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domingo, 28 de noviembre de 2021
22 al 28 de NOVIEMBRE
Finalmente, después de muchos meses clavado en Buenos Aires, el viernes retomo mi sana costumbre de viajar a otras ciudades, así que no sé si el finde que viene tendremos nuevas entradas acá en el blog. Por ahí nos vamos a un esquema de “postear cuando pinte”, sin un día predeterminado para que aparezcan nuevas reseñas en este espacio. Veremos cómo nos acomodamos. Pero vamos con el repaso por el material que leí esta semana.
Encontré muy barato un ejemplar de La Juventud de John Difool, el Vol.1 de la saga de Antes del Incal, en la edición ochentosa de la Colección Humanoides, o sea: álbum finito de 48 páginas, tapa blanda, rotulado medio choto y una traducción bastante cuestionada (en décadas posteriores) por los fans españoles más exigentes. Esto lo había leído de prestado cuando salió (año 1988, casi seguro) y obviamente no me acordaba nada. Miento: me acordaba que me había parecido bastante flojo, por eso nunca leí el resto de la saga que (ni hace falta aclararlo) funciona como precuela de El Incal.
Ahora, con otra edad y otra cabeza, con varias relecturas de El Incal a cuestas y la lectura de La Casta de los Metabarones y alguna otra historieta que interesecta con este universo, veleteo y afirmo que La Juventud de John Difool está muy bien. Sin ser un álbum fundamental, es un gran trabajo de Alexandro Jodorowsky, que se tira con los tapones de punta a dotar de mayor profundidad a John Difool, a enriquecer su pasado, a explorar un poco más en sus motivaciones, a contarnos cómo conoce a Beepo, como se vincula con su familia, y sobre todo a darle relieve, espesor sociopolítico y potencial para la aventura a la Ciudad-Pozo. En la saga de El Incal, la magnitud de los conflictos va a hacer que esta mega-urbe quede chica, y que los personajes vivan aventuras alucinantes en otros escenarios aún más extremos. Pero en Antes del Incal, pareciera que la idea de Jodorowsky es enfocarse 100% en Ciudad-Pozo y dotarla de un montón de “atractividades” (como diría un burro) y de claroscuros que la conviertan en un terreno aún más fértil para las tempranas andanzas de John Difool.
El guion tiene acción, romance, humor con bastante mala leche y guiños al que ya sabe todo lo que le va a pasar a los protagonistas en la saga que sucede después pero leímos antes. El dibujo está a cargo del por entonces yugoslavo (hoy serbio) Zoran Janjetov, un artista exquisito que jugaba muy pegado a la línea de Moebius, pero sobre todo a la de Arno. Fuera de esa falta de originalidad, no hay mucho que se le pueda criticar a Janjetov: su trabajo en materia de anatomía, iluminación, perspectiva, fondos, puesta en página y sobre todo color, es absolutamente intachable, y cumple con creces la misión de enganchar al fan de Moebius y hacer absolutamente reconocibles a los personajes y locaciones que el lector de El Incal ya conocía. Podría hablar mucho más sobre este álbum, pero quiero referirme también a otros. No descarto para nada comprarme un integral que traiga todo Antes del Incal, y eventualmente leerlo y reseñarlo, porque este primer tramo que gustó más de lo que esperaba.
Llegué a la anteúltima de las novelas de 96 páginas de Cybersix, y me encontré con una de las más decepcionantes. El dibujo es muy bueno. Está firmado por Carlos Meglia, pero yo estoy seguro de que acá no hay prácticamente nada dibujado por el ídolo. Simplemente a la editorial no se le cantó acreditar a los asistentes que llevaron adelante la tarea de dibujar esto en el estilo del querido maestro. Pero la verdad que visualmente esto es más que atractivo, a pesar del papel horrendo en el que está impreso.
El guion (firmado por Carlos Trillo, también si acreditar a posibles colaboradores) me gustó mucho menos. Primero, porque no continúa ninguno de los sub-plots que la serie venía arrastrando en los tomos anteriores. Esta es una historia básicamente autoconclusiva publicada como Vol.43 pero que se podría injertar sin mayor inconveniente en cualquier punto de la colección posterior al nacimiento de Gengis. Y después, porque la trama de este tomo en sí es poco original, está muy estirada y por momentos hasta pierde la brujula y no se sabe bien a dónde va. Tiene que ver con los siete pecados capitales, y cómo estos tienen que ver con los distintos personajes que componen el elenco principal de la serie. Y con esa excusa, hay momentos más dramáticos, otros más cómicos, algo de machaca, pero falta el sustento, lo que hace que todo eso tenga peso, tenga sentido, sea algo más que una idea para rellenar 96 páginas de una serie que, claramente, dabe signos de agotamiento. Me falta un solo librito. Ojalá el último sea mejor que este, que realmente me costó bancarlo hasta el final.
Y cierro con una breve glosa para Mi Primera Pandemia, un recopilatorio de chistes de El Niño Rodríguez, cuya temática está bastante explicada en el título. El libro reúne material originalmente publicado en el diario Clarín, entre Marzo de 2020 y Marzo de 2021. La verdad que a esta altura uno ya leyó demasiados chistes acerca del COVID-19, el confinamiento, la cuarentena, las vacunas, las penurias económicas consecuencia de la pandemia, la angustia provocada por el encierro y los cuestionamientos (lógicos e ilógicos) a las distintas medidas de prevención dispuestas por los distintos gobiernos en las distintas fases de todo este bolonki. Quizás por eso, las ideas que vuelca el Niño en este libro no me hayan resultado ni muy graciosas, ni muy novedosas, ni siquiera un toque transgresoras. Hasta los momentos más polémicos del libro (como esa imagen de una villa superpoblada de casitas de chapa y estigmatizada con la palabra “Plandemia”) son cosas que ya vi en otros medios. Así que me limito a recomendarle este libro a los fans del dibujo, porque realmente acá el Niño despliega un arsenal de recursos gráficos muy, muy notable y muy diverso. Del dibujo vectorial al lápiz pelado, combinado con fotos, con texturas, con tramas mecánicas, efectos de photoshop, lápices de colores, chistes dibujados en el estilo de Charly Putowznschvtzky (o Puto!, como firmaba sus colaboraciones en Barcelona)… Lo mejor del libro es eso: ver al Niño correr los límites de lo que puede hacer en materia de técnicas de dibujo.
Ahora sí, nada más. Gracias, hasta pronto, y ojalá nos veamos en vivo en las presentaciones de ¿Quién quiere ser superhéroe? que me van a llevar a recorrer un montón de ciudades de Argentina y el resto de Sudamérica.
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viernes, 12 de octubre de 2018
TRIPLETE Y A ROSARIO
Esta noche me voy a dormir temprano, porque en la mañana del sábado nos vamos para Rosario, a disfrutar un par de días de Crack Bang Boom. Así que aprovecho para reseñar algunos libritos que leí en estos días.
Barcelona es una breve novela gráfica de Kenny Ruiz, el autor cuya obra más conocida (El Cazador de Rayos) vimos acá en el blog el 14/12/17. Esto no tiene ni en pedo la calidad de dibujo que vimos en El Cazador de Rayos (sobre todo en los tramos finales de dicha saga), en parte porque acá Ruiz arma un equipo con un entintador y varios coloristas en vez de hacer todo él. Pero aún así, Barcelona se ve bien, no decepciona a nivel visual. Y narrativamente se banca decorosamente el hecho de que Ruiz cuenta en 42 páginas una historia que daba para 50 ó 60. Hay que fumarse páginas con muchas viñetas chiquititas en las que el dibujo se luce poco, pero felizmente el flujo del relato no se resiente para nada.
En cuanto al argumento, entré convencido de que el álbum era una especie de canto de amor a la Ciudad Condal, pero al leerlo me encuentro con que no es así. Ruiz nos muestra (a través de los ojos de Cyan, la protagonista) lo chota y lo hostil que puede ser Barcelona para una chica que llega del sur, con poca guita, pocos contactos y pocas ganas de que la forreen. El libro se podría llamar tranquilamente “Las desventuras de Cyan en Barcelona”, porque recién sobre el final la senda de esta intrépida fotógrafa se empieza a encarrilar.
Lo cierto es que la historia se hace llevadera, dinámica, las casualidades no suenan tan forzadas y uno se encariña rápidamente con Cyan. Como fan de la ciudad, me parece que Ruiz no le sacó todo el jugo posible. Pero como fan de las historias realistas, humanas, cercanas, con un tinte de denuncia social apenas disimulado, Barcelona me pareció forma bastante satisfactoria de ver qué hace Kenny Ruiz cuando no está narrando ambiciosas epopeyas pensadas para el mercado francés.
Me bajé también el Vol.5 de Amuleto y por primera vez no tengo el tomo siguiente pidiendo pista. Tranqui, sale el mes que viene. Este es, por lejos, el tomo menos interesante de los cinco primeros. Nunca antes me había parecido que Kazu Kibuishi estaba estirando innecesariamente la saga, ralentizando más de la cuenta el ritmo al que avanza el relato. Esta vez, para mi profunda desazón, la trama se arrastra, avanza a un ritmo sólo comparable al de un bondi por la avenida Medrano, en el tramo que va de Córdoba a Bartolomé Mitre, un miércoles a las 5 de la tarde. Ya cuando empieza ese festival de las secuencias oníricas, queda de manifiesto la intención de Kibuishi por tirar la pelota a la tribuna y dejar correr los minutos. Ojo, algunas cosas suceden. Pero son pocas para la cantidad de páginas que ofrece el tomo y para el ritmo que tenía Amuleto hasta acá.
Lo bueno de estas secuencias oníricas y de la narración mucho más descomprimida es que Kibuishi encuentra espacio para meter más de sus magníficas ilustraciones. Entonces, cuando aparecen esas composiciones, esos paisajes, esos colores, medio que se hace irrelevante que la trama avance poco o nada. Por ahora hay crédito para seguir apostando por Amuleto y ver qué onda el Vol.6.
Y cierro con el Vol.5 de Lucha Peluche, que marca el fin de la fascinante tira de El Niño Rodríguez, tira a la que la gran masa del pueblo comiquero le dio escasísima bola, más allá de sus inmensos méritos.
Este tomo probablemente sea el mejor de los cinco, porque acá se nota que el Niño se sacó de encima la presión de la entrega diaria (originalmente Lucha Peluche salía en un diario) y puede pensar mejor cada mini-relato. E incluso –lo más interesante- plantear relatos más extensos, sin llegar a armar una estructura de novela, pero sí con mucho más margen para explorar a algunos personajes. La Familia Bolchevique, Mortadela, Tony Torres y en especial Alejo son los que logran hilvanar historias más jugadas, que traspasan las fronteras del chiste para parecerse un poco más a las típicas historias cortas que podrían aparecer en cualquier antología de historieta.
El humor del Niño combina chistes con reflexiones, siempre con una mirada cáustica, filosa, provocativa. Es un humor descarnado, sin concesiones, que contrasta explícita e intencionalmente con la sencillez y la belleza del dibujo. El capitalismo y sus crisis cíclicas, el vínculo espurio entre los medios de comunicación y el poder, la desigualdad social, la frivolidad de los famosos, el miedo como forma de control social y otros temas complejos y elevados se mezclan con chistes de culos y pedos, de futbol y merca, de Instagram y Twitter, en una fiesta sin límites, repleta de imaginación y con ideas que trascienden ampliamente la coyuntura que reflejaron en el momento en que el Niño las llevó al papel. Ojalá más gente descubra esta verdadera gema de la historieta humorística argentina.
Y bueno, hasta acá llegamos. Probablemente haya nuevas reseñas el lunes, si duermo poco en los bondis de ida y vuelta a Rosario. Nos vemos en la Crack Bang Boom, o donde pinte.
Barcelona es una breve novela gráfica de Kenny Ruiz, el autor cuya obra más conocida (El Cazador de Rayos) vimos acá en el blog el 14/12/17. Esto no tiene ni en pedo la calidad de dibujo que vimos en El Cazador de Rayos (sobre todo en los tramos finales de dicha saga), en parte porque acá Ruiz arma un equipo con un entintador y varios coloristas en vez de hacer todo él. Pero aún así, Barcelona se ve bien, no decepciona a nivel visual. Y narrativamente se banca decorosamente el hecho de que Ruiz cuenta en 42 páginas una historia que daba para 50 ó 60. Hay que fumarse páginas con muchas viñetas chiquititas en las que el dibujo se luce poco, pero felizmente el flujo del relato no se resiente para nada.
En cuanto al argumento, entré convencido de que el álbum era una especie de canto de amor a la Ciudad Condal, pero al leerlo me encuentro con que no es así. Ruiz nos muestra (a través de los ojos de Cyan, la protagonista) lo chota y lo hostil que puede ser Barcelona para una chica que llega del sur, con poca guita, pocos contactos y pocas ganas de que la forreen. El libro se podría llamar tranquilamente “Las desventuras de Cyan en Barcelona”, porque recién sobre el final la senda de esta intrépida fotógrafa se empieza a encarrilar.
Lo cierto es que la historia se hace llevadera, dinámica, las casualidades no suenan tan forzadas y uno se encariña rápidamente con Cyan. Como fan de la ciudad, me parece que Ruiz no le sacó todo el jugo posible. Pero como fan de las historias realistas, humanas, cercanas, con un tinte de denuncia social apenas disimulado, Barcelona me pareció forma bastante satisfactoria de ver qué hace Kenny Ruiz cuando no está narrando ambiciosas epopeyas pensadas para el mercado francés.
Me bajé también el Vol.5 de Amuleto y por primera vez no tengo el tomo siguiente pidiendo pista. Tranqui, sale el mes que viene. Este es, por lejos, el tomo menos interesante de los cinco primeros. Nunca antes me había parecido que Kazu Kibuishi estaba estirando innecesariamente la saga, ralentizando más de la cuenta el ritmo al que avanza el relato. Esta vez, para mi profunda desazón, la trama se arrastra, avanza a un ritmo sólo comparable al de un bondi por la avenida Medrano, en el tramo que va de Córdoba a Bartolomé Mitre, un miércoles a las 5 de la tarde. Ya cuando empieza ese festival de las secuencias oníricas, queda de manifiesto la intención de Kibuishi por tirar la pelota a la tribuna y dejar correr los minutos. Ojo, algunas cosas suceden. Pero son pocas para la cantidad de páginas que ofrece el tomo y para el ritmo que tenía Amuleto hasta acá.
Lo bueno de estas secuencias oníricas y de la narración mucho más descomprimida es que Kibuishi encuentra espacio para meter más de sus magníficas ilustraciones. Entonces, cuando aparecen esas composiciones, esos paisajes, esos colores, medio que se hace irrelevante que la trama avance poco o nada. Por ahora hay crédito para seguir apostando por Amuleto y ver qué onda el Vol.6.
Y cierro con el Vol.5 de Lucha Peluche, que marca el fin de la fascinante tira de El Niño Rodríguez, tira a la que la gran masa del pueblo comiquero le dio escasísima bola, más allá de sus inmensos méritos.
Este tomo probablemente sea el mejor de los cinco, porque acá se nota que el Niño se sacó de encima la presión de la entrega diaria (originalmente Lucha Peluche salía en un diario) y puede pensar mejor cada mini-relato. E incluso –lo más interesante- plantear relatos más extensos, sin llegar a armar una estructura de novela, pero sí con mucho más margen para explorar a algunos personajes. La Familia Bolchevique, Mortadela, Tony Torres y en especial Alejo son los que logran hilvanar historias más jugadas, que traspasan las fronteras del chiste para parecerse un poco más a las típicas historias cortas que podrían aparecer en cualquier antología de historieta.
El humor del Niño combina chistes con reflexiones, siempre con una mirada cáustica, filosa, provocativa. Es un humor descarnado, sin concesiones, que contrasta explícita e intencionalmente con la sencillez y la belleza del dibujo. El capitalismo y sus crisis cíclicas, el vínculo espurio entre los medios de comunicación y el poder, la desigualdad social, la frivolidad de los famosos, el miedo como forma de control social y otros temas complejos y elevados se mezclan con chistes de culos y pedos, de futbol y merca, de Instagram y Twitter, en una fiesta sin límites, repleta de imaginación y con ideas que trascienden ampliamente la coyuntura que reflejaron en el momento en que el Niño las llevó al papel. Ojalá más gente descubra esta verdadera gema de la historieta humorística argentina.
Y bueno, hasta acá llegamos. Probablemente haya nuevas reseñas el lunes, si duermo poco en los bondis de ida y vuelta a Rosario. Nos vemos en la Crack Bang Boom, o donde pinte.
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viernes, 11 de noviembre de 2016
TOCO Y ME VOY (A SAN LUIS)
Como aquel 07/07/15, la historieta me transporta al México de Pancho Villa, pero esta vez visto desde los ojos de un autor estadounidense. Poca gente lo sabe, pero Joe Kubert llegó a realizar dos álbumes de Abraham Stone: el que tiene todo el mundo, y este, que fue publicado por Marvel en 1995, cuando agonizaba el sello Epic y ya más que un sello era una palabrita abajo del logo de Marvel.
En su segunda aventura, Abraham Stone va a ir a parar a México, y a involucrarse con Francisco Villa y su ejército revolucionario, para participar de un hecho ampliamente registrado en la historia yanki, como fue la invasión por parte de Villa al pueblo de Columbus, New Mexico, hace 100 años y monedas, el 9 de Marzo de 1916. Como le suele pasar a Dago en sus aventuras de mayor raigambre histórica, Abraham está medio de adorno. El esfuerzo de Kubert no pasa por orquestar un conflicto creíble (porque lo toma de la realidad) sino por explicar qué catzo hace su héroe ahí metido y cómo lograr que lo que hace este Juan Carlos Nadie de pronto tenga peso en el desenlace de un hecho de esta magnitud. Y –forzando un toque el verosímil- el viejo maestro lo consigue.
De todos modos, lo más atractivo no pasa tanto por la trama, sino por la forma en que Kubert trabaja al personaje de Pancho Villa. Dónde se para, cuánta distancia toma, hasta qué punto nos invita a ver la situación desde el punto de vista de este hombre iracundo, despiadado, que tenía todas las fichas para convertirse en el villano grosso de la historia y sin embargo… Kubert le reserva otro rol. El dibujo, majestuoso, sin palabras. Está coloreado medio al voleo por el estudio del manager del Viejo Joe (su eterno amigo Ervin Rustemagic, protagonista de Fax From Sarajevo), pero se ve bastante bien. Igual, el día que alguien edite esto en blanco y negro, me vuelve a esquilmar. Abraham Stone: The Revolution puede no ser la joya más brillante en la corona de Joe Kubert, pero sí una de las que pasó más desapercibidas, y bueno, desde acá, cuando se puede, tratamos de hacer justicia.
También en Julio de 2015 (más precisamente el día 20), veíamos en el blog el primer tomo de La Senda del Errante, la creación del guionista chileno Germán Valenzuela, acompañado por varios dibujantes. Ahora le entré al segundo tomo, donde el rubro gráfico se ve mucho mejor. Arrancamos con un dibujante flojito, Fabián Sáez, pero en el segundo tramo tenemos a un inspirado Luis Inzunza apoyado por las tintas de Danny Jiménez. Le sigue el correcto Sebastián Lizana, y sobre el final regresa Inunza, ahora un poco más apurado, con menos tiempo o menos pilas para dedicarle a cada viñeta, especialmente a los fondos, pero sin derrapar.
El guión de Valenzuela tiene una única falla: explicita poco lo sucedido en el tomo anterior, como si todos los lectores de Pecados conocieran de memoria los sucesos del Vol.1. El resto está muy bien, es una continuación muy sólida de la historia original, apoyada en una venganza que tiene que ver con la búsqueda de verdad, memoria y justicia, que además aprovecha muy bien la época en la que está ambientada (mediados de los años ´50) y se toma su tiempo para desplazar el foco del Errante y desarrollar de modo muy consistente a Margarita Cárdenas, la verdadera protagonista de esta segunda entrega. Hay más hijos de puta a los que boletear, así que espero el tercer libro.
Y cierro con una fugaz mención al Vol.4 de Lucha Peluche, la gloriosa tira de El Niño Rodríguez (quizás lo mejor que dio Argentina en materia de tiras cómicas en lo que va del siglo), que por suerte Ediciones De la Flor sigue recopilando aunque ya no se publique en ningún lado y no tenga hordas de fans. En Lucha Peluche, el Niño destripa una a una todas las miserias de la vida contemporánea, desde cosas obvias como la desigualdad entre ricos y pobres hasta sutilezas como el culto a la belleza, la superficialidad, los freeganos, los emos, los adictos a los celulares, la inseguridad, el erotismo, la falsa sensación de libertad y la feroz manipulación que hacen los medios de comunicación de lo que sucede en la realidad. Y todo eso con reflexiones humorísticas, o chistes “de los de antes”, de esos que van a un remate que te hace explotar de la risa. Sumale un dibujo originalísimo y brillante y tenés una tira absolutamente fundamental, a la que (lamentablemente) no se le da la bola que se merece.
Nos vemos este finde en la San Luis Comic Con y volvemos la semana que viene con más reseñas.
En su segunda aventura, Abraham Stone va a ir a parar a México, y a involucrarse con Francisco Villa y su ejército revolucionario, para participar de un hecho ampliamente registrado en la historia yanki, como fue la invasión por parte de Villa al pueblo de Columbus, New Mexico, hace 100 años y monedas, el 9 de Marzo de 1916. Como le suele pasar a Dago en sus aventuras de mayor raigambre histórica, Abraham está medio de adorno. El esfuerzo de Kubert no pasa por orquestar un conflicto creíble (porque lo toma de la realidad) sino por explicar qué catzo hace su héroe ahí metido y cómo lograr que lo que hace este Juan Carlos Nadie de pronto tenga peso en el desenlace de un hecho de esta magnitud. Y –forzando un toque el verosímil- el viejo maestro lo consigue.
De todos modos, lo más atractivo no pasa tanto por la trama, sino por la forma en que Kubert trabaja al personaje de Pancho Villa. Dónde se para, cuánta distancia toma, hasta qué punto nos invita a ver la situación desde el punto de vista de este hombre iracundo, despiadado, que tenía todas las fichas para convertirse en el villano grosso de la historia y sin embargo… Kubert le reserva otro rol. El dibujo, majestuoso, sin palabras. Está coloreado medio al voleo por el estudio del manager del Viejo Joe (su eterno amigo Ervin Rustemagic, protagonista de Fax From Sarajevo), pero se ve bastante bien. Igual, el día que alguien edite esto en blanco y negro, me vuelve a esquilmar. Abraham Stone: The Revolution puede no ser la joya más brillante en la corona de Joe Kubert, pero sí una de las que pasó más desapercibidas, y bueno, desde acá, cuando se puede, tratamos de hacer justicia.
También en Julio de 2015 (más precisamente el día 20), veíamos en el blog el primer tomo de La Senda del Errante, la creación del guionista chileno Germán Valenzuela, acompañado por varios dibujantes. Ahora le entré al segundo tomo, donde el rubro gráfico se ve mucho mejor. Arrancamos con un dibujante flojito, Fabián Sáez, pero en el segundo tramo tenemos a un inspirado Luis Inzunza apoyado por las tintas de Danny Jiménez. Le sigue el correcto Sebastián Lizana, y sobre el final regresa Inunza, ahora un poco más apurado, con menos tiempo o menos pilas para dedicarle a cada viñeta, especialmente a los fondos, pero sin derrapar.
El guión de Valenzuela tiene una única falla: explicita poco lo sucedido en el tomo anterior, como si todos los lectores de Pecados conocieran de memoria los sucesos del Vol.1. El resto está muy bien, es una continuación muy sólida de la historia original, apoyada en una venganza que tiene que ver con la búsqueda de verdad, memoria y justicia, que además aprovecha muy bien la época en la que está ambientada (mediados de los años ´50) y se toma su tiempo para desplazar el foco del Errante y desarrollar de modo muy consistente a Margarita Cárdenas, la verdadera protagonista de esta segunda entrega. Hay más hijos de puta a los que boletear, así que espero el tercer libro.
Y cierro con una fugaz mención al Vol.4 de Lucha Peluche, la gloriosa tira de El Niño Rodríguez (quizás lo mejor que dio Argentina en materia de tiras cómicas en lo que va del siglo), que por suerte Ediciones De la Flor sigue recopilando aunque ya no se publique en ningún lado y no tenga hordas de fans. En Lucha Peluche, el Niño destripa una a una todas las miserias de la vida contemporánea, desde cosas obvias como la desigualdad entre ricos y pobres hasta sutilezas como el culto a la belleza, la superficialidad, los freeganos, los emos, los adictos a los celulares, la inseguridad, el erotismo, la falsa sensación de libertad y la feroz manipulación que hacen los medios de comunicación de lo que sucede en la realidad. Y todo eso con reflexiones humorísticas, o chistes “de los de antes”, de esos que van a un remate que te hace explotar de la risa. Sumale un dibujo originalísimo y brillante y tenés una tira absolutamente fundamental, a la que (lamentablemente) no se le da la bola que se merece.
Nos vemos este finde en la San Luis Comic Con y volvemos la semana que viene con más reseñas.
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jueves, 24 de septiembre de 2015
24/09: LUCHA PELUCHE Vol.3
Uh, complicado… Releo las reseñas de los dos primeros tomos (14/05/10 y 05/07/14) y la verdad es que hay poco para agregar. Por supuesto lo que se suma es más alegría, porque es un placer ver nuevas tiras de Lucha Peluche recopiladas en libro. Y después, lo de siempre: la magia del Niño Rodríguez para pelar cada tanto algún personaje nuevo (Pepe Blog, Remo el 10 Emo), que aporte frescura, sorpresa y nuevas variantes a una tira a la que realmente no le falta nada.
Ya hablé mucho y muy bien de Lucha Peluche en las reseñas anteriores, y esta vez no me queda otra que repetirme. De nuevo me encontré con tiras que me arrancaron carcajadas, con ideas brillantes, con chistes vinculados a la coyuntura de 2009 que aún hoy impactan por lo zarpados o lo absurdos… Sin dudas estamos ante una tira que soportó de modo impoluto el paso del tiempo. ¿La mejor tira argentina del Siglo XXI? Sigo convencido de que sí, de que ninguna otra la supera, y eso que en estos 15 años hemos tenido muchas muy buenas.
Sobre el final del tomito aparecen las dos ideas que más fuerte me pegaron: Rocamora, el mega-magnate de las empresas, ícono del capitalismo salvaje, sacrifica obreros en un altar consagrado al dinero. Y Dios trata de resetear el Universo porque se colgó el sistema y el Diablo mete la cola para complicarle la tarea. Veníamos de muchas tiras espectaculares, eh? Pero esas páginas donde el Niño aborda estos temas fueron –lejos- mis favoritas.
Bloggers, modelos, virtuosos del balompié con un témpano en el pecho, villas, elecciones, gripe porcina, grafittis, capitalismo salvaje, operaciones mediáticas, roscas entre gobiernos y empresas, astronautas, paco, soja transgénica, campañas políticas, plaga de mosquitos, cámaras de seguridad… El Niño demuestra una vez más que no hay límites, que no hay temas con los que no se jode, a veces desde el humor frontal, a garrotazo limpio, a veces desde un humor más sutil, y a veces sin la menor intención de sacarnos una sonrisa, sino más bien de invitarnos a reflexionar.
Todavía queda material aparecido en el efímero diario Crítica como para un tomito más de Lucha Peluche, así que sobran los motivos para bancar la colección, para comprar los tres tomos que ya salieron, atesorarlos y recomendarlos a full. Acá no hay relleno, no hay chamuyo, no hay ni siquiera la intención de quedar bien con nadie. Lucha Peluche reparte duro y parejo, y si no es más tremenda, es por lo lindo que se ve el dibujo, por el esfuerzo estético (infrecuente en las tiras diarias) que el Niño le puso al color, a las tipografías, al diseño de los fondos… Esto dibujado en un estilo más crudo, más desangelado (pienso, por ejemplo, en el estilo de Esteban Podetti en sus tiras de Barcelona), sería imposible de digerir, por el nivel de mala leche que tienen muchas de las tiras.
En fin, no te cebo más. El diario donde salía Lucha Peluche todos los días se fue a la B hace más de cinco años. Sin embargo, la historieta da revancha y De la Flor te ofrece la oportunidad única de descubrir ahora esta tira y cebarte con ella como si fuera la hiper-novedad. Si hace mucho que no consumís tiras de autores argentinos, y creés que todo es Gaturro, Macanudo o clones nostalgiosos de Quino y Caloi, te cuento que no, que en este siglo este país dio muchas tiras originales y excelentes. De todas esas, la que a mí más me gusta es Lucha Peluche. Ya fue todo.
Ya hablé mucho y muy bien de Lucha Peluche en las reseñas anteriores, y esta vez no me queda otra que repetirme. De nuevo me encontré con tiras que me arrancaron carcajadas, con ideas brillantes, con chistes vinculados a la coyuntura de 2009 que aún hoy impactan por lo zarpados o lo absurdos… Sin dudas estamos ante una tira que soportó de modo impoluto el paso del tiempo. ¿La mejor tira argentina del Siglo XXI? Sigo convencido de que sí, de que ninguna otra la supera, y eso que en estos 15 años hemos tenido muchas muy buenas.
Sobre el final del tomito aparecen las dos ideas que más fuerte me pegaron: Rocamora, el mega-magnate de las empresas, ícono del capitalismo salvaje, sacrifica obreros en un altar consagrado al dinero. Y Dios trata de resetear el Universo porque se colgó el sistema y el Diablo mete la cola para complicarle la tarea. Veníamos de muchas tiras espectaculares, eh? Pero esas páginas donde el Niño aborda estos temas fueron –lejos- mis favoritas.
Bloggers, modelos, virtuosos del balompié con un témpano en el pecho, villas, elecciones, gripe porcina, grafittis, capitalismo salvaje, operaciones mediáticas, roscas entre gobiernos y empresas, astronautas, paco, soja transgénica, campañas políticas, plaga de mosquitos, cámaras de seguridad… El Niño demuestra una vez más que no hay límites, que no hay temas con los que no se jode, a veces desde el humor frontal, a garrotazo limpio, a veces desde un humor más sutil, y a veces sin la menor intención de sacarnos una sonrisa, sino más bien de invitarnos a reflexionar.
Todavía queda material aparecido en el efímero diario Crítica como para un tomito más de Lucha Peluche, así que sobran los motivos para bancar la colección, para comprar los tres tomos que ya salieron, atesorarlos y recomendarlos a full. Acá no hay relleno, no hay chamuyo, no hay ni siquiera la intención de quedar bien con nadie. Lucha Peluche reparte duro y parejo, y si no es más tremenda, es por lo lindo que se ve el dibujo, por el esfuerzo estético (infrecuente en las tiras diarias) que el Niño le puso al color, a las tipografías, al diseño de los fondos… Esto dibujado en un estilo más crudo, más desangelado (pienso, por ejemplo, en el estilo de Esteban Podetti en sus tiras de Barcelona), sería imposible de digerir, por el nivel de mala leche que tienen muchas de las tiras.
En fin, no te cebo más. El diario donde salía Lucha Peluche todos los días se fue a la B hace más de cinco años. Sin embargo, la historieta da revancha y De la Flor te ofrece la oportunidad única de descubrir ahora esta tira y cebarte con ella como si fuera la hiper-novedad. Si hace mucho que no consumís tiras de autores argentinos, y creés que todo es Gaturro, Macanudo o clones nostalgiosos de Quino y Caloi, te cuento que no, que en este siglo este país dio muchas tiras originales y excelentes. De todas esas, la que a mí más me gusta es Lucha Peluche. Ya fue todo.
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sábado, 5 de julio de 2014
05/ 07: LUCHA PELUCHE Vol.2
Segundo recopilatorio de la que –en un mundo más justo- merecería pasar a la historia como una de las mejores tiras diarias de todos los tiempos. Duró poco, es cierto, porque el diario Crítica no llegó a cumplir ni tres años. Pero Lucha Peluche brilló con un fulgor incandescente, muy difícil de repetir y muy hermoso de redescubrir en estos libritos que edita (muy espaciadamente y con tiradas muy bajas) De la Flor.
Recomiendo repasar la ya ancestral reseña del Vol.1 (publicada el 14/05/10) para no tener que repetir de qué se trata y cómo está estructurada Lucha Peluche. Fiel a la dinámica de este tipo de tiras “de universo”, el Niño Rodríguez incorpora permanentemente nuevos personajes, que disparan nueva situaciones. En este tomo se lucen el astronauta Houston, la Nena Pelada, el telemarketer y el que más gracia me causó: Bipo, el payaso bipolar. Subrayo lo de la gracia: este libro me hizo reir mucho, pero mucho. Y a carcajadas. La tira de Betina en el arco argumental del McMickey´s, por ejemplo, me hizo doler las mandíbulas de la risa. Es la combinación perfecta entre ingenio, sátira y transgresión. La verdad es que son tantas las tiras geniales, las que me arrancaron risas memorables, que si las enumero la reseña dura hasta el miércoles.
También hay tiras menos graciosas, y tiras que no buscan la risa sino que nos invitan a la reflexión, como en todas las buenas daily strips. Pero el combo, las 180 tiras juntas, leídas de un saque, te dejan la sensación de haberte cagado de risa como pocas veces. Lo mejor que tiene el Niño Rodríguez (además del dibujo, que es increíble, y del que ya hablé maravillas en la reseña del tomo anterior) es que no respeta ningún límite. Se abstiene de hacer malabares con las formas de las viñetas (una especialidad de Liniers, por ejemplo) y después no deja rincón sin explorar: juega con las tipografías, con el color, con las onomatopeyas, resuelve chistes con placas al estilo Crónica TV, se mete con la economía, la política, las modas, la publicidad, con Dios, con el Diablo, con los yankis, con los gorilas, con los indigentes, con las cadenas de comida chatarra y le pega con especial saña a los medios de comunicación, representados por ese ícono del periodismo amarillista, venal y rosquero que es Tony Torres.
De chistes profundos sobre las crisis del capitalismo a chistes de caca y pis, Lucha Peluche te sacude con un impacto atrás de otro, a un ritmo frenético y con un nivel muy, muy infrecuente en las tiras para diarios. ¿Hay chistes anclados en la actualidad de 2009, que hoy nadie recuerda? Sí, pero están resueltos de un modo tan inteligente, tan por encima del mero guiño humorístico a la coyuntura del día, que la genialidad del Niño permanece intacta, tan disfrutable como el día que las tiras se publicaron por primera vez.
No me quiero extender más, pero sí recomendar enfáticamente la compra y lectura de Lucha Peluche. Ojalá en un futuro no muy lejano tengamos editado en libro todo el material creado por el Niño Rodríguez con estos personajes, y ojalá pronto seamos cientos de miles de lectores los que la reivindiquemos como la tira diaria más zarpada, mejor pensada y más efectiva que el humor gráfico argentino le dio a este Siglo XXI.
Recomiendo repasar la ya ancestral reseña del Vol.1 (publicada el 14/05/10) para no tener que repetir de qué se trata y cómo está estructurada Lucha Peluche. Fiel a la dinámica de este tipo de tiras “de universo”, el Niño Rodríguez incorpora permanentemente nuevos personajes, que disparan nueva situaciones. En este tomo se lucen el astronauta Houston, la Nena Pelada, el telemarketer y el que más gracia me causó: Bipo, el payaso bipolar. Subrayo lo de la gracia: este libro me hizo reir mucho, pero mucho. Y a carcajadas. La tira de Betina en el arco argumental del McMickey´s, por ejemplo, me hizo doler las mandíbulas de la risa. Es la combinación perfecta entre ingenio, sátira y transgresión. La verdad es que son tantas las tiras geniales, las que me arrancaron risas memorables, que si las enumero la reseña dura hasta el miércoles.
También hay tiras menos graciosas, y tiras que no buscan la risa sino que nos invitan a la reflexión, como en todas las buenas daily strips. Pero el combo, las 180 tiras juntas, leídas de un saque, te dejan la sensación de haberte cagado de risa como pocas veces. Lo mejor que tiene el Niño Rodríguez (además del dibujo, que es increíble, y del que ya hablé maravillas en la reseña del tomo anterior) es que no respeta ningún límite. Se abstiene de hacer malabares con las formas de las viñetas (una especialidad de Liniers, por ejemplo) y después no deja rincón sin explorar: juega con las tipografías, con el color, con las onomatopeyas, resuelve chistes con placas al estilo Crónica TV, se mete con la economía, la política, las modas, la publicidad, con Dios, con el Diablo, con los yankis, con los gorilas, con los indigentes, con las cadenas de comida chatarra y le pega con especial saña a los medios de comunicación, representados por ese ícono del periodismo amarillista, venal y rosquero que es Tony Torres.
De chistes profundos sobre las crisis del capitalismo a chistes de caca y pis, Lucha Peluche te sacude con un impacto atrás de otro, a un ritmo frenético y con un nivel muy, muy infrecuente en las tiras para diarios. ¿Hay chistes anclados en la actualidad de 2009, que hoy nadie recuerda? Sí, pero están resueltos de un modo tan inteligente, tan por encima del mero guiño humorístico a la coyuntura del día, que la genialidad del Niño permanece intacta, tan disfrutable como el día que las tiras se publicaron por primera vez.
No me quiero extender más, pero sí recomendar enfáticamente la compra y lectura de Lucha Peluche. Ojalá en un futuro no muy lejano tengamos editado en libro todo el material creado por el Niño Rodríguez con estos personajes, y ojalá pronto seamos cientos de miles de lectores los que la reivindiquemos como la tira diaria más zarpada, mejor pensada y más efectiva que el humor gráfico argentino le dio a este Siglo XXI.
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viernes, 14 de mayo de 2010
LUCHA PELUCHE Vol.1
Una vez más, un libro aparecido hace muy poquito me obliga a transgredir mi disciplina, que consiste en leer el material en el orden en que lo voy consiguiendo. Pero esta vez el cebamiento es más fuerte. Y la objetividad más frágil que nunca, porque se trata del libro del Niño Rodríguez, de quien soy amigo hace más de 20 años, cuando los dos éramos niños de verdad.
Allá por 1987, cuando tanto el Niño como yo hacíamos nuestras primeras armas en el mundo de los fanzines, este animal rosarino ya daba cátedra. Resolvía con total solvencia todo tipo de desafíos historietisticos, clonaba cualquier estilo (incluso algunos difíciles, como el de Bilal o el de Juan Giménez), demostraba un talento alucinante para la sátira y cuando lo veías dibujar, te convencías de que dibujar (y bien) era lo más fácil del mundo. Y esto con 18 años, mucho antes de empezar a publicar profesionalmente en medios de alcance nacional, o de hacerse conocido fuera del under rosarino… Imaginate ahora, que lleva más de 20 años de laburo constante, que egresó de Bellas Artes, que la rompió en la historieta, la ilustración, la animación y hasta en el diseño de decorados para programas de TV (Ver Para Leer y RSM).
Y bueno, cuando en 2008 le llegó la oportunidad de hacerse cargo de una tira diaria (desafío jodido si los hay), el Niño respondió con la categoría de los grandes. Lucha Peluche es, por afano, lo mejor que apareció en los diarios argentinos durante los dos años y monedas que duró el recién extinto diario Crítica. Las tiras que componen este tomo recorren aquellos tumultuosos meses de la famosa crisis que enfrentó al campo con el Gobierno, pero además de cubrir ese suceso de modo desopilante y genial, el Niño habló de todo eso con una altura tal, que quedó más allá de la coyuntura. Hoy lo leés, y por ahí ni te acordás de todo ese kilombo, pero las tiras son excelentes igual.
Lucha Peluche tiene todo: personajes tiernos e ingeniosos como Mafalda, personajes jodidos y grotescos como La Nelly, comentarios irónicos sobre la realidad nacional como Clemente, reflexiones inteligentes como la tira de Rep, y un dibujo personal e hipnótico como el de Macanudo. Y además chistes geniales, para reirse en serio, con carcajada posta. ¿Cuánto hacía que una tira diaria nacional no me arrancaba una carcajada? La última debe haber sido en el… tercer o cuarto tomo de Macanudo…. Acá hay un montón de momentos que te parten de la risa. El mejor, o el que a mí más me hizo reir, fue la aparición de Brazuca Joe, el indigente brasileño que se encuentra con Morta Dela, uno de los protagonistas. Pero hay un montón de momentos graciosísimos y frases geniales (“el capitalismo es un chancho vendiendo jamón”).
Aunque están ambientadas en un lugar neutro, al que sólo se nombra como “el culo del mundo”, las tiras de Lucha Peluche tienen muchas referencias a nuestra realidad política. El Niño sorprende al repartir los palos para todos lados, con notable criterio y ecuanimidad. Hay palos para todas las ideologías, para el Gobierno, para la oposición, para el campo y hasta para Dios. Pero la peor parte se la llevan los medios de comunicación, representados por Tony Torres, un periodista abyecto, genuflexo, sensacionalista y ventajero, que manda cualquier fruta por un punto de rating o por algún beneficio para él o para el multimedio en el que labura. Hoy que tanto se cuestiona el rol de los medios y del “periodismo independiente”, esta tira tiene muchísimo para aportar al debate.
Los demás personajes también tienen momentos magistrales y todos contribuyen a que leer la tira recopilada resulte una experiencia 100% gratificante, incluso para el que ya las leyó de una por día, ya sea en el diario o en la web. El universo de Lucha Peluche es absoutamente seductor y entre sus viñetas se respiran dos sensaciones: la de un caos perfectamente ordenado por un autor que sabe lo que quiere y cómo transmitirlo, y una enorme libertad que le permite el Niño zarparse a gusto y piaccere ya sea con el humor negro, la sátira sociopolítica o el lenguaje subido de tono. Lucha Peluche gana por puesta de espaldas, por knock-out, por afano y por si acaso. Ojalá que el cierre del diario en el que se publicaba no sea óbice para que De la Flor edite más recopilaciones de esta maravilla del Noveno Arte.
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