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jueves, 6 de octubre de 2022
ESSENTIAL CLASSIC X-MEN Vol.3
Bueno, ahora sí. Último masacote de 536 páginas y me dejo de joder con X-Men por un tiempo largo. O para siempre, no sé.
Este tomo trae el tramo final de la serie cuyos inicios vimos en las reseñas del 16/11/17 y el 16/6/22. Con los números que faltaba recopilar (54 al 66, porque después la serie pasa a ofrecer episodios viejos hasta el nº94) no llenás ni a palos un Essential, por eso a alguien se le ocurrió la brillante idea de sumar a este tomo algunos numeritos de Spider-Man, Marvel Team-Up y Hulk en los que uno o más alumnos de Charles Xavier tienen un rol más o menos importante. Son todos pésimos, no hay una historia decente entre estos "extras".
Pero además el Essential trae los seis episodios de la efímera serie protagonizada por Beast (lejos, mi mutante favorito) en la revista Amazing Adventures. Y si bien no son aventuras gloriosas, son entretenidas, por momentos bizarras (el tema de que use máscara y guantes para tapar la cara y las manos peludas es tan ridículo que te cagás de risa), y está el numerito que transcurre en Rutland, Vermont y es parte del crossover encubierto con Thor y... Justice League of America (no lo voy a explicar ahora, ya lo expliqué en las páginas de ¿Quién quiere ser superhéroe?). La idea de mutar a Hank McCoy en una auténtica fiera de piel azul (y de paso, subirle un poquito el nivel de poder) fue de Gerry Conway, y el que lleva adelante la breve serie (en los ´80 hubiera sido una miniserie) es un primerizo Steve Englehart, al que todavía le cuesta un poco. Los dibujos de Tom Sutton son muy raros, porque se nota que viene más de una escuela tipo Will Eisner que de la mímica de Jack Kirby que predominaba en la Marvel de principios de los ´70. Aún así, la narrativa está cuidada y cuando engancha un buen entintador, zafa bastante bien.
Pero vamos a este final provisorio de X-Men, que llega en un momento raro, porque la cancelación coincide con un momento en el que, terminada la extraña etapa de Arnold Drake, Roy Thomas había logrado encauzar la serie. De la mano de "Rascally Roy", nos comemos pijazos como el de descubrir que el Profe no estaba muerto, pero en general, hay una idea de qué hacer con la serie, hay una dirección y los personajes parecen menos desaprovechados. La única que no se luce casi nada es Jean. Los otros cuatro, más Polaris y Havok, tienen momentos muy grossos en estos números finales. Hay nuevos villanos, hay vueltas de tuerca interesantes para viejos villanos, y está esa saga con los Sentinels que leí 500 veces y aún hoy me hiela la sangre.
Y lo más genial, obviamente, es que llega Neal Adams a hacerse cargo de los dibujos. En una serie donde nos habíamos acostumbrado a Werner Roth y Don Heck, que caiga ESE Neal Adams, así, on fire, en estado de gracia, a matar o morir, es como ir a ver un recital de Chayanne y que al tercer tema diga "Bueno, yo en realidad era el grupo soporte. Fuerte ese aplauso para David Bowie". El primer episodio del tomo lo dibuja Heck, con tintas de Vince Colletta. Onda, me lo están haciendo a propósito para que me caliente y tire el libro a la mierda. Y encima con una puesta en página rara, como buscando desesperadamente el dinamismo que su dibujo no tiene. Pero después, no solo llega Adams a redimir todos los pecados de estos verduleros infumables, sino que hasta hay unas paginitas de Roth (las últimas que aportará a X-Men) en las que lo entinta Sam Grainger y se ve realmente bien. La magia de Adams se ve potenciada por las tintas del mítico Tom Palmer, un capo tan capo que, en el episodio en el que entinta a Heck, hace que se vea más que digno. Y a Adams sí le sale el truco de experimentar con la puesta en página, de hacerla cada vez más extrema, más asombrosa. Obviamente, la forma termina por eclipsar al contenido, porque ni las historias ni los diálogos tienen el impacto que tienen las puestas y los dibujos de Adams, pero bueno, el tipo estaba a un nivel muy por encima del resto. No solo de Roth y Heck, también de otros autores que aparecen en el tomo, como un primerizo Sal Buscema, el rústico de Herb Trimpe, o un Gil Kane a media máquina al que ni las tintas de John Romita le permiten competir con Adams.
En fin, un tomo raro, con mucho material que no es ni remotamente fundamental para entender y disfrutar la saga de los X-Men, pero con números gloriosos de la revista principal y esa etapa bizarra de Beast al frente de un comic que por momentos quiere ser de terror, y donde se desdibuja un poco el personaje, por lo menos hasta que Englehart se lo lleve a las filas de los Avengers.
Pronto habrá más Beast, más Angel y más Iceman en blanco y negro, porque tengo sin leer un par de Essentials de los Defenders. Gracias por el aguante y nos reencontramos en unos días con nuevas reseñas, acá en el blog, o el finde en Heroica Comics, en Paysandú, Uruguay.
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martes, 15 de febrero de 2022
ESSENTIAL DOCTOR STRANGE Vol.3
Este tomo recopila los primeros 29 números de la serie de Doctor Strange que arranca a mediados de los ´70 y llega (muy lento, porque siempre fue bimestral) hasta el año ´87 u ´88. Es material que tenía en revistitas y había leído probablemente a fines de los ´90, pero entre que soy fan de los Essentials y que algunos de esos números levantaron mucho su cotización, decidí canjearlos por otra cosa y pasarme al broli en blanco y negro. En una de esas, en algún momento hago lo mismo con las revistitas que vienen en el cuarto Essential, que es el último que llegó a publicar Marvel antes de discontinuar ese glorioso formato.
No sé si disfruté mucho más que la primera vez al releer todo este material. La primera vez era todo muy nuevo y muy flashero, porque yo no me imaginaba que Stephen Strange se podía convertir en un personaje con chapa cósmica, lo veía más para vencer a hechiceros malos, u otros villanos místicos. Esta vez, que ya sabía dónde me estaba metiendo, por ahí me pareció que a esta etapa le falta eso: más conflictos grossos contra villanos. El chamuyo metafísico llevado a niveles cósmicos está bueno al principio, pero después cansa un poco.
Lo mejor del tomo son los primeros 18 números, los que escribe Steve Englehart y están organizados como tres cuasi-novelas de seis episodios. Como ahora, que con cualquier idea chota te hacen seis números, pero acá en cada número hay un montón de ideas, y en el sexto como que todo cierra mejor. El tercer arco es el más desprolijo, porque en el medio se mezcla el crossover con Tomb of Dracula, que está muy bien orquestado (por Marv Wolfman, que era guionista de ToD y coordinador de la revista del Tordo), pero básicamente Englehart cuenta tres historias extensas, repletas de peligros a todo o nada para el facultativo, Clea y Wong. Después Wolfman empieza a escribir Doctor Strange y se decanta por aventuras más breves, de dos episodios, ninguna brillante y una (la del Bicentenario de la independencia de EEUU) francamente chota. Jim Starlin aporta una trilogía limadísima, con volteretas impredecibles para el Ancient One y más entidades cósmicas de las humanamente digeribles, y en los tres últimos episodios del tomo lo tenemos a un primerizo Roger Stern que primero resuelve lo que Starlin deja medio colgado y finalmente aporta un unitario de escasísima trascendencia. Faltan bastantes números para que esta serie recupere la jerarquía de sus inicios, y eso sucede ya entrado el cuarto Essential.
En cuanto a los dibujantes, acá nos damos todos los lujos. Primero, el incomparable Frank Brunner, desaforado, ido al hiper-carajo, con unas tintas magníficas de Dick Giordano. Esto en blanco y negro es una orgía de emociones, magia en estado puro. Brunner dibuja apenas seis números (y muchas portadas) y después vuelve un ídolo, un dibujante fundamental para esta serie: el maestro Gene Colan, probablemente el dibujante de esta época que más se beneficia del paso de color a blanco y negro. Y encima con otro entintador de lujo, el imbatible Tom Palmer. Cuando se va Colan tenemos un numerito bien dibujado por Alfredo Alcalá, un annual a cargo de un primerizo P. Craig Russell (muy bueno, pero se superará ampliamente a sí mismo cuando haga una remake de esa historia en los ´90), tres números en los que Tom Sutton deja la vida y las tintas de Ernie Chan lo levantan como si tuviera la capa de levitación del Tordo, y para todo lo demás tenemos al magistral Rudy Nebres. A veces como dibujante y entintador, a veces solo como entintador de Jim Starlin y en un episodio hasta lo ponen a entintar al fiambre de Al Milgrom. En todos los casos, se impone la línea elegante, generosa, frondosa del sublime artista filipino. Y cuando lo dejan ser él quien plasma el relato en la página, Nebres pela un despliegue visual que no tiene nada que envidiarle a las genialidades que nos ofrecieran Brunner y Colan.
Con ese nivel de dibujantes (que, como siempre digo, se disfrutan mucho más sin los colores espantosos de los comic books de los ´70), las historias podrían ser un aborto talidómico y aún así me animaría a recomendar el libro. Pero encima la mayoría de las historias son de dignas para arriba y hay muchos momentos que los fans de Strange atesoramos por siempre. Te tiene que gustar la sanata mística, mezclada con la sanata cósmica. Y bancarte a un protagonista frío, distante, que no hace el menor esfuerzo para que los lectores lo quieran, más allá del de salvar una y otra vez al universo entero, o a la realidad misma. Si eso te cierra, este trip a los ´70 te va a resultar cautivante y memorable. Y si no, siempre está la etapa clásica de Stan Lee y Steve Ditko, o la ochentosa de Roger Stern, que se ganaron en buena ley el status de hitos en la rica historia comiquera de Marvel.
Gracias por la magia y que el Vishanti esté con ustedes,
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martes, 12 de marzo de 2019
ESSENTIAL AVENGERS VOL.7
Hacía mucho que no le
entraba a un comic de los Avengers y justo se me ocurrió clavarme un Essential
con unos cuantos números bien de mediados de los ´70, esa época caótica en la
que en cualquier serie podía pasar cualquier cosa.
Esto arranca en 1975 a un
nivel sumamente decoroso, con una especie de dream team integrado por Steve
Englehart en los guiones y George Pérez en los dibujos. Pero después de cuatro
numeritos a todo ritmo con Kang, el Squadron Supreme, los héroes del los westerns
y el debut de Hellcat, viene una puñalada artera: la historia de Englehart y
Perez se interrumpe durante dos números en los que Tony Isabella y Don Heck nos
infligen una historia menos que olvidable, de esas que justifican el apodo de
“Verdul Age” para el mainstream de los ´70. Por suerte en el nº147 vuelven
Englehart y Perez a terminar con su extensa (y en un punto intrincada) epopeya.
Englehart se despide en el nº150, un choreo a mano armada en el que Perez
dibuja un puñadito de páginas y casi todo es un reprint de un episodio de los
´60, escrito por Stan Lee y dibujado por Jack Kirby.
Finalmente en el nº151 se
define la nueva formación de los Avengers (bah, de nueva tiene poquísimo) y
salen a la cancha los dos guionistas que se alternarán en la serie hasta el
nº163, que es el último de este tomo: Gerry Conway y Jim Shooter. Cabe destacar
que tanto Englehart como Conway, ni bien dejan los Avengers se hacen cargo de
la Justice League of America. Por si faltara algo en esta bizarra
sincronicidad, el pase de Englehart a Conway en Justice League también se da en
el nº150. Por supuesto a Conway se le ocurren menos ideas que a Englehart y la
serie de los Avengers empieza a volar bastante más bajo que hasta ahora. El as
de espadas de Conway es el regreso de Wonder Man, al que le da mucha chapa, y
el resto es todo bastante intrascendente. La saguita con el Dr. Doom, Attuma y
el Whizzer es probablemente el punto más bajo de esta colección en muchos años.
Para el nº158, el siempre
eficaz Jim Shooter es el nuevo guionista de Avengers y ahí el nivel de los
guiones empieza a repuntar muy de a poco. Enseguida se nota que el personaje
que más le interesa desarrollar al nuevo guionista es Hank Pym y los
desplazados un poco hacia las márgenes son Captain America y Beast. Pero tanto
en esta etapa como la segunda vez que Shooter tome las riendas de esta serie,
tendremos un Pym muy atractivo, con muchos conflictos interesantes, rodeado de
personajes que tampoco se quedan atrás, como Wasp, Vision, Scarlet Witch,
Wonder Man y en menor medida Black Panther, Iron Man y Thor.
El nº154 va en el medio de
la saga más floja de Gerry Conway, pero es relevante porque acá por primera vez
le ponen a Perez un entintador como la gente, que en vez de sepultarlo lo
potencia y mejora ostensiblemente el trabajo del dibujante. Me refiero al gran Pablo
Marcos, un prócer peruano que acá le aplica su pincel mágico a varios dibujantes y hace que se
luzcan (además de Perez) Sal Buscema y George Tuska, dos típicos dibujantes del
montón, de esos que sacaban con fritas decenas de páginas todos los meses con
escasa onda e ínfima imaginación. El combo Perez-Marcos es devastador y sin
duda firma las mejores páginas (a nivel visual) de este Essential. Medalla de
plata para John Buscema y Joe Sinnott, una dupla hiper-clásica, a cargo de los
nºs 152 y 153, los del regreso de Wonder Man.
En general, salvando esas
abominaciones de Don Heck y el numerito de Super-Villain Team-Up dibujado por
el propio Jim Shooter, tenemos un tomo dibujado en un nivel más que aceptable,
porque Perez se la banca hasta cuando lo entinta Vince Colletta, John Buscema
re-garpa y a los otros suplentes (Sal Buscema y Tuska) los levanta muchísimo
Pablo Marcos. Incluso el último episodio que le dan a Don Heck (el 157, donde
Conway ensaya un regreso del Black Knight) también es casi presentable gracias
a la titánica tarea del entintador peruano.
Y no tengo más Essentials
de Avengers, pero si algún día veo a buen precio los Vol.8 y 9, me los compro y
hago guita las revistas, para tener en glorioso blanco y negro la saga de
Korvac, la etapa de John Byrne y un montón de historias más que leí hace mil
años, cuando me fui armando la serie numerito a numerito.
Nada más por hoy. Volvemos
a encontrarnos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
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martes, 23 de noviembre de 2010
23/ 11: BATMAN: STRANGE APPARITIONS
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En 1977, cuando Batman estaba en uno de los peores momentos de su carrera a nivel creativo, el legendario coordinador Julius Schwartz hace uno de sus clásicos pases mágicos y de la noche a la mañana la revista Detective Comics se convierte en escenario de algunas de las historietas más notables de la década, no sólo en lo que respecta a Batman, sino al género superheroico en general.
De las filas de la mucho más próspera Marvel, llega un ídolo setentoso: el guionista Steve Englehart. Era un pase promisorio pero efímero: Englehart aclaraba desde el vamos que su intención era irse a vivir a España y abandonar su carrera en los comics un año después de pasar a DC. Y en un año hizo mucho más que otros en cinco o diez. No hace falta ser un genio para deducir que Englehart se propuso “marvelizar” al Señor de la Noche. De pronto aparecen conflictos psicológicos (Batman se empieza a cuestionar por qué hace lo que hace, las consecuencias, los costos que paga, cómo se desdibuja la personalidad de Bruce Wayne al convertirla en “la máscara bajo la que se oculta Batman de día”, etc.), aparece un villano de base “real” (Rupert Thorne, capo de la corrupción política enquistada en lo más alto de la municipalidad de Gotham), cobra importancia la continuidad (se mencionan hechos de números anteriores y hasta sucesos que Batman vive en las páginas de World´s Finest y Justice League of America!) y aparecen dos sub-plots fuertes, gancheros.
Uno es el romance entre Bruce y Silver St.Cloud, una hermosa chica que descubre su identidad secreta y luego lo abandona. Acá vemos a una mina que realmente le mueve el piso a un Bruce que llega a plantearse si le interesa más ir a pelear con el Penguin que quedarse en casa garchando con Silver. Wow! Y el otro sub-plot tiene que ver con Hugo Strange, que también descubre la verdadera identidad de Batman y se lleva el secreto a la tumba, cuando Thorne lo manda a boletear. Pero el fantasma de Strange volverá varias veces a atormentar al autor intelectual de este asesinato que Batman y la cana jamás resuelven.
Y como en los comics de Marvel de los ´70, estos atractivos desarrollos se ven interrumpidos por las reglamentarias peleas contra el villano de turno, que son apenas entretenidas. Los dos numeritos con el Joker son sin duda los más atractivos, pero la aventura contra el Penguin es del montón y la de Deadshot es apenas una excusa para traer de vuelta (con chapa) a un personaje justamente olvidado. Los dos primeros números de Englehart presentan al Dr. Phosphorus (en una saguita vibrante, pero no muy trascendente) y lo distinto, lo impactante, es la historia contra Hugo Strange en la que este desenmascara a Batman y se propone vender su secreto más jodido. Con menos desarrollo de sub-plots y más power en el conflicto contra el villano, los dos números que cierran este libro, escritos por Len Wein, son una magnífica carta de presentación para Clayface III y sientan las bases de aquella inolvidable cátedra de Alan Moore en el Annual 11.
Los dos primeros números están dibujados por Walt Simonson en crack, apurado, casi desprolijo, pero con una narrativa potente y osada. Y después Englehart forma equipo con un Marshall Rogers inspirado, que acá dibuja con pasión, talento y originalidad de altísimo vuelo. Nunca más veríamos a Rogers dibujar al nivel que pela acá (y en sus numeritos de Mister Miracle, también de esta época). Rogers se complementa perfecto con las tintas del gran Terry Austin (que mete unas tramas mecánicas alucinantes), experimenta con la puesta en página, se juega en secuencias ajustadísimas, splash pages grandilocuentes y memorables… y además pela efectos que los otros artistas no se animaban a pelar, porque él mismo coloreaba las historietas! Entonces, sabía que no iba a venir cualquier verdulero a estropeárselas! Muy grosso.
Por ahí, leído hoy, esto no le cambia la vida a nadie. Pero hace más de 30 años, cuando los comics de Batman eran bochornosamente pedorros y reiterativos, lo de Englehart y Rogers en Detective fue un oasis, una etapa breve pero muy influyente, que demostró que había otro enfoque posible para los héroes clásicos de DC que habían quedado anquilosados, desfasados y relegados después de aquellos efímeros coqueteos con la madurez y la relevancia de principios de los ´70.
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