo.
El dibujo está bien, muy trabajado, sin nada librado al azar. Lo que no me copa es que Anibaleitor se dibuje a sí mismo en un estilo bastante caricaturesco y al resto de los personajes (especialmente las minitas) con rasgos mucho más realistas. Yo hubiese ido a fondo en el estilo más simple, más caricaturesco, que es el que mejor se adapta al grotesco, al humor, e incluso a la ternura, que son los elementos centrales de estas mini-historias. Pero lo más importante, que es que el dibujo sea claro, expresivo y funcional al timing y a los diálogos, está logrado. Y hay chistes de tetas, culos, soretes, forros, erecciones y eyaculaciones, así que está todo bien.
Tengo más libros leídos, así que la seguimos muy pronto.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

11/11: WHY DID PETE DUEL KILL HIMSELF?

Al igual que ayer, tenemos una historieta autobiográfica en la que un autor convierte en viñetas recuerdos de su juventud y, en este caso, de su infancia. Mark Kalesniko retoma a su alter ego, Alex Kalienka, para repasar momentos clave de su niñez y adolescencia en 20 relatos muy cortitos, casi todos con muy poco texto, o simplemente mudos.
El título es un engaña-pichanga totalmente vendehumo. Parece escrito por Durán Barba. Te comés el amague de que Kalesniko se propone investigar el aparente suicidio del actor fallecido en 1971, y la verdad es que nada que ver. Lo que sucede es que la muerte de Peter Duel lo agarra a “Kalienka” con 16 ó 17 años y ese hecho imprevisto y desafortunado lo lleva a pensar en todas las injusticias de las que fue víctima (y en algún caso, partícipe) durante su niñez y su pubertad.
A través de estas secuencias, Kalesniko desarrolla conflictos chiquititos, a muy pequeña escala, que ilustran lo mal que la pasó de chico en la escuela, lo mucho que le costó adaptarse a casi todo, lo poco que le interesaba todo lo que no fuera dibujar, leer comics o mirar televisión. Son escenas en las que suele haber niveles importantes de violencia física o psicológica (sobre todo si pensamos que hay niños involucrados), y que Kalesniko resuelve a veces con ternura, a veces con mala leche y a veces con el sabor agridulce de la resignación.
Yo sostengo hace mucho mi posición en contra de que los historietistas malgasten su talento narrando anécdotas mayoritariamente inocuas de su infancia y adolescencia. Me parece que para que valga la pena contarle tu vida a alguien que no sea tu amigo (o tu terapeuta), como mínimo te tienen que haber violado cuatro chabones disfrazados de Tortugas Ninja, o tenés que haber sobrevivido a un accidente aéreo en el Triángulo de las Bermudas para caer en una jungla centroamericana infectada de guerrilleros y/o narcotraficantes. Todo lo demás es el “Efecto Panadería” del que hablábamos ayer.
Dicho todo esto, banco a Why Did Pete Duel Kill Himself?, porque está obscenamente bien dibujado y porque –una vez más- Mark Kalesniko demuestra que en materia de narrativa la tiene infinitamente clara. En todas esas secuencias mudas, el canadiense pela una cantidad de recursos apabullantes, por supuesto en algunos casos tributarios de los de su coterráneo Dave Sim. Ahí, en esa diversidad de recursos narrativos, y en la habilidad para manejarlos, reside la genialidad de esta obra. Que además, como lógica consecuencia de tener tantas secuencias mudas, se lee MUY rápido.
Si, como yo, sos fan a muerte de Mark Kalesniko, no dejes de buscar este libro, editado por Fantagraphics en 1997. Si no, hay obras de este autor más recomendables para internarse en su mundo.

martes, 10 de noviembre de 2015

10/11: CRONICAS DEL INXILIO

Hace unos días, el 26/10, veíamos una obra del Silvio Galizzi guarro, provocador, políticamente incorrecto. Hoy, en una panquequeada digna del PRO y la UCR, me encuentro con un Silvio Galizzi distinto, más reflexivo, más recatado, decidido a bajar la línea correcta. En Crónicas del Inxilio en vez de jugar a meterse en la piel de Drácula, Galizzi juega a repasar su juventud, que coincidió con la última dictadura militar que padeció Uruguay. Este libro ofrece, entonces, breves historias autobiográficas, sin vampiros, sin sexo, casi sin sangre, sin fantasía. Son fragmentos de la realidad que vivió Galizzi convertidos en 10 historietas.
La primera no tiene diálogos, es simplemente el texto de un poema utilizado para ilustrar de modo muy efectivo distintos momentos del golpe de Estado del 9 de Julio de 1973. La segunda (creo que es la más extensa) narra un viaje que emprende el joven Silvio junto a dos amigos, con poca plata y muchas ganas de pasarla bien. Es la historia que más daba para meter sexo, droga y rockanroll, pero no: hay sánguches, cigarrillos y murga.
La tercera recuerda la noche en que Sui Generis cruzó el charco para despedirse de sus fans uruguayos con dos conciertos, y acá Galizzi aprovecha para contraponer también cómo veían los jóvenes y cómo veían los viejos a la dictadura militar. Ah, y también hay un partido de futbol, que creo que deja a Uruguay afuera de una Copa América, y que no entendí bien cómo conecta con el resto de la historia. La cuarta es una breve anécdota del colegio secundario que incluye la primera visita del joven Silvio a una comisaría, también narrada con poco texto.
La quinta se centra en un acontecimiento histórico del Siglo XIX (el sitio de Paysandú) y al final parece conectar con el secuestro de un historietista. En la siguiente, Silvio y sus amigos terminan otra vez en una comisaría, donde se comen un garrón importante. La séptima repasa dos sucesos importantes de 1980: un plebiscito en el que pierde el gobierno militar y un campeonato de futbol (el Mundialito) que gana Uruguay de local. La historia más breve es la octava, apenas tres páginas en las que Galizzi recuerda cómo se decide a estudiar Derecho y cómo conoce a Cristina, quien fuera su mujer durante muchos años.
La novena historia, por el contrario, tiene 14 páginas y acá sí, la represión se pone heavy. Una manifestación de 1983 termina con Galizzi (y muchos uruguayos más) cagados a palos por la policía montada, detenidos y humillados por los militares. Y el epílogo, ambientado ya en democracia, tiene que ver con la impunidad, con el hecho de que la transición democrática uruguaya no incluyó juicios a los autores de crímenes de lesa humanidad, sino que siguieron circulando libremente por las calles.
Como siempre digo, en la historieta latinoamericana ya se exploró hasta el hartazgo el tema de “los milicos malos nos cagaron la vida”, pero la mirada de Galizzi suele escaparle a la mera denuncia o al mero panfleto y ofrece un panorama mucho más abarcativo (y por ende más rico) de la vida y las costumbres de los jóvenes uruguayos durante los años oscuros. Ese es uno de los méritos más salientes de este libro. El segundo es el trabajo del enorme rosarino Esteban Tolj en el dibujo. Tanto en las secuencias mudas como en las de diálogos extensos, Tolj aporta el brillo, la magia de su trazo. La documentación de época es impecable, el equilibrio entre blancos, negros y grises es magistral, la narrativa está cuidadísima, y lo más notable: la capacidad de Tolj para ponerle carnadura a un estilo no muy realista, pero repleto de gestos, detalles y rasgos 100% reconocibles. Esto es muy difícil de lograr y me hizo acordar a dos grandes dibujantes que lo hacían parecer muy fácil: Alfredo Grondona White y Paul Coker, uno de los capos de la MAD de los ´70 y ´80, que es con quien más relaciono el grafismo de Tolj. Excelente trabajo de este monstruo consagrado en la animación y al que me encanta ver coquetear con la historieta.
Si sos uruguayo, no cabe lugar ni para cinco milímetros de duda: tenés que tener Crónicas del Inxilio. Si sos fan de Galizzi, ni hablar. Y si te gusta la historieta autobiográfica con un espesor dramático posta, que vaya más allá del “fui a la panadería a comprar churros y como no había compré medialunas”, estoy segurísimo de que lo vas a disfrutar.

martes, 30 de diciembre de 2014

30/12: DIARIO DE UN ALBUM

Allá por el 15/10 de este año, yo cerraba la reseña de Petit Peintre con el anhelo de leer antes de que se acabara el 2014 una obra más de Philippe Dupuy y Charles Berberian, que estaba en lista de espera desde la Feria del Libro, y que además el propio Berberian me la había dedicado en su paso por Buenos Aires. Y bueno, acá estoy, tachando ese compromiso de la lista de los pendientes.
La verdad es que los autores se cagan bastante en la consigna. Supuestamente, el Diario iba a ser una especie de backstage, de crónica desde adentro de cómo se escribió y dibujó allá por 1993 el tercer álbum de Monsieur Jean. Y es cierto, hay fragmentos en los que vemos a la dupla autoral discutir temas que tienen que ver con los guiones y los dibujos, y unas páginas muy interesantes (hipnóticas, diría yo) cerca del final, cuando explotan los kilombos en la editorial que va a publicar el álbum. Ese tramo, donde a los autores les pasa por encima un tsunami de marchas y contramarchas con los coloristas, los imprenteros, los editores, los distribuidores… sin dudas es lo más interesante del Diario. Y creo yo que es así porque Dupuy y Berberian nos muestran (con algo de humor pero mucho de sufrimiento) que en el mercado francés también explotan bombas, también hay chantas, improvisados, supuestos capos que venden humo, incumplidores crónicos y demás fauna de la que alimenta el imparable tráfico de rumores malintencionados. Yo la pasé genial leyendo esas páginas, pero me los imagino a los autores en ese momento, en esa situación, y me dan pena.
¿Y de qué habla Diario de un Album cuando no habla del álbum? Un poco de sí mismo: hay muchas secuencias en las que Dupuy y Berberian no están concentrados en el tomo 3 de Monsieur Jean, sino en la realización de Diario de un Album. De hecho recién en la última página se resuelve el misterio (en la edición española, obviamente) de qué editorial lo va a publicar en Francia. O sea que también hay bastante backstage de este mismo libro, es un libro que habla de sí mismo, de su propia génesis y de su propia ejecución, sin red y en tiempo real.
El resto es todavía más autorreferencial: Berberian revela detalles de su infancia en Medio Oriente y blanquea su fanatismo desemedido por los comics (especialmente los de Batman) y por los discos, mientras Dupuy nos narra un suceso trágico que ocurrió en su familia y una crisis matrimonial que tuvo con su mujer. Y por supuesto hay comedia costumbrista, una mirada satírica, puertas adentro, a vidas que (ahora que nos las muestran nos queda claro) no son tan distintas a la de Monsieur Jean. Con todo esto y mucha introspección, muchos cuestionamientos que tienen que ver (o no) con el proceso creativo de un comic, Diario de un Album redondea una propuesta muy atractiva, muy honesta, que nos llega de modo muy directo y nos hace sentir no fans sino amigos de estos dos grandes artistas.
En cuanto al dibujo, creo que esta es la primera y quizás la única historieta de Dupuy y Berberian pensada para ser publicada en blanco y negro. La consigna era dibujarla rápido, sin tanta sofisticación, sin romperse mucho el culo en los fondos, y en eso también se cagaron bastante. Hay mucho, mucho trabajo, escenas complicadísimas, con muchos personajes, muchos fondos, mezcladas con escenas un poco más despojadas, con más juego entre la mancha negra y el espacio blanco (poco protagónicos en los álbumes pensados para color). El mamarracho, el “sale con fritas porque total es un backstage” se nota poco, en pocas secuencias. En general, se ve todo muy cuidado. Y se ve otra cosa que no notamos nunca en los otros trabajos de la dupla: por cómo está estructurado Diario de un Album, es fácil darse cuenta qué páginas dibuja Dupuy y cuáles dibuja Berberian. ¿Hay un único estilo compartido por ambos? ¿Hay uno que se esfuerza por parecerse al otro? ¿Se notan inconsistencias que nunca antes habíamos visto? No lo voy a responder acá. Prefiero que lo leas y saques tus propias conclusiones, sólo si realmente te interesa la labor de la dupla como para querer sumergirte en ese nivel de detalle.
Como data final, simplemente agregar que el Vol.3 de Monsieur Jean (cuyo “secreto origin” nos narra este Diario) se llama “Las Mujeres y los Niños Primero” y está incluído en el segundo tomo de Monsieur Jean recientemente publicado en nuestro país por la editorial Común. Ahora sí, no más reseñas por este año.

viernes, 6 de junio de 2014

06/ 06: NOTES FROM A DEFEATIST

Hace no mucho, el 19/02/14, reseñé un libro de historias cortas del maestro Joe Sacco y me morfé un contundente “Cero Comments”. Hoy vuelvo a la carga con otro libro pensado para recopilar la obra dispersa de este referente absoluto de los últimos 25 años de historieta, que justamente arranca un toque antes, a mediados de los ´80, para mostrarnos historias breves del período anterior a que Sacco se consagrara en el género del comic periodístico.
Si las obras fundamentales en la carrera de Sacco (Palestine, Safe Area Gorazde) te ahuyentan por su extensión o te bajonean por su crudeza, este es el libro por el que tenés que entrar al universo del autor. No te voy a mentir: no son todas historias livianitas, en joda, de sexo, droga y rockanroll al estilo Peter Bagge. También hay historias jodidas, basadas en testimonios desgarradores o en los propios noticieros, que tienen que ver con guerras, bombardeos y crímenes de lesa humanidad. Pero la gran mayoría de estas 200 páginas de historieta (imposibles de liquidar en un sólo día) van para otro lado. Tenemos bizarreadas como un homenaje de Sacco a Rodolphe Töpffer (quizás el primer historietista de la historia), con rimas al pie y todo. Tenemos unas cuantas historias autobiográficas, de cuando el autor era joven y se dedicaba a la historieta en los ratos libres, mientras laburaba de otra cosa (la mejor, lejos, Voyage to the End of the Library); una extensa crónica de una gira por Europa que Sacco emprende junto a una banda de rock bastante kilombera; y otros relatos breves, no necesariamente basados en hechos reales, en los que el autor satiriza sin piedad a distintos ejemplares de la fauna social. Sus víctimas favoritas son los psico-bolches que hablan mucho y hacen poco, y los abanderados de la “cultura corporativa”, engranajes de mecanismos inmensos y perversos motorizados por la codicia de los que ya tienen demasiado y aún así quieren más.
A diferencia de los otros libros de Sacco, este tiene MUCHAS historias con intenciones 100% humorísticas, donde todo está puesto ahí para que te mees de risa. Y esa es la Gran Revelación de esta antología: el Sacco humorístico, que te arranca carcajadas con recursos recontra-básicos, como el humor sexual y escatológico que uno no asocia ni en pedo con sus obras más conocidas. Y cuando habla de la Guerra del Golfo y demás tropelías imperiales del gobierno de George Bush (padre), Sacco se anima a mostrar todo de un modo mucho menos objetivo, a distorsionar todo según su propia óptica, a través de lo que estaba viviendo a nivel personal en ese momento, y eso le da a las crónicas un filo muy ácido, muy visceral y muy atractivo.
Lo único que me resultó ilegible son esas dos historias en las que Sacco agrupa todo el texto (manuscrito, claro) en una columna que va de punta a punta de la página, y ocupa los tres cuartos restantes de la misma con una única ilustración. Narrativamente, eso me resulta chocante y me la baja en el acto, aunque me interese el tema. Pero claro, me puedo colgar media hora mirando cada una de las ilustraciones. A nivel gráfico, este libro tiene las muestras más contundentes de la genialidad de esta bestia desaforada del plumín. Todo lo que vimos hasta ahora, es poco. Acá Sacco explota. Su agorafobia, su compulsión por llenar cada rincón de cada viñeta con esas tramas y esas texturas hechas a mano (con infinita paciencia y andá a saber en cuántas horas), brillan como nunca antes. Hay páginas realmente inverosímiles, imposibles, que nadie en su sano juicio podría intentar reproducir. Encima cada textura y cada trama responde a un acertadísimo estudio de la iluminación para cada una de las escenas, no están ahí para joder. O quizás sí, no sé...
En las historias más cómicas, Sacco estiliza más el dibujo, le suma expresión, plasticidad, gracia. Y enfatiza esto desde los ángulos que elige y sobre todo desde la puesta en página, otro rubro en el que acá pela genialidades y acierta con experimentos que yo nunca antes había visto en ningún otro trabajo de ningún otro autor. ¿Se puede desplegar un virtuosismo apabullante sin transitar los caminos del dibujo académico? Obvio. Lo hace Roger Langridge todo el tiempo y lo hace también Sacco, por supuesto en otro estilo. Realmente, esto es sublime. Hay que verlo para creerlo.
Si ya estás adicto a las historietas de Joe Sacco y no podés esperar a que salga su próxima novela gráfica, entrale con toda a este libro. Y si no lo conocés, o tenés miedo de que las obras más “documentales” te resulten un embole, con este libro vas a descubrir a un verdadero genio, a un historietista que ya desde sus primeros laburos sacaba chapa de quintaesencial.

miércoles, 2 de abril de 2014

02/ 04: MINHA VIDA RIDICULA

Sigo con mi recorrida por la historieta latinoamericana reciente y me encuentro con este magnífico recopilatorio de tiras cómicas y breves historietas de Adao Iturrusgarai, un autor más brazuca que comer feijoada en Copacabana, pero que hace varios años está radicado en Argentina.
Adao tiene una producción enorme desde fines de los ´80 y algo de eso pudimos ver traducido al castellano en las páginas de Fierro. A la hora de armar esta recopilación, el criterio fue reunir todas las historietas y tiras en las que el autor hace humor con su propia vida, ya sean anécdotas de su infancia y su juventud, o pequeñas crónicas de su vida cotidiana. En esta segunda vertiente, Adao incursiona en la clásica historieta autobiográfica protagonizada por un dibujante que vive con su esposa y sus hijos, en la misma línea de los trabajos de Lewis Trondheim o Alfredo Rodríguez que ya vimos en el blog, aunque sin escaparle al tema del sexo, bastante presente incluso en las tiras en las que Laura, su esposa, participa de argumentos y dibujos. Las tiras más graciosas son esas en las que Laura (argentina) habla como nosotros y Adao pesca la mitad de las animaladas que le dice su mujer.
Si conocés las obras de Iturrusgarai para los diarios y revistas de Brasil, seguro lo tenés encasillado como un humorista salvaje, un militante del movimiento del Humor Sin Barreras. Por suerte de eso hay mucho en las tiras e historietas en las que el autor cuenta anécdotas de su infancia, su adolescencia, sus meses en París y sus primeros años como dibujante profesional, ya afincado en San Pablo, cuando se convierte en una especie de sidekick de aquella tríada insumergible formada por Angeli, Laerte y Glauco (los vimos team-upear en una reseña publicada el 03/11/11). Ahí tenemos sexo, droga, rockanroll y hasta un enano que se disfraza de gaucho y se empoma a una vieja ciega, a la que solía tocarle el culo el abuelo del autor.
Me llamó mucho la atención una serie de tiras, agrupadas en apenas 5 páginas, bajo en nombre de Private Eye, porque ahí Adao cambia el estilo y dibuja con una línea más sólida, más redondita, más careta en un punto, más cerca de la de Angeli también, y sobre todo muy linda, muy plástica. En el resto del libro, vemos al autor dibujar en su estilo mucho más suelto, más a mano alzada, más al filo del mamarracho, con muchas menos pilas a la hora de pelar algún tipo de virtuosismo. Ahí se ve al Adao al que el dibujo le chupa un huevo, porque sólo le interesa contar el chiste. El grafismo poco importa, como le importaba poco a Georges Wolinski, por ejemplo, o a Johnny Ryan. Aún así, Iturrusgarai sorprende gratamente en el armado de las secuencias, cuando incorpora el color con acuarelas, y cuando hace que sus personajes salten por el aire en posiciones que me hicieron acordar a los dibujos de Keith Haring.
Como casi todos los autores que hacen humor autobiográfico, Adao se retrata a sí mismo como un personaje venal, patético, vago, pajero, borracho, irresponsable, al que le cuesta adaptarse a la vida tranqui de tipo cuarentón, casado y con hijos. Por suerte el libro incluye una sección de 12 páginas, en las que otros historietistas y humoristas hablan de Adao, y todos coinciden en mostrarlo como un guarro, siempre al límite de irse al carajo, pero muy inteligente, muy buen amigo y con una facilidad asombrosa para improvisar genialidades de la nada. En esas páginas vemos dibujos, chistes o historietas de una página de bestias como Allan Sieber y Arnaldo Branco (los tuvimos el año pasado en Comicópolis), Rafael Coutinho (a quien conocimos hace un par de años en Crack Bang Boom), Fido Nesti (a quien no conocía y me encantó), Eloar Guazzelli, el maestro Laerte y el ídolo marplatense Gustavo Sala. Un lindo complemento, para que se escuchen otras voces además de la del autor/ protagonista.
Si nunca leíste nada de Adao Iturrusgarai, no te recomiendo empezar por acá. Quizás te resulte más atractivo empezar por el libro de Rocky y Hudson, los cowboys gay, que son el greatest hit de este autor y hasta tuvieron su propia película animada. De eso también, algo se vio en Fierro y hace no mucho salió un muy buen recopilatorio en la editorial española Diábolo, que en algún momento me compraré. Y si ya sos fan de este monstruo, pedile este libro (editado por Zarabatana) a cualquier amigo, familiar, novia/o o dealer que viaje a Brasil, porque re-garpa (en reales).

jueves, 6 de marzo de 2014

06/ 03: LAS AVENTURAS DEL UNIVERSO

Mirá qué loco... Yo creía que Lewis Trondheim había inventado la serie Las Increíbles Aventuras sin Lapinot para continuar de alguna manera la colección, una vez que Lapinot... no sigue como protagonista de la misma (digo, para no spoilear a los que no la leyeron). Pero –una vez más- yo estaba equivocado. Esta serie empieza a editarse en Francia en 1997, cuando los álbumes de Lapinot todavía estaban saliendo de forma regular. En los tomos posteriores, Trondheim nos ofrecerá aventuras de tono costumbrista protagonizadas por los amigos de Lapinot (Richard, Félix, Nadia y el resto), pero este primer álbum es muy raro y huele a rejunte de material que el maestro tenía dando vueltas por ahí y no sabía en qué libro meter.
Arranca con una historieta de cinco páginas autobiográfica, con Trondheim, su esposa y sus hijos (mucho más chiquitos que en Les Petits Riens) como protagonistas. Son anécdotas graciosas, medio iconexas, que tienen que ver con la vida del autor y su familia en esa especie de granja lejos de las grandes ciudades a la que los vimos mudarse, antes de que nacieran los nenes, sobre el final de Approximativement (reseñado el 04/02/14). De aquí en más, el resto del álbum estará compuesto de historietas de una sóla página, en un formato raro, al que hubo que agregarle una guarda para que encajara en el tamaño del típico álbum frances. Pareciera material hecho paar un semanario de actualidad, de los que lee la gente que no consume habitualmente libros y revistas de historietas.
Entre estas historias de una sóla página, hay dos vertientes. La que más aparece es la vertiente autobiográfica, con más anécdotas graciosas de la vida de Trondheim, menos vinculadas a su labor profesional y más a su vida hogareña. Pero atenti, que esto no es un mero puente entre Approximativement y Les Petits Riens. Acá aparece con fuerza un nuevo elemento que es la reflexión: Trondheim se dibuja a sí mismo haciendo un montón de boludeces, pero también pensando en voz alta. Así es como comparte con sus lectores agudas reflexiones, algunas bastante amargas, acerca de la sociedad, la economía, la política, acerca de sus convicciones como ciudadano... Mucho más interesante que los chistes que terminan con la beba cagada o vomitada.
Con una temática casi similar, las historietas restantes no tienen personajes recurrentes. Son breves chistes, un toque más volados, en los que también Trondheim baja línea acerca de nuestro comportamiento como sociedad. Acá no es un “me parece que...”. Es hachazo y garrotazo directo contra políticos, empresarios y demás depredadores del ser humano honesto. En estas historias Trondheim recupera su estilo minimalista, despojado, con viñetas sin enmarcar, ese en el que los humanos NO tienen cabeza de animal sino que parecen huevos con ropa, y que viéramos en obras como Inefables o Génesis Apocalípticos. Son páginas a las que no les queda bien el color, lamentablemente.
Y en las historietas autobiográficas, el color digital de Brigitte Findakly (la esposa de Trondheim) también se ve raro. Quizás porque uno está acostumbrado al blanco y negro de Approximativement y a esas acuarelas majestuosas con las que el propio dibujante colorea Les Petits Riens. Lo cierto es que me costó engancharme con el color de este libro, a pesar de que no es horrendo ni mucho menos.
En fin, un librito prescindible, sólo para los enfermos totalmente adictos a Lewis Trondheim y dispuestos a hacerse con todas y cada una de las obras del prolífico historietista francés. Voy por los otros tomos de esta serie, los de las historias de los amigos de Lapinot. No tengo ninguno, pero creo haber visto las ediciones de Norma de por lo menos dos más. Qué bizarro, no? Norma nunca editó los álbumes de Lapinot, pero edita los álbumes protagonizados por los personajes secundarios de esa serie... “Estos catalanes están majaretas”, diría Obélix...

lunes, 10 de febrero de 2014

10/ 02: SHENZHEN

Shenzhen es el primero de los (cuatro) libros en los que el canadiense (radicado en Francia) Guy Delisle nos cuenta sus viajes por lugares medio bizarros del planeta. Este es un viaje que el autor realiza en 1997, narrado en un comic que se edita por primera vez en 2000. O sea que va antes de sus viajes a Pyongyang (lo reseñamos el 14/08/10) y a Birmania (lo reseñamos el 15/11/11). Veamos cómo le fue.
Shenzhen es una mega-ciudad de China, a la que Delisle viaja durante tres meses para supervisar la producción de una serie animada, producida por un estudio francés para el que trabaja. En esos meses, ademá, va a descubrir una nueva cultura, muy distinta de la canadiense y la francesa, siempre acompañado de intérpretes porque no entiende una palabra de chino y casi no encuentra chinos que hablen inglés, ni mucho menos francés. Buena parte de las más de 140 páginas que ofrece el libro, se tratan de eso, de una crónica graciosa de las costumbres, los paisajes, las comidas y hasta los olores que Delisle descubre en la mega-urbe china. Los restaurantes donde se morfa perro, los maniquíes en las vidrieras, el tránsito intenso de bicicletas, las obras en construcción, la basura y hasta la proliferación de soretes humanos en los lugares más improbables son algunas de las cosas que impactan al autor y este nos cuenta, obviamente en clave de humor.
Por suerte, esta vez no hay un contexto político tan denso como el de Corea del Norte, Myanmar o Israel. Delisle casi no ve militares, no respira ese clima de opresión, no le caen misiles a dos cuadras del hotel. Esta rara cruza de comunismo y capitalismo que experimenta en China le causa una cierta sorpresa, pero –de nuevo- le parece más graciosa o bizarra que indignante. Por supuesto le da por el quinto forro prender la tele y que haya sólo dos canales, pero no está contado como algo grave, no hay una intención de denunciar una injusticia o un disparate mayúsculos como sí se ve en otras crónicas del canadiense.
Lo más lindo, o lo que a mí más me gustó, es cómo Delisle nos mantiene enganchados todas esas páginas sin un conflicto fuerte. Se supone que el tipo llega con una misión: garantizarle un nivel de calidad a esta serie en la que trabajan los animadores chinos. Pero rápidamente se da cuenta de que todo está planteado con menos tiempo, menos guita y menos ganas de las que hacen falta para que todo salga bien y dice “ma´sí, váyanse a cagar”. Y en vez de hacerse mala sangre por la baja calidad de la animación, se relaja y se propone simplemente corregir los errores más groseros, que igual son muchos. Toda esa parte en la que Delisle nos muestra el backstage de la realización de la serie es muy divertida, muy ganchera, y claro, es la que peor hace quedar a los locales, porque los muestra como unos improvisados, colgados y bastante ineptos a la hora de laburar.
Por supuesto, a la hora de describir, de no narrar, de no engancharse a establecer un conflicto fuerte o a generar tensión, Delisle tiene un arma infalible que es la asombrosa calidad de su dibujo. Mezcla perfecta entre Lewis Trondheim y los humoristas de los diarios yankis (con Ted Rall a la cabeza), el grafismo del canadiense se embellece y se potencia con un fastuoso trabajo de grises aplicados con lápiz negro. De hecho, salvo algún fondo negro de alguna viñeta, toda la obra parece estar dibujada con lápiz negro, un elemento al que Delisle le arranca una gama de texturas virtualmente infinita. Quizás sea un efecto de photoshop que imita el trazo del lápiz, pero lo cierto es que se ve muy, muy suelto, muy genuino, y sobre todo muy bello. Cada tanto, el relato es interrumpido por una splah-page en la que el autor mete una ilustración sin textos, en la que retrata con un grado de detalle pasmoso algún edificio o algún paisaje urbano de Shenzhen que le llamó mucho la atención. Son imágenes imponentes, en cuya contemplación te podés colgar horas.
Si sos fan de Guy Delisle, no hace falta que te recomiende este libro. Ahora, si estás pensando en engancharte con las crónicas de este talentoso autor que recorre lugares bizarros, me parece que te van a impactar más Pyongyang, Crónicas de Birmania o Jerusalén, porque tienen todo ese contenido extra de los contextos socio-políticos espesos. Habrá más Delisle en el blog, en los próximos meses.

martes, 4 de febrero de 2014

04/ 02: APPROXIMATE CONTINUUM COMICS

Este libro de Lewis Trondheim es más conocido como “Mis Circunstancias”, que es el nombre que le puso Astiberri cuando lo editó en España. La gran ventaja de la edición de Fantagraphics por sobre la de Astiberri es el precio: esta se consigue en oferta casi sin dificultad. Y además, cuenta con las traducciones del inolvidable Kim Thompson, un maestro para todos los que alguna vez nos interesamos por el mundillo de la edición de historietas y publicaciones aledañas.
En francés, este libro se llama Approximativement y se editó en 2001. Las historietas que reúne son bastante anteriores (1992-96, a ojo de buen cubero) y marcan el inicio de la vertiente autobiográfica de Trondheim, que persiste aún hoy en sus magníficas Les Petits Riens (Little Nothings en la edición yanki que reseñamos un par de veces acá en el blog). Acá las historietas no duran una sóla página, sino varias más, y además están realizadas en blanco y negro. La otra diferencia, quizás menos obvia, es que en Les Petits Riens el autor trata de hablar poco de su profesión y más de su vida privada: sus viajes, su vida familiar, sus hábitos hogareños... Acá también hay algo de eso (menos, porque todavía no habían nacido sus hijos) pero el dato de que Lewis es historietista tiene muchísimo más peso. Todo el tiempo lo vemos interactuar con sus colegas, hablar de dibujo, de otros autores, de los laburos que va colocando en distintas editoriales, de las exigencias de los distintos mercados... Approximativement funciona mucho mejor como un “backstage” de los otros álbumes de Trondheim, especialmente de La Mouche, su clásico mudo de 1995.
Me falta un dato importante y es que Trondheim decide contarnos su vida en clave de humor. Las anécdotas reales están “barnizadas” para acentuar sus aristas más cómicas o más patéticas, y además mezcladas con sueños, recuerdos de la infancia y momentos en los que el autor no muestra lo que sucede en el mundo real, sino lo que fantasea él en su fuero íntimo. Y además hay algo así como un mensaje, o por lo menos pareciera que Trondheim usa estas historietas como una especie de catarsis, para discutir ciertos temas consigo mismo, temas que hacen a su forma de relacionarse con la gente, con el laburo, con sus propias fobias, angustias y rayes. Al final, con 144 páginas de historieta a cuestas, el ídolo nos da a entender que todo esto le sirvió para aprender, para madurar, para pasar en limpio ciertas cuestiones.
Como hace años que sigo a Trondheim en su vertiente autobiográfica, los relatos en sí me sorprendieron poco. Me reí, me pareció alucinante ver en los roles secundarios a genios como Emile Bravo, David B., Patrice Killoffer o Dupuy y Berberian, pero todo estaba dentro de lo (más o menos) esperable. Lo que realmente no me esperaba era la calidad del dibujo. Esto está al mismo nivel, o un toquecito por encima, de lo que hacía Trondheim en los álbumes de Lapinot (que son de esta misma época) y mínimamente por debajo de su mejor nivel, que es el que logra a fines de los ´90 con Le Donjon y mantiene aún hoy.
A nivel narrativo, esto está a medio camino entre Les Petits Riens y los álbumes “aventureros”. Es decir, ni se zarpa con miles de páginas de uno o dos cuadros (y a veces tres o cuatro) con unos dibujos devastadores, ni te clava esas páginas de 11 o 12 cuadros en los que el dibujo apenas se ve. Approximativement tiene un formato muy parecido al del comic yanki y las grillas que elige Trondheim para armar sus páginas van para ese lado. Hay tres páginas de una secuencia alucinante (protagonizada por La Mouche), hasta las bolas de viñetas microscópicas, y una secuencia de una página en la que Emile Bravo narra una anécdota en 12 viñetas, pero se nota claramente que son recursos que utiliza Trondheim para controlar y ajustar mejor el tempo narrativo, no porque “se quedó sin espacio” para contar lo que quería contar. Y el dibujo, el grafismo en sí, está logradísimo, con personajes muy expresivos, un lenguaje corporal fluído y muy gracioso, la clásica línea “semi-tembleque” y un inmejorable equilibrio entre espacios blancos y masas negras.
Precursora en el género de la autobiografía, repleta de grandes momentos y con un elenco de personajes secundarios demasiado grosso para ser real, Approximativement parecía una obra menor, marginal dentro de la obra de Lewis Trondheim, pero terminó por pelar tantos hallazgos que se integró a la lista de títulos fundamentales de este genio del comic francés.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

27/ 11: SEX REPORT (DIARIO DE UN PUTERO EN JAPON)

Este es uno de los mangas más raros que leí en mi vida. A lo largo de más de 400 páginas, el periodista, actor pono y mangaka Hiromi Hiraguchi cuenta historias protagonizadas por él mismo en las que encuentra avisos (clasificados o no) en los que se ofrece sexo por dinero, contacta a quienes los publica y acude a hoteles, saunas, prostíbulos y demás salas de dudosa profilaxis de Tokyo y alrededores para acostarse con prostitutas y compartir sus experiencias con el lector. Se me dirá “Es muy parecido a Paying for it, de Chester Brown”. Sí, la idea es MUY similar. Pero a) Hiraguchi lo hizo antes, b) el tono es totalmente distinto y c) Hiraguchi se esfuerza por dibujar bien, mientras Brown se esfuerza por dibujar mal.
La cagada que tiene el libro es que no hay forma de leerlo de una sentada, ni siquiera de una sentada larga, porque las historias (ninguna supera las 6 páginas) son casi idénticas entre sí. Todas se repiten mucho, con mínimas variaciones en cuanto a las tarifas de las putas, si la chupan con o sin globito, si están gordas o esculturales, cómo acaba Hiraguchi, y algún diálogo que el cliente mantiene con la “proveedora”. La estructura de las historietas es siempre igual, nunca pasa nada raro, no hay sorpresas. A veces a Hiromi no se le para, a veces la prostituta es vieja, fea o huele mal, pero básicamente el mismo “sketch” se repite una y otra vez a lo largo del tomo. Hasta los dibujos son parecidos. Y esto se debe a que Hiraguchi realizó esta investigación de campo en forma de comic para ocho revistas distintas dedicadas al ocio de los adultos, revistas en las que estas eran las únicas historietas, y aparecían de a una por mes, o por quincena. Leídas así, deben ser graciosísimas. Todas de un saque, corren serios riesgos de aburrirnos un poco.
Lo más interesante es que todo está contado en un tono alegre, festivo. Olvidate de la sordidez y la desazón que uno asocia normalmente a la prostitución. La mayoría de las putas a las que frecuenta Hiraguchi son minas casadas que encontraron la forma de meterle los cuernos a sus maridos y –de paso- ganarse unos mangos. Ninguna es borracha, ni drogadicta, ni está cagada a piñas por un cafishio violento, ni ejerce la prostitución en contra de su voluntad. El mangaka enseguida entabla un trato cordial con las putas, sin esa solemnidad, o esa frialdad casi ascéptica que uno imagina que rodearía a esta actividad en una sociedad tan pacata como la japonesa. Hiraguchi la pasa bárbaro, se nota que tiene un amor genuino por el sexo con profesionales, y nos transmite a los lectores esa diversión, a veces un poquito salvaje, pero nunca heavy, ni perturbadora. Incluso, a pesar de lo grotesco de su dibujo, logra producirnos algún que otro zumbido en la entrepierna.
El dibujo es bizarro, mal. Está claramente enrolado en la tradición humorística del manga, mucho más cerca de un Fujio Akatsuka o un Akira Narita que de los mangakas más publicados en Occidente. En realidad, parece una especie de Philippe Vuillemin, o un dibujante español de los más zarpados de El Víbora, o un Angel Mosquito muy sacado, con unos cross-hatchings pasados de rosca. Lo que mejor dibuja Hiraguchi son sus propias expresiones faciales y su principal virtud como historietista es bancarse páginas de muchas viñetas chiquititas, en las que mete mucho dibujo y mucho texto sin que quede un empaste horroroso ni mucho menos. Quisiera leer otras obras de este autor, sin dudas.
Uno que no consume ni consumió nunca los servicios de una prostituta tiene el prejuicio de que pagar para ponerla es denigrante para uno y para la mina cuyos servicios contrata. Hiromi Hiraguchi, por el contrario, vive el sexo pago como una pasión, como un hobby, como un tema que definitivamente le encanta como para especializarse a full, y por lo menos en estas anécdotas que reúne en Sex Report, lo vemos disfrutar a pleno, sin tapujos y sin ese velo de cosa lumpen, sucia, prohibida o peligrosa que –para los que la vemos de afuera- pareciera ser el mundo de las prostitutas. Las historias son entretenidas, intensas, no se parecen a ningún otro manga que hayas leído y para que no se te hagan reiterativas, hay que leerlas con varias pausas, mechándolas con otras lecturas.

lunes, 25 de noviembre de 2013

25/ 11: EL SABIO DE SION

Brian Janchez vuelve a incursionar en el terreno de la autobiografía, con historietas de 2009, en las que narra (entre otras cosas) un viaje que lo llevó durante varios meses a Israel.
Para mi gusto, el libro arranca flojito, con unas… 14 primeras páginas que apenas me lograron arrancar alguna sonrisa. Es la previa, lo que le sucede a Janchez antes del viaje, más un par de páginas ya ambientadas en Israel. Después la puntería de Brian levanta bastante y se multiplican las anécdotas graciosas y/o bizarras, apuntaladas por los comentarios ácidos y las observaciones mordaces que caracterizan a este autor con innegable talento para satirizar las boludeces de la vida cotidiana.
No te voy a decir que de la página 15 hasta el final sólo hay historietas brillantes, porque seria una mentira atroz. Pero seguramente lo mejor del libro está en ese segundo tramo de El Sabio de Sión, en el que a Brian le toca vivir situaciones más interesantes y en el que –quizás sin querer- incluye mucho más al lector, lo capta mucho más y lo hace sentir parte de la infrecuente experiencia que significa ser argentino y vivir seis meses de 2009 en la ciudad israelí de Migdal Haemek. Las similitudes y diferencias entre lo que vivió (y comió) Janchez en estos seis meses y lo que vivió (y comió) el resto de su vida son el principal sustento para esta crónica atravesada principalmente por el humor costumbrista.
El dibujo de Janchez no está en su mejor momento. El autor abandona su trazo más despojado, más minimalista, y mete en cada viñeta muchos detalles, mucho laburo en los fondos y abundante texto. Y si bien acierta cuando aplica grises para diferenciar los planos y destacar ciertas figuras por sobre otras, en general, estas páginas de ocho cuadros se ven muy, muy sobrecargadas de elementos, algo que por momentos llega a entorpecer la fluidez del relato. Además, al dibujar tantas cosas (objetos, edificios, ropa, etc.) queda bastante claro que este Janchez modelo 2009 dibujaba algunas cosas muy bien y otras de modo bastante precario. Lo cual no siempre hace ruido, porque todo está puesto en función de un grafismo básicamente caricaturesco, pero a veces (sobre todo cuando aparecen autos) llaman la atención por la falta de cuidado en el “rediseño”. El avión que dibuja Brian, en cambio, no se parece en nada a ningún avión que haya existido jamás, pero está buenísimo.
Y mirá lo que son las cosas…El Sabio de Sión termina en la página 36 y el librito sigue, para incorporar una segunda versión de las crónicas del viaje de Janchez a Israel, presentadas en forma de textos que el autor publicó en su blog. Y en esas páginas finales, en las que desaparece el dibujo y sólo queda la opción de engancharse con los textos, me sorprende gratamente un historietista que es, además, un muy buen escritor. A su afilada observación, Brian suma también un talento para el absurdo, que no se ve en sus historietas pero que enriquece muchísimo a sus escritos. La crónica tiene más sentido, permite hilar mejor los sucesos, nos invita a meternos aún más de lleno en las vivencias del autor que la mayoría de las anécdotas contadas en forma de historieta. Así que ni se te ocurra hacerle zapping a ese tramo final donde no hay dibujos, porque te vas a perder varios de los momentos más cómicos y más incisivos del libro.
Entre la ingenuidad y la mala leche, entre las ganas de dejar un registro de lo que ve y vive y las ganas de romper las pelotas, un Brian Janchez de sólo 23 años generó esta obra breve, aunque de gran intensidad y desbordante honestidad. No es su trabajo formalmente más logrado (de hecho, hoy dibuja mil veces mejor), no todas las situaciones que elige contarnos son efectivas o graciosas, pero la idea de compartir esa experiencia tan definitiva con sus lectores, evidentemente funcionó. Si seguiste El Sabio de Sión cuando se serializó en la web, o si sos fan de este personalísimo autor argentino y disfrutaste de las otras dos obras que componen su “trilogía judía” (Sloishim y McKosher), no dejes de comprarte el librito.

jueves, 10 de octubre de 2013

10/ 10: SIENTO Y MIENTO Vol.3

Tercer y último recopilatorio de la serie autobiográfica de Alfredo Rodríguez de la que ya vimos los dos tomos anteriores acá en el blog. Como siempre, recomiendo repasar las reseñas de los Vol.1 y 2 antes de seguir adelante.
¿Ya está? Bien. Esta reseña va a ser más cortita, para no machacar de nuevo con los conceptos ya vertidos en las dos anteriores. De nuevo encontré las mejores ideas y me reí más en las historietas en las que Rodríguez juega con el lenguaje de la narrativa secuencial, cuando se hace cargo de que Siento y Miento no es su vida, ni un documental sobre su vida, sino una historieta, que a veces hay que dibujarla sin tiempo o escribirla sin ideas. Cuanto más meta-comiquera se hace la tira, más me divierte. El resto, los pasos de comedia costumbrista, más de una vez me arrancaron una sonrisa, pero nunca me sorprendieron demasiado.
El libro cierra con una secuencia de unas 25 páginas en las que Rodríguez se propone darle un cierre definitivo a la serie. Ahí empiezan a pasar cosas raras: aparece un personaje de otra tira y de otro autor, el protagonista parece morir, el propio Rodríguez se incorpora como personaje de la tira e interactúa (dibujado por el ubicuo Gonzalo Martínez) con su alter ego, y entre los dos acuerdan un final que le cierra a ambos. En estas páginas hay todo tipo de rupturas, desde el personaje que le habla al autor y a los lectores hasta una página con cuatro viñetas 100% negras, sin imágenes ni textos. Sin llegar a darle a la tira visos realmente épicos, Rodríguez abandona definitivamente el slice of life jocoso para embarcarse en un relato que por momentos se vuelve más dramático y por momentos directamente metafísico. Muy loco.
Con tres libros a sus espaldas y una repercusión en la web que –uno supone- fue bastante fuerte, Siento y Miento se retiró en un buen momento, consagrada por fans y críticos como LA historieta autobiográfica chilena. No sé en qué andará ahora Alfredo Rodríguez, pero me gustaría ver otros trabajos suyos, a ver qué sabe hacer además de desplegar este grafismo minimalista a lo largo de centenares de páginas signadas por un muy buen timing para la comedia y un notable manejo del lenguaje historietístico. A mí, que no me ceba mucho la autobiografía “de entrecasa”, Siento y Miento se me hizo bastante llevadera y casi todo lo que tengo para criticarle a Rodríguez pasa por lo que eligió NO hacer, no por lo que efectivamente hizo. Lo que hizo se la banca, en parte gracias a sus mínimas pretensiones y a que el autor tenía clarísimas las limitaciones con las que se manejaba. Por eso, creo yo, las pudo pilotear con tanto decoro.

lunes, 23 de septiembre de 2013

23/ 09: LA VIDA EN COMIC...

Este voluminoso tomo recopila historietas autobiográficas de cinco autores chilenos que se lanzan de lleno a la no-aventura de contar sus vidas en viñetas. Veamos cómo les fue.
Arrancamos con casi 50 páginas de Gaspar Pujadas, un dibujante chileno que cuenta su vida acá en Buenos Aires. La verdad, muy flojito. El dibujo tiene mucha búsqueda y poco hallazgo, cuando quiere ser gracioso rara vez lo logra y cuando se pone a reflexionar o a filosofar naufraga en la intrascendencia.
Seguimos con una chica llamada Shan!, que me parece que es la que logra los mejores resultados. Primero, porque plantea todo en el exigente formato de tira, como si publicara en un diario, y se re-banca esa elección. Shan! tiene el timing de los buenos humoristas gráficos, los que saben plantear y rematar en espacios chicos, y además –sin salir de su vida real- logra momentos de verdadera comicidad. Todo sostenido en un estilo muy, muy marcado, que es el chibi, la vertiente humorística en la que incursionan muchas autoras de manga. Shan! maneja de taquito estas convenciones y estas deformaciones y, sin ser genial, ofrece unas cuantas páginas de lectura muy amena, muy dinámica.
El tercer artista en presentarnos su vida en viñetas es Necrotax, un dibujante al que todavía le falta mucho. Su búsqueda va mitad por el lado dark del estilo académico-realista, mitad por el lado de dibujantes más estilizados, tipo Paul Pope , más alguna influencia del manga. Por momentos, sobre todo en las últimas planchas, parece un clon de Salvador Sanz que se quedó a mitad de camino. Las historias cotidianas de Necrotax dejan bastante margen para la imaginación y el delirio, e incluso para flashbacks a otras etapas de su vida, con lo cual no llega nunca a aburrirnos. Cuando se afiance en su estilo gráfico, este autor se puede poner interesante.
En el siguiente tramo me reencuentro con Claudio Rocco, el dibujante de Trolley, aquel comic reseñado a fines del mes pasado, protagonizado por tranvías. Rocco opta de nuevo por un dibujo muy, muy sencillo, en la línea de los humoristas yankis más minimalistas (un Tom Wilson, ponele) o de Fujiko Fujio, la dupla responsable de El Gatito Doraemon. Es un estilo bien definido, donde todo lo que no está desaparece no por impericia, sino por decisión del autor. La embarra un poco en las últimas planchas, cuando mete esos grisados feos, sin criterio, que por ahí hubiesen quedado bien si el libro se publicaba a color. Los chistes... ni fu ni fa. Se agradecen ciertos chispazos de mala leche y el homenaje a El Eternauta, pero no hay demasiadas ideas que uno no haya visto ya mil veces.
Y el tomo cierra con casi 50 páginas de Yako, el dibujante más pretencioso de los cinco. Yako se debe creer que es un capo de las artes plásticas volcado a la historieta. Sobredibuja groseramente, mete 8.000 técnicas de entintado en cada viñeta, por arriba de la tinta mete rayones blancos, texturas, aguadas... una sobredosis de recursos que no logran ocultar que lo más importante (el dibujo) es decididamente precario. Narrativa, ni en pedo. Estas son las páginas con menos manejo de la narrativa de todo el tomo, lo cual es bastante decir. Y las historias son básicamente aburridas, depresivas, grises. Sólo tengo para rescatar el hecho de que Yako es el autor que más se mete con el contexto social que hoy sufren los jóvenes chilenos. En varios pasajes de Yako se ve claramente cómo opera el capitalismo salvaje en el país vecino y cómo deja a la mayoría de sus habitantes sin educación, sin salud, sin derechos laborales, sin esperanzas.
El balance del libro no me dio positivo, en absoluto, y por si faltara algo está muy mal encuadernado y es casi imposible leerlo sin quedarte con hojitas sueltas en la mano. Dejémonos de chorear un par de años con la autobiografía, o pongamos huevos tamaño tiranosaurio para contar historias reales, pero con onda, emoción y talento genuinos.

jueves, 12 de septiembre de 2013

12/ 09: ARE YOU MY MOTHER?

Otra vez me toca un comic con guionista mujer, sólo que esta además de escribir, dibuja. Y menos mal que dibuja MUY bien, si no habría que pegarle un tiro en el orto y arrojar su cadáver a una zanja. Cuando me tocó reseñar su trabajo anterior (Fun Home, el 07/05/10) me sorprendía que Alison Bechdel se jugara a llenar 220 páginas de historieta con una historia muy chiquita, que daba para plantearse y resolverse en muchas menos páginas. Esta vez, la autora me canta quiero retruco: tiene para llenar casi 290 páginas... y no hay historia! Ni chiquita ni grande! En casi 290 páginas no pasa nada, absolutamente nada.
Are You My Mother? es la nada misma, el vacío, la negación. En vez de desarrollar una novela gráfica, Bechdel arma un mezcladito de escenas cuasi-inconexas, que nunca cuajan para lograr un relato homogéneo, coherente, consistente. Supuestamente, el eje conductor es la relación entre la autora y su madre, lo cual –a la luz de lo que vive Helen Fontana de Bechdel en Fun Home- tendría su atractivo. Olvidate. La autora problematiza (con perdón de la palabra) la relación con su madre a través de largas charlas con distintas psicólogas, en las que les relata breves anécdotas de su infancia y de su pasado reciente. Algunas tienen que ver con su vida en el seno de esta extraña familia, otras con su relación con sus distintas novias, otras con cartas y fotos vinculadas a los años mozos de Helen, otras a llamadas por teléfono entre madre e hija (que viven en distintas ciudades) y muchas otras funcionan como una especie de backstage de Fun Home, se relacionan todo el tiempo con la obra anterior, durante cuya realización Bechdel empezó a pensar y analizar su vínculo con su mamá.
Por si faltara algo para que esto fuera un embole atroz, una nube de humo absolutamente inasible e insostenible, Bechdel se hace hardcore fan del psicoanálisis y empieza a mechar entre estas secuencias ya mencionadas cachos de textos de Freud, de Jung y de Donald Winnicott, un psicólogo con el que se fascina tanto, que llega a contar práticamente toda su vida en forma de historieta, no de modo lineal, si no intercalando estas secuencias con las otras. Además, Bechdel se cuelga con las obras de teatro en las que actúa su madre, con una ilustración del Dr. Seuss, con Virginia Woolf, con la poetisa y escritora feminista Adrienne Rich... con cualquier cosa que le sirva para rememorar momentos de su pasado y para tratar de enteder cómo funciona su vínculo con Helen. Por supuesto, nada de lo que Bechdel pone sobre la mesa sirve para hacer avanzar la trama, porque NO hay trama. Es todo sanata, todo paja, toda una cátedra de cómo mirarse el ombligo durante una eternidad, y que te paguen por eso.
Yo entiendo que con Fun Home la autora haya vendido fortunas y ganado muchos premios. Pero esta “secuela” era totalmente innecesaria. No necesitábamos ser testigos de horas y horas de sesiones de psicoanálisis, ni de charlas telefónicas tan extensas como intrascendentes, y si querés mostrar que sabés mucho de psicoanálisis o de literatura, escribí ensayos científicos sobre esos temas, no historietas. Ojo, yo no digo que la única historieta que sirve es la que te transporta a mundos fantásticos a vivir aventuras imposibles de vértigo, acción y machaca. Sin salir del mundo real se pueden hacer grandes historietas. Incluso sin salir del género autobiográfico, tan querido por los historietistas a los que les encanta hablar de sí mismos. Pero en general, para que la historieta funcione, tiene que estar la intención de contar algo, de hilar un relato, de que al cerrar el libro al lector le quede algo más que sueño.
Por suerte, Are You My Mother? está magníficamente dibujada, en un hermoso blanco y negro, complementado con grises y con distintas tonalidades de rosas y sepias. Si te agarrás de eso, por ahí encontrás esa cuota de placer que te ayude a pilotear el bajón. Si no te gusta cómo dibuja Bechdel, cagaste, porque no tenés con qué combatir esos masacotes interminables de texto. Y sobre todo esa sensación de estar escuchando conversaciones ajenas, trivialidades, boludeces que no nos interesan, o soliloquios pretenciosos acerca de teoría psicoanalítica, complejas (e incomprobables) elucubraciones acerca de qué te pasa en el bocho si un día cuando tenés 10 años, tu mamá no te da el beso de las buenas noches. ¿Sabés qué te pasa? Me importa un carajo lo que te pasa. Alison Bechdel tuvo la mala idea de mandarse todo un libro para meditar acerca de eso y yo, que perdí horas de mi vida leyéndolo, me quiero cortar la verga en fetas y mandarle una por correo.

jueves, 5 de septiembre de 2013

05/ 09: SIENTO Y MIENTO Vol.2

Hace casi dos años exactos, el 12/09/11, me tocó reseñar el primer tomo de esta serie y ahora voy por más. Siento y Miento es un comic autobiográfico en clave de comedia, que Alfredo Rodríguez escribe, dibuja, rotula y sube a un blog periódicamente para beneplácito de sus fans. Como al blog le va bien, las historietas se recopilan en libros y como si esto fuera poco, los libros venden muy bien en Chile, el país donde vive y trabaja Alfredo (y su hermano Gabriel, el dibujante de Locke & Key).
En general, Siento y Miento se compone de historietas autoconclusivas de una sóla página, protagonizadas (casi siempre puertas adentro) por Alfredo, su esposa Claudia, y sus pequeñas hijas Sofía y Antonia. Casi siempre Rodríguez propone un humor light, basado en el costumbrismo, en pequeñas anécdotas cotidianas con un cierto cariz humorístico. En la mayoría de las anécdotas, el propio autor se lleva la peor parte: se muestra a sí mismo como un tipo colgado, inmaduro, bastante proclive a gambetear las responsablidades, glotón, inconstante, con menos glamour que el Tolo Gallego... que ama a su esposa y a sus hijas, pero lo demuestra poco y de vez en cuando. O sea que, en buena medida, Rodríguez hace esta historieta para reirse de sí mismo, lo cual es un ejercicio bastante sano.
Lo más raro es cómo el autor se resiste a ampliar su universo. Esto se ve en dos frentes fundamentales: por un lado, en el elenco. No hay más personajes que Alfredo, Claudia y sus hijas. Nunca vemos para quién trabaja Alfredo, no conocemos a sus amigos, ni él ni Claudia parecen tener padres ni hermanos, nunca vemos a Claudia interactuar con gente en las horas en las que no está en su casa... Se trata de una familia excesivamente insular, y eso deja sin explorar muchas vetas de gran potencial cómico. Por otro lado, el tipo de temas que toca la tira es muy acotado: a Rodríguez no parece interesarle nada que vaya más allá de la vida familiar y alguna desventura laboral de Alfredo, que es freelance y trabaja en su casa. No se habla de política, no hay sexo (ni siquiera cuando Alfredo y Claudia pasan páginas enteras a solas en su cama matrimonial), no hay nada ni remotamente escatológico (Antonia es la única beba del comic que no se mea ni vomita)... Es todo demasiado limpito: afecto, seguridad, autito, casita, trabajo... Por momentos a la historieta le falta un poquito más de roce, de filo.
Dentro de estos confines tan estrechos, aparecen varios chistes realmente graciosos, que me hicieron reir en voz alta. Pero lo más interesante sucede cuando Rodríguez juega al metacomic, cuando se hace cargo de que está haciendo una historieta, que Alfredo no es él sino un personaje de historieta y se anima a jugar con las convenciones y el lenguaje del Noveno Arte. Ahí generalmente pela ingenio, levanta vuelo y sorprende con ideas y resoluciones gráficas que no son las obvias, ni las habituales. Ya en las últimas 15 páginas, esta vertiente desplaza a la otra y la serie se desvirtúa un poquito. Pero siempre en una búsqueda de ideas nuevas que no se puede dejar de ponderar.
El dibujo de Rodríguez también da la sensación de ser demasiado limpito. Es un trazo redondito, amistoso, sin manchas ni espacios negros, casi sin fondos... Todo el peso gráfico recae en una línea prolijita, siempre del mismo grosor, excepto en algunas viñetas puntuales en las que Rodríguez se esfuerza por diferenciar de modo más marcado el primer plano del segundo y el fondo, algo que en el primer tomo no sucedía nunca, creo. La principal virtud de Rodríguez es que tiene perfectamente incorporado el pulso narrativo. Ese estilo de dibujo de apariencia tan sencilla le sirve
-probablemente más que otros, más elaborados- para poner el énfasis en lo que mejor hace, que es controlar el timing de los relatos. Muchos de estos chistes no tendrían gracia contados de otra manera, sin las pausas, los dibujos repetidos y demás recursos narrativos que pone en juego Rodríguez para hacer eficaces a sus mini-comedias.
Me queda para leer un tercer tomo de Siento y Miento. Veremos cómo evoluciona la serie y sobre todo si Alfredo Rodríguez, que ya se reveló como un agudo observador de la vida puertas adentro, se anima a mirar un poquito lo que pasa de la puerta de su casa para afuera.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

21/ 11: ALEX

Entre Mail Order Bride y Freeway, me cebé tanto con Mark Kalesniko que empecé a buscar las obras anteriores. Así caí en Alex, que tiene el atractivo extra de tener como protagonista a Alex Kalienka, el mismo de Freeway, que es una especie de alter ego de Kalesniko.
Se supone que Freeway es una continuación de Alex, pero ¿es tan así? Yo diría que no, que son dos historias alternativas. En una (Freeway), Kalienka se casa y se queda en California y en la otra, manda todo a la mierda y se vuelve a su pueblito de Canadá. También está la posibilidad de que, después de lo que sucede en Alex, decida volver a Hollywood a vivir lo que sucede en Freeway, pero lo veo poco factible. En ambos casos (y obviamente también en la vida real de Kalesniko) el pibe al que le encantaba dibujar cumple su sueño de entrar a trabajar en un enorme estudio de animación (que cambia de nombre de un libro a otro, pero claramente es Disney) y se choca con una picadora de carne que lo explota, lo maltrata y finalmente le hace perder el amor por el dibujo.
En el libro que lleva su nombre (escrito y dibujado en 1994 y recopilado recién en 2006), Alex sale de esa experiencia convertido en una especie de energúmeno inaguantable. No labura, no se divierte, no la pone. Canaliza su frustración, sus angustias y sus inseguridades a través del escabio, lo cual lo hace estallar en ampulosos berrinches, con nefastas consecuencias para sus muebles, sus botellas y sus materiales de dibujo. Tanto su paso por el secundario (bastante traumático, porque era un nerd que casi no socializaba) como su experiencia en Los Angeles lo convirtieron en un tipo tenso, nervioso, resentido y cagón. Una basura, bah. El principal problema para disfrutar de Alex (la obra) es Alex (el personaje). Decí que le gusta Depeche Mode. Si no, no tiene UNA a favor.
La historieta se trata básicamente de eso: un tipo que llegó a cumplir un sueño, se dio cuenta de que detrás del sueño había una empresa muy hija de puta que le robó las ilusiones, y se convirtió en un tipo de mierda, un inmaduro crónico, un borracho irascible como el Capitán Haddock, pero sin su carisma. Tan insufrible se hace este personaje, que la novela levanta muchísimo cada vez que aparece algún secundario. Por suerte, Kalesniko trata a estos mejor que a sí mismo. El resto, parece la obra de un tipo superado por sus demonios internos, que busca en la historieta autobiográfica la posibilidad de exorcizarlos.
Por millones de motivos (no sólo porque el Kalienka de Freeway es más creíble y está mejor trabajado), me quedo con el Kalesniko más maduro, el de su obra más reciente. En Alex se ve a un autor con un talento indiscutible, una bestia del dibujo capaz de hacer cualquier cosa, pero le falta esa frialdad en el buen sentido de la palabra; esa sensación de “tranqui, muchachos, tengo todo bajo control”. Al Kalesniko de los ´90 le gana la furia, la urgencia. Se nota mucho cuánto lo afecta todo lo que nos quiere contar. De todos modos se nota también su mano maestra para componer las viñetas, para mostrar la acción, para darle expresión a los rostros, para tirar diálogos brillantes, para meter tramas mecánicas, para darle fuerza e intensidad incluso a escenas pachorras en las que nadie mueve un dedo. Evidentemente, estamos ante un genio de la narrativa gráfica, con méritos más que suficientes como para tener el mismo reconocimiento que otros autores de su generación, tipo Daniel Clowes o Peter Bagge.
Si leés Alex antes que Freeway, no te dejes vencer por este personaje patético y repulsivo. Seguí adelante, que en Freeway te espera un Alex Kalienka más copado. Si ya leíste Freeway (o Mail Order Bride), esto está buenísimo, aunque el argumento tiene bastante menos power que los de esas dos joyas, porque Alex se conforma con regodearse en las miserias de un “joven a la deriva” y las otras no. En ambos casos, preparate para sumergirte en el mundo (por momentos bastante perturbador) de un creador superdotado para el dibujo, que se lanzó con honestidad brutal al terreno de la historieta confesional en una época en la que esta no estaba de moda.

martes, 20 de marzo de 2012

20/ 03: LITTLE NOTHINGS Vol.4

Acá estoy de nuevo, fiel al maestro Lewis Trondheim y su cátedra de Historieta Autobiográfica. Ya pasamos por acá hace un poco más de dos años, cuando comentamos el Vol.3, y la verdad es que todo lo dicho acerca de aquel tomo se aplica también a este, sobre todo a nivel dibujo. Tanto es así que no voy a hablar de la faz gráfica de este tomo.
Pero en cuanto a las mini-historias que narra Trondheim (y que le sucedieron en la vida real durante 2009) hay varias cosas para destacar. En primer lugar, el garrón que se come en República Checa, cuando le detectan unos pólipos en las fosas nasales. “La saga de los pólipos” termina con una intervención quirúrgica, nos muestra a un Trondheim preocupado -por primera vez- por un problema de salud, y tiene un remate brillante en una ilustración con la que cierra el libro.
Lo otro muy destacable de este tomo es que además de viajar a la República Checa, New York, Las Vegas, San Francisco, Montreal, Alemania, Madrid, Angouleme, Córcega y la isla de Mayotte (colonia francesa cerca de las costas de Mozambique), el ídolo visita Buenos Aires, Ushuaia y el glaciar Perito Moreno. Me encantaría decir que las secuencias ambientadas en Argentina son las mejores del tomo, pero la verdad que no... Tiene un par de chistes muy buenos, dibuja unos paisajes alucinantes, pero no mucho más. No sé si no la vivió, o si eligió no reflejarla en las historietas, pero “la argentinidad al palo” brilla por su ausencia.
En realidad, Trondheim mira todo con los mismos ojos de alienígena, de tipo que se acaba de bajar del plato volador, lo cual es un recurso siempre efectivo a la hora del humor. Igual algo más vio en Argentina, ya que –como cuenta en una historieta- llega a evaluar la posibilidad de vivir con su esposa parte del año en Francia y parte del año en Buenos Aires. Al final, se termina asustando por el tema del agujero de ozono y las probabilidades de contraer cáncer de piel. Pero dice la gente que lo recibió en Buenos Aires (yo no tuve la suerte de cruzármelo, lo vi una sóla vez y en San Diego) que hasta llegó a ver departamentos en nuestra ciudad para comprar y fijar domicilio.
Además de todo esto, hay un gag recurrente al que Trondheim vuelve varias veces, al que podríamos llamar “la valija eternamente incompleta”: el tipo está preparando su valija y se jacta de lo bien organizado que está y de cómo esta vez no se olvida de guardar nada de lo que va a necesitar en el viaje. Y después te enterás qué se olvidó esta vez. Si viajás mucho (como me pasó a mí durante parte de 2010 y todo 2011) te vas a sentir muy identificado. A todo esto, entre la operación y todos esos viajes, ¿de dónde saca tiempo esta bestia para dibujar sus historietas? En todo el tomo aparece frente a su tablero en... tres páginas! Si no fuera porque cuando se encuentra con otros dibujantes hablan de pinceles, lápices o historietas, uno podría creer que Trondheim es odontólogo, escribano, o vendedor de seguros. La respuesta es: ya dedicó una obra entera (Mis Circunstancias) a contarnos su vida y su rutina como dibujante y, por suerte, tiene otras cosas más divertidas para contar. Entonces está bien que pase por alto su labor frente al tablero de dibujo.
De nuevo, la enfática recomendación para esta serie (de la cual este es el primer tomo que le hace el aguante al fundamental Vol.1), para los fans de la historieta autobiográfica, o del cada vez más inmenso Trondheim, o del humor costumbrista, repleto de ironías, reflexiones y observaciones de enorme lucidez.

miércoles, 7 de marzo de 2012

07/ 03: POR QUE HE MATADO A PIERRE

Volvió el comic europeo, que estuvo exiliado unas semanas, y volvió con todo. Por qué He Matado a Pierre es –agarrate fuerte- una historieta perfecta. No preguntes por qué la compré. Nunca había oído ninguna recomendación, ni me sonaban los nombres de Olvier Ka y Alfred. Pero algo en el libro (tal vez la majestuosa edición de Ponent Mon) me dijo “llevame, que te voy a hacer feliz”.
La novela es la autobiografía de Olivier Ka, y recorre todos los momentos importantes de su vida, desde los 7 a los 35 años, con énfasis en algo que le pasa a los 12 y que es tan heavy que no lo puedo revelar sin cagarle toda la gracia a la lectura de la obra. Es más, creo que no se puede decir ni media palabra de la trama sin spoilear secretos importantes. Ni siquiera quién es Pierre, ni a qué se dedica. Nada, ni mu. O sí, bueno, ya que estás... que sepas que esto es maravilloso, que la construcción del protagonista es exquisita, que hay muchísimos bloques de texto obscenamente bien escritos y que Olivier Ka entiende perfectamente que en la historieta hay que contar con imágenes, por eso ensambla esos textos con secuencias mudas, por eso apuesta fuerte a los climas y por eso le abre tanto el juego a los dibujos de Alfred, que este termina por co-protagonizar el último tramo de la novela.
Ka y Alfred hicieron muchas historietas juntos, y acá Alfred se da cuenta de que lo que está contando Ka es tan grosso, tan crucial para su vida, que más que crear, lo que tiene que hacer es documentar. Por eso, en el último tramo, en el que Alfred acompaña a su amigo en ese regreso electrizante a Río Feliz, aprecen muchísimas fotos, retocadas y sin retocar: son testimonios, Alfred es testigo, Olivier va en busca de algo que no se puede dibujar.
En ese último tramo, estalla además el Alfred más salvaje, más expresionista, el Alfred virtuoso del pincel, en un péndulo delirante entre el realismo fotográfico y el experimento vanguardista al filo del mamarracho. Ya en el anteúltimo capítulo, Alfred había impactado con planificaciones de página arriesgadas, a años luz de la grilla mansita y convencional de los primeros tramos, y al final se termina de zarpar. Pero nunca pierde ese increíble encanto, ese dibujo suelto, vibrante, esa línea clara que mezcla a Max, a Emile Bravo y a Dupuy y Berberian. Lo hojeás y parece un libro para chicos, lleno de dibujos hermosos y amistosos. Hasta que lo leés, claro, y ahí el contraste entre el estilo de Alfred y lo que cuenta Ka te tira de orto, mal.
Lamento no poder contar nada más. Recomiendo a full este libro y ya me pongo a buscar más obras de estos dos autores. No te lo pierdas por nada del mundo. Por qué He Matado a Pierre es un comic sórdido, jodido, pero también increíblemente bello. Tiene muy merecidos todos los premios que ganó.