el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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miércoles, 23 de octubre de 2024

RECUPERANDO RITMO

De a poco voy entrando en la sintonía de leer más y a mejor ritmo. Hoy empiezo con un libro de 2018, el team-up entre Batman y The Shadow, dos justicieros nocturnos con muchas décadas de trayectoria que -inevitablemente- en algún momento tenían que tener su aventura conjunta. Esta la co-escriben Scott Snyder y Steve Orlando, y la dibuja Riley Rossmo. A lo largo de estas... 132 páginas de historieta, me cayó la ficha de que Rossmo es mejor en dosis más pequeñas. Una historia corta en una antología, un numerito unitario, a lo sumo un annual o un prestige. En una dosis tan grande, no solo pierde impacto su particular estilo, sino que además le noto inconsistencias. Me gusta mucho su puesta en página, pero por momentos al dibujo le falta fuerza, parece hecho así nomás, y hasta te preguntás qué pasaría si le sacaras los colores de Ivan Plascencia. Probablemente varias de estas páginas quedarían al límite de lo impublicable. ¿Y tiene sentido que la historia se extienda a lo largo de todas esas páginas? No, ni a palos. Todo está jugado al contrapunto entre Batman y The Shadow: uno banca hasta las últimas consecuencias ese dogma de no matar a los villanos (ni siquiera a un psicópata pasado de rosca e irredimible como el Joker) y el otro los quiere hacer boleta a todos. Esa diferencia es la que los guionistas mejor explotan a lo largo de todo el comic. También hay una idea fascinante: The Shadow vigila a Bruce desde que quedó huérfano, y muchos de los maestros que entrenaron al joven Wayne para convertirlo en el justiciero perfecto... ¡eran identidades que asumió The Shadow para estar cerca suyo y guiarlo en su camino!. Eso solo garpa todo. Pero... así como abundan los aciertos en el rubro "interacción entre los personajes", escasean en el aspecto aventurero de la trama. El rol de Joker es patético, el de Jim Gordon también, los clásicos adláteres de The Shadow aparecen metidos con forceps y no aportan nada... y en general todas las peripecias, luchas contra los villanos, etc., son poco atrapantes. Hay excelentes diálogos (para variar, muchos los dice Alfred), está muy bien la caracterización de Renée Montoya (la única policía que parece tener un nivel intelectual superior al de un crustáceo), pero falla la acción, falla el misterio, la amenaza es chota, poco creíble... y ya para cuando aparece todo ese ejército de villanos de Gotham (donde conviven los más grossos con malhechores de cuarta y quinta categoría, algunos con tres o cuatro apariciones, con suerte), cualquier clase de verosímil que hayan construido Orlando y Snyder se va por el inodoro. Básicamente, toda la historia (guion y dibujo) tendría mucha más fuerza si la hubieran resuelto en menos páginas. En 64, por ejemplo, con estas mismas ideas se podría haber hecho casi una obra maestra. Y por ahí nos ahorrábamos momentos bochornosos como esa batalla contra 20 villanos, o esa secuencia en la que Bruce queda a un milímetro de la muerte y al rato sale de nuevo a jugarse la vida, metido adentro de una bati-armadura que le permite moverse como si tres páginas atrás no lo hubiésemos visto hecho mierda, con más agujeros que ventana de bosnio. Siempre quise ver a estos dos personajes juntos, hacía tiempo que quería leer este team-up, y bueno... el resultado final me pareció bastante mejorable, más allá de algunos buenos momentos que me ofrecieron Orlando, Snyder y Rossmo. Es lo que hay.
Hace un tiempito (05/09/24) reseñé por acá el Vol.1 de Gorgona, la antología colombiana en la que distintos dibujantes trabajan sobre guiones de Rodrigo Lucio, y ahora voy por el Vol.2. Esta vez tenemos una entrega más voluminosa, de 88 páginas, que arranca con una portada magistral de nuestro compatriota Carlos Dearmas. Adentro, al haber más historietas, hay también más diversidad de dibujantes, entre ellos la muy correcta Luisa Rojas, la interesante Andrea Lucio y el más que digno Andrés Cruz. Pero claro, ninguno se acerca siquiera al nivel descomunal de los dibujos de Dearmas. Las dos historietas en las que mete mano el entrerriano son, lejos, lo más memorable de la antología. En el resto del tomo, cada tanto aparece la puntita de una idea... que en cuatro páginas no se llega a desarrollar y mucho menos a resolver de manera satisfactoria. No entiendo bien la decisión arbitraria por parte de Rodrigo Lucio de que todas las historietas sean tan breves, porque es obvio que varias de ellas mejorarían mucho si tuvieran más espacio. La única de seis páginas (En el principio existió el vacío, una de las que dibuja Dearmas) es -para mi gusto- la que está mejor escrita, y en parte es porque Lucio tiene más páginas para desarrollar la idea y desplegar la prosa, ambas muy logradas. Lucio es un guionista raro, atípico, que plantea relatos cortos, pero además alejados de las fórmulas tradicionales. Por ahí aparecen géneros de "los de siempre" (ciencia ficción, terror, fantasía épica, peplum) pero Lucio los aborda de un modo muy peculiar, menos aventurero, a veces con más introspección, a veces con un tono más épico, pero siempre extraño, nunca fácil de clasificar. En sus historias no hay chistes, no hay estridencias, no hay conflictos entre malos y buenos... y a veces ni siquiera hay conflictos. Hay ideas, o puntitas de ideas, que la mayoría de las veces no se llegan a desarrollar. Tengo para leer también el Vol.3 de Gorgona (creo que hasta ahora es el último), así que pronto habrá más historieta colombiana acá en el blog. Estoy en medio de la lectura de dos libros extensos, que prometo reseñar a la brevedad. Y para el miércoles 30, les prometo también una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta en el canal de YouTube de Comiqueando. En la de Septiembre me cubrió Diego porque yo estaba lejos, pero esta no me la pierdo. Gracias y hasta pronto.

sábado, 6 de enero de 2018

RESEÑAS DE SABADO POR LA NOCHE

Hermosa noche para salir a atorrantear por ahí, y mañana pinta un gran día para levantarse tarde y no hacer una goma. Así que antes de salir, les dejo unas reseñitas…
Mal y tarde retomo la lectura de American Vampire con el Vol.6 (el Vol.5 lo vimos un lejano 28/07/15), un tomo raro porque recopila los dos one-shots que salieron en 2013, durante el tiempito en que la serie regular estaba en hiato. El primero, The Long Road to Hell, está a cargo del equipo titular de American Vampire: el guionista Scott Snyder y el dibujante Rafael Albuquerque. Es una novela gráfica breve de 56 páginas, bastante aislada de la trama central de American Vampire. Tiene un inmenso punto a favor, y es que no aparece el nefasto Skinner Sweet, y dos en contra: primero, está groseramente estirada. Era una historia que se podía contar tranquilamente en 32 páginas, siendo generosos. Y segundo, si nunca leíste American Vampire, la aparición en escena de Travis Kidd te va a dejar medio en bolas, porque Snyder no explica quién es y qué hace, a pesar de que su rol en la trama del one-shot es importantísimo. Al igual que el arco argumental en el que sí nos explicaron quién era Travis Kidd, The Long Road… está ambientada a fines de los ´50, un período de la historia yanki que a mí me encanta, y que Snyder domina con gran categoría. El dibujo de Albuquerque es formidable, como siempre, y hace que la estirada brutal del argumento se disfrute más de lo que se padece.
Para el segundo tramo del TPB tenemos la American Vampire Anthology, con una sucesión de historias cortas en las que Snyder casi no figura y les “presta los chiches” a varios autores de gran nivel. La seguidilla de historias cortas arranca muy arriba, con una de Jason Aaron y Declan Shalvey muy bien narrada. Albuquerque debuta como guionista en la segunda historia corta, dibujada nada menos que por el legendario artista italiano Ivo Milazzo. No es un guión perfecto, pero la magia del maestro Milazzo lo levanta muchísimo. Jeff Lemire y Ray Fawkes están a cargo de una historia muy violenta y con personajes que hubiese estado bueno seguir desarrollando en algún otro lado. Becky Cloonan cede a la tentación de tener a Skinner Sweet como protagonista de su historia, que es un toquecito obvia pero está muy bien. La de Francesco Francavilla (ni hace falta decirlo) está dibujada como los dioses, pero es bastante genérica, podría haber aparecido en cualquier antología de terror. Algo parecido pasa con la de Fábio Moon y Gabriel Bá, que además es muy linda. La de Greg Rucka y John Paul Leon también me gustó bastante, y la más zarpada a nivel guión es la de Gail Simone (dibujada por la gran Tula Lotay), que retoma a un personaje del… segundo arco de la serie y le pega una vuelta de tuerca truculenta y jodida como enema de chimichurri. Excelente balance para esta antología, y ya veremos cuándo retomo American Vampire, con la que creo que es la saga final de la serie.
Me vengo a Argentina, donde en 2017 se editó Cómo Yo Gané la Guerra, otra breve novela gráfica en la que el notable humorista gráfico cordobés Pepe Angonoa se disfraza de guionista para narrarnos en primera persona algunas de las anécdotas que le tocó vivir en 1982, cuando fue soldado en la Guerra de Malvinas. Básicamente, esta es una versión light de Tortas Fritas de Polenta, donde el relato de Angonoa no se centra en lo mal que la pasaron nuestros soldados en las islas, si bien hace bastante hincapié en el hambre, el frío y las injusticias que tuvieron que soportar.
Con esa materia prima chota y depresiva, Angonoa se juega a construir una crónica de la guerra basada en situaciones de comedia, con resultados más raros que buenos. Cómo Yo Gané la Guerra funciona como lado B de Tortas Fritas…, o como comic relief después de leer alguna otra historieta testimonial dura y desgarradora. Así solita, como obra individual, resulta muy extraña, porque desaprovecha lo más interesante que tiene Malvinas, que es todo esa faceta trágica y épica al mismo tiempo.
El dibujo está a cargo de Javier Solar, que se curó de aquel vicio que consistía en copiar descaradamente dibujos de Carlos Meglia y Humberto Ramos. Acá se lo ve a Solar enrolado en la línea clara de Marcinelle, con fuertes influencias de André Franquin, Pierre Seron y en menor medida Morris y Maurice Tillieux, con algunos rasgos incluso más caricaturescos, más cercanos a lo que hace Angonoa cuando dibuja sus chistes, y con una sóla viñeta alevosamente afanada, en este caso al maestro Carlos Giménez. El dibujo -muy acorde al tono de comedia que propone el guión- adolesce además de una alarmante escacez de fondos (aún teniendo en cuenta que muchas escenas transcurren en un páramo donde no había qué mierda poner en los fondos) y de un tratamiento del color muy rudimentario, resuelto con muy pocas ganas.
Y por hoy, nada más. Sigamos disfrutando un verano con mucho sol y muchos comics.

lunes, 6 de febrero de 2017

DEME DOS

Vamos con otra tandita de dos reseñas…
Arranco en EEUU, en 2014, cuando Vertigo publica The Wake, la saga escrita por Scott Snyder y dibujada por Sean Murphy, una delantera poderosísima (una onda Licha López-Gustavo Bou) que garantizaba un nivel de ventas que hace mucho que no se veía en los títulos del sello adulto de DC.
La primera mitad de The Wake es una especie de Aliens bajo el agua. Un grupito de humanos trata de sobrevivir a un embate de unos bichos con cola de pez, pero brazos parecidos a los nuestros, con pulgares reversibles y con un orden táctico y un instinto predatorio bastane superior al nuestro. La presencia de estos primos acuáticos de los xenomorfos genera una buena dosis de tensión y garantiza un estallido sangriento de violencia. Y Snyder le agregar espesor a este clima ominoso mediante el recurso más interesante que tiene The Wake, que es el magnífico trabajo de construcción de personajes. ¿Quién es tu personaje preferido de la saga de Aliens? ¿Ripley? ¿Newt? No importa. Todos son cuatro de copas, muñequitos de cartón sin ninguna trascendencia al lado de lo que hace Snyder con la Dra. Lee Archer.
Pero a la mitad del libro, la trama pega un giro insospechado y nos vamos 200 años al futuro, a otro mundo, con otra protagonista (también muy bien delineada), a vivir otra aventura, también vinculada a los “mers” (así les dicen a esta raza de peces cuasi-antropomórficos), pero en un contexto totalmente distinto. Acá, en vez de estar viendo una peli de Aliens creí que estaba leyendo un comic de Carlos Trillo. Una especie de remake de Borderland, con machaca, corrupción política, una sociedad materialmente precaria y moralmente decadente al borde del abismo… muy interesante todo. Obviamente el final entrelaza la historia de Lee Archer con la de la chica del futuro… no del modo que cualquier lector medianamente astuto podía intuir.
Entre los giros inesperados y los volantazos limados, Snyder se las ingenia para sorprendernos más que el dibujo de un Sean Murphy prendido fuego (aunque casi toda la obra transcurra en el agua). La verdad que si el guión fuera irrelevante, o incluso choto, igual me hubiese vuelto loco con el laburo de Murphy. Para crear climas potentes, cuenta con un aliado de lujo que es el colorista Matt Hollingsworth. Pero para todo lo demás, pela su propio talento, que es apabullante. Si sos fan de Murphy, no te lo podés perder.
Y me voy a 2009, cuando se edita en la Europa francófona el primer álbum de Spirou a cargo de la dupla integrada por Yann y Olivier Schwartz. Desde ya, pido perdón por dedicarle un par de miles de caracteres a una obra que merece libros enteros para analizarla y ponderarla en la justa medida. Es muy loco, porque El Botones de Verde Caqui no existiría si antes no hubiese existido el Spirou de Emile Bravo (Diario de un Ingenuo, reseñado el 09/10/10). Sin embargo, me animo a decir que esta secuela supera ampliamente a la original.
-Pará, pará, pará… ¿vos me estás diciendo que hay un álbum del Spirou contemporáneo mejor que Diario de un Ingenuo?
Sí. Bueno, capaz que a nivel dibujo prefiero a Bravo antes que a Schwartz, porque este último no inventa nada: se copia todo de Yves Chaland. Obviamente si te copiás todo de uno de mis dibujantes favoritos de todos los tiempos, te voy a amar, pero quizás lo ponga a Bravo un escaloncito más arriba que este clon impecable de Chaland.
El guión de Yann es glorioso. Tiene acción, tiene humor, tiene momentos trágicos, dilemas morales, escenas de sexo (no explícitas, porque esto es casi apto para todo público), explosiones, piñas, torturas, y villanos nazis sumamente hijos de puta que se relamen capturando judíos para mandarlos a los campos de concentración. Si Bravo acertó al mostrarnos una Bruselas en la que los pibes (Spirou incluído) leían las historietas de Tintin, Yann sube la apuesta y dedica viñetas enteras a un debate acerca del rol de Hergé en aquel entonces, su vínculo con el ejército de ocupación, el efecto de sus historietas en el pueblo… una exquisitez. Pero además hay varias conexiones sutiles con las aventuras de Tintin, aparecen otros personajes de Hergé, hay homenajes a André Franquin, a Blake & Mortimer, a Astérix… Creo que Yann (al mejor estilo Roy Thomas) metió en estas 62 páginas referencias a todas las historietas franco-belgas vinculadas a la Segunda Guerra Mundial, ya sea por ambientación o por la fecha en que fueron creadas. Lo mejor es que lo hace sin entorpecer el ritmo alucinante que logra darle a esta aventura, cautivante por donde se la mire.
Si nunca habías leído Spirou y te enganchaste con Diario de un Ingenuo, te tenés que tirar de cabeza sobre El Botones de Verde Caqui, que se editó en España en 2015 y (lógicamente) ganó en 2016 el Premio al Mejor Album Extranjero en el Saló de Barcelona. Gracias, Dib-Buks, por editar esta gema en nuestro idioma, gracias Yann por la magia, gracias Schwartz por hacernos sentir aunque sea un ratito que Yves no se murió… Yves no se murió… que se muera Rob Liefeld, la puta madre que lo parió.

martes, 28 de julio de 2015

28/ 07: AMERICAN VAMPIRE Vol.5

Retomo esta serie que tenía colgada desde el 12/10/14. Este quinto tomo ofrece dos sagas ambientadas en 1954: una (editada originalmente como miniserie por afuera de la colección principal) está situada en Europa, y la otra en EEUU. Las dos sagas escritas por Scott Snyder tienen el mismo problema: como aventuras, son flojas, sobre todo la primera. Les falta sorpresa, les sobra machaca y casi todo lo que sucede parece ser parte de un festival bastante obvio de excusas para que los vampiros pelen garras y colmillos y se den con tutti. ¿Por qué, aún así, se hace llevadera la serie? Por dos motivos.
El primero es la consigna: American Vampire va avanzando a la par del Siglo XX, lo cual le da a Snyder la posibilidad de reflejar en cada arco argumental un punto interesante en la historia más o menos reciente de los EEUU. El guionista investiga, recrea estas décadas del siglo pasado con mucha agudeza y desliza una mirada crítica, muy atractiva, acerca de los procesos sociales y políticos de cada época. Cada situación de vida cotidiana, de gente normal, enriquece los relatos con información muy bien mechada acerca de cómo se vivía en cada momento del Siglo XX en alguna ciudad de EEUU. Sólo por eso, uno banca ese culebrón sangriento entre estas criaturas pesadillescas que –como son no muertos- pueden sobrevivir sin drama al paso de las (muchas) décadas.
Y además hay un segundo elemento atractivo: el desarrollo de personajes. Con el correr de las sagas y las décadas, los protagonistas cambian, evolucionan muchísimo. Pearl Jones, su marido Henry, Calvin Poole, los Vasallos del Lucero, los distintos integrantes de la familia Book… hasta el nefasto Skinner Sweet tiene en cada arco argumental una nueva posibilidad de asumir nuevos roles, o pegarle giros interesantes a su relación con el resto del elenco.
Casualmente eso sucede en el segundo arco incluído en este tomo: Skinner Sweet sigue siendo el sorete irredimible, la escoria vampírica más abyecta del planeta, pero Snyder urde tramas que lo llevan a adoptar (aunque sea un rato) otra actitud, y eso abre posibilidades que nutren mucho a este segmento de la obra, y lo ponen bastante por encima de la saguita en Europa. A esta altura, ya es hiper-obvio que ni Skinner ni Pearl van a morir mientras exista esta serie, pero las vueltas que encuentra Snyder para mantenerlos atractivos son más que válidas.
La saguita en Europa, mientras tanto, naufraga en un argumento bastante pobre, con escaso sustento, pero también se anota sus porotos con el desarrollo de un personaje hasta ahora demasiado clavado en el estereotipo: Linden Hobbes, el circunspecto líder de los Vasallos del Lucero.
Este arco cuenta con los dibujos de Dustin Nguyen, en un estilo muy suelto, donde se nota la velocidad con la que el dibujante se sacó de encima estas páginas. No está mal, para nada, pero no esperes esa elegancia que supo mostrar Nguyen en los trabajos que hizo para las distintas series de Batman. Y después llega el titular, Rafael Albuquerque, el que conoce de taquito a los personajes, el que entiende perfecto los climas que sugieren los guiones de Snyder, el que se lee la mente con el colorista Dave McCaig. Como en el tomo anterior, Albuquerque nos mete en un vértigo repleto de acción y violencia… que te puede llegar a cansar por su excesiva estridencia, o por la grosera escacez de fondos. Por suerte la narrativa es tremendamente ágil y el estilo de Rafael hace que la onda impactante y pochoclera se haga sumamente tolerable.
Y acá se termina la primera parte de American Vampire. Después vienen dos especiales (compilados como Vol.6) y recién después, en lo que sería el Vol.7, el primer arco de la segunda serie regular, titulada Second Cycle. Habrá que buscarlos a ver cómo siguen las historias, porque la verdad que Snyder logró engancharme con varios de los personajes y el dibujo de Albuquerque es una adicción jodida de frenar…

sábado, 25 de octubre de 2014

25/ 10: SWAMP THING Vol.3

Ahora sí, pude leer completa la saga de Rotworld, cuta mitad “roja” vimos el 16 de este mes. La mitad “verde” también tiene muchas páginas, pero se me hizo más rápido de leer, porque 80 de esas páginas ya las había leído en el TPB de Animal Man. Vamos a centrar la reseña, entonces, en los episodios restantes, en los seis episodios que muestran la guerra contra el Rot desde el punto de vista de Swamp Thing, una vez que su camino y el de Animal Man se bifurcan.
Te lo resumo en tres palabras: espejitos de colores. Mucha grandilocuencia, machaca zarpada contra monstruos jodidos, cambios brutales en el status quo (el mundo entero poseído por la putrefacción), una epopeya a escala global… y no pasa nada. Todos los cambios vuelven para atrás, todo queda en el impacto, en el pochoclo y todo huele a relleno, a idea chiquita estirada hasta el infinito, a que se podía contar lo mismo en dos anuales. Así como el TPB de Animal Man mechaba escenas de Buddy en el mundo putrefacto con un subplot más tranqui protagonizado por Maxine, en Swamp Thing tenemos el mismo recurso, pero con Abby Arcane al frente del subplot. Y con Scott Snyder demostrando que no tenía absolutamente nada que contar en esa sub-trama. Las páginas de Abby en Europa (encima ambientadas durante el año en el que Swampy desaparece) son totalmente prescindibles, les podés hacer zapping sin perderte nada, o leerlas para bajar un cambio entre combate y combate de Swampy y sus aliados contra los bichos del Rot, pero sin esperar ningún tipo de desarrollo de nada.
Finalmente, como en el TPB de Animal Man, el último episodio, el epílogo, es donde el guionista realmente se luce y busca la reivindicación después de meses de latrocinio. Como Jeff Lemire en el n°19 de Animal Man, Scott Snyder cierra todo en el n°18 de Swamp Thing, con huevos para pegarle sacudones grossos (y espero que irreversibles) a los personajes, en un capítulo con todas las emociones que no tuvimos hasta ahora. Pero como además Snyder abandona la serie, se juega incluso más que Lemire y su final es mucho más definitivo. La despedida de Snyder invita a no seguir leyendo Swamp Thing mucho más que aquel n°19 de Animal Man, lo cual es… muchísimo. Así que el final de Rotworld terminó por ser un punto clave par bajarse de estas dos series, que prometían mucho y cumplieron hasta por ahí nomás.
Una similitud más entre este TPB y el Vol.3 de Animal Man es que la mayoría de los episodios tienen a un dibujante increíble, quizás en el mejor trabajo de su carrera. Lo que hace Yanick Paquette en este tomo es asombroso, majestuoso, totalmente descomunal, tanto en el dibujo como en la planificación de las páginas. A diferencia de Steve Pugh, el propio Paquette dibuja las secuencias protagonizadas por Abby que transcurren en paralelo a la trama central, y quizás eso sea lo que las haga mínimamente legibles. Pero también a diferencia de Pugh, Paquette no se banca más de dos o tres episodios seguidos y así es como aparecen los suplentes a los que ya sufrimos en el TPB de Animal Man: Marco Rudy, el clon choto de Totleben y Bissette que afana fotos a lo bestia, y el impresentable Andrew Belanger, que en un mundo más justo estaría preso en un penal de máxima seguridad.
Me quedo con esas últimas 22 páginas, con esos bellísimos y vibrantes dibujos de Paquette y con esos riesgos tan bien asumidos por Snyder para terminar con la mentira y darle a su despedida un verdadero sello de autor. Impredecible, emotivo, coherente, impactante, ese episodio final es lo que seguramente va a mostrar Scott Snyder cuando “le pidan el carnet” para entrar al club de los grandes guionistas de Swamp Thing, fundado por Len Wein y presidido hace 30 años por Alan Moore. El resto, hay que ser muy talibán de los New 52 (o haber leído poco Swamp Thing) para ponerlo entre las etapas más gloriosas de este entrañable personaje.

domingo, 12 de octubre de 2014

12/ 10: AMERICAN VAMPIRE Vol.4

Con esta serie me pasa algo rarísimo: me encanta la premisa, me gusta el clima, me engancha el ritmo que le imprime Scott Snyder a las aventuras, me sorprendo con lo bien que el guionista maneja los diálogos, llenos de modismos propios de las distintas etapas en las que sitúa las historias, me parece que está bien armado el elenco de secundarios… pero detesto al protagonista. Skinner Sweet me parece un personaje despreciable, pero además choto, unidimensional, básico… Desde el primer tomo estoy esperando que Snyder se juegue a hacerlo boleta y lamentablemente, parece que tenemos Skinner para rato. Aún así, este tomo me gustó mucho más que el anterior. Trato de explicar por qué.
Arrancamos con un arco de tres episodios, ambientado primero en la infancia y después en la juventud de Skinner Sweet y su primer némesis, Jim Book. Primero en el marco de la Guerra de Secesión y más tarde en las campañas de los milicos yankis contra los apaches, Snyder nos revela un montón de datos acerca de estos dos personajes, en secuencias anteriores al Vol.1. Acá ya está clara la crueldad y la falta de escrúpulos de Skinner, pero por lo menos se lo ve menos invulnerable, más humano. Y además pega más fuerte ver a un pibe hacer esas maldades. Como punto extra, en el segundo episodio de la trilogía, Skinner y Book casi no aparecen y todo se centra en la piel roja Mimeth, quien resulta ser la verdadera pionera en esto de los vampiros americanos.
El siguiente arco tiene cuatro episodios y retoma la progresión lineal de la serie para llevarnos a 1954. Y acá Snyder frota la lámpara y pela una genialidad: Travis Kidd, un pibe que parece John Travolta en Grease, o James Dean en Rebel Without a Cause, y que se dedica a cazar vampiros con una mala leche fascinante. Acá la serie encuentra un personaje carismático, tridimensional, complejo, con huevos y recursos para que uno hinche, más que nunca, por ver al sorete de Skinner definitivamente exterminado. Son 80 páginas narradas a un ritmo frenético, con flashbacks muy bien calzados a la infancia de Travis (que tiene que ver con lo que sucedió en Las Vegas en el Vol.2) y con una mirada sutil y llena de ironía acerca de esa época de los EEUU tan fértil para la ficción. Lo mejor de todo es que Skinner aparece con el arco argumental ya bastante avanzado y hay que sufrirlo pocos episodios. Sobre el final, van a tener peso Los Vasallos del Lucero y Pearl, pero el núcleo central de la saga es 100% Travis Kidd, un gran hallazgo por parte de Snyder.
Y predeciblemente, Calvin Poole (secundario en el tomo anterior) vuelve esta vez como protagonista, para un arco breve, también ambientado en 1954 y que es apenas una excusa para hablar de la tensión racial, otro elemento típico de este período histórico en EEUU. Y de nuevo, no aparece el nefasto Skinner Sweet, lo cual suma bastante.
Por el lado del dibujo, el nivel es altísimo. Para el arco ambientado a fines del Siglo XIX tenemos a un especialista, el prócer catalán Jordi Bernet, que venía de años de lucimiento en la revista de Jonah Hex, que transcurría en ese mismo período. Clásico y efectivo, Bernet deja todo y logra páginas memorables. En los cuatro episodios de Travis Kidd tenemos al titular de la serie, el cada día más grosso Rafael Albuquerque (que nos visitara recientemente en Comicópolis), jugado al vértigo, a la machaca a todo o nada, pero con muy buen laburo en los fondos y algunas puestas en página geniales y sumamente arriesgadas, como esa doble página cerca del final del tercer episodio. Y los de Calvin Poole son episodios tan de relleno que ni siquiera tienen los dos el mismo dibujante. En el primero aparece Roger Cruz, un brazuca bien del montón, que se esfuerza por no chorear ni a Jim Lee ni a Joe Madureira (que es lo que hizo toda la vida) y le sale algo híbrido,a a mitad de camino entre el realismo y el grotesco. Y en el segundo, un ídolo: el tano Riccardo Burchielli, viejo compañero de correrías de Brian Wood, cuando Brian Wood la descosía en Vertigo. Obviamente a Burchielli le sobra oficio para salir bien parado de este desafío y logra imágenes y secuencias mucho más interesantes que las de Cruz.
Lindo tomo de American Vampire, como para tenerle fe a un repunte que ojalá sea definitivo. Tengo ya comprado el Vol.5, así que eventualmente le hincaré los colmillos.

domingo, 9 de marzo de 2014

09/ 03: SWAMP THING Vol.2

Bueno, tardé más de 13 meses en retomar esta serie (reseñé el Vol.1 el 06/02/13), pero la espera valió bastante la pena. A diferencia de lo que pasaba con el Vol.2 de Animal Man, acá se ve algo más que un guionista que “hace tiempo” hasta llegar al momento del crossover con la revista vecina. Y al igual que el Vol.2 de Animal Man, tenemos un libro raro, porque la historia posta, la que transcurre en el presente se termina pasadita la mitad del tomo para darle lugar a historias que nos llevan al pasado de los personajes.
Por lo menos, en esas 80 páginas iniciales, las ambientadas en el presente, Scott Snyder tiene el decoro de contarnos dos cosas: primero, la lucha de Swamp Thing contra Sethe, uno de los capos máximos del Rot, que tiene a Abby en su poder. Y después, la aparición de Anton Arcane y el combate contra este villano, que tiene un tratamiento muy cuidado por parte del guionista. El cuarto episodio (segundo del arquito contra Arcane) termina con lo que venimos esperando desde que arrancó la serie: el encuentro con Buddy Baker. Obviamente querés que Snyder te cuente YA eso, no historias del pasado, pero bueno, ya vendrá el team-up entre ambos campeones. Lo bueno es que estas primeras 80 páginas no huelen a relleno, ni a ideas ínfimas (o viejas) estiradas para zafar. Si el Vol.1 iba un poco lento, acá eso se corrige. Quizás no del mejor modo, porque la variante que encuentra Snyder es irse un poquito del terror a la machaca épica en la que Swampy es un coloso de la lucha que se caga a palos con miles de monstruos (y aún así la que salva las papas en ambas peleas es Abby). Por ahí más adelante se logra un equilibrio más sutil, que no vaya de la parsimonia más densa a la machaca más cabeza...
Las dos historias ambientadas en el pasado le dan MUCHA chapa a Arcane. La primera lo vincula directamente al origen del actual Swamp Thing. Y la segunda narra una interesantísima historia de la juventud de Alec Holland, en la que conoce (y después olvida, claro) a quien será su némesis y a su encantadora sobrina. Esta historia, al ser más larga, tiene otros condimentos: un mini-anticipo de cosas que sucederán ya entrada la saga del Rot, toquecitos de continuidad que tienen que ver con el origen de Jason Woodrue, y sobre todo un clima distinto, menos dark, en el que no está todo podrido todo el tiempo. Me parece que a nivel guión, las mejores páginas del tomo están en esa historia.
El gran problema de este tomo es la incesante rotación de dibujantes, que realmente es un kilombo. En el Vol.1 había un titular (Yannick Paquette) y un suplente (Marco Rudy). Acá, además de esos dos, meten mano Becky Cloonan, Francesco Francavilla, Kano y Andrew Belanger. Y la que más dibuja es Cloonan, con sólo 33 páginas. Veamos qué onda:
Medalla de Oro para Paquette, sin dudas. Dibuja sólo 31 páginas, pero son alucinantes. Claramente es el que mejor arma el combo Terror + Machaca, se va a al carajo con la puesta en página y se luce con su gran manejo de la anatomía. Medalla de Plata para Francavilla, que se entinta y colorea a sí mismo en 20 páginas logradísimas, con un clima propio, en las que todo está dibujado muy distinto a como dibujan todos los demás. Medalla de Bronce para Cloonan, que mejoró muchísimo respecto de otros trabajos suyos que vimos en el blog (Demo, American Virgin, etc.). Excelente trabajo y notable evolución de la italiana. Y muy breve mención para los otros tres: Belanger parece muy bueno, no lo pongo más arriba porque dibuja sólo 5 páginas; Kano es correcto, cumplidor, le falta un poquito más de riesgo, de buscar una identidad gráfica más personal; y Marco Rudy, al que me cansé de putear en el Vol.1, acá está un poquito mejor, todavía duro, dependiente de la foto y con achacos muy obvios a John Totleben y Stephen Bissette, pero esta vez sus 30 páginitas no se me hicieron tan infumables como la vez pasada.
Y bueno, se acaba el jugueteo previo. En los próximos tomos de Animal Man y Swamp Thing vamos a ver la saga pulenta, a todo o nada, y veremos si efectivamente todo este extenso prólogo garpó o no. Scott Snyder ya se anotó un poroto extra, porque durante la previa le dio a Swampy algo que Animal Man no tiene, que es el villano grosso, bien planteado y bien construído. Prometo no tardar 13 meses en entrarle al Vol.3.

sábado, 15 de febrero de 2014

15/ 02: BATMAN: THE BLACK MIRROR

Ah, bueno... ¡Esto es finoli de verdad! Este libro recopila los 11 episodios de Detective Comics previos al reboot, cuando la serie pasa a manos de Scott Snyder. Me imaginé que podía llegar a estar bueno, pero no tenía idea de que me iba a encontrar con un clásico contemporáneo, sin nada que envidiarle a las grandes etapas de Batman. Esto está lleno de logros muy notables, de los cuales yo elijo subrayar estos:
a) Dick Grayson como Batman. Y escrito mucho mejor que en la etapa de Batman & Robin de Grant Morrison, en la que Dick era una especie de Juan Carlos Nadie y toda la onda la ponía Damian. Acá Damian no aparece, pero es un placer ver a Dick interactuar básicamente con Jim Gordon, Barbara, y en menor medida con Alfred y Tim Drake, que acá ya era Red Robin.
b) El plan a largo plazo. Snyder escribe estas historias como pequeños arcos agumentales de dos o tres números, complementadas por historias más breves (back-ups) que al principio parecen no tener conexión entre sí. Pero en realidad está pensado todo en conjunto, como una gigantesca novela gráfica de más de 300 páginas. De a poco, gradualmente, te cae la ficha de que todo lo que sucede en cada arquito está perfectamente entroncado con una saga mayor, más ambiciosa, que por momentos pasa por atrás, por los costados, o se deja ver mínimamente, en algún detalle menor de las aventuras. Cuando eso queda claro, cuando Snyder decide descorrer el velo, ya te tiene atrapado en una red alucinante, y ya tiene a punto la “cocción” del conflicto principal, del cual no pienso dar ni la más mínima pista.
c) El clima. Olvidate de la psicodelia pop y la onda light. Esto es grim´n gritty del bueno, con crímenes escabrosos, misterios espesos, ambientes ominosos, dilemas morales muy jodidos, y personajes oscuros, impredecibles, sumamente perturbadores. Por momentos me hizo acordar a los guiones de Denny O´Neil para The Question, y eso es un gigantesco elogio.
Por supuesto hay peleas al pedo, que no conducen a nada, simplemente porque en un comic de superhéroes hay que repartir patadas o piñas no menos de una vez cada 20 páginas. Y de verdad, eso es lo único criticable. El hecho de meterle violencia a una trama en la que los conflictos se pueden solucionar (y de hecho lo hacen) por otra vía.
El dibujo de estos 11 episodios está repartido entre Jock y Francesco Francavilla, dos autores a los que ya nos cruzamos acá en el blog, cada uno dueño de una impronta gráfica muy personal, muy distinguida de la de los dibujantes del montón. Ya he hablado muy bien del dibujo de Jock en otras reseñas, y acá debo decir que para Batman no me termina de cerrar. No me gusta su interpretación de Gotham (toda llena de cables eléctricos, que los otros dibujantes rara vez muestran) y me molesta que le dibuje la capa tan larga al protagonista. Nada es lógico en el mundo de los superhéroes, pero que un tipo corra, salte, luche o nade envuelto en un trapo que parece esas banderas que cubren toda la popular de Racing, es un disparate. El resto bien, una variante atractiva del estilo de Sean Phillips, un poquito más sacado, más expresivo, más visceral.
Y lo de Francavilla es monumental. El italiano tiene un estilo muy impactante, mezcla de Eduardo Barreto, David Lapham y David Mazzucchelli, con un talento muy especial para narrar “de cerca”, con planos cortos, y además un vuelo majestuoso a la hora de arriesgar con la puesta en página. Su claroscuro es tan fuerte, tan extremo, que lo dejan colorearse él mismo y la verdad es que en ese rubro también me sorprendió y mucho. A esto hay que sumarle un excelente manejo de los climas y ya está, ya tenemos a un nuevo ídolo que –sin ser un virtuoso del lápiz- encontró una vuelta nueva, que funciona muy bien. Recomiendo seguir de cerca a Francavilla, porque en pocos años pegó varios saltos cualitativos muy notables y lo más probable es que pegue varios más.
A veces pasa, muchachos. Por más curtido que esté, por más escéptico que sea, a veces aparece un comic bien de mainstream y me caga a patadas en el cerebro. Creo que desde la época de Greg Rucka que no flaseheaba así con un número de Detective. Y esto es mejor que lo de Rucka, así que imaginate. No sé qué estará haciendo ahora Snyder en la serie post-reboot de Batman, pero como seguramente le meten crossovers con otros títulos (a cargo de autores que no me interesan para nada) y encima tiene a Bruce Wayne bajo la capucha, no creo que me caliente en averiguarlo. Con lo que hizo acá me alcanza para ponerlo entre los grandes guionistas de Batman de todos los tiempos.

viernes, 17 de enero de 2014

17/ 01: AMERICAN VAMPIRE Vol.3

Terminado el viaje al misterio, vuelvo a leer comic yanki más o menos actual pero salpicadito, saltando de una cosa a otra con el criterio esquizofrénico que me caracteriza. Esta vez retomo una serie de Vertigo que tenía abandonada desde el 23/01/13, hace prácticamente un año. Me toca un tomo gordito, con muchos episodios, más precisamente un unitario y dos arcos argumentales extensos, todo escrito por Scott Snyder. Veamos cómo me fue.
El unitario es una garcha. Es una historia cuyo único objetivo es mostrarnos por enésima vez lo hijo de puta que es Skinner Sweet, el abominable protagonista de la serie. Se redime mínimamente por el dibujo, a cargo del genio croata Danijel Zezelj.
El primer arco extenso está ambientado en 1943, plena Segunda Guerra Mundial, y esta vez el protagonista excluyente es Henry Preston, el marido de Pearl, que se va a integrar a una especie de brigada paramilitar que se mimetiza con las fuerzas armadas yankis, pero en realidad depende de Los Vasallos del Lucero, la organización secreta que caza vampiros, liderada por el sombrío agente Hobbes. Sorpresivamente, Snyder no opta por los villanos nazis. Ojo, no es para festejar. Los villanos japoneses que mete el guionista no tienen la menor onda y los vampiros mutados a los que se enfrentan Henry y su tropa son patéticos. Por si faltara algo para convertir a este arco en un exceso de pochoclo y grandilocuencia, a Snyder se le ocurren excusas chotísimas para que tanto Skinner como Pearl viajen a la misma islita de la concha de la lora a la que mandaron a Henry y –obviamente- se machaquen entre ellos. Lo único bueno es que, hasta que llega ese desenlace absurdo y previsible, Snyder tiene muchas páginas para desarrollar bastante bien a los compañeros de equipo de Preston, especialmente a Calvin Poole que –me juego la chota- va a reaparecer en algún arco futuro.
Esto está todo dibujado por Rafael Albuquerque, bien, con mucho power. Ya quedó poco de la sofisticación, de la elegancia que mostró el brasilero en los primeros episodios de esta serie y ahora es todo más zarpado, más visceral, casi al borde del grotesco, aunque sin derrapar. De alguna manera, Vertigo se las ingenió para tener un comic que puede ser perfectamente disfrutable para los lectores a los que los guiones les interesan poco pero se ceban con los dibujantes fuertes, personales, de estilos impactantes.
El segundo arco también transcurre durante la Segunda Guerra Mundial y también tiene a Hobbes en el rol del titiritero que manipulará a los “héroes” para que vayan nada menos que a la Rumania ocupada por el Tercer Reich a jugarse la vida contra –adivinaste- vampiros nazis. Ese concepto que por ahí era alucinante hace unos años, cuando Fabien Nury escribió Je Suis Legion (lo vimos el 22/11/11), hoy es una especie de cliché medio bizarro, que Snyder tratará de refritar con decoro. El resultado no es horrendo, principalmente porque hay un excelente trabajo de caracterización en los protagonistas, Cash McCogan y Felicia Book, ambos aparecidos en roles secundarios en el tomo anterior. La aventura en sí es bastante ridícula, el verosímil se rompe ni bien empieza el segundo episodio (y de ahí en más, agarrate), los villanos hacen la boludez de capturar a los buenos y no matarlos, son DOS yankis contra un ejército de vampiros nazis y ganan los yankis... en fin, más pochoclo berreta, mínimamente condimentado con algo de rosca política y –reitero- con un laburo notable en el desarrollo de Cash y Felicia.
Este arco (originalmente publicado como una miniserie por afuera de la colección principal) está todo dibujado por Sean Murphy, con las hiper-pilas. No te digo que al lado de Murphy parezcan chotos Albuquerque y Zezelj, pero sí que este animalito sale con los tapones de punta, a eclipsarlos a todos. Con ese grafismo zarpado, que combina al mejor Chris Bachalo con el mejor Jorge Zaffino, Murphy nos regala las mejores páginas del tomo: las secuencias mejor planificadas, los fondos más laburados, los mejores trucos para no dibujar los fondos, las escenas de machaca, explosiones y persecuciones mejor equilibradas, todo eso está en esta saguita, en la que Murphy dejó la vida.
En fin, un tomo salvado básicamente por los dibujantes, y por algunos hallazgos de Snyder en materia de caracterización y diálogos. Las historias en sí, flojas. No sé si para colgar la serie, pero seguro para encender la luz amarilla, la de “mmm... seamos precavidos”. Tengo para leer más adelante el Vol.4 de American Vampire y otros laburos de Scott Snyder y de Sean Murphy, así que los volveremos a cruzar pronto.

miércoles, 6 de febrero de 2013

06/ 02: SWAMP THING Vol.1

Bueno, por fin un recopilatorio de los New 52 que me deja más satisfacciones que dudas. Lo que propone Scott Snyder para Swamp Thing no es hiper original, y aún así se la banca muy decorosamente.
Los problemas que le veo a este primer tramo son tres: 1) va muuuy lento. En cada episodio de 20 paginitas pasa lo que en los ´80 pasaba en cinco páginas. De hecho, en los ´80, todo este TPB era –con suerte- un Annual de 45 páginas. 2) Al igual que en Animal Man, los autores eligen arrancar con una saga demasiado grandilocuente, demasiado “a todo o nada”. Por ahí era más copado desarrollar primero a los personajes, armar un elenco grosso de secundarios, ganarle a alguna amenaza más chiquita y después sí, poner toda la carne al asador para esta hiper-saga contra el Rot que arranca con ambiciones gigantescas, que ojalá cumpla y que ojalá no sea un clon milimétrico de aquella machaca contra Matango, del Gris, que ya vimos en esta serie allá por 1990. 3) En los episodios en los que se ausenta Yanick Paquette entra un suplente absolutamente desgarrador, Marco Rudy, un Juan Carlos Flicker de la C que cuando no afana de fotos afana de las gloriosas Swamp Thing de los ´80 dibujadas por John Totleben y Stephen Bissette.
En cuanto a los hallazgos, el más conspicuo es que esto está MUY bien escrito. Las escenas de terror son tremendamente escalofriantes, los diálogos son excelentes, y cuando Snyder se manda algún moorismo, la danza entre textos e imágenes cobra un vuelo poco frecuente en los comics del mainstream actual. Un truco que funciona muy bien, aunque sólo se puede aplicar en este TPB y que le debemos justamente a la parsimonia en el relato, es que acá Alec Holland NO es Swamp Thing. Tiene poderes sobre el Verde, memorias de haber sido Swamp Thing y un montón de personajes que le dicen “dale, flaco, convertite en Swamp Thing”. Snyder aprovecha a fondo este recurso para contar varias cosas de la vida de este científico que nunca antes nos habían revelado y que no sé si sumarán a futuro, pero ayudan a hacer atractivo este primer tramo que –repito- avanza más lento que el 151 por Medrano un martes a las cuatro de la tarde.
Me gustó el nuevo rol de Abby, me gustó que Arcane sea un pendejito en vez de un viejo decrépito, me gustaría (aunque lo dudo mucho) que al Parlamento de los Arboles realmente le queden pocos minutos de vida antes de desaparecer para siempre, y descubrí con satisfacción que esa aparición de Superman en el primer episodio (totalmente intrascendente) era sólo eso, un engaña-pichanga, ya que de ahí en más Snyder no vuelve a meter ni la más mínima mención al resto del DCU.
Por supuesto, me volvió loco el dibujo de Paquette. Ma-mita, qué jugador! El tipo pela una anatomía portentosa, tipo Bryan Hitch, pero a la hora de meter sombras parece Sean Phillips y a la hora de meterle detalles y expresiones a los rostros parece Kevin Nowlan. En la gran mayoría de las secuencias, se juega por una puesta en página muy loca, muy al estilo de lo que hacía Rick Veitch, sin zanjas blancas entre las viñetas, que son de los tamaños y formas más irregulares y bizarros que se te ocurran. A la hora de dibujar fondos, Paquette deja la vida y además decora todo con plantitas, flores y fumanchereadas varias. Para mi gusto, se zarpa apenitas un toque en el gore y el resto, todo de muy grosso para arriba. Lástima que no se banque dibujar todos los episodios, sobre todo a la luz de la ínfima calidad de su reemplazante.
Con ideas arriesgadas, un clima muy truculento y millones de homenajes a los autores que hicieron fundamental a esta serie en las décadas anteriores, Snyder y Paquette trajeron de vuelta a Swamp Thing. Por ahora, la historia que quieren contar se parece mucho a una que ya leímos en la época en la que en cada episodio de 20 páginas pasaban varias cosas. Y también por ahora, no escasean en absoluto los motivos para tenerles paciencia y bancar un TPB más, a ver cómo evoluciona la propuesta, que –más allá de algunos “peros”- se lee bien y se ve mejor.

miércoles, 23 de enero de 2013

23/ 01: AMERICAN VAMPIRE Vol.2

Después de un paréntesis de nueve meses, retomo esta serie que pintaba muy bien. Esta vez sin Stephen King, le toca a Scott Snyder bancar los trapos él solito y a riesgo de parecer un hereje, lo hace tan bien que este tomo me gustó más que el anterior.
La historia salta 11 años para adelante: de 1925 nos vamos a 1936, siempre en la Costa Oeste de los EEUU. El primer arco nos lleva a Las Vegas, un pueblucho perdido en el medio del desierto que vive una súbita y brutal transformación: se está construyendo la monumental represa Hoover y eso significa que se empieza a mover una guita muy importante, con sus obvias consecuencias: corrupción, timba, prostitución, chupi y –lógicamente- un mayor índice de criminalidad. Snyder lo dice sin medias tintas: la relación entre el capitalismo y el delito es intrínseca e irrefutable. Si a esto le sumamos la presencia de un vampiro gaélico, de ancestral estirpe, que asesina a los capos de la empresa constructora, la cosa se pone bastante espesa. Y si además sumamos a Skinner Sweet, el vampiro americano al que conocimos en el primer tomo, está claro que la vida del pobre sheriff del pueblo se va a convertir en una pesadilla. Cash McCogan es el héroe, “el bueno”, en este truculento festival de muerte, sangre y corrupción sin límites.
Si hilamos más fino, la saga gira en torno a los vínculos familiares (“lazos de sangre”, dirían los vampiros, que algo de eso entienden): Snyder le da bastante protagonismo a la esposa y la hija de Jim Books, el pobre sheriff al que Sweet le dio para que tenga en el tomo anterior. Y por el otro lado, tanto el padre como el hijito que espera Cash McCogan tienen bastante peso en la trama. Realmente, todo lo que pasa acá es tremendo, desde la primera página hasta la última. No sólo la violencia, el gore y los corchazos. La mala leche, la crueldad, los giros que le pega Snyder a la trama, uno más sórdido y despiadado que el otro.
En los últimos dos episodios el protagonismo se lo lleva Pearl, la actriz vampirizada en el tomo anterior, que en el primer tramo de este tomo aparece sólo en un subplot, muy bien llevado. ¿Te querés enterar qué fue de la vida de esta chica que soñaba con triunfar en Hollywood? Las respuestas te van a shockear. ¿Y Hattie Hargrove, su amiga? ¿Qué onda? Mejor ni preguntar. La saguita de Pearl y Hattie no se resuelve en estos dos episodios, simplemente levanta temperatura para estallar (supongo) más adelante. De todos modos, las páginas protagonizadas por las chicas también tienen tiros, torturas, mutilaciones y atrocidades a granel.
En este último tramo del libro tenemos dibujante suplente: Mateus Santolouco se hace cargo de estos dos episodios y cambia muchísimo su estilo (que generalmente va más para el lado de Simon Bisley) para parecerse lo más posible a su amigo (y dibujante titular de American Vampire) Rafael Albuquerque. El resultado es muy, muy atractivo. Es como un Albuquerque más espeso, con más volumen, como mezclado con dibujantes bien dark, tipo Tom Mandrake o Steve Pugh.
Y la saga más larga, la de Las Vegas, está toda dibujada por Albuquerque en su estilo de siempre, bien power, bien expresivo, con unas manchas negras alucinantes, casi sin referencias fotográficas y muy volcado a la acción. Pareciera que los personajes están todo el tiempo agazapados, a la espera del momento en el que pueden pelar garras o chumbos y masacrarse unos a otros. Hay un problema y es que Albuquerque mezquina bastante los fondos. No son pocas las viñetas en la que estos deberían estar y no están. Tampoco es que Santolouco se mate en los fondos: en sus páginas también hay menos de los que debería haber. Pero bueno, si les perdonamos ese detalle, no van a quedar obstáculos para entregarnos al vértigo y al impacto permanente que proponen desde los dibujos los próceres de Porto Alegre.
American Vampire arrancó bien y en este tomo se puso mejor, más jodido, más intenso, más al límite. Veremos hasta dónde está dispuesto a llegar Scott Snyder en los tomos siguientes y esperemos que la serie se retome pronto, que se haga corto el paréntesis que impuso el guionista para poder dedicarse a otros proyectos. Ah, y quiero ver MORIR (de modo definitivo, categórico, sin chances de zafar ni de volver) al hijo de mil putas de Skinner Sweet. ¿Será posible?

jueves, 19 de abril de 2012

19/ 04: AMERICAN VAMPIRE Vol.1

Por fin me siento a leer esta serie iniciada en 2010, de la que tanto había oído hablar. Si alguna vez te preguntaste de dónde sacó chapa Scott Snyder para escribir Swamp Thing o Batman, acá están todas las respuestas.
El vampiro americano es un nuevo tipo de vampiro, nacido en nuestro continente y con nuevas reglas. El sol, en vez de dañarlo, le da poder. No lo afectan las cruces, ni los ajos, sino el oro. Su momento de mayor vulnerabilidad es en las noches sin luna. Y además pela deformaciones muy extremas en las manos (hiper-garras) y la boca (hiper-colmillos).
El primero de los dos arcos reunidos en este TPB (escrito por el célebre Stephen King, sobre conceptos creados por Snyder) narra el origen del primer vampiro americano. Ambientado entre 1880 y 1912, acá vemos como Sweet Skinner pasa de ser un ladrón inescrupuloso a un asesino insaciable e imparable, gracias a la sangre de un vampiro británico que lo altera por completo. El héroe es Jim Books, un abnegado sheriff que dedicará su vida a intentar -sin éxito- ponerle fin a las tropelías de Skinner. Es una saga muy bien escrita, que le escapa a la tentación fácil de repetir cinco o seis clichés típicos del western, pero con vampiros de por medio. Lo más importante es, por un lado el clima ominoso, de incertidumbre y terror (con muertes y resurrecciones escabrosas), y por otro lado la procesión interna de Books, que quiere ser verdugo, pero termina por ser víctima de la voracidad de Skinner.
El segundo arco (ya escrito por Snyder) nos lleva a la Los Angeles de 1925, para conocer a Pearl Jones, una chica que trabaja duro para forjarse una carrera como actriz de cine (mudo) en el incipiente Hollywood, pero va a terminar vampirizada por una camarilla de chupasangres europeos muy sádicos y depravados. Convertida en vampiro americano, Pearl no va a parar hasta vengarse de estos hijos de puta y en el medio va a correr muchísima sangre. Sweet Skinner reaparece, ahora en un rol secundario, como un tipo ni bueno ni malo, que le tira data a Pearl acerca de las habilidades y limitaciones de la criatura en la que se convirtió. Acá hay menos dilema ético y más machaca: Pearl era más buena que Lassie y ahora le dieron motivos para estar muy, muy cabrera. Fin, nada más que explicar. Snyder adorna esta trama con muy buen desarrollo de personajes, pero esencialmente es una trama sencilla, lineal y hasta un punto predecible.
Tanto Snyder como Stephen King le sacan un jugo maravilloso a los períodos históricos que les toca visitar en sus historias. Como su nombre lo indica, American Vampire reparte el protagonismo entre los vampiros y America, que es como los yankis le dicen a EEUU. La historia del país está perfectamente ensamblada con la de los chupasangres y ese debe ser el principal hallazgo de la serie.
Aunque no el principal atractivo, claro, porque la gran masa del pueblo se la habrá comprado para ver a King escribir –por primera vez en su colosal carrera- un guión de historieta, y yo me la compré para gozar a lo guanaco con los dibujos (¿Qué digo dibujos? Recontra-dibujazos!) de Rafael Albuquerque, el magistral brazuca que cada día dibuja mejor. En las secuencias de Hollywood, Albuquerque trabaja en su estilo clásico: claroscuro bien definido y narrativa a la Howard Chaykin. Pero en las del Lejano Oeste va más allá: entrega un lápiz más sucio, con un entintado menos protagónico y a eso le aplica aguadas. La narrativa no se parece tanto a la de Chaykin, porque hay muchas escenas en las que Albuquerque decide ir más lento, dedicarle más viñetas al desarrollo de cada acción. En ambos casos, los resultados son estremecedores, en parte gracias al espectacular trabajo del colorista Dave McCaig. Realmente una gratísima sorpresa, porque no me lo imaginaba a Rafael tan dotado para una historieta tan macabra, tan tétrica, tan violenta y tan shockeante. Ya está, ya me quedó claro que el talento de esta bestia no conoce límites.
Si leíste muuucha historieta de terror, no creo que American Vampire te cambie la vida. Pero está muy bien escrita, se mete muy bien con la historia yanki y tiene unos dibujos demasiado buenos para un comic que se edita una vez por mes. Hincale el colmillo, nomás, que recontra-garpa.