el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 23 de febrero de 2025

DOMINGO PEGAJOSO

Un verdadero asco el clima en Buenos Aires, con una humedad insoportable y un aire que te asfixia. Pero vamos ya a repasar las últimas lecturas. Me costó un montón terminar El Espécimen Vitruvio, una obra de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena, originalmente realizada para Italia en fechas que desconozco, y que la edición argentina no aclara. Me imagino a los pobres pibes que leyeron esta serie en entregas quincenales de 12 páginas y se me parte el alma de la congoja. El Espécimen Vitruvio es una obra que avanza a un ritmo bastante más lento que el de la típica saga de Mazzitelli, y además se sostiene en conflictos mucho menos enfatizados. Es una obra densa, repleta de ideas interesantes, pero desarrollada con parsimonia, como si los autores se esforzaran por no generar ningún tipo de impacto en el lector. Incluso hay episodios de 12 páginas sin ni siquiera una escena de acción... un cachetazo, una puñalada... algo... Claramente, acá Mazzitelli estaba jugando a otro juego, buscaba otra cosa, que tal vez no pase por la aventura, sino por otros ejes vinculados a la acumulación de conocimiento, a la evolución de las especies... En su esencia, El Espécimen Vitruvio es "una de mutantes" (incluso hay una referencia bastante clara a Wolverine), de humanos que nacen con habilidades extra que los separan del típico homo sapien. Pero está contada de una manera rara, para nada convencional, que no tiene nada que ver con los comics de los X-Men y demás. Una vez que nace Teseo, Mazzitelli lo pone en el foco de un conflicto muy atractivo... que nunca se resuelve. Los personajes hablan primero de una inminente guerra entre las sub-especias y después de un inminente fin del mundo, pero ninguna de las dos cosas suceden. De hecho, la obra termina con un final bastante abierto, y no estaría nada mal que apareciera un décimo séptimo episodio ambientado 15 años en el futuro, donde Teseo reaparezca ya adulto y le dé un cierre a alguna de las puntas argumentales que no se terminan de resolver en estas páginas. El resultado final es raro, inevitablemente aburrido, sobre todo si venís buscando peripecias, aventuras con peleas entre héroes y villanos y demás. Por suerte está la prosa inigualable de Mazzitelli en los bloques de texto, que siempre te dan ganas de leer más. Esta vez no hay humor, no están esos sutiles toques de ironía que tan bien manejaba el genio de Adrogué. Pero se compensa con una profundidad infrecuente en la exploración de los cuatro o cinco personajes principales, que se presentan como seres complejos, a los que está bueno analizar desde distintas ópticas precisamente para captar esa complejidad. O sea que al guion le falta acción, pero no méritos para seducir al lector adulto. Y el dibujo de Alcatena, como siempre, es sublime. Abundan las viñetas grandes, repletas de texturas, ornamentos y líneas con las que Quique pone en la página todo lo que le permite el blanco y negro, y un poco más. Edificios, decorados, paisajes, animales reales y ficticios, trajes, vehículos, monstruos, todo cobra vuelo de la mano del plumín mágico de un Alcatena inspiradísimo. La puesta en página oscila entre grillas clásicas (la de seis viñetas de Jack Kirby, la de tres viñetas widescreen, etc.) y otras mucho más originales, en las que Quique experimenta si sacrificar nunca la claridad y la fluidez del relato. Son 192 páginas sin desperdicio en materia visual, en las que Alcatena deja la vida tanto en los momentos en los que se impone la fantasía como cuando Mazzitelli propone escenas más terrenales, de gente que habla o camina. Por su impronta poco aventurera, El Espécimen Vitruvio es una obra extraña en la bibliografía de la dupla, que no sé si todos sus lectores disfrutarán. Pero bueno, son 192 páginas dibujadas por Alcatena prendido fuego, y eso debería alcanzar para que quieras comprar el libro.
Me voy a 2017 cuando, en una colección de historietas apuntadas al público infantil y dirigida por Françoise Mouly, aparece The DragonSlayer: Folktales from Latin America, un librito con tres historietas cortas que adaptan relatos folklóricos de nuestro continente, dibujados nada menos que por Jaime Hernandez. Nada, son 30 páginas de historieta, nomás. Las tres son historias muy menores, obviamente apuntadas a los más chiquitos, en las que Jaime cumple y no mucho más. Dos o tres veces a lo largo del libro rompe la grilla de seis viñetas, o sea que ni siquiera se juega a manipular el tempo narrativo de estas historias. Sabe que son comics para primeros lectores, y eso implica tener que narrar todo de manera muy simple, para que lo entiendan tanto los chicos chiquitos como los padres que seguramente tendrán que estar ahí para ayudarlos a leer. El dibujo está muy bien (obvio, es Jaime) y siempre está bueno ver páginas a color de un dibujante al que uno asocia 100% con el blanco y negro. En este caso, es Ala Lee la colorista que se encarga de rellenar con su talento las líneas de un Hernandez casi minimalista, que no mete masas negras ni pierde tiempo poniéndole detalles a los fondos. The DragonSlayer: Folktales from Latin America es una obra muy menor de un autor imprescindible. Una lectura livianita, disfrutable, ideal para compartir con lectores de 4 a 9 años, pero -repito- muy menor en el contexto de la bibliografía del excelso Jaime Hernandez. Menos mal que lo conseguí MUY barato en una librería de saldos. Nada más, por hoy. Ni bien tenga leídos un par de libros más, nos reencontramos por acá. Gracias y hasta entonces.

viernes, 8 de noviembre de 2024

VAMOS EL VIERNES!

Sigo a full corrigiendo y diseñando artículos para la Comiqueando Digital, pero me choreo una horita de este hermoso viernes para reseñar los últimos libros que leí. Hace relativamente poco tiempo, alguna investigación, algún artículo de algún colega o alguna casualidad me llevó a descubrir a Raf (Joan Rafart Roldán), un autor español muy de la "Escuela Bruguera", al que -por motivos que desconozco- no tenía para nada en el radar. Fue amor a primera vista. Raf me gustó más que Ibáñez, más que Escobar, más que Vázquez, más que todos. Al toque se convirtió en mi autor español de aventuras cómicas favorito... con la pequeña salvedad de que nunca había tenido en mis manos un álbum suyo, y apenas había leído unas cuantas historietas digitalizadas. Por suerte el año pasado, en España, conseguí un librito de Raf, el primero de Mirlowe & Violeta, una creación del ídolo que aparece a mediados de los ´80, una vez que Bruguera cierra sus puertas. No fue fácil, porque la inmensa mayoría de los álbumes de Raf (que murió en 1997) están descatalogados. Es un autor inexplicablemente ausente en el mercado español actual, pero también inexplicablemente talentoso. Imaginate un discípulo muy aventajado de Eduardo Ferro, con cosas de Giorgio Cavazzano, y con esa soltura para irse al carajo en materia de violencia típica de Ibáñez y Vázquez. Es un combo devastador, hoy imposible de reproducir. Creo que el único que autor actual que -si se lo propusiera- podría reproducir la estética y la dinámica de las páginas de Raf es el tucumano Sejo. Para el resto, vengan de la escuela de Ferro o de la de Bruguera, Raf quedó muy lejos, demasiado por encima de lo que se ve hoy en día en los pocos medios donde se publican aventuras cómicas. Mirlowe & Violeta es una parodia al hard boiled clásico, protagonizada por un detective perdedor y bastante inepto que quiere parecerse a Philip Marlowe, y su secretaria Violeta, una chica voluminosa, atrevida, y que fuma unos habanos hediondos. En busca del efecto cómico, Mirlowe subestima y hasta basurea a Violeta, pero (por lo menos en este álbum) es ella la que realmente deduce las pistas que llevan a la resolución del caso. En el medio hay muchos chistes, tanto verbales como de comedia de enredos, condimentados con gags físicos muy violentos, al estilo de Mortadelo y Filemón, pero con sangre. El humor de Raf seguramente era mucho más efectivo en 1986 que hoy, pero Mirlowe & Violeta conserva intactos varios de sus atractivos: la onda de los personajes, el ritmo frenético (la cantidad de cosas que pasan en cada página hoy sería impensable), la sátira aguda a un género clásico, las pinceladas de costumbrismo español que desentonan con la mímesis de una ambientación que quiere parecer yanki, lo descabellado de algunos giros argumentales y -por sobre todo- la altísima calidad del dibujo. Por su dosis de violencia, por su mirada muy crítica (incluso burlona) hacia la policía, y alguna leve insinuación sexual, sospecho que Mirlowe & Violeta no salía en una revista infantil, sino más apuntada a los adolescentes. Tal vez por eso, funciona perfecto como punto de entrada al maravilloso mundo de Raf, un autor del que me gustaría tener muchísimo más material, y que tuvo décadas de enorme producción. Gloria infinita para este genio semi-oculto del comic español.
Me vengo a Argentina, año 2024, cuando se publica Chet Chet y el Abismo Profundo, una nueva saga de fantasía y aventura de las que el inmortal Eduardo Mazzitelli y el mítico Quique Alcatena hicieron durante décadas para las antologías italianas de la editorial Aurea. Esta vez la dupla mágica nos lleva bien al Norte, para introducirnos en una nueva mitología alucinante, esta vez vinculada a las tribus indígenas del norte de Canadá, donde el frío reina supremo. Por supuesto Chet Chet y el Abismo Profundo toma un par de elementos de estas culturas ancestrales y los lleva para otro lado. Mazzitelli -fiel a su estilo- agranda las leyendas y le da a toda la trama una dimensión mucho más épica y más definitiva. De nuevo sus reinos son los más poderosos, sus sabios los más sabios, sus villanos los más malignos y así... pero esta vez hay personajes con dobleces muy interesantes (el tío del protagonista, los héroes legendarios). Otra diferencia con la mayoría de las obras de la dupla es que acá no tenemos un personaje femenino importante. Pero está lo importante: los conflictos de enorme magnitud, el héroe adolescente que aprende, madura y crece, la pátina de mentira y truchada que recubre a figuras supuestamente inmaculadas o incuestionables, tragedias, genocidios, batallas fantásticas y unas sutiles pinceladas de humor y delirio, sumamente bienvenidas. Entre hielos infinitos, veremos morir y resucitar a personajes de infinito poder y a pícaros especialistas en vender humo, entremezclados en una epopeya en la que casi todo se explica por el lado de la magia. Si te molesta que los guionistas resuelvan todo con el uso de conjuros y hechizos, claramente Chet Chet y el Abismo Profundo no se va a subir al podio de tus obras favoritas de Quique y Eduardo. Como siempre, la prosa que despliega el guionista en los bloques de texto está muy por encima de lo que se ve normalmente en un comic de aventuras. Y también como siempre, el trazo del dibujante evoca climas cautivantes mientras da vida a criaturas, palacios, ropas y armas alucinantes, fruto de una imaginación que no tiene límites. El final es impactante (no tanto el epílogo, que es más poético, más descriptivo), la portada está muy bien y la calidad de la edición (a cargo de Historieteca y Puro Comic) es óptima. Así que si sos fan de la dupla que durante 35 años nos llenó los ojos y el alma de la mejor fantasía que podíamos imaginar, seguramente vas a volver muy conforme de este viaje por el abismo profundo de venganzas, redenciones, inocencia, crueldad y magia. Mucha magia. Y hasta acá llegamos, por hoy. Como siempre, reaparezco con nuevas reseñas ni bien tenga un par de libritos leídos. Gracias y hasta entonces.

lunes, 26 de febrero de 2024

NUEVAS LECTURAS

Esta vez tengo leídos tres libritos, así que vamos de una con las reseñas para que el texto no se haga eterno. Cuando vi que existía un libro de Pip, me tiré de cabeza sobre él, porque era una obra del glorioso Micharmut que desconocía casi por completo. Después, al leer el libro, me enteré que era un trabajo en equipo, en el que el ídolo no tiene a su cargo ni las tintas (de Miguel Noé) ni el color (de Ramón Noé). No sé si hay otros trabajos de Micharmut en los que sólo se haya encargado de los lápices, pero en este caso, eso es todo lo que tenemos. El dibujo es excelente, no tengo quejas por ese lado. La tinta y el color lo complementan muy bien, se ve que sus colaboradores entendían bien lo que quería hacer Micharmut con la línea, y si tengo algún reparo es con la ubicación de los globos, y sobre todo con las tipografías. Pero, a grandes rasgos, esto se ve tan bien como cualquier otro trabajo (lamentablemente no hay tantos) de este genio valenciano fallecido en 2016. El guion aparece firmado por Juan Bosch, el nombre real de Micharmut, y es sin dudas lo más flojo del álbum. Pip es una historieta que aparecía en una revista infanto-juvenil y la verdad que, más allá de la gran imaginación del autor para crear héroes y villanos en este mundo de insectos, no hay mucho para rescatar. Los guiones narran de manera un poco atolondrada peripecias muy clásicas, muy trilladas, con los típicos cliffhangers de la publicación serial, a veces con mucho diálogo, y sin momentos decididamente cómicos. La portada sugiere también escenas románticas, que adentro no vamos a encontrar. Este álbum es recomendable sólo para niños y niñas menores de 9-10 años, o para fanáticos de Micharmut muy pasados de rosca que quieren tener TODO lo que dibujó el ídolo en su vida. Estéticamente es atractivo, porque lo vemos dibujar de un modo más claro, más reader-friendly, en un cruce muy ganchero entre su estilo habitual y el de los dibujos animados yankis de los años ´30. Pero como lectura, lamentablemente al comiquero ya crecidito no se lo puedo recomendar ni a palos. La edición (a cargo de De Ponent) es preciosa, eso sí.
Tal como estaba previsto, le entré al Vol.2 de Secret Warriors, ahora escrito solo por Jonathan Hickman. Este es un tomo de transición, donde Hickman sigue adelante (a un ritmo pachorro) con el plot central del Vol.1, que tiene que ver con Nick Fury y su refundación tanto de SHIELD como de los Howling Commandos, dos fuerzas totalmente leales a él, en su partida de ajedrez mortífera contra HYDRA y HAMMER, dos agencias de espionaje integradas por seres poderosísimos y con funestas intenciones. Hickman amplía el elenco de personajes con el regreso del agente Garrett, aquel que debutara con mucho protagonismo en la increíble Elektra Assassin (de Frank Miller y Bill Sienkiewicz) y pone el foco en uno de los miembros del equipito de pibes y pibas con poderes que venía armando el viejo Nick: buena parte de lo que sucede en este tomo tiene que ver con Alexander, el hijito de Ares, un pibe de unos 10 años, nacido de madre humana y destinado a ser el Dios del Miedo. Un personaje que en el primer TPB no tiene casi desarrollo, que hasta te hace pensar si no está ahí al pedo, o de adorno, acá cobra relieve, carnadura y hasta te convence de que es un personaje interesante, potencialmente muy grosso (todo lo contrario de su padre, que me parece infumable). En general, este es un tomo más hablado que el anterior. Hay algún combate a todo o nada, Fury se manda en alguna operación hiper-secreta a contramano de lo que cualquiera podría recomendarle, pero el foco no está puesto en la acción, sino más en la rosca y en la construcción a futuro de personajes y situaciones que seguramente harán eclosión más adelante. El dibujante es el correcto Alessandro Vitti, que tiene la viveza de trabajar en un estilo casi de línea clara para que se luzca más el coloreado a cargo de Sunny Gho, y también hay un episodio dibujado por Ed McGuiness, cuyo trazo más cartoony, más de brocha gruesa, no se complementa bien con el cromatismo hiper-realista que le impone Chris Sotomayor. No es que se vea mal, pero a McGuiness le quedan mejor otro tipo de coloreados. Ni bien pueda, voy por el Vol.3, a ver cómo sigue la historia. Por ahora, Hickman me tiene bastante enganchado, sobre todo por el nivel de los diálogos, que es exquisito.
¿Lo tenías a Eduardo Mazzitelli escribiendo un comic para el mercado chileno? ¿Algo nuevo, pensado para ser dibujado y editado en ese país, y que por supuesto está inédito en Argentina? En 2020 se publicó del otro lado de la cordillera Sir Galahad, un libro que recopila los cuatro episodios de la serie homónima, con dibujos y color de Juan Vásquez, un autor de mucha trayectoria en Chile y -como suele suceder- bastante desconocido en el resto del mundo. En las aventuras de Sir Galahad aparece la clásica estructura narrativa de Mazzitelli: cuatro episodios, cuatro desafíos para el héroe que pondrán a prueba su coraje, su destreza, su integridad y su astucia. No hay mucha sorpresa, excepto porque el protagonista es... un gato. Y la explicación de por qué un gato común y corriente es el elegido para convertirse en este héroe antropomorfo es excelente. Si bien tenemos mundos fantásticos y criaturas alucinantes como en las historietas que dibuja Quique Alcatena, acá nos encontramos con un Mazzitelli mucho más controlado a la hora de los textos. Que están, pero son más sintéticos y menos sofisticados, como si Eduardo pensara esta saga para un público pre-adolescente, que se copa con la aventura y la fantasía, pero que todavía no llegó al material que produce con Quique para Italia hace 35 años. Con menos textos, la narración avanza más rápido y nos permite colgarnos más en las ilustraciones de Juan Vásquez, que recurre varias veces por episodio a páginas de una única viñeta, en las que deja la vida. El resto de sus puestas son más clásicas, no arma esas secuencias raras que arma Alcatena, con los bordes de las viñetas hiper-ornamentados y demás. Visualmente, el dibujo de Vásquez remite mucho más al comic europeo de los ´70, con esas texturas sobrecargadas al estilo de Moebius, Philippe Druillet y el primer Enki Bilal, y un trabajo de color espectacular, repleto de climas, impacto e imaginación. Ojo, no digo que Vásquez dibuje al nivel de Moebius, Druillet o Bilal (o Alcatena), porque no es así. Se ve alta magia en la superficie, y debajo de ella aparecen algunas fallas, o se echa de menos cierta solidez. Pero es un dibujante más que competente, que narra muy bien, que orienta su búsqueda para ese lado (el del comic francés fantástico de los ´70) y que tiene momentos realmente inspirados, como el último episodio. Si sos fan hardcore de Mazzitelli, este es un libro que tenés que tener. Si querés descubrir a Juan Vásquez, también, este debe ser su trabajo más accesible para "el gran público". Y si te querés entretener un rato con una saga heroica desbordante de imaginación, acción y peripecias aptas para todo público que no caen en la boludez ni en los típicos lugares comunes, también. Los gatos tienen medio fama de garcas, de hacer la suya y cagarse en el prójimo, pero Sir Galahad no te va a dejar a pata. Porque tiene cuatro. Nada más, por hoy. Nos reencontramos el miércoles a las 22:30 hs para una nueva Agenda Abierta en el canal de Comiqueando, o nos leemos pronto por acá, ni bien tenga más material leído y listo para reseñar. Gracias totales.

martes, 9 de enero de 2024

MARTES PEGAJOSO

Mientras soporto estoicamente un clima pegajoso, pesado y agobiante y un gobierno fascista, pesado y agobiante, tengo un ratito para comentar las últimas lecturas. Arranco en Francia, año 2007, con el Vol.4 de Le Bestiaire Amoureux, libro que compré sin advertir que era el Vol.4 de una saga. De todos modos, se entiende perfecto, no hace falta haber leído los tres anteriores para engancharse. Sólo tenés que saber (o deducir) que Fernand es el protagonista de los seis álbumes de la serie Grand Vampire, que acá reaparece como personaje... no sé si secundario, pero seguramente no como figura central. Como su nombre lo sugiere, Le Bestiaire Amoureux es una historieta romántica. Y si bien los protagonistas son vampiros, licántropos y monstruos varios, la trama gira en torno a amores y desamores y se desarrolla (como las historias de amor del mundo real) mediante charlas, paseos y momentos de mayor intensidad que van del beso romántico a la noche de sexo desenfrenado. Por suerte esta es una obra de Joann Sfar, maestro en el arte de encajarte chotocientas páginas de gente que habla y habla, sin aburrirte en ningún momento. A veces son páginas con muchas viñetas chiquitas, en las que los globos de diálogo le arrebatan el protagonismo al dibujo, pero también hay secuencias mejor equilibradas. Sin dudas lo más interesante es el desarrollo de los personajes, construidos por Sfar para lograr que los lectores (y lectoras) nos identifiquemos con alguno de ellos, con sus vivencias, sus miedos, sus inseguridades, sus pasiones, aunque ninguno de los que estamos de este lado del papel nos alimentemos de sangre humana ni nos transformemos en lobos. No hace falta ser un freak ni un adicto a los misterios de la vida noctámbula para que te den ganas de compartir aunque sea unas horas, una fiesta de música gótica, con Richard, Edmundo, Aspirine, Josecine, el patito y el resto de los amigos y amigas de Fernand. Le Bestiaire Amoureux te transporta a ese mundo crepuscular de un modo muy atractivo, que lo hace sentir muy real, muy cercano, con diálogos afilados, chistes bien puestos y garches memorables. Amor en un mundo de terror, con personajes de raíz fantástica pero contados en clave muy humana y muy creíble por un Sfar que dibuja como los dioses, complementado de manera magistral por los colores de Walter, genio de los genios con un manejo tan zarpado de las distintas técnicas, que por momentos parece un comic de Richard Sala coloreado por él mismo. Ahora quiero los otros tomos de esta colección...
No se puede cerrar el relevamiento de las historietas argentinas aparecidas en 2023 sin reseñar aunque sea una obra de la dupla mágica integrada por Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena. Esta vez la editorial Primavera Revólver fue la encargada de traernos una de las obras de los capos realizada para el mercado italiano (aunque no nos aclaran ni cuándo ni en qué revista tana se publicó): la muy lograda Los Cuatro Mundos. En la superficie, Los Cuatro Mundos es el relato de una guerra tremenda entre los pueblos del Fuego, el Aire, el Agua y la Tierra, con ejércitos imposibles, armas, criaturas y fortalezas deslumbrantes de las que sólo Alcatena puede imaginar. Pero con el correr de las páginas, Mazzitelli deja en claro que todo eso no sólo es menor: también es un chiste, o algo así. Lo importante, lo que al guionista realmente le interesa contar es la vida de Blaz Bodel, un hombre que se peleó con la guerra y ahora quiere otra cosa para su vida: paz, amor, sabiduría, los valores que en la guerra no tienen ningún valor. Entonces, Mazzitelli va a estructurar dos tramas en paralelo: la de la guerra, que se va a ir devaluando al ritmo de las runflas y las traiciones entre los reyes de los distintos mundos, y la de Blaz, que va a cobrar espesor e interés a medida que el personaje crece hasta quedarse con el protagonismo total en el último episodio. Para el final, ya querés que salga una secuela con nuevas aventuras de Blaz Bodel, en estos mundos o en cualquier otro. El libro incluye también una historieta autoconclusiva de la dupla, un buen relato de intriga palaciega con elementos fantásticos y esos clásicos textos de Mazzitelli que levantan un vuelo poético magnífico mientras enfatizan los dilemas morales por sobre la acción y la machaca. El dibujo de Quique, una gloria de principio a fin. Incluso si no sos fan de Alcatena y Mazzitelli, dale una oportunidad a Los Cuatro Mundos, que te va a gustar.
Y me falta hablar un poco de la reciente recopilación de Tacuara, una historieta que se había publicado en 2013 en las páginas de Fierro, con guion de Rodolfo Santullo y dibujos de Dante Ginevra. Ese es el gran problema de Tacuara: son los mismos autores de Malandras (ver reseña del 02/12/14), que es una historieta muy, pero muy superior. Tacuara no es chota ni mucho menos, pero no tiene ese humor inteligente y atrevido que despliega Santullo en Malandras, no sorprende al presentarse como una serie de episodios unitarios que luego se conectan entre sí para convertirse en una novela gráfica, y el dibujo de Dante no tiene esa expresividad genial que tenía sobre todo en los rostros. Malandras ofrecía acción, romance, pinceladas de comedia costumbrista... Tacuara no. Se trata de una historieta a grandes rasgos documental, apoyada en una excelente investigación por parte de los autores, pero no es más que eso. Y encima investiga a un grupo político tan ambiguo, con tantas contradicciones, que ni siquiera te puede bajar una línea clara a favor o en contra de lo que pensaban estos tipos... porque cambiaron de idea 200 veces en los 15 años que recorre la historieta. La trama tiene momentos tensos, momentos violentos, momentos shockeantes, o sea que no es sólo gente que habla y rosquea (como lo sugiere esa portada opaca y sin alma). Pasan cosas y algunas son bastante tremendas. Pero, como en todo relato centrado en la política, la rosca y la sanata van a quedarse con los roles principales. Tacuara está buena para aprender. Para que el que no tenía la menor idea de que en Argentina había existido este movimiento revolucionario se entere y -si le interesa- busque más información. Como historieta -repito, sin ser chota- no me parece que esté cerca de los mejores trabajos ni de Santullo ni de Ginevra. Esto mismo, firmado por Juan Carlos Nadie y José Random, seguramente me arrancaba un par de elogios más. Pero de Dante y Rodolfo cualquiera que haya leído Malandras espera mucho más de lo que te dan en Tacuara. Hasta acá llegamos. Ni bien tenga leídos un par de libros más, nos encontramos con nuevas reseñas, acá en el blog. Y si estás de vacaciones, con tiempo para leer algo bien power, no dejes de descargar la Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com.

martes, 28 de noviembre de 2023

MARTES DARK

Ahora sí, tengo otros dos libritos listos para reseñar en este espacio que sigue firme junto al pueblo hace casi 14 años. El sello Vendetta lanzó este año la tercera edición de Dossier Macabro, una antología de relatos de terror a cargo de autores argentinos (y autoras, claro). Nunca había visto los dos libritos anteriores, pero por suerte las historias son autoconclusivas y no requieren ningún tipo de lectura previa. La primera historia nos presenta un guion bastante digno de Emilio Balcarce, junto a un dibujante (Julián Zacaríaz) que no me convenció. Tampoco tuve suerte con los dibujos de la segunda historia (a cargo de Grendel Belarrousse), que trabaja sobre un guion también bastante piola, y con un buen manejo del armado de las secuencias. Entre lo mejorcito de la antología destaco la tercera historia, "El Conjuro", muy buen guion de Federico Rodríguez, dibujado como la hiper-concha de Dios por Omar Hirsig. Gran laburo. Además de coordinar el proyecto, Leo Figueroa aporta un guion ("Cacería") que está bien, cumple con la consigna de generar tensión en el lector y rematar par el lado que uno menos se imagina, incluso cuando parte de una premisa bastante trillada. Lo acompañan los dibujos (muy correctos) de Cecilia Desiata. Me quedan por destacar el trabajo de Luisina Módica en una historieta de 11 páginas que también sube al podio de este Dossier Macabro. También el dibujo de Dante Ginevra, sugestivo y efectivo en partes iguales, en una historia cuyo guion (obra de Antonio Sachs) es apenas una idea que no se llega a desarrollar. La historieta de Guido Barsi y Alfredo Retamar entra también al grupo de contenidos más que dignos, y también al de las premisas que el fan de los comics de terror ya sabe desde el principio para dónde van a ir. Y me gustaron también los diálogos de Jorge Carrión en las dos historietas que escribe, especialmente en "Los guardianes del hermano Inaro", cuya idea es bastante ganchera y su dibujante (Manel) bastante competente. La antología cierra con una ilustración de Nahuel Greco realmente escalofriante, hermosa, de altísimo impacto. Me pregunto si no hubiese estado bueno usarla como portada, o como contratapa, y por supuesto me encantaría ver a este dibujante al frente de una historieta, en lo posible con buen guion. Dossier Macabro es un producto bien logrado, que sirve para descubrir a algunos artistas que por ahí uno no tiene en el mapa, para constatar la evolución de otros y otras, y (en el mejor de los casos) para enganchar con la historieta argentina a gente que consume cine y literatura de terror pero -por los motivos que sean- todavía no se hizo adicta a las viñetas. Falta un poco, hay tuercas para ajustar (sobre todo en la elección de los dibujantes), pero el camino es el correcto.
Vamos para atrás en el tiempo, al año 2010, cuando se empieza a serializar en la Skorpio italiana una historieta felizmente recuperada por Historieteca para nuestro mercado: Los Malditos, una saga creada por Eduardo Mazzitelli, originalmente pensada para ser dibujada por Lucho Olivera. Pero Lucho falleció antes de empezarla, y se activó el Plan B, que fue Sergio Ibáñez. Para mi gusto, el trabajo que hace Ibáñez en esta historieta es muy, muy bueno, sin nada para envidiarle al Lucho de la última época. Lo único que no me terminó de gustar son los primeros planos de las mujeres, pero aparecen muy pocas mujeres en las 72 páginas que tiene la obra, y hay varias que ni siquiera hablan. El resto de la faz gráfica me cerró por todos lados: los climas, los paisajes, los fondos, las escenas de acción, los detalles en trajes y armas. Ibáñez creó un mundo de fantasía oscura en el que se mueve con mucha solvencia, un mundo ominoso, adusto, duro, ideal para poblarlo con los personajes extremos y por momentos atroces que crea Mazzitelli. Es un trabajo parejo de punta a punta, con algunas páginas realmente consagratorias en las que Ibáñez deja la vida y más. Mazzitelli pergeña una aventura con dosis moderadas de machaca, bastante intriga palaciega y mucho espacio para la reflexión. Se supone que vamos a ver al príncipe Iwan regresar al reino que gobernara su padre Gwenneg, pelear por el trono y tomar el lugar que le corresponde en la línea sucesoria. Pero a medida que avanza la historia, Mazzitelli nos revela detalles oscuros del reinado de Gwenneg, caracterizado por los excesos, la ambición desmedida y un talento escabroso para faltar a su palabra. Todo esto en "historias dentro de la historia" que sirven para darles carnadura a los personajes que deciden secundar a Iwan en su gesta, por motivos que al principio nos son esquivos y que el guion dejará en claro a su debido momento. El mandato familiar, el honor, la amistad, la justicia, el poder... todos temas que aborda el mítico guionista en Los Malditos y que enriquecen a la trama y la despegan de las clásicas convenciones del género de la epopeya fantástica con ambientación medieval, espadas y hechicería. El resultado es sumamente satisfactorio y además nos gratifica a los fans de Mazzitelli que queremos ver recopilados más trabajos suyos, no sólo los realizados en dupla con Quique Alcatena. De hecho este año salió en Argentina otra obra de Mazzitelli e Ibáñez (Duncan) pero no la tengo. La voy a leer en digital para la votación de los Premios Cinder y si está al nivel de Los Malditos, no voy a dudar en comprarla, porque acá pude disfrutar de un equipo realmente afianzado y de una aventura que tiene -además de buenas ideas- muy buen ritmo, altas dosis de emoción y momentos que nos invitan a pensar y a ponernos en el lugar del otro. No es poco. Y nada más, por ahora. Ni bien logre avanzar un poco más con la pila de lecturas pendientes, nos vamos a reencontrar con nuevas reseñas, acá en el blog. Mañana a las 22:30 hago un vivo en el canal de YouTube de Comiqueando. Si algun@ se quiere sumar, nos vemos ahí.

jueves, 27 de abril de 2023

SIEMPRE LOS MISMOS

Naoki Urasawa, Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena son tres autores de presencia habitual, acá en el blog. Prometo esforzarme a lo largo de los próximos párrafos para no repetir conceptos que ya expresé cuando me tocó reseñar otros libros de estos monstruos sagrados. En el caso del Vol.7 de 20th Century Boys, debo decir que no quedé del todo satisfecho. Hubo más de un momento en el que dije "¿WTF?!? ¿Qué hace este tipo, por qué derrapa así?". El plot de la muerte de Amigo y sus consecuencias está magistralmente desarrollado, no está ahí el problema. El plot del estallido de la nueva pandemia está planteado de una manera más que magistral, hermosa, conmovedora, por fuera de las obviedades y con todos los trucos para que el lector (en nuestro caso, lectores que vivimos hace no mucho una pandemia) sienta muy de cerca el horror y la tragedia. Sin dudas eso es lo mejor del tomo. Pero después hay dos tramas más: una es una trampa no muy infrecuente en obras que se sostienen en la memoria, en los recuerdos de los personajes: de pronto, el grupito de los chicos que jugaban con Kenji en 1971 se agranda. Aparece de la nada uno más, del que nadie se acordaba, y justo se acuerdan cuando ese personaje cobra importancia en la trama ambientada en 2015. Bue, es una especie de retcon medio falopa, pero ponele que es válido. Lo que realmente me pareció una pedorrada, algo sumamente traído de los pelos, es ese recurso de decir "nos podemos meter en la mente de Amigo a través de un juego de realidad virtual de un parque de atracciones, que además nos permite viajar en el tiempo al verdadero 1971, e interactuar con los personajes tal como eran en esa época". Dale, Urasawa, dejate de joder. Lo tuyo es bancar el verosímil hasta el final, no hacerlo añicos con este tipo de fumariolas. Si me dijeras que hay una chance de que el contacto entre los personajes de 2015 y los de 1971 resuelva definitivamente todos los conflictos, capaz hasta te doy la derecha. Pero no da esa sensación. Da la sensación de que son peripecias, narradas de modo hiper emotivo y ganchero, pero que no aportan mucho más que cheap thrills. No va a estar ahí la clave para desactivar el gran kilombo que se viene. Lo más lógico sea que la clave sea la reaparición de Kenji, no viajes en el tiempo y encuentros con personajes que en el presente están muertos. Obvio que es lindo ver a Urasawa dibujar a los mismos personajes en distintas etapas de sus vidas, indagar un poco en cómo era la vida en Japón en 1971, mezclar eso con ese presente ominoso y ese futuro distópico... pero el chiste de ampliar todo el tiempo el elenco ya no causa gracia, la cantidad de páginas que se toma para hacer avanzar mínimamente a algún subplot es un despropósito y son muchas las secuencias que huelen a relleno, a excusas chotas para generar suspenso y la ilusión de que "está por pasar algo grosso". Falta bastante para el final, pero ya voy conjeturando que este es un manga que duró más tomos de los que hubiesen sido aconsejables para que la trama no se estirara más de la cuenta.
Me vengo a Argentina, año 2022, cuando se publica Dagas y Horóscopos, un libro que reúne dos sagas de Mazzitelli y Alcatena que comparten universo y continuidad: La Sangre del Escorpión tiene cinco capítulos, a los que continúan los siete de La Era de las Sombras. Lamentablemente, el libro no ofrece ninguna pista acerca del año o la revista italiana donde este material se publicó por primera vez. Y no es la única falencia de la edición, ya que se pueden detectar algunos errores de letras y espacios faltantes en los textos. Básicamente la historia trata acerca del destino y qué hacer frente a él: ¿nos resignamos a que ya está escrito y no se puede cambiar, o nos rebelamos para intentar otros caminos? Una pregunta clave tanto en la filosofía como en la metafísica, y además aplicable a nuestra vida cotidiana, no solo a los mundos fantásticos que inventan Eduardo y Quique con asombrosa facilidad. Alrededor de esa cuestión central y trascendental, Mazzitelli urde varias tragedias al estilo William Shakespeare: el rey celoso convencido de que su mujer lo engaña, el rey desquiciado que no se banca que su hija sea más amada por su pueblo que él mismo, el general implacable cuya sed de conquista no puede ser saciada, el príncipe y la princesa enamorados, pero pertenecientes a casas reales enfrentadas a muerte... todas historias que aparecen una y otra vez en las tragedias clásicas, pero ambientadas en un universo de fantasía e imaginación desbordantes. Por sobre estas tramas sobrevuela una más: la del chico que decide desafiar al destino y no someterse a los designios de los astros. Perseus va a ser el personaje más atractivo de la saga, aunque su regreso, en el capítulo final del segundo arco, se lee como un deus ex machina medio torpe, como si Mazzitelli necesitara cerrar muy rápido todas las líneas argumentales que tenía abiertas. Entonces reaparece Perseus y resuelve todo en poquísimas viñetas de un modo que no le hace justicia al resto de la serie. Esto mismo, narrado a otro ritmo y en otra cantidad de páginas, tendría mucho más sentido. En el resto de los episodios, Mazzitelli no solo se florea con textos bellísimos, sino que tensa los conflictos con diálogos tremendos, revelaciones inesperadas, misterios alucinantes (no todos se terminan de dilucidar, como el de la princesa de Aries en cuyas visiones aparecen los animales del horóscopo chino) y personajes secundarios fascinantes, como la sacerdotisa del azar, una de las mujeres más poderosas y más sensuales en la larga carrera de esta dupla autoral. El dibujo de Quique, majestuoso como siempre. No vamos a volver sobre eso una vez más. Me gusta, como idea final, contarles que conozco varios pibes y pibas de la nueva generación, de la que supuestamente no lee, que arrancaron a full con el manga o con el mainstream yanki, y que cuando descubrieron a Mazzitelli y Alcatena se engancharon. Son historietas MUY clásicas, hasta solemnes, por momentos; pero hay algo ahí, una magia loca que de algún modo no repele a los pibitos de 14-15 años. No dicen "me vendieron humo, me re-embolé con las fumanchereadas de estos viejos de mierda". De alguna manera, algo en los textos y los dibujos les llega y los conmueve, pese a que Eduardo y Quique no buscan en sus obras el tipo de impacto que -en general- los pibes de hoy asocian con los relatos de aventuras. Nada, es algo que me consta, que me alegra y que quería expresar en voz alta. Y nada más, por hoy. Muy pronto, nuevas reseñas, y la semana que viene sale también función de prensa de la nueva peli de los Guardians of the Galaxy, como para empezar Mayo bien arriba. Gracias por el aguante.

viernes, 17 de marzo de 2023

GEMAS DE LA ANTIGÜEDAD

Después de un breve interregno de temperaturas razonables, hoy de nuevo Buenos Aires se convierte en sucursal del Infierno. Pero hay libros ya leídos y un ratito para reseñarlos, así que ahí vamos. Empiezo en 1987, en el Reino Unido, cuando Knockabout produce y publica el álbum llamado Outrageous Tales from the Old Testament. Esto es un doble Santo Grial: no sólo es difícil de conseguir (yo lo busqué 35 años) sino que además es un libro del que no hay data. Los autores que participan de la antología parecen haberla olvidado por completo, nadie parece hacerse cargo de que esto existe... En su momento el libro armó bastante kilombo por su contenido zarpado (adaptaciones poco reverentes de los pasajes más atroces del Antiguo Testamento) pero ni siquiera el Factor Polémica logró asegurarle un lugarcito en la memoria colectiva del fandom. Lo cual es bastante loco si pensamos que los colaboradores de la antología fueron Alan Moore, Dave Gibbons, Brian Bolland, Neil Gaiman, Dave McKean, Hunt Emerson, Kim Deitch, Arthur Ranson... Hay algunos cuatro de copas, también, pero está la crema del comic británico (y Deitch, que es yanki). Veamos qué aportó cada uno. Bolland, fiel a su estilo, contribuye una sola página, dibujada a un nivel majestuoso, pero con la historia un toque comprimida para poder liquidarla en 12 hermosas viñetas. Gibbons deja la vida en ocho páginas gloriosas, que adaptan la historia de Sodoma y Gomorra, una verdadera cátedra de narrativa y dibujo, un dibujo que en blanco y negro se luce como pocas veces se luce el trazo de Gibbons cuando lo colorean. Moore y Emerson forman equipo para las seis páginas más alocadas y pasadas de rosca de la antología: humor desenfrenado, grotesco y con una mala leche brillante. Gaiman es el que más páginas aporta. Algunas con dibujantes muy precarios, bien del under de ese entonces, como Julie Hollings, Steve Gibson o Peter Rigg; otras con un dibujante bastante presentable como Mike Matthews (el primo gringo de Miguel Mateos :P); y las más logradas, en todos los sentidos, son esas cinco páginas en las que adapta junto a McKean un capítulo del libro de los Reyes. Arthur Ranson ilustra las guardas del libro y escribe un poema muy cómico. Graham Higgins comprime la historia de Sansón, que daba para una novela gráfica aparte, en siete páginas muy cargadas de viñetas, y muy espesas en cuanto a cantidad de texto. El dibujo está buenísimo, pero el relato se hace denso a causa de la excesiva compresión. Y Kim Deitch, que suele pasar vergüenza cuando te lo tratan de poner al nivel de los máximos próceres del indie yanki (Crumb, los Hernández, Clowes, Bagge, Woodring, Burns...) en este contexto se luce con una historieta realmente espectacular, donde dibujo y narrativa funcionan a la perfección. Como su nombre lo indica, Outrageous Tales from the Old Testament ofrece relatos atroces, donde hay gente asesinada y cortada en cachos, genocidios, violaciones, sacrificios humanos, explosiones y enfermedades horribles. Pero no son producto de la creación de los historietistas, sino que estos se limitan a darle su impronta gráfica a los textos bíblicos... por supuesto con la picardía necesaria para impactar y divertir al lector mucho más que si leyera la Biblia. No todos los resultados son excelentes, pero acá hay merca realmente notable. ¿Cómo puede ser que nada de esto se haya republicado en otros libros, que esté inédito en todos los otros idiomas, que sean trabajos virtualmente perdidos en la neblina del olvido? Ni idea. Yo agradezco que mi fanatismo por Moore, Gaiman y sus amigos me haya traído hasta acá, porque siento que desenterré un tesoro oculto hace más de 35 años, que quería tener en mis manos desde que me enteré que existía, allá por mi adolescencia.
Con la edición de Los Reyes Chacales, el sello Rabdomantes entra a la superpoblada cancha de los rescates para el público argentino de las obras que Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena producen para las antologías de la Aurea. Y lamentablemente lo hace con el pie izquierdo, no porque la historieta sea chota, sino porque la edición no está a la altura: no hay data de dónde y cuándo se publicó originalmente el material, la reproducción de los dibujos tiene problemitas (manchas, rayas), al texto de la contratapa le faltan los guiones y la encuadernación tiene esa onda "mirame y no me toques" que me provocó flashbacks traumáticos a la época de Toutain y Zinco. La saga en sí, es realmente muy buena. Se podría haber resumido un toque, por ahí con 25 páginas menos pegaba más fuerte. Pero está muy bien, es un relato 100% Mazzitelliano, con reflexiones profundas sobre el poder, el destino, la lealtad y demás conceptos que lo elevan por sobre la aventura convencional. Hay buenos personajes, conflictos bien planteados (siempre en esos términos extremos, en los que el príncipe es el MÁS bueno, la princesa la MÁS hermosa, el rey el MÁS poderoso, el demonio el MÁS maligno, y así todo), buenos diálogos y bloques de texto fastuosos. Si ya leíste mucho a Mazzitelli, es difícil que te sorprendas, pero también es casi imposible que te aburras. Todo el tiempo pasan cosas, volantazos que no siempre te ves venir, revelaciones que cambian nuestra forma de entender a algunos de los protagonistas, shell games (no sé cómo se dice en castellano) narrativos para los que Eduardo desarrolló una mano maestra. Y al que nunca se le agota la capacidad de sorprender es a Alcatena, que esta vez nos sumerge en un río Nilo mitológico y excesivo, donde nunca faltan criaturas, templos, vegetación y hasta ataúdes con unos diseños impactantes y sofisticados. Quique arriesga en la puesta en página, detona su propio arsenal de trucos narrativos, se luce en las expresiones faciales (sobre todo en los primeros planos de Eunis) y respalda visualmente la sublime majestad que los textos de Mazzitelli le atribuyen al imperio en el que transcurre la historia y a los personajes que la protagonizan. Gran labor de la consagradísima dupla, que sigue siempre en busca de nuevos paisajes exóticos donde ambientar sus historias atemporales de ambición, amor, traición y gloria. Y nada más, por hoy. Me voy a tirar un rato abajo del ventilador de techo. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog, y el sábado 25 en la Biblioteca Nacional, en la entrega de los Premios Cinder.

lunes, 26 de diciembre de 2022

MAGIA EN BLANCO Y NEGRO

Otra vez tengo dos libros para reseñar, siempre en este sprint que intenta dar cuenta del material de autores argentinos publicado durante 2022. Empiezo con un experimento extraño: la editorial Merci, que nunca había publicado historieta argentina, sale al ruedo con un libro que recopila historietas dibujadas por Quique Alcatena en 1977, 1989-90 y 2001. Una es un unitario con guion del propio Quique, una es una serie co-escrita por Eduardo Mazzitelli y Walter Slavich, y otra es una colección de historias autoconclusivas con guiones de Gustavo Schimpp. ¿Cuál es el criterio para meter todo esto en un mismo libro? Que son todos relatos ambientados en Japón. Y no, a pesar de lo méritos artísticos de las distintas historietas (enseguida hablo de eso), el combo no me terminó de cerrar. El libro empieza con Dinastía Maldita, una serie que Alcatena, Mazzitelli y Slavich realizaron para Skorpio allá por 1989-1990. La estructura es muy parecida a la de El Mago: en cada episodio el protagonista debe confrontar con alguien que compró una de las habilidades que le fueron robadas cuando le quitaron la memoria. No hay muchas sorpresas, excepto en el episodio final, donde Slavich y Mazzitelli pegan un giro argumental muy interesante. Y por supuesto está mejor escrita que El Mago, con excelentes bloques de texto, diálogos más filosos que las katanas y bastante desarrollo para el personaje principal. El dibujo de Alcatena todavía no está en la cima. Se nota a Quique más pendiente de influencias que vienen de la ilustración que de la historieta y -sobre todo en los primeros episodios- los personajes están un poquito duros, muy en pose. Es como un Hiroshi Hirata más estático, más frío. Todo dibujado con ese trazo exquisito de Alcatena, pero tal vez no tan en función del relato como veremos más adelante. Las cuatro historias escritas por Schimpp (conocidas como Tokoyo Monogatari) están mucho mejor dibujadas. Acá el trazo de Quique se ve más suelto, más fluido, más orgánico y -sin perder esa obsesión por los detalles y la ornamentación- más puesto al servicio de la narrativa. Preparate para unas imágenes de una belleza devastadora. Los guiones, en cambio, no me resultaron tan atractivos como el de Dinastía Maldita, y solo el último de los cuatro relatos conservó mi interés hasta el final. Por ahí esto leído en otro contexto, no como back-up de Dinastía Maldita, adquiría otra dimensión, otro brillo. Y la historieta corta llamada Bushido tiene la particularidad de ser la primera que Alcatena publicó en una revista profesional, cuando tenía 19 años. Acá se intuye que hay un crack en ciernes, pero todavía está muy lejos del nivel que va adquirir en esos años de laburo intenso en la revista Anteojito y otras publicaciones. Son apenas 9 páginas, una curiosidad que no está mal si la tomamos así, como una curiosidad. Si sos fan de Alcatena, seguro estabas esperando que se reeditara Dinastía Maldita, y más allá del bajón de que haya salido justo cuando falleció Slavich, tener esta obra en libro es algo digno de ser celebrado. No me copa la decisión editorial de incluir los relatos de Tokoyo Monogatari en el mismo tomo, pero el dibujo de Quique en esas páginas es tan zarpado que no tiene mucho sentido putear.
Hablando de dibujos zarpados... impresionante Santa Sombra, la novela gráfica de Paula Boffo editada por Barro. Una bestialidad gráfica y narrativa que no paró de impactarme de la primera viñeta hasta la última. Son más de 200 páginas con un ritmo trepidante, una historia descarnada, de una crueldad desgarradora, que te agarra de la garganta y te arrastra por una montaña rusa de emociones como pocas veces se ve en la historieta argentina. Santa Sombra es un comic muy violento, que incluso reflexiona acerca del uso de la violencia desmedida como forma de hacer justicia. Es una historia de venganza, y también de redención, de sororidad, que transmite un montón de valores correctos, entre todas esas explosiones de sangre y tripas. Boffo tiene un manejo del tempo narrativo totalmente hipnótico, no pifia jamás cuando arma esas páginas con cuadros horizontales, verticales, diagonales... y además tiene un trazo de gran expresividad, gran dinamismo, que va perfecto con el tratamiento de blancos, negros y grises que emplea en esta obra. Obvio que me encantaría verla trabajar con color, pero así esto se ve muy, muy bien. Los diálogos son excelentes, la forma en la que aborda una temática muy heavy es original y atrapante... La verdad que Santa Sombra tiene todo para ser considerada un clásico contemporáneo. No le sobra absolutamente nada, porque hasta los excesos en materia de muertes truculentas tienen un rol en la trama. Y por ahí le falta un personaje varón cis heterosexual bueno, para evitar el simplismo de que todos los personajes varones cis heterosexuales son gente de mierda. Esto se lo podés dar tranquilamente a los pibes y pibas que deliran con el shonen de moda y -no tengo dudas- les va a partir la cabeza. Es una historia 100% argenta, pero con la fuerza y la calidad como para trascender las fronteras entre las distintas formas de pensar la historieta, los distintos públicos, los distintos grupos etáreos. Si hubiera justicia en el universo, Santa Sombra se publicaría en 15 ó 20 países, vendería fortunas y oiríamos hablar de esta obra durante un par de décadas. Posta, historietas de machaca y justicia sanguinaria hay miles, pero como esta hay muy pocas. Nada más, por hoy. Trataré de postear una vez más antes de fin de año, y ya en Enero volveremos al mix esquizofrénico entre historietas de distintas épocas y distintos países. Gracias y hasta pronto.

domingo, 4 de diciembre de 2022

TRIPLETE DOMINGUERO

Incluso con los partidos del Mundial, estos días que no pude salir por un temita de salud, encontré tiempo para devorarme otras tres publicaciones de autores argentinos aparecidas en 2022. Le sigo comprando libros a Muñones, la puta que me parió, pero bueno... Eduardo Mazzitelli y Enrique Breccia, obra completa, material que salió en la última etapa de Skorpio y del que no me acordaba un carajo... difícil resistirse. Después ves esas páginas todas empastadas, con el dibujo de Enrique reproducido para el infra-ojete y te arrepentís, pero ya es tarde. El Extranjero es una saga de seis episodios que podría definirse como de "ciencia ficción conceptual". La aventura y la acción no están muy enfatizadas, el conflicto grosso entre el Bueno Pulenta y el Malo Pulenta cobra dimensión recién en el tercio final de la obra, y el resto son casi fábulas, cuentos de hadas en los que el hada en realidad es un extraterrestre (de ahí el nombre de la historieta) que baja línea y guía a seres humanos en un camino que, en una de esas, impida que la Humanidad se aniquile a sí misma. En el medio, Mazzitelli habla de violencia, de corrupción, de falsas utopías diseñadas para engañar a la gilada y de cómo ni el caos absoluto ni el orden asfixiante sirven para que una especie como la nuestra prospere y se desarrolle en un contexto más o menos armónico. Sin esos bloques de texto magníficos, repletos de poesía y de sentencias apabullantes que solemos ver en sus obras con Quique Alcatena, Eduardo narra de modo escueto, cortito y al pie, desarrolla muy bien a un par de secundarios y saca a relucir su chapa de capo de los guionistas en un último episodio electrizante, memorable, por momentos perturbador por lo descarnado del mensaje. No estamos frente al mejor comic de la extensa trayectoria de este monstruo, pero sí frente a una obra que vale la pena rescatar (en lo posible del pilón de los números viejos de Skorpio) y volver a leer unas cuantas veces. La labor de Enrique también es muy notable porque creo que es la única vez que abordó un guion de Mazzitelli (en Skorpio solía formar dupla con Walter Slavich, Robertino Ferro y algún otro que ahora no recuerdo) y se nota que -como el eximio profesional que es- enseguida le sintonizó la onda. No se siente que Eduardo se haya esforzado para "amoldar" su guion a Enrique, sino que Enrique se bancó como un duque jugar de visitante en un mundo creado por un guionista con el que nunca había trabajado. Y sí, está ese último e inolvidable episodio, en el que ya se puede sospechar un diálogo entre la dupla y una sabia decisión por parte de Mazzitelli de meter en juego a simios, que es algo que Breccia dibuja magistralmente desde siempre. La onda de los tres primeros episodios, esos que son más tipo fábulas socio-políticas, simples (en cuanto a que intervienen pocos personajes), sin mucha conexión entre sí, recuperan algo de los climas que imaginaba Carlos Trillo en sus historias cortas de fines de los ´70, y Breccia ahí reconoce un terreno en el que se mueve feliz y letal, como un tigre en plena selva. Los episodios 1, 3 y 6 están dibujados a un nivel casi inexplicable. Y sin dudas toda la faz gráfica (repito, reproducida de modo deficitario en el libro de Deux) le suma puntos a El Extranjero. Necesitamos editoriales más serias, comprometidas con el rescate de las muchas gemas aparecidas en Skorpio que nunca se recopilaron en libros.
Breve glosa para Flores Secas Manchadas de Sangre, un albumcito que compila dos historias cortas autoconclusivas escritas y dibujadas por Damián Connelly. La primera, Helena, es un clásico thriller sobrenatural, de horror muy al límite. El guion está muy bien llevado, los diálogos y los bloques de texto están muy bien escritos y -como gran lector de Vertigo- Connelly logra imbricar perfectamente una historia 100% fantástica y sobrenatural con un contexto costumbrista cuyo verosímil no tambalea nunca. La segunda historieta, Una Noche, no tiene una trama, ni un conflicto, ni un intento por desarrollar personajes. Es como un poema, o una letra de una canción, graficada en forma de comic, con viñetas y bloques de texto (también muy bien escritos), con la idea de transmitir sensaciones o emociones que no tienen que ver con la narración. Un experimento breve, de 10 páginas, que no me sedujo pero tampoco me desagradó. A nivel gráfico, Connelly sigue explorando los límites del dibujo basado en fotos, a los que recontra-satura con unas texturas hipnóticas para lograr efectos que (vistos así, en blanco, negro y grises) quedan espectaculares. También agrega de a poco trazos propios, sucios y potentes, y acá se enamora también de los triangulitos que inventara Dave McKean y luego heredara David Mack. En estas páginas hay triangulitos por todas partes, y algo me dice que, si fueran a color, tendrían una estética MUY a lo David Mack.
Cerramos con Yilé, obra de Matías Muzzillo, un autor al que no conocía, y que me sorprendió con un guion excelente, complejo, dinámico, muy bien narrado, con gran oído para el diálogo argento, buenos personajes, un conflicto zarpado, un mundo real distorsionado para darle cabida a todo un lado oculto sumamente atractivo, y un final redondo, que a la vez te deja con ganas de leer más aventuras de Josefina Ferrán, más conocida como Yilé. Una gran saga crepuscular, en una Buenos Aires alternativa infestada de criaturas sobrenaturales, brujería y crimen, en la que los protagonistas deberán combinar intelecto, violencia y algo de ojete para desarticular una conspiración macabra y atroz. Lo único que me hizo un poco de ruido del guion es que arranca tarde, como en la página 30. Lo anterior parecen secuencias pensadas como historias cortitas, como para presentar a Yilé y al mundo en el que vive, y luego ensambladas para sumarlas a la trama central del libro. La primera de esas secuencias "preliminares" tiene 14 páginas y está dibujada a un nivel descomunal. Es realmente impresionante, como si Muzzillio reprodujera una estética tipo David B., o Blutch, la combinara con un toque más salvaje, de expresionismo onda Alberto Breccia y la usara para narrar en modo acelerado, con un ritmo más de mainstream yanki, orientado a la acción de palo-y-palo. Una bola de demolición que te quita el aliento y te hace decir ¿en serio tengo que aguantar 80 páginas más a este ritmo?". Pero no. Me imagino que por una cuestión de tiempos de producción, Muzzillio simplifica un poco el estilo, apuesta fuerte a la acción solo cuando hace falta, y nos lleva al terreno de una trama basada en la investigación cuasi-detectivesca, en la que se habla y se piensa más de lo que se pelea. Sobre el final se nota cierto apuro en algunas páginas, aunque no se ven pifias ni deficiencias notables en el dibujo en sí. Lo que no me terminó de convencer nunca, ni siquiera en las páginas de mayor despliegue de virtuosismo por parte de Matías, es la paleta de colores, muy acotada, muy opaca, coherente en un punto con el clima opresivo que plantea la obra, pero estéticamente poco atractiva. Esas páginas finales en la reserva ecológica, resueltas con un rojo furibundo, un verde apagado y un violeta estridente la verdad que no me gustaron para nada. Hubiese preferido mil veces leer Yilé en blanco y negro. De hecho, al principio del libro hay dos páginas en blanco y negro, de una secuencia onírica, en la que Muzzillio parece una amalgama perfecta entre el Viejo Breccia y Frederick Peeters, dos de los mejores dibujantes de la historia del Noveno Arte. Son cinco viñetas, nomás, pero la próxima la quiero toda así. Nada, más allá del tema del color, está claro que Yilé es una historieta potentísima y que Matías Muzzillo es un narrador gráfico de la hostia, un excelente guionista y un nombre al que de acá en más hay que seguir de cerca. Nada más por hoy. Gracias y hasta pronto.

viernes, 19 de agosto de 2022

NOCHE DE VIERNES

De a poquito se me van acomodando los horarios y empiezo a encontrar momentos para leer comics y reseñarlos, que para eso está este blog. Sobre fines del año pasado, Loco Rabia y Belerofonte lanzaron el libro Nuggu y los Cuatro + La Niña de Sal, de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena. Los memoriosos recordarán que allá por 2007, Belerofonte había publicado en Uruguay un librito que traía Nuggu y los Cuatro. Cuando se anunció este, pensé que simplemente le habían agregado atrás otra serie de la dupla con una ambientación similar, como suele hacerse. Imaginate mi sorpresa cuando descubrí que La Niña de Sal no solo comparte ambientación con Nuggu y los Cuatro, sino que retoma a los personajes y los conceptos de aquella saga. O sea que a las 70 páginas originales se les sumaron 144 más, que forman parte de un mismo universo y resignifican lo que Eduardo y Quique nos habían contado en aquella primera saga. La única cagada que tiene el libro es que no ofrece información acerca de cuándo se realizaron estas historietas o cuándo fueron publicadas en Italia, su mercado original. El resto, todo alucinante. Mazzitelli y Alcatena nos llevan a una versión fantástica y desaforada de Japón, donde conviven imperios poderosísimos, demonios ancestrales, hechiceros malignos, monjes, luchadores y todo de tipo de criaturas una más extrema que la otra. Como siempre, el guionista se las ingenia para contar pequeñas historias dentro de la historia troncal (que parecen ser dos, pero es una sola cuyo foco se desplaza un poquito), para mechar sutiles pinceladas de humor y algunos bloques de texto de increíble vuelo poético. Fiel a su costumbre, los guiones de Mazzitelli requieren de la violencia para resolver los conflictos, pero esta está bastante desenfatizada. Nunca llegan a ser historietas "de machaca", si bien proliferan las espadas, los ejércitos y los combates a todo o nada entre seres hiper-poderosos. Esta vez tenemos un héroe que realmente transpira la camiseta y la pasa mal para conseguir su objetivo, el rústico Togoro, quien recién alcanzará la paz en la última viñeta. Y dos chicas en roles muy destacados: Yaomi en el primer tramo y Okima en el segundo encerrarán las claves para que la historia avance y llegue a buen puerto. El trabajo que hace Mazzitelli con estos dos personajes es realmente muy notable. Como son historias pensadas para ser publicadas en episodios de 12 páginas, algunas incluyen peripecias que -miradas con un poquito de perspectiva- no aportan tanto al desarrollo global de las tramas, sino que están ahí básicamente para que no se vaya el episodio entero sin que "pase algo" que impacte al lector. Pero la lectura en libro, con toda la saga junta, no transmite la sensación de "esto está estirado al pedo", en lo más mínimo. El dibujo de Alcatena está en ese nivel de esplendor al que se subió hace más de 30 años y nunca se bajó. Acá encontré algo infrecuente en la obra del ídolo: una página de 11 viñetas. Y no, no tuve un flashback traumático a la época en que leía las revistas de Columba. Quique pilotea con maestría el obstáculo de tener que meter todos esos dibujos y todos esos globos de diálogo en una sola página sin dejar nunca de maravillar al lector con su imaginación y su oficio para contar estas epopeyas, una más zarpada que la otra. Recomiendo enfáticamente Nuggu y los Cuatro + La Niña de Sal, tanto a los fans de la dupla Mazzitelli-Alcatena como para quienes todavía no se aventuraron en los mundos fantásticos de estos dos genios de la historieta mundial.
Me voy contra dupla tremenda, la que integran Tsugumi Ohba y Takeshi Obata. Mucho después del final de Death Note, los demiurgos de aquel "shonen que redefinió el shonen" se volvieron a reunir para sumar algunas historias cortas que continúan y expanden la idea del manga original, y felizmente Ivrea las reunió en un librito muy copado. Las tiras cómicas me parecieron malísimas. Las dos historias más breves, las de la infancia de L, están bien sobre todo por la impresionante calidad de los dibujos. Y las tres historias extensas son lo que realmente vale la pena. La saga de C-Kira se mete con el espinoso tema de los ancianos sin recursos, a los que tan caro resulta mantener en una sociedad envejecida como es la japonesa. Y con la eutanasia, así, en general, con la gente que vive porque no le queda otra pero -si le dan a elegir- preferiría morir. La saga de A-Kira tiene un guionazo, una intriga tensa, espesa, donde nunca tenés idea de qué puede llegar a pasar, qué nuevos volantanzos pueden llegar a pegar el propietario del Death Note y Ryuk, nuestro shinigami favorito. Es todo un gran in crescendo maligno, pasado de rosca, que va a terminar con una puñalada trapera por parte de... alguien. Una historia en la que alguien que no ambiciona el poder ni la riqueza desequilibra todo un mundo regido por esos "valores". Y la saga de Taro Kagami es la que baja a tierra el concepto del Death Note, porque esta vez no está en manos de un maestro de la manipulación, ni de un estratega genial, sino de un pibe más chico, de unos 13 o 14 años, que toma conciencia de a poco de lo zarpado que es poder decidir si los demás viven o mueren. Las tres historias recuperan la sensación que me produjo la lectura del manga original, y en buena medida se debe a lo bien que narran estos dos monstruos. El dibujo apenas baja un poquito la calidad en la última historia (la de Taro), pero también mejora notablemente en las dos secuencias breves de la infancia de L. Así que visualmente esto es tan cautivante como los 12 tomos de Death Note. Solo lamenté que en estas historias no haya personajes femeninos importantes, que es algo que Takeshi Obata dibuja maravillosamente bien. Pero está todo muy bien logrado: el mundo de los shinigamis y el contraste con el mundo real, las expresiones faciales de los personajes, los sutiles toques que le mete a Near para dar cuenta de que pasó el tiempo... todo funciona tan bien como en el manga original. La traducción de Damián Gaggero, impecable. Y ahora sí, creo que no hay más Death Note. Pero si cada tanto se juntan Ohba y Obata y se les ocurren ideas tan interesantes como estas para continuarla (o para continuar Bakuman, ¿por qué no?), cuenten conmigo, que acá hay un comprador incondicional. Vuelvo pronto con nuevas reseñas. Gracias por el aguante, hasta entonces, y no dejen de descargar la nueva Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/, que está buenísima.

domingo, 6 de febrero de 2022

NUEVAS LECTURAS

Bueno, sí, lo confieso: compré un libro de Deux, la editorial del delincuente de Muñones. Bueno, está bien, está bien. No fue uno... fueron tres. Pero fue sin querer, una tentación, un desliz. Vi un librito con historietas unitarias de las que salían en Skorpio, y como fan de Eduardo Mazzitelli y amigo del inolvidable Rubén Meriggi, no me pude resistir. ¿Hay baja de penas si logro demostrar que lo pagué con descuento? ¿No? Bueno, ¿y si juro vendérselo barato a alguien más que lo quiera y no lo tenga? Porque la verdad que, fuera del cariño que uno tiene por la memoria de Rubén y lo lindo que es que se reedite el material de aquella época tan copada de Skorpio, Fantasías no es un libro imprescindible. De movida, de las 56 páginas que ofrece, DIEZ no son historietas sino pin-ups, carátulas y rellenos varios. Una proporción muy superior a la recomendada. Después, si te lo comprás por ser muy fan de Mazzitelli, vas a descubrir que uno de los cuatro relatos que incluye el libro NO lo escribe Eduardo, sino Walter Slavich, su amigo y socio de aquel entonces. Ojo: el de Slavich es un muy buen guion, pero por ahí vos te comprás los libros de Mazzitelli para leer historietas de Mazzitelli. Y si sos muy fan de Meriggi sí, este libro te cierra por todos lados, porque las páginas que no tienen historietas son dibujos e ilustraciones del recordado co-creador de Crazy Jack, en las que deja la vida. En cuanto a las historietas, la primera de Mazzitelli se basa en una muy buena idea, que se estira un poquito más de la cuenta. Seguramente se podía contar lo mismo en menos de 10 páginas, quizás con más fuerza. Después tenemos la de Slavich, una gran historia sobre la codicia, que funciona muy bien. En la tercera vuelve Mazzitelli, pero no logra que la idea (piola, interesante) se plasme en un gran guion. Y la última, también fruto de la hábil pluma de Eduardo, es una historia atrapante e ingeniosa, en la que se luce su prosa florida, pero sin eclipsar a la trama, que es muy buena. En el apartado gráfico, se nota cómo a Meriggi no le resultaba del todo cómoda esta narrativa compacta, que muy rara vez le permitía meter menos de cinco viñetas por página. Yo creo que, a medida que avanzó su carrera y se afianzó su estilo (repleto de rayitas, con esos cross-hatchings alucinantes), Meriggi se fue haciendo menos historietista y más ilustrador. Cada vez más se lo veía más a sus anchas en páginas de poquísimos cuadros, o directamente en pin-ups bien zarpados, que en páginas donde tuviera que poner el dibujo al servicio de un relato. Sobre todo en la tercera historia, la trama ofrece varias instancias en las que vendría bárbaro una splash-page devastadora, a todo o nada, y me lo imagino a Meriggi mordiéndose los dedos para no dibujarla, porque los editores italianos no querían páginas de menos de cuatro viñetas. Y aún así, “preso” de un formato que lo restringía muchísimo, Rubén le ponía el alma a estas historias para Skorpio y hay excelentes fondos, un equilibrio muy personal entre blancos y negros, buenas expresiones faciales… Falta por ahí un poco más de variedad de planos en las historias de Mazzitelli, no así en la que escribe Slavich. Pero visualmente esto es grosso para los fans de Meriggi y de la fantasía épica en general. Bueno, me parece que no se lo vendo a nadie. Me lo quedo y a la mierda. No todos los días se edita material de Meriggi y Mazzitelli y yo lo celebro, aunque lo edite un garca que en un país más normal sería la novia de todo un pabellón de reclusos en un penal de máxima seguridad.
Le entré al Vol.3 de 20th Century Boys, la obra maestra del inmenso Naoki Urasawa… que se volvió completamente loco. El tomo (doble) arranca con 110 páginas de lo que hasta ahora era la trama central, con Kenji y sus amigos enfrentados a la tétrica conspiración del enigmático Amigo, en la bisagra entre el Siglo XX y el Siglo XXI. Y ahí, de pronto, sin previo aviso, la narración salta 14 años para adelante, al 2014, y se mantiene el clima de lo que veníamos viendo, pero ahora el manga cambia totalmente de protagonistas. Urasawa centra el resto del tomo en Kanna, una chica que en el 2000 tenía tres años y ahora tiene 17, que interactúa con personajes 100% nuevos, algunos vinculados con distintos niveles de sutileza a los que aparecían en el tramo situado en el 2000. Entonces, las secuencias del “futuro” nos spoilean (también con bastante sutileza) lo que pudo haberle pasado a Kenji y sus amigos, del los cuales prácticamente no vamos a volver a oir hablar en lo que queda del tomo. Y también vamos a ver cómo entran en escena varios personajes nuevos (algunos de ellos son mangakas, basados en el propio Urasawa y en los legendarios Fujio Fujiko) para protagonizar largas secuencias que, muchas páginas después, van a conectar de alguna manera con la trama central. Sobre el final del tomo, tenemos un nuevo segmento ambientado en el pasado. ¿Retomamos la trama que había quedado colgada en el 2000? No, nos vamos a 1971, cuando los protagonistas eran chicos de escuela primaria. Urasawa va y viene, nos muestra la puntita, la esconde, nos enloquece en el camino del misterio y explora nuevas formas de generar suspenso y tenernos totalmente enganchados con una trama que se hace mucho más compleja tomo a tomo y capítulo a capítulo. Es increíble cómo se toma el tiempo y el esfuerzo para definir perfectamente a todos los personajes que va sumando al elenco, por pequeños que sean sus roles. Todo contribuye a generar tensión y a dotar a la saga de un mayor realismo y una mayor humanidad. Lo del realismo se ve también en el dibujo: son pocos los personajes que respetan la estética tradicional de los héroes y heroínas de los mangas. La mayoría de las creaciones de Urasawa se parecen mucho más a los seres de carne y hueso que pueblan el país del Sol Naciente, y a unos y otros el autor les permite expresarse a sus anchas con un dibujo fastuoso, con una atención devastadora a todos los detalles que me hace acordar a los mejores trabajos de Horacio Altuna. Sumémosle las grandes escenas de acción, los distintos climas que ofrecen los distintos tiempos y locaciones en los que transcurre la historia, y tenemos un manga que solo un genio podría dibujar. Esto es una demencia, es llevar todo al extremo más zarpado. No sé cuánto voy a aguantar sin zambullirme en el Vol.4. Y hasta acá llegamos. Muchas gracias y aprovecho para invitarlos a las presentaciones de ¿Quién quiere ser superhéroe? en Claromecó (el jueves 10 en el parador Orilla Gurú) y en Mar del Plata (el viernes 11 en el bar El Argentino). Nos reencontramos pronto, acá en el blog.

martes, 21 de diciembre de 2021

35 CALAVERAS

Sigo leyendo de a un comic por semana, lo mío ya es bochornoso. Pero es lo que se puede. Estos días estuve a full cerrando el nº4 de Comiqueando Digital (que a partir de esta noche va a estar disponible en https://comiqueandoshop.blogspot.com/) y eso me comió infinitas horas que hubiese querido dedicarle a la lectura. Esta noche voy a ver la peli de Spider-Man, así que la próxima reseña viene por ese lado. Y seguro habrá algo más antes de fin de año. Después, sí o sí tengo que clavar un punto aparte porque me voy a mudar y es un despelote cósmico. Ya veremos cuándo se puede retomar todo lo que voy a tener que suspender para concentrarme en eso. Vamos con el libro que leí, que me gusto mucho. 35 Calaveras reúne cuatro arcos argumentales escritos por Eduardo Mazzitelli, dibujados por Quique Alcatena y ambientados en una versión mítica y extrema de la región de los persas, asirios, caldeos, babilonios… Medio Oriente, como para que nos ubiquemos rápido. Los cuatro arcos tienen distintos personajes principales y distintas tramas, e incluso el primero tiene un tono distinto, porque tiene unas logradísimas pinceladas de humor. En este tipo de trabajos, Mazzitelli generalmente opta por un tono solemne, distante, pero en esta aventura (la de la bella y atorranta Ayin) desliza ironías muy graciosas en los bloques de texto, que descomprimen un poco el carácter ominoso de los sucesos. Me encantó, no me lo esperaba y me pareció realmente brillante. Las otras tres historias también están muy buenas (especialmente la última) pero se mantienen dentro de los cánones tradicionales (y habitualmente excelsos) de la dupla mágica. Como suele suceder, Mazzitelli nos lleva a situaciones cada vez extremas, donde los reyes son siempre el rey más noble, los príncipes son el príncipe más rico, las reinas son la reina más hermosa, los palacios son el palacio más majestuoso, los demonios son el demonio más hijo de puta, y así. No hay lugar para medias tintas, ni para segundones o tercerones. Esto es la Champions League y pocos héroes, villanos, ejércitos y hasta dioses califican para tener un papel en las aventuras que urde (y adorna con unos textos maravillosos) el inmenso Eduardo Mazzitelli. Hay que bancar ese nivel de poder en las tramas y el guionista lo logra siempre, aunque (como suelo señalar) para mi gusto sus protagonistas pagan muy baratas las situaciones límite a las que se enfrentan. Pero en 35 Calaveras eso no es tan así, hay personajes muy grossos llevados al extremo, que sufren, fracasan y hasta mueren en penosas condiciones. No todas las amenazas se superan de taquito y sin despeinarse, incluso en esta Champions League de personajes imbatibles. Y hablando de imbatibles, lo que hace Alcatena en estas páginas es realmente superlativo. Magia, belleza y exotismo en estado puro, más allá de toda exégesis. La cantidad de recursos gráficos que despliega Quique sin moverse un milímetro del blanco y negro puro, es algo que hay que verlo para creerlo. Esta vez dibuja muchos animales (que le salen hermosísimos) y por supuesto infinitas criaturas fantásticas tomadas de estas antiguas mitologías, pero tamizadas por su inconmensurable imaginación. Y como siempre, fortalezas, templos, palacios, lo que quieras. Se me ocurrió mostrarle este libro a una persona que habitualmente no lee comics y se cayó de orto. Lo primero que me dijo fue “si las historias están al mismo nivel que los dibujos, esto debe ser una joya”. 35 Calaveras aborda los temas universales: la lucha eterna entre el Bien y el Mal, la valentía, la cobardía, la ambición, la lujuria, la lealtad, la traición, el sacrificio, lo que hacemos para gambetear a la muerte… Nada que no hayan tocado Quique y Eduardo en otras obras, por supuesto. Pero de alguna manera, logran asombrarnos una vez más, a fuerza de magníficos textos, tramas impredecibles y dibujos fastuosos. Uno de lo libros de autores argentinos realmente fundamentales de este 2021. Grazie per tutti y ci vediamo.

domingo, 20 de diciembre de 2020

LOS JINETES Y LA NOCHE 1002… 1003… 1004…

Nuevo recopilatorio de las historietas que Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena realizan para el mercado italiano, y como siempre, uno abre estos libros preparado para viajar por lugares maravillosos y vivir aventuras imposibles. Esta vez, tenemos una breve novela gráfica desarrollada en cinco episodios (Los Jinetes) y seis historias cortas autoconclusivas, que comparten una misma ambientación: la Arabia mítica, la de los sultanes y califas mezclados con genios (o djinns), ifrits y demás criaturas legendarias de infinito poder. La referencia a Las 1000 y Una Noches que propone el título no es caprichosa, porque la intención de los autores va claramente por ese lado, por el de sumar nuevos relatos fantásticos a aquella clásica compilación de cuentos y leyendas. Empiezo de atrás paraa delante, con las seis historias cortas. La sexta me gustó mucho, la quinta se me hizo un poquito predecible, la cuarta también me resultó atrapante, la tercera me parece que habría funcionado mejor en otra extensión (más larga, con más espacio para ponerle acción y aventura, como para que no quede en la canchereada de “mirá qué buena idea se me ocurrió”), la segunda me gustó por ser la más loca, la más fantasiosa, y la primera probablemente sea la más redondita, la que ofrece un mejor equilibrio entre una buena idea y un buen desarrollo. En todos los relatos Mazzitelli logra que los elementos fantásticos magnifiquen y potencien sus fábulas de poder, ambición, amor, lujuria, sabiduría, honor y codicia, y eso hace que no importe en lo más mínimo si el rol de la aventura es protagónico o anecdótico. Mazzitelli se propone hacer vibrar al lector y emocionarlo con otras armas: no con los cheap thrills de los combates, las persecuciones y los cataclismos que hacen temblar al mundo, sino con tramas en las que lo fantástico y lo imposible están ahí para darle fuerza a conflictos en los que todo pasa por los sentimientos. Creo que lo que más me gustó fue Los Jinetes, una saga breve pero intensa, por momentos asfixiante, que gira en torno a la venganza, o en realidad. a los límites de la venganza. También hay una trama romántica, un misterio sobrenatural muy bien llevado, intriga palaciega de alto vuelo y esos textos típicos de Mazzitelli en los que florece una prosa contundente, conmovedora, única. El guionista aprovecha la mayor extensión de Los Jinetes para ensayar lo que no puede hacer en las historias cortas, que es el desarrollo de personajes. Los cuatro o cinco protagonistas de la historia evolucionan notablemente en apenas 70 páginas y eso es parte de lo que mantiene atrapante a una historia que vos ya sabés desde el principio cómo va a terminar. Acá también, el amor, el poder, la ambición, la soberbia, la sabiduría, la templanza y la fe se entrelazan en una historia por cuyos pliegues se deslizan interesantísimas reflexiones acerca de cuestiones que nos son mucho más cercanas, más próximas que estos desiertos infinitos, estos palacios fastuosos y estas criaturas mágicas con formidables poderes. También como siempre, el talento literario de Mazzitelli, su capacidad asombrosa para generar situaciones dramáticas que exceden los contextos de la aventura y la fantasía, encuentra el complemento perfecto en la pluma endiablada de Alcatena. Si los genios son descriptos como poderosos, Quique los dibuja hiper-poderosos; si los palacios son descriptos como majestuosos, Quique los dibuja hiper-majestuosos; y lo mismo sucede con las mujeres hermosas, los ejércitos, las tempestades y las masacres. El trazo de Quique amplifica este mundo, lo hace aún más contundente, más emotivo, más cautivante. Una vez más, resulta imposible no quedar paralizado por la belleza de los detalles, por la forma en que Alcatena ornamenta las viñetas, la forma en que las acomoda en la página para lograr el mayor impacto narrativo, y –por supuesto- por los desbordes de la imaginación de este prócer del Noveno Arte. Podés haber leído decenas de versiones de los cuentos de Las Mil y Una Noches, saberte de memoria todas las fábulas y tener el más completo conocimiento de todas las criaturas fantásticas que aparecen en las leyendas de la Arabia mítica, pero nunca las viste (ni las imaginaste) como las dibuja Alcatena en estas páginas. Una vez más, acá la magia se hace papel y el papel se hace magia, un truco con el que Alcatena nos hechizó hace 35 años y –por suerte- no nos dejó escapar jamás. Recomiendo mucho este libro, y no, no lo pongo por encima de Una de Vampiros, que por ahora sigue siendo –para mi gusto- la mejor obra de autores argentinos publicada en nuestro país en 2020. Hablando de 2020 y de su inminente final, estoy evaluando alternativas para seguir con el blog en 2021. Ojalá se me terminen de acomodar las ideas y encuentre un formato viable, sustentable a lo largo de otros 365 días. Y nada más, por hoy. Nos reencontramos ya en el verano, acá en el blog.