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miércoles, 22 de febrero de 2023
PIBAS AVENTURERAS
Tengo dos libros para reseñar y los dos son aventuras protagonizadas por chicas de unos 13 años. Y las dos se gestaron en Argentina.
Empiezo en 1959, cuando Hugo Pratt debuta como autor integral en la revista argentina Supertotem, con Ana de la Jungla (también conocida como Ann y Dann). Esta es una obra que va a tener un largo recorrido dentro y fuera de nuestro país, y hasta se va a republicar a todo color en la revista Billiken. Estas cuatro aventuras breves que integran el álbum son muy leídas y estudiadas por los especialistas en la obra de Pratt, porque acá es donde el maestro fusiona todo y preanuncia mucho de lo que vamos a ver más tarde, tanto en los álbumes de Corto Maltés como en los de Los Escorpiones del Desierto. Acá están las vivencias africanas que acumuló Pratt en su adolescencia, su amor por las tiras clásicas de los diarios yankis (básicamente Tim Tyler´s Luck y Terry and the Pirates), las novelas de H. Rider Haggard, la fascinación por las guerras mundiales (en este caso la primera, que estalla durante el cuarto y último episodio), el recurso del realismo mágico (es decir, la irrupción de elementos fantásticos en un contexto básicamente realista), el tema de las peripecias en parajes exóticos con adolescentes involucrados (algo que va a volver en Corto Maltés) y, por supuesto, las lecciones de guion aprendidas en los años de trabajo junto a Héctor G. Oesterheld. Incluso en estas páginas aparecen por primera vez personajes que van a resurgir en décadas posteriores, para encontrarse con Corto Maltés o los soldados del Teniente Koinsky. De alguna manera extraña, Ana de la Jungla es una especie de piedra angular del Universo Pratt, y probablemente ese sea su principal atractivo.
En cuanto a las aventuras en sí, me resultaron un poquito simplistas, poco profundas, muy pensadas para el público infanto-juvenil de aquel entonces. Dos de ellas se parecen bastante entre sí, y la que más me interesó (El Brujo de Ujiji) está resuelta de un modo tan ramplón, tan perezoso, que en vez de explotar se desinfla. Pero hay una buena construcción de personajes y algún atisbo de ese cinismo, esa posmodernidad avant la lettre que va a ser característica de las grandes anti-epopeyas prattianas. El dibujo está bien, muy contenido por la gran cantidad de cuadros que el maestro mete en cada página, y todavía bastante pegado a la influencia suprema de Milton Caniff, a quien por momentos le afana secuencias enteras. Se supone que Pratt empezó estas aventuras en Argentina (en paralelo a sus últimas colaboraciones con la editorial Frontera) y las terminó en Inglaterra, así que es poco probable que haya contado con la ayuda de un equipo de asistentes. Los mejores dibujos llegan cuando irrumpen en la página esas viñetas mudas con indígenas africanos listos para atacar a los protagonistas. Y lo peor es ese gorila del último episodio, que parece haber sido dibujado por el Tano de memoria, sin documentación fotográfica a mano.
Ana de la Jungla está bueno para estudiar la transición de Pratt de dibujante a autor integral. Para divertirse un rato con buenas historias, se me ocurren varias obras del Tano mucho más interesantes que esta. Habrá más Hugo Pratt pronto en el blog.
En 2022 se publicó en Argentina un librito de 70 páginas que recopila las tiras de ¡Superpiba!, creadas unos años antes por Javier Russo y Emiliano Urich y publicadas (entre otros medios) en el sitio web de Comiqueando. Lamentablemente, en el paso al libro las tiras perdieron el color, reemplazado por unas tramas de grises que no son un espanto, pero que no tienen el atractivo del color original. El dibujo de Urich se disfruta bastante, siempre ahí, en la brecha, haciendo equilibrio entre un trazo más humorístico y uno más aventurero, y con un problema fundamental, que no logra resolver en todo el libro, que es la gran cantidad de elementos que tiene que meter en cada viñeta: personajes, fondos, diálogos a veces MUY extensos... Todo hace que cada cuadrito se vea muy sobrecargado de cosas apretadas unas contra las otras. Está claro que el formato de la tira, especialmente para relatos de aventuras, le impone a los dibujantes una cantidad de desafíos narrativos muy bravos, capaces de descolocar a unos cuantos.
Los guiones de Russo también se pueden definir por esa sobrecarga de elementos. Cuando la tira recién arranca y todavía no sabés si va a ser de aventuras o de chistes con un remate en el último cuadrito, ya aparecieron villanos, personajes secundarios y peripecias extremas. Para cuando van 60 tiras, los personajes ya viajaron en el tiempo a otras épocas, se encontraron con versiones de ellos mismos del futuro, con alienígenas... un kilombo bárbaro, como si estuviéramos en el nº25 o 30 de una serie regular de algún superhéroe yanki. Y en la segunda aventura, la acción los lleva a Perú, a España, de nuevo a otras épocas... y en todas partes se suman nuevos personajes al elenco, algunos creados por Russo y Urich, y otros prestados por otros autores, como El Chispa, Sónoman o Zipi y Zape. Así se arma un maremagnum argumental, con personajes que entran y salen de escena sin llegar a desarrollarse o explicarse, y cuyo aporte a la trama a veces es mínimo. Incluso lo que parece ser el conflicto central contra los villanos se interrumpe para una serie de tiras donde todo gira en torno a unos snacks aptos para celíacos, una especie de publicidad encubierta bastante grotesca. Nada, es como si la brújula apuntara a varios nortes a la vez y el autor quisiera ir hacia todos ellos al mismo tiempo. No se puede. O quizás sí, pero requiere un dominio del oficio bastante superior.
A ¡Superpiba! le sobró un toque de ambición. Por ahí esto mismo contado a un ritmo más lento, que permitiera "cocinar" mejor cada situación y cada personaje, funcionaría mejor y se entendería mejor. Así, con tantas cosas tan apretadas en tan poco espacio, hasta los chistes realmente ingeniosos (que hay unos cuantos) se pierden un poco en el kilombo.
Y hasta acá llegamos. Sigo adelante con las lecturas para tener a la brevedad nuevos libros que reseñar acá en el blog. Gracias y hasta entonces.
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