Justo tengo para reseñar dos libros de historias cortas, a las que muchas veces les juega en contra la brevedad de las mismas.
Arranco con Franko: Cuentos en glorioso blanco y negro, una antología de historias muy cortitas que nos trae de vuelta al personaje y al universo que descubrimos allá por el 09/10/14 de la mano de los chilenos Cristóbal Jofré y Angel Bernier. El libro nace groseramente mal parido, con la idea disparatada de que se puede editar un tomo de 72 páginas con sólo 42 páginas de historieta. Sí, posta. Hay TREINTA páginas de relleno con biografías, carátulas, algún pin-up, galería de personajes… una falta de respeto absoluta hacia el que compra el libro para leer historietas.
Y eso no es lo peor. Lo peor es que la primera historieta (a cargo de Bernier y Jofré) tiene sólo seis páginas… ¡y todas las demás sólo TRES! Imaginate hasta dónde puede llegar el desarrollo argumental de una historieta de tres páginas, hasta dónde se puede profundizar en cada idea, en cada personaje… Además casi todas las historietas cuentan con dibujantes invitados, o sea que para cuando te terminás de aclimatar, cuando terminás de digerir la forma en la que cada uno de estos artistas interpreta a Franko y su mundo… la historieta se termina y hay que empezar de cero con el que viene después. Una lástima, realmente, sobre todo porque hay varios dibujantes muy buenos, de los que uno quiere leer mucho más de tres páginas.
Acá meten mano grossos del comic trasandino como Huicha, Rodrigo López, otros que no conocía como Jade González, Shukei, Óscar Cabrera o el alucinante Esteban Castillo, que me dejó con ganas de descubrir muchas más obras suyas. Y después, otros chicos y chicas que no alcanzan esa vara de calidad que (tanto en el libro anterior como en este) dejó bastante alta Cristóbal Jofré. El propio Jofré escribe un par de las historias que dibuja (en ambas narra sin textos y lo hace muy bien) y entre los guiones de Bernier hay varias historias con buen potencial… que como decía antes, en tres páginas resulta imposible desarrollar más allá del chiste o la anécdota muy menor. Ojalá aparezca (cuando junten una cantidad de páginas razonable) un nuevo libro de Franko, con relatos más extensos y dibujantes de la calidad de estos cinco o seis que me sedujeron con sus aportes a este libro, decididamente fallido en su concepción.
Y ahora sí, parece mentira, pero ya leí todos los libros de autores argentinos publicados en 2017 que tenía en el pilón de los pendientes. El último fue Ucrónicas, el recopilatorio de historias cortas de Mauro Mantella, con material que ya había leído en Bastión, en la Antología Zombie (ver reseña del 12/02/14) y obviamente en la Comiqueando, donde Mauro tuvo su espacio a lo largo de varios números en la época en que hacíamos la revista en soporte físico.
No quiero repetir conceptos acerca de las historias que leímos en la Antología Zombie, así que las paso por alto. Pero quiero destacar sobre todo las que originalmente aparecieron en Bastión: ahí hay dos más “conceptuales”, donde Mantella se juega más a proponer ideas que a plantear conflictos y resolverlos, y dos más tradicionales, donde sí hay conflictos a resolver. Las cuatro son excelentes por el nivel de la prosa, por cómo están presentadas las ideas, y por cómo los dibujantes (Omar Pacino, Juanmar y el siempre sorprendente Pietro) se acoplan a guiones donde el grado de exigencia debe haber sido superlativo.
En las historias que aparecieron en Comiqueando, la cosa está más mezclada: hay gemas del infinito y hay historias que definitivamente necesitaban un par de páginas más para lograr el impacto narrativo que potencialmente tenían. La calidad de los textos sigue sorprendiendo, pero está claro que el desarrollo de las historias a veces queda en la sorpresa, en el girito ingenioso del final y no mucho más. Cuando eso sucede, el placer pasa por disfrutar de los dibujos, porque la verdad que hay unos trabajos exquisitos de capos como Salvador Sanz, Federico Dallocchio (que publicaba por primera vez en Argentina) y el aún bastante desconocido (por lo menos en nuestro país) Mauro Lirussi. Y trabajos más que competentes de Germán Ponce y Leandro Rizzo. O sea que si venís muy manija con El Hombre Primordial, o con las obras de Mantella que se están serializando en la web, acá tenés una muy buena dosis de ideas zarpadas de este notable guionista, siempre acompañado de muy buenos dibujantes.
Y estoy tentado de arrancar a leer material argentino publicado en 2018, pero antes me voy a tomar unas semanas para entrarle a obras anteriores, que en su momento no leí. Gracias por el aguante y vuelvo a postear pronto, acá en el blog.
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lunes, 9 de julio de 2018
jueves, 9 de octubre de 2014
09/ 10: FRANKO: FABULAS DE LA ULTIMA TIERRA
Este es un comic muy raro, de autores chilenos. El dibujante es Cristóbal Jofré y el guionista es Angel Bernier, a quien ya habíamos visto en alguna que otra historia corta de uno de los tomos de Mortis.
Franko vive en un desierto, que podría ser o bien lo que quedó de la Tierra tras la extinción de la cvilización, o bien una civilización previa. O incluso otro planeta, por qué no. Se trata de un mundo en el que los animales adoptan rasgos humanos (se visten, caminan en dos patas, flexionan los pulgares, hablan y razonan), al estilo de los clásicos cartoons de Disney y Warner, o más recientemente, de Blacksad. El desierto es… atípico, con reglas muy propias y bastante impredecibles, lo cual sumado a la presencia de una chamana (la anciana Mana) le da a todo un cierto aire new age-peyotero, como si se tratara de una historieta para chicos escrita por Alejandro Jodorowsky (que no por nada nació en la región desértica del norte de Chile).
Y ahí hay otro dato importante: se supone que estas fábulas son para chicos. Pero además de esta impronta medio lisérgica (que habilita la proliferación de sucesos que no tienen demasiada explicación), hay torturas, gente que muere de hambre, esclavos, gladiadores forzados a pelear hasta morir y hasta una hueste infernal, destinada a sumir a este mundo bajo el yugo de la destrucción y el terror más absolutos. O sea que los guiones de Bernier van de una especie de lirismo chamánico, de un cierto realismo mágico (más mágico que realista), a situaciones muy extremas, bastante duras de digerir para el público infantil. A su favor hay que decir que las aventuras de Franko y Shin rara vez se resuelven por la vía de la violencia, sino por el contrario, la lucha entre Buenos y Malos está des-enfatizada, en favor de otras formas de encarar los conflictos. Algunas medio zen (en el sentido de que no “zentiende” qué carajo pasa) y otras muy lindas, con bastante vuelo y bastante originalidad.
En una de esas, leídas por segunda o tercera vez, estas fábulas sin moraleja cobran más relevancia, más contundencia. A primera vista, me resultaron raras, narradas de una forma muy ganchera, y a la vez resueltas de formas medio ambiguas, como sugiriendo que la aventura más importante no es la que vimos nosotros, sino la que vivió Franko en su fuero interno. Seguramente ahí hay más sustancia de la que yo pude percibir y disfrutar en una primera lectura.
El dibujo está muy bien. Le falta poquito para ser realmente grosso. Se notan demasiado los fondos repetidos, hay incluso una página entera repetida (que cumple una función narrativa, pero hace mucho ruido), y abundan un poco mucho las splash pages. El resto, funciona muy bien, sobre todo la expresividad en rostros y cuerpos de los personajes, cuyos hermosos diseños le deben algo a los de los Thundercats. Lo que más conspira contra el lucimiento del dibujo de Jofré es el color, decididamente mediocre. En este rubro metieron mano el propio dibujante y tres personas más, con resultados muy decepcionantes. Hay algunas viñetas muy lindas, realmente bien trabajadas desde el color y otras en las que un tsunami de berretada cromática parece arrasar con las buenas intenciones del dibujo de Jofré.
La edición es muy linda, con excelente calidad de papel e impresión, y un vicio ya muy generalizado: páginas y páginas desperdiciadas en carátulas y páginas en blanco para dividir los episodios, y una sección de pin-ups a cargo de dibujantes invitados que no aporta absolutamente nada. Por supuesto hubiese preferido omitir todo ese relleno para darle lugar a una historieta más.
Sin ser una joya imprescindible, Franko: Fábulas de la Ultima Tierra me intrigó como para querer leer otras obras de Bernier y Jofré. No creo que este libro sea fácil de conseguir fuera de Chile, pero bien podría comercializarse en cualquier otro mercado, porque la temática es absolutamente universal y está escrito en castellano neutro, ¿cachai?
Franko vive en un desierto, que podría ser o bien lo que quedó de la Tierra tras la extinción de la cvilización, o bien una civilización previa. O incluso otro planeta, por qué no. Se trata de un mundo en el que los animales adoptan rasgos humanos (se visten, caminan en dos patas, flexionan los pulgares, hablan y razonan), al estilo de los clásicos cartoons de Disney y Warner, o más recientemente, de Blacksad. El desierto es… atípico, con reglas muy propias y bastante impredecibles, lo cual sumado a la presencia de una chamana (la anciana Mana) le da a todo un cierto aire new age-peyotero, como si se tratara de una historieta para chicos escrita por Alejandro Jodorowsky (que no por nada nació en la región desértica del norte de Chile).
Y ahí hay otro dato importante: se supone que estas fábulas son para chicos. Pero además de esta impronta medio lisérgica (que habilita la proliferación de sucesos que no tienen demasiada explicación), hay torturas, gente que muere de hambre, esclavos, gladiadores forzados a pelear hasta morir y hasta una hueste infernal, destinada a sumir a este mundo bajo el yugo de la destrucción y el terror más absolutos. O sea que los guiones de Bernier van de una especie de lirismo chamánico, de un cierto realismo mágico (más mágico que realista), a situaciones muy extremas, bastante duras de digerir para el público infantil. A su favor hay que decir que las aventuras de Franko y Shin rara vez se resuelven por la vía de la violencia, sino por el contrario, la lucha entre Buenos y Malos está des-enfatizada, en favor de otras formas de encarar los conflictos. Algunas medio zen (en el sentido de que no “zentiende” qué carajo pasa) y otras muy lindas, con bastante vuelo y bastante originalidad.
En una de esas, leídas por segunda o tercera vez, estas fábulas sin moraleja cobran más relevancia, más contundencia. A primera vista, me resultaron raras, narradas de una forma muy ganchera, y a la vez resueltas de formas medio ambiguas, como sugiriendo que la aventura más importante no es la que vimos nosotros, sino la que vivió Franko en su fuero interno. Seguramente ahí hay más sustancia de la que yo pude percibir y disfrutar en una primera lectura.
El dibujo está muy bien. Le falta poquito para ser realmente grosso. Se notan demasiado los fondos repetidos, hay incluso una página entera repetida (que cumple una función narrativa, pero hace mucho ruido), y abundan un poco mucho las splash pages. El resto, funciona muy bien, sobre todo la expresividad en rostros y cuerpos de los personajes, cuyos hermosos diseños le deben algo a los de los Thundercats. Lo que más conspira contra el lucimiento del dibujo de Jofré es el color, decididamente mediocre. En este rubro metieron mano el propio dibujante y tres personas más, con resultados muy decepcionantes. Hay algunas viñetas muy lindas, realmente bien trabajadas desde el color y otras en las que un tsunami de berretada cromática parece arrasar con las buenas intenciones del dibujo de Jofré.
La edición es muy linda, con excelente calidad de papel e impresión, y un vicio ya muy generalizado: páginas y páginas desperdiciadas en carátulas y páginas en blanco para dividir los episodios, y una sección de pin-ups a cargo de dibujantes invitados que no aporta absolutamente nada. Por supuesto hubiese preferido omitir todo ese relleno para darle lugar a una historieta más.
Sin ser una joya imprescindible, Franko: Fábulas de la Ultima Tierra me intrigó como para querer leer otras obras de Bernier y Jofré. No creo que este libro sea fácil de conseguir fuera de Chile, pero bien podría comercializarse en cualquier otro mercado, porque la temática es absolutamente universal y está escrito en castellano neutro, ¿cachai?
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