Me quiero ir a dormir la siesta, pero estoy esperando a gente que viene a casa a comprarme o traerme libros. Así que para aguantar despierto, me siento a escribir reseñas, y que me interrumpan cuando quieran.
Arranco con una bizarreada: un guionista belga que vive en EEUU arma una serie con un dibujante danés para una editorial francesa y yo consigo la edición británica. Se trata de la bastante reciente World War X, obra del siempre inquieto Jerry Frissen y del imbatible Peter Snejberg, cuyo integral (editado por Titan) conseguí a buen precio el año pasado. La edición es tan buena que ni se nota dónde terminaban los dos primeros álbumes que integran esta trilogía. Se lee como una novela gráfica sin fisuras, casi 140 páginas de palo y palo que avanzan hacia el desenlace sin desvíos ni atajos, sin estirar ni apretar nada.
Frissen no pretende inventar la rueda. Lo suyo es un comic de entretenimiento y alto impacto, una saga de ciencia-ficción que vira hacia la catástrofe cuando unos bichos alienígenas, prisioneros en la Tierra hace millones de años, se liberan y empiezan a destruir todo a su paso. Nada demasiado original, por lo menos en el planteo, pero el belga se las ingeniará para ofrecerle al lector un amplio abanico de emociones, mediante un guión que –a mi juicio, acertadamente- no se concentra tanto en la guerra de humanos vs. aliens. Todo esto tiene una dimensión más terrenal, más personal, incluso más íntima, que es lo que elige priorizar Frissen. Así es como, en medio de esta aventura grandilocuente, lo más importante pasa a ser el desarrollo de un personaje muy bien construído: el científico Adeshi Khan. Hay varios hallazgos más en materia de desarrollo de personajes, sin que eso empantane la acción o le reste espesor a las runflas entre políticos, milicos y empresarios medio turbios que buscan la forma de beneficiarse con el desastre.
También hay elementos místicos, alguna insinuación sexual no muy subida de tono, una versión alternativa de las relaciones entre humanos y alienígenas a lo largo de la historia, una especie de héroe sobrenatural que la pasa bastante mal y una leve trama romántica, que tampoco tendrá un final feliz. Con todo eso, Frissen mantiene el interés del lector y redondea una aventura simple pero no carente de sustento ni de intensidad.
Y por supuesto, World War X juega con ese ancho de espadas que es el dibujo de Peter Snejberg. Inmenso trabajo del Gran Danés, muy bien coloreado por Delphine Rieu (a quien conocíamos como guionista), con una excelente mezcla entre trucos de narrativa franceses y yankis y algunos ajustes en el estilo (las caras de las chicas, por ejemplo) que lo ayudan a parecerse más a un dibujante franco-belga que a Eisner o Corben. Fondos, climas, secuencias mudas, expresiones faciales, diseño de naves y monstruos, secuencias que exigen una vasta documentación histórica, páginas de 10 viñetas… Snejberg sale triunfador de todos esos desafíos. Como los grandes de verdad, bah.
Este año se publicó en Argentina la antología Nueve Dragones, con nueve historias cortas escritas por el (hasta ahora inédito) guionista Ignacio Porto, todas con distintos dibujantes. La verdad que no encontré ningún guión que me volara la cabeza. Me reí bastante con “Atómico”, el unitario dibujado en su estilo más despojado por El Waibe, y me gustaron un par más, pero no al nivel de cerrar el libro, aplaudir un rato y volverlo a abrir. Quizás sea porque no me interesa mucho el tema de los dragones, andá a saber… Lo bueno es que Porto no se centra sólo en eso, sino que utiliza a los dragones para contar historias bastante distintas entre sí, ambientadas en distintas épocas, lugares y culturas.
En materia de dibujantes también hay mucha diversidad, desde el ya mencionado Waibe hasta un clásico Horacio Lalia. Creo que el que más me gustó fue Rodrigo Cardama, un dibujane al que no conocía, que se pone al hombro una historieta muda y la lleva a buen puerto con una solvencia narrativa muy notable y una sana infuencia de David Rubín. También destaco los trabajos de Telémaco (al mismo nivel que le vimos en el libro de Urgh!) y de Beto Ledes, que es el que más se rompió el culo en materia de vestuario, fondos y tonalidades de grises. Ninguno de los dibujantes desentona demasiado, ninguno presenta demasiados aspectos para criticar, pero creo que esos tres son los que más se destacan dentro del conjunto. Veremos con qué nos sorprende Ignacio Porto en su próxima obra, que espero que sea un único relato más extenso (con un solo dibujante), en lugar de una colección de historias cortas.
Sigo avanzando con las lecturas para volver a postear pronto, acá en el blog.
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sábado, 22 de septiembre de 2018
miércoles, 11 de febrero de 2015
11/ 02: LUCHA LIBRE INTEGRALE Vol.2
Thierry Frissen está loco. Por si no lo ubicás, es un belga que se radicó en Los Angeles, se rebautizó “Jerry” y se enamoró de la cultura de la baja California, con todo su bagaje de bizarreada latina, surf y pochoclo hollywoodense. A partir de 2006, formó un equipo de dibujantes con los que en vez de una serie creó cinco, todas integradas a un mismo universo, y por si faltara algo, en vez de lanzar cinco álbumes distintos, armó una especie de revista de antología en formato álbum, de la que Humanoïdes Associés lanzó 13 entregas en poco más de cuatro años.
Este segundo integral (un fuckin´masacote de más de 400 páginas) recopila los números 6 al 13 de Lucha Libre tal como se editaron en su momento, es decir, con las cinco series mezcladas y con las editoriales en las que Frissen bajaba línea, obviamente en joda. Basado en la iconografía de los luchadores enmascarados tan populares en México, todo el universo Lucha Libre juega a la aventura, pero sin dejar nunca afuera al humor y el delirio. De hecho, hay dos series netamente cómicas, y vamos a empezar la disección de este tomo por ahí.
Profesor Furia es la única que no escribe Frissen. La guionista es Inés Vargas y el dibujante es Witko. Es una historieta basada en el humor políticamente incorrecto, desbordante de mala leche, con un protagonista irredimible que miente, roba, se pone en pedo, se droga y se garcha pendejitos de ambos sexos. Una joya, el Profesor. El dibujo está en cierto modo emparentado con el de David B. (con un claroscuro fuerte y rasgos muy expresionistas), pero va más para el lado del grotesco, y las historias mejoran mucho cuando dejan de ser chistes de una página (con 14 ó 15 viñetas) para convertirse en relatos un poco más extensos.
La otra serie 100% cómica es Los Luchadoritos, escrita por Frissen y con dibujos de Romuald Reutimann. Acá los protagonistas son nenes, por eso hay menos violencia y depravación, pero igual los chistes son bastante densos. Frissen no rompe nunca el formato de chiste de una página (tan arraigado en la historieta franco-belga), pero a veces aparecen “sagas” de varios chistes enlazados. El dibujo es muy bueno y muy adecuado al tipo de historias que protagonizan Melindez y sus hermanos.
Dos de las series se parecen bastante entre sí: Les Tikitis y The Luchadores Five son dos grupos de “wrestlers” enmascarados que viven aventuras imposibles en lugares exóticos. En las dos Frissen cuida mucho la caracterización y balancea muy bien la acción con los diálogos graciosos, muchas veces bastante subidos de tono. Lo más interesante en ambos casos es el ritmo frenético al que se suceden las peleas, los peligros imposibles y las revelaciones acerca del pasado de estos aventureros, que parecen ser veteranos del catch venidos a menos (en la onda de Vitamina Potencia) pero la propia vida aventurera que llevan los eleva muy por encima de esa categoría. Si me tengo que quedar con una sola, creo que voy con The Tikitis, porque me cebó mucho el dibujo de Fabien M., una bestia en materia de narrativa, diseño de personajes y locaciones, que además hace gala de una fuerte (y sana) influencia de Akira Toriyama a la hora de coreografiar las peleas y darle expresividad a los personajes. En The Luchadores Five tenemos como dibujante a Bill, que también debe haber leído bastante a Toriyama, y que –sin ser aburrido ni soso- me pareció menos personal, menos jugado.
Si Les Tikitis y The Luchadores Five son los Fantastic Four y los Avengers, Tequila es el Hulk de este universo. Sin dudas el personaje más carismático, Tequila es el que tiene la aventura más extensa y más intensa del tomo, la que da más margen para la machaca descontrolada, las puteadas… y no, no es una especie de Cazador. Es otra cosa, muy interesante. El dibujante es Gobi, una bestia fuera de control que también leyó toneladas de manga y comic de superhéroes, pero que a la hora de diseñar monstruos y criaturas deformes, tiene una cierta impronta brecciana que me resultó fascinante. Además se colorea a sí mismo y logra una paleta y unos climas alucinantes.
Bill y Frissen se juntan para co-escribir una saga un poco más breve, protagonizada por El Gladiator (el capo de los Luchadores Five), con los dibujazos de Christophe Gaultier, a quien ya nos cruzamos en un tomo de La Mazmorra. El estilo de Gaultier no tiene nada que ver con el de Bill, Gobi y Fabien M., pero también es espectacular, ideal para los climas oscuros que propone el guión. Acá también hay chistes y machaca, pero menos. Y no hay locaciones exóticas, sino que todo sucede en las inmediaciones de Los Angeles. El guión no me terminó de cerrar, porque El Gladiator está medio al pedo; se podría haber contado la misma historia sin él. Pero igual me divertí.
Lucha Libre es una maravilla, es una serie rarísima y cautivante por donde se la mire y nada de lo que leas te va a parecer suficiente. Yo la descubrí gracias a Image, que la publicó parcialmente en inglés, pero no recomiendo esa edición porque no está completa. Esto da para tenerlo todo, ya sea en los 13 álbumes originales (las antologías) o en los 16 tomos que reeditan este mismo material pero centrándose en las aventuras completas de los distintos personajes, sin mezclar series y casi sin continuará.
Me fui a la mierda con la extensión de esta reseña, pero a) Lucha Libre lo vale y b) hacé de cuenta que es el festejo por haber llegado al post número 1800 (y por haberme bajado en menos de 36 horas más de 400 páginas de historieta en francés). Aguante.
Este segundo integral (un fuckin´masacote de más de 400 páginas) recopila los números 6 al 13 de Lucha Libre tal como se editaron en su momento, es decir, con las cinco series mezcladas y con las editoriales en las que Frissen bajaba línea, obviamente en joda. Basado en la iconografía de los luchadores enmascarados tan populares en México, todo el universo Lucha Libre juega a la aventura, pero sin dejar nunca afuera al humor y el delirio. De hecho, hay dos series netamente cómicas, y vamos a empezar la disección de este tomo por ahí.
Profesor Furia es la única que no escribe Frissen. La guionista es Inés Vargas y el dibujante es Witko. Es una historieta basada en el humor políticamente incorrecto, desbordante de mala leche, con un protagonista irredimible que miente, roba, se pone en pedo, se droga y se garcha pendejitos de ambos sexos. Una joya, el Profesor. El dibujo está en cierto modo emparentado con el de David B. (con un claroscuro fuerte y rasgos muy expresionistas), pero va más para el lado del grotesco, y las historias mejoran mucho cuando dejan de ser chistes de una página (con 14 ó 15 viñetas) para convertirse en relatos un poco más extensos.
La otra serie 100% cómica es Los Luchadoritos, escrita por Frissen y con dibujos de Romuald Reutimann. Acá los protagonistas son nenes, por eso hay menos violencia y depravación, pero igual los chistes son bastante densos. Frissen no rompe nunca el formato de chiste de una página (tan arraigado en la historieta franco-belga), pero a veces aparecen “sagas” de varios chistes enlazados. El dibujo es muy bueno y muy adecuado al tipo de historias que protagonizan Melindez y sus hermanos.
Dos de las series se parecen bastante entre sí: Les Tikitis y The Luchadores Five son dos grupos de “wrestlers” enmascarados que viven aventuras imposibles en lugares exóticos. En las dos Frissen cuida mucho la caracterización y balancea muy bien la acción con los diálogos graciosos, muchas veces bastante subidos de tono. Lo más interesante en ambos casos es el ritmo frenético al que se suceden las peleas, los peligros imposibles y las revelaciones acerca del pasado de estos aventureros, que parecen ser veteranos del catch venidos a menos (en la onda de Vitamina Potencia) pero la propia vida aventurera que llevan los eleva muy por encima de esa categoría. Si me tengo que quedar con una sola, creo que voy con The Tikitis, porque me cebó mucho el dibujo de Fabien M., una bestia en materia de narrativa, diseño de personajes y locaciones, que además hace gala de una fuerte (y sana) influencia de Akira Toriyama a la hora de coreografiar las peleas y darle expresividad a los personajes. En The Luchadores Five tenemos como dibujante a Bill, que también debe haber leído bastante a Toriyama, y que –sin ser aburrido ni soso- me pareció menos personal, menos jugado.
Si Les Tikitis y The Luchadores Five son los Fantastic Four y los Avengers, Tequila es el Hulk de este universo. Sin dudas el personaje más carismático, Tequila es el que tiene la aventura más extensa y más intensa del tomo, la que da más margen para la machaca descontrolada, las puteadas… y no, no es una especie de Cazador. Es otra cosa, muy interesante. El dibujante es Gobi, una bestia fuera de control que también leyó toneladas de manga y comic de superhéroes, pero que a la hora de diseñar monstruos y criaturas deformes, tiene una cierta impronta brecciana que me resultó fascinante. Además se colorea a sí mismo y logra una paleta y unos climas alucinantes.
Bill y Frissen se juntan para co-escribir una saga un poco más breve, protagonizada por El Gladiator (el capo de los Luchadores Five), con los dibujazos de Christophe Gaultier, a quien ya nos cruzamos en un tomo de La Mazmorra. El estilo de Gaultier no tiene nada que ver con el de Bill, Gobi y Fabien M., pero también es espectacular, ideal para los climas oscuros que propone el guión. Acá también hay chistes y machaca, pero menos. Y no hay locaciones exóticas, sino que todo sucede en las inmediaciones de Los Angeles. El guión no me terminó de cerrar, porque El Gladiator está medio al pedo; se podría haber contado la misma historia sin él. Pero igual me divertí.
Lucha Libre es una maravilla, es una serie rarísima y cautivante por donde se la mire y nada de lo que leas te va a parecer suficiente. Yo la descubrí gracias a Image, que la publicó parcialmente en inglés, pero no recomiendo esa edición porque no está completa. Esto da para tenerlo todo, ya sea en los 13 álbumes originales (las antologías) o en los 16 tomos que reeditan este mismo material pero centrándose en las aventuras completas de los distintos personajes, sin mezclar series y casi sin continuará.
Me fui a la mierda con la extensión de esta reseña, pero a) Lucha Libre lo vale y b) hacé de cuenta que es el festejo por haber llegado al post número 1800 (y por haberme bajado en menos de 36 horas más de 400 páginas de historieta en francés). Aguante.
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