el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 13 de agosto de 2013

13/ 08: CHANCE IN HELL

Hacete un favor: No mires más esa portada horrenda de Rick Altergott. No sólo el dibujo es del montón, a años luz de lo que dibuja adentro Gilbert Hernandez. También manda fruta, no refleja para nada la onda de la novela gráfica, ni lo que sucede en la misma. Tampoco entres en la trampa de “la tengo que tener porque aparece Fritz”. Sí, esta es una de las 23 películas de bajo presupuesto en las que actúa la hermana de Luba. Pero podría no estar y la historia sería exactamente la misma. De hecho, el personaje de Fritz (una prostituta latina) tiene UN SOLO parlamento en toda la novela.
Los méritos de Chance in Hell pasan por otro lado. Estamos ante una obra muy jodida, muy sórdida, con mínimos toques de irrealidad, en un contexto bastante factible. Más que a las otras obras de Beto, Chance in Hell se parece mucho a los gekigas más oscuros y más macabros de Osamu Tezuka, esas joyitas setentosas en las que el Dios del Manga combinaba tramas de thriller con profundas indagaciones en la psiquis de un elenco de personajes en el que se complicaba encontrar al “bueno”. Acá todo gira en torno a Empress, una chica crecida en un entorno de extrema pobreza, un basural habitado por cuasi-salvajes que matan sin reparos por un poco de comida y violan a cualquier cosa que tenga orificios en su cuerpo. Beto nos invita a ver crecer a Empress hasta convertirse en un personaje de infrecuente complejidad, rodeada de un halo de misterio y fatalidad que será clave en el desarrollo de la novela.
Entre escenas mudas y escenas repletas de diálogos brillantes, Chance in Hell amaga con avanzar a ritmo tranqui, con el ritmo típico de las aventuras de Beto ambientadas en Palomar. Sin embargo, tiene varios momentos en los que estalla una violencia repentina, irracional, de tremendas consecuencias para los personajes involucrados. Y en el medio, siempre flota la misma pregunta: “¿Qué le pasa por la cabeza a Empress?”. Ese es el enigma que ningún personaje logra resolver, en parte porque están todos ocupados tratando de sobrevivir, o de sacudir la modorra de sus vidas chatas y patéticas. Para el experto en poesía el escape será el sadomasoquismo, para el abogado será el gesto heroico frente a las arenas movedizas y para los indigentes cuasi-salvajes el escape no llegará nunca. Beto les tiene reservado a todos un final absolutamente shockeante, que nunca te ves venir, y ese es otro de los grandes méritos de esta novela, cuyo guión logra encerrar misterios muy elaborados, sin hacerse críptico ni incomprensible.
El dibujo, por su parte, no presenta mayores sorpresas. Si leíste bastante a Beto Hernández, nada de lo que veas en Chance in Hell te va a asombrar. Por ahí vas a ver viñetas más grandes que en otras obras del ídolo, porque este es su primer trabajo pensado para editarse en formato pequeño (“formato manga”, le dice Beto) y quería sacarle jugo a la posibilidad de dibujar menos cuadros por página. El resto, ofrece el mismo combo perfecto de siempre, con ese dominio alucinante del plumín, el rotring y el pincel, ese manejo inigualable del lenguaje corporal, y la narrativa de Beto, siempre novedosa y siempre cristalina, que acá juega sobre todo con las transiciones en el último tramo de la novela.
Si te bancás una historieta sombría, densa, por momentos agobiante, en Chance in Hell te esperan una protagonista interesantísima, muy buenos personajes secundarios y una trama de corrupción, violencia y perversión, atravesada sobre todo por la incomprensión, por la imposibilidad de cada personaje de ponerse un segundo en el lugar del otro. Esta falta total de empatía, esta alienación, incluso la exclusión social que aparece con virulencia en el primer tramo de la novela, son la materia prima con la que Beto Hernández construye una obra por momentos perturbadora, pero definitivamente satisfactoria. Muy recomendable para todos los fans del gekiga, o de la historieta realmente adulta.