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miércoles, 7 de septiembre de 2022
DE NUEVO AL RUEDO
Costó encontrar un rato para escribir las reseñas, pero bueno, acá estamos, en la previa a un nuevo viaje a Córdoba para una nueva edición de Docta Comics.
Empiezo con un integral en tapa dura que trae todo el material de Sam Pezzo realizado por el maestro Vittorio Giardino entre 1978 (sí, a mí también me sorprendió que las primeras historias fueran tan antiguas) y 1983. Allá por el 28/11/13 vimos un álbum de Sam Pezzo, que está incluido en este masacote, y me acuerdo que el guion no me había convencido demasiado, principalmente por la sobrecarga de elementos, peripecias y giros argumentales que incorporaba Giardino en una cantidad de páginas relativamente pequeña. Eso se repite a lo largo de todo este tomo: las historias están muy comprimidas, no dan respiro y por momentos agobian al lector con la cantidad de cosas que pasan en 30 ó 35 páginas. No todos los guiones me parecieron flojos, hay un par que realmente funcionan bien... pero seguramente funcionarían mejor con seis u ocho páginas más para que haya pausas, o momentos para bajar un cambio, reflexionar, contemplar, esas cosas que normalmente suceden en las novelas de género hard boiled que inspiraron a Sam Pezzo, pero acá brillan por su ausencia.
Giardino trae todos los tópicos del policial negro yanki a una ciudad que no nombra, pero que claramente es italiana. Así, a la figura del detective que investiga casos turbios (no muy distintos de los que unos años antes investigara Alack Sinner), se suma la sombra de una violencia urbana que a fines de los ´70 estaba muy presente en una Italia dominada por las mafias y por conflictos políticos muy picantes. Entre una cosa y otra, estas historietas desparraman cadáveres a diestra y siniestra y naturalizan totalmente el hecho de que haya tiroteos en cualquier lado y a cualquier hora. Por supuesto Giardino se para del lado correcto de la grieta, y si bien Pezzo no es un héroe ni un personaje particularmente virtuoso, el rol de los villanos suele recaer (como en Alack Sinner) en personajes acomodados, casi siempre elitistas.
Es impresionante lo mucho y lo rápido que evoluciona el dibujo de Giardino. En las primeras historias no opone mayor resistencia a la poderosa influencia de José Muñoz, o incluso a la de Chester Gould, porque puebla estas aventuras de freaks deformes y contrahechos. Gradualmente se calma un poco, y si bien no abandona el uso de abundantes masas negras, estiliza mucho más a los personajes, mientras experimenta una mejora en el manejo de los fondos y el rotulado que va claramente para el lado de Hergé y Edgar-Pierre Jacobs.
Sam Pezzo es una historieta muy de su época, que hoy, comparada con obras más recientes de Vittorio Giardino, se ve bastante precaria. Pero tiene ese atractivo: el de permitirnos constatar cómo el ídolo empieza bien de atrás y evoluciona a pasos agigantados hasta convertirse en un maestro del blanco y negro, el dibujo realista y un grafismo en el que conviven Muñoz, Hergé, Guido Crépax, Milo Manara y varios más de los maestros que marcaban el pulso del comic europeo a principios de los ´80.
Salto brutal a Estados Unidos, años 2000 y 2001, cuando Dan Abnett y Andy Lanning, tras ponerle fin a dos colecciones mensuales de la Legion of Super-Heroes, relanzan al clásico grupo (en su versión post-Zero Hour) en una maxiserie de 12 episodios titulada Legion Lost. Una historia extrema, bastante jugada, a la que por ahí le sobran un par de episodios, pero que me volvió a impactar como cuando la leí por primera vez hace 20 años... y eso que sabía quién moría, quién era el villano encubierto... Los guionistas británicos no solo orquestan una saga grandilocuente y pensada para redefinir al grupo de jóvenes paladines del Siglo XXI, sino que además demuestran un muy buen manejo de personajes que no crearon ellos. Al trabajar sobre una cantidad reducida de Legionarios, todos tienen su oportunidad de lucirse y de desarrollarse. Por ahí Chameleon es quien menos se modifica (mirá qué ironía, un cambiaformas que se resiste al cambio) a lo largo de la historia, pero el resto sin dudas sale de esta ordalía bastante distinto de como entró.
Abnett y Lanning juegan fuerte con los conceptos de ciencia ficción que les habilita el hecho de tener una serie ambientada mil años en el futuro. Por más comics de la Legion que hayas leído, Legion Lost transmite todo el tiempo sentís la sensación de que puede pasar cualquier cosa, y eso probablemente sea lo mejor que tiene la obra. La movida de los británicos de meterle un tono más oscuro a la Legion funcionó, y dio pie a una serie que duró bastante. Parte del gancho tiene que ver con que Legion Lost tuvo como principal dibujante a Olivier Coipel, quien la había roto toda en los últimos números de la serie que precedió a este relanzamiento. Coipel le pone todo a la creación de bichos alienígenas y se nota que disfruta muchísimo las escenas de acción. Los trajes, las armas y los rostros de los personajes también están muy bien logrados. El problema son los fondos. O en realidad, la cantidad de páginas en las que Coipel no te dibuja un puto fondo ni por accidente. Dale, flaco... media pila. Sos francés, a los dibujantes franceses les queman la cabeza para que se maten con los fondos... Alguno, aunque sea para engañar al lector, tenés que dibujar, aunque labures para EEUU. Los números que no dibuja Olivier los saca con jerarquía otro dibujante francés, Pascal Alixe, que también me gusta mucho y que se rompe un poquito más el culo para que de vez en cuando haya un fondo atrás de los personajes. Fuera de ese detalle, este es un comic de superhéroes fuerte, que no perdió vigencia 20 años después, y que por ahí quedó perdido entre tantos relanzamientos fallido de la Legion pero en aquel entonces fue realmente importante, por lo menos para los fans del clásico grupo de DC.
Y termino con un comic argentino reciente, también repleto de conceptos de ciencia ficción, ambientado en una galaxia remota y con una notable escasez de fondos (parece la cuenta bancaria de una empresa quebrada). Galathea es una creación de Lucas Gutiérrez, quien escribe casi todas las historias que integran este librito, colorea todas y dibuja solo algunas. También hay unas cuantas páginas muy bien dibujadas por Fernando Calvi (a quien la paleta de Gutiérrez complementa a la perfección) y breves colaboraciones de Juan Caminador, Nicolás Brondo y Leo Sandler.
Las aventuras de Galathea son sencillas, el conflicto que las motoriza se reitera varias veces en pocas páginas, y en todo caso el atractivo pasa por la acción, por el desarrollo de personajes y por la construcción de un mundo que seguramente Gutiérrez y sus colaboradores tienen pensado seguir explorando en futuras entregas. Por ahora es una aventura bastante clásica, muy en la línea Star Wars, a la que le falta un poco de complejidad y sobre todo más trabajo en los fondos.
Nada más, por ahora. Tengo leído otro libro, pero no me queda tiempo para escribir la reseña (anticipo: es un LIBRAZO). Gracias por el aguante y nos vemos en Docta Comics.
lunes, 16 de septiembre de 2019
LUNES ESPLENDIDO
Por fin tengo un rato para
sentarme a escribir las reseñas de los últimos libritos que leí…
Me quedaba por comentar
Slay per View, el tercer (y creo que último) tomo recopilatorio de Sinister
Dexter editado por DC y 2000 A.D. allá por 2005. Esta entrega ofrece casi 240
páginas de material, casi todo publicado originalmente en el semanario 2000
A.D. durante 1997, en lo que –sospecho yo- habrá sido el pico de popularidad de
esta serie creada por el prolífico Dan Abnett.
De nuevo se hacen inevitables
las referencias a Pulp Fiction y a Hitman, pero la verdad es que a nivel
guiones este tomo no nos brinda ni por casualidad la magia del anterior. Hay
pocas historias realmente chotas: la mayoría son un “meh, no está mal”. La
mejor es la que da título al libro: en apenas 25 páginas, Abnett conjura una
trama espesa, logra crear verdadera tensión, sorprende con la resolución y
hasta se anima a hacer avanzar a los personajes por el lado de los vínculos. La
historia más extensa, “Mother Lode and the Red Admiral”, tampoco está mal, de
hecho tiene varios de los mejores diálogos del tomo, pero el dibujo de Calum
Alexander Watt la deja al borde de lo ilegible de tan ramplón y torpe que es. Y
la otra aventura atractiva es “Drop Dead Gorgeous”, donde también, en 20
páginas el guionista juega un par de cartas bravas, arriesga y sale bien
parado.
Después hay muchas
historias cortas, de 8 ó 9 páginas, en las que Abnett ni se propone armar algo
asi como una estructura narrativa coherente. Son chistes largos, intentos de
satirizar algo, anécdotas intrascendentes, secuencias medio oníricas… todo vale
para llenar ocho paginitas en las que seguramente Sinister y Dexter van a
boletear a alguien a sangre fría. De estas aventuritas menores y/o en joda,
destaco a “Lyrical Bollards”, una farsa demencial con certeros palos al mundo
de la poesía y la literatura “de vanguardia”. Además esas 16 páginas son las
únicas del libro dibujadas por el descomunal Simon Davis, que en el tomo
anterior había aportado muchísimo material de alto nivel visual.
En este tomo por suerte
hay poquito Steve Yeowell, ocho paginitas muy locas de Sean Phillips, bastante
de un Andy Clarke al que todavía le faltaba un montón, bastante Greg Staples
clonando a Simon Bisley a lo pavote y apenas un par de historias cortitas (y
con guiones tirando a impresentables) a cargo de Paul Johnson, lejos el pico
más alto dentro de una faz gráfica algo despareja. Y no tengo más material de
la 2000 A.D. sin leer. Eventualmente volveremos a explorar esa rama del comic
británico, pero no sé cuándo.
¿Qué onda los dibujantes
argentinos que trabajan para editoriales de EEUU en historietas con estilo
similar al manga? Hasta ahora hemos visto poco o nada de esto en el blog, pero
cayeron en mis manos los tres tomos de StarCraft: Ghost Academy, un comic de la
editorial TokyoPop publicado en 2010 y vinculado (lógicamente) al universo del
famoso videojuego StarCraft. Esto está escrito por Keith Decandido y el guión
es tan malo que no sé si voy a poder llegar hasta el final del tercer tomo, y
mucho menos juntar aguante para reseñar los dos tomos que todavía no leí.
El atractivo que tiene
Ghost Academy es, sin dudas, el dibujo de Fernando Heinz Furukawa (FHF), un
argentino con padre alemán y madre japonesa. FHF tiene un estilo muy alineado
con el manga más comercial, una especie de Masashi Kishimoto un poco más
oscuro, o más cargado, con menos tendencia a la síntesis. Esto no es
exactamente un manga, porque está contado en sentido occidental y porque el
manejo del tiempo narrativo no se parece al de ningún manga, sino más bien al
de un comic mainstream occidental. FHF es un dibujante de gran solidez, de gran
despliegue. Repite mucho algunos planos, pero sus páginas no se ven estáticas
ni aburridas. Y el trazo está claramente potenciado por la aplicación de los
grises, que lo levantan muchísimo. FHF trabaja en esta obra con un equipo de
asistentes, entre los que están su mujer, la talentosa Rocío Zucchi, Leandro
Rizzo, Gabriel Luque y Gonzalo Duarte, que para mí era guionista, pero ahora me
entero que también es colorista, letrista y en Ghost Academy trabajó aplicando las
tonalidades de gris. Muy notable todo el aspecto visual de este comic, desde el
diseño de personajes (que no sé si es 100% original o está tomado de los
videojuegos) hasta el laburo a destajo en los fondos.
Lástima el guión, que es
realmente paupérrimo, de escasísima originalidad, estirado y reiterativo al
recontra-pedo… Posta, cuesta un huevo llegar al final de un tomo de tantas páginas
cuando está todo tan mal escrito, tan prendido con alfileres, con personajes definidos
con brocha tan gruesa… En una de esas está apuntado sólo a los muy fans del
StarCraft, que ya conocen y aman con pasión al universo del videojuego. Lo
cierto es que a mí me pareció prácticamente irredimible.
Esta semana seguramente
habrá nuevos posteos, acá en el blog. Gracias por el aguante y hasta pronto.
sábado, 10 de agosto de 2019
PALPITANDO LAS PASO
Mañana nos toca ir a votar
y se empieza a pinchar el globo de la mentira. La única cagada es que esta
noche no se puede salir a atorrantear por ahí. Pero bueno, aprovecho para
escribir un par de reseñas de material que ya tengo leído.
Murder 101 es el segundo
tomo dedicado a Sinister Dexter de aquella colección de material de la 2000
A.D. que produjera DC hace ya unos cuantos años. El Vol.1 lo leí hace mucho,
antes de empezar con el blog y ahora retomo esta serie del maestro Dan Abnett
con unas 140 páginas publicadas en capitulitos de siete u ocho allá por 1998.
Sinister Dexter es una
especie de Pulp Fiction del futuro, la enésima romantización de los asesinos a
sueldo, repleta de chistes de un humor negrísimo, situaciones sórdidas,
masacres y mexicaneadas varias. Nada muy distinto a lo que hacía Garth Ennis en
Hitman, con la diferencia de que acá no hay superpoderes pero (como estamos en
el futuro) hay bizarreadas imposibles y locaciones alucinantes explicadas por
el lado del desarrollo tecnológico. El ancho de espadas de Abnett es, sin
dudas, el manejo del humor irónico que le permite contar en clave de fiesta las
carnicerías de Finnigan Sinister y Ramone Dexter. Nada que no suceda en otras
chotocientas series de la 200 A.D., pero la verdad es que funciona muy bien.
El libro arranca con una
saguita de 62 páginas con un gran ritmo, por lo menos dos volantazos del guión
que no me vi venir y muy buen desarrollo de personajes. Dibuja el alucinante
Simon Davis, en un estilo cuasi-pictórico de gran espectacularidad, aunque con
algún problemita menor en la narrativa. Y cierra con una historia de 22
páginas, también con varios giros impredecibles y tres personajes nuevos más
que atractivos. Lástima que esta la dibuja el perro catatónico de Steve
Yeowell.
En el medio hay un montón
de aventuritas breves de siete u ocho páginas, algunas olvidables, otras
rescatables por la labor de los dibujantes (hay varias muy buenas) y un par
realmente notables. “60 Seconds” es un unitario precioso, ideal para sumar
nuevos lectores a la serie, con unos dibujos inmejorables de Paul Johnson. Y la
brevísima “Thing to do in Downlode when you´re dead” (dibujada por el correcto
Julian Gibson) es sencillamente brillante, casi al nivel de un buen episodio de
The Spirit. Esto se parece muy poco a los comics que suele escribir Dan Abnett
para las grandes editoriales de EEUU, pero (seas o no fan del prolífico autor
británico) merece ser descubierto por la efectividad y la onda con la que
combina aventuras futuristas de acción, tiros, femme fatales y malvivientes
varios con un humor de exquisita mala leche. Me hizo acordar mucho a Burton
& Cyb (de los maestros españoles Antonio Segura y José Ortiz) pero con
mucha más explosión en las escenas de tiros y machaca y un dibujo más
impactante, más estridente (salvo lo de Yeowell, pobrecito, que tiene menos estridencia
que un chaski-boom mojado).
Me vengo para Argentina,
donde este año se publicó la versión completa de Cayetano, la novela gráfica en
la que Luciano Saracino y Nicolás Brondo revisitan la truculenta hisroia de
Cayetano Santos Godino, masivamente conocido como “el petiso orejudo”, el
primer asesino serial de Latinoamérica. Lo que más me gustó, muuuy lejos, son
esas secuencias en las que Brondo se disfraza de Eddie Campbell para mostrarnos
la Buenos Aires de principios del Siglo XX de un modo bastante similar (en lo
formal) a cómo el australiano nos mostró la Londres victoriana en la seminal
From Hell. Por supuesto que Brondo no se limita a repetir yeites de Campbell,
sino que además pone muchísimo (y muy bueno) de su propia cosecha, una cantidad
de recursos escalofriantes para conjurar climas y sensaciones con el blanco y
negro, en un péndulo diabólico entre el realismo y el grotesco. Pero a mí me
impactó mucho eso, la acertada mímesis con esas grillas de nueve cuadros que
Campbell desbordara de magia en From Hell.
El guión de Saracino es
audaz, porque se juega a ser sutil y poético en vez de gráfico y morboso. Por
momentos se pasa de sutil y no terminamos de apreciar las atrocidades que
comete Cayetano en toda su dimensión. Por esas rendijas Saracino deja escapar
parte de la fuerza que tiene el personaje, que nunca termina de verse como un
freak maligno, sádico y degenerado, sino más bien como un pobre pibe, víctima
de injusticias y de un entorno socio-familiar de mierda. Me gusta que los
crímenes del Petiso se encaren desde ese lado, aunque falte un poquito de
énfasis en todos esos episodios de violencia que lo tuvieron como protagonista.
Hace tres años, el
16/08/16, me tocó reseñar el libro El Petiso Orejudo, de Pablo Barbieri y
Carina Altonaga, y también me pareció notable la intención de gambetear el
shock value, de no regodearse en la descripción de las escenas más macabras. Al
encarar su versión por este mismo rumbo, Saracino y Brondo subieron un toque la
vara, pero además dejaron la puerta abierta para una tercera novela gráfica
basada en la vida de Cayetano, que agarre para el otro lado y nos muestre un
festival de mutilaciones, violaciones y asesinatos bien zarpado, bien
estremecedor, con más gore que los comics de la E.C., chistes jodidos de humor
negro y cero intenciones de empatizar con el protagonista. Me la re-imagino
dibujada por Jorge Lucas, ponele…
Y bueno, nada más por hoy.
Nos reencontramos la semana que viene con nuevas reseñas, acá en el blog.
Etiquetas:
Dan Abnett,
Luciano Saracino,
Nicolás Brondo,
Sinister Dexter
martes, 14 de octubre de 2014
14/ 10: THE LORDS OF MISRULE
¿Qué es esto? ¿Un flashback al 01/07/12? No, tranqui. Aquella vez yo me había cebado con la primera novela gráfica de Lords of Misrule y me proponía conseguir la secuela. Pero hete aquí que la editorial Radical reeditó en un sólo tomo TODO Lords of Misrule: la secuela, la novela gráfica y tres historias cortas, perdidas andá a saber en qué antología. Es un libro majestuoso, un hardcover de 264 páginas editado como los dioses, así que cuando lo vi a buen precio, me tiré de cabeza, aunque me quedara “repe” la primera parte.
No voy a reiterar los conceptos de la reseña que le dediqué hace unos años, pero sí subrayar dos cosas: 1) En el contexto global de la saga, es decir, a raíz de lo que sucede después, esa primera historia es bastante menor, tiene un peso… chiquito. 2) Aquellos horrores indecibles, aquellos vejámenes que sufrieron los dibujos de Gary Erskine bajo la inclemente e incompetente paleta de una colorista abyecta, fueron subsanados. Ahora la historia de Kieron Wallace aparece recoloreada por JM Ringuet, un dibujante, ilustrador y colorista francés que vive en China, conocido sobre todo por Transhuman, una serie que hizo en Image junto a Jonathan Hickman. Y ahora sí, la faz gráfica se ve sólida en todos sus rubros.
Pero vamos a la secuela, a esa saga de seis episodios en la que John Tomlinson comparte los guiones con Dan Abnett y se suma como dibujante nada menos que Peter Snejberg. Acá el argumento se hace más ambicioso, más complejo, se empieza a entender mejor qué carajo tienen que ver esas secuencias ambientadas en un mundo de fantasía épica onda Tolkien, y el foco se desplaza hacia Jack Goodfellow, un personaje al que los guionistas trabajarán a fondo. Pero se rompe un poquito el equilibrio entre thriller psicológico, misterio freak onda X-Files y terror puro y duro, con mucho gore, sangre y mutilaciones. Sin irse muy al carajo, y sin perder interés, la cosa derrapa para el lado del terror y por momentos este se hace muy gráfico, muy cabeza. Quizás, si la saga tuviera dos episodios menos, se podrían haber obviado algunas peripecias truculentas que en su momento impactan, pero que en el global de la historia no aportan demasiado.
Para cuando empezás a vislumbrar el final, cómo puede llegar a cerrar todo, son cuatro o cinco los personajes que cobraron peso en la trama. Y la resolución, sin ser hiper-original, está muy bien lograda. Pero claro, para esta instancia ya estamos inmersos claramente en “una de terror”, con criaturas abisales, machaca y ríos de sangre, muy lejos de ese tono gaimanesco que yo señalaba cuando leí la primera parte. Las historias cortas también van para ese lado, el de un terror que amaga con ser fino, psicológico, pero en un punto enfila hacia un tono más gráfico, más chocante, más cerca de la E.C. que del Vertigo de los ´90. Lo cual no significa que estén mal. Por el contrario, se disfrutan bastante incluso sin saber una chota acerca de Jack Goodfellow, su linaje y su conexión con el extraño pueblito de Callow.
Pero estoy dejando de lado lo más notable, que es el trabajo de Peter Snejberg en el dibujo. El gran danés produjo todas estas páginas a fines de los ´90, en blanco y negro, que es como las publicó Dark Horse en su momento. Es un laburo monumental de Snejberg, consagratorio por su manejo de las expresiones faciales, de los fondos, de la puesta en página, del jueguito (que ya había hecho Erskine) de dibujar en otro estilo las páginas en las que la narración coquetea con la fantasía épica… Y sospecho que Snejberg la habrá roto también con los climas y con el manejo del claroscuro, que es su técnica favorita. Sin embargo eso no se ve en esta edición, porque por encima del dibujo del gran danés tenemos el color de JM Ringuet, que hace un trabajo absolutamente genial, que casi eclipsa al del dibujante. Ringuet le pone al dibujo de Snejberg texturas, profundidad, volúmenes… tonalidades que no se ven habitualmente en el comic yanki, y que hacen que algunas páginas parezcan coloreadas por Enki Bilal o Miguelanxo Prado. Milagrosamente, el claroscuro de Snejberg se potencia muchísimo y se acerca todavía más a los mejores trabajos de Richard Corben, con quien –insisto- hay que emparentar cada vez más al capo de Copenhague.
Si sos fan de Peter Snejberg y lo querés ver rozar la gloria, no lo dudes. En Lords of Misrule, además de una buena historia de misterio, terror y mitos ancestrales, te espera la conjunción entre los excelentes dibujos del danés y una paleta de colores que lo reinventó y lo elevó a la estratósfera.
No voy a reiterar los conceptos de la reseña que le dediqué hace unos años, pero sí subrayar dos cosas: 1) En el contexto global de la saga, es decir, a raíz de lo que sucede después, esa primera historia es bastante menor, tiene un peso… chiquito. 2) Aquellos horrores indecibles, aquellos vejámenes que sufrieron los dibujos de Gary Erskine bajo la inclemente e incompetente paleta de una colorista abyecta, fueron subsanados. Ahora la historia de Kieron Wallace aparece recoloreada por JM Ringuet, un dibujante, ilustrador y colorista francés que vive en China, conocido sobre todo por Transhuman, una serie que hizo en Image junto a Jonathan Hickman. Y ahora sí, la faz gráfica se ve sólida en todos sus rubros.
Pero vamos a la secuela, a esa saga de seis episodios en la que John Tomlinson comparte los guiones con Dan Abnett y se suma como dibujante nada menos que Peter Snejberg. Acá el argumento se hace más ambicioso, más complejo, se empieza a entender mejor qué carajo tienen que ver esas secuencias ambientadas en un mundo de fantasía épica onda Tolkien, y el foco se desplaza hacia Jack Goodfellow, un personaje al que los guionistas trabajarán a fondo. Pero se rompe un poquito el equilibrio entre thriller psicológico, misterio freak onda X-Files y terror puro y duro, con mucho gore, sangre y mutilaciones. Sin irse muy al carajo, y sin perder interés, la cosa derrapa para el lado del terror y por momentos este se hace muy gráfico, muy cabeza. Quizás, si la saga tuviera dos episodios menos, se podrían haber obviado algunas peripecias truculentas que en su momento impactan, pero que en el global de la historia no aportan demasiado.
Para cuando empezás a vislumbrar el final, cómo puede llegar a cerrar todo, son cuatro o cinco los personajes que cobraron peso en la trama. Y la resolución, sin ser hiper-original, está muy bien lograda. Pero claro, para esta instancia ya estamos inmersos claramente en “una de terror”, con criaturas abisales, machaca y ríos de sangre, muy lejos de ese tono gaimanesco que yo señalaba cuando leí la primera parte. Las historias cortas también van para ese lado, el de un terror que amaga con ser fino, psicológico, pero en un punto enfila hacia un tono más gráfico, más chocante, más cerca de la E.C. que del Vertigo de los ´90. Lo cual no significa que estén mal. Por el contrario, se disfrutan bastante incluso sin saber una chota acerca de Jack Goodfellow, su linaje y su conexión con el extraño pueblito de Callow.
Pero estoy dejando de lado lo más notable, que es el trabajo de Peter Snejberg en el dibujo. El gran danés produjo todas estas páginas a fines de los ´90, en blanco y negro, que es como las publicó Dark Horse en su momento. Es un laburo monumental de Snejberg, consagratorio por su manejo de las expresiones faciales, de los fondos, de la puesta en página, del jueguito (que ya había hecho Erskine) de dibujar en otro estilo las páginas en las que la narración coquetea con la fantasía épica… Y sospecho que Snejberg la habrá roto también con los climas y con el manejo del claroscuro, que es su técnica favorita. Sin embargo eso no se ve en esta edición, porque por encima del dibujo del gran danés tenemos el color de JM Ringuet, que hace un trabajo absolutamente genial, que casi eclipsa al del dibujante. Ringuet le pone al dibujo de Snejberg texturas, profundidad, volúmenes… tonalidades que no se ven habitualmente en el comic yanki, y que hacen que algunas páginas parezcan coloreadas por Enki Bilal o Miguelanxo Prado. Milagrosamente, el claroscuro de Snejberg se potencia muchísimo y se acerca todavía más a los mejores trabajos de Richard Corben, con quien –insisto- hay que emparentar cada vez más al capo de Copenhague.
Si sos fan de Peter Snejberg y lo querés ver rozar la gloria, no lo dudes. En Lords of Misrule, además de una buena historia de misterio, terror y mitos ancestrales, te espera la conjunción entre los excelentes dibujos del danés y una paleta de colores que lo reinventó y lo elevó a la estratósfera.
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