el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 10 de octubre de 2021

4 al 10 de OCTUBRE

Bastante escasa la lectura de esta semana, porque me enganché con un libro muy power SOBRE comics, que me absorbió muchas de mis pocas horas libres. Nunca había intentado la locura de empezar a leer una serie en el cuarto TPB, pero con Rumble hice la excepción. Esta creación de John Arcudi para Image tiene tres tomos dibujados por James Harren que nunca leí (ni siquiera vi) y que probablemente no lea nunca. Pero en el Vol.4 (de 2017) llega como dibujante David Rubín y ahí sobran los motivos para sumarse a la lectura de esta serie. Me da la sensación que Arcudi sabía muy bien que Rubín le iba a traer un nuevo flujo de público a Rumble, porque a lo largo de los episodios que recopila este TPB se esfuerza por brindarnos a los recién llegados la información indispensable para entender lo que había pasado en los primeros tomos. Y lo hace de manera muy piola, con la data bien dosificada como para no aburrir ni entorpecer el ritmo de la aventura. La faceta más épica de Rumble realmente me interesó poco. Las luchas ancestrales entre guerreros infinitamente poderosos, la intriga palaciega en esa especie de infierno… no me encontré con nada que me llamara demasiado la atención. Pero me enganchó mucho la faceta más mundana, la forma en que Rathraq (el protagonista) se vincula con sus aliados humanos y cómo estos se vinculan entre sí y con la comunidad en donde viven. Y si bien el dibujo de Rubín explota mucho más cuando dibuja batallas a todo o nada entre dioses y guerreros antiquísimos, también brilla y deslumbra cuando la acción se sitúa en un contexto actual y urbano. Ahí las batallas que se libran son otras, más chiquitas, más íntimas, y ahí emergen los momentos que más me gustaron del guion de Arcudi. Por supuesto, esto hay que tenerlo porque lo dibuja Rubín, un tipo cuyo talento para la narración gráfica pulveriza todos los límites, obra tras obra, sin importar para qué mercado trabaja. Apuntalado por la magia cromática de Dave Stewart, el gallego de Galicia arma un kilombo visual fascinante cuando el guion va para el lado del impacto, y la rompe en las expresiones faciales y corporales del vasto elenco de personajes cuando la historia avanza a través de las conversaciones, negociaciones y enrosques por vía oral. Si sos fan de David Rubín, no lo dejes pasar. El ídolo se queda hasta el final de la serie (el Vol.6), así que hay muchas páginas maravillosas por descubrir. Lo único choto es que, una vez terminada la historieta, el TPB se extiende más de 30 páginas, rellenadas con bocetos, portadas alternativas, pin-ups y demás boludeces que visualmente son muy lindas pero no aportan nada a nivel de la narración.
Y me queda por mencionar brevemente a Carolo, un librito con chistes escritos por Alejandro Farías y dibujados por Leo Sandler (ya vimos varios trabajos anteriores de esta dupa), publicados en blanco y negro y de a uno por página. Todos los chistes giran en torno al mundo de los insectos y sus particularidades, y algunos encuentran la vueltita graciosa en el juego de palabras. No recuerdo haberme reido mucho de ninguno, y el dibujo tampoco me generó lo mismo que otros trabajos previos de Sandler. A lo largo de los 64 chistes que ofrece el librito, Farías amplía todo el tiempo el elenco de la tira, sin la intención de desarrollar a los personajes ni indagar en las relaciones entre ellos. Simplemente están ahí porque las arañas, hormigas,moscas o lombrices habilitan chistes que no se podían hacer con los caracoles, que son los únicos protagonistas de las primeras tiras. Al tener un único dibujo por entrega, las tiras de Carolo no ofrecen ningún tipo de juego narrativo y tampoco está la intención de compensar este déficit con un laburo a destajo en fondos, o en texturas o juegos de iluminación que adornen un poquito a los dibujos. Estamos ante una tira cómica casi minimalista, en la que Farías y Sandler tratan de reducir todo a su mínima expresión. No digo que no esté bien hecha, pero a mí no me cautivó. Nada más, por ahora. Si quieren leer más, ya saben. Entran al sitio web de Comiqueando o se bajan la Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com . Gracias y hasta pronto.

martes, 2 de junio de 2020

MAGNIFICO MARTES

Hoy estoy muy contento con las obras que tengo para comentar. Me van a leer pocos “peros” y si esto tuviera sonido, se escucharían ovaciones muy potentes.
Empiezo en EEUU, año 2016, cuando se publica el primer TPB de Starve, una serie a la que –me parece- no se le dio la bola que merecía. En esta distopía cada día más cercana, los maestros Brian Wood y Danijel Zezelj se meten en el mundo de los concursos de cocina que vemos todos los días en la tele (bah, creo yo, que cada vez que hago zapping por lo canales de aires veo gente cocinando) y lo hacen con mucha mala leche, muchas ganas de denunciar injusticias. Starve habla sobre todo de los lujos de los ricos y los padeceres de los pobres, en un contexto en el que se hace un show mediático de la desigualdad social. También habla de los vínculos familiares, de cómo la guita corrompe todo (amistades, amores, vocaciones), del desastre ecológico a nivel global, y también está (como en varias obras de Wood) el canto de amor a la ciudad de New York.
Mencioné a Danijel Zezelj, un ídolo, un fetiche de este blog, y ya habrá más de uno convencido de que lo que más me gustó de Starve es el dibujo de este genio croata. Obviamente el trabajo de Zezelj es fastuoso. Nunca vi a New York mejor dibujada, nunca lo vi tan jugado a la expresividad de los personajes (que a veces le quedaban medio maderones), y nunca lo vi dibujar tan bien a las chicas como acá, donde  cada vez que aparece Angie las viñetas explotan de belleza. Encima lo colorea el inmejorable Dave Stewart, con lo cual sólo se puede hablar maravillas de todo el aspecto visual de la obra.
Pero no. Lo mejor de Starve, lo que más me cebó, fue el protagonista, Gavin Cruikshank. Por primera vez en décadas siento que acá hay un personaje que le puede hacer el aguante a Spider Jerusalem en materia de personalidad, de complejidad y de carisma. Gavin tiene 55 años, es un genio de la cocina, fuma como una bestia, le encantan la marihuana y el escabio, le chupa un huevo la guita, salió del closet tarde, cuando ya había tenido una hija con una mujer que hoy lo detesta, y no tiene ningún drama en cagarse a trompadas con quien sea. No quiero contar nada de la trama, pero Wood le pone muchísimo picante al regreso de Gavin Cruikshank a EEUU y al mundo de los programas de cocina. Starve tiene un ritmo alucinante, excelentes diálogos (los más groseros de la carrera del guionista) y situaciones bien extremas, pero sumamente verosímiles. Creo que la historia termina en el Vol.2, que no tengo, pero que haré lo imposible por conseguir, porque esta primera parte me encantó.
Me vengo a Argentina, año 2019, a leer Pintamonos, un nuevo trabajo de otro guionista al que sigo a todas partes, como es Rodolfo Santullo. Este libro ofrece cuatro historias autoconclusivas, que giran en torno a los grandes pintores mexicanos del segundo tercio del Siglo XX (ver reseña del 28/06/14): David Sequeiros, Frida Kahlo y Diego Rivera protagonizan estos relatos en los que Santullo mezcla realidad con ficción de modo magistral. El uruguayo nacido en México tira data posta (acá me enteré, por ejemplo, que Natalio Botana no era argentino, sino uruguayo) de un modo para nada didáctico y la condimenta con momentos de más vuelo, donde se toma libertades en pos de que las tramas tengan conflictos fuertes y momentos impactantes. Incluso si no te interesan las vidas, la obra y la militancia de estos artistas, las historias de Pintamonos te van a enganchar, porque están muy bien narradas, sin estirar ni apretar al pedo, y con los diálogos bien afilados, como en las mejores obras de Santullo.
El dibujo está a cargo de un Leo Sandler muy sólido, que acá trabaja en un estilo más tradicional, menos jugado que en Raymond, que quizás sea su trabajo más notable, más consagratorio. Acá el autor rosarino juega a que personajes, épocas y lugares sean perfectamente reconocibles y cambia ese vuelo más loco de Raymond por un rigor y un realismo que también le quedan muy bien, y que además va mejor con la técnica del claroscuro, que Sandler maneja a la perfección, como vimos en la reseña del 16/04/13. 
Y acá sí hay un pero, que pasa (como suele suceder con muchas ediciones nacionales) con la cantidad de páginas de este libro que NO ofrecen historieta. Sobre 76 páginas, 56 páginas de historieta es muy poco. Falta una historieta más de 12 ó 14 páginas, o sobran 10 páginas de carátulas, notas o vacío total. Yo sé que los editores se cagan de risa cuando yo señalo esto (le dicen “la Ratio Accorsi”) y que nada que yo haga va a terminar con este vicio ridículo de engordar libros finitos con páginas y páginas de nada. Pero por ahí a los lectores o autores que leen esta boludeces se les ocurre algo para hacer, alguna alternativa para plantear… o no, por ahí les parece genial pagar por páginas en blanco y que los libros ocupen en sus bibliotecas más espacio del que deberían.

Por supuesto eso no empaña el gran momento que pasé leyendo Pintamomos, ni mis ganas de que mucha gente lo descubra y lo disfrute como lo disfruté yo. Y nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

domingo, 4 de agosto de 2019

DOS DE DOMINGO

Aprovecho esta linda tarde de domingo para clavar un par de reseñas de material que leí en los últimos días.
Empiezo en 2017 con Equatoria, la segunda aventura de Corto Maltés a cargo de los maestros españoles Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero (la primera la vimos el 07/09/17). Una vez más, el dibujo del catalán es increíble, una fusión molecular devastadora entre su estilo de siempre y la línea de Hugo Pratt. Esta vez Pellejero adopta otro vicio de Pratt: delegar en un asistente el dibujo de trenes, barcos y edificios. Pero la tinta está 100% a cargo de Pellejero, y esa instancia, la del entintado, le alcanza y le sobra al ídolo para darle al libro su impronta tan personal y que mí tanto me gusta. También colabora con Pellejero su hija Sonia, que le da una mano en el color, magnífico de punta a punta del tomo. Como en su debut en esta serie, el dibujante de Dieter Lumpen nos ofrece 72 páginas visualmente exquisitas, tanto para sus fans de siempre como para los que lo descubrieron cuando heredó al personaje más masivo del inolvidable Hugo Pratt.
Por el lado del guión, el trabajo de Díaz Canales me dejó bastante más conforme que la vez pasada. De nuevo, acá no aparece nada que no hayamos visto en las historietas de Pratt, el guionista español no pone ni una coma que Pratt no habría puesto jamás, es todo 100% respetuoso de la obra del Tano. Equatoria saca ventaja en el acierto de Díaz Canales de reproducir la dinámica de las buenas aventuras de Corto, e incluso de recuperar un tema que Pratt abordó en otras obras suyas, que es la etapa final del colonialismo europeo en Africa. Entonces tenemos la búsqueda del tesoro, la bajada de línea, los breves cruces con personajes tomados de la realidad, los paisajes exóticos, ese truco que le salía tan bien al Tano que era hacer crecer la tensión sexual entre Corto y alguna mujer pero que nunca viéramos ningún tipo de “concreción carnal” de esas tensiones, el volantazo en el que el tesoro resulta ser algo que no esperábamos que fuera, las frases memorables (esas sentencias que tiraban los personajes de Pratt), el choque de culturas, una dosis moderada (pero efectiva) de acción y un leve toque de realismo mágico, sin caer en la trampa de los últimos álbumes de Corto realizados por Pratt, en los que la abundancia de elementos oníricos y sobrenaturales empantanaba innecesariamente las tramas.
Obviamente no te pongo a Equatoria entre las mejores historias de Corto Maltés de todos los tiempos, pero la recomiendo sin temor a equivocarme y celebro que me haya gustado bastante más que la primer incursión de Díaz Canales y Pellejero por esta serie icónica y definitiva del comic europeo.
Me vengo a Argentina, a 2019, cuando la afianzadísima dupla integrada por Alejandro Farías y Leo Sandler realiza su apuesta más arriesgada hasta la fecha. Raymond es un comic rarísimo, que corre las fronteras de “lo historietable”. Con un dibujo sintético, plástico, muy expresivo, y un color sencillamente glorioso, Sandler se dedica a ponerle imágenes a algunos textos de Farías que no son relatos, sino monólogos de Carlos Raymond (el poeta maldito fan del escabio y el sexo con mujerzuelas) en los que este piensa en voz alta acerca de la vida que lleva, su relación con la gente, con el arte, con el dinero, con el alcohol, con el mundo en general. Varias de estas historias son secuencias de cuatro páginas en las que no pasa absolutamente nada, en las que los textos de Farías son reflexiones existencialistas y los dibujos de Sandler cumplen un rol descriptivo, recorren lugares, recrean atmósferas, como hacía Darick Robertson cuando tenía que acompañar con imágenes las columnas de opinión de Spider Jerusalem en Transmetropolitan, o incluso en el estilo de la famosa “Don't Get Around Much Anymore”, esa historieta de una sóla página de Art Spiegelman en la que empezaba a experimentar con el comic no-narrativo.
También hay historias más convencionales, donde Raymond dialoga con otros personajes e incluso una en la que el protagonismo recae en una de las putas amigas de Carlos. Las historietas más “narrativas” son breves anti-aventuras del género slice of life, con una ambientación entre lumpen y depravada, algunas groserías muy buen puestas (no me lo imaginaba a Farías hablando de garches y petes) y una mala leche ácida y corrosiva que funciona como logrado tributo a Boogie el Aceitoso, aunque sin chumbos ni violencia física.
Farías y Sandler no juzgan a Raymond, no ensalzan ni destruyen la mascarada de este gordo jodido y vividor. Raymond se ampara en su talento artístico para salir más o menos bien parado cada vez que su personalidad arrogante y abusiva lo hace chocar de frente contra la realidad, y para los autores esto no está ni bien ni mal. A veces me resultó patético, otras dije “qué capo el gordo, cómo la piloteó”. Si te gusta la poesía, si alguna vez pensaste cómo sería crear historietas en base a la poesía, o si te atrae el mundo noctámbulo, alcohólico y a veces sórdido de los “escritores malditos” al estilo Charles Bukowski pero en la Argentina actual, jugale una ficha a Raymond. El dibujo de Sandler justifica por sí sólo la compra del libro, y las historias (y las no-historias) de Farías abren puertas nuevas, como para pensar y leer la historieta desde otra óptica, lo cual siempre es sano y enriquecedor.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog. 



martes, 21 de noviembre de 2017

OTRAS TRES CORTITAS

Luego de un finde largo de alta intensidad, vuelvo a encontrar un ratito para sentarme a escribir reseñas. En el pilón de libros editados en Argentina en 2017, aparecieron otros dos de 2016, que se me habían mezclado meses atrás. Empiezo por ahí.
Zacarías (y otras porquerías) es el primer tomito recopilatorio de la notable tira cómica de Alejandro Farías y Leo Sandler, que se publica hace mucho tiempo en varios medios (estuvo algunos años en el sitio web de Comiqueando). Zacarías tiene un punto de partida similar al de Toy Story, ya que Farías y Sandler nos cuentan la vida de un grupo de juguetes que interactúan entre sí, charlan y se divierten, y no dejan de lado el hecho de que estos juguetes son propiedad de distintos chicos, que cada tanto también aparecen en las tiras.
Las similaridades se terminan ahí. Acá no hay aventuras en las que los juguetes están todo el tiempo a punto de morir, o de ser vendidos a coleccionistas avechuchescos, sino que todo pasa por el humor, entendido en un sentido saludablemente amplio. La tira ofrece muchos chistes basados en juegos de palabras, pero también humor físico, humor absurdo y hasta chistes pensados para un público que ya hace varios años que dejó los Playmobil y los ositos de peluche. Y casi siempre es un humor eficaz, que da en el blanco y logra arrancarnos una sonrisa.
El dibujo de Sandler también nos muestra a un artista versátil, que se anima a alejarse de lo que mostró en trabajos anteriores. Sandler elige dibujar fondos sólo cuando aparecen los chicos, y emplea una gran variedad de técnicas, que incluyen fotos, dibujos tridimensionales, garabatos que parecen hechos por un nene de 7 años, etc. Pero lo más lindo llega cuando nos regala esa línea clara, suelta, amistosa, con mucha gracia, engañosamente simple, y la pone a jugar en tiras donde el timing de la comedia está invariablemente bien logrado. Lindísimo material.
Caronte es una historia de 34 páginas (formato complicado si los hay) con la que el sello Salamanca armó un librito que se lee muy rápido. La idea que se le ocurrió a Valentín Lerena para esta historieta es muy buena y la línea que baja está genial. El tema es que se podría haber contado lo mismo en muchas menos páginas (16, ponele) y el mensaje se habría transmitido con mayor efectividad. Incluso convertida en una historia de 16 páginas se podría haber incluído en una antología, en vez de editarla así, solita, en un librito tan finito y tan efímero… pero bueno, son decisiones… y aún así el resultado es muy interesante.
Termino con el Vol.41 de Super López, publicado en 2003 y titulado “El patio de tu casa es particular”. Acá el maestro Jan orquesta una disparatada comedia de enredos en base a “pliegues temporales” que conectan a una casa (convertida en guarida de dos de los villanos habituales de la serie) con distintas épocas de la historia española. A lo largo de 46 páginas, los personajes se desplazan en el tiempo casi sin desplazarse en el espacio, a medida que los pliegues los hacen materializarse en otros períodos históricos, por supuesto en tiempo y forma para verse involucrados en situaciones cómicas… o en situaciones trágicas tomadas para la joda por Jan. De las Cruzadas a la Guerra Civil, no hay época de la historia española que no le sirva al autor para abastecerse de recursos humorísticos y hacer que esta historia resulte impredecible y sumamente disfrutable.
De la calidad del dibujo ni tiene sentido hablar, así que me quedo con un último detalle, bastante actual a pesar de que el comic tiene casi 15 años: la reivindicación constante que manda Jan (con distintos grados de sutileza) de la identidad irreductible de la nación catalana. El creador de Super López milita desde siempre por la independencia de Cataluña y en esta historia, supuestamente cómica y supuestamente apuntada al público infanto-juvenil, algo de esa militancia se deja entrever entre las jocosas peripecias de este atípico superhéroe.
Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas. Si este finde estás en el Partido de La Costa, acercate a Santa Teresita, donde voy a estar junto a muchos autores grossísimos en La Costa Comic Con. ¡Nos vemos!

miércoles, 16 de abril de 2014

16/ 04: TRES CORTITAS

Ya se me ocurrió la forma de postear con textos e imágenes , pero todavía no la puedo poner en práctica. Me parece que mañana esto vuelve a su cauce normal, por lo menos por un dia, ya que es poco probable que pueda postear viernes, sábado y domingo.
Hoy tuve un dia de playa alucinante, o sea que ni se me ocurrió visitar comiquerías. Aprovecho para rematar tres reseñas cortitas, de tres libros de poquitas páginas que lei en estos dias.
Gog es una novelita gráfica de 2000, escrita por J.M. Aguilera y dibujada por Paco Roca, mucho antes de ser un consagrado autor integral. Esta historia es la secuela de Road Cartoons, una serie aparecida en El Víbora. No es exactamente chota, pero tampoco imprescindible. Lo mas atractivo es como el guión logra integrar a una epopeya clásica de accion, aventuras, machaca y superpoderes al mismísimo Jesucristo. El resto, no se aleja mucho de elementos que ya vimos mil veces: minita onda Alicia en el País de las Maravillas, chabon pesutti tipo Rambo que demuestra ser copado, persecuciones, alusiones medio veladas a The Matrix (que en 2000 estaba muy de moda), un villano malísimo, un peligro zarpado del que los protagonistas zafan con mucha facilidad... Más de lo mismo, básicamente. El dibujo de Roca se la banca con mucho decoro. No tiene una impronta tan personal como la de trabajos posteriores, pero tiene mucho dinamismo, un gran equilibrio entre negros, blancos y grises y -sobre todo- una narrativa impecable.
Jenufa es otra novelita muy breve (solo 36 páginas ) en la que Alejandro Farias y Leo Sandler adaptan al comic la ópera homónima, obra del checo Leos Janacek. Se trata de una tragedia muy extrema, a todo o nada, con personajes muy humanos y muy reales, enfrentados en un drama familiar muy áspero. El guión se hace muy llevadero, incluso si la temática no te resulta atractiva. Lo único discutible es la decisión de Farías (un verdadero erudito en materia de ópera) de hacer que los personajes (checos del Siglo XIX) se traten de vos y no de tú, algo que a mí me sonó medio bizarro. El dibujo de Sandler capta muy bien la tensión dramática exacerbada y se zarpa con expresiones faciales que parecen de Jack Kirby. Es un Sandler que se resiste a ser realista y lo logra con creces, y que también sorprende con un gran equilibrio entre blancos, negros y grises.
Y finalmente, existe en IDW una serie (o varias miniseries) llamada Zombies Vs. Robots, una creación de Chris Ryall (jefe de coordinadores de la editorial) y el maestro australiano Ashley Wood. En 2012 se editó un anual en formato prestige, con cuatro historias cortas ambientadas en ese universo que yo desconocía. La primera está escrita por Daniel H. Wilson y no me aportó mucho. El dibujo, a cargo del genial Sam Kieth, tampoco. La verdad es que Kieth no se puso las pilas ni un poquito y se nota demasiado. La segunda historia, a cargo de los ignotos Kevin Grevioux y Drew Moss, no es una genialidad, pero por lo menos no se nota que te están tomando por boludo. No está mal. La tercera está escrita por Rio Youers (a quien tampoco conocía ) y tiene muy buenos dibujos de Andy Kuhn, en un estilo raro, muy potente y muy innovador. El guión también se deja leer sin mayores inconvenientes. Y la última , a cargo de Ryall y Wood, tiene los mejores diálogos y un par de imágenes muy impactantes, pero no termina de cuajar. Por ahi si uno leyó las sagas anteriores, tiene más sentido.
Bueno, nada más. Será hasta mañana.

martes, 16 de abril de 2013

16/ 04: LA PASION

La lectura de hoy me lleva al siempre polémico tema de los formatos. La Pasión podría haber sido una historieta de 24 páginas brillante, memorable, genial. Seguramente porque el formato de 24 páginas en Argentina no tiene aceptación, a Diego Cortés y Leo Sandler se les ocurrió llevar la historia a 80 páginas, y La Pasión no se convirtió en una historieta chota ni mucho menos, pero perdió parte de la fuerza que (me imagino) hubiese tenido si se la narraba en menos páginas.
La decompresión es realmente zarpada, sobre todo en el tramo inicial de la historia. En las primeras 32 páginas no pasa prácticamente nada, es todo un infinito prólogo, algo que podría haberse contado tranquilamente en una o dos páginas, a lo sumo. El primer conflicto grosso detona casi a la mitad de la obra y ni bien termina, da pie a otra larguísima secuencia en la que la acción se ralentiza hasta detenerse casi por completo. Después, pasarán un par de cosas más y vendrá un cierre muy grosso, pero siempre a un ritmo muy pachorro, casi exasperante.
¿Con qué estira Cortés esta historia sórdida, espesa y violenta? Con tres cosas. En primer lugar, lo recién mencionado: la violencia. Cuando llega la hora de los golpes, los corchazos y los cuchillazos, el guionista nos regala largas secuencias de tremenda crueldad, en las que la sangre le gana el protagonismo a la trama. En segundo lugar, el desarrollo de los personajes. Toooodas esas páginas que bien podrían no estar le sirven a Cortés para mechar muy buenos diálogos, secuencias mudas y escenitas menores, en las que define a la perfección a Juan Mira (el protagonista) y a un par de personajes más, de mucho peso en el argumento. Esto hace que, cuando finalmente pasan las cosas, nos importe un poco más, porque las cosas no le pasan a Juan Carlos Nadie, sino a tipos que uno ya siente de carne y hueso, cercanos a pesar de sus repudiables códigos éticos.
Y en tercer lugar, el guionista habilita largas secuencias sin textos para que se luzcan el dibujo y el despliegue narrativo de su co-equiper. Sandler responde con un gran trabajo que nos muestra a este
versátil autor muy, muy firme en un claroscuro espectacular, de trazos fuertes y vigorosos, a los que –por si faltara algo- realza con un laburo magnífico de tramas mecánicas. De lo que se puede ver en la portada, lo único que conserva el dibujo de Sandler en las páginas interiores es la expresividad. Después, nada que ver. Adentro no hay fotos retocadas, sino un dibujante de gran solidez que no se las da de virtuoso y que se rompe el culo en cada fondo, en cada vehículo y en cada escena multitudinaria. Sandler aprovecha las escenas mudas para contar con el dibujo, para ponerse al hombro el relato, y lo hace de modo claro, contundente, sin dudas ni fisuras. Creo que lo que más me gustó es, por un lado, el flujo narrativo que se da de viñeta a viñeta y de página a página, y el equilibrio perfecto entre blanco, negro y gris. Sólo para ver más páginas de Sandler, está bueno que la historia dure mucho más de lo que debería.
Me gustó mucho el dibujo, los diálogos están bárbaros, la temática es muy ganchera, el final me impactó y me re-cerró. Pero me cuesta no imaginarme una versión comprimida (o en realidad, no descomprimida) de La Pasión, en la que la trama orquestada por Cortés pegaría con muchísimo más power y te dejaría babeando, al grito de “¿Cómo ya se terminó?!? Quiero más!”. Así como está, no te digo que “mirás la hora” a ver cuánto falta para que termine, pero cuando cerrás el libro no podés creer que en 80 páginas hayan pasado tan pocas cosas. Casi te fijás que los nombres de los autores no suenen a japoneses, para convencerte de que no leiste un manga.
En fin... si no te jode que te cuenten en 80 páginas una historia que daba para 24, dejate llevar por esta pasión, a la que le sobran páginas pero no le faltan méritos.