el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 1 de mayo de 2020

VIERNES FERIADISIMO

Hoy tampoco pisé la calle en todo el día. Ya no me acuerdo cómo eran los bondis por adentro, ni para qué servía esa tarjeta que dice “SUBE”. Pero aprovecho para escribir y para avanzar con las lecturas.
Después de aquella panzada de Gil Jourdan (o Gil Pupila, como le pusieron en España) que me di aquel 28/10/14, no había vuelto a conseguir material de esta excelente serie de Maurice Tillieux, y tampoco otras obras del malogrado maestro belga. Pero eventualmente cayó en mis manos un tomito que no estaba incluído en el integral. De hecho, es el que viene justo después del álbum con el que cerraba aquel imponente masacote.
Este Vol.6, llamado en España “Festival sobre 4 ruedas” me atrapó desde el vamos con un guión muy potente, un verdadero mecanismo de relojería. Sin estridencias, con menos chistes que en tomos anteriores, a lo largo de estas 44 páginas pasan lo que en cualquier otra historieta pasaría en 60 ó 64. Lo más notable, o lo que a mí más me cerró es el plan de los villanos, realmente ingenioso, con todo milimétricamente pensado para llevarlo a cabo sin sobresaltos. Será un detalle pequeñísimo el que le servirá a Gil (que de gil tiene sólo el nombre) para desentrañar el misterio y armar un contra-plan (otra vez, casi digno de Los Simuladores) para capturar a los delincuentes y evitar el robo del banco. Tillieux se da el lujo de hacerte sospechar de personajes que no tienen nada que ver con el crimen, y casi logra convencerme de la inocencia de personajes que me despertaban desconfianza, y a la larga estaban sucios hasta la pera.
Una aventura pausada, tranquila, muy hablada, muy razonada, pero con su cuota de acción y peligros que se sienten reales. Sobra el personaje de Libélula (que apenas calza un par de momentos humorísticos bastante poco logrados) y se siente mucho la ausencia de personajes femeninos. Pero Gil Jourdan brilla como pocas veces y en cada interacción con otro personaje, el autor le pega una pincelada más a una personalidad sumamente interesante.
El dibujo, como siempre, muy tributario de la línea de André Franquin, pero más pulcro, más ordenado, muy idóneo para el tipo de historias que contaba Tillieux en esta serie. Un lujo, sobre todo si pensamos que son historietas de 1963. Ojalá hoy hubiese historietas de detectives para el público infanto-juvenil escritas y dibujadas a este nivel.
Retomo la lectura de Paper Girls, cuyo Vol.1 vimos el 25/03/19. Venía con una expectativa alta, porque el primer tomo me había gustado mucho, pero este me pareció incluso mejor. Es más, todavía no llegué ni a la mitad de la serie, pero ya me animo a postularla como la mejor obra en la ilustre carrera de Brian K. Vaughan. Tendría que decaer bastante en los próximos tomos (no los tengo, pero acepto donaciones) para que quede relegada en el pilón de “series que arrancan bien y después derrapan”.
Vaughan me sorprendió una vez más con la calidad de los diálogos, con el ritmo, la acción, la introspección, el manejo hiper-ajustado de las escenas, que nunca se estiran más de la cuenta. Todo muy bien ensamblado, muy consistente, con peligros muy reales, reacciones muy verosímiles por parte de todas las protagonistas… Un excelente guión, de punta a punta. Y así como en las historietas en las que los protagonistas son todos varones se extraña la presencia femenina, acá también, en algún punto decís “che, ¿no hay varones? ¿Qué es esto? ¿Y the Last Man pero sin Y?”. Me imagino que más adelante, cuando ya estemos más encariñados con las chicas, Vaughan va a meter algunos pibes en la mezcla, aunque sea en roles de villanos. Bah, digo yo. Por ahí me equivoco.
Cliff Chiang también se supera a sí mismo en este tomo, y ya está en un nivel mucho mejor que el de Wonder Woman. Más suelto, más plástico, más sintético… Por momentos parece Gonzalo Martínez entintado por Rick Leonardi. Increíble cómo semejante bestia del dibujo te mete adentro de la historia, cómo te convence de que todo lo que está pasando es real, la atención que le pone a cada detalle, a cada gesto. El color de Matt Wilson también es un deleite.
Altísima recomendación para esta serie, que tiene sumamente merecidos todos los premios que ganó. Si flasheás con esas aventuras tipo El Eternauta, que te traen a la esquina de tu casa viajes en el tiempo, tecnologías locas y batallas con monstruos y pterodáctilos, Paper Girls te va a fascinar. Y si creías que ya habías visto lo mejor que podían ofrecer tanto Brian Vaughan como Cliff Chiang, preparate para llevarte una gratísima sorpresa.

Nada más, por hoy. Como siempre, ni bien tenga algunas cositas más leídas nos reencontramos con nuevas reseñas acá en el blog. ¡Será hasta entonces!

martes, 28 de octubre de 2014

28/ 10: GIL PUPILA: EL INTEGRAL Vol.1

De a poco, esto se va convirtiendo en un clásico de este blog: mega-brolis gigantes que incluyen material que ya reseñé en otro momento, complementado con material que nunca había conseguido. Allá por Enero de este año, me tocó leer y reseñar los Vol.2 y 4 de Gil Jourdan (rebautizado “Gil Pupila” por un traductor español, habitué de la guardia de toxicomanía del hospital de su pueblo) y poco después, me regalaron este integral, un maravilloso masacote de 240 páginas que trae, además, el Vol.1, el Vol.3, dibujos y material raro y un texto introductorio excelente, a cargo del especialista José-Louis Bocquet.
O sea que la mitad de las historietas ya las había leído. De todos modos, disfruté muchísimo esta edición, empezando por la investigación que ofrece Bocquet acerca de la vida y la carrera del maestro belga Maurice Tillieux (creador de Gil Jourdan) y que sirve para poner a esta serie en el contexto de una época (segunda mitad de los ´50) repleta de transformaciones para el comic franco-belga.
Y después tenemos dos aventuras que no había leído, y que trataré de sintetizar en este espacio. El Vol.1, La Fuga de Libélula, es un gigantesco prólogo al Vol.2 (reseñado el 16/01/14). Sí, la serie de Gil Jourdan empezaba a publicarse en las páginas de Spirou con un díptico, con una aventura pensada para durar dos álbumes, algo muy infrecuente en esa época. Por eso, en estas primeras 44 planchas Tillieux se dedica sobre todo a presentar a los personajes, a establecer la dinámica entre el elenco protagónico, encabezado por Gil, Libélula y el Inspector Corrusco. Hay un conflicto, hay una investigación (me olvidé de decir que Gil Jourdan es investigador privado), hay piñas y persecuciones, pero todo es parte de la introducción, y quizás un poquito del nudo, porque todo lo grosso, incluyendo la resolución del caso y la derrota final de la red de narcotraficantes, la vamos a ver en el Vol.2.
Lo mejor que tiene este primer álbum es la claridad de conceptos de Tillieux. El tipo sale desde la primera página a reproducir la magia de Tintín, pero cambiando al reportero-aventurero por un joven abogado que se gana la vida como investigador privado. El resto, va muy para el lado de Tintín: muchas viñetas por página, fondos muy trabajados y personajes muy caricaturescos, y sobre todo la alquimia perfecta entre la acción, el misterio, los peligros y las secuencias claramente humorísticas. Cuesta encontrar en las páginas del semanario Spirou a un autor que haya seguido tan de cerca los pasos del clásico rival. Por suerte, Tillieux tomó lo mejor de Hergé y lo potenció, lo actualizó. No sería para nada descabellado teorizar que buena parte de la historieta europea moderna arranca acá, en 1956, con la primera serie realmente importante del maestro Tillieux.
Y me quedaba sin leer el Vol.3, El Paso del Ahogado, un excelente relato de misterio, en el que Gil y sus aliados deben desenmascarar a un avechucho que tiene un plan maestro para quedarse con una herencia millonaria y unas obras de arte de incalculable valor. “Los buenos” zafan de un peligro medio imposible, pero la trama está muy bien armada, con las pistas sembradas en los momentos justos y la acción muy bien dosificada. Parece mentira que esto, que se escr¡bió en 1958 para chicos de… 9 a 12 años, hoy pueda ser leído por un adulto y disfrutado plenamente. Tiene que ver con la solidez en la construcción de los personajes, los climas y las tramas, me parece a mí.
No sé si será fácil conseguir los otros integrales de Gil Pupila publicados por Planeta-DeAgostini. Mucho me temo que –en caso de encontrarlos- valgan un huevo y la cáscara del otro. Pero vengo muy cebado y con mucho gusto me clavaría cuatro álbumes más de este abogado, detective, cancherito y cerebral que brilló de la mano de un autor al que en Argentina se conoce poco y al que me parece imprescindible reivindicar. Maurice Tilleux, muchachos. Si le queremos buscar UN padre, un referente fundacional al inolvidable Yves Chaland, me parece que es este.

miércoles, 22 de enero de 2014

22/ 01: GIL PUPILA Vol.4

Hasta yo me comí el amague de que no llegaba, pero llegué. Con una reseña más corta que las habituales, porque mucho de lo que tengo para decir sobre este libro ya lo dije la semana pasada, cuando comentamos el Vol.2.
Esta aventura de Gil Pupila tiene menos margen para la comedia y mucha menos participación para Libélula y Cerecita. Acá el protagonista (Gil Pupila, el detective astuto, un poquito creído, siempre impecable) asume plenamente ese rol y ningún otro personaje, ni secundariio ni villano, intenta siquiera eclipsarlo. La trama policial es espesa, jodida, bastante sórdida por tratarse de una historieta apuntada al público infanto-juvenil. Maurice Tillieux la teje con la paciencia de la araña y con un golpe de impacto (el poder de pegar super-saltos que reciben algunos de los villanos) que no era 100% necesario para que la aventura llegara a buen puerto, pero no está mal.
El misterio está perfectamente desarrollado, la investigación de Gil Pupila es exhaustiva, intensa, vibrante, con mucha acción. La trama pega varios volantazos en momentos en los que no te los ves venir y se termina de resolver de un modo que a mí no me gusta: el capo de los malos, una vez capturado, explica absolutamente todo: sus motivaciones, su plan, las movidas que tuvo que improvisar a partir de la intromisión de Gil Pupila en el caso... todo en un extenso soliloquio que ocupa un grotesco porcentaje de las últimas dos páginas. Ahí el dibujo de Tillieux prácticamente desaparece para darle espacio a los gigantescos globos de diálogo de... el villano (no lo nombremos, que es sorpresa) y quedan unas páginas arduas de leer, con poca onda, que sólo se sostienen por la magnitud de las revelaciones.
El color está un poquito más digno y el dibujo también mejora respecto del tomo anterior, donde Tiliieux ya estaba a un nivel altísimo, sin nada que envidiarle a los mejores autores franco-belgas de esta época de oro. Estamos hablando de 1961, cuando esta historieta (originalmente serializada en el semanario Spirou) se publicó por primera vez en álbum. Hoy más de 50 años después, Gil Jourdan (que así se llama la serie en su país de origen) es un clásico indiscutido, del que –injustamente- se habla bastante poco. De todos modos hay varios álbumes editados en España, algo apareció también en EEUU, y por supuesto en Francia y Bélgica se sigue reeditando la serie completa, todo el tiempo. O sea que nunca es tarde para descubrir al asombroso Maurice Tillieux, quien dejó de dibujar a principios de los ´70 para hacerse guionista full-time y falleció en 1978, a los 56 años, en un accidente automovilístico.

jueves, 16 de enero de 2014

16/ 01: GIL PUPILA Vol.2

Andá a saber por qué los españoles le pusieron “Gil Pupila” a esta serie que en Francia y Bélgica se conoce como Gil Jourdan. Se trata de una serie interesantísima, centrada en enigmas policiales, sin elementos fantásticos, aunque con una cuota de humor. Su creador fue Maurice Tillieux, un maestro fallecido en 1978, con sólo 56 años. Las aventuras de Gil Jourdan se publicaron en la revista Spirou (templo, bunker y aguantadero de la línea clara de Marcinelle) a partir de 1956 y este segundo álbum (“Popaïne et vieux tableaux” en el idioma original) data de 1960.
La verdad es que al leerlo, parece mucho más moderno. La trama es compleja y está muy elaborada (de hecho, continúa linealmente del tomo anterior y, si no fuera por un resumen que aparece en la primera página, mucho de lo que se sucede aquí no se entendería), los diálogos son abundantes y hacen gala de una sofisticación poco frecuente en la historieta infanto-juvenil, y sobre todo se trata de un comic para pensar. Hay acción, hay chistes, hay malos que se quieren sacar de encima a los buenos, hay persecuciones, pero Tillieux se jugaba todo al disfrute intelectual, a desafiarnos desde la inteligencia. El plan de los villanos es excelente y el contra-plan que pone en marcha Gil Jourdan para cagarlos no sólo es brillante; también me hizo acordar a los mejores episodios de Los Simuladores, esos en los que las estrategias de Santos y su equipo tenían un grado de detalle y de precisión casi de relojería, y a la vez abrían la puerta a situaciones de gran potencial cómico.
Lo único que no me terminó de cerrar es que los protagonistas no son queribles. Gil se pasa de canchero, Libélula (el ex-chorro, ahora ladero del detective) es insoportable, y me tengo que quedar con Cerecita (Queue-de-Cerise, en francés), la joven ayudante del héroe, con su actitud combativa y sus diálogos pomposos y desafiantes. El otro integrante del elenco estable es el Comisario Corrusco (Crouton, en francés), a quien Gil Jourdan siempre le gana de mano a la hora de resolver los misterios, obviamente dejándolo en ridículo. De hecho, en tiempos menos tolerantes, los primeros álbumes de Gil Jourdan estuvieron prohibidos en Francia precisamente por faltarle el respeto a la policía. En 1971, alguien recapacitó y levantó la prohibición.
El dibujo de Tillieux es magistral. Como tantos autores de su camada (y en especial de la revista Spirou), estaba muy pegado al estilo de André Franquin, pero con varios rasgos que lo diferencian. Primero, Tillieux era más “careta”, menos fan del descontrol y el kilombo. Y del lirismo, la fantasía y el virtuosismo. Sus viñetas son más ordenadas que las de Franquin, más prolijas, sin llegar al extremo de los muchachos de enfrente, los seguidores de Hergé, “afiliados” a la línea clara de Bruselas. Las páginas de Tillieux, además, tienen más viñetas (rara vez menos de 10) y mucho más texto que las de Franquin, quizás porque antes de ser historietista se dedicó brevemente a la literatura. Y dentro de esta estética super expresiva, ideal para complementar la aventura con pasos de comedia y algún momento de slapstick, Tillieux hace el esfuerzo de que todo (salvo los personajes) se vea bastante real. Comparado con lo que vimos en álbumes más recientes (los del Marsupilami, o el de Boule et Bill), el color es tirando a berretón, pero bueno, pensemos que es de 1960. No se puede pedir milagros. El trabajo de Tillieux en la faz gráfica seguirá mejorando (lo vamos a comprobar pronto, porque tengo un tomo más sin leer) hasta que para el Vol.11 suma a un equipo de asistentes y para el Vol.13 deja de dibujar y se dedica sólo a escribir los guiones, para esta serie y para varias más, ya que rápidamente se convirtió en el guionista más querido por los lectores de la revista Spirou.
No sé si alguno de los álbumes se llegó a serializar en alguna revista argentina, tipo Billiken o Anteojito. No lo descarto. Lo cierto es que en nuestro país se habla poco y nada de Maurice Tillieux y de su detective atildado y presumido, que de Gil no tiene un pelo. Por supuesto, se trata de una gigantesca injusticia, porque si todos los álbumes de Gil Jourdan son tan buenos como este, estamos ante un clásico fundamental de la historieta ya no europea, sino mundial.