el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 29 de septiembre de 2015

29/09: ADOLF Vol.5

Después de tantas vueltas, tantas peripecias, tantas muertes y tantos desencuentros, la saga ochentosa de Osamu Tezuka llega a su fin. Predeciblemente, el tema de los documentos que prueban que Adolf Hitler tenía sangre judía se va a resolver cuando el führer ya esté muerto. Eso era obvio desde… la mitad del tomo anterior. La resolución está buena, tiene dramatismo, fuerza… pero llega tarde y nadie esperaba otra cosa. De hecho, me encantó la forma en que Tezuka narra con lujo de detalles los últimos días en la vida de Hitler. No son tantas páginas, pero están muy bien investigadas y muy bien puestas en el contexto de la historieta.
El final del líder de los nazis ya lo conocíamos. ¿Y los otros tres personajes importantes? Tezuka mueve los hilos para volver a enredar, sin forzar el verosímil, al ex-periodista Sohei Toge, a Adolf Kamil y a Adolf Kaufmann, quien se convierte en el hilo conductor, en el personaje claramente central de este último tramo de la obra. Hasta acá, Kaufmann había sido el personaje de los conflictos internos, de los dilemas morales jodidos: lo vimos dejar a pesar suyo su Japón natal para viajar a Berlín, enrolarse en la Juventud Hitleriana, asimilar la ideología nazi, matar judíos primero con mucho recelo, ayudar a fugarse a una chica judía de la que se enamoró, codearse primero y traicionarse después con jerarcas muy grossos, muy cercanos al führer, y finalmente emprender el regreso a Japón. Y sin embargo no sabíamos si ponerle el rótulo de villano, por lo complejo y contradictorio del personaje. Las primeras 100 páginas de este tomo se encargan de sacarnos todas las dudas: ahí lo vemos a Kaufmann torturar, violar y matar sin el menor resquemor.
Si bien tendrá más adelante su final feliz, en este tomo Toge vuelve a la vida de sobresaltos, a soportar piñas, patadas, explosiones, torturas y pérdidas de seres queridos. Sin embargo, bancará los trapos hasta el final y sin dudas será EL héroe de esta historia. El rol de Adolf Kamil pareciera ser erigirse en contrafigura de Adolf Kaufmann, y el contrapunto entre ellos funciona muy bien… un ratito. Enseguida se hace obvio que la dimensión, la carnadura, el relieve de Kaufmann supera ampliamente al de su amigo de la infancia.
Como todos sabemos, la Segunda Guerra Mundial termina en 1945, con la aventura imperial de Hitler hecha añicos y dos ciudades japonesas atomizadas. Pero a Tezuka le quedan no uno, sino dos ases bajo la manga: un epílogo de apenas 7 páginas ambientado en Israel en 1983 (año en que se empezó a publicar Adolf), y antes de eso, una secuencia electrizante de 37 páginas, ambientada en 1973, donde las fuerzas arnadas de Israel combaten contra la Organización para la Liberación de Palestina. Adolf Kamil está de un lado, Adolf Kaufmann del otro, y en un giro asombroso y tremendamente efectivo, esta vez ¡los judíos son los malos!, los que asesinan a mujeres y niños sin la menor piedad. Eso mismo que graficó Howard Chaykin en la polémica “La Sonrisa de Hitler” allá por 1989 (ver reseña del 07/08/14), Tezuka ya lo planteaba cuatro años antes, con una crudeza devastadora.
Al final, lo que nos quiere decir el Dios del Manga en todas estas páginas es que matar gente por cuestiones de raza, de religión o de nacionalidad, es una animalada cósmica. Corta la bocha. No importa si son judíos, arios, ponjas, árabes o yankis. En algún punto, todos se envuelven en alguna bandera para mandarse cagadas y eso es lo que Tezuka busca de algún modo denunciar y repudiar.
No me queda espacio para hablar del dibujo, pero ya hablamos bastante en las reseñas anteriores. Subrayo una boludez, nomás: el autor del prólogo de este tomo (el historiador, guionista y traductor Gerard Jones) también sospecha que para cuando realizó esta obra Tezuka ya había leído bastante a Will Eisner y absorbido algo de la influencia del maestro. Yo deslicé esa apreciación en reseñas anteriores a riesgo de estar fruteando, pero ahora creo que la emboqué… o que los fruteros somos unos cuantos.
Alguien tiene que hacer urgente una segunda versión de Adolf mucho más sintética, menos laberíntica y más directa, en la que el mensaje de Tezuka pegue más fuerte y no se diluya tanto en conflictos accesorios, subtramas y pseudo-misterios varios. Mientras tanto, esta obra va a quedar en la historia como el último gekiga del Dios del Manga, difícil de superar en materia de dibujo, pero lejos de los excelentes guiones que nos regaló en los ´70, en mangas más breves que impactaban más.

lunes, 14 de septiembre de 2015

14/09: ADOLF Vol.4

Se me ocurren cien, mil, un millón de formas de contar esta misma historia en muchas menos páginas, de un modo mucho menos enroscado, más simple, más directo, pero esta mezcla entre laberinto y montaña rusa que propone Osamu Tezuka no está nada mal. Me falta un tomo para terminar y lo único que me hace sospechar que estamos cerca del final es el avance en las fechas. Empezamos en 1936 y ya estamos en 1944, cuando al Tercer Reich ya le queda poco tiempo de vida. Todo el kilombo de la serie pasa por unos documentos que supuestamente prueban que Adolf Hitler tiene sangre judía, y ya sabemos que Hitler va a morir (o algo así) en Abril de 1945. Veremos si la historia llega a esa fecha, o si Tezuka la resuelve antes (o después, nunca se sabe).
Mientras tanto, Adolf es un culebrón interminable, donde cada cosa que parece resolverse en realidad no hace más que abrir nuevas puntas argumentales. Esta vez, el periodista japonés Toge tiene pocas escenas, aunque importantes. Y de nuevo, el que se ve sometido a las situaciones más jodidas, más extremas, es Adolf Kaufmann, el chico nacido en Japón, ahora al servicio del führer en Berlín. Tezuka le dedica las últimas 90 páginas del tomo a este personaje cuyas convicciones se sacuden a medida que se mete más y más en el círculo interno de Hitler, lleno de traidores, garcas e inescrupulosos.
¿Y Adolf Kamil? Pobre, nunca logra hacer pie en la trama. En el espacio que supuestamente le toca protagonizar al chico judío que vive en Kobe, de pronto gana prominencia un personaje nuevo, Yoshio Honda. Tezuka desarrolla a este joven muchísimo más que a Adolf Kamil y -unas 100 páginas después- decide darle un final… de esos que te hacen pensar si realmente era necesario sumar un personaje más (que incluso tiene sus propios personajes secundarios) a una trama ya tan compleja.
Para el final del tomo, Adolf Kaufmann está en pleno viaje de regreso a Japón. Un viaje repleto de peripecias absurdas, groseramente estiradas, pero que lo va a llevar al reencuentro con su madre (uno de los personajes secundarios mejor planteados) y al esperado cara a cara con Adolf Kamil. Así que, aunque ya sepamos lo que le espera al führer y sus planes de conquista global, esas dos situaciones, las del plano humano, íntimo, le pueden poner al Vol.5 la pimienta suficiente para hacerlo explosivo.
El dibujo está tan bien como en los tomos anteriores, y quiero subrayar dos cosas. Primero, la escena del bombardeo a Pearl Harbor, contada por Tezuka con mucha distancia, quizás aferrado a una versión japonesa de los hechos, en la que los yankis mandan esos barcos al muere, sabiendo perfectamente que los japoneses los iban a cagar a bombazos. Los dibujos de esa secuencia están todos copiados de fotos, pero la fuerza gráfica que les pone el Manga no Kamisama es impresionante. Y después… uno supone que los personajes del Dios del Manga están dibujados en un estilo semi-funny, o por lo menos sin demasiadas pretensiones de realismo. Y eso es cierto todo el tiempo, menos cuando aparece Richard Sorge, el capo de la red de espionaje comunista, que está dibujado con rasgos mucho más trabajados, no como si estuviera copiado de una foto, pero sí como si Tezuka lo hubiese “importado” de un manga mucho más realista. Se me dirá que esto es así porque Sorge existió en la realidad, pero Hitler y Franklin D. Roosevelt también, y Tezuka los dibuja en un estilo muchísimo más caricaturesco.
En fin, con el desenlace de la Segunda Guerra Mundial a la vuelta de la esquina, estamos a poco más de 200 páginas de enterarnos cómo va a cerrar Osamu Tezuka un argumento complicadísimo al que superpobló de personajes, tramas y subtramas, pero también de emociones fuertes y secuencias de alto impacto emotivo. Prometo entrarle al Vol.5 antes de fin de mes.

viernes, 4 de septiembre de 2015

04/ 09: ADOLF Vol.3

Bueno, en este tomo la saga de Osamu Tezuka empieza a reencauzarse. Las peripecias de Toge (siempre al límite de lo verosímil) que coparon casi por completo el Vol.2, acá ocupan menos de 70 páginas. No son páginas fáciles, porque Tezuka se zarpa mal a la hora de mostrarnos escenas de acción tremendas, protagonzadas por un tipo que está cagado a palos, con heridas graves en varias partes del cuerpo, al que apenas le creés que le quedan fuerzas para transarse a una mina. Pero bueno, por lo menos acá Toge hace cosas que no son solamente escaparse, pelearse o ser sometido a golpizas y torturas.
El resto del tomo está centrado (por fin) en los otros dos Adolf: Adolf Kaufmann (el chico nacido en Japón que se fue a Berlín y se unió a la Juventud Hitleriana) y Adolf Kamil (el chico judío que se quedó en Japón cuando su amigo se fue a Alemania). Al pobre Adolf Kaufmann el autor le reserva las escenas más crueles del tomo. Será, sin dudas, el personaje sometido a los dilemas morales más extremos, el que más cosas deberá replantearse, y además el link con el tercer Adolf, el mismísimo Adolf Hitler, a quien la trama lo acerca peligrosamente. Si me tengo que quedar con un tramo de este tercer tomo, sin dudas elijo el protagonizado por este pibe, hijo de un alemán y una japonesa.
Para el último cuarto del tomo, Tezuka se acuerda que hace cientos de páginas que casi no le da bola a Adolf Kamil, y empieza a urdir una trama que involucra a una minita, rescatada de un destino aciago por Adolf Kaufmann. Lo más interesante es que esa trama está entrelazada con la del asesinato de la geisha, algo que había quedado colgado desde el Vol.1 y que teñía de misterio y sordidez al tramo protagonizado por la familia Kaufmann, cuando todavía vivían todos juntos y (casi) felices en Japón. Antes de la mitad del tomo, Tezuka había amagado con darle chapa al papá de Adolf Kamil (Isaac, el panadero judío), pero ese hilo argumental duró poco y terminó muy mal.
Así que por fin hay un equilibrio, que ojalá se mantenga. Dejémoslo a Toge en Japón, que descanse un toque, que sane sus heridas, que siga rompiendo corazones (increíble el levante que tiene este muchacho). Y en todo caso, dejemos que el misterio de los documentos que supuestamente prueban que el führer tiene sangre judía salpique un poco a los dos chicos llamados Adolf, que siguen intrínsecamente vinculados aunque vivan en distintos continentes. La Segunda Guerra Mundial ya está calentita, intensa, aunque todavía no entró en escena EEUU. Pero la tensión se siente tanto en Alemania como en Japón y Tezuka la aprovecha para subirle la temperatura a una saga que cuanto más se aleja de la fórmula de Buenos vs. Malos más gana en profundidad y más me involucra como para querer seguir leyendo, y que no se acabe nunca.
El dibujo… bueno, no hay grandes cambios respecto de los tomos anteriores. Por suerte cada tanto Tezuka nos regala esas puestas en página flasheras, esos ángulos extremos (que quizás le deban algo a Will Eisner) y esas secuencias mudas devastadoras, para compensar un poco por tantas páginas de “talking heads”, donde muchas veces no hay espacio para nada más. El laburo en los fondos es exquisito y cuando aparecen paisajes y edificios reales, el Manga no Kamisama los copia de fotos con una increíble jerarquía y una inteligencia aplastante para incorporarlos con onda a su universo gráfico, como hacía Hergé.
Pronto habrá más Adolf, acá en el blog. Capaz que incluso la termino antes del receso que nos va a imponer Comicópolis…

lunes, 24 de agosto de 2015

24/ 08: ADOLF Vol.2

Bue, obviamente no me acordaba nada de lo que pasa en este tomo. Y peor todavía, no me gustó para nada. El primer tomo estaba muy bien equilibrado entre las desventuras de Toge en Berlín y toda la trama de los dos chicos llamados Adolf, que transcurría en Japón. Esta vez la trama que involucra a Toge se desplaza a Japón, uno de los jóvenes Adolf se desplaza a Berlín y del otro, ni noticias. Además, el tramo que transcurre en Berlín, con Adolf Kaufmann como protagonista, dura apenas 17 páginas… y ni siquiera el joven hijo de un alemán y una japonesa es el verdadero protagonista, porque entra en escena otro Adolf, un tal Hitler, y obviamente lo eclipsa por completo.
Todo el resto del tomo se centra en el pobre Toge, que no la pasa mejor en Japón que en Berlín. De nuevo lo cagan a palos, lo torturan, confía en gente que lo delata, lo persiguen, lo marginan, lo vuelven loco, le hacen un Born Again mil veces peor que el que le hizo el Kingpin a Daredevil. ¿Todo para qué? Para que entregue los documentos que Toge no piensa entregar ni por todo el oro del mundo, porque cree que su hermano murió para protegerlos y se va a encargar de sacarlos a la luz. Si logra conservarlos.
Ese parece ser el conflicto central de este tramo de Adolf: las cosas que hace Toge para no perder los documentos. Cuando los pierde, recorre tierra, mar y hasta fuego para recuperarlos. Cuando se los tratan de comprar, no transa. Cuando se los roban, los recupera… y así. Decenas de páginas que giran en torno a lo mismo: peripecias extremas en las que Toge sufre como un condenado con tal de no separarse de ese sobre con papeles. Llega un punto en que todo es tan tremendo, tan al límite, que en vez de desesperarte te empieza a causar gracia. Porque ya es cualquiera. Toge sobrevive a torturas, golpizas, caídas, naufragios, incendios… le falta pagar la entrada para ir a un Animate de los que organizaba Muñones, nada más. Lo cierto es que sostener la tensión dramática casi exclusivamente en las desventuras de Toge es algo que resistía… 50 páginas, como mucho. No 200. Por eso está bueno el tramo en el que el protagonismo se desplaza un poco hacia Yukie, la mamá japonesa de Adolf Kaufmann. Pero dura poco: rápidamente volvemos a Toge y su cacería de los documentos, o a los villanos y su cacería de Toge.
En fin… un pasaje sumamente prescindible de la saga de Adolf. Que obviamente zafa del bochorno porque el dibujo está buenísimo. Ah, no mencioné que tanto el guión como el dibujo son obra de Osamu Tezuka, el Dios del Manga. No, la portada no. La portada es un aborto talidómico que pergeñaron los amigos de Viz Graphics. Posta, para alquilar balcones… y llenarlos de francotiradores.
Habrá más Adolf en el blog, y ojalá levante. Yo me acuerdo que me había gustado muchísimo. No quiero ponerme en dogmático y afirmar que el romance de Tezuka con el gekiga se terminó junto con la década del ´70. Veremos qué pasa más adelante…

lunes, 17 de agosto de 2015

17/ 08: ADOLF Vol.1

Uh, me invaden un montón de recuerdos… Me acuerdo que este libro me lo compré en el año ´96, en una librería de Santa Mónica, en la peatonal. No era una comiquería, era una librería alucinante, re-bien puesta, que me llamó la atención como para entrar. Me acuerdo que tenían algunas novelas de Osvaldo Soriano traducidas al inglés, entre ellas mi favorita, No Habrá Más Penas Ni Olvido, que inglés se conoce como “A Funny Dirty Little War”. Nunca había visto ediciones yankis lindas del material de Osamu Tezuka para adultos y mucho menos en hardcover. Los muy turros de los editores no aclaran en ningún lado que es el primero de cinco tomos, así que me lo compré engañado, pensando que era un autonclusivo.
Lo leí poco después… y nunca me compré los cuatro posteriores. Todo el resto de la obra lo leí hará 10 ó 12 años, en la edición española, prestada por un amigo. Ahora conseguí los cuatro tomos restantes de la edición de Cadence, y para festejarlo me puse a releer Adolf desde el principio. Ahí me cayó la ficha de que no me acordaba nada de lo que había leído en el ´96. Me acuerdo boludeces como los títulos de las novelas de Soriano en inglés, pero de lo que pasaba en este libro apenas recordaba vagamente la primera parte, las peripecias muy al límite del periodista japonés que viaja a Berlín a cubrir las olimpiadas de 1936 y termina metido en un baile truculento, en un thriller tan pasado de rosca que casi coquetea con el surrealismo.
Quizás cuando arranque con el Vol.2 y relea lo que leí hace no tantos años, me encuentre con más elementos que tengo archivados en algún lugar de la memoria. Pero con este primer tomo, Tezuka logró sorprenderme tanto como si no lo hubiese leído nunca, sobre todo con toda la parte que transcurre en Japón, ese tramo de la saga que empieza chiquito y costumbrista y empieza a enrarecerse cada vez más hasta asfixiar a los personajes (los dos chicos que se llaman Adolf) y al propio lector.
Lo que más me llama la atención es que, incluso más que en otras otras obras para adultos del Manga no Kamisama, todo está contado con muchísimo detalle, sin nada librado al azar. Uno supone (porque leyó bastante a Tezuka) que todas esas pequeñas cosas en las que se detiene el autor eventualmente van a tener peso en la trama, y por lo menos en este primer tramo, eso sucede a rajatabla. Detalles que parecen superficiales, puntas argumentales que no encajan con la trama principal (algunas tan complejas y atractivas que re-daban para ser desarrolladas en otras novelas gráficas, centradas sólo en eso)… Tezuka acomoda todo, a todo le encuentra no sólo sentido dramático sino una funcionalidad, una forma coherente y orgánica de que todo le aporte algo a la trama y ayude a impulsarla. Por supuesto, al estar tan lejos de la resolución, no descarto la posibilidad de que se le escape algún tiro, de que alguno de estos intrincados subplots quede en el olvido o se enrede demasiado, mucho más allá de su peso real en la trama mayor. Pero creo en el Dios del Manga y en su increíble capacidad de hilvanar un montón de elementos de acá y de allá, de misterio, de aventura, de política, de comedia, de cosa sórdida y abisal en la que los buenos son buenos hasta un punto y cuando se sacan son tremendos hijos de puta… No tengo dudas de que esto se podrían haber narrado de un modo mucho más simple, como tampoco tengo dudas de que, a pesar de las tempestades que Tezuka se empeña por cosechar, el barco va a llegar a buen puerto.
El dibujo es impecable: es el Tezuka de principios de los ´80 ya hiper-curtido en las lides del gekiga que –sospecho yo, no estoy seguro- ya entró en contacto con la obra de algunos autores occidentales importantes como Will Eisner. La puesta en página es dinámica y sorprendente, los recursos para subrayar las emociones y darle fuerza al relato son inagotables y quizás lo único que no cierra tanto es que, en una saga de tono dramático y muy realista, Tezuka deforma un poco mucho la anatomía humana en las escenas de acción, en una búsqueda de más impacto visual que –cuando el guión es tan zarpado- casi no hace falta. Ah, y me gustó ver en roles chiquitos a algunos de los personajes típicos de Tezuka, los que arrastra desde fines de los ´50 y están en casi todas sus obras, dibujados en un estilo más “serio”, menos caricaturesco.
Habrá más Adolf en las próximas semanas, acá en el blog.