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viernes, 15 de abril de 2011

15/ 04: THE NIGHTMARE FACTORY


Mirá vos lo que son las cosas… Me acabo de enterar de que existe un escritor de literatura fantástica al que suelen comparar con H.P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Franz Kafka y nuestro Jorge Luis Borges. ¿No será mucho? Lo cierto es que cuatro de sus cuentos fueron convertidos en historietas (dos por el mítico coordinador y no tan mítico guionista Stuart Moore y dos por el ignoto Joe Harris) y publicados en un hermoso librito con majestuosa portada de Ashley Wood incluída.
¿Cómo caí acá sin ser fan de este escritor, a quien jamás había oído nombrar? Fácil, por los dibujantes. Cualquier cosa que tenga historietas de Coleen Doran, Ben Templesmith, Ted McKeever y Michael Gaydos, se lleva fácilmente mi dinero.
Vamos a los bifes: El primer cuento (The Last Feast of Arlequin) es un choreo inmundo a miles de cuentos de Lovecraft. Moore se zarpa con los bloques de texto y, si bien estos están muy bien escritos, la lectura de la historieta se hace (tal vez intencionalmente) más aburrida que inquietante. La trama está buena, pero –repito- si sos fan de Lovecraft ya la leíste 50 veces. El dibujo de Coleen Doran está muy logrado, lejos de su estilo más conocido, más realista (más parecido al de J.H. Williams) y más dark. Y con una puesta en página vibrante y ganchera, para remar el plomazo que por momentos resulta el guión.
El segundo cuento (Dream of a Mannikin) es un thriller psicológico. Tanto que los protagonistas son psicólogos. Está bien, es una linda incursión en el terreno de las obsesiones, las percepciones alteradas, la vulnerabilidad de la razón. De nuevo, Moore abusa un poco de los textos, no deja ni por un segundo que el dibujo se haga cargo de contar la historia. Y eso que contó con un Ben Templesmith realmente inspiradísimo. Olvidate de la salvajada al borde del mamarracho que el ídolo nos mostró en 30 Days of Night y sus secuelas: acá Templesmith, además de lucirse haciendo jueguito con el photoshop, dibuja con todo, despliega talento hasta en los fondos, que es lo que generalmente evita dibujar a toda costa. Pero el resultado es una muy buena historieta, llena de suspenso y emoción.
La tercera corre con el caballo del comisario: la dibuja Ted McKeever y eso la convierte automáticamente en una obra maestra. Está basada en el cuento Dr. Locrian´s Asylum y si bien el final es medio flojelli, hay que destacar la tensión que genera y lo escalofriante de lo que sucede. Acá, finalmente, Harris se anima a hacer lo que no hizo Moore: darle protagonismo al dibujo, dejar que –en varias secuencias- el texto pase a un segundo plano y que sea McKeever el que cuente la historia. Y bueno, así cualquiera. Obviamente, McKeever saca a relucir su chapa infinita y convierte a este cuento digno en una historieta del mega-carajo. Lo más notable es cómo la rompe con el color, sobre todo para los que somos muy fans de sus obras en blanco y negro. Estamos ante un artista tan completo como sublime, es así…
Y en la última historia (Teatro Grottesco) nos reencontramos con el amigo Michael Gaydos, a quien vimos hace poquito en Alias. Como Doran y Templesmith, Gaydos acá hace cosas que tienen poco que ver con sus trabajos más conocidos. En principio porque trabaja a color directo (en un estilo lleno de expresividad y sutileza, tipo Sean Phillips) pero además porque la narrativa no se parece en nada a la de Alias. Hay menos cuadros por página, no se repiten las imágenes, la variación en los planos es constante… Te imaginás a Alias dibujada así y se te derriten las… retinas de la emoción. El guión ayuda y mucho. Esta es la mejor de las cuatro historias, centrada en una intrincada conspiración que involucra al mundillo de los artistas y donde por primera vez se huele un cierto tufillo borgeano entre tanto achaco al querido Howard Phillip. Por suerte, el equilibrio entre texto e imagen está muy bien logrado y hasta hay excelentes diálogos (con certeras puñaladas de ironía y mala leche), cosa que en los otros cuentos o no había, o se perdieron en el traspaso a la historieta.
No sé si de acá me voy a buscar novelas y cuento de Thomas Ligotti. Supongo que no, pero en estas adaptaciones de sus cuentos encontré unas cuantas buenas ideas, la intención de homenajear o continuarles la línea a maestros que me ceban sobremanera, y todo eso sin mencionar la labor de cuatro bestias del dibujo, prendidas fuego y dispuestas a todo. No está nada mal.