No confundamos excelente con importante. Jinx no es una historieta excelente, ni cerca. Y sin embargo es muy importante, por muchos motivos. Me parece que lo más llamativo es observar cómo Brian Micheal Bendis, en uno de sus primeros trabajos de mediados de los ´90 en una editorial chiquita, ya tenía clarísimo su estilo. Tanto, que lo lograría imponer (sospecho que no sin cierta resistencia) en varios de los proyectos más importantes que encararía en años posteriores para editoriales más grossas. En Jinx está el gen de Alias, claramente, y de muchos de los recursos que Bendis desplegó en proyectos como Powers, Daredevil, o Hellspawn. El “estilo Bendis” de escribir comics, esa onda Quentin Tarantino, de climas cercanos al hard boiled pero moderno, con diálogos larguísimos, muy reales, que convierten a las secuencias del comic casi en pequeñas obras de teatro, con conflictos cotidianos mezclados con pequeños chispazos de aventura que muchas veces no son lo que más le interesa al guionista... todo eso ya estaba en estas historietas que Bendis escribía (y dibujaba) en la editorial Caliber, cuando no lo conocía ni el loro.
Por supuesto, Jinx tiene el mismo “problema” que las obras más recientes del pelado: está infinitamente estirada. En un poco más de 400 páginas, Bendis cuenta una historia que, si me permitís la exageración, se podía contar en un unitario de 16 páginas de esos que escribía Walter Slavich en la Skorpio. La trama posta (la búsqueda de un auto con casi tres palos verdes en el baúl por parte de Jinx y su amigovio Goldfish) arranca cuando van más de 100 páginas de... casi nada, y desde ahí hasta el final avanza como si reptara, con prolongadas interrupciones en las que Bendis se cuelga contando otras cosas, con muchísimas disgresiones en las que cobra chapa un tercer personaje (Columbia, un malviviente amigo de Goldfish), etc. Por supuesto, Bendis estira con dos “excusas” que le salen bárbaro: el clima (sórdido, espeso, pero con lugar para el slice of life y los chistes) y los diálogos, que –como siempre- son extraordinarios. Ese oído descomunal para los diálogos del guionista (y su abuso de las puteadas) seguramente es lo que más debe haber sorprendido en su momento a los lectores de sus primeras obras.
Jinx es de la época en la que Bendis todavía dibujaba sus propios guiones, cuando todavía jugaba a ser un autor integral. Y como dibujante era medio choto, pero no impresentable. El pelado de Cleveland fue uno de los precursores en la onda de no dibujar fondos, sino mandar fotos mínimamente retocadas, cosa que en su momento más de uno le criticó, sin saber que eso que en 1995 era la excepción, hoy sería la regla. Para los personajes, Bendis no afanaba fotos: las sacaba él mismo. Armaba una especie de fotonovela, y a partir de las imágenes de las fotos, metía un laburo de tintas MUY zarpado, a años luz de los ínfimos retoques que hoy le meten a las fotos las legiones de Juan Carlos Flicker. Fanático de la onda oscura y espesa, Bendis terminaba por emparentarse mucho más con los grossos del claroscuro, en imágenes que recuerdan a la mejor época de Josep Ma. Beroy, a David Lloyd, al Tony Harris más zarpado, o a cosas que años más tarde le veríamos a Danijel Zezelj. Ojo, no siempre. También hay dibujos bien del montón, casi siempre disimulados por una muy buena planificación de las páginas.
Dentro de este masacote, Bendis prueba dos cosas raras: una breve secuencia en la que dibuja como Sal Buscema, burda pero efectiva parodia a los comics de Marvel de los ´70 y ´80, y un tramo bastante más largo, en el que narra un flashback al pasado de Jinx y –para diferenciarlo del resto de la obra- se va a un estilo mucho más basado en el collage de fotos, a las que casi no retoca. Obviamente es el tramo más feo de mirar. Y finalmente nos muestra un fragmento de un cuento fantástico escrito por Jinx, que no lo dibuja él, sino el talentoso Michael Gaydos, desconocidísimo en aquel entonces, pero ya con un estilo personal, sugestivo, mucho más agradable a la vista que esas páginas de Bendis saturadas de negro y con las viñetas muy chiquitas, o repetidas una y mil veces.
Con su sobrecarga de violencia urbana, chumbos, garches y traiciones, con su atmósfera tarantinesca y dark, sus diálogos afiladísimos y sus personajes bien trabajados, Jinx fue una historieta de culto en los ´90, que los fans de Bendis de aquel entonces le refregaron después por la cara a los que descubrieron al autor cuando se convirtió en estrella. Eso no la hace excelente –repito- pero sí importante. Igual se deja leer, no es un horror ni mucho menos.
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miércoles, 10 de abril de 2013
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