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viernes, 10 de enero de 2014

10/ 01: LOS CENTAUROS Vol.2

Sigo con mi paseo por la historieta infanto-juvenil franco-belga y me encuentro con Los Centauros, una creación de Pierre Seron, al que conocía por Los Hombrecitos, aquella serie alucinante que se publicaba en la recordada revista Fuera Borda. Los Centauros, iniciada a fines de los ´70 en las páginas del semanario Spirou, fue su segunda creación exitosa, a la que en algún momento tuvo que dar de baja porque la hinchada pedía a gritos el regreso de Los Hombrecitos. El Lobo de Dos Cabezas (Le loup á deux têtes, en el original) se serializó durante buena parte de 1980 y se recopiló en álbum tres años después.
La serie, compuesta de aventuras autoconclusivas, tiene un argumento general, que atraviesa a todas las historias: Aurora y Ulises, los centauros, fueron expulsado del Olimpo, acusados de desobediencia a los dioses. La condena es recorrer la Tierra (distintos lugares y distintos tiempos de nuestra historia) en busca de la puerta que les permita volver al Olimpo y pedir perdón por sus faltas. Esa búsqueda lleva a la pareja protagónica a vivir aventuras en varias locaciones y épocas distintas, como para –de paso- tirarle algo de data al lector, de manera para nada didáctica ni solemne.
Lo que más me sorprendió es que acá los centauros se enfrentan a un peligro realmente ominoso. El villano, el Conde de Salembraco, es un personaje definitivamente perverso, irredimible, al que lo vemos matar, torturar y cometer con toal impunidad todo tipo de tropelías. Eventualmente sabés que le van a ganar, pero en el medio, este hijo de puta somete a varios personajes (Aurora incluída) a los más ignominiosos tormentos. Esto le da a la aventura un tono bastante dark, bastante espeso, no sé si capaz de estremecer o shockear a los borreguitos que leían la Spirou en 1980, pero claramente lejos de la aventura pasatista y livianita. Quizás por eso quede medio desubicado el intento de Seron por cerrar la historia con una secuencia más distendida, más cómica.
Y lo más choto que tiene el álbum es que se apoya en el truco del sosías: el maligno Conde de Salembraco tiene un “otro yo” (no se blanquea expresamente que es un hermano gemelo) prácticamente idéntico, al que sólo podemos distinguir porque tiene el cabello y el bigote azul en vez de negro. Obviamente este “otro yo” es bueno y va a ser fundamental para derrotar al villano. Fuera de eso, El Lobo de Dos Cabezas es una historia, con mucho ritmo, personajes bien delineados y un pantallazo atractivo de la vida en la campiña europea durante el medioevo. No está mal, si pensamos que es la primera de esta serie escrita por Seron (las anteriores las escribió Stephen Desberg, el guionista de El Escorpión).
Ah... otra cosa que no creo que haya resultado perturbadora ni heavy para los chicos que leían esto en 1980: los centauros andan (coherentemente) en bolas y Aurora, la “centaura”, exhibe sin ningún problema sus pechos, como podemos observar en la imagen de la portada. Es una boludez, pero me parece que hubiese alcanzado para que en la Argentina de 1980 ninguna revista infantil quisiera sumar a Los Centauros a sus páginas.
En cuanto al dibujo de Seron, estamos ante otro autor de férrea militancia en la línea clara de Marcinelle, fiel hasta el servilismo a la estética del maestro André Franquin. Seron logra casi la misma expresividad que lograba Franquin en cuerpos y rostros, cuida muchísimo la narrativa, parece sentirse cómodo en la grilla de cuatro tiras por página y la rompe en las onomatopeyas. El color, que le suma muchísimo atractivo, es obra de Vittorio Leonardo, a quien ya vimos hacer magia en los libros del Marsupilami. Entre Seron y Leonardo logran un libro muy agradable de mirar, si bien al estilo le faltan rasgos más originales.
Hoy, Seron sigue activo como creador de historietas y, como sabe que “sus” lectores ahora son grandes, se zarpa un poquito más por el lado del sexo. Independientemente de eso, me gustaría conseguir más obras suyas, o enterarme si finalmente Aurora y Ulises lograron volver al Olimpo en una hipotética aventura final de Los Centauros.