Hoy en Buenos Aires
tuvimos sol, calorcito… un lujo. Y encima tengo para reseñar dos libros que me
gustaron muchísimo.
Empiezo en España, en
2006, cuando el maestro Daniel Torres publica La Balada de Dry Martini, que
vendría a ser el Vol.8 de las aventuras de Roco Vargas. Este es el álbum en el
que Torres cierra varios plots que vimos desarrollarse en las dos entregas
anteriores (El Juego de los Dioses y Paseando con Monstruos), que tienen que
ver básicamente con la vida en un mundo donde los seres humanos conviven con
los androides y demás criaturas con inteligencia artificial. Lo mejor que tiene
La Balada de Dry Martini es que, en su intento por explicar esas zonas grises,
o esos momentos medio WTF?! que le había puesto Torres a las dos aventuras
anteriores, las resignifica por completo. Las recuenta desde otra óptica y les
agrega capas de complejidad muy atractivas, que hacen que no te puedas resistir
a releerlas ni bien terminás este tomo.
Además, esta es una obra
del Torres maduro, que se toma su tiempo para que los personajes reflexionen
acerca de lo que está pasando, y que se cuestionen a nivel filosófico todo esto
que tiene que ver con ser o no humano. Si pensás, si podés tomar decisiones por
vos mismo, si te podés rebelar, si te podés equivocar, si hasta te podés
reproducir sin permiso de nadie… ¿sos una máquina? ¿O sos una persona, hecha de
materiales sintéticos en vez de biológicos? El autor dedica unas cuantas
páginas a indagar en la “psiquis” de la inteligencia artificial y plantea la
problemática con una profundidad digna de los mejores relatos de Isaac Asimov.
-¿Y le queda espacio, en
apenas 46 páginas, para no descuidar la faceta aventurera de Roco Vargas? Sí, y
el costo que paga es “olvidarse” durante este álbum de los personajes
secundarios que acompañan al protagonista desde su debut allá por 1983. Banco
la decisión, porque acá hay varios personajes muy destacados que rodean a Roco
y le agregan volumen dramático a la obra.
Visualmente, esto no se
diferencia en nada del resto de los álbumes de Roco Vargas aparecidos en el
Siglo XXI (vimos uno sólo en el blog, un lejano 25/07/10) y está muy bien. Muy
sobrio, muy clásico, con una gran simbiosis entre la imaginación y el timing
narrativo de Torres y la labor más ardua de Paco Cavero, quien está cargo de
tintas y color. Me falta un sólo álbum de Roco Vargas que nunca me pasó ni
cerca, y que –según leí por ahí- es incluso mejor que este. Lo tengo en la
mira, obviamente.
Nos vamos a EEUU, fines de
2015, cuando Mark Millar y Rafael Albuquerque presentan a Huck, una nueva
vuelta de tuerca al mito del superhombre que a cualquier director de cine le
gustaría filmar. Eso es lo único que no me cerró de Huck: antes que un gran
comic, se propone ser una gran película. Y lo logra ampliamente, eh? Me imagino
esto con actores, movimiento y sonido y debe ser genial. Pero eso le da al
comic cierto tinte de “boceto previo a la obra real” y me llena un poquito las
pelotas.
La trama está muy bien
armada, el desarrollo es muy ganchero, el final es consistente, los diálogos
están buenísimos, los personajes nos llegan, nos hacen quererlos como si fueran
amigos del barrio, de toda la vida… No se puede decir ni mu del guión, porque
realmente acá Millar puso el alma. Incluso me hizo pensar para qué mierda quieren
los superhéroes esos uniformes estridentes, esos chiches tecnológicos, esos
cuarteles suntuosos, si Huck nos deja clarísimo que para hacer el Bien, para
ponerse al servicio de quien lo necesita, nada de eso hace falta. Es eso solo.
La base más cruda, más pelada de lo que significa ser un héroe. El núcleo duro
de la ética de la solidaridad. No le pidas más, porque es al pedo. Y funciona.
Millar lo demuestra con la contundencia de sus trabajos más lindos, menos
salpicados de mala leche y –una vez más- mete ese enganche, esa gambeta, tira
esa magia que te hace decir “¿cómo no se le ocurrió antes a ninguno de estos
tipos que escriben seis series de superhéroes por mes hace mil años?”.
Rafael Albuquerque, por su
parte, me deleitó con su línea dinámica, plástica, amistosa y potente a la vez…
pero llega un punto en que tanta escasez de fondos me empieza a no
convencer. Por suerte cuando
dibuja fondos la rompe, no sé si no son los mejores fondos que dibujó en su
vida. El tema es que para mi gusto, hay pocos. Y también por suerte está el
gran Dave McCaig a cargo del color, y esto le agrega climas, sutilezas,
complejidad y hasta impacto a los dibujos del querido brazuca. Además, una vez
que la historia te atrapa y la química (o alquimia) entre guión y dibujo te empieza
a llevar de una punta a la otra del libro, medio que te olvidás de que hay
pocos fondos, sobre todo porque eso NO es lo esencial ni en este comic ni en
casi ningún otro.
Recomiendo mucho Huck y me
llama la atención que en la portada diga “Book 1” y no haya más material fuera
de los seis comic-books reunidos en este TPB. ¿Le habrá ido mal? No se me
ocurren motivos para que Millar y Albuquerque no produzcan nuevas historias de este
personaje entrañable… aunque si no lo hacen y dejan todo así como está, no me
quejo en absoluto.
Nada más, por hoy. Nos
reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.