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sábado, 6 de enero de 2024
SÁBADO RIOPLATENSE
Sigo avanzando con las lecturas del material de autores argentinos publicado en 2023, pero antes, un libro de autores uruguayos del 2022 que me había quedado pendiente.
Las Nuevas Andanzas de Vlad Tepes es una antología protagonizada por el despiadado vampiro creado por Silvio Galizzi, un personaje ya con bastante andadura dentro de lo que es el comic uruguayo contemporáneo. Este tomo ofrece un puñado de hermosas ilustraciones y nada menos que once historietas, todas escritas por Galizzi, junto a distintos dibujantes del país hermano. Hay un par que se me hicieron totalmente impenetrables por la escasa calidad de los dibujos, otras con cositas para rescatar y alguna que realmente me gustó.
La primera historieta se me hizo un poco larga al pedo. La idea está bien, pero se estira más de la cuenta. Y el dibujante (Matías Soto López) es bastante desparejo: tiene viñetas realmente muy bien logradas y otras que no transmiten nada. No tengo pruebas para acusarlo de ladri pero -en general- cuando un dibujante combina viñetas buenísimas con otras mediocres, las mejores suelen provenir de ideas "encontradas" en historietas de otros colegas. La de la Guerra de Troya (dibujada por Pablo Fernández) es entretenida, sin ser genial ni memorable. Jiang Shi es otra muy buena idea estirada para que dure nueve páginas, cuando se podría haber contado en cuatro o cinco. El dibujo de Alejandro Rodríguez Juele es muy bueno, pero parece estar pensado para un comic a color. Publicado así, en blanco y negro, adolece de un cierto desequilibrio entre espacios blancos y masas negras.
No descubro nada si afirmo que Maan House es un dibujante extraordinario, pero me parece que no está tan canchero en la narrativa gráfica como para encarar un relato de ocho páginas sin textos. El resultado es una sucesión de viñetas maravillosamente dibujadas, entre las cuales no fluye con naturalidad la historia que quiere contar Galizzi. Una vez más me encuentro con un trabajo de Martín Pouso (ver reseña del 05/08/23) en el que me impacta su manejo del dibujo, la expresividad de cuerpos y rostros, la aplicación de los grises... lástima que sobrecargue las páginas con tantos elementos, y encima decida no separar las viñetas con zanjas. Son cosas que complican (también al pedo) la fluidez del relato. Y no conocía a Navas, pero me resultó bastante sólido su trabajo, tanto en el dibujo como en el armado de las secuencias.
Probablemente la mejor historia del tomo sea la que dibuja el siempre eficaz Guillermo Hansz, una versión deforme del clásico cuento de Caperucita Roja, con las dosis de sexo, violencia y mala leche que uno espera normalmente cuando se mete en un libro de Vlad Tepes. ¿Alcanza para recomendar el libro? Y, yo te diría que si no sos fan de Vlad Tepes, no empieces por acá.
Vamos con una rareza que nos dio la historieta argentina en 2023: Carnaval, obra de dos autores hasta hoy desconocidos (Diego Pagani y Mariano Pini), publicada por un sello (Mopa) del que tampoco conocía otros títulos. Se trata de un librito de 64 páginas muy bien impreso... pero que sólo ofrece 44 páginas de historieta.
Entre este festival de páginas vacías de contenido, aparece una historia muy extraña, inquietante, sugestiva, que logró ponerme nervioso. Carnaval apuesta fuerte a lo sobrenatural, a cosas que no tienen (y probablemente no necesiten) ninguna explicación, y se propone retratar con una belleza freak y oscura un hecho también oscuro, entre trágico y grotesco. La idea es muy buena, el tono está bien logrado (para que te des una idea, le dan visos de poesía macabra a la letra de un tema de Sandro), el clima te logra meter a full en la historia... lo que no sé es si hacían falta tantas páginas para contar lo que cuentan Pagani y Pini. Por ahí en menos páginas, esto pegaba más fuerte.
El dibujo también es raro, funcional a la atmósfera que pretende generar el guion, con un claroscuro extremo, primeros planos muy logrados, una narrativa clara y muchas imágenes que parecen tomadas de fotos, e integradas al dibujo mediante el truco de extremar el contraste entre unas masas negras poderosísimas y unos pocos espacios blancos. Cuando entran en juego el rojo y el "amarillo casi naranja", el dibujo se vuelve todavía más raro y más atractivo. Para ser una opera prima, la verdad que es interesante. Evidentemente estamos frente a dos autores que saben lo que quieren hacer y que se plantan en este medio con una voz y una impronta propias. Veremos con qué nos sorprenden en sus próximos trabajos.
Y cierro con una breve glosa para el séptimo librito de Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, la magnífica serie con la que varias veces por año nos deleitan los enormes Federico Reggiani y Ángel Mosquito. La última aventura publicada hasta ahora ("Las arenas de mis huesos") es una historia de amor con viajes en el tiempo, bombas atómicas, playas paradisíacas, letrinas que funcionan de manera extraña, monstruos alienígenas, mensajes tallados en soretes fosilizados y hasta militares buenos. La trama tiene (como de costumbre) giros impredecibles, diálogos brillantes y situaciones de truchada y corrupción que tienen mucho más que ver con nuestra vida cotidiana que con las clásicas aventuras de conquistadores espaciales.
Todo esto dibujado con soltura por un Mosquito que parece resolver estas secuencias de taquito, sin la menor dificultad, casi sin romper nunca esa grilla de cuatro viñetas iguales separadas apenas por una línea negra. Esto es comedia de alto nivel, con acción, peligros, romance y una ciencia ficción distinta a todas. Una serie recomendable a niveles cósmicos.
Nada más, por hoy. Gracias de nuevo a tod@s l@s que pasaron por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ a descargar el nº8 de Comiqueando Digital. Si todavía no lo hiciste, no lo dudes, que es papa MUY fina.
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domingo, 3 de septiembre de 2023
DOS LIBROS FINITOS
Sigo con poco tiempo para leer comics, pero me logré terminar dos libros de esos tranquilos, de pocas paginas, que procedo a reseñar.
Allá por 2020 leí y reseñé los dos primeros TPBs de Scarlet Witch, aquella breve serie escrita por James Robinson, y se hizo difícil conseguir el tercero y último. Finalmente apareció y debo decir que este Vol.3 es el pico más alto en esta trilogía de recopilatorios. Lo único que tengo para criticarle es que me resultó un toque caprichoso el dogma tan estricto de que cada episodio tenga un dibujante distinto, sobre todo porque eso hace que visualmente el librito sea muy desparejo. El primer episodio lo dibuja Leila Del Duca, que es apenas competente; el segundo se lo dan a Annapaola Martello, que es una dibujante bien del montón; el tercero está a cargo de Jonathan Marks-Barravecchia, un dibujante más raro, más emparentado con el Jae Lee de Inhumans y Sentry: para el cuarto tenemos a Shawn Crystal, clásico fill-inero de Marvel, que sorprende con una muy atractiva puesta en página y arma un combo muy potente con el color de Chris Brunner, pero tiene más problemas que Medio Oriente cuando tiene que dibujar primeros planos de las protagonistas; y finalmente el cierre está a cargo de Vanesa Del Rey, también con un trabajo modesto, sin brillo ni sorpresas, que se vuelve mínimamente interesante gracias a la magia cromática de la inmensa Jordie Bellaire. Esto mismo en blanco y negro, sería virtualmente infumable.
Pero lo grosso está en el guion de Robinson, un autor ya muy curtido, que acá se anima a todo. Probablemente el sacudón más interesante (del que dudo que otros guionistas se hagan cargo) es la revelación de que Wanda es la continuadora de un legado de Scarlet Witches que viene de mucho antes, y que su verdadera madre fue la Scarlet Witch anterior. Todo el tema del origen de Wanda (y Pietro) se resuelve de manera muy interesante, con muchas sorpresas fuertes y vueltas de tuerca alucinantes que no borran como por arte de magia lo establecido por los autores que trabajaron anteriormente con los personajes. Otro punto altísimo es la caracterización de Agatha Harkness, que acá cobra una profundidad inusitada y hasta logra que uno por momentos simpatice con ella. Sí, esa vieja con cara de ojete se convierte en un personaje muy atractivo gracias a la pluma mágica de Robinson. También está la construcción de un villano pensado para ser (en el largo plazo) el archi-enemigo de Wanda, pero la confrontación no se llega a ver, por lo menos en los 15 números que duró esta serie. Lo que sí llega a un final consistente es el plot, desarrollado por Robinson a lo largo de toda esta etapa, en el que Wanda tiene que resolver esa especie de "crisis en el corazón de la brujería", una epopeya mística que por momentos parece un sentido homenaje a la Promethea de Alan Moore y J.H. Williams III, pero con dibujantes medio crotos.
En esta serie, que claramente daba para durar mucho más, James Robinson nos presenta a una Wanda muy humana, vulnerable, pero decidida a todo para recuperar su imposible poder, con sacudones limados y un respeto increíble por la riquísima historia de una de las grandes creaciones de Stan Lee y Jack Kirby. Creo que salió un broli más power que recopila los 15 números juntos, y que debe ser más fácil de encontrar que los tres libritos individuales. Si sos fan de Scarlet Witch (de toda la vida, o a partir de la chapa de Wanda en el MCU), te lo recontra-recomiendo. Y si te sumaste a la barra brava de James Robinson a partir de a su paso por Starman, obviamente también.
Me vengo a Argentina, año 2023, para disfrutar horrores del sexto librito de la magnífica serie Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, que publica con encomiable regularidad la editorial Libros del Cosmonauta. Esta vez, Federico Reggiani y Ángel Mosquito nos presentan "Elvis fue Vicepresidente, Parte I", 80 páginas que -contra todos los pronósticos- logran superar a los que hasta ahora eran los mejores libritos de la colección. Hoy y hasta nuevo aviso, esta es mi aventura favorita de mi serie argentina favorita.
A un ritmo electrizante, la dupla nos mete en una comedia de enredos clásica, en la que los protagonistas oscilan entre el rol del vivo que viene a hacer fortunas a costa de los incautos, el rol de la víctima a la que la garcan como de arriba de un puente, y el rol del loser que tiene que dejar hasta su último gramo de suerte, coraje o lo que sea para arañar un empate. Esto es muy gracioso, muy ganchero e incluso adictivo. No quería llegar a la última página para no irme de este universo alucinante en el que conviven seres y conceptos limadísimos con situaciones y actitudes demasiado reales.
Esta vez el guion se mete a fondo con la política, y la forma en que se gestiona, se financia, se promueve y se rosquea la obra pública. Si bien Roque & Gervasio ya nos había paseado varias veces por los laberintos de la burocracia (por supuesto en clave satírica) esta vez la saga explora vericuetos similares, pero a un nivel más alto, el del protocolo político en las más altas esferas de un planeta de enorme inestabilidad social. Obviamente esto está lleno de guiños elípticos a la realidad de un país socialmente inestable en el que se suele chorear a cuatro manos con la obra pública, al que ni hace falta nombrar. Pero además la trama abunda en situaciones desopilantes que tienen que ver con una cultura basada en lo que sería la quintaesencia del mítico Elvis: sexo, droga y rockanroll. El atildado Roque y el lábil Gervasio reaccionan a este contexto de maneras muy diferentes, y de ahí salen contrapuntos divertidísimos, que le agregan picante al entramado político-financiero de la misión que deben cumplir los pioneros del espacio.
Y además (y con esto termino) en este librito queda más claro que nunca que para Roque y Gervasio todos estos encuentros con alienígenas bizarros, burócratas del cosmos y chantas varios no son apenas una fuente de peripecias que se olvidan cuando la trama llega a su fin. Acá todo eso constituye también el pasado de los personajes, porque muchos de estos conceptos reaparecen en aventuras posteriores y dan la sensación de un universo en constante expansión, cada vez más rico, más complejo y más fértil para las andanzas de nuestros conquistadores planetarios. Si todavía no entraste en la adicción de Roque & Gervasio, no lo dudes más. La vas a pasar bomba, de acá a la luna artificial de ASDF 44 Trotilo.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos en un par de días, y si estás en Córdoba (o cerca) nos vemos jueves, viernes y sábado en la nueva edición del Docta Comics.
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lunes, 8 de mayo de 2023
HOY, DOS CORTITAS
Tengo leídos dos libritos, pero son parte de sendas series de las que ya hablé bastante y no me quiero repetir, así que van a ser reseñas cortas (creo).
El Vol.3 de FF coincide con el momento en que Johnny Storm vuelve a los Fantastic Four y esta serie empieza convivir con la clásica, que retoma su numeración. De pronto, Jonathan Hickman se encuentra con que tiene que escribir dos revistas por mes con los mismos personajes, pero rápidamente resuelve el problema: FF pasa a ser la revista de los pibes, donde todo se centra en Franklin, Valeria y el resto de los chicos (y Dragon Man) de la Future Foundation. La trama es la misma que se desarrolla en la revista de Fantastic Four, pero vista desde otro lado, lo cual también tiene la "contra" de que podés no leer FF y aún así entender todo lo que está sucediendo. De hecho yo en su momento leía sólo Fantastic Four y entendía todo. Ahora, con estos números de FF en la mano, me doy cuenta de que hay algunas puntitas que Hickman se las guardaba para explorar más a fondo en esta serie: pequeños momentos entre Valeria, Doom, Nathaniel... que por ahí no son definitivos, pero que aportan al "big picture" de la ambiciosa aventura con la que Hickman va a cerrar su paso por Fantastic Four. El guionista hincha de River es especialista en cocinar a fuego lento los momentos más apoteóticos de sus sagas, y acá, la posibilidad de tener una segunda serie paralela hace que esa cocción sea más rica y más compleja. Y por supuesto, le da espacio para desarrollar de manera alucinante a un montón de personajes secundarios.
De los cinco episodios que recopila este TPB, tres cuentan con lápices del talentosísimo Juan Bobillo, entintado por el inolvidable Marcelo Sosa. Con la posibilidad de dibujar fondos en muy pocas viñetas, Bobillo le pone todo a los personajes, que se ven muy expresivos, muy distintos entre sí. Las escenas de acción en esos episodios son ínfimas, y casi todo avanza a través de los diálogos, con lo cual Juan se tiene que matar para que la escenas en las que los personajes conversan y rosquean entre ellos no se hagan tediosas ni repetitivas. En los dos episodios finales, cuando Nick Dragotta se hace cargo de los lápices, ya hay un poco más de acción, y el dibujante de East of West no desaprovecha la oportunidad de lucirse en esas páginas (no muchas) en las que los personajes dejan de hablar y empiezan a repartir piñas, rayitos y esas cosas. Si bien pierde en la comparación con Bobillo, este no es para nada un mal trabajo de Dragotta.
Me falta un solo librito de FF para completar todo lo que escribió Hickman para Fantastic Four, así que ni bien lo vea a un precio razonable, le entro.
Me vengo a Argentina, año 2022, para disfrutar a lo guanaco de "El misterioso planeta de Calaffiuco", el quinto librito de Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, la magnífica serie que escribe Federico Reggiani y dibuja Ángel Mosquito. Esta aventura no sólo me pareció divertidísima, sino que además es importante porque mete en la continuidad de Roque & Gervasio a Los Visitantes del Agujero del Comedor (ver reseña del 14/02/17), una novela gráfica de los mismos autores que hasta ahora no estaba vinculada a esta (ni a ninguna otra) serie. En ningún momento los autores te dicen "tenés que leer Los Visitantes... para entender lo que está pasando acá", pero si la leíste, te das cuenta al toque que esas criaturas negras con forma de cono son las mismas que invadieron nuestro planeta en aquella obra de la misma dupla.
Por lo demás, este quinto librito ofrece una aventura repleta de humor, mala leche y formas muy originales de plantear y resolver los típicos conflictos de las sagas de ciencia ficción en las que hay viajes interplanetarios, choques entre razas alienígenas y demás. Reggiani y Mosquito le meten a todos esos tópicos una vuelta de tuerca fresca y personal, que tiene que ver con el cinismo y la truchada que asociamos con "lo argento". Los diálogos son desopilantes, las onomatopeyas son brillantes, el dibujo mantiene el excelente nivel de los tomitos anteriores y por todos lados aparecen personajes y conceptos que enriquecen este bizarro universo. No cuento nada del argumento, porque esto salió hace relativamente poco y la idea es que los lectores de este blog se entusiasmen como para ir a buscar el librito y comprarlo. Posta, a esta altura, esta serie ya más que una pasión es una adicción. Por suerte ya tengo el Vol.6 en la pila de los pendientes, así que pronto habrá más Roque & Gervasio acá en el blog.
Y esto es todo, por hoy. Ni bien tenga leídos un par de libros más, nos reencontramos con nuevas reseñas. Gracias y hasta entonces.
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jueves, 15 de diciembre de 2022
HOY SALIMOS DE A CUATRO
Vengo bastante bien en este loco sprint dedicado a las historietas de autores argentinos publicadas en 2022. Hoy tengo para reseñar cuatro títulos, nada menos.
Empiezo con Mancha, la obra que marca el regreso de Damián Fraticelli, esta vez con dibujos de Maximiliano Amici. Se trata de una serie de historias cortas protagonizadas por nenes de unos nueve años, pero con un filo muy oscuro, muy deforme y muy perturbador. El primer guion es excelente, trece páginas a puro asco y bizarreada. El resto, se ve un poquito más forzado: me lo imaginé a Fraticelli esforzándose fuerte por encontrar una idea que pudiera desarrollar en el universo de Mancha y Leo y que a la vez se pudiera rematar en menos de 12 páginas. Y sin ser pavadas ni fumanchereadas sin pies ni cabeza, las otras cuatro historias no están al apabullante nivel de la primera.
El dibujo de Amici está jugado a un claroscuro extremo, que remite todo el tiempo al estilo de Charles Burns, como sucedía con el de Ezequiel Couselo, co-equiper de Fraticelli en la recordada Putefacción (ver reseña del 07/10/17). Amici propone una narrativa muy clara y una puesta en página tradicional, y si bien su estilo no es muy original, su trabajo no tiene fisuras y refleja a la perfección esos climas retorcidos y perversos que proponen los guiones de Fraticelli. No te pongo a Mancha entre las historietas más destacadas del año, pero la pasé bien con el librito (al que, como sucedía con Putrefacción) le sobran carátulas, separadores y páginas en blanco.
De la dupla de guionistas integrada por Emilia y Emiliano Plissken tenemos un libro más, The Purple Oblivion, esta vez con dibujos del maestro Diego Simone. Esta es una saga bien de body horror, extrema en su planteo y en su realización, con un problema fundamental: a lo largo de casi 100 páginas narra una historia que se podría condensar en menos de 35. El ritmo del relato está tan descomprimido que parece una joda, un desafío para ver hasta dónde se puede llegar, cuál es el límite de páginas que se pueden ocupar con una idea atractiva, pero muy chiquita. Es una lástima, porque es un libro de impecable factura técnica, bien impreso, a todo color, bien rotulado, con un color alucinante y los dibujos de Simone que jerarquizan cualquier cosa. Esta vez no apareció el cartelito de "fin del Vol.1" en la última página, con lo cual supongo que se trata de una obra completa, autoconclusiva, que termina en esa última escena ida al recontra-mil carajo. Y una vez más, tenemos esos diálogos que imitan al doblaje centroamericano de las series y películas yankis.
Sin dudas lo mejor de The Purple Oblivion es la faceta visual, donde entre todas esas splash-pages innecesarias, Simone saca a relucir su chapa de gran dibujante y gran narrador gráfico. Al guion le falta profundidad y le sobran, básicamente, un montón de páginas.
Breve glosa para Casting de Gatos, una historieta infantil creada por Gustavo Sala. Esta edición es extraña en dos sentidos: 1) ¿En serio le quieren vender a los chicos historietas en blanco y negro? Lo veo dificilísimo. Ojalá me equivoque y esto sea un éxito, pero para mí es un suicidio comercial. 2) Cada página del librito trae una sola viñeta, o sea que la historia está contada en 27 cuadritos iguales, uno por página (el libro ofrece 32). O sea que si Sala rearmara este material en una grilla de 9 cuadros por página, Casting de Gatos podría ocupar TRES páginas de una revista.
De todos modos, y a pesar de estas decisiones medio extrañas, estamos ante una muy buena historieta, que me hizo reir bastante y que está muy bien dibujada. Sin dudas a los menores de 10 años, si no los ahuyenta el tema del blanco y negro, les va a encantar. Y a los mayores sospecho que también, sobre todo a los fans de Sala.
A menos de dos meses de haber leído el tercer librito, me devoré el cuarto de Roque & Gervasio Pioneros del Espacio, de Federico Reggiani y Ángel Mosquito. Creo que hasta ahora "En el planeta Culo" es la más graciosa de las aventuras que integran esta magnífica serie en la que puede pasar cualquier cosa. En un contexto de ciencia ficción, los autores te impactan con escatología, bizarreadas, vueltas de tuerca impredecibles y un humor basado en la berretada, la chantada y la truchada más argenta que te puedas imaginar. Lo único que me resultó un poco forzada es la casualidad por la que Helena (gran personaje secundario) justo está en el mismo planeta que los protagonistas al mismo tiempo que ellos. Pero esas trampitas que hace Reggiani son totalmente funcionales al relato, están ahí para sumarle picante a las historias y para garantizar, además de la diversión, que el elenco de la serie se siga desarrollando.
El dibujo de Mosquito, impecable, con unas onomatopeyas gloriosas (pensar que hay autores y autoras que se niegan a usar onomatopeyas...), un gran trabajo de aplicación de grises y un par de splash-pages para la inmortalidad. Nunca es suficiente el material que hay publicado de Roque & Gervasio. Esto es tan bueno, tan entretenido, tan original y tan eficaz en su mixtura de peripecias espaciales y humor de pésima leche, que a pesar de la excelente periodicidad (dos o tres libritos al año sin mezquinar un ápice de calidad) uno siempre quiere más.
Y hasta acá llegamos. Vamos Argentina el domingo y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog.
martes, 18 de octubre de 2022
LECTURAS EN CONTINUADO
Hoy tengo para reseñar la nada despreciable suma de cinco libritos, pero son todas entregas de series de las que ya leí algún tomo anterior. Por eso la idea es dedicarle a cada uno una reseña más breve que las habituales, como para no reiterar conceptos que ya expuse cuando hablé de esos tomos anteriores.
El 04/06/18 y el 30/09/22 reseñé los Vol.1 y 2 de Kafre, esta frenética serie de Enrique Sanchez Abulí y Das Pastoras que salía en El Jueves en los ´90, en historietas de dos páginas con periodicidad semanal. Este Vol.3 me gustó un poco menos que los anteriores, porque la fórmula se repite bastante. Pero me reí con tres o cuatro historietas, así que funciona. El dibujo de Das Pastoras no está al nivel del virtuosismo que exhibe el autor en sus trabajos más recientes, pero aún así es extraordinario. Este es el Das Pastoras más ido al carajo, más visceral, más salvaje, más grotesco. Un monstruo del color, que acá no experimenta con la puesta en página y aprovecha la ambientación (la sabana de África) para no matarse en los fondos y ponerle todo a los personajes, que son tremendamente expresivos. Si te gusta la mala leche en dosis escabrosas, con Kafre la vas a pasar bomba.
Hacía mucho que no leía East of West (reseñé el Vol.4 el 26/07/19) y me costó volver a entrar a este mundo creado por Jonathan Hickman y Nick Dragotta. La sensación es que pasa muy poco en cada episodio, mezclada con la incertidumbre: esto que sucede acá, en los tomos "del medio", ¿será relevante en el contexto global de la obra, tendrá un peso real a la hora de resolver los conflictos, o son Hickman y Dragotta "despilfarrando" páginas para que en vez de cinco o seis TPBs la serie dure diez? Nada, el dibujo y el color son magníficos, y me encanta que Hickman "se calle la boca" durante extensas secuencias en las que el dibujo de Dragotta lleva adelante la narración. Pero leída así, de a un TPB cada tres años, East of West no ceba a nadie. Lo que voy a hacer es tratar de conseguir los cuatro tomos que me faltan, y ahí releer toda la serie de corrido, empezando de nuevo desde el Vol.1. Me parece que es la que va.
Y ahora me voy al mágico mundo de los libritos cuadrados, otro formato medio bizarro que en Argentina está medio de moda.
Empiezo con el Vol.3 de La Caja (el 2 lo vimos el 01/05/21), el más breve hasta ahora de los libritos que recopilan los chistes que Esteban Podetti sube a las redes. Este se subtitula "Apestados!" y -como cualquier nabo puede deducir- reúne un montón de chistes vinculados a la pandemia del COVID-19, más algunos textos desopilantes del autor. De nuevo, me reí muchísimo, incluso cuando ya conocía buena parte del material. Recomiendo enfáticamente La Caja Vol.3 a cualquier fan del humor gráfico, porque acá hay cátedras, posta. Sin dibujar lindo, sin reflexiones cuasi-filosóficas, con un dibujo y un rotulado que se nota que están hechos a los pedos, Podetti te desparrama a cachetazos. Y es genial.
El 13/02/21 reseñé el primer librito que recopila los chistes de Alejandra Lunik que aparecen todos los días en la contratapa de La Nación, y hoy voy por el segundo, titulado "Hablo Sola". Visualmente, Lunik es el opuesto perfecto de Podetti: el dibujo es hermoso, prolijo, hay un cuidado milimétrico por los detalles, por el color, por la composición de la viñeta, por las tipografías... Acá hay un nivel gráfico realmente generoso, muy, muy por encima del promedio de lo que se ve normalmente en los chistes de una sola viñeta (los gag panels) de los diarios de cualquier país del mundo. El librito también es muy generoso, ofrece casi 150 páginas de chistes, como para que cualquiera que no conoce el trabajo de Alejandra se familiarice, le pesque los tics, los yeites, todas las características que constituyen su estilo. Y acá también, hubo algunos chistes con los que me reí en voz alta. Así que va a la pila de los recomendados, sin duda.
Y cierro con el tercer librito de la mejor serie que tiene hoy la historieta argentina: Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio. El 18/04/22 había leído el Vol.2, y ahora me devoré ¡Han plegado a Roque!, la nueva aventura de los geniales personajes creados por Federico Reggiani y Ángel Mosquito. El concepto de las realidades divergentes que se crean cuando alguien se desplaza en la línea temporal ya se había explorado en la ficción hace décadas, en episodios de distintas series de Star Trek, o incluso en la gloriosa trilogía de Back to the Future. Pero ahora parece que está siendo incorporado de manera más habitual a ficciones más masivas, con lo cual la idea de los multiversos y las realidades paralelas resulta más atractiva que nunca. Esta aventura explora esa vertiente de la ciencia ficción, y lo hace con el humor y el desparpajo al que nos tienen acostumbrados Reggiani y Mosquito, con esos diálogos hiper-argentos y esos giros argumentales brillantes. Acá también, hubo varios momentos en los que la historieta me robó una risa fuerte, y muchos en los que me sorprendieron con las vueltas de tuerca y las decisiones que toman los personajes (los de siempre y un par nuevos, muy bien desarrollados) en los momentos clave de la trama. Si todavía no te enganchaste con Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, metele pata, que Reggiani y Mosquito están produciendo libritos a un ritmo impresionante y, antes de que me toque leer el Vol.4, ya va a estar publicado el Vol.5.
Nada más por hoy. Nos vemos la semana que viene, el jueves 27, en la Feria del Libro de General Roca, provincia de Río Negro, o si no, nos leemos muy pronto acá en el blog.
lunes, 18 de abril de 2022
AVANZAN LAS LECTURAS
De a poquito me voy encontrando con espacios y momentos para leer comics y el humilde resultado son las reseñas que posteo a continuación.
Le entré al Vol.4 de la colección de TPBs que recopilan toda la etapa de Walt Simonson en Thor. Acá ya se empieza a imponer la sensación de que esto se estiró más de la cuenta. Primero y principal porque de los 10 episodios que ofrece el libro, Simonson solo dibuja cuatro, y el resto se los deja a Sal Buscema, que es un dibujante para mi gusto MUY inferior a Simonson. Ni el nuevo coloreado de Steve Oliff ni los entintadores que le ponía Marvel le sientan bien al dibujo de Buscema, y si bien se nota que se esfuerza por darnos las que hasta ese momento (1986) eran las mejores páginas de su carrera, la diferencia con los números que dibuja Simonson son muy, muy pronunciadas. De jugar la Champions contra el Real Madrid, la faz gráfica de Thor pasó a pelear el descenso a la B Nacional con San Lorenzo y Huracán. Y sin salir de este mismo tomo, lo cual es más doloroso.
La calidad de los guiones también decae bastante. El tomo arranca con la saga en la que Thor se convierte en sapo, muy divertida, donde se nota que Simonson la estaba pasando bomba. El último episodio que dibuja el ídolo es una especie de venta de humo, un amague de que van a pasar cosas que finalmente no pasan, y de ahí en adelante la venta de humo se va a hacer cada vez más frecuente. Los cuatro primeros episodios que dibuja Buscema son, sin duda, los guiones más flojos que escribió Simonson para esta serie. Estirados, predecibles, muy sobrecargados de personajes que no aportan nada... Sin ser desastrosos, bajan bastante el listón respecto de lo que veníamos viendo.
Y los dos últimos episodios del libro son los que empalman con la Mutant Massacre, que yo tenía bastante fresca por haber leído el sexto Essential X-Men allá por el 10 de Agosto de 2020. Esto también es medio delictivo: son 45 páginas en las que tenemos UNA sola secuencia importante, de alto impacto, que es cuando Thor impide que los Marauders maten a Angel, a quien tienen cautivo en las cloacas de New York y están torturando sin compasión. Este momento puntual está narrado de manera magistral, pero decorado con páginas y páginas de subplots poco atractivos o escenas de pelea que no aportan nada. Me falta un último tomo, donde Sal Buscema dibuja todas las historias, y donde creo que lo único realmente potente debe ser el momento en que Thor deja su clásica malla negra con los botones plateados para empezar a lucir una armadura majestuosa que, lamentablemente, va a durar muy poco. Ya veremos con qué me encuentro cuando lo lea, pero por ahora mi fe va en caída libre.
Por el contrario, cada día banco más a Roque & Gervasio, pioneros del espacio, la serie de comedia ci-fi creada por Federico Reggiani y Ángel Mosquito. El segundo librito de la colección, "El lado de afuera del cosmos", es una joya del humor, con momentos de una aventura bastante intensa, con peligros, traiciones y peripecias espesas. Hay un trabajo exquisito en la construcción del universo, y sobre todo brillan los diálogos, en los que Reggiani está afiladísimo. Pocas veces vi historietas escritas "en argentino" donde las voces de los personajes suenen tan creíbles al oído vernáculo, y a la vez tan graciosas.
La aventura tiene ritmo, sorpresas, un final notable (con una aparición de Dios, caracterizado por los autores por afuera de cualquier predicción que uno pudiera hacer), los flashbacks están bien insertados y duran lo que tiene que durar, los personajes secundarios entran y salen de escena de modo armónico... Reggiani y Mosquito integran una dupla autoral muy afianzada que acá demuestra que, a pesar de los muchos años de trabajo conjunto, se estaban guardando bajo la manga algunas de sus mejores ideas.
El dibujo es excelente, con el grado exacto de síntesis en los personajes, un gran laburo de aplicación de grises y esa capacidad que tiene Mosquito para "acomodar" en la viñeta algunos globos de diálogo bastante superpoblados de palabras. Incluso algo que habitualmente juega en contra, como es la reiteración de planos, Mosquito sabe cómo hacer para que le juegue a favor, al convertir la reiteración en un efecto cómico que se potencia con la gracia que tiene lo que sucede y lo que dicen los personajes. Obviamente estas mismas páginas se verían mejor si las viñetas estuvieran separadas por zanjas blancas y no por líneas negras, pero así están muy, muy bien.
Recomiendo a full las aventuras de Roque & Gervasio, creo que es la mejor serie "ongoing" que tiene hoy la historieta argentina. Ya salió el tercer librito (prometo reseñarlo antes de fin de año) y los autores están trabajando en un cuarto. Recorrer los confines del cosmos y cagarse de risa al mismo tiempo no es tarea fácil, pero Reggiani y Mosquito encontraron la fórmula y, por ahora, funciona 10 puntos.
Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
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sábado, 26 de junio de 2021
21 al 27 de JUNIO
Tras la decepción de la semana pasada, me puse a buscar entre mis librtos de Cybersix pendientes de lectura a ver si tenía traspapelado ese episodio en el que los villanos le roban a su bebé. No lo tengo, pero encontré uno que es secuela directa de ese, y que se publicó justo antes que el que vimos la semana pasada. Se llama “Vita per Vita”, el el Vol.25 de la colección italiana, y es infinitamente mejor que lo que me tocó padecer en la entrada anterior.
El dibujo es excelente de punta a punta. En los créditos, además de Carlos Meglia, figura Alejandro Santana quien se integra al mundo imaginado gráficamente por el prócer quilmeño de una manera sencillamente perfecta, sin fisuras. No hay una sóla viñeta en la que puedas decir “acá Meglia no hizo nada y le dejó todo el laburo a Santana”. Dentro de lo choto que es poner a un dibujante (especialmente a uno con talento) a copiar el estilo de un colega, esto es todo ganancia, y visualmente “Vita per Vita” está a un nivel muy cercano al de los mejores episodios de Cybersix.
Y el guion es muy sólido. No está estirado, no tiene injertos bizarros calzados con forceps, no saca personajes nuevos de la galera para rellenar páginas, no abusa de las secuencias oníricas… Esto es bien canónico, bien del “núcleo duro” de la saga de la criatura artificial que se le sublevó a su diabólico creador. El conflicto central es potente y perturbador: acá vemos qué límites está dispuesta a cruzar Cybersix con tal de recuperar a su hijo, en una aventura violenta y descarnada como pocas. Trillo nos presenta a la heroína como una mujer al límite, enfrentada a un Von Reichter más sorete que nunca, en una lucha en la que por momentos el fin justifica los medios y la frontera entre buenos y malos se hace difusa. También hay un rol muy importante (y mucho desarrollo) para Joseph, el hijo clónico de Von Reichter, buenos diálogos, ese clima ominoso que asociamos con las noches de Meridiana y –por si faltara algo- un final más amargo que la hinchada de Independiente. En cualquier momento voy por más Cybersix.
Vamos a Brasil, año 2015, cuando Marcello Quintanilha publica Talco de Vidrio, la novela gráfica con la que pega el salto del palo indie brazuca a las editoriales prestigiosas de España y Francia, que desde entonces le publican hasta la lista de los mandados.
Talco de Vidrio es un claro ejemplo de novela gráfica existencialista, en la que nos metemos a fondo en la vida de Rosángela, una odontóloga de cuarenta y pocos, que vive una vida tranquila, organizada, sin sobresaltos… hasta que ciertos fantasmas, ciertas inseguridades se transforman en demonios que la llevan al borde del abismo. Quintanilha cuenta una historia de gente común, sin elementos fantásticos, ni aventuras, en la que los conflictos van por dentro. Y ni siquiera los enfatiza demasiado, no es tan explícita la causa de esta “evolución” en el personaje protagónico, es algo más sutil, más sugerido que subrayado. Las pistas están, ya que cada diálogo, cada bloque de texto, pasa por ahí, por bucear en la psiquis de esta mujer, por acompañarla en su crisis y en el replanteo de sus prioridades, sus actitudes y sus vínculos. Esto hace que Talco de Vidrio no sea una novela gráfica para cualquier tipo de lector. Más de uno preferirá un relato más aventurero, y es entendible. Esto va por otro lado, claramente.
En el dibujo y en la narrativa, Quintanilha me enloqueció. Por momentos me hizo acordar a Stray Toasters y Big Numbers, las obras más experimentales de Bill Sienkiewicz, no en la estética, sino en la forma de armar las secuencias. Quintanilha le pone una onda increíble a una historia 100% urbana y real, y trastoca ese grafismo hiper-pendiente del realismo fotográfico para lograr efectos notables, tanto en las personas como en los objetos y los paisajes. Estamos frente a un tipo con un manejo devastador de una gran cantidad de técnicas, que engaña al lector incauto con su impronta “Juan Carlos Flicker” y enseguida lo lleva a otro terreno, en el que da cátedra. Esto es el mundo real, pero visto a través de un prisma que le permite al autor sorprender una y mil veces al lector y –lo más importante- imponer una estética propia por sobre el mero retrato de la realidad. Enorme trabajo de un autor de una madurez inverosímil, coronado por un final impactante e impredecible.
Para cerrar, sigo intentando liquidar el pilón de los libros de historieta argentina editados en 2020, y hoy le dedico una breve glosa a Roque & Gervasio, Pioneros del Espacio, protagonistas de la novelita gráfica titulada “Venganza Vegetal”. Esta creación de Federico Reggiani y Ángel Mosquito retoma la consigna de Los Visitantes del Agujero del Comedor: mezclar de la manera más divertida posible los tópicos de la cklásica aventura de ciencia-ficción con lo más prosaico y lo más grasa de la comedia barrial argenta. El resultado es muy, muy efectivo, y logró arrancarme más de una carcajada.
Ni hace falta subrayar la química entre los autores, que se conocen hace décadas y en todo momento ejecutan como si fueran una sola persona, no una dupla. El estilo de dibujo engancha perfecto con el tipo de historia que se quiere contar, hay muy buenas secuencias de acción, muchos chistes, un trabajo alucinante de Mosquito a la hora de poner los grises… y en todo caso lo que tengo para criticar es la omisión de las zanjas entre las viñetas, que no deberían faltar nunca. La otra decisión medio extrema en materia de puesta en página (bancar una grilla de cuatro viñetas iguales a lo largo de casi toda la novela) no me hizo ruido para nada. Espero con muchas ganas las próximas aventuras de Roque & Gervasio.
Y nada más, por hoy. Gracias por el aguante y no se olviden de descargar la Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/.
martes, 14 de febrero de 2017
DOS JOYITAS
Sigo avanzando en las lecturas del material que se publicó en Argentina durante el segundo semestre de 2016, aquel período mágico e idílico que pasó a la historia porque fue cuando vimos la luz al final del túnel y se terminaron la inflación, la recesión, los despidos, los tarifazos, la fuga de capitales, la inseguridad y el impuesto a las ganancias.
Y así llegué a Los Visitantes del Agujero del Comedor, otra excelente colaboración entre Federico Reggiani y Angel Mosquito, una de las grandes duplas que tiene hoy el comic, me animo a decir a nivel mundial. Esta historia arranca medio X-Files y termina medio Men in Black, pero de punta a punta tiene el irresistible sabor de la berretada argentina, ese aroma inconfundible del sainete de Alberto Vacarezza, del grotesco de Esperando la Carroza. Reggiani ya demostró que sabe condimentar con esas especias historias de zombies, de astronautas, road movies, lo que venga. Y esta vez se supera a sí mismo con un equlibrio impecable entre el suspenso, la acción y la comedia. Todo esto sustentado en un magnífico trabajo en la construcción de los personajes que, a pesar de su torpeza, su mala leche o su codicia, resultan uno más querible que el otro.
El dibujo de Mosquito contribuye muchísimo a ese equilibrio entre estos elementos no tan fáciles de incorporar a un mismo relato. Acá lo vemos trabajar en un estilo limpito, sintético, complementado con un manejo alucinante de los grises aplicados en el photoshop. Sin dudas, ese registro tan Mosquito (siempre a mitad de camino entre el costumbrismo y la bizarreada) resulta ideal para esta gran anti-epopeya, esta especie de “Eternauta puertas adentro” en la que la aventura viene a buscar a tipos y minas comunes del conurbano bonaerense ya no a su barrio, sino al interior mismo de su living. Recomiendo a full Los Visitantes del Agujero del Comedor y felicito a la editorial Maten al Mensajero por apostar fuerte a la dupla Reggiani-Mosquito, que hasta ahora jamás me falló.
Y salto a 2017, porque con Bakuman no me puedo aguantar y salió el Vol.16, después de una larga abstinencia. Tsugumi Ohba y Takeshi Obata (hablando de duplas grossas…) avanzan hacia el tramo final de su obra maestra a paso firme, sin tirarse a chantas y sin guardarse absolutamente nada. Esta vez, el foco está puesto en el genio, el virtuoso, el asombroso Eiji Niizuma, el rival al que todos le quieren ganar y al que todos admiran profundamente. La trama es brillante, el suspenso, la tensión, todo funciona a la perfección. Y sobre todo, el gran logro de Ohba, que es que amemos a estos personajes, con sus virtudes y defectos. Te juro que en un momento me dieron ganas de meterme en la historieta (como la minita del videoclip de A-ha) a darle un abrazo a Niizuma y decirle cuánto lo admiro.
El resto del elenco no se queda atrás aunque, claro, al ser tantos personajes, hay varios que en este tomo están pintados al óleo, con menos protagonismo que Independiente en los torneos de verano. Lo bueno de esto es que esta vez zafamos de Azuki, el personaje más choto de Bakuman, que no aparece ni una viñeta y ni siquiera la nombran. Mejor así. Mientras tanto, Ohba y Obata nos regalan un montón de escenas memorables, como cuando Niizuma le pela a Yujiro Hattori el pilón de originales de sus obras inéditas, o cuando Iwase sale de su reclusión y reacciona como nadie se imaginó que iba a reaccionar. Por si faltara algo, en las últimas… 40 páginas, se empieza a desarrollar un plot nuevo muy interesante, que si no me equivoco anuncia el inminente regreso de uno de los “villanos” más atractivos que tuvo este manga.
Como siempre digo, Bakuman es lo mejor que le pasó al shonen en su historia. Un manga de amor al manga cuyo único defecto es que termina en el Vol.20 y ya leí hasta el Vol.16. Quisiera que esto dure para siempre, decía una canción de una banda mediocre…
Y bueno, ya volveremos con más reseñas. Estoy empezando a leer un mega-broli de muchas páginas, así que capaz que me tomo más días que de costumbre para volver a postear…
Y así llegué a Los Visitantes del Agujero del Comedor, otra excelente colaboración entre Federico Reggiani y Angel Mosquito, una de las grandes duplas que tiene hoy el comic, me animo a decir a nivel mundial. Esta historia arranca medio X-Files y termina medio Men in Black, pero de punta a punta tiene el irresistible sabor de la berretada argentina, ese aroma inconfundible del sainete de Alberto Vacarezza, del grotesco de Esperando la Carroza. Reggiani ya demostró que sabe condimentar con esas especias historias de zombies, de astronautas, road movies, lo que venga. Y esta vez se supera a sí mismo con un equlibrio impecable entre el suspenso, la acción y la comedia. Todo esto sustentado en un magnífico trabajo en la construcción de los personajes que, a pesar de su torpeza, su mala leche o su codicia, resultan uno más querible que el otro.
El dibujo de Mosquito contribuye muchísimo a ese equilibrio entre estos elementos no tan fáciles de incorporar a un mismo relato. Acá lo vemos trabajar en un estilo limpito, sintético, complementado con un manejo alucinante de los grises aplicados en el photoshop. Sin dudas, ese registro tan Mosquito (siempre a mitad de camino entre el costumbrismo y la bizarreada) resulta ideal para esta gran anti-epopeya, esta especie de “Eternauta puertas adentro” en la que la aventura viene a buscar a tipos y minas comunes del conurbano bonaerense ya no a su barrio, sino al interior mismo de su living. Recomiendo a full Los Visitantes del Agujero del Comedor y felicito a la editorial Maten al Mensajero por apostar fuerte a la dupla Reggiani-Mosquito, que hasta ahora jamás me falló.
Y salto a 2017, porque con Bakuman no me puedo aguantar y salió el Vol.16, después de una larga abstinencia. Tsugumi Ohba y Takeshi Obata (hablando de duplas grossas…) avanzan hacia el tramo final de su obra maestra a paso firme, sin tirarse a chantas y sin guardarse absolutamente nada. Esta vez, el foco está puesto en el genio, el virtuoso, el asombroso Eiji Niizuma, el rival al que todos le quieren ganar y al que todos admiran profundamente. La trama es brillante, el suspenso, la tensión, todo funciona a la perfección. Y sobre todo, el gran logro de Ohba, que es que amemos a estos personajes, con sus virtudes y defectos. Te juro que en un momento me dieron ganas de meterme en la historieta (como la minita del videoclip de A-ha) a darle un abrazo a Niizuma y decirle cuánto lo admiro.
El resto del elenco no se queda atrás aunque, claro, al ser tantos personajes, hay varios que en este tomo están pintados al óleo, con menos protagonismo que Independiente en los torneos de verano. Lo bueno de esto es que esta vez zafamos de Azuki, el personaje más choto de Bakuman, que no aparece ni una viñeta y ni siquiera la nombran. Mejor así. Mientras tanto, Ohba y Obata nos regalan un montón de escenas memorables, como cuando Niizuma le pela a Yujiro Hattori el pilón de originales de sus obras inéditas, o cuando Iwase sale de su reclusión y reacciona como nadie se imaginó que iba a reaccionar. Por si faltara algo, en las últimas… 40 páginas, se empieza a desarrollar un plot nuevo muy interesante, que si no me equivoco anuncia el inminente regreso de uno de los “villanos” más atractivos que tuvo este manga.
Como siempre digo, Bakuman es lo mejor que le pasó al shonen en su historia. Un manga de amor al manga cuyo único defecto es que termina en el Vol.20 y ya leí hasta el Vol.16. Quisiera que esto dure para siempre, decía una canción de una banda mediocre…
Y bueno, ya volveremos con más reseñas. Estoy empezando a leer un mega-broli de muchas páginas, así que capaz que me tomo más días que de costumbre para volver a postear…
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Tsugumi Ohba
lunes, 16 de enero de 2017
MAS LECTURAS DE VERANO
Por fin terminé ese libro del que estuve entrando y saliendo durante varios días. Era el integral de El Granjero de Jesú, la mega-
edición de Maten al Mensajero que trae TODO, absolutamente todo el material creado por Angel Mosquito para esta serie autobiográfica que arrancó allá por 2006 y terminó (creemos que definitivamente) a principios de 2016. Este es un libro de 270 páginas, con muchísimo para leer y que recomiendo leer de a poco, en muchas sentadas breves, aprovechando el hecho de que cada historia está resuelta en una sóla página.
El Granjero de Jesú, además de haber sido una historieta emblemática en aquel augue de las autobiografías del 2006-2009, es una verdadera cátedra de cómo hacer entretenida la gastadísima consigna de “un historietista nos cuenta su vida cotidiana en forma de historietas”. En parte porque muy rara vez Mosquito nos cuenta historias que tienen que ver con su labor como historietista. En las páginas de El Granjero… lo vemos laburar más frecuentemente de albañil, de amo de casa, de padre, de carpintero, de chofer, de asador, de estudiante, y sí, también de granjero. Las refacciones de su casa (ubicada en un área cuasi-rural del Gran Buenos Aires), los trámites de todos los días, los problemas con el auto, alguna borrachera, algún viaje de vez en cuando, las batallas contra los insectos y los partidos de la Selección le dan al autor temas de sobra para que estas anécdotas cotidianas tengan siempre un espacio para la comicidad (a veces más bestial, a veces más sofisticada) y sobre todo para la complicidad entre Mosquito y sus lectores, que es lo que hace que la serie funcione.
En la segunda etapa (la que arranca en 2013) los guiones bajan un cambio en materia de guarangadas, sordidez y virulencia, mientras vemos un nivel de dibujo mucho más logrado, ya sin las tramas mecánicas (que Mosquito siempre manejó con jerarquía), pero con una plasticidad, una expresividad y una capacidad de síntesis muy superior a la de la primera etapa. Por supuesto también ayuda el hecho de que haya menos cuadros por página y el reemplazo del rotulado manual por las tipografías. Las “aventuras” de la segunda etapa compensan el menor despliegue territorial (rara vez lo vemos a Mosquito salir de su casa y casi nunca de su barrio) con una apuesta muy notable en materia de imaginación: por esa casa empiezan a desfilar (como si fuera la pampa desierta de Inodoro Pereyra) animales que hablan, noteros de canales de TV y personajes de Karate Kid, Brigada A y Star Wars. O sea que hay un margen para el delirio, aunque el humor siga siendo básicamente prosaico, frontal, muchas veces hasta cruel. Si te interesa el fenómeno de la historieta autobiográfica, sin dudas tenés que visitar al Granjero de Jesú.
Y también me clavé el tomo de la colección MAD´s Original Idiots dedicado al maestro Jack Davis (fallecido en 2016), que reúne todo el material realizado por el prócer para los primeros 23 números de MAD, cuando la clásica revista salía en formato comic-book a todo color. Ya había leído varias de estas historietas (todas escritas por otro monstruo sagrado, Harvey Kurtzman), pero me encontré también con varias que no conocía y que me parecieron brillantes. Tienen un problema y es que son de los años ´50, cuando en los comics se metía una cantidad de texto por viñeta que hoy nos resulta inexpugnable. Y encima Davis sobrecargaba el dibujo con detalles y efectos de iluminación a lo bestia, con lo cual el libro te tira una sobredosis de información que puede resultar difícil de asimilar.
Pero vale mucho la pena. Las ideas de Kurtzman son loquísimas y van mucho más allá de la sátira a los típicos relatos de terror, de cowboys o de chicas enamoradizas. Hay críticas muy ácidas a la sociedad de consumo yanki, a Hollywood, al (por entonces incipiente) fenómeno de la televisión y a la propia historieta. Y mientras Kurtzman te invita a reflexionar, Davis te invita a maravillarte con ese dibujo hiper-plástico, en el que las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los personajes compiten con los textos a ver quién te hace cagar más de risa. Davis parece un Will Eisner drogado con éxtasis, más intenso y más feliz. Y sufre el mismo problema que todos los clásicos de la E.C.: un color que hoy se ve chato, mediocre, y guiones que muy rara vez dejan margen para que el dibujante “se ponga los largos” y narre desde la imagen. Incluso contra esos obstáculos, la genialidad del trazo de Davis explota, sorprende y emociona por su potencia expresiva, su comicidad y su capacidad de adaptarse a los distintos géneros a los que visita en estas historias de no más de siete páginas, que tienen MUY bien ganado el status de clásicos. En cualquier momento le entro a los otros dos tomos de esta colección, un hermoso invento de DC de fines de 2015.
Ni bien tenga más libros leídos, nos reencontramos por acá. Ah, y gracias a todos los que –además de seguirme por acá- se suscriben al canal de YouTube de Comiqueando para ver los videos.
edición de Maten al Mensajero que trae TODO, absolutamente todo el material creado por Angel Mosquito para esta serie autobiográfica que arrancó allá por 2006 y terminó (creemos que definitivamente) a principios de 2016. Este es un libro de 270 páginas, con muchísimo para leer y que recomiendo leer de a poco, en muchas sentadas breves, aprovechando el hecho de que cada historia está resuelta en una sóla página.
El Granjero de Jesú, además de haber sido una historieta emblemática en aquel augue de las autobiografías del 2006-2009, es una verdadera cátedra de cómo hacer entretenida la gastadísima consigna de “un historietista nos cuenta su vida cotidiana en forma de historietas”. En parte porque muy rara vez Mosquito nos cuenta historias que tienen que ver con su labor como historietista. En las páginas de El Granjero… lo vemos laburar más frecuentemente de albañil, de amo de casa, de padre, de carpintero, de chofer, de asador, de estudiante, y sí, también de granjero. Las refacciones de su casa (ubicada en un área cuasi-rural del Gran Buenos Aires), los trámites de todos los días, los problemas con el auto, alguna borrachera, algún viaje de vez en cuando, las batallas contra los insectos y los partidos de la Selección le dan al autor temas de sobra para que estas anécdotas cotidianas tengan siempre un espacio para la comicidad (a veces más bestial, a veces más sofisticada) y sobre todo para la complicidad entre Mosquito y sus lectores, que es lo que hace que la serie funcione.
En la segunda etapa (la que arranca en 2013) los guiones bajan un cambio en materia de guarangadas, sordidez y virulencia, mientras vemos un nivel de dibujo mucho más logrado, ya sin las tramas mecánicas (que Mosquito siempre manejó con jerarquía), pero con una plasticidad, una expresividad y una capacidad de síntesis muy superior a la de la primera etapa. Por supuesto también ayuda el hecho de que haya menos cuadros por página y el reemplazo del rotulado manual por las tipografías. Las “aventuras” de la segunda etapa compensan el menor despliegue territorial (rara vez lo vemos a Mosquito salir de su casa y casi nunca de su barrio) con una apuesta muy notable en materia de imaginación: por esa casa empiezan a desfilar (como si fuera la pampa desierta de Inodoro Pereyra) animales que hablan, noteros de canales de TV y personajes de Karate Kid, Brigada A y Star Wars. O sea que hay un margen para el delirio, aunque el humor siga siendo básicamente prosaico, frontal, muchas veces hasta cruel. Si te interesa el fenómeno de la historieta autobiográfica, sin dudas tenés que visitar al Granjero de Jesú.
Y también me clavé el tomo de la colección MAD´s Original Idiots dedicado al maestro Jack Davis (fallecido en 2016), que reúne todo el material realizado por el prócer para los primeros 23 números de MAD, cuando la clásica revista salía en formato comic-book a todo color. Ya había leído varias de estas historietas (todas escritas por otro monstruo sagrado, Harvey Kurtzman), pero me encontré también con varias que no conocía y que me parecieron brillantes. Tienen un problema y es que son de los años ´50, cuando en los comics se metía una cantidad de texto por viñeta que hoy nos resulta inexpugnable. Y encima Davis sobrecargaba el dibujo con detalles y efectos de iluminación a lo bestia, con lo cual el libro te tira una sobredosis de información que puede resultar difícil de asimilar.
Pero vale mucho la pena. Las ideas de Kurtzman son loquísimas y van mucho más allá de la sátira a los típicos relatos de terror, de cowboys o de chicas enamoradizas. Hay críticas muy ácidas a la sociedad de consumo yanki, a Hollywood, al (por entonces incipiente) fenómeno de la televisión y a la propia historieta. Y mientras Kurtzman te invita a reflexionar, Davis te invita a maravillarte con ese dibujo hiper-plástico, en el que las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los personajes compiten con los textos a ver quién te hace cagar más de risa. Davis parece un Will Eisner drogado con éxtasis, más intenso y más feliz. Y sufre el mismo problema que todos los clásicos de la E.C.: un color que hoy se ve chato, mediocre, y guiones que muy rara vez dejan margen para que el dibujante “se ponga los largos” y narre desde la imagen. Incluso contra esos obstáculos, la genialidad del trazo de Davis explota, sorprende y emociona por su potencia expresiva, su comicidad y su capacidad de adaptarse a los distintos géneros a los que visita en estas historias de no más de siete páginas, que tienen MUY bien ganado el status de clásicos. En cualquier momento le entro a los otros dos tomos de esta colección, un hermoso invento de DC de fines de 2015.
Ni bien tenga más libros leídos, nos reencontramos por acá. Ah, y gracias a todos los que –además de seguirme por acá- se suscriben al canal de YouTube de Comiqueando para ver los videos.
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martes, 21 de abril de 2015
21/ 04: TRISTEZA
Acá me avisan los amigos Federico Reggiani y Angel Mosquito que la vida tal como la conocemos se termina este año, que este año un virus letal transmitido a través de la sangre de las vacas va a convertir a la mayoría de nosotros en zombies tristes y al resto en sobrevivientes. ¿Será posible? Estamos en Argentina, no se puede descartar nada, por descabellado que parezca.
Lo mejor que tiene Tristeza, a la que me apresuro a definir como un clásico instantáneo de la historieta argentina, es que elige mostrarnos poco, casi nada, de este apocalipsis zombie nacional y popular. Hay flashbacks a 2015, es cierto, pero no muchos y están todos concentrados en la primera mitad de la obra. El foco está puesto en 2020, en este mundo que ya se acostumbró a no tener casi nada de lo que tenemos hoy. Y estoy exagerando groseramente cuando digo “en el mundo”. En rigor de verdad, Reggiani pone el foco en un grupito de nueve o diez sobrevivientes, agrupados en torno a una granja en Villa Astolfi, en lo que alguna vez fuera el conurbano bonaerense.
Las dos partes en que se divide Tristeza están bien marcadas. En la primera, Reggiani arma una estructura de episodios unitarios que se empieza a relajar con el paso de las páginas para dar lugar a un hilo argumental (el de los pibes que bailan) en torno al cual se va a articular (con perdón de la palabra) una saga más compleja, con una curva dramática en la que no hay cabida para un cierre cada ocho páginas. Esta primera parte habla de la esperanza, del seguir intentando, de que cuando todo parece perdido, también se puede. Ernesto, Susana y su clan no se rinden, no se corrompen, no se resignan. Si tienen que volver a empezar, y bueno, así será. Pero se aferran a la vida y sobre todo a los vínculos solidarios, que es lo que los hizo sobrevivir.
La segunda parte, en cambio, es una novela gráfica pura y dura, con mínimos intentos por parte del guionista de darle un final a cada entrega de ocho páginas. Este es el Lado B, el de la desazón, el del pesimismo. Reggiani nos dice claramente que, mientras haya una congregación de seres humanos, los vicios de nuestra sociedad se van a reproducir: los abusos de poder, los conflictos generados por las creencias religiosas, las desviaciones sexuales, la rosca política, la imposición de la voluntad de unos pocos por sobre las mayorías y –como lógica consecuencia, como única respuesta- la violencia. Finalmente, el guionista contrapondrá la integridad de algunos con la ambición de otros, pero de un modo no dogmático, sin explicar quiénes son “malos” y quiénes “buenos”. Todo lo que sucede, cada decisión que toman los protagonistas en esta segunda parte, se puede analizar y debatir en profundidad antes de decretar quién tiene razón y quién no. Me da la sensación de que el propio Reggiani cree que todos tienen su cuota de razón.
Releo lo que acabo de escribir y transmite la impresión de que Tristeza es una obra crepuscular, bajonera, solemne, depresiva. Las pelotas: es una obra repleta de situaciones y diálogos sumamente distendidos, con chistes, con guarangadas, con boludeces de la vida cotidiana, con momentos francamente humorísticos muy bien logrados por Reggiani y Mosquito. Ese costado más risueño le da a Tristeza una identidad muy propia, muy distinta al resto de las historietas de post-holocausto y además muy argenta. Por supuesto hay momentos tremendos, de una crueldad atroz, pero esas irrupciones del humor hacen todo más soportable, más real y más atractivo.
El dibujo de Mosquito está tan sólido como en sus últimos trabajos, siempre con esa facilidad para el grotesco suburbano y esa habilidad para que nunca nos aburramos, incluso cuando se suceden unas tras otras páginas en las que sólo vemos gente hablando. El cambio más notable respecto de La Calambre o Vitamina Potencia es que acá Mosquito dibuja sabiendo que sus dibujos se van a colorear, con lo cual baja un montón de cambios a la hora de meter texturas y efectos de iluminación en el momento del entintado. El resultado se parece más a El Granjero de Jesú, o a las tiras cómicas que hace Mosquito para Tiempo Argentino, con un trazo más limpito, muy bien complementado con el color.
Ya desde la consigna, Tristeza es una historieta sumamente ganchera, atípica en un montón de aspectos, clásica en otras. Un verdadero deleite para cualquiera que quiera leer un post-apocalipsis original, inteligente, poblado de situaciones, personajes y diálogos muy bien pensados, y encima, muy bien dibujados. Hace mucho que no leo la Fierro, pero quiero creer que Mosquito y Reggiani siguen ahí, gestando nuevas obras para después editarlas en libros tan buenos como este (y como Vitamina Potencia), y que no deben faltar en nuestras bibliotecas.
Lo mejor que tiene Tristeza, a la que me apresuro a definir como un clásico instantáneo de la historieta argentina, es que elige mostrarnos poco, casi nada, de este apocalipsis zombie nacional y popular. Hay flashbacks a 2015, es cierto, pero no muchos y están todos concentrados en la primera mitad de la obra. El foco está puesto en 2020, en este mundo que ya se acostumbró a no tener casi nada de lo que tenemos hoy. Y estoy exagerando groseramente cuando digo “en el mundo”. En rigor de verdad, Reggiani pone el foco en un grupito de nueve o diez sobrevivientes, agrupados en torno a una granja en Villa Astolfi, en lo que alguna vez fuera el conurbano bonaerense.
Las dos partes en que se divide Tristeza están bien marcadas. En la primera, Reggiani arma una estructura de episodios unitarios que se empieza a relajar con el paso de las páginas para dar lugar a un hilo argumental (el de los pibes que bailan) en torno al cual se va a articular (con perdón de la palabra) una saga más compleja, con una curva dramática en la que no hay cabida para un cierre cada ocho páginas. Esta primera parte habla de la esperanza, del seguir intentando, de que cuando todo parece perdido, también se puede. Ernesto, Susana y su clan no se rinden, no se corrompen, no se resignan. Si tienen que volver a empezar, y bueno, así será. Pero se aferran a la vida y sobre todo a los vínculos solidarios, que es lo que los hizo sobrevivir.
La segunda parte, en cambio, es una novela gráfica pura y dura, con mínimos intentos por parte del guionista de darle un final a cada entrega de ocho páginas. Este es el Lado B, el de la desazón, el del pesimismo. Reggiani nos dice claramente que, mientras haya una congregación de seres humanos, los vicios de nuestra sociedad se van a reproducir: los abusos de poder, los conflictos generados por las creencias religiosas, las desviaciones sexuales, la rosca política, la imposición de la voluntad de unos pocos por sobre las mayorías y –como lógica consecuencia, como única respuesta- la violencia. Finalmente, el guionista contrapondrá la integridad de algunos con la ambición de otros, pero de un modo no dogmático, sin explicar quiénes son “malos” y quiénes “buenos”. Todo lo que sucede, cada decisión que toman los protagonistas en esta segunda parte, se puede analizar y debatir en profundidad antes de decretar quién tiene razón y quién no. Me da la sensación de que el propio Reggiani cree que todos tienen su cuota de razón.
Releo lo que acabo de escribir y transmite la impresión de que Tristeza es una obra crepuscular, bajonera, solemne, depresiva. Las pelotas: es una obra repleta de situaciones y diálogos sumamente distendidos, con chistes, con guarangadas, con boludeces de la vida cotidiana, con momentos francamente humorísticos muy bien logrados por Reggiani y Mosquito. Ese costado más risueño le da a Tristeza una identidad muy propia, muy distinta al resto de las historietas de post-holocausto y además muy argenta. Por supuesto hay momentos tremendos, de una crueldad atroz, pero esas irrupciones del humor hacen todo más soportable, más real y más atractivo.
El dibujo de Mosquito está tan sólido como en sus últimos trabajos, siempre con esa facilidad para el grotesco suburbano y esa habilidad para que nunca nos aburramos, incluso cuando se suceden unas tras otras páginas en las que sólo vemos gente hablando. El cambio más notable respecto de La Calambre o Vitamina Potencia es que acá Mosquito dibuja sabiendo que sus dibujos se van a colorear, con lo cual baja un montón de cambios a la hora de meter texturas y efectos de iluminación en el momento del entintado. El resultado se parece más a El Granjero de Jesú, o a las tiras cómicas que hace Mosquito para Tiempo Argentino, con un trazo más limpito, muy bien complementado con el color.
Ya desde la consigna, Tristeza es una historieta sumamente ganchera, atípica en un montón de aspectos, clásica en otras. Un verdadero deleite para cualquiera que quiera leer un post-apocalipsis original, inteligente, poblado de situaciones, personajes y diálogos muy bien pensados, y encima, muy bien dibujados. Hace mucho que no leo la Fierro, pero quiero creer que Mosquito y Reggiani siguen ahí, gestando nuevas obras para después editarlas en libros tan buenos como este (y como Vitamina Potencia), y que no deben faltar en nuestras bibliotecas.
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lunes, 22 de septiembre de 2014
22/09: LA CALAMBRE
Bueno, se terminó Comicópolis y es hora de retomar el ritmo diario acá en el blog, casualmente con una obra de uno de los invitados protagónicos que tuvo el festival. La Calambre es una obra rara de Angel Mosquito, porque no es una recopilación de los muchos trabajos que el autor realiza para innumerables medios argentinos, sino que es una novela gráfica original, sin serialización previa, hecha para una editorial de España e inédita en nuestro país. Por suerte a algún genio de Ediciones La Cúpula se le ocurrió la idea de hacer dos tiradas de este libro: una con los diálogos “traducidos” al español y otra más acotada con los diálogos 100% argentos, que es la que (con mínimo esfuerzo y a un precio apenas zarpado) se puede conseguir en las comiquerías de Buenos Aires.
Y la verdad es que el pobre español que tuvo que eliminar los argentinismos de La Calambre para reemplazarlos por “galleguismos” comprensibles para el lector peninsular se debe haber querido perforar la chota con una ametralladora, a quemarropa y hasta vaciar cinco o seis cargadores. Estamos hablando de un comic con vampiros, secuestros, romances, persecuciones, traiciones, tiros y maldiciones, pero además de un comic 100% argento, que respira conurbano bonaerense por todos sus poros. Esta vez Mosquito elige como escenario a un San Miguel post-crisis del 2002, un suburbio enchastrado de miseria y corrupción. El elemento sobrenatural (otra rareza en la obra de este autor) está perfectamente incorporado a un planteo bastante realista y funciona de modo muy lógico. En ningún momento chocan estas dos cosas tan distintas, sino que, por el contrario, Mosquito te convence enseguida de que es lógico, natural y hasta obvio que el conurbano bonaerense esté poblado de vampiros de la B Metropolitana que cuentan las monedas para comerse unas morcillas bien sanguinolientas.
A esto sumémosle un ritmo de thriller bien logrado, con un muy fino equilibrio entre acción e introspección, y un muy buen trabajo a la hora de definir a los protagonistas, Larry y Mogul. El resultado es una historia muy atrapante, con algunos momentos de gran intensidad, algunos de notable espectacularidad; pero sobre todo con una tensión que va más allá de la peripecia y tiene que ver con la sordidez y la marginalidad de una geografía y una sociedad abandonadas a su suerte en medio de una epidemia peor que la de los vampiros y los zombies: la epidemia de pobreza, desesperanza y extremo debilitamiento de los lazos solidarios que hacen posible la vida en comunidad. Además del horror que produce ver a Larry y Mogul matar gente para chuparle la sangre, está el horror de esas vidas a la deriva, prendidas con alfileres, siempre al filo de la indigencia material y moral.
El dibujo de Mosquito no se diferencia mucho del de sus otras obras de esta década. Se destaca la expresividad de los rostros, la gran fluidez de la narrativa, el ingenio en las onomatopeyas y el excelente equilibrio entre blancos, negros y grises, estos últimos muy bien incorporados en forma digital. Me doy cuenta de que es un dibujante que no le puede gustar a todo el mundo (tampoco creo que esa sea su intención), quizás por lo extremo de su propuesta estética. Te tiene que gustar esa onda cuasi-grotesca, bastante visceral, en la que la representación realista está más en detalles que Mosquito observa y reproduce que en la superficie de las cosas que dibuja. Si comprás la estética, el universo lumpen de Mosquito te absorbe sin ningún inconveniente y te regala imágenes de enorme fuerza y genuina belleza freak.
Recomiendo mucho La Calambre a los muchos fans de Angel Mosquito y a los que quieran ver qué pasa cuando un autor se anima a subvertir la mitología vampírica, generalmente asociada con condes y aristócratas, y transplatarla a uno de los rincones más crotos del conurbano. Algo así como lo que hicieron Scott Snyder y Rafael Albuquerque con American Vampire, pero más gracioso y con el atractivo de resolver absolutamente todo en 70 páginas. A menos que Mosquito esté planeando un regreso de Larry y Mogul, en cuyo caso, voy afilando los colmillos para entrarle, de una.
Y la verdad es que el pobre español que tuvo que eliminar los argentinismos de La Calambre para reemplazarlos por “galleguismos” comprensibles para el lector peninsular se debe haber querido perforar la chota con una ametralladora, a quemarropa y hasta vaciar cinco o seis cargadores. Estamos hablando de un comic con vampiros, secuestros, romances, persecuciones, traiciones, tiros y maldiciones, pero además de un comic 100% argento, que respira conurbano bonaerense por todos sus poros. Esta vez Mosquito elige como escenario a un San Miguel post-crisis del 2002, un suburbio enchastrado de miseria y corrupción. El elemento sobrenatural (otra rareza en la obra de este autor) está perfectamente incorporado a un planteo bastante realista y funciona de modo muy lógico. En ningún momento chocan estas dos cosas tan distintas, sino que, por el contrario, Mosquito te convence enseguida de que es lógico, natural y hasta obvio que el conurbano bonaerense esté poblado de vampiros de la B Metropolitana que cuentan las monedas para comerse unas morcillas bien sanguinolientas.
A esto sumémosle un ritmo de thriller bien logrado, con un muy fino equilibrio entre acción e introspección, y un muy buen trabajo a la hora de definir a los protagonistas, Larry y Mogul. El resultado es una historia muy atrapante, con algunos momentos de gran intensidad, algunos de notable espectacularidad; pero sobre todo con una tensión que va más allá de la peripecia y tiene que ver con la sordidez y la marginalidad de una geografía y una sociedad abandonadas a su suerte en medio de una epidemia peor que la de los vampiros y los zombies: la epidemia de pobreza, desesperanza y extremo debilitamiento de los lazos solidarios que hacen posible la vida en comunidad. Además del horror que produce ver a Larry y Mogul matar gente para chuparle la sangre, está el horror de esas vidas a la deriva, prendidas con alfileres, siempre al filo de la indigencia material y moral.
El dibujo de Mosquito no se diferencia mucho del de sus otras obras de esta década. Se destaca la expresividad de los rostros, la gran fluidez de la narrativa, el ingenio en las onomatopeyas y el excelente equilibrio entre blancos, negros y grises, estos últimos muy bien incorporados en forma digital. Me doy cuenta de que es un dibujante que no le puede gustar a todo el mundo (tampoco creo que esa sea su intención), quizás por lo extremo de su propuesta estética. Te tiene que gustar esa onda cuasi-grotesca, bastante visceral, en la que la representación realista está más en detalles que Mosquito observa y reproduce que en la superficie de las cosas que dibuja. Si comprás la estética, el universo lumpen de Mosquito te absorbe sin ningún inconveniente y te regala imágenes de enorme fuerza y genuina belleza freak.
Recomiendo mucho La Calambre a los muchos fans de Angel Mosquito y a los que quieran ver qué pasa cuando un autor se anima a subvertir la mitología vampírica, generalmente asociada con condes y aristócratas, y transplatarla a uno de los rincones más crotos del conurbano. Algo así como lo que hicieron Scott Snyder y Rafael Albuquerque con American Vampire, pero más gracioso y con el atractivo de resolver absolutamente todo en 70 páginas. A menos que Mosquito esté planeando un regreso de Larry y Mogul, en cuyo caso, voy afilando los colmillos para entrarle, de una.
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martes, 12 de marzo de 2013
12/ 03: VITAMINA POTENCIA
Allá por el año ´97, las voleteretas de la vida hicieron que me pasara varias tardes en el microestadio de Ferro, más precisamente en el backstage (en los camarines, o vestuarios, no sé muy bien qué eran) de un show de Titanes en el Ring. Habían pasado 20 años de la etapa más gloriosa de los Titanes y hacía... casi 10 años que no estaban en la tele. Pero en el ´97 se vino un revival producido por Jorge Rial, con la dirección de Paulina Karadagián, la hija del mítico líder de los Titanes. En esas tardes, en ese backstage, y por primera vez en mi vida, les vi las caras a los luchadores que peleaban enmascarados, me enteré cuáles eran sus verdaderos nombres, a qué se dedicaban cuando no entrenaban o brindaban su show, quiénes eran amigos de quiénes en la vida real, quiénes se habían alejado de la troupe por kilombos de guita, minas o vanidades, quiénes habían muerto o abandonado el catch... en una palabra, dejé de verlos como íconos y los empecé a ver como seres humanos.
Y juro solemnemente que Federico Reggiani NO estaba ahí, y que jamás comenté con él (a quien en el ´97 conocía sólo por carta, creo) esta experiencia. ¿Cómo hizo el guionista platense para entender a la perfección qué pasaba con los luchadores cuando se bajaban del ring, cuando se hacía más espaciado el aplauso, cuando las luces de la fama los dejaban de encandilar? No tengo idea. Vitamina Potencia trata exactamente de eso. Astutamente, Reggiani cambia el sedentarismo de un backstage por la emoción (tranqui, lo-fi, pero emoción al fin) de la ruta, para hablar de lo mismo: de la vida de los luchadores de catch en los tiempos en los que a nadie parece interesarle los épicos combates entre los colosos del cuadrilátero. Las aventuras de Milton Kovadonga y el Lagartija Gómez, ambientadas en un 1994 en el que el furor de Vitamina Potencia es apenas un tenue recuerdo, son tan humanas, tan divertidas y tan impredecibles como las mejores anécdotas que narraban los veteranos Titanes en aquel vestuario de Ferro.
Reggiani acierta también al acotar el elenco: esta misma historia, con seis o siete protagonistas en vez de dos, se empantanaba rápido. Al trabajar sobre dos protagonistas, puede darle a cada uno de ellos una carnadura mucho más power, más creíble, y además darle más aire a las peripecias, acumular más secuencias en las que “no pasa nada”, a las que el titán de Tolosa les saca un jugo inmenso. Por momentos, el tema del catch pasa a un segundo plano y Reggiani se dedica a contar breves historias de la vida cotidiana en los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires, en las que Kovadonga y Gómez apenas cumplen roles secundarios. Son historias chiquitas, pero que, a fuerza de excelentes diálogos y situaciones originales, no pierden en lo más mínimo el interés. Y por si faltara algo, mecha secuencias del pasado, flashbacks a la época en la que Vitamina Potencia era un éxito arrollador, con millones de fans en toda Latinoamérica. Con humor, sensibilidad y un afiladísimo sentido de la observación, Reggiani logra que, a lo largo de casi 100 páginas, estos dos cincuentones baqueteados vuelvan a brillar como auténticos campeones en historias que te hacen la Doble Nelson y no te sueltan hasta que no llega el final.
Como en tantos otros combates, a Reggiani lo acompañan los dibujos de Angel Mosquito, uno de los pocos tipos que eran tan buenos cuando empezaron en el under, que cuanto menos evolucionan más me gustan. La estética de Mosquito es inmediatamente reconocible e increíblemente idónea para retratar la berretada, el medio pelo, el “lo atamo´con alambre”. A su impecable manejo del blanco y negro, suma (a partir del segundo tercio de la obra) un trabajo notable con las tramas mecánicas, que le suman profundidad al dibujo y le permiten aflojar un poquito con las rayitas finitas del plumín, que en el primer episodio casi se morfan a las figuras. Mosquito le da muchísima bola a los fondos, no deja afuera ningún detalle de esos que contribuyen a situarnos ya sea en los ´70 o en los ´90, y acá dibuja con mucha solvencia algo que no abunda en sus otros trabajos: los cuerpos en movimiento, los combates físicos. Y como siempre, se luce en las expresiones faciales que son, definitivamente, su punto más fuerte.
La lectura de Vitamina Potencia en libro es una experiencia alucinante, lo disfruté mucho más que cuando la seguía capítulo a capítulo en la Fierro. Se nota más la riqueza de los protagonistas, el desarrollo de los secundarios, la variedad de recursos que despliegan Reggiani y Mosquito para sorprendernos... La verdad, un librazo. Y lo más lindo está al final, en la última viñeta de la última historieta, donde dice “Fin del Libro 1”, lo cual deja la puerta abierta para que Kovadonga, el Lagartija, Lucía y el resto regresen con nuevas aventuras, para beneplácito de la hinchada. Si nunca vuelve Vitamina Potencia, o si este libro no vende fortunas, estaremos ante una injusticia más terrible que cuando William Boo hacía tonga para que ganaran los malos.
Y juro solemnemente que Federico Reggiani NO estaba ahí, y que jamás comenté con él (a quien en el ´97 conocía sólo por carta, creo) esta experiencia. ¿Cómo hizo el guionista platense para entender a la perfección qué pasaba con los luchadores cuando se bajaban del ring, cuando se hacía más espaciado el aplauso, cuando las luces de la fama los dejaban de encandilar? No tengo idea. Vitamina Potencia trata exactamente de eso. Astutamente, Reggiani cambia el sedentarismo de un backstage por la emoción (tranqui, lo-fi, pero emoción al fin) de la ruta, para hablar de lo mismo: de la vida de los luchadores de catch en los tiempos en los que a nadie parece interesarle los épicos combates entre los colosos del cuadrilátero. Las aventuras de Milton Kovadonga y el Lagartija Gómez, ambientadas en un 1994 en el que el furor de Vitamina Potencia es apenas un tenue recuerdo, son tan humanas, tan divertidas y tan impredecibles como las mejores anécdotas que narraban los veteranos Titanes en aquel vestuario de Ferro.
Reggiani acierta también al acotar el elenco: esta misma historia, con seis o siete protagonistas en vez de dos, se empantanaba rápido. Al trabajar sobre dos protagonistas, puede darle a cada uno de ellos una carnadura mucho más power, más creíble, y además darle más aire a las peripecias, acumular más secuencias en las que “no pasa nada”, a las que el titán de Tolosa les saca un jugo inmenso. Por momentos, el tema del catch pasa a un segundo plano y Reggiani se dedica a contar breves historias de la vida cotidiana en los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires, en las que Kovadonga y Gómez apenas cumplen roles secundarios. Son historias chiquitas, pero que, a fuerza de excelentes diálogos y situaciones originales, no pierden en lo más mínimo el interés. Y por si faltara algo, mecha secuencias del pasado, flashbacks a la época en la que Vitamina Potencia era un éxito arrollador, con millones de fans en toda Latinoamérica. Con humor, sensibilidad y un afiladísimo sentido de la observación, Reggiani logra que, a lo largo de casi 100 páginas, estos dos cincuentones baqueteados vuelvan a brillar como auténticos campeones en historias que te hacen la Doble Nelson y no te sueltan hasta que no llega el final.
Como en tantos otros combates, a Reggiani lo acompañan los dibujos de Angel Mosquito, uno de los pocos tipos que eran tan buenos cuando empezaron en el under, que cuanto menos evolucionan más me gustan. La estética de Mosquito es inmediatamente reconocible e increíblemente idónea para retratar la berretada, el medio pelo, el “lo atamo´con alambre”. A su impecable manejo del blanco y negro, suma (a partir del segundo tercio de la obra) un trabajo notable con las tramas mecánicas, que le suman profundidad al dibujo y le permiten aflojar un poquito con las rayitas finitas del plumín, que en el primer episodio casi se morfan a las figuras. Mosquito le da muchísima bola a los fondos, no deja afuera ningún detalle de esos que contribuyen a situarnos ya sea en los ´70 o en los ´90, y acá dibuja con mucha solvencia algo que no abunda en sus otros trabajos: los cuerpos en movimiento, los combates físicos. Y como siempre, se luce en las expresiones faciales que son, definitivamente, su punto más fuerte.
La lectura de Vitamina Potencia en libro es una experiencia alucinante, lo disfruté mucho más que cuando la seguía capítulo a capítulo en la Fierro. Se nota más la riqueza de los protagonistas, el desarrollo de los secundarios, la variedad de recursos que despliegan Reggiani y Mosquito para sorprendernos... La verdad, un librazo. Y lo más lindo está al final, en la última viñeta de la última historieta, donde dice “Fin del Libro 1”, lo cual deja la puerta abierta para que Kovadonga, el Lagartija, Lucía y el resto regresen con nuevas aventuras, para beneplácito de la hinchada. Si nunca vuelve Vitamina Potencia, o si este libro no vende fortunas, estaremos ante una injusticia más terrible que cuando William Boo hacía tonga para que ganaran los malos.
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miércoles, 16 de junio de 2010
16/ 06: MORON SUBURBIO
Estamos en 1997, el año en que la UCR y el Frepaso inventaron la Alianza, el año del Fantabaires con Adam West, el año en que los fanzines se consolidaban como una de las poquísimas alternativas para leer historietas de autores argentinos sin necesidad de saber inglés, italiano o francés.
En ese contexto, un autor al que algunos conocíamos de su paso por el interesantísimo fanzine Extraño Cameyo, pegaba el salto y editaba el n°1 de Morón Suburbio, una revistita con varias historias que compartían personajes, ambientación y onda, mucha onda. El autor tenía apenas 19 años y era Angel Mosquito (Mariano Pogoriles en el DNI). Había sido alumno de Oswal y pasado sin pena ni gloria por distintos ámbitos académicos, donde rebotó entre Bellas Artes, Animación y Diseño Gráfico sin terminar nunca ninguna carrera. Lo suyo, claramente, era la historieta, aunque en su mochila de influencias no faltaran Tarantino y García Márquez, entre otros.
Pero en el caso de Mosquito, hablar de influencias es injusto, porque perderíamos de vista su principal virtud que es, justamente, la originalidad. Morón Suburbio, ante todo, no se parece a nada. Para empezar, lo más importante de esta serie no es el dibujo, ni el guión. Ni siquiera los personajes, esa ecléctica combinación de losers, malandrines y canas corruptos de distintas extracciones raciales, geográficas y ocupacionales. Acá lo más importante es el mundo en el que transcurren todas estas historias: el desierto, el territorio de Morón, el barrio yugoslavo, el banco de Soros, el palacio del Niño G., las canchitas de fútbol, los negocios, el Mc Kaka y esos postes con cables que recorren la nada de punta a punta, únicos testigos de persecuciones, traiciones y tráfico de todo tipo de mercaderías ilegales.
Y en ese mundo cuasi-surreal (donde atrás de cada disparo de 38 parece escucharse un ladrillazo de los que Ignatz le tiraba a Krazy Kat) los balazos van y vienen y los muchachos se entretienen, se hieren, se matan, se afanan.. pero eso sí: si el semáforo está en rojo, lo respetan. Entre sus muchos hallazgos, el episodio más redondito (por lo menos para mi gusto) es el “Especial de Navidad”, esas 15 páginas pergeñadas por Mosquito a fines de 1998, con menos cuadros por página que los habituales (porque estaba pensado para un formato más pequeño) y el consiguiente lucimiento de un dibujo perfectamente definido, vigoroso, impactante y todavía virgen de las tramas mecánicas, que se sumarían a partir de la edición siguiente.
Este recopilatorio de 2005 (que todavía se consigue no sin cierta dificultad) reúne las cuatro primeras entregas de aquella mítica historieta de los ´90 y deja afuera una sóla, el número 4, que está agotado hace años y necesita urgente una reedición. Pero tiene que haber más. Esto no puede terminar acá. Hacen falta más kilómetros de caminos de tierra, más autos destartalados con baúles llenos de cadáveres, más fans de ABBA y los Bee Gees, más cartelitos con flechitas que nos dicen quién es quién, dónde estamos, qué tienen en la mano (y en la mente) cada uno de estos gangsters de la B Metropolitana, cuyo regreso esperamos ansiosos, con los fierros y el vodka listos.
Un tema que en los ´90 sonó hasta la náusea decía “Pueden robarte el corazón, cagarte a tiros en Morón, pueden volarte la cabeza...“ . Y así fue: una historieta ambientada en Morón, con muchos robos, muchos tiros y mucho corazón apareció en 1997 y nos voló la cabeza a unos cuantos. Desde entonces, cada vez que vemos pasar un bondi cuyo número no nos suena para nada, fantaseamos con tomarlo, con viajar sentados una hora y pico y bajarnos en el medio de un Oeste suburbano tan improbable como cercano. Y todo es culpa de esta historieta, la que puso a Mosquito entre los artistas más grossos de su generación (credencial más que validada con La Mueca de Dios, El Otro, El Granjero de Jesú, o su más reciente Vitamina Potencia), la que jerarquizó como ninguna otra al under de fines de los ‘90, la que, desde un humilde fanzine de Morón, impuso su condición de clásico contemporáneo. Pulenta argenta, de la buena.
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