el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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lunes, 5 de enero de 2015

05/ 01: DOG MENDONÇA AND PIZZABOY Vol.2

Segundo tomo de esta serie cuya primera entrega vimos el 20/01/13. Volvemos a la maravillosa Lisboa, a reencontrarnos con Dog Mendonça, Pizzaboy y sus bizarros amigos, en una nueva aventura de estos personajes co-creados por el portugués Filipe Melo y nuestro compatriota Pablo Parés para un largometraje que nunca se hizo. Una vez más, Melo desarrolla una historia para estos atípicos héroes, y un equipo de artistas argentinos asume la tarea de convertirla en un comic. Martín Tejada es el encargado de traspasar el guión de Melo al lenguaje de la historieta, Juan Cavia está cargo del dibujo y Santiago Villa a cargo del color.
Como en el Vol.1, no son pocos los momentos en el que los colores, los efectos y los climas que tira Villa sobre los dibujos de Cavia eclipsan por completo al trabajo de su compañero. Este es un comic en el que el color sale a matar, a pasarle por encima al dibujo. No digo que el trabajo de Villa sea malo; de hecho hay muchos momentos en los que es excelente. Pero le pelea demasiado el protagonismo al dibujo, que además en este tomo está bastante mejor que en el Vol.1. Sigo notando la fuerte influencia de Carlos Meglia y Humberto Ramos, y por supuesto de otros referentes más del palo de la animación. Y al mismo tiempo lo veo a Cavia más suelto, más jugado, probando cosas nuevas, sobre todo en la narrativa, que está mucho más cuidada que en el tomo anterior. Otra vez hay que destacar la labor de Tejada, porque es casi imposible imaginar esta aventura narrada en un soporte que no sea el de la historieta.
En el guión también se ven pilas renovadas por parte de Melo. De una aventura subterránea, que se resolvía prácticamente en las tinieblas, sin que nadie diera testimonio de nada, nos vamos a la otra punta: una epopeya mega-grandilocuente, a plena luz del día, con la inminente destrucción de la Humanidad como amenaza muy palpable. La vez pasada, Melo tomaba a sus villanos del cine de acción: nazis, mutantes y zombies. Esta vez va a una fuente igual de masiva pero con un perfil muy distinto: los villanos salen de la Biblia, de las profecías del Apocalipsis aún hoy presentes en la “mitología” católica.
Con estas apuestas fuertes, Melo demostró algo que yo ya sospechaba de antes: esta serie funciona porque los peronajes y la química entre ellos están perfectamente pensadas. No importa contra qué carajo peleen. Importa que esté ese equilibrio logradísimo entre la acción al palo, los chistes (boludos, groseros, bizarros) y los diálogos más afilados. Dog Mendonça and Pizzaboy es, ante todo una sátira, y como tal busca la complicidad del lector, el “dale que”, ese “relajate y gozá, que nos vamos a cagar de risa un rato”. Y eso le da total impunidad a Melo y su banda para joder con los nazis, con los curas, con demonios, mutantes, zombies, gárgolas, licántropos y hasta con la virgen de Fátima, que en Portugal es una institución religiosa muy relevante.
Como complemento, el libro (en la edición yanki, no sé en la portuguesa) ofrece las historias cortas que Melo, Cavia y demás realizaron para la antología Dark Horse Presents. Una es realmente breve y bastante pavota (la del monstruo del Lago Ness) y la otra, narrada en tres episodios cortos, es buenísima y está centrada en los inicios de Dog Mendonça. Acá también, a pesar de las pocas páginas, el guión propone varios climas muy distintos y el color de Santiago Villa responde con engamados y efectos nuevos y espectaculares.
Hay un tercer tomo en carpeta, que no sé si ya salió en Portugal, que está pensado como cierre de la saga. Y si no me equivoco hay también un videojuego basado en esta serie. Lo importante es que hasta acá, Dog Mendonça and Pizzaboy es un comic fresco, divertido, ingenioso, quizás no hiper-original, pero con una onda satírico-pochoclera sumamente disfrutable. Bien por Dark Horse, que habilitó edición bonita, barata y con mucho para leer, sin importarle demasiado que fuera un material de autores portugueses y argentinos totalmente desconocidos en EEUU.

domingo, 20 de enero de 2013

20/ 01: DOG MENDONÇA AND PIZZABOY

La historia de este comic empieza en Mar del Plata, cuando el cineasta independiente portugués Filipe Melo viene al Festival de Cine a presentar un corto y pega onda con Pablo Parés (el hermano de Diego), referente fundamental del cine indie de género en nuestro país y el mundo. Filipe y Pablo comienzan a planificar juntos un largometraje a todo culo, Dog Mendonça e PizzaBoy, pero como no aparecía quién pusiera la guita para convertir ese guión en una película, a Melo se le ocurre convertirlo en una historieta. Ahí entran en escena otros tres argentinos: Martín Tejada hace la adaptación de guión de cine a guión de comic. Santiago Villa colorea y Juan Cavia dibuja estas casi 100 páginas.
El que mejor labura, para mi gusto, es Tejada. Esto se lee como una historieta clásica, sin sobresaltos, y si no sabés que la historia fue pensada como película, en ningún momento te pinta la menor sospecha. Villa se zarpa un poco: evidentemente es un buen colorista, pero acá le disputa demasiado el protagonismo a los dibujos de Cavia. El tipo acompaña bien los climas y mete efectos a rolete, le da al dibujo una pátina cuasi-pictórica que este no tiene (ni quiere tener), se lo lleva puesto, bah. Lo cual no es lo ideal, pero en este caso tampoco es taaan grave, porque el dibujo de Cavia a mí me pareció bastante del montón. Vos ves el currículum de este artista y te caés de ojete: metió mano en miles de productos grossos, desde comerciales y videoclips hasta largometrajes importantísimos. Sin embargo, como historietista, lo veo bastante limitado. Parece una especie de Carlos Meglia o Humberto Ramos de la B, que por suerte no entró en la animalada tipo Javier Solar de clonar los trabajos de los maestros viñeta a viñeta y dibujo a dibujo. De hecho, me imaginé esta novela gráfica dibujada por Meglia o por Ramos y se me paró la... imaginación.
El guión es muy ganchero, muy dinámico y se hace entretenido. No le pidas mucha profundidad, ni explicaciones racionales de por qué pasa lo que pasa, porque no da. A Melo le interesa más armar un elenco con personajes copados y meterlos en una aventura trepidante, ambientada en la maravillosa Lisboa, a la que de aquí en más le conoceremos su lado dark, su submundo repleto de criaturas crepusculares y pesadillescas. Desde el momento en que nombré a Pablo Parés, seguramente estabas esperando que aparecieran los zombies. Y sí, Dog Mendonça y PizzaBoy se enfrentan a un ejército de zombies nazis mutantes, liderado por el mismísimo Adolf Hitler, y también interactúan con vampiros, gárgolas, licántropos y demonios. La acumulación, el exceso, hacen que la cosa sea más cómica que terrorífica. El guiño cómplice al lector (“tranqui, fiera, esto es una joda, relajate y disfrutá”) está muy presente y no deja en ningún momento que el supuesto dramatismo de la historia te logre poner nervioso. Al final ganan los buenos y todo cierra prolijamente, aunque queda un margen interesante para la secuela (que creo que en Portugal ya se dio a conocer).
Y bueno, por esas triangulaciones místicas que tiene la vida, una historieta dibujada y coloreada en Argentina, pensada para publicarse en Portugal, me llega a través de la edición yanki de Dark Horse, que dicho sea de paso está muy buena. Si te gustan las historias de terror con ambientación urbana, coqueteos con el hard boiled, algo de comedia y mucha acción, acá vas a encontrar un pochoclo riquísimo, que te va a tener muy cebado un buen rato. Le falta un poco al dibujo, se pasa un poquito de rosca el color, pero el combo es atractivo, en ningún momento hacen ruido el hecho de que esto originalmente era una peli, ni el hecho de que fue dibujado en Buenos Aires por artistas que nunca habían estado en Lisboa. Acá hubo mucha gente que se rompió el culo para que muchos más pudiésemos disfrutar de esa historia que alucinaron Filipe Melo y Pablo Parés y eso, sin dudas, se agradece.