No es muy frecuente que un autor se sienta cómodo en dos registros tan distintos como son la tira cómica y la aventura realista, sucia, bien heavy y bien para adultos. Y menos si se trata de un autor incipiente, que está dando sus primeros pasos. Sin embargo, si vos leías el mítico fanzine Catzole en la segunda mitad de los ´90, te encontrabas con que un mismo autor, el prolífico J.J. Rovella, la rompía tanto en un estilo más limpito, más para el lado del humor gráfico, como en un estilo bien mugriento, bien dark, en historias más complejas y sobre todo más sórdidas. “Tenés que elegir, mi amor, todo no se puede tener”, cantaba el maestro Zambayonny, y finalmente Rovella se volcó por el lado del humor, para convertirse en un referente grosso de ese palo, sobre todo entre el público infantil al que apuntó buena parte de su vasta producción. Y el Rovella realista y oscuro quedó perdido en el tiempo, en alguna cosita corta para alguna antología, y por supuesto en el pilón de los viejos números de Catzole, hoy muy difíciles de encontrar.
Ahí es donde entra en juego la editorial Rabdomantes, que reedita en un hermoso librito los tres episodios de Cándido realizados por Rovella para Catzole, con unas paginitas agregadas que cierran de modo muy elegante una de las puntas argumentales que habían quedado abiertas. El material original consiste en tres historias autoconclusivas, dos de 20 páginas y una de 24. Cándido tiene la típica ambientación del western, pero la estructura narrativa es más abierta, pasan cosas que rara vez pasan en las clásicas aventuras de cowboys.
El primer episodio, sin ser choto, es el más flojo de los tres. Rovella nos narra el regreso de Cándido a su pueblo, repasa a modo de flashbacks escenas de su infancia (especialmente la muerte de su padre) y sobre el final, la historia pega un giro shockeante, muy jodido, que nos deja bien en claro que el protagonista es mucho más que un pobre tipo que no habla, tiene cara de nabo y observa todo como si no entendiera nada.
El segundo episodio (el de 24 páginas) es una obra maestra. Acá el autor toma prestada la estructura dramática del thriller de misterio, con un caso policial tremendo, todo un pueblo que busca al culpable, una investigación que se enrosca y se manipula y un final impactante, que difícilmente podrás predecir. Es una de esas historietas que parecen estar sustentadas en el oficio y el talento de un guionista grosso, con muchos años de laburo a cuestas, y sin embargo es obra de un dibujante que escribía sus propios guiones y que creo que todavía no tenía cumplidos los 25 años.
La tercera historia es la más rara, la más experimental. Arranca con un homenaje a Lucky Luke, sigue con una extensa secuencia muda que termina de definir al padre de Cándido (un personaje ausente, pero de enorme peso en esta saga) y termina con un salto a nuestros días, en el que Rovella convierte a los relatos anteriores en la base de una leyenda que trascendió el tiempo y las fronteras. El tramo del medio es, sin dudas, el más fuerte, el más memorable.
En el dibujo, este J.J. Rovella primerizo muestra algunas imperfecciones, pero son pocas. En general, se puede apreciar a un dibujante muy asentado en este estilo oscuro y sucio, ideal para contar historias sórdidas, de violencia y mala leche. Rovella maneja con muchísima solvencia la narrativa, se luce en las secuencias mudas y en la creación de climas. Dibuja muy bien los caballos, se mata en los fondos, es generoso en los detalles y hace gala de una técnica de entintado muy compleja, basada en los cross-hatchings agorafóbicos que brotan de un plumín muy afilado, muy criterioso. Para los flashbacks, Rovella prueba un equilibrio totalmente distinto entre negros y blancos (como hacía Enrique Breccia) y también logra imágenes muy atractivas. En las páginas añadidas para esta edición, se nota claramente la evolución del autor, cómo limpió la línea, cómo llegó a un equilibrio más prolijo y más plástico sin renunciar a su pasión por los detalles. Pero es el Rovella adulto, el que volvió (quizá sólo para esta ocasión) al estilo realista después de muchos años de cultivar su otra vertiente.
Adulto o principante, J.J. Rovella es, hace muchos años, un nombre que nos viene dando grandes satisfacciones a los fans de la historieta argentina. Si te copás con Dante Elefante, Zebita o Brunella y querés ver a este autor embarcado en historias de un tenor totalmente distinto, con un enfoque gráfico también a años luz de sus trabajos más conocidos, no tengo dudas de que con Cándido vas a pasar un gran momento y a convencerte aún más de la versatilidad y la calidad de un Rovella que –queda clarísimo- es mucho más que un notable exponente de la historieta infantil.
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viernes, 13 de marzo de 2015
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