Hoy me toca reseñar dos
libros aparecidos el mismo año, el ya bastante lejano 2016.
Arranco con el Vol.3 de
Varua Rapa Nui (los Vol.1 y 2 tuvieron sus reseñas los días 09/04/13 y
27/03/14, respectivamente), esta vez con una novedad llamativa: la galardonada
serie que escribe Bernardita Labourdette cambia de dibujante y en lugar de
Ismael Hernández tenemos al frente de la faz gráfica a Fernando Pinto, el
dibujante de Fumetsu (serie de la cual también reseñé dos tomos acá en el
blog). La verdad es que no son muchas las innovaciones que propone Pinto, quien
sigue los lineamientos de Hernández en materia de puesta en página y
tratamiento del color, aunque sin alcanzar los niveles de belleza plástica, de
destreza en el dibujo de la figura humana y expresividad en los rostros que
lograba su antecesor. Me quedo mil veces con Hernández y pongo el trabajo de
Pinto en Fumetsu bastante por encima de su labor en Varua Rapa Nui.
En cuanto al guión, me
pasó lo mismo que cuando leí el Vol.2: sentí que le costaba arrancar. Para
cuando los conflictos cobran verdadero espesor, ya se me habían ido 32 páginas
de un comic de 50. Y hasta llegar a ese punto, la cocción se me hizo lenta, el
franeleo previo se me hizo largo. Después la historia se pone picante, y los
conflictos que en las entregas anteriores tenían que ver con eventos más
mitológicos que históricos, ahora sí se convierten en testimonios truculentos
de hechos reales (y aberrantes) que exigen verdad, memoria y justicia. El
cambio de registro, la forma en que Labourdette decide aferrarse a la aventura
pero cambiar el foco para irse de la leyenda a la historia, es lo que más me
gustó de este tercer tomo, acertadamente titulado “El Ocaso”. También se ve el
esfuerzo de la guionista por darle onda y personalidad a tres personajes
destacados, pero a mí me enganchó más lo otro, la trama de violencia, crueldad,
desazón y lucha contra viento y marea que protagonizan estos entrañables nativos
de la Isla de Pascua.
Y no mucho más. Tengo
entendido que la serie termina en el cuarto tomo, cuya aparición viene bastante
demorada. Ojalá luego de esta experiencia podamos disfrutar a Bernardita
Labourdette enfocada en otro tipo de relatos, como para terminar de afianzarse
como una de las muy buenas plumas que tiene hoy el comic chileno.
Tarde como siempre, empecé
a leer Paper Girls, la serie de Brian K. Vaughan y Cliff Chiang que se termina
ahora, a mitad de año. Me la habían vendido como La Mismísima Gloria, y la
verdad es que me encantó. Son cinco episodios (uno de 40 páginas) en los que
pasan un montón de cosas: Vaughan nos presenta a cuatro personajes muy bien
elaborados, con matices, con aristas atractivas para explorar, y además nos
bombardea con un verdadero aluvión de sucesos inexplicables, de tremendo
impacto en estos suburbios de Cleveland, Ohio de 1988 en los que normalmente
pasaba poco y nada.
Como en El Eternauta, de
pronto las vidas de cuatro chicas comunes y corrientes se ven alteradas por
elementos extremos que tienen que ver con la ciencia-ficción. Viajes en el
tiempo, quizás incluso en el espacio, tecnología de avanzada junto a animales
que no se veían desde la Prehistoria… Acá pasan cosas rarísimas y seguro está
en juego mucho más de lo que Vaughan nos mostró hasta ahora. La acumulación de
misterios y situaciones bravísimas, combinada con unos diálogos
extraordinarios, hacen que uno no pueda dejar de pasar las páginas hasta que se
termina el libro. Lo cual sucede (obviamente) en un momento de absoluta
tensión, como para que el suspenso te estrangule… o salgas corriendo a buscar
el Vol.2.
Cliff Chiang, brillante,
fascinante, mucho mejor que en Wonder Woman, donde ya la descosía. Para la
cuarta página, cuando mete ese poster de Depeche Mode en la habitación de Erin,
ya me tenía rendido a sus pies. La paleta de Matt Wilson lo complementa a la
perfección, con un despliegue de engamados logradísimo, muy al servicio de los
climas de la historia. Y cuando hay que matarse en los detalles, ni el
dibujante ni el colorista mezquinan nada.
Acabo de descubrir una
serie realmente sólida, tanto en guión como en dibujo, que sólo puede ahuyentar
lectores si se estira más de la cuenta. Pero con el final confirmado para el
nº30, estimo que eso no sucederá, que con lo que sembró en estos cinco
episodios, Vaughan puede cosechar tranquilamente durante otros 25 sin que
decaiga el interés. Me da la sensación de que cuando llegue al final de Paper
Girls voy a extrañar a estas chicas tanto como extraño a Mitchell Hundred y a
Yorick Brown…
Y nada más, por hoy.
Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas, acá en
el blog.